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DELEITATE EN DIOS ( CAP. 7 y 8) - Una biografia de George Mueller

Por Roger Steer
TRADUCCIÓN ESPAÑOLA – Juan Luis Molina

Con la colaboración de Claudia Juárez Garbalena


7

´A Quien Pertenecen el Oro y la Plata´


´Diciembre 7. Hoy he recibido el primer chelín para el orfanato. Después del cual he recibido otro chelín más de un hermano alemán. Diciembre 9. Esta tarde me han dado la primera pieza de mobiliario –un gran armario.´
En la tarde del día 9, Mueller dirigió una reunión donde compartió y expuso sus propósitos para el orfanato.
´El orfanato será solamente establecido´, dijo él, ´si Dios provee los medios y el personal apropiado para que funcione. Pero he sido guiado más y más a pensar que todo el proyecto sea un asunto Suyo. Ahora bien, si es así, Él puede influenciar a Su gente en cualquier parte del mundo. Yo no me limito a Bristol, ni aun a toda Inglaterra, sino al Dios viviente, de Quien son el oro y la plata. Él nos confirmará tanto a mí como al hermano Corser, a quien el Señor le ha puesto el deseo de ayudarme en esta obra con los medios  (John Corser era un clérigo anglicano que había sometido su vida al trabajo misionero en Bristol, y a ayudar a Mueller).
´Bajo ninguna circunstancia´ continuó Mueller, ´le será pedido a ningún individuo  dinero o materiales. No habrá acepción de personas en la admisión de niños, ni ninguna restricción en la entrada en términos de  clase social o credos que abracen. Todos los que deseen participar como maestros, madres sustitutas, y asistentes tendrán que tener una genuina creencia y las apropiadas cualificaciones para la obra. Solamente serán admitidos los niños que carezcan de ambos padres. A las niñas se les providenciará instrucción para servir, y a los niños para un empleo; y serán empleados conforme a sus habilidades y aptitud física en ocupaciones útiles que les sirvan de mantenimiento para sus vidas. La institución ciertamente no admitirá a niños o huérfanos cuyos parientes estén capacitados para pagar su mantenimiento. Los niños recibirán una educación completa y plena. La principal y especial finalidad de la Institución será procurar, con la bendición de Dios, traer a los queridos niños al conocimiento de Jesucristo a través de la instrucción en las Escrituras.´
Cuando Mueller acabó de hablar no se recogieron colectas de los presentes; sin embargo, alguien le dio diez chelines. Una mujer se ofreció para ayudar en la obra y Mueller se fue para casa feliz y lleno de confianza de que sería capaz de llevar a cabo el proyecto.
Al día siguiente comenzó a procurar ver si su confianza sería recompensada. Mueller recibió una carta de un hombre y su mujer.

Nos hemos propuesto ofrecernos para el servicio del pretendido orfanato si considera que estemos cualificados para tal; también queremos ofrecer los muebles etc. Que el Señor nos dio, para su uso; y hacer nuestro trabajo sin remuneración económica alguna; creyendo que si esta es la voluntad de Dios, Él mismo suplirá nuestras necesidades.

Por la tarde se presentó un amigo en casa de Mueller con tres bandejas, veintiocho platos, tres cacerolas, un jarro, cuatro tazas, tres saleros, una parrilla, cuatro cuchillos y cinco tenedores –todo lo cual registró Mueller en su diario detalladamente.
´Querido Dios, dame por favor más evidencias de Tu gracia con el orfanato´, oró Mueller al día siguiente. Mientras estaba de rodillas orando, alguien deliberadamente dejó tres bandejas más, doce platos, una vasija y un cobertor.
´Gracias Padre´, dijo Mueller. ´! Dame más evidencias hoy!´
Un poco después le fueron ofrecidas 50 libras de una manera inesperada. ´Querido Padre,  me atreveré a pedirte por más evidencias de tu gracia en este día.´
Por la tarde, le enviaron 28 metros de tejido y una mujer se ofreció voluntariamente para la obra. Y así sucesivamente.

