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LOS SENTIDOS DE CARNE Y LOS SENTIDOS SUPERIORES DE CRISTO‏

Fragmento de
“El Arquitecto de Zöe” Quinta revisión
Quinta carta
Por Juan Luis Molina


¡Qué enormes bendiciones nos ha concedido en Cristo el Padre! Es un privilegio ver y palpar, con los sentidos frescos y nuevos espirituales, las riquezas celestiales que nos ofreció eternamente Él, a cada uno de nosotros, de pura gracia.

Así, como nos vemos ahora en Cristo, es como nos vio Dios cuando infundía la vida en todas las cosas. Mientras más vivimos ahora por ese espíritu para Dios, más le permitimos al Padre que nos vaya revelando todas Sus cosas y secretos; y, hermano mío, que hermosas y deliciosas son todas las obras que ha preparado nuestro Abba para los que le aman.

Siempre nos quedamos embelesados con la suave miel y fragancia que llevan empapadas consigo todas Sus riquezas celestiales. Por eso, pues, mientras más miremos sólo a Dios, para poder apreciar con los sentidos de Cristo Su nuevo mundo, más sepultados nos veremos y consideraremos nosotros ya en el "viejo hombre," como Él nos dice que estamos.

Nuestro Padre ya nos ve completos EN CRISTO. Hemos comenzado a abrir nuestros ojos a esta gran verdad: En las cosas del Gran Secreto. Ya no queremos andar ni hacer nada por "nosotros mismos," como "hacíamos" antes de darnos cuenta. Porque si sacamos la mansedumbre y la humildad que trae ya nuestro NUEVO HOMBRE, no hacemos otra cosa que no sea sólo aprovecharnos de las ventajas que trae estar a la diestra del Padre. Pero con los sentidos naturales no se pueden ver ni palpar Su gloria. Para poder contemplar bien, es decir, en toda Su pureza y sin mezcla de opiniones de hombre alguno, todo lo que aquí en Su Reino se nos pone delante, de celestial y divino, hay que verlo con los ojos espirituales. Y lo más fascinante es darse cuenta de que todo este tesoro con el que hemos sido investidos, lo ha hecho el Padre en ti en Su sola gracia. Sólo porque Le place.

Amadísimo Teófilo, no se debe jamás poner la vista en nada ni nadie, sino sólo en Dios, como lo hace Cristo solo, para que te vaya Él, a medida que tú lo fijas en tu espíritu, gradualmente abriendo el entendimiento y te vaya transformando. Vistiéndote de todo lo Suyo que te ha puesto dentro.

Todo lo que NO sale de Cristo, es religión, aunque sea con "buenas intenciones."  Nuestro Cristo enfoca a la perfección al Padre. Nuestros sentidos naturales miraban sólo lo "bueno" y lo "malo." Pero, si alguno fija sus ojos en los juicios propios, o de bernabés y pablos, mirando siempre si son "buenos o malos," vamos a cuestionar a Dios. Porque no se encuentran puras sus palabras, ni en ellos ni en nosotros, sino en nuestro Cristo.  Si miras sólo la palabra en la boca de un hombre, y no reconoces lo que le viene de lo alto, a su boca, entonces vas a confundirte. Vas a mezclar lo que salió de sí, de él, como sale muchas veces también de nosotros, con lo que le dio Su espíritu.

En vez de mirar sólo al Padre para escuchar a su Cristo, encontrarás sus limitaciones, y rápidamente, esas debilidades que le encuentres, te llevará a confesar que, ese hombre, ese bernabé o pablo, no procede de Dios, porque se junta con pecadores y publicanos, o porque habla con una mujer "samaritana" sentado en la boca de un pozo, o que maldice una higuera, o que se sienta con los niños.... y así, aunque Dios te confirme que está por detrás de él y respaldándolo, tú seguirás dudando y procurando algún pedro o jacobo que esté más cerca de tus convicciones acerca de Dios.

