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LA LIBERTAD EN CRISTO Y EL PODER DE SU RESURRECCIÓN. Por Claudia Juárez Garbalena




https://www.youtube.com/watch?v=kKKgMeLE4yI

FRAGMENTO DE “EL ARQUITECTO DE ZOE” – 5ª Revisión

Durante siglos la humanidad y los individuos han hecho toda clase de esfuerzos por alcanzar la libertad, la han anhelado ardientemente buscándola con gran diligencia. Esta ansiada libertad obtenida sobre tiranías, toda clase de injusticias y del subyugo del mundo, palidece junto a la gloriosa y verdadera libertad que ganó nuestro señor y salvador Jesucristo en su indescriptible sacrificio y resurrección. Esta liberación tiene una dimensión inimaginable. Esta es la mayor de las libertades que podríamos haber recibido, porque nos ha rescatado de la mayor de todas las esclavitudes que existen.

El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; A predicar el año agradable del Señor…Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros.(Lucas 4:18-21).

La gloriosa libertad que Cristo ganó para nosotros con su contundente victoria es sencillamente asombrosa. Sólo por la gracia de Dios y por Su espíritu que mora en nosotros somos capaces de discernir, asimilar y disfrutar todas las riquezas de la herencia que hemos recibido en Cristo.

Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Le respondieron: Linaje de Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres? Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado. Y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre. Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres. (Juan 8:31-36).

Ni el pueblo judío, ni los religiosos de su época comprendieron y reconocieron la inmensa liberación que Jesucristo vino a hacer disponible.

Los religiosos arrogantemente dijeron: "Linaje de Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres?" No comprendían que TODO SER HUMANO NACE ESCLAVO DEL PECADO, esta es la naturaleza que heredamos todos, sin excepción, de Adán. El hombre puede tratar por sí mismo de reformarse, mejorarse y pulirse externamente, pero siempre, siempre su naturaleza pecaminosa le arrastra una y otra vez a hacer lo que no desea hacer. Romanos 7 describe perfecta y profundamente esta esclavitud y la liberación que hay en Cristo:

La verdad es que no entiendo nada de lo que hago, pues en vez de hacer lo bueno que quiero hacer, hago lo malo que no quiero hacer. Pero, aunque hago lo que no quiero hacer, reconozco que la ley es buena. Así que no soy yo quien hace lo malo, sino el pecado que está dentro de mí. Yo sé que mis deseos egoístas no me permiten hacer lo bueno, pues aunque quiero hacerlo, no puedo hacerlo. En vez de lo bueno que quiero hacer, hago lo malo que no quiero hacer. Pero si hago lo que no quiero hacer, en realidad no soy yo quien lo hace, sino el pecado que está dentro de mí.

Me doy cuenta entonces de que, aunque quiero hacer lo bueno, sólo puedo hacer lo malo. En lo más profundo de mi corazón amo la ley de Dios. Pero también me sucede otra cosa: hay algo dentro de mí, que lucha contra lo que creo que es bueno. Trato de obedecer la ley de Dios, pero me siento como en una cárcel, donde lo único que puedo hacer es pecar. Sinceramente, deseo obedecer la ley de Dios, pero no puedo dejar de pecar porque mi cuerpo es débil para obedecerla. ¡Pobre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo, que me hace pecar y me separa de Dios? ¡LE DOY GRACIAS A DIOS, PORQUE SÉ QUE JESUCRISTO ME HA LIBRADO! (Romanos 7:15-25 TLA)

Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús…Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús ME HA LIBRADO de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne.(Romanos 8:1a-3 RV1960)

¡En esto consiste la liberación que Cristo vino a hacer disponible! Simplemente nosotros no podemos reformar la vieja naturaleza empapada de pecado, por eso Dios tuvo que enviarnos un salvador y darnos una nueva vida en él. ¡Cristo nos ha librado de la más espantosa esclavitud de la cual nosotros jamás, ni en un millón de años, podríamos haber escapado! ¡AHORA SOMOS NUEVOS EN ÉL!

De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.(2 Corintios 5:17).