Diciembre 13. Un hermano sintió el deseo de darnos cuatro chelines por semana, es decir, 10 libras y 8 chelines anuales, hasta que Dios le de los medios; ya dio ocho chelines para dos semanas de suscripción. Hoy un hermano y una hermana también se ofrecieron como voluntarios, poniendo todos sus muebles a disposición, y todas las provisiones que tienen en su casa si pueden ser útilmente empleados en la Institución.
Diciembre 14. Hoy ofreció sus servicios una hermana para la obra. Por la tarde se ofreció también otra hermana para la Institución.
Diciembre 15. Una hermana trajo proveniente de varios amigos 10 bandejas, ocho tazas, un plato, cinco cucharas, seis cucharillas de té, una lechera, un tenedor, un recipiente para harina, tres cuchillos, una sábana, una almohada, una mesa; y también una libra. Por la tarde me fueron enviados veinticinco metros más de tejido, y doce metros de algodón.
Diciembre 16. Saqué de la caja de mi habitación un chelín.
Diciembre 17. La tarde pasada y esta mañana me encontraba más bien deprimido acerca del asunto, preguntándome si debía realmente emprender este camino y me vi forzado a pedirle al Señor que me diese más evidencias que incentivasen mi ánimo. Poco después le fue enviado por un hermano dos piezas de de tela impresa, una con siete y la otra con veintitrés metros y tres cuartos de algodón, cuatro piezas de tejido de lino, con cerca de cuatro metros las cuatro, y un tejido con un metro de de medida. Esta tarde otro hermano me trajo una indumentaria de montar a caballo, tres vestidos de niño, cuatro mantas, dos saleros, seis tazas y seis cucharas de metal; también me dio 3 chelines y 6 peniques que le dieron otras tres personas. Al mismo tiempo me dijo que había alguien con el deseo de darme mañana cien libras.
Diciembre 18. Esta tarde el mismo hermano me trajo procedente de una hermana un cobertor de cama, una plancha, ocho tazas con sus platos, un azucarero, una lechera, una taza de té, dieciséis dedales de costura, cinco cuchillos y tenedores, seis cucharas, doce cucharas de té, cuatro peines, y dos parrillas pequeñas; y de otro amigo una plancha y una taza con su plato. Al mismo tiempo también me trajo las cien libras a las cuales se refirió ayer.
Cuando supo quien le había enviado las 100 libras, Mueller pensó en no aceptarlas. Supo que la donadora ganaba 3 libras y 6 chelines por semana en su trabajo y decidió ir a visitarla.
´Aun cuando me siento sumamente agradecido por tu generoso donativo´, le dijo, ´quiero asegurarme que has pensado bien y cuidadosamente sobre lo que estás haciendo.´
´Yo tengo 480 libras guardadas desde la muerte de mi padre´, le dijo a Mueller. ´He apartado para pagar algunas deudas contraídas por la familia, y le di cien libras a mi madre. Después entonces quise dar las cien libras para el orfanato.´
Mueller le habló un rato intentando persuadirla a que considerase la decisión.
´El Señor Jesús derramó hasta su última gota de sangre por mí´, replicó ella, ´¿no debo yo ahora darle todo el dinero que tenga conmigo? Hasta que el orfanato no se  establezca, daré para que se edifique todo el dinero que tenga. Tome, aquí tiene además estas cinco libras para los miembros pobres de las iglesias de Gedeón y Bethesda.