 Queridísimo embajador del Altísimo: el Cristo que tú llevas dentro, te repite a voces que: El Padre y yo uno somos. Tú, y cualquiera de los envases de Su simiente prometida, tiene todo el derecho de fundirse con el Creador de todos los cielos y la tierra, personal e individualmente.  Y decir con Cristo: El Padre y yo, UNO SOMOS.

  Quiero que medites esto, fíjate bien: Nosotros, en los sentidos de carne con que nos dieron a luz nuestros primeros padres, no podíamos acercarnos a la orilla de Dios para ver y palpar los asuntos de Su Nuevo Reino, no estábamos capacitados con ellos. Ni servían para nada ni valían un pimiento a la hora de querer visualizar las cosas espirituales. ¿Te das cuenta?  Había una barrera imposible de pasar entre Dios y el hombre que hacía inútil todo intento de carne para acercarnos de Su Presencia sanadora, éramos unos necios vacios de todo lo bueno del Padre. Yo, tú y el más santo de los hombres, hasta bernabé y pablo, y hasta maría y los hermanos "terrenales" de Jesús, estuvieron vacíos hasta que se les llenó del espíritu santo. Una motita de polvo de fe, como la de la semilla de mostaza, que trae éste, tu Cristo, arranca de raíz árboles sicómoros.

Es genial que ahora no haya que ejercitar los sentidos naturales, con disciplinas y esfuerzos, sino dejarlos sepultados, como Dios nos dice en Cristo.

Si SOLO nuestro Todopoderoso Padre no nos hubiera revestido de Lino y de Oro todo lo nuestro antes, no hubiéramos podido nosotros entrar en Su Palacio, hubiéramos sido echados fuera con muchas vejaciones, como lo fue el amigo del Rey en la parábola del Reino. Aquel amigo era conciudadano de Su Reino, pero no podía pasar así vestido, con "sus propias" ropas, dentro de Su Palacio.  Todos tuvimos que revestirnos, y a todos se nos otorgó el mismísimo traje a la puerta por gracia, a todos se nos dio la misma cantidad de espíritu. Ese espíritu te enseñará todas Sus cosas, si tú se lo permites, y ya no tendrás que depender de la boca de Bernabé o de Pablo ni de Juanes o Jacobos.

 Las acusaciones que nos hacía nuestra vieja conciencia y las que le hacía Satanás delante de Dios sobre nosotros ERAN JUSTAS. No era en ese punto que él nos mentía, sino que nos ocultaba de quien pagó nuestra deuda. Y la prueba de que tenía razón cuando acusaba a nuestras conciencias, es que nuestro Dios tuvo que pagarle una suma muy elevada al gusano, para revestirnos de nuevo y llevarnos en Sus brazos sanadores.

¡Qué amoroso y bueno e indescriptiblemente maravilloso es nuestro Abba!!!!!!....no es posible agradecerle todo lo bueno que ha puesto ahora en nosotros en Cristo, por eso yo creo que nos ofreció que le hablásemos en lenguas, porque no hay palabras humanas que lo describan bien.  Para que, cuando ya no podamos más de repletos y bendecidos en Cristo, sigamos diciéndole lo que a Él más le gusta escuchar: La verdadera alabanza y adoración en lenguas de ángeles también.

Queriendo yo buscar a Dios, oyendo y viendo a los hombres, supuse que todas las riquezas celestiales, sólo estarían disponibles en el día del Rapto. En ese desierto me lleve treinta años. Pero, harto y cansadísimo de deambular allí, aunque mi Padre me soportaba, Le plació mucho a Él, cuando me puse desesperado en Sus manos, enseñarme Su verdad, y me dijo lo siguiente:

 "Aquí, en este nuevo Reino celestial y divino, donde todo ha sido creado por Mi, toda la gloria que se quieran poner los hombres, o a los hombres, les empodrecerá dentro de ellos. Como se deterioraba el maná que yo les enviaba del cielo, cuando lo guardaban en "sus tiendas" para "el día siguiente," así empodrecerá dentro de ellos la gloria, porque la gloria la hice YO enterita para MÍ, y después YO la reparto de vuelta entre Mis hijos, que Me la dan, con creces."

