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LA CERTEZA DE LO QUE SE ESPERA -LA CONVICCIÓN DE LO QUE NO SE VE

FRAGMENTO DE “EL ARQUITECTO DE ZÖE”

Por Juan Luis Molina

CUARTA CARTA

             Amado de Dios, qué bueno es y cuanto reposo alcanzamos al saber que, en la nueva esfera, todo se obtiene por la fe sola en la gracia del Padre, y no por nuestros méritos. Esa es la única vía por la cual nos apoderamos de todo.  A las cosas materiales físicas se llega de la manera que dictan las leyes de la Física; pero a los asuntos espirituales se accede por la vía que dicta la Palabra divina. Su Palabra declara que la sola fe en Su gracia basta para todo.

La vía por la cual llegábamos los hombres a los descubrimientos a través de los sentidos carnales, era la “tentativa y el fracaso.” El camino por el que nos apoderamos ahora de todo lo que se nos descubre en los sentidos de Cristo es la Fe. No vale ya la antigua manera. Todas las leyes viejas que imperaban en el mundo se quedaron quemadas en la Puerta. Aquí, habiendo atravesado el abismo, en Sus Palacios, la fe sola en Su gracia es provechosa para todo.

¿Qué es la Fe o creencia? Admirando sólo un pequeño matiz más, en la pureza de ésta joya que trae consigo tu Cristo, la creencia sana nos muestra y dice Dios, en contra del sentido común que impera en el mundo, que es la simple aceptación sin conflictos mentales de lo que nos revela con Su espíritu el Padre. Esa sencilla manera de recibir mansamente lo que nos dice Su Voz, nos capacita para adueñarnos de todo lo que YA ES NUESTRO y tenemos disponible en Su Esfera – la fe es el Título de Propiedad de lo que poseemos en Cristo.  

Creencia o fe, es el título de propiedad que nos ha entregado en mano a ti y a mí nuestro Notario: la escritura legal que nos hace plenipotenciarios de todas Sus riquezas: las que disfrutamos ahora y las que poseeremos en el futuro. El único requisito, de parte de Dios, para que manifiestes subjetivamente en tu vida todas las bendiciones que YA te otorgó objetivamente en Cristo, y que Él te revela personalmente, lo denomina Dios Fe, o la sana Creencia. Basta que sepamos esto para que le prestemos la mayor de las atenciones. Merecerá todo nuestro empeño perseguir este simple, pero único requisito. Por eso, nuestro pedido al Padre debe ser que, el espíritu de sabiduría, nos dé a conocer gradualmente los matices y detalles de éste bendito término: el poder de la sana creencia que trae consigo Cristo en nosotros;  porque con un poquito del brillo de ésta joya, si no la adulteramos con nuestras opiniones, nos adueñamos de todo y manifestamos lo que YA ES NUESTRO en Cristo.

Amado del Padre, será siempre provechoso acordarse de que, la sustancia y esencia que contienen todos Sus términos son inagotables. El espíritu podrá abrirte siempre nuevos filones de matices acerca de un mismo término; mientras más matices y detalles te muestre Dios, más claro y pulido verás el significado perfecto que le otorgó a cada una de Sus joyas – a cada uno de Sus Términos. Recibe con mansedumbre, sin conflictos mentales lo que te revela el Padre en Su Palabra, y se mudará tu semblante.
Medita lo siguiente: Todo comenzó y acabó en el madero de la Cruz. Y lo que vamos a ver ahora es cómo la fe apareció en el nuevo comienzo. Las aguas espirituales se abrieron en una de las caras de la Cruz con la sana creencia ya completa, y las carnales convicciones se quedaron crucificadas del lado opuesto de la Cruz y fueron ya sepultadas.