 La epístola  a los Romanos expone que cuando Cristo fue muerto, nosotros morimos con él, cuando Cristo fue enterrado, nosotros fuimos enterrados con él, cuando Cristo resucitó, ¡Nosotros resucitamos triunfantes con él!! Cuando él se sentó a la diestra de Dios, ¡Nosotros nos sentamos con él! Y cuando recibimos esto con la fe de un niño, con una creencia simple, nos encontramos IDENTIFICADOS CON Cristo. La Escritura dice que como él es, así somos nosotros en este mundo. Yo no tengo que buscar con ahínco, luchar por “imitar” en mi vieja naturaleza el maravilloso comportamiento de Jesús mientras anduvo en esta tierra, Cristo me ha librado del pecado y yo tengo una nueva vida que es como él NATURALMENTE.

Yo soy mexicana y hablo castellano como mi idioma natal, no tengo que pensar o forzarme para hablarlo, no tengo que “programarme” cada mañana y decirme a mi misma: “Claudia, tienes que hablar castellano hoy”, ¡No! Simplemente me levanto y digo a mis hijos: “Buenos días” y comienzo a hablar sin esfuerzo alguno el idioma que es natural para mí, para mi familia y en mi país. Yo vivo en la frontera con los Estados Unidos, y continuamente cruzo al país vecino, cuando estoy ahí, muchas veces me veo “forzada” a hablar en inglés, tengo que saludar en inglés y tengo que pensar las palabras que voy a usar para pedir ayuda en una tienda, por ejemplo. Esto me pone algunas veces nerviosa si no logro expresar una idea y me siento torpe, ¡no podría hablar en inglés ante muchas personas como hablo el castellano! ¡No es mi idioma natural! ¡Eso requiere esfuerzo de mí!

Después de aceptar y creer MI IDENTIFICACION CON CRISTO mi “idioma natural” es el “idioma” de Cristo. Yo no tengo que obligarme o disciplinarme a amar, Cristo lo hace naturalmente. No tengo que forzarme a tener, fe, gozo, paz, paciencia…, Cristo lo hace NATURALMENTE. Mi vieja naturaleza no “habla el idioma de Cristo” no lo entiende y torpemente sólo puede tratar de imitarlo, pero JAMÁS lograré hablar fluidamente ese “idioma” con mi vieja naturaleza y tampoco necesito buscar hacerlo. Tan sólo debo aceptar que yo morí con Cristo en la cruz y que resucité con él, que recibí por gracia una vida nueva que es la reproducción exacta, no de Jesús, el extraordinario hombre que anduvo en esta tierra haciendo milagros, señales y maravillas, sino de Cristo Jesús resucitado. Sí, la vida nueva espiritual que ahora tengo es una réplica exacta de Cristo Jesús el absoluto vencedor de la muerte sentado a la diestra de Dios (¡Es Cristo en mi la esperanza de gloria!). Esto es el Gran Misterio. Este es el Misterio que le fue revelado a Pablo y que ninguno de los príncipes de este siglo conoció, porque si lo hubieran conocido, jamás habría crucificado al Señor de gloria.

De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. (Juan 12:24).

Por eso ¡ahora somos más que vencedores! Por eso ¡ahora vamos siempre en triunfo! Por eso podemos manifestar todos los frutos del espíritu fluida y naturalmente. No es por la disciplina en la carne, o por acumular mucho conocimiento las Escrituras (lo cual es maravilloso), o por hacer toda clase de esfuerzos por “hacer mejor” al viejo hombre, que podemos manifestar y florecer en esta nueva vida. Podemos vivir así sencillamente porque Cristo ES ASÍ: Vencedor, triunfador, amoroso, paciente, lleno de autoridad y fe. Cristo es ese grano que murió y después dio mucho fruto reproduciéndose exactamente igual en miles de granos. Como él es, así eres tú y así soy yo en esta tierra. La autoridad que él tiene sentado a la diestra de Dios, la tienes tu y la tengo yo, la herencia que él recibió, él la compartió contigo y conmigo POR LA BENDITA GRACIA DE DIOS. Esta realidad nada tiene que ver con merecer o esforzarnos por alcanzar el favor del Padre, es la vida eterna que Dios nos ha brindado gratuitamente, según el puro afecto de Su voluntad.