Los donativos para el orfanato habían llegado a ser, al final del año, tan estimulantes para Mueller, que se vio capaz de afirmar que abriría un pequeño hogar a principios del mes de abril siguiente. Al principio, delimitaría la admisión a niñas entre siete y doce años y se les permitiría permanecer en él hasta que estuviesen listas para hacer servicios domésticos, serían aceptadas niñas de todas partes del Reino Unido.
Los donativos continuaron llegando en el nuevo año. En la tarde del 5 de enero, el timbre de la casa de Mueller sonó. Un criado abrió la puerta, no para que entrase un visitante, sino –un horno de cocina y una lavadora que habían sido, sin duda alguna, dejados a la puerta por algún donador.
Mueller ya había orado acerca de todos los detalles de su plan y los requisitos del orfanato; pero hasta ahora nunca había orado ni le había pedido a Dios que le enviase a los niños. Daba por garantizado que habría multitud de pedidos de inscripción. Sin embargo a principios de febrero, aunque ya había publicado su voluntad de recibir inscripciones, no le había sido todavía enviada ninguna. Por eso se decidió a pasar la tarde entera orando por los pedidos de inscripción; al día siguiente recibió la primera.
´Una vivienda, situada en el número 6 de la calle Wilson, se encontraba disponible con un buen precio de alquiler´, le dijo alguien a Mueller.
La situación de la casa, cercana a la iglesia de Gedeón, era ideal y se fue a inspeccionarla. La propiedad tenía tres pisos y había sido sólidamente construida. Después de orar se decidió a alquilarla por un año y comenzó a amueblarla para recibir a treinta niños. Los donativos continuaron llegando, de manera conveniente con las necesidades que surgían en cada momento: 2 de abril…seis mantas, dos cobertores de cama, cuatro sábanas, ocho gorros, cinco vestidos de niños, seis uniformes…
6 de Abril de 1836; ha llegado la primera niña, admirada, mirando a todas partes  y a todo el personal. Treinta pares de pies precisarán de treinta pares de zapatos; las ropas serán demasiado grandes o demasiado pequeñas y precisarán ser recompuestas. Mueller sabía de antemano que si alguno de los niños tuviese hambre o anduviese mal vestido, su Dios sería desacreditado. Pero no estaba mínimamente preocupado; antes bien, siempre les repetía a esta familia y a sus ayudadores las palabras de Cristo en Mateo 6:31 y 33.
´Así que no os preocupéis, diciendo, “¿Qué comeremos?” O “¿Qué beberemos?” o “¿Qué vestiremos?” Sino buscad primeramente el Reino de los Cielos y Su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.´
A principios de mayo, vivían alrededor de treinta niñas en el número 6, y tanto el dinero necesario como las provisiones fueron siempre llegando a tiempo y horas. ´Veinte libras de carne y diez libras de queso…seis gorras…seis pijamas y seis camisones…un cesto de manzanas, y tres libras de azúcar´. Los amigos de Teignmouth por supuesto que no se habían olvidado de su pastor, porque en junio, llegó una considerable suma de dinero desde Teignmouth además de un albornoz, un uniforme de niña, un par de medias, tejido de algodón suficiente para tres vestidos de niñas, dos ropas de cama y cinco mantas.
A finales de septiembre un médico de Bristol se ofreció para atender a las niñas, y las medicinas necesarias gratis que precisasen. Mueller aceptó agradecido su oferta. En octubre registró la entrada de dieciséis litros y medio de cerveza pero desgraciadamente no nos dice si se les permitió a las niñas disfrutarla.
