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DELEITATE EN DIOS (CAP. 4) - Una biografia de George Mueller



Por Roger Steer

TRADUCCIÓN ESPAÑOLA – Juan Luis Molina




   Capitulo 4

Entrenando en el Teign

Teignmouth ya gozaba en aquel entonces de un largo historial como pequeño puerto de mar, por la pesca y por el mercado de la ciudad cuando, a finales del siglo dieciocho y principios del diecinueve, pasó también a ser una elegante estancia para turismo. Both Keats y Fanny Burney eran asiduos visitantes entre otros personajes notables de la época. En 1827, se inauguró un puente que conectaba la ciudad a Shaldom, la distinguida y fina ciudad que se encontraba en la margen opuesta del estuario del rio Teign donde Henry Craik vivió.
´ ¿Estarías dispuesto a hacerte un Ministro de la Iglesia Ebenezer?´ le preguntó un miembro de la congregación a Mueller, poco tiempo después de haber llegado a Teignmouth.
´No es mi intención asentar raíces en ningún lugar en particular, sino viajar por los sitios predicando cómo y dónde Dios me dirija, ´ replicó Mueller.
´ ¿Estarías dispuesto a predicar en mi sustitución en la Iglesia Baptista en Shaldom?´ le preguntó Henry Craick.
Mueller aceptó con agrado la invitación que le ofrecía su amigo. En la congregación, mientras estaba predicando, se encontraban presentes también otros tres Ministros: a ninguno de ellos les gustó su sermón. Sin embargo, una joven mujer que había estado trabajando al servicio de uno de ellos se convirtió después del servicio; Mueller no salía de su asombro meditando que había estado oyendo a su maestro predicando muchas veces.
Mueller predicó diariamente todas las noches en aquella primera semana o bien en Shaldom o en Teignmouth. Algunos de los que lo oyeron, que habían sido muy amistosos con él en el verano, ahora se habían vuelto muy hostiles.
´El Señor ha querido actuar en Teignmouth a través de mí´ concluyó Mueller acerca del caso, ´y por eso Satán, temiendo los resultados, procuró levantar muchos obstáculos contra mí.´  No en tanto, había allí un cierto número de almas que aceptaron el evangelio y pasaron a ser cristianas en aquella primera semana.
A pesar de alguna oposición, las presiones que ejercieron una sección de la congregación en la Iglesia Ebenezer para que Mueller fuese su Ministro, fueron creciendo hasta que por fin, después de doce semanas, toda la congregación de manera unánime le convidó para que ocupase el cargo.
´Me siento muy feliz de aceptar vuestra gentil invitación´, replicó Mueller después de haber orado mucho y meditando sobre el asunto, ´pero debo dejar claro que sólo ocuparé el cargo siendo vuestro pastor, mientras tenga la certeza de que esa es la voluntad de Dios.´
No había puesto de lado su intención de ir de lugar en lugar cómo Dios le guiase. La congregación le ofreció un sueldo de cincuenta y cinco libras al año, una cantidad que ellos posteriormente le aumentaron teniendo en cuenta el crecimiento que se dio en la congregación. Algún tiempo después, a medida que se desarrollaba su convicción, Mueller acabaría por renunciar a este método para suplir sus necesidades. Comenzó a predicar de manera regular en Exeter, Topsham, Shaldom, Exmouth, Lymstone, Bishopteignton, Chudleigh, Cullompton y Newton Abbot.
A principios de abril (1830) Mueller se dirigió para predicar a la selecta y pequeña ciudad de Sidmouth, y se vio envuelto en un desacuerdo con tres igualmente distintas y selectas damas que conocían su manera de pensar tan propia.
´¿Cuál es su opinión acerca de los méritos del bautizo de los niños y creyentes, Sr. Mueller?´
Mueller ya había muchas veces predicado en contra del bautizo de los creyentes.
´Yo no creo que necesite ser bautizado de nuevo´, replicó él.