 En todos, a los despiertos a la Cabeza ahora, y a los dormidos hasta el Bema, a todos nos vivificó en Cristo para Su sola Gloria el Padre. O antes o después, así acabaremos todos. Así oí Su voz y, desde ese día, ya no procuro a Dios en bernabés y pablos, ni en juanes o jacobos, sino sólo en Cristo me quiero fundir con mi Padre DIARIAMENTE.

 Lo más maravilloso de todo esto, se da cuando en Cristo nos fundimos con el Padre. Es como la lógica consecuencia matemática, que comprobamos todas Sus promesas experimentalmente, porque Se lo exigimos al Padre “agresivamente”. A eso tenemos derecho: a que se cumpla Su voluntad aquí en la tierra, como ya se cumple en el cielo desde el principio.

Vemos cumplirse una a una en nosotros Sus promesas y glorificamos al Padre viendo todo lo que nos ha ofrecido. Siempre causaremos un gran impacto en todo lo que nos rodea así. Serás grato olor de Cristo para los que aman al Padre, así los reconocerás. Sin embargo, para los que se pierden, y para los que andan perdidos "temporalmente," les olerás a muerte. Así es como los distingues: Según traten a tu Cristo. ¡Y qué maravilloso resulta ver y palpar, entonces, que hay una enorme multitud saliendo en el mundo, y que se está fundiendo y siendo "diariamente" UNO CON EL PADRE!!!  A TODOS ESTOS ADORADORES LOS ESTÁ JUNTANDO EN CRISTO EL PADRE. Estos son Sus verdaderos adoradores, los que Dios buscaba con diligencia desde hace tanto tiempo y tan ardientemente, desde el principio. Estos son los adoradores que entran primeramente en el Templo (como en la dedicación del Templo en la época de Salomón), y entonces Se está apareciendo la nube, que es la gloria del Padre en Presencia. Por todas partes está surgiendo Su bendita gloria, y, siempre que esto sucede, se disipa automáticamente la vanagloria de los hombres.
  
  Lo que nos dice Dios a todos (y nos ha dejado además por escrito) es que: la carne, por mucho que luzca "buena" o "mejor", PARA NADA APROVECHA EN SU REINO. Por tanto, si queremos entrar en Su Reposo (que ya es nuestro por derecho de sangre) debemos ser mansos y humildes ante Él y sentarnos a Sus pies como hizo la hermanita de Marta, que se quedó embelesada viendo y oyendo todo lo que salía de la boca del maestro. Tanto se embelesaba ella con lo que le dio a ver y oír el Padre de aquella boca de Su Hijo, que ya no se ocupaba con otros "quehaceres" en la Casa y le traían sin cuidado. Así se embelesaba María con el Padre. Y así nos embelesa el Padre a nosotros cuando nos sentamos a Sus pies. Es decir, a quien se recuesta en su Cristo.

 Cuando nos fundimos con Él, en Cristo, en Cristo se nos muestra y enseña todas las deliciosas cosas del Padre.

 Amadísimo hermano mío, todo se queda en un plano muy inferior con respecto a la posición que nos ha otorgado Dios, en Cristo Jesús. Hay que conectarse a Cristo Jesús, la Cabeza del Cuerpo. A los que nos quedamos "quietos y reposados" para ver Su victoria y Le amamos sobre todas las cosas, Él nos da a conocer todo Su poder y Su gloria. Sabemos que sabemos que sabemos que, toda la gloria el honor y la honra, le corresponden sólo al Padre. Por eso se va ensalzando ya la gloriosa Presencia de nuestro Abba entre nosotros, y se va disipando la vanagloria de los hombres.