 Así es como está escrito:


LAS AGUAS DE LAS DOS ESFERAS

Y al tercer día de camino, después de haber atravesado el Mar Rojo por lo seco y de camino a la Tierra Prometida, andando por el desierto el pueblo tuvo sed. Y habiendo llegado a una fuente de aguas no las pudieron beber, porque eran aguas amargas. El Pueblo de Israel, entonces, murmuró contra Moisés y cuestionó diciendo: ¿Qué hemos de beber? - Y Dios les señaló un madero, el cual echaron ellos en las aguas  de la fuente y se convirtieron en dulces y potables.

¿Cómo se convierten las aguas amargas del mundo, en las dulces y potables de Cristo?

En la esfera carnal, a través de sus tentativas y fracasos, al hombre tal vez le lleve demasiado tiempo, sin además conseguirlo; pero a nuestro Dios le bastó señalarles a Sus hijos “un madero” y se hizo instantáneo. La misma transformación se dio en tu vida, el mismo cambio se produjo cuando Dios te señaló el poder que tuvo Su “madero”. Todo lo que desencadenó la sangre que se derramó sobre aquel madero, lavó tus viejas aguas amargas; y aquello que realizó la carne  que allí se partió te hizo completo.  Sin que le faltase cosa alguna creó dentro de ti un nuevo espíritu el Padre.

Las aguas amargas que derramaron nuestras madres, cuando nos dieron a luz en nuestro primer nacimiento, se convirtieron en dulces y potables al echarles Dios en su interior el efecto de aquel Madero. De aquellas primeras aguas resultó un ser carnal e incompleto, con la influencia del madero se volvió entonces  un ser celestial y perfecto. Todo lo hizo Dios en aquel sacrificio y ofreció de pura gracia a los hombres.

Ahora fluyen de ti, por tanto, cuando tú lo permites, las mismas aguas reposadas del Cristo resucitado que salió de aquel madero. Sólo después de que Dios nos hiciera perfectos a cada uno de los miembros del Cuerpo, por la acción sola de aquel madero, encontramos estafe, o sana creencia de la que estamos tratando; esta, y todas las demás joyas que desenterramos en el cofre de Su palabra, habitan en el Cristo que resucitó Dios y copió idéntico en cada uno de nosotros: La mansedumbre de Moisés, la amistad con Dios de Abraham, el denuedo de Sadrac, Mesac y Abed-Nego, la sabiduría de Salomón, el corazón de David, la devoción de Rut, la capacidad de interpretar sueños de José, el poder de Moisés para separar las aguas…..todos, absolutamente todos los atributos y riquezas personales de los antepasados de Jesús, de su simiente, como están reflejados en la Biblia, se te han ofrecido de pura gracia espiritualmente en el espíritu. En la vida de tu Cristo residen todos estos frutos y manifestaciones. Este es el Gran Secreto. Tú estás revestido de todas las riquezas espirituales de Cristo Jesús. Cada uno de sus antepasados te muestra una vertiente, una serie de características, frutos y manifestaciones, que son los que residen del todo EN EL CRISTO QUE TÚ ERES AHORA. Este es el Gran Secreto.

Esto es de suma importancia entenderlo. Éste Cristo que Dios nos ha puesto dentro de nosotros, no tiene nada que ver con el “viejo hombre” que nosotros ÉRAMOS. Son dos naturalezas opuestas y distintas. Una era  amarga y la otra es dulce; la una estaba embebida de corrupción y de muerte, y la otra es vida eterna. Por mucho que desentierre el hombre sus mismos pozos y beba de las aguas amargas que encuentre en “sí mismo” en busca de Dios, jamás se encontrará ni podrá hacer florecer dentro de él estos Frutos buenos y agradables en gran manera. Porque habitan y se nos ofrecieron de pura Gracia sólo en Cristo. La nueva criatura. De él brotan natural y espontáneamente. Así que nadie puede ganarse estos atributos por sus esfuerzos o méritos, o habilidades personales naturales, ni pensar que allí residen. Todas las cosas que antes teníamos como riquezas personales, en nosotros mismos, hay que crucificarlas en el lado visible de la Cruz.