´ ¿Ya ha leído lo que dicen las Escrituras con respecto a este tema?´ le preguntó una de las selectas damas que había sido ella misma bautizada siendo adulta.
´No.´
´Entonces le recomiendo no hablar más sobre el tema hasta que lo haya hecho.´
Siendo así duramente reprendido, Mueller se propuso examinar el asunto. Como era habitual en él, leyó el Nuevo Testamento  desde el principio procurando particularmente las referencias que hablan sobre el tema en disputa. Decidió que solamente los creyentes eran el objetivo propio del bautismo, y que la total inmersión era el modelo que se ofrecía en la Escritura. En esta decisión le influenciaron particularmente Hechos 8:36–38 y Romanos 6:3-5; algún tiempo después, él mismo fue bautizado por Henry Craik, y casi todos sus amigos siguieron su ejemplo.
La región de Devon es bastante grande –tiene cerca de setenta y cinco millas desde el norte hasta el sur, y muchas más millas de carreteras que cualquier otra región de Inglaterra– sin embargo la fama del joven prusiano que se había hospedado en Teignmouth se esparció rápidamente. Al norte de Barnstaple, un abogado, Thomas Pugsley, había edificado una capilla y convidó a Mueller para predicar en su inauguración en junio (1830). Mueller aceptó la invitación y dos miembros locales fueron convertidos. De hecho, casi siempre que Mueller predicaba había una respuesta positiva.
En ese verano de 1830, Mueller decidió que la Iglesia Ebenezer debía seguir lo que él tomó ser el ejemplo de los Apóstoles en Hechos 20:7, y observar los mandatos de la Última Cena todos los domingos, aunque admitió  que no había un mandamiento específico para hacerlo así ni de Cristo ni en las Epístolas.
´Yo creo además´, la dijo a su congregación, ´que está de acuerdo con las Escrituras, según Efesios 4, y Romanos 12 en particular, que deberíamos dar lugar para que el Espíritu Santo opere a través de cualquier hermano en Cristo a quien Dios le plazca usar como instrumento. Lo que quiero decir, es que un miembro puede beneficiar a los demás con el don con el cual el Señor haya puesto sobre él. En ciertas reuniones cualquiera de los hermanos tendrá así una oportunidad para exhortar o enseñar a los demás, si considera que tienen algo que decir que pueda ser beneficioso para los oyentes.´
Y de esta forma en la Iglesia Ebenezer, siendo Mueller su pastor, se adoptó el distintivo sistema de la Hermandad observando la Última Cena.

En el transcurso de aquel verano de 1830, Mueller nunca rehusó una oportunidad de visitar Exeter. No se debía simplemente a la belleza del viaje a lo largo de la costa desde Teignmouth hasta Starcross, y después camino arriba por el estuario hasta la ciudad principal de la región que el disfrutaba. La atracción principal que le motivaba, se hallaba al final del viaje: Mueller se había enamorado. Nunca había confinado su admiración por la familia Groves solamente hacia Anthony, sino que se extendía también hacia su hermana, a la que había conocido en 1829. Mary Groves ejercía como administradora en la casa de de una tal señora Hake, una inválida mujer que regía una escuela en Northernhay House. Mueller estaba persuadido y seguro de que sería mejor para él estar casado, y había estado orando con frecuencia acerca de su elección en una compañera para su vida. La señorita Groves difícilmente podía haber sido un mejor ideal que respondiese a sus oraciones. Compartía con su hermano una profunda devoción por el Señor, y concordó plenamente con él en su decisión de confiar en Dios por todas sus necesidades materiales. De acuerdo a lo que escribió Mueller, ella tocaba piano con soltura y pintaba maravillosamente; y como manera de providenciarle buenos momentos intelectuales, había estudiado gramática inglesa, geografía, historia, francés, latín y hebreo– y podía enseñarle a Muller algunas nociones de astronomía. El día 15 de agosto le escribió pidiéndole su mano para ser su mujer; cuatro días más tarde tuvo que presentarse en Exeter donde fue llamado en Northernhay House. Mary aceptó su propuesta y se arrodillaron para pedirle a Dios que bendijese su matrimonio.