 Ahora bien, tu Cristo, como vemos ahora, ya trae toda excelente característica innata dentro suya, no precisa que le aportemos "nada nuestro" para fundirse con el Padre. Sabe perfectamente que es de gracia. Todos los beneficios y bendiciones espirituales que gozamos ahora, pues, son conquistas que Le costaron muchísimo a nuestro Abba arrebatar de sus manos al gusano, cuando te acusaba delante de Él. Eran justas sus demandas, por eso Le permitió al gusano zarandear a Job, y Job le pidió la muerte al Señor, diciéndole que hubiese sido mejor no haber nacido, y Dios le concedió su petición, y le dio a ver cuán insignificante era a Sus ojos, y la insignificancia a Sus ojos se convirtió en una perla. Pasó a tener el doble de lo que tenía.  Esa transformación la hizo en ti YA el Padre. Tú tienes sentidos nuevos espirituales para verlo, y Su espejo donde mirarte. No precisas bajarte al mundo para encontrarles explicación, a los Asuntos que sólo el Padre te puede mostrar en tu Cristo.

En aquella brutal, animal y diabólica expiación, se pagó el precio para provecho nuestro, copiando en nosotros al resucitado Cristo. En esa criatura te transforma el Padre a todas horas, si tú tan solo se lo permites. Todo lo que hagamos ahora, si queremos, será sólo vestirnos de Cristo en sus nuevos y frescos sentidos espirituales, para darle a Dios todo Su honor y poder y gloria dejándonos en Cristo contemplar, Su Plenitud. Nos quedamos boquiabiertos y como los "niños" cuando contemplamos Su Plenitud. Nos quedamos hechos unos Marías y dejamos el lugar de Martas.

 Amadísimo hermano, éste Cristo trae ya consigo sus propios sentidos nuevos, y nada tienen que ver con los nuestros viejos. Nuestro Padre se deleita en gran manera con los que ya no quieren otra cosa, sino apoderarse "agresivamente" de los beneficios que ya trae consigo nuestra nueva creación de Lino y de Oro: Nuestra nueva naturaleza.

Nuestro Shaddai tiene un deseo ardiente de revestirnos a todos de todas Sus conquistas para nosotros, pero sólo las disfrutarán ya "diariamente" los que dejen sepultados el "viejo hombre" y se acerquen a Dios con el "nuevo." Nuestro Abba mantiene una comunión y un amor con todos, pero especial y particularmente con los que se visten de Cristo y ya no tienen confianza en ninguna carne, ni en la suya propia ni en la de nadie.

 Algunos (también de los más allegados) leyendo estos registros, nos acusan de oportunistas y tramposos, porque ya no ponemos "nuestras cartas" encima de la mesa, sino que jugamos con todos los Ases y Triunfos que Dios depositó en nuestra manga, en la manga del vestido de nuestro Cristo. Y tienen razón, según el mundo. Bien se podría decir de nosotros que somos unos verdaderos "tramposos espirituales;" porque, mientras que hay hermanos y hermanas muy esforzados, queriendo apoderarse de esos mismos beneficios celestiales, con sus contribuciones y disciplinas particulares, a nosotros nos acusan de que no nos costó un pimiento, fue todo sólo por Su gracia.

¿Te das cuenta?, ¿ves como se reposa de todas las obras en este bendito Sábado que es Cristo? Aquí sí que están duramente castigadas todas las obras, porque la OBRA grande YA HA SIDO CONSUMADA. Trabajar para Dios con nuestro propio esfuerzo, es trabajar en balde. Alabarle es otra cosa.