A pesar de lo que digan las Altas Autoridades, esto es lo que declara Su espíritu: que tenemos que vestirnos de Cristo, por la fe sola, para permanecer enfrente de Su Presencia y conocer todas Sus cosas. No hay otro medio.

Y si quieres, nadie te podrá quitar jamás ese derecho. Ni tu padre ni tu marido, ni tu hijo ni el alcalde o el cura de tu pueblo, ni tan siquiera el dios de este mundo con todas sus huestes. Si tú lo determinas, es tuyo por derecho de sangre. Nadie ni nada puede quitarte tu comunión plena con el Padre. Es tuya por derecho de sangre. La sangre que se derramó sobre aquel madero y el cuerpo que allí se partió, fue el altísimo precio que pagó el Padre, para volver a tenerte en Sus dulces brazos. Este fue el efecto de la locura de Dios,  el efecto que tuvo y produjo Su madero en tus aguas amargas. En Su locura, entregó lo más preciado que poseía y se lo echó a los perros. Y así, con él te dejó sepultado en un lado visible de la Cruz, y te resucitó con Cristo en el lado opuesto – sin que tú dieras siquiera por eso, porque era en Su Hijo que llevó a cabo tu sacrificio. El sacrificio al que tú y yo estábamos condenados, lo realizó del todo Dios, pagando nuestra deuda con Su cordero. El más perfecto de la manada entregó Dios para tenerte en Sus Brazos. Este es el Gran Secreto.

¿Te das cuenta del brillo que posee tu nueva identidad, y el derecho que te asiste de lo alto? ¿Qué plenitud puede disfrutar el Hijo amado a la Diestra de Su Padre? Pues la misma plenitud brota ahora en el manantial de tu nueva naturaleza, ya viene provista de todo lo necesario, también de la fe, o sana creencia para recibir mansamente las riquezas divinas y celestiales.  Cristo es perfecto, y sus miembros son perfectos. Así nos ve Dios y somos cada uno de los miembros del Cuerpo Único de Cristo.

¿Y cómo ha sucedido esto?

He aquí yo soy Jehová, Dios de toda carne, ¿habrá alguna cosa difícil para mí?