Encontraron otra administradora para la Sra. Hake, y la pareja contrajo matrimonio el día 7 de octubre. Recorrieron a pie la distancia hasta la iglesia de S. David para asistir a un sencillo servicio que fue conducido por el reverendo John Abbot. Después regresaron con sus amigos a Northenhay House para las celebraciones de la Última Cena; y el día siguiente comenzaron su labor juntos para el Señor. No se oyó hablar de que hubiesen tenido luna de miel alguna.
Poco tiempo después de regresar a Teignmouth, la pareja de recién casados decidió que no era correcto que George recibiese salario alguno. Este se le otorgaba a través de lugares reservados por alquiler en la iglesia, y, como los lugares mejores eran más caros, ellos ahora pensaban que eso serviría para incentivar la discriminación social, y que esto estaba en contra de lo expuesto en Santiago 2:1-6. Por tanto Mueller abandonó la idea de los lugares alquilados e hizo libres los asientos; a finales de octubre hizo pública su intención.
´He decidido no aceptar mi salario proveniente de la iglesia.´
Expuso sus razones, leyó Filipenses 4: 11-13 y colocó una caja de limosnas en la iglesia con una nota diciendo que cualquiera que quisiese contribuir para el sustento del Sr. Y la Sra. Mueller, podría depositar allí sus ofrendas.
Mueller también decidió que desde aquel día en delante no le pediría nada a nadie, ni tan siquiera a sus amigos cristianos en la Iglesia Ebenezer, para ayudarlo financieramente de alguna manera. Ya no se ´acercaría más a hombre alguno, en lugar de al Señor´. Mueller admitió después, que esta decisión requiere más la gracia de Dios que la de poner a un lado su salario.´ Pero fue esta decisión, probablemente más que cualquier otra, la que hizo la historia de su vida desde ese mismo momento tan excitante. En ese tiempo George y Mary también decidieron tomar literalmente Lucas 12:33 de manera literal: ´Vende tus posesiones y dásela a los pobres.´
A lo largo de toda su vida de matrimonio, los Mueller nunca discordaron  acerca del principio o práctica de esta espontánea decisión que hicieron al principio de su vida juntos. Recordando acerca de este periodo de su vida Mueller escribiría posteriormente: ´Ese fue el medio que nos permitió ver el tierno amor y cuidado que tiene nuestro Dios por Sus hijos, aun en las más pequeñas cosas y detalles, de una manera que nunca habíamos experimentalmente conocido anteriormente; e hizo que, en particular, se nos diese a conocer el Señor más plenamente de lo que lo conocíamos antes, como un Dios que escucha atentamente y responde a las oraciones.´

Bishopsteignton es una atractiva ciudad en la cima de una colina desde donde se divisa el estuario (desembocadura) del Teign, con magníficas vistas sobre el río que se extienden más allá de Dartmoor. Algunos miembros de la congregación de la Iglesia Ebenezer vivían allí. Desde el tiempo de su conquista a los Normandos había pertenecido al obispo de Exeter y era una de sus de campo casas más ricas y tradicionales. Pero los dos visitantes en la ciudad en noviembre de 1830 no eran precisamente ricos: cerca de tres semanas después de haber renunciado a su salario, los Mueller se encontraban reducidos a poco más de 8 chelines (antiguo veinteavo de una libra). (Durante la mayor parte del siglo diecinueve, que estuvo significativamente libre de inflaciones, un agricultor ganaba regularmente diez chelines [50p] por semana). En aquella mañana oraron a Dios para que les providenciase algún dinero.
En el transcurso de una conversación con una dama que era miembro de su congregación que vivía en la ciudad, su huésped le preguntó a Mueller:
´ ¿Le hace falta a usted dinero?´
´Ya le dije a toda mi congregación, queridísima hermana, cuando renuncié a mi salario, que en el futuro, siempre confiaría solamente al Señor la providencia de mis necesidades,´
´Pero es que Él ha sido Quien me ha dicho que le de algún dinero, ´ replicó ella. Hace ahora cuatro noches, le pregunté qué es lo que debería hacer para Él y Él me dijo que le diese a usted algo de dinero: y este sábado último llegó a ser tan grande la insistencia en mi corazón acerca de este caso, que no pude dejar de hablar de él con el hermano P.