Al mismo tiempo que Mueller establecía firmemente una regla de que ni él, ni ninguno de sus asistentes pidiese a nadie por nada ´para que la mano del Señor pudiese claramente ser vista por todos´, tampoco nunca dudó de pedirle a Dios que ´inclinase el corazón´ a ciertos individuos para que compartiesen de sus pluralidades en la obra. En diciembre de 1835 anotó en su diario una oración para que una persona en particular que conocía, ofreciese 100 libras. Algunos meses después la persona en cuestión le envió 50 libras; y posteriormente en un día festivo de 1836 ofreció las 50 restantes. Como generalmente hacía Mueller, recordando y viendo en el diario sus previas oraciones, deliciándose con esta, llamó al donador y le mostró su diario en la página del 12 de diciembre de 1835, para que juntos pudiesen regocijarse de la precisión de sus respuestas a las oraciones.
Poco después de la inauguración del orfanato en el número 6 para las niñas mayores de siete años, Mueller se dio cuenta de que había una necesidad de otro hogar para niñas menores de esa edad. En octubre (1836) procuró saber si podría utilizar el  número 1 de la calle Wilson para abrir un nuevo orfanato, junto con un terreno que tenía adyacente para recreo de las niñas. Contrató una madre sustituta especializada y administradora; amuebló la casa y recibió el primero de los  -niños y niñas – a finales de noviembre. Algunas de las más antiguas alumnas del número 6 ayudaron en el número 1, porque Mueller pensaba que este entrenamiento les sería muy útil para cuando entrasen en el servicio profesional Leah Culliford fue una de las primeras ocupantes de la número 1. A medida que las navidades de 1836 se acercaban, Mueller iba registrando en su diario el envío de de una cantidad de patos y pavos - y cerca de 50 Kg. de mermelada. Se regocijó mucho, además, cuando llegó medio kilo más con una nota adjunta escrita, que citaba cuando Jesús tomó a un niño en sus brazos y dijo: ´Cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, me recibe a mí; y el que me recibe, no me recibe a mí sino al que me envió. (Marcos 9:37).
En los últimos minutos de 1836 –el año en que todo comenzó– Mueller dirigió una reunión para alabar a Dios por las bendiciones del año que terminaba, y para orar por que continuase enviando Sus favores en el año que entraba.
En el mes de abril, había sesenta niños viviendo en los dos orfanatos, treinta niños en el número uno de la calle Wilson, y treinta niñas en el número 6. La fiebre del tifus se desencadenó en Bristol en aquella primavera, pero misericordiosamente solo dos niños fueron afectados con ella y ambos recobraron su salud.
A principios de 1837, Mueller planeó publicar el primer volumen de sus Narrativas de algunas obras del Señor con George Mueller. Se decidió finalmente a escribir estos relatos después de muchos meses de consideración y de haber examinado sus motivos. Por un lado, no quería aumentar el número de libros religiosos que había en el mercado; pero por otro, sus experiencias visitando los hogares en Bristol le convencieron de que muchos de los obstáculos y tribulaciones por los cuales los cristianos pasan se deben, o bien a una falta de confianza en Dios, o porque realizan sus emprendimientos de una manera contraria a la de las Escrituras.
En mayo de 1837 el manuscrito estaba casi listo para ser enviado a los publicadores, pero antes de enviarlo, Mueller quiso tener consigo la respuesta a una oración en particular: El día 5 de diciembre de 1835, le había pedido a Dios 1.000 libras para la obra del orfanato. Desde entonces, casi a diario, se había mantenido repitiendo la misma oración, y en dieciocho meses había recibido exactamente 995 libras. El 21 de mayo se dedicó a orar específicamente para que Dios le mandase la cantidad restante. El 15 de junio recibió un donativo de 5 libras que completaban la cantidad, y Mueller se regocijó mucho con Dios. Cada chelín de este dinero, y todas las piezas de ropa y del mobiliario que había recibido, le habían sido ofrecidos sin que a, en sus palabras, ´ni a un solo individuo le haya yo pedido absolutamente nada´.