A la hora de poner todos las cartas en la mesa a los ojos de Dios, y ver todos los triunfos boca arriba, Dios declarará a todos Quien es Aquel que nos repartió las cartas, y cuál es la autoridad que llevan consigo. Amado hermano, el deseo del adversario es que juegues con él un póquer de vida y de muerte, y la tentación que tenemos que soportar es hacerle frente con nuestras propias cartas. Y es posible que te engañes, porque tengas algún As, entre las cartas que tienes "contigo"; pero siempre acabará por reducirte a polvo cuando a él le plazca y así acabará despojándote de todo, si no te vistes de Cristo, aunque ya seas salvo y sólo pueda robarte "temporalmente."

Así de fácil y así de sencillo le resulta al gusano seguir engañando a los renacidos que son, o viven, en éste mundo, guiados por sus sentidos, y no asiéndose de los de Cristo. El adversario sabe muy bien ponerles algún triunfo también en "su propia manga," haciéndoles creer que vencerán sin Cristo, y sin necesidad de ser absoluta y totalmente dependientes sólo de Dios. Para que se sientan muy orgullosos de contribuir también con lo "mejor de sí mismos," a los propósitos del Padre. Ese es el As de bastos que te pone en sus manos el gusano, cuando te quieres acercar de Dios "haciendo" tu mejor. Por eso les ciega su entendimiento espiritual, los hace ser celosos por la ley, y les roba Su Gracia.

Darte algo que hacer es lo que más le gusta al diablo. Marta tenía muchos quehaceres en la casa, pero María escogió "la mejor parte."  María reposaba en la silla de la gracia, y Marta se salió de ella y se volvió ansiosa en sus propios "quehaceres."
 Al adversario le encanta darles "algo que hacer" a los hijos de Dios. Porque sabe que los duerme, y los hace caer de la gracia, y entonces se ven, lo suficientemente ricos en "sí mismos" con aquellas buenas obras que hacen para Dios, sin darse cuenta así de que, para Dios, YA TODO HA SIDO CONSUMADO - lo dijo mi Señor Jesucristo.

 Ahora, en nosotros, impera la justicia de Dios en el mismo Cristo que se encuentra entre nosotros Sus hijos, pero no en este mundo, que "todavía" no se ha arrodillado ante el Cristo que representamos.

 La gloria de intentar contribuir para Dios, en vez de "con" Dios, es horrible. Ese es el As de bastos que les pone en sus manos el gusano a los religiosos, cuando se quieren acercar de Dios "haciendo" su mejor. Por eso les ciega su entendimiento espiritual: los hace ser celosos por la ley y les roba Su Gracia.

Pero, con los "tramposos espirituales," no le sucede lo mismo a ese "vil gusano podrido." Porque con mucho gusto nos sentamos a su mesa cuando nos convida a comenzar su juego de cartas, y, mientras más Ases nos presenta él, de bastos, mayores son los Triunfos y Victorias y Ases de oro que le ponemos encima de sus cartas nosotros. Así “jugamos” con él todos los días y nos reímos de él en su cara: con las cartas de Cristo expedidas en nuestros corazones le hacemos temblar de miedo y le despojamos de su semblante altanero a la vieja serpiente.

 Claro que, para muchos, nosotros somos unos tramposos espirituales; porque jugamos con las cartas que nos ha ofrecido de antemano nuestro Abba Padre: no nos "arriesgamos" como ellos, ni nos "esforzamos," ni hacemos "sacrificios" al jugar las bazas que nos presenta éste mundo, poniendo "nuestro mejor" de nosotros mismos para que Dios nos ayude; sino que nos encomendamos en el Todo Poderoso Dios y Padre que ha creado todas las cosas de nuevo, y que ya nos envió SU AYUDA. Su ayuda es Cristo en nosotros, nada más, y nada menos. No puede ser más, pero tampoco conviene que sea menos. La justa medida de fe colocó el Padre en cada uno. Todos somos una nueva Creación donde ya no hay varón ni mujer, ni siervo ni libre, ni diferencia alguna entre los miembros. Y ahora, en Cristo reconocemos y somos mansos para Dios, sabiendo que, en nuestros "viejos sentidos," éramos unos torpes, y que "nada de nada" podíamos hacer por nosotros mismos. Ni tan siquiera con "nuestro mejor."