Estando aun pensando que sería mejor no hacer mención de sus circunstancias, Mueller cambió a propósito rápidamente el tema de la conversación. Cuando se despidieron, la señorita le dio dos guineas (antigua moneda de oro que equivalía a 21 chelines).
La siguiente semana en Exmouth, cuando se encontraban reducidos a nueve chelines, Mueller oró de nuevo por dinero y en el espacio de treinta horas les fueron ofrecidas 7 libras y 10 chelines por tres diferentes vías.
´Me admira la gentileza del Señor’, había comentado Mueller la semana siguiente a seguir a su decisión de pedirle solamente a Dios para que supliera sus necesidades ´porque Él no pone a prueba durante mucho tiempo nuestra fe al principio, sino que nos incentiva y nos permite ver Su buena voluntad de ayudarnos, antes de que le plazca ponernos a prueba más intensamente.´
Lo que algunos denominaban ser fanáticos principios para la recepción de las ofrendas, causaba divertidos incidentes algunas veces. En marzo de 1831, mientras se encontraba en Axminster predicando, fue convidado a pasar un domingo en Chard de la región de Somerset. En esa corta estadía, ansioso de no causar la impresión de que predicaba por dinero, se mantuvo muy firme sin querer recibir ofrendas. Después del servicio, un miembro de aquella congregación intentó darle algún dinero envuelto en un sobre, pero Mueller se rehusó a aceptarlo. Sin embargo, la gente de Somerset no desisten fácilmente de lo que se proponen: aquel miembro, determinado puso a la fuerza el sobre en el bolsillo de Mueller y echó a correr lo más deprisa que pudo. Otra persona que vivía en Chard le obligó, no sin antes tener lugar una disputa con él, a que aceptase un sovereing (una libra de oro).
En Barnstaple, sus habitantes desarrollaron algunas ingeniosas soluciones para el problema que Mueller tenía de rehusarse a recibir donativos mientras predicaba fuera de Teignmouth. Mientras el Sr. y la Sra. Mueller se encontraban allí en abril de 1831 también se encontraron otra libra de oro en el bolso de Mary que había sido allí depositada a propósito. En su vuelta a casa en Teignmouth, cuando abrieron la puerta, vieron que había un sobre en el suelo. En él había otras dos libras de oro y tres peniques (el penique equivale a la centena parte de una libra). Los tres peniques se habían puesto en el sobre con la obvia intención humorística que causarían cuando se abriese.

Cuando Mueller se rehusó a recibir su salario, le pidió al hermano responsable de Teignmouth que abriese la caja de la Iglesia Ebenezer una vez por semana. Sin embargo, o bien porque este gentil hombre se olvidaba de hacerlo semanalmente, o bien porque le avergonzaba traerle a Mueller tan corta cantidad de dinero, lo que es cierto es que solamente se vaciaba la caja una vez de cada tres o cuatro semanas. Aunque este hábito le ocasionaba algunas dificultades a los Mueller, George decidió no decir nada ni referirse al respecto en un principio; pero durante algún tiempo esta práctica los llevó a alguna escasez financiera crítica. En un domingo en junio de 1831, Mueller y Henry Craik regresaban de una visita que habían hecho para predicar en Torquay. Los Mueller no tenían ni un penique en sus bolsillos.
´Amoroso Padre´, oró Mueller, ´por favor pon en el corazón al ‘hermano Y’, y dile que nosotros tenemos necesidad de dinero para que él se acuerde de abrir la caja.´
A la mañana siguiente, en el desayuno los Mueller sólo tenían la cantidad justa de mantequilla para sí, para un amigo más y un familiar que estaban de visita con ellos. No les mencionaron su circunstancia, por supuesto, para que los visitantes no se sintiesen incómodos. Después del servicio por la mañana, el ´hermano Y´ de manera inesperada abrió la caja y le dio a Mueller lo que contenía –1 libra y 18 chelines 10 peniques y medio, lo equivalente a más o menos dos semanas pasadas. El pobre ‘hermano Y’ había evidentemente aprendido la lección de la manera más dura.