  

8

Un Cambio de Aires


En Londres, la salud del Rey se encontraba muy debilitada y al comienzo del día 20 de junio de 1837 el Rey William IV fallecía en el Castillo de Windsor en los brazos de la Reina Adelaide. Mientras que Bristol y el resto de Inglaterra dormía, Londres se veía envuelta en gran alborozo y actividad. El Arzobispo de Canterbury, que había realizado los últimos rituales, salió dejando a la Reina, y viajó con Lord Chamberlain en la oscura madrugada a través del país en dirección a Kensington. A las cinco de la mañana llegaron al palacio de Kensington no sin antes encontrar grandes dificultades para entrar. El portero al principio se rehusó a abrirles la puerta o a despertar a la joven princesa. Eventualmente, por fin permitió que los dos hombres entrasen y envió a llamar a la Baronesa Lehzen; sólo a duras penas concordó con ellos la baronesa de informar a la princesa de la presencia de ambos allí. La princesa Victoria entró en la sala con una capa por encima de sus vestiduras, sus pies en pantuflas, y su pelo cayendo sobre sus hombros. Lord Chamberlain se inclinó sobre una de sus rodillas y la saludó como Reina.
Victoria accedió al trono con dieciocho años de edad, y su reinado vendría a ser el más largo de la historia. Mueller contaba con treinta y un años, pero viviría lo suficiente para predicar un largo sermón por ocasión del jubileo de diamante de la Reina.
Más tarde en ese día, la noticia de la muerte del Rey llegó a Bristol y las banderas se izaron para ondear a media hasta en las iglesias y los edificios públicos. Pero el 24 de julio fue un día de regocijo: las banderas se izaron en alto de nuevo y las campanas de las iglesias repicaron con júbilo. A las diez en punto una procesión ´para proclamar a su graciosa majestad la Reina Victoria en la Regia Ciudad de Bristol´, recorría su camino desde lo alto de la Calle High sobre el puente hasta Temple Cross, atravesando Mansion House e introduciéndose en la Plaza Square y finalmente hasta Conuncil House.
La era Victoriana había comenzado; y para Mueller y Craik la responsabilidad de cuidar de las dos extensas congregaciones de Bethesda y Gedeón continuó. La Biblia era la autoridad final a la que ellos observaban en su trato con las dos iglesias. Una pequeña crisis en el verano de 1837, además de los eventos anteriores, ilustran bien que ellos combinaban su supremo respeto por la Escritura con una inteligente flexibilidad en la manera de tratar con los problemas –particularmente cuando no estaban seguros de cual fuese ´el punto de vista de Dios´ en una circunstancia específica. Desde los primeros días de su obra en Bristol nunca habían estado seguros si, solamente los que habían sido bautizados después de llegar a ser cristianos, deberían ser recibidos en la comunión en Bethesda, o si todos los que creyesen en Cristo deberían ser recibidos sin tener en cuenta su respectivo bautismo. Después de un largo periodo de disputas internas en la iglesia y discusiones con Robert Chapman, Mueller y Craik decidieron que debían ´recibir a todos los que Cristo había recibido´ (Romanos 15:7) sin tener en cuenta sus convicciones al respecto del bautismo. Chapman, bien conocido en el historial de la Hermandad y amigo de largo tiempo de Mueller, hizo pública la firme promesa de solicitar irse a servir a Dios entonces en Londres con la iglesia Barnstaple.