 Ahora, por tanto,  "diariamente," tenemos verdadero pánico de las calamidades que iríamos a ocasionar actuando por nosotros mismos, por eso decimos que somos unos verdaderos inútiles carnales y sacamos todas las ventajas que se nos ofrecieron en Cristo. Así, pues, siempre hacemos “trampa” al adversario y le despojamos en todas sus apuestas; pero con las solas cartas que ha repartido Dios para todos Sus hijos en Cristo, no con las suyas ni con las de los hombres.

 El propósito de la Ley es mostrarle al hombre su ceguera, su completa debilidad e inutilidad en sus sentidos y en su sangre. Ese es el propósito de la ley, no cumplirla. Pero si tú te haces celoso por La Ley, por cumplirla, y te olvidas de Su propósito, caes de Su gracia. Watchman Nee, en su libro La Vida Cristiana Normal lo explica maravillosamente. En la página 75 de nuestra traducción, hablando de este mismo tema, y exponiendo Romanos 7, dice lo siguiente:

El problema reside en que todavía no sabemos nada sobre la liberación de la Ley. ¿Cuál es, entonces, el significado de la Ley?
La Gracia significa que Dios realiza algo para mí; Ley significa que yo realizo algo para Dios. Dios ha colocado ciertas justas y santas demandas sobre mí: esto es Ley. Ahora bien, si Dios requiere que yo cumpla alguna demanda que Él me imponga, entonces la liberación de esa Ley o demanda implica que ya no me obliga a cumplirla, es decir, Él mismo la provee. Ley implica el requisito que Dios tiene de que yo haga algo para Él; Liberación de la Ley implica que me declara exento de cumplirla, y que, en Su Gracia, la ha cumplido Cristo por sí mismo. Yo (aquel “Yo” hombre carnal del capítulo 7:14) no precisa de hacer nada para Dios: Eso es liberación de la Ley. El problema en Romanos 7 se da cuando el hombre, en la carne, intenta hacer algo para Dios. Tan pronto como tú quieras agradar a Dios por esta vía te colocas a ti mismo debajo de la Ley, y la experiencia de Romanos 7 comienza a ser también la tuya.

A medida que vamos entendiendo esto, no podemos olvidarnos que la culpa no es de la Ley. Pablo dice:

“La Ley es santa, y el mandamiento santo, y justo, y bueno” (Romanos 7:12).

No, no hay nada equivocado con la Ley, pero, decididamente, hay algo equivocado conmigo. Las demandas de la Ley son justas, pero la persona sobre la cual pesa esa demanda es injusta. La cuestión no es que la demanda de la Ley sea injusta, sino que yo no soy capaz de cumplirla. Puede ser justo que el gobierno requiera que yo le pague 100 libras de impuestos, ¡Pero se va a levantar un problema muy gordo si yo solo tengo diez chelines para pagarlos!

Yo soy hombre “vendido al pecado” (Romanos 7:14). El pecado tiene dominio sobre mí. Es verdad, si tú no me pides nada puedo parecer un hombre muy bueno. El problema surge cuando me pides que haga algo, entonces es cuando aparece el pecador que soy.

Si tú tuvieses un criado muy desastroso que siempre estuviese sentado sin hacer nada, entonces no se notaban sus desastres. Si estuviese todo el día sin hacer nada sería de muy poca utilidad para ti, es verdad, pero por lo menos no cometería disparates de esa manera. Pero si tú le replicas: “Anda, levántate, no desperdicies el tiempo, ¡Levántate y ponte a hacer algo!!!” Ahí es donde comienzan los problemas. Vuelca la silla al levantarse, se tropieza en la alfombra pocos metros después, parte algún jarrón valioso así que lo agarra. Si tú no le hubieras pedido nada no hubiese sido tan desastroso, pero así que le pediste que hiciera algo aparecieron las desgracias. Las demandas eran justas, pero el hombre era completamente inadecuado. Era igual de desastroso cuando estaba sentado, como cuando se puso a trabajar, pero fueron tus demandas que sacaron a relucir los desastres, tanto da que estuviese activo como inactivo, él era siempre el mismo.