´Mi esposa y yo no pudimos dormir la última noche, preocupados como estábamos de que tanto usted como la Sra. Mueller pudiesen estar en apuros!´
A Mueller le resultó difícil que no se le escapara la sonrisa.
La manera de sobrevivir de Henry Craik era la misma que llevaban los Mueller, y eso hizo profundizar mucho la amistad que había entre ellos. El día 18 de junio se encontraba en la casa de los Mueller.
´Solamente tengo un Chelín y medio conmigo´, mencionó en el transcurso de la conversación. Y posteriormente regresó a su casa habiéndosele ofrecido una suma de dinero y además diez chelines. Se quedaron ellos con tan sólo tres chelines.
En julio les enviaron un pedazo de cordero y un trozo de pan. Poco tiempo después descubrieron que se había propagado el falso rumor de que estaban pasando mucha hambre, y que había sido un amigo próximo quien en su ansiedad les había enviado aquellas provisiones. Lo que verdaderamente sucedía, era que aunque en los primeros días se encontraban tan estrechos que no tenían un penique, o ni tan siquiera suficiente dinero para poder comprar pan cuando el último de los pedazos se encontraba en la mesa, nunca se sentaron a comer sin que faltase en la mesa alguna cosa que comer. Mueller admitió, sin embargo, que Dios se hacía valer algunas veces y usaba estos falsos rumores para recordarles a las personas las necesidades que tenían.
El 10 de septiembre Mueller recibió 6 libras, y recuerda en su diario que en los meses anteriores le habían sido ofrecidos 40 libras además de otras ofrendas en género. El día 16 de noviembre, los Mueller se vieron obligados a orar por la cena una vez que no tenían dinero para comprarla. Después de orar, abrieron un paquete que les había sido enviado procedente de Exmouth. Entre otras cosas traía un jamón que fue suficiente, tanto para ellos, como para un amigo que estaba hospedado en la casa en aquel momento con ellos.

Mueller nunca se había recuperado totalmente de su enfermedad contraída anteriormente en Devon. El 18 de febrero de 1832 sufrió de nuevo una hemorragia en su estómago que le hizo perder una buena cantidad de sangre. Un doctor al cual, a mi pedido, ha estudiado el diario de Mueller que se refiere a este periodo de su vida, cree que los varios síntomas descritos allí, sugieren un tipo de derrame que es fatal en la mayoría de los casos –aunque claro que es cierto que es imposible determinar con precisión cuál sería su condición. Como quiera que fuese, a Mueller nunca parece haberle importado excesivamente o sentido alarmado con el caso. Al día siguiente, el domingo por la mañana, dos miembros de Ebenezer que habían oído hablar del incidente llamaron a la puerta de la casa de Mueller.
´¿Cuáles son los temas que habías preparado para el servicio de hoy?´ le preguntaron. ´Nosotros dos estábamos comprometidos a  predicar en lugares fuera de Teignmouth hoy, pero pensamos que uno de nosotros debía quedarse en Ebenezer para sustituirte mientras estás enfermo. ´
´Venid por favor os ruego en una hora y os daré una respuesta’, replicó Mueller.
Cuando se marcharon, Mueller se puso a orar y sintió que Dios le daba fe para recuperarse. Se propuso mentalmente que asistiría personalmente al servicio matinal. Aunque le costó recorrer la poca distancia que distaba la iglesia de su casa, fue capaz de predicar. A la hora de la merienda fue a verlo un médico amigo suyo.
´Te imploro que no vayas a predicar en el servicio por la tarde. Si lo haces, puede ser extremamente grave para tu salud.´
´En circunstancias normales´, replicó Mueller, ´Concordaría contigo en que sería una necedad predicar después de lo que me ha sucedido. Pero Dios me dio la fe suficiente para hacerlo.´
Volvió a predicar por la tarde, y después su amigo el médico se presentó a verlo de nuevo.