INJERTADOS EN Cristo
En Portugal trabajé durante muchos años en una finca que poseía ocho hectáreas de melocotoneros; cuando comencé a trabajar allí, había un individuo muy dedicado y cuidadoso con aquellos árboles frutales, al cual le pregunté: ¿aquellos melocotoneros pertenecen a la raza salvaje, o han sido posteriormente injertados?  «Usted cree,» replicó él, «que iríamos a malgastar la tierra y el dinero con árboles que no fueran injertados» - « ¿Qué ganaríamos con los árboles vulgares?» Así que le pedí que me explicase el proceso de injertar, lo que hizo muy gentilmente: «Cuando un árbol ha crecido hasta una cierta altura,» dijo él, «le corto la parte superior y establezco el injerto.»  Y apuntando un árbol específico me preguntó, « ¿Ves aquel árbol?» - «Yo le llamo el padre de todos los árboles, porque todos los injertos de los demás provienen de él. Si los demás árboles fuesen dejados crecer en su curso natural, sus frutos no pasarían de ser del tamaño de una pequeña ciruela simplemente; y su consistencia, tanto en la piel como en su semilla, de muy baja condición.» – «Este melocotonero, de donde fue retirado el injerto de los demás, produce un fruto lustroso de gran tamaño, con una piel muy suave y un hueso de tamaño inferior. Y, por supuesto, de todos los árboles que injertamos con él, se obtienen frutos con la misma apariencia.» -  ¿Cómo puede suceder eso?-  le pregunté. «Yo solamente tomo un poco de la naturaleza de aquel árbol bueno, y transfiero un ramito en cada uno de los demás,» explicó él. «Hago un pequeño corte en el árbol pobre y le injerto un pequeño ramo del bueno. Entonces los ligo y dejo que crezcan.» Pero ¿Cómo pueden crecer juntos?  Indagué.  - «Yo no lo sé,» dijo el hombre « ¡Pero crecen!».
¿Cómo puede producir un árbol el fruto de otro? ¿Cómo puede un árbol pobre producir buenos frutos? Solamente siendo injertado. Solamente cuando le impartimos la vida de un árbol bueno. Pero, si un agricultor puede injertar la vida de un árbol en otro ¿Qué nos hace suponer que el Labrador Divino no haya podido injertar la vida de Su Hijo en nosotros?
Igual sucede con las quemaduras en la piel. Si la edad de un paciente que ha sufrido quemaduras en su cuerpo es demasiado avanzada, no se podrá entonces hacer un injerto de piel  propia, por encontrarse ya demasiado deteriorada, pero podrá recurrirse a injertar la piel de un donador más joven. Si me preguntas cómo puede la piel de alguien crecer en el cuerpo de otra persona, te responderé que no lo sé, ¡PERO CRECE! Así que, si un cirujano terrenal puede injertar miembros ajenos en el cuerpo de cualquier paciente, ¿no será capaz el Cirujano Divino de implantar la vida de Su Hijo resucitado dentro de millones de vidas? Yo no sé como lo hace, pero lo ha hecho.
El espíritu sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene ni a donde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.
 Nosotros no podemos decir cómo hace Dios Su trabajo en nosotros, pero lo ha hecho. Nosotros no precisamos hacer nada, ni podríamos haber hecho nada para que eso ocurriese, sino aceptarlo por la fe sola, pero después de la resurrección de Su Hijo, es lo que HA HECHO Dios en nosotros. Hay solamente una vida fructuosa en el mundo, y esa vida tuvo que ser implantada en millones de vidas. Eso es lo que Dios hizo el día que, a través de las aguas espirituales, te hizo partícipe de Su Nuevo Nacimiento.
Porque si fuimos implantados juntamente con él (Cristo Jesús) en  su misma y semejante muerte, así también lo seremos en la vida de su resurrección. Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido.
El pecado todavía se encuentra bien presente en el viejo hombre que fue sepultado, pero el esclavo que lo servía ya se ha muerto y no quiere volver a cargar con él. Ahora, solo estamos vivos para Dios en Cristo y le presentamos nuestros miembros como instrumentos de Su justicia. Para que se cumplan Sus propósitos aquí en la tierra como se cumplen en el cielo.