Todos nosotros somos pecadores por naturaleza. Si Dios no nos manda nada, parece que todo está bien, pero tan pronto como nos demande alguna cosa, están dadas las condiciones para que el pecador se luzca. La Ley hace que se manifieste nuestra debilidad. Siempre que no me pidas nada y me dejes estar quieto todo va bien, pero cuando me pides que haga algo, estoy seguro que lo estropeo, y si me pides una segunda cosa, tengo la misma certeza que la estropeo también. Cuando se le aplica una Ley santa al hombre pecador, es cuando aparece totalmente su capacidad para pecar.

Dios conoce perfectamente quien soy yo; y sabe que desde la planta de mis pies hasta la punta de mi coronilla estoy empapado de pecado; sabe que soy la debilidad encarnada; que soy un inútil. El problema es que yo no lo sé. Admito que todos los hombres son pecadores, y que, por tanto, yo también; pero me imagino que yo no soy así tan pecador como algunos, no soy así tan malo. Dios tiene que hacernos ver de alguna manera que todos somos igualmente débiles e impotentes. Hasta que no lo vemos claro, no nos lo creemos, y Dios tiene que proveer algún medio para convencernos de esa realidad. Si no fuese a través de la Ley, nunca nos daríamos cuenta de lo débiles e impotentes que somos. Este es el asunto que Pablo está tratando. Lo ha dejado muy claro cuando dice en Romanos 7:7:

“...Pero yo no conocería el pecado sino por la ley: porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás.”
Cualquiera que fuese su relación con las demás leyes, era el décimo mandamiento, que se traduce así literalmente: “No desearás...,” que hacía que estuviese en falta. ¡Era completamente incapaz de mirarlo de cerca!

Mientras más y más intentamos guardar la Ley, más y más se manifiesta nuestra debilidad y más nos hundimos en medio de Romanos 7, hasta que se nos demuestra claramente que somos desesperadamente débiles. Dios ya sabía eso desde el principio, pero no nosotros, por eso ha tenido que llevarnos a ver esta dolorosa realidad a través de una experiencia dolorosa. Necesitábamos que se nos probase, sin duda alguna, nuestra debilidad. Eso es por lo que Dios nos dio la Ley.

Así que podemos decir, respetuosamente, que Dios no nos dio jamás la Ley para que la guardásemos: ¡nos la dio para que la quebrásemos! Bien sabía Él que no podíamos cumplirla. Nosotros somos tan malos que nunca nos pide favores ni nos demanda nada. Jamás ha habido ningún hombre que haya tenido éxito presentándose en Su presencia por medio de la Ley. Nunca encontramos en el Nuevo Testamento a los hombres de fe decir que guardaban la Ley; pero está escrito que la Ley fue dada para que las transgresiones aumentasen.

“Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase” (Romanos 5:20).

Queridísimo embajador de Dios en el reino de la carne, qué buenos es saber que ya no tenemos que hacer nada para Él, con nuestro propio esfuerzo humano, sino recostarnos en los brazos de nuestro Abba Padre, que nos libró de la ley del pecado, y estableció con nosotros una nueva Ley: la Ley de la libertad en Cristo Jesús.

Nadie sirve mas en Casa del Padre que aquellos que atenta y reposadamente escuchan Su Voz y “se ponen de pie” sólo cuando el Padre les dice y como les dice.

Este Cristo que SOMOS ahora, lo único que "hace" es: Depender en "todaslascosas" en nuestro Abba Padre, absolutamente reposado a Su diestra y entonándole en coro Su alabanza y adoración.




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