´Te ruego que no predique ni una sola vez más hoy. Si lo haces, correrá serios riesgos tu vida.´
El doctor no enfrió la fe del testarudo prusiano; volvió a predicar en la noche. Después del servicio, regreso a su hogar y se recostó sobre su cama; llegó el momento de saber por sí mismo hasta donde podía llegar.
A la mañana siguiente se levantó muy temprano y pasó su día en sus ocupaciones habituales. El miércoles, después de atender un servicio por la mañana, recorrió 6 millas con dos amigos más hasta Newton Abbot y después se dirigieron a Plymouth. Extrañamente, esta poco peculiar manera de recuperar su salud operaba con bastante eficacia y le daba buenos resultados, puesto que el jueves ya se sentía igual de bien que antes de la hemorragia.
´Yo no puedo asegurar´ escribió, ´que, si una cosa como esta me sucede nuevamente, yo vaya a actuar y hacer las cosas de la misma manera; porque cuando me encontraba en otros momentos de mi vida, no tan débil como cuando partí aquel vaso sanguíneo, no teniendo yo fe, no predicaba; sin embargo en este caso le plació al Señor darme la fe que yo no poseía, me sentí capaz para comportarme de la manera como lo hice, aunque me sintiera más debilitado que en el aquel tiempo.´
Por ese tiempo, Mueller frecuentemente oraba con creyentes que estuviesen enfermos hasta que se diera su recuperación. Le pedía a Dios, incondicionalmente, por la bendita sanación; posteriormente en su vida, siempre puso en práctica pedir incondicionalmente estas bendiciones a Dios. Casi siempre recibía las respuestas a sus oraciones inmediatamente, pero en una ocasión, o no sucedió así – o fue respondida con un ´No´ rotundo. Mueller hacía una distinción muy clara entre el “don” y la “gracia” en la fe. Él creyó que en este periodo de su vida le fue ofrecida en algunos casos el ´don´ de fe, para que se le concediese incondicionalmente respuestas a lo que pidiese. Con el ´don de fe´ Mueller se creía capaz de hacer lo que fuese que no había hecho, o por lo que no había creído, no siendo pecaminoso. Pero con la ´gracia´ de fe, creía Mueller que podía hacer algo o creer por alguna cosa, respecto a la cual tenía fundamento y respaldo en la Palabra de Dios, y que si no fuese hecha o creída, eso sería pecaminoso. Por ejemplo, se precisaría del ´don” de fe para creer que una persona seriamente enferma fuese restaurada, porque no hay una promesa que diga que así debiera ser; pero sólo se precisa la fe de ´gracia´ para creer que Dios nos dará lo que precisemos en nuestras vidas si procuramos primero el Reino de Dios y su justicia, porque así se promete en Mateo 6.

´He vuelto a sentir mucho en este día´, escribió Mueller en su diario el 8 de abril de 1832´,que Teignmouth ya no es más el sitio donde debo permanecer, y que debo en breve partir.´
Había comenzado a tener este sentimiento de que su trabajo en Teignmouth había concluido, y de que debería salir de allí desde agosto de ese mismo año. Se persuadió de que en cualquier sitio al que fuera enviado a predicar lo haría con más poder y regocijo que en Teignmouth, donde ahora las cosas estaban muy diferentes que en los primeros días cuando llegó a la ciudad.