LA DUREZA DEL CORAZÓN DE CARNE
Esa Palabra, que es el espejo donde vemos ahora las características que poseemos en Cristo, no puede habitar en el hombre viejo ni modificar sus viejos hábitos. Tiene que ponerse en odres  nuevos. No puede utilizarse como remiendo del viejo vestido. Tiene que derramarse en Cristo y son los vestuarios de Cristo. Si no entendemos esto vamos a confundirnos. Dios nunca nos pide que mudemos nuestros viejos hábitos con Su nuevo espíritu. Pero yo me llevé muchos años andando por el desierto y confundido, haciendo lo contrario. Pasé demasiado tiempo repitiendo a martillazos Su Palabra en mí, para grabar Su Palabra en la piedra dura de mi corazón carnal, animal y muerto. Para modificarlo. Pero así, lo único que  cavaba para mí, eran cisternas - cisternas rotas que no retienen agua.
Las cisternas a las que Dios se refiere, se cavaban en las rocas de granito en los tiempos del Antiguo Testamento para poder mantener las aguas de la lluvia que caían en el invierno. Hasta que no se descubrió el acueducto en el abismo, esas eran las cisternas que los hombres construían para poder tener disponible agua en los meses secos del verano. Era un trabajo durísimo y que requería el máximo esfuerzo. Un penoso trabajo de parte de quien cavaba la roca. El mismo penoso intento se sufre, cuando el hombre se esfuerza en grabar las palabras que salen de la Boca de Dios, en su muerto corazón, en vez de derramarlas en su espíritu, cuando todavía no han entendido que son y que llevan YA consigo un nuevo manantial de aguas dulces y potables e ilimitadas en Cristo.
Esta nueva vida te ha librado YA de la tuya vieja y llena de basura. Los asuntos espirituales han de ser espiritualmente discernidos, de lo contrario, no serán más que cisternas rotas que no podrán contener jamás aguas espirituales; por eso dice Dios que la letra mata, pero el espíritu vivifica. Dios no se contenta con que sepamos, solo de memoria, aquello con lo cual nos ha empapado en un nuevo corazón; Su deseo es que la nueva vida, con sus características naturales inherentes, se desborde en nosotros y manifieste la abundancia que posee por sí misma. 
El Arquitecto de la Vida Buena y Abundante que ha implantado la vida de Cristo dentro de ti, lo único que requiere es que tú se lo permitas, que le permitas manifestarse en ti el Cristo que tú eres ahora. ¡No precisa de más obras! El árbol pobre sobre el cual fue injertado la naturaleza del bueno, no hace ningún esfuerzo para que el nuevo injerto dé su fruto natural. Dios, de las únicas obras que precisa para manifestarse al mundo, son las que produce naturalmente Cristo en ti por la fe sola. -Así es como Dios se podrá manifestar al mundo: a través de tu Cristo. Si tú te mantienes reposado en el espíritu, Dios producirá en ti espontáneamente todas sus características -sus mismos frutos. Esa es la definición subjetiva de vida en abundancia; eso es lo que lleva consigo y significa espiritualmente hablando: de tu interior correrán ríos de agua viva; esa es también la verdadera fuente de aguas dulces y potables, la fuente única y divina que se distingue, como el día de la noche, de las cisternas rotas de los hombres.
 Las características inherentes del Cristo que Dios ha injertado en nosotros, son los frutos del espíritu, y brotan de quien ya murió para el mundo y  ahora vive de nuevo para Dios.  Puede ser que no lo entendamos, materialicemos o sintamos. A Dios le importan muy poco esas emociones de la carne, a Dios solo le interesa saber si se acepta o rechaza. No hay término medio para Dios. Es normal que no entendamos con nuestros discernimientos de hombres adultos las cosas que, para recibirlas, tenemos que volvernos como niños.  A quien se presenta siendo independiente, adulto y crecido, no puede ver al Padre, aunque Le ame tan especialmente como a Su Hijo amado. A quien se presenta de manos vacías, esperando todo de Él, como un niño, a ese le muestra TODAS SUS COSAS.  Ya no se separan los dos POR NADA DE ESTE MUNDO. No hay nada que el Padre tenga que no le muestre y le ofrezca a Su Hijo.    


EL TRIGO

De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.


¿Has visto alguna vez lo que sucede a la semilla del trigo en el campo? Sucedió lo mismo contigo. Cuando el Labrador enterró la semilla en la tierra, el grano que murió y fue sepultado, tres días después, se levantó multiplicado en todo el campo. Y ahora, todos los granos en las espigas que germinaron en el Campo divino, son una copia perfecta de aquel hermoso grano. Cada grano es una copia perfecta de Su Semilla. Así hizo Dios contigo y te injertó en la vida de Su Hijo. Después de partirle su cuerpo en millones de pedazos y de haberle derramado toda su sangre en el madero, lo resucito de nuevo, y al resucitado ha impartido en cada uno de los miembros, en cada uno de los granos de este bendito Campo Suyo, que es Su Iglesia.

Dios ha copiado y multiplicado su vida, la vida del mismo Cristo resucitado en todos y cada uno de Sus hijos.  Por la fe sola lo manifestamos, sin ningún tipo de esfuerzo de nuestra parte.
  