El hombre y la mujer suelen preguntarse: “¿Quién soy yo? ¿Qué hago aquí? ¿Cuál es mi propósito en la vida? Es un gran descanso entender y creer que aquellos que hemos renacido del espíritu de Dios, tenemos una NUEVA IDENTIDAD DIVINA, SOMOS COMO CRISTO ES, TENEMOS LO QUE ÉL TIENE Y ¡PODEMOS HACER LO QUE ÉL HIZO EN ESTA TIERRA Y AUN MÁS, PORQUE ÉL FUE AL PADRE!

Como hijos de Dios, no tenemos que vivir agachados, quejumbrosos, enfermos, pobres, necesitados, amargados o derrotados. ¡Cristo es el absoluto vencedor y tú yo somos vencedores con el también! Manifestarlo sólo requiere de fe, de la creencia de un niño. El justo por la fe vivirá. No vivimos por lo que vemos, sentimos, logramos, acumulamos o merecemos, ¡VIVIMOS POR FE Y PARA FE!

Las características y cualidades de Cristo ahora son tuyas y mías por derecho de sangre, porque él murió por ti y por mí pagando un altísimo e inimaginable precio, fuimos comprados como las más valiosas joyas, el Padre nos compró con el precio de la preciosa e inocente sangre de Su Hijo porque nos amó a ti, a mí y a toda la humanidad. Somos como Cristo es, porque él resucitó y nosotros con él. Por la PURA GRACIA DE DIOS recibimos estas riquezas. Cristo tiene todas las maravillosas características de los hombres de Dios registradas en las Sagradas Escrituras: la fe de Abraham, el denuedo y firmeza de Caleb, el celo de Elías, la mansedumbre de Moisés, la fuerza de Sansón, la fidelidad de Samuel, el discernimiento de Daniel, la sabiduría de Salomón, el corazón humilde y adorador del dulce cantor de Israel, David… Todo eso eres tú ahora. Todo eso y mucho más recibimos en una herencia incorruptible, eterna, permanente.

Con Cristo estoy (fui) juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo. (Gálatas 2:20 y 22).

Si, pues (ya que), habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. (Colosenses 3:1-3)

¡Hemos resucitado con Cristo! ¡Así dan testimonio las Escrituras! Nuestra vida esta “escondida” en Dios no sólo para la eternidad, tenemos un tesoro depositado en nuestros vasos de barro. A Dios le plació hacernos coherederos con Su Hijo de Su reino. No lo merecíamos, no podíamos, ni podemos alcanzar Su favor por muchas buenas obras que emprendamos, pero LA GRACIA DE DIOS consiste en que el Padre nos ha regalado el honor de ser hechos Sus hijos por Cristo, recibiendo así una rica herencia y la autoridad que posee el Hijo en Su reino.

Al faraón en Egipto le plació poner como segundo en su reino a José después que interpretó sus sueños. No había nadie en autoridad después de José, sólo faraón mismo. Al Dios Todopoderoso creador del universo le ha placido hacer segundo en Su reino a Jesucristo. La supereminente grandeza de Su poder que operó en él, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, lo puso sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.

El apóstol Pablo oraba: Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. (Efesios 3:14-19).

¡PARA QUE SEAMOS LLENOS DE TODA LA PLENITUD DE DIOS! Cristo es el reflejo de la gloria de Dios y ahora habita en nosotros y cuando permitimos que esa nueva vida se transborde y florezca por nosotros, entonces se desbordan esos ríos de aguas vivas que profetizó Jesucristo que saldrían de nuestro interior.

Pablo oraba también por conocer más el poder de su resurrección. Hay poder en aquel que fue levantado victorioso de entre los muertos.

¡Aunque fue crucificado en debilidad, vive por el poder de Dios! (2 Corintios 13:4).

Cristo está vivo, y vive en ti y en mí, ahora sus ojos son nuestros ojos, su boca es nuestra boca, su mente es nuestra mente y su corazón ahora es el nuestro. Cristo VIVE EN NOSOTROS POR EL PODER Y LA GRACIA DE DIOS.

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