El 13 de abril Henry Craik, en una visita de trabajo a Bristol (atrayendo mucho la atención a un gran número de miembros de la iglesia de Gedeón para oírle), escribió a Mueller invitándole a juntarse allí con él para que le diese su ayuda. Él le contestó diciendo que iría de buen grado si claramente viese que era esa la voluntad de Dios. Después de la predicación que hizo en la iglesia Ebenezer en la tarde del 29 de abril, Mueller hizo un doloroso anuncio a su rebaño:
´…Debo deciros que tengo que dejaros dentro de no mucho tiempo. Os acordáis que cuando llegué para ser vuestro pastor, os avisé que permanecería con vosotros hasta el día que Dios lo quisiese y esa fuese Su voluntad.´
Muchos comenzaron a llorar; pero Mueller se encontraba ya por ese tiempo muy seguro sabiendo cuál era la voluntad de Dios. El 19 de abril predicó por última vez en su reunión semanal que mantenía en Torquay, y al día siguiente salieron de Teignmouth para juntarse con Craik en Bristol. Mueller y Craik pasaron diez días juntos en Bristol predicando diariamente en las iglesias de Gedeón y de Phitay. Su visita fue considerada un éxito y se dieron muchas conversiones muy sorprendentes; se sintieron seguros de que Dios les estaba indicando Su voluntad con ellos en la obra de Bristol. Al caer la tarde del 29 de abril dirigieron una reunión en la iglesia de Gedeón, el último de los servicios de su visita, y Henry Craik predicó. Los huecos entre los bancos, las escaleras del púlpito y la sacristía se encontraban repletas, mientras que muchos de los cientos de feligreses que pretendían asistir al servicio tuvieron que marcharse, porque no podían encontrar un sólo sitio libre. Salieron de Bristol al día siguiente: docenas de personas les pidieron que regresasen cuanto antes.
´Alquilaré las instalaciones de la iglesia Bethesda para ustedes con los gastos por mi cuenta´, les prometió uno de los hombres.
El día 2 de mayo se presentaron de nuevo en Teignmouth.
El 18 de mayo, mientras Mueller se encontraba orando acerca de Bristol, le llegó un mensaje para que fuese a encontrase con Henry Craiyk.
´Un miembro de la congregación de la iglesia Gedeón, de Bristol´, le dijo Craik a Mueller, ´me ha escrito aceptando la oferta que les hicimos de trabajar entre ellos bajo las condiciones que les hicimos.´
Las condiciones en las cuales los dos hombres habían insistido eran: que ellos predicarían y trabajarían entre la congregación de la iglesia Gedeón no de acuerdo a relación pastoral alguna fija que se gobernase por reglas, sino de acuerdo a lo que ellos mismos determinasen interpretar como siendo la voluntad de Dios; además, que todos los asientos alquilados en la iglesia se libertasen y estuviesen libres siempre de gastos para todos; y que ellos continuarían practicando conforme hacían en Teignmouth respecto a su soporte financiero.
El 21 de mayo, Mueller comenzó a llamar a cada miembro de su congregación en Ebenezer para despedirse de cada uno. Fue un día muy duro y con muchas lágrimas de por medio.
´Si no estuviese tan enteramente persuadido´, escribió en su diario aquella misma noche’, de que debemos irnos a Bristol, me sería muy penoso y no sé si lograría ser capaz de soportar la despedida.´
El 23 de mayo, Mueller salió de Teignmouth  para Exeter con su esposa y su suegro. Henry Craik le siguió los pasos al día siguiente. Llegaron juntos a Bristol al atardecer del 25 de mayo de 1832. Antes de abandonar Teignmouth les había sido ofrecido quince libras sin las cuales no podrían haber emprendido ni hecho el viaje.
Mueller había permanecido dos años y cinco meses en Teignmouth. Cuando allí llegó, la congregación de la iglesia Ebenezer contaba con dieciocho miembros; cuando se marchó de allí contaba con cincuenta y uno. Los dos hombres habían adquirido una invaluable experiencia pastoral que se iría ensanchando hasta el límite a medida que fueron trabajando entre la más amplia congregación en Bristol; y ambos, además, habían aprendido a depender solamente en Dios con respecto a sus necesidades. Mueller tenía solamente entonces veintiséis años de edad cuando llegó a Bristol y su temprana madurez es tal vez, una de las más sorprendentes características en toda esta historia; pero de hecho precisaría mucho de un carácter sólido para realizar o llevar a cabo la obra que Dios tenía reservada para él.

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