En junio de 1837 Mueller se decidió a abrir un tercer hogar para alrededor de cuarenta niños de siete años para arriba, en primer lugar debido a que  la necesidad de abrir uno así era muy obvia en Bristol, y segundo porque sin un hogar como ese, no había donde enviar a los niños cuando alcanzaban la edad de siete años. En septiembre ya había recibido la cantidad de dinero suficiente y el apropiado personal se había ofrecido para la obra; todo lo que faltaba hacer era encontrar una casa apropiada. A Mueller se le ofreció otro de los edificios de la calle Wilson –el número 3– que él gratamente aceptó.
En los primeros días de noviembre, la salud de Mueller comenzó nuevamente a deteriorarse. Se despertó por la noche con un sentimiento de debilidad en su cabeza. Después de algún tiempo, procuró irse a dormir habiendo antes atado un pañuelo alrededor de su cabeza que le pareció aliviaba su debilidad. El 7 de Noviembre se sintió incapaz de trabajar, y aunque el nuevo Orfanato estaba a punto de abrir y había problemas en Bethesda, decidió salir de Bristol para reposar y tener tranquilidad. Había llegado una carta anónima conteniendo cinco libras para sus despensas personales, y lo tomó como una señal de que partir sería lo más correcto.
Salió de casa sin tener idea alguna a dónde ir. La primera carroza que pasó iba de camino a Bath, así que Mueller se subió en ella. Decidió que no se quedaría en compañía de cristianos porque eso significaría que tendría que conversar, y no le apetecía en absoluto. Se registró en un hotel en Bath, pero le pareció tan ´mundano´ que se vio forzado a visitar a un amigo suyo cristiano que conoció en la ciudad. Este caballero y sus tías convencieron a Mueller de hospedarse en casa con ellos y se quedó allí cerca de una semana. Los síntomas en su cabeza eran ahora tan alarmantes que pensó que enloquecería. El esfuerzo requerido para mantener una conversación era muy grande, así, pues, después de una semana, regresó a Bristol. Habiendo recibido nuevamente otras cinco libras para despensas personales, salió de viaje con Mary, con su hija Lydia y su criado a Weston-Super-Mare donde se hospedaron. Muchas veces, en Weston, Mueller temió que los problemas en su cabeza indicasen la proximidad de una demencia. Mientras se encontraba allí, recibió la noticia de que una de las niñas que estaba en la calle Wilson había fallecido – pero que antes de su muerte se había encomendado a Cristo. Después de pasar diez días en Weston la familia de Mueller regresó a Bristol donde Mueller consultó a un médico y este le aseguró que, aunque su sistema nervioso se encontraba deteriorado, no tenía ninguna razón para preocuparse con la demencia.
Estando todavía enfermo, se consolaba en la gentileza de amigos que le enviaban regalos incluyendo lenguados en vinagre, aves de caza, dulces y uvas. Escribió a su padre pensando que tal vez fuese la última carta que escribiría. En diciembre, los médicos diagnosticaron el problema de una inactividad del hígado; entonces se dio cuenta de que ir a cualquiera de las reuniones en Bethesda le hacía sentirse peor, y de que cualquier ejercicio mental que hiciese le hacía sentirse exhausto.
La obra seguía creciendo, y los fondos eran abundantes: setenta y cinco niños vivían ahora entre las tres casas e iban llegando más diariamente. En el día 12 de diciembre llegaron cien pares de manta de la mejor calidad a la casa de Mueller para ser distribuida entre los pobres. Se sabía que Mueller estaba ansioso por socorrer un número de casos en la región de extrema pobreza de los cuales tuvo conocimiento, y, a pesar de encontrarse enfermo, se las arregló para que fuesen tratados.
A finales de 1837, ochenta y un niños y nueve miembros del personal que se ocupaban a tiempo entero en la institución se sentaron a comer en las tres casas. Ya había las suficientes inscripciones para llenar otro hogar más con niñas de más  de siete años, y muchas más inscripciones para niños de los que podían acomodar. Trescientos cincuenta niños asistían a la Escuela de Día que corría a cargo de la Institución para el Conocimiento de las Escrituras, y trescientos y cincuenta más eran atendidos en la Escuela Dominical.
Las continuas enfermedades y crecientes responsabilidades iban debilitando cada vez más a Mueller. Él escribió en su diario: ´Esta mañana he deshonrado en gran manera al Señor irritándome, encolerizándome contra mi amada mujer, que me hizo casi inmediatamente después arrodillarme delante de Dios, alabándole por haberme dado una tan buena esposa.´
El año 1838 no comenzó de la mejor manera. En la noche del 1 de enero algunos ladrones, aparentemente con un muy agudo sentido de humor, se introdujeron en la casa de Mueller: Ya se habían prevenido anteriormente, y la mayor parte de la casa estaba protegida con otra puerta interior más resistente, así que solo pudieron llevarse consigo algunos trozos de carne fría. Después se introdujeron en la sala de clase de la iglesia de Gedeón, partieron algunas cajas pero no se llevaron nada. Al día siguiente algunos huesos, sin la carne, fueron encontrados – algunos en las tales cajas de la sala de aulas de Gedeón y otro encima de un árbol en el jardín de la casa de Mueller.
El médico que atendía a Mueller le aconsejó nuevamente a mudar de aires. Mueller no estaba dispuesto a salir de Bristol; pero cuando le pusieron en sus manos quince libras ´con el expreso propósito de que cambiase de aires´ procedentes de una dama que vivía a cincuenta millas de Bristol, y que no tenía posibilidad alguna de haber sabido los consejos del médico, lo tomó como una señal de la voluntad de Dios. Salió de viaje con Mary y con Lydia hacia la casa de un amigo cristiano en Trowbridge, donde se dedicó a leer La Vida de George Whitefield de Philip. Le impresionó muchísimo la vida de oración de este hombre y su hábito de leer la Biblia arrodillado. Al domingo, además de pasarse varias horas orando, pasó también dos horas arrodillado leyendo y ´meditando con Dios acerca del Salmo 63´. En su periódico escribiría después:

Dios ha bendecido hoy mucho mi alma… Mi alma ha recobrado ahora un estado en el cual me deleito en la voluntad de Dios, con respecto a mi salud. Así es. Hoy puedo decir, de todo corazón, que no será removida esta enfermedad hasta que Dios, a través de ella, me haya concedido la bendición por la cual me ha sido enviada… ¿qué le puede impedir a Dios hacer de alguien, tan vil como yo soy, un nuevo Whitefield? Ciertamente, Dios puede derramar y conceder tanta gracia sobre mí, como le concedió y derramó a él. ¡Oh, Dios mío, atráeme más y más cada día que pasa hacia Ti Mismo, para que pueda yo correr hacia Ti! – Yo añoro, si Dios me restaura otra vez en mi ministerio de la Palabra (y esto es lo que creo  que hará brevemente, a juzgar por el estado en que ha traído a mi alma, aunque me sienta peor en estos últimos ocho días que en las semanas anteriores), que mi predicación sea más que nunca el resultado de oraciones respondidas y tales meditaciones, y que pueda de tal manera andar con Dios, que ´de mi interior puedan correr ríos de agua viva´.

Al día siguiente, se pasó tres horas arrodillado orando y meditando acerca del Salmo 65:2, ´Tú oyes la oración´, y anotó específicamente ocho pedidos orando. Al final de la lista escribió: ´Yo estoy convencido de que Él me ha escuchado´. Tres años más tarde reconocía que cinco de sus oraciones habían sido totalmente respondidas y las otras tres en parte.
A pesar de sentirse todavía mal de salud, su estado de ánimo se elevó cuando, leyendo en su Biblia, llegó al quinto versículo del Salmo 68 donde Dios se describe a Sí mismo como ´Padre de huérfanos´. Y escribió:

Por la ayuda de Dios esté será mi argumente delante de Él, respecto a los huérfanos, en las horas de necesidad. Él es Padre de ellos, y por tanto le ha placido a Si mismo, como lo ha hecho, darles el sustento y ha tenido cuidado de ellos; y yo solamente tengo que recordarle las necesidades de estos pobres niños, para que supla sus necesidades…La expresión ´Padre de los huérfanos´ contiene en sí suficiente fuerza y poder para abarcar a miles y miles de huérfanos, con todas sus necesidades, recaídas sobre el amoroso corazón de Dios.