Ninguno de nosotros pudo con nuestros esfuerzos y obras endulzar las aguas amargas que trajimos al mundo. Sólo pudieron ser trasformadas en  dulces y potables, y producir fruto, cuando Dios les echó dentro y les derramó la influencia de SU madero.


UNA BUENA OBRA

¿Queréis hacer una buena obra? Recibid con mansedumbre lo que nos dice nuestro Abba Padre. Recibid sin sacrificios ni esfuerzos lo que os diga el espíritu y se os abrirán las ventanas de los cielos, se encenderán los escenarios espirituales y se os iluminará gradualmente la faz de Cristo en la vuestra. Se convertirán aguas amargas  en  dulces y potables. No hay mayor obra buena que la Fe para eso,  la sola aceptación en Su gracia de quien envió a vuestros corazones. La manifestación de su vida por la nuestra se da con la sola aceptación. Y así, lo que nos dice Su Palabra que somos en Cristo, se hace nuestro.  Cada uno de los miembros recibe, simplemente por fe,  aquello que naturalmente fluye de la Cabeza del cuerpo: la vida completamente empapada de la vida del Arquitecto de Zöe fluye desde la Cabeza de este bendito Cuerpo.

Cristo Jesús es la Cabeza de Su verdadera Iglesia, que es su Cuerpo.



CONECTADOS SÓLO A LA CABEZA

Hay muchos hermanos que tratan de "desarrollar" su fe, juzgan que pueden entrenarla o engrandecerla con sus obras y hábitos. Lo mismo me llevé yo pensando durante treinta años. Pero fue solamente cuando el Padre me reveló que YO estaba muerto en la Cruz, y resucitado de nuevo en Cristo, que le permití mostrarme Su bendita verdad limpia de opiniones, de las mías o de los hombres. O se tiene la fe de Cristo o no se tiene. No es la fe de Adán de la que estamos hablando, sino  de Cristo, pues, Adán cuestionaba lo que le declaró el Padre, y se envaneció con sus propios razonamientos. Pero la fe de Cristo acepta mansamente todo lo que le dice el Padre. Sin cuestionarle nada. Así que la fe sana de la que estamos tratando se encuentra en la Cabeza del Cuerpo. Así pasa directamente a sus miembros por las venas espirituales – a través de la Cabeza solo y solo con su fe. Ninguno de sus frutos y manifestaciones se encuentra en nuestras viejas vidas. No son nuestras capacidades naturales YA crucificadas, sino que de la Cabeza viva proviene aquella fe que es la de "un niño," y con la misma fe roció a cada uno de los miembros de su cuerpo. De la Cabeza provienen todas, absolutamente todas las riquezas divinas espirituales repartidas para todos sus miembros – Nadie viene al Padre, sino por mí. Y por supuesto, nada recibimos de Dios si no nos acercamos en Cristo. Todo lo que habita en la presencia divina se nos ofrece desde la Cabeza. Nadie se puede adueñar de la plenitud de Dios sin estar conectado solo a la Cabeza del Cuerpo.

Sin Cristo Jesús a la Cabeza y de él solo conectados, seremos miembros inertes. Dormidos para Dios. Pero si los miembros se conectan a Cristo Jesús, entonces reciben todo de Dios en la misma medida; nadie recibe más por obrar, ni de menos por reposar en los brazos del Padre. No hay obras chicas o grandes para Dios. Todas las obras que provienen de la fe son a Su medida, lo mismo da que levantemos una pluma como que resucitemos a los muertos. La medida de Dios para cada miembro conectado solo a la Cabeza es toda la plenitud de Cristo - ni más, ni menos. No puede ser más, ni conviene que lo aceptemos de menos.