La familia Mueller permaneció en Trowbridge durante más de quince días. Al final de su estadía, el estado de ánimo de Mueller mejoró –¡aunque una o dos veces se sintió avergonzado mientras se encontraba arrodillado leyendo la Vida de Whitefield en vez de su Biblia! El día 2 de febrero, aunque su salud física seguía siendo débil, dejó de lado sus medicamentos y salió por su propio pie para Oxford donde se hospedó en la casa de unos amigos.
En Oxford Mueller decidió dar paseos a caballo. Se le adjudicó un bien comportado y manso caballo de plácido temperamento, el cual, pensó él, sería muy apropiado para su alterado sistema nervioso. Durante un cierto tiempo esta excelente terapia fue muy eficaz, y Mueller siguió los pasos de Wesley – aunque no se sabe si, al igual que Wesley, también él leía la Biblia mientras cabalgaba. Pero –por súbita desgracia– después de tres días y para desespero de Mueller, ¡el propio caballo cayó también enfermo! Mueller se volvió entonces al estudio de la Biblia y la oración hasta que el dueño le comentó que el caballo estaba lo suficientemente recobrado como para retomar su utilidad. Y para volverse a subir en él, pero no tardó mucho para que Mueller volviese a caer en desespero de nuevo cuando descubrió, para desmayo suyo, que este anteriormente bien comportado animal se había vuelto semisalvaje y obstinado. Él bien trato desesperadamente de dominar a la bestia, pero todo fue inútil; la criatura no se dejaba domar. La diversión ecuestre de Mueller se vio así abrupta y tristemente interrumpida.
Un amigo suyo le aconsejó vivamente a Mueller que experimentase las aguas de Leamington Spa, y se ofreció para pagar sus gastos si se hospedase allí. Habiendo consultado a su médico y recibido de este su favorable opinión, se decidió a aceptar la oferta que le hizo. En el Spa encontró excelente hospedaje por diez chelines a la semana y pudo poner al día su diario en su habitación. ´!Cuanta amabilidad y generosidad tiene mi Señor!´ escribió – una expresión muy típica de Mueller – y se retiró a descansar.
A Mueller le pareció que las aguas de Leamington mejoraban su condición, pero después de diez días de estar allí la tensión interna y las tentaciones le perturbaron sus nervios, la naturaleza de las cuales las extraemos solo por esta nota en su diario: ´La gracia combatía contra las malas sugestiones de una y otra clase, y prevaleció, pero fue un periodo muy desgastante…Hoy he orado con muchas súplicas a Dios para que me envíe a mi esposa, porque siento que estando solo, y afligido como me encuentro en mi mente, y teniendo tan pocas ocupaciones mentales, Satán gana ventaja sobre mí.´
Al día siguiente, el cartero le entregó una carta en la cual se anunciaba que Mary estaba de camino; y poco tiempo después, la buena señora se presentó en persona para delicia de Mueller. La pareja pasó varios días dando largos paseos por el campo de Warwickshire y Mueller comenzó a sentir que su cabeza estaba mejor de lo que había estado en los meses anteriores, aunque estaba lejos de sentirse bien.
Mueller se convenció con la idea de hacer una corta visita a Alemania, en parte porque podría aconsejar y asistir a algunos contactos en Berlín que tenían el deseo de ser misioneros, en parte también para ser un testigo de Cristo delante de su padre y de su hermano, y en parte también porque pensaba – con demasiado optimismo tal vez– que su atmosfera nativa le haría bien a su salud. Para tal efecto escribió a Henry Craik y a su médico pidiéndoles su consejo; Craik le respondió que lo hiciese, pero las órdenes de su médico fueron que esperase un mes o dos más hasta que el viaje no le ocasionase demasiada fatiga. Así, pues, Mueller pasó todo el mes de mayo en Leamington con Mary hasta que a principios de abril su médico, de visita en la región, lo diagnosticó lo suficientemente recuperado como para emprender el viaje. George y Mary leyeron el Salmo 121 juntos: ´El Señor guardará tu salida y tu entrada, desde ahora y para siempre´, antes de separase cada uno por su camino –La Sra. Mueller regresó a Bristol y el Sr. Mueller partió a la tierra de su infancia.

Mueller llegó a Hamburgo en el 9 de abril, habiéndole sido muy penoso el viaje por mar a causa de los mareos. Estuvo diez días en Berlín encontrándose con varios hombres que planeaban llegar a ser misioneros, y después viajó hasta Heimersleben para encontrarse con su padre. Herr Mueller estaba envejecido y aparentemente no viviría por mucho más tiempo. Mueller dudaba mucho que resistiese un invierno más. La relación entre padre e hijo era ahora muy buena, y las divergencias causadas por la conversión de George habían sido olvidadas. Mueller se encontró a su hermano viviendo abiertamente ´en pecado´ y tuvo la oportunidad de hablarle a ambos acerca de su fe en Cristo. Cuando llegó el día de la partida de Mueller, su padre recorrió con él parte del camino hasta Magdeburg; cuando se separaron ambos sintieron que nunca más volverían a encontrarse de nuevo; pero ambos estaban equivocados como después sucedió.
En mayo, Mueller regresó a Bristol. Desde el 6 de noviembre de 1837 había sido incapaz de tomar parte en cualquiera de las reuniones de Bethesda y Gedeón. Pero el 8 de mayo de 1838, la congregación de la iglesia de Gedeón volvió a escuchar la voz con que estaban tan familiarizados leyendo el Salmo 103.
´Bendice alma mía al Señor, y no te olvides de ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus iniquidades…´
Durante los meses siguientes, a medida que recobraba sus fuerzas, Mueller se dio cuenta de que predicaba con mucho más regocijo, más diligentemente y con más devoción que antes de haber caído enfermo. Sintió más ´la solemnidad del trabajo´.
Mueller estaba próximo a cumplir sus treinta y tres años. En los años siguientes tuvo dos o tres crisis menos severas de salud, pero durante su larga vida nunca fueron tan graves como las que había padecido en 1829 y en 1837-8. Y al hombre a quien el ejército repudió, afirmó muchos años después que se sentía en mejores condiciones físicas en sus setenta años, que cuando estaba en los treinta.



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