LAS ARRAS

Así, pues, si tú decidieses andar conforme a la carne, es decir, si prefieres adormecer y apagar el espíritu que Dios te puso dentro, y vivir según tus cinco sentidos despierto para el mundo, entonces, las arras o garantía de Su herencia incontaminada permanecerá inalterable dentro de ti; porque irrevocables son los dones y el llamamiento de nuestro Padre. El espíritu que posee cada miembro, aunque esté (por su libre albedrío) adormecido dentro de él, será siempre garantía de la vida nueva y eterna que Dios le otorgó. Jamás te abandonará porque esa semilla es vida eterna.  Aunque decida adormecer su nueva vida espiritual el miembro, y adormezca el Cristo que lleva dentro, cada uno de Sus hijos permanecerá. El espíritu será siendo sus arras – su garantía eterna. Será vivificado en el Bema cuando vuelva Cristo para reunir a toda Su Iglesia. Será siempre un hijo de Dios muy amado: simiente incorruptible del Padre  y lo verá todo "cara a cara" cuando todo haya finalizado, cuando acabe el plano de redención de esta administración con el hombre el Padre, y se hayan cumplido Sus propósitos.

Todos los miembros de este nuevo Cuerpo deberían estar conectados a la Cabeza, pero el comportamiento y su conducta jamás será limitación para determinar su filiación. Todos los dones de Dios son eternos. Para siempre, Dios no le quita jamás nada de aquello que le entrega al hombre en sus manos, de pura Gracia. Siempre seremos hijos de Dios y, aunque nosotros nos olvidásemos de Él, jamás Él se olvidará de nosotros.

¿Se olvidará la que dio a luz de lo que salió de sus entrañas? Pues aunque ella se olvidase, Yo jamás me olvidaré de ti. He aquí que, todos vosotros, estáis grabados en las palmas de mis manos.


LA ARMONÍA EN EL CUERPO

Medita por un momento: en un cuerpo físico, los miembros no son independientes, ni tampoco reaccionan entre sí. Los miembros sólo reaccionan a los impulsos que provienen de la cabeza.  Si los miembros reaccionasen a sus propios impulsos, o al impulso de otros miembros, en vez de estar conectados sólo a la cabeza, ocasionarían espasmos y deformaciones. Movimientos descoordinados en todo el cuerpo.  Así pues, si cada miembro en el Cuerpo de Cristo actuase por su propia iniciativa, sin ser inducido naturalmente por la Cabeza, tendríamos entonces lo que se llama un cuerpo espiritual “epiléptico” ¡Lleno de espasmos y convulsiones!

Ese podrá ser el cuerpo del mundo carnal, animal y muerto, al cual te dice Dios que ya no perteneces. Todos ahí procuran ser “independientes” y muy dueños de su nariz, y como consecuencia todo en él es anárquico y destructivo.  ¡Pero no puede suceder así en el Cuerpo de Cristo! Porque en éste nuevo Cuerpo, del cual  haces parte integralmente, cuando todos sus espirituales miembros están conectados y pendientes solamente de la Cabeza, ejercerá una fuerza y un poder armonioso que se resentirá por todo el Orbe. No tiene anarquía ni convulsiones a los ojos de Dios. Ni mancha ni arruga. Si los miembros, por tanto, no se conectan sólo a la Cabeza, serán solamente miembros inútiles y dormidos. No ejercerán tareas más honrosas en la casa, hasta que Dios no los limpie de su vieja levadura. Serán simplemente miembros paralíticos hasta que se conecten a la cabeza del Cuerpo y de él reciban toda Su energía.


 LA ARMONÍA

Todos los miembros reciben el influjo de la Cabeza, no puede ser de otra manera. Si hay miembros que no estén conectados con ella, se mantendrán sencillamente dormidos para Dios y despiertos para el mundo, “todavía.” Serán solamente miembros paralíticos e inútiles. Ejercerán simplemente funciones viles en el Cuerpo hasta que se les forme Cristo en ellos. ¿Y cómo nos iríamos a conectar a la Cabeza, si no fuese solo, por la fe sola? ¿Qué tipo de entrenamiento de la carne alcanzaría, por otra vía, la plenitud de Cristo?

Cristo es la única Cabeza de éste cuerpo que es la verdadera Iglesia, el que es el principal, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia.

Los miembros no son, por sí, los que podrán jamás establecer la armonía y la unidad en los movimientos del Cuerpo. Esa obra le ha sido concedida únicamente a la Cabeza. Cada miembro tiene la responsabilidad, por tanto, de estar conectado, no a lo que digan otros hombres, aunque sean también miembros del Cuerpo, sino sólo a la Cabeza.

 Esa es la  actitud que impera en Su Casa, en la casa de Dios. Así fue diseñada y concebida por el Arquitecto de Zöe. Si alguien quiere discutirle los planos al Arquitecto que se dirija directamente a Él, no a nosotros. Pero si se quiere hacer parte del negocio de Dios, y recibir los premios que otorga por edificar con Él Su Nueva Obra, tenemos que estar conectados necesariamente a Cristo Jesús.

Una traducción expandida extraída de la “Companion Bible” de Bullinger, de Colosenses 3:18, que expone este importantísimo Asunto, dice lo siguiente: 

Que nadie te prive de tu PREMIO haciéndote olvidar de tu valor o precio. Deseando ardientemente algunos a humillarse con devoción a la religión, investigando solo por sus ojos,  vanamente hinchados por su propia mente carnal, la del Adán caído,  pero no asiéndose conectado de la Cabeza, de cuyo poder todo el Cuerpo, nutriéndose por las coyunturas y ligamentos, espirituales, crece con el crecimiento que le da Dios.
PNEUMATICOS

Pneumaticos es una palabra griega que significa asuntos divinos espirituales: Son los asuntos de lo alto que nos muestra el espíritu cuando le permitimos hablar por sí mismo. Los miembros que recibirán los premios celestiales por mantenerse despiertos a la Cabeza, son los únicos que podrán conocer por experiencia Sus asuntos divinos, antes de que vuelva Cristo en el aire. Después lo verán todos Cara a cara. Pero aquello que habita en la Mente de Dios sólo se puede darse a conocer a través de la Cabeza que Él Shaddai (El Todopoderoso) ha establecido.

Así pues, por mucho que el hombre se persuada de lo contrario, las cosas espirituales no podíamos verlas ni palparlas con nuestros cinco sentidos,  porque les faltaba el aceite en sus lámparas  para que les alumbrase el camino.

Cristo es el camino, la verdad y la vida al Padre.

Hay asuntos y pensamientos mundanos y hay los de arriba.  Hay los pensamientos del hombre y la mente de Cristo. No hay término medio. Los asuntos y pensamientos de arriba son muy poderosos para derribar todo argumento y toda altivez que se levante contra Su conocimiento ¡Ten por seguro que acabará con las fábulas de viejas que  poblaban en el tiesto de barro

 Desbordando a Cristo por tu vida, ¡se acabaron todos tus temores! ¿Qué tipo de temor podría asaltar a Cristo a la Derecha de Su Padre?  Pues así en nosotros. Ese es el tipo de desinfección efectiva que produce la creencia sana que proviene de la Cabeza. En esta común unión que nos ha entrelazado Dios a través de la Cabeza del Cuerpo, no dejará de sorprenderte y deleitarte el Padre, trayéndote Sus asuntos para que le pongas un nombre, porque todo lo que Dios nos enseña con el espíritu de Cristo es delicioso en gran manera.

 Y éste amor tiene Dios para con los hombres, para que los hombres desistan de una vez por todas, en sus tentativas y fracasos, de querer alcanzar Sus riquezas divinas por otros méritos o esfuerzos ajenos, a los que consiguió sólo Él echándonos Su Madero

Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto y vuestra vida está guardada con la de Cristo en Dios.




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