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DELEÍTATE EN DIOS (CAP. 9 y 10) - Una biografía de George Mueller

                                 
                              Por Roger Steer

TRADUCCIÓN ESPAÑOLA – Juan Luis Molina

Con la colaboración de Claudia Juárez Garbalena


                                            
                                                                  9

Un Banco que no Puede Caer en Quiebra

Desde el comienzo de la obra de Mueller con los huérfanos en abril de 1836 hasta finales de junio de 1838, las finanzas o economías nunca fueron causa de ansiedad o preocupación: siempre hubo exceso de fondos. Pero a finales del verano de 1838 el diario de Mueller registraba que los tiempos llegaron a ser problemáticos.

18 de agosto, 1838. No tengo ni tan siquiera un penique en mi bolsillo para los huérfanos. De aquí a uno o dos días van a ser precisas muchas libras. Mis ojos están levantados hacia el Señor.
Por la tarde, antes de acabar este día, he recibido provenientes de una hermana 5 libras. Ya hacía algún tiempo que había puesto de parte esa cantidad en beneficio de los huérfanos. Esta mañana, mientras estaba orando, le vino al pensamiento, ‘yo tengo estas 5 libras, y no le debo nada a nadie, por tanto, será mejor dar este dinero todo de una vez, así como me propuse hace algún tiempo atrás antes de tener disponible este dinero’. Así que me lo trajo, sin saber que no teníamos un penique a mano, ni que solo tenía disponibles 4 libras, 15 chelines y 5 peniques para el mantenimiento de las casas, en vez de las 10 libras que precisamos normalmente.
20 de agosto. Las cinco libras que recibí el día 18 han sido utilizadas para pagar el mantenimiento, así que hoy estaba otra vez sin un penique. Pero mis ojos están puestos en el Señor. Me dediqué a orar por la mañana, sabiendo que precisaría por lo menos de 13 libras, si no, tal vez 20. Hoy he recibido 12 libras en respuesta a mis oraciones proveniente de una señora que reside en Clifton y que nunca antes había visto.
23 de agosto. Hoy estaba de nuevo si un penique cuando me fueron enviadas 3 libras desde Clapham, con una caja de ropas nuevas para los huérfanos.
Mueller recordaría posteriormente el periodo desde septiembre de 1838 hasta finales de 1864, como el tiempo en el cual experimentó más dificultades y pruebas en su fe, dentro de toda su labor con los huérfanos. No fueron años de continuas dificultades: sino que en ellos tendía haber unos pocos meses con dificultades, seguidos comparativamente por algunos meses de abundancia. A lo largo de todo el periodo, de acuerdo con Mueller, los niños nunca llegaron a darse cuenta de las dificultades. En medio de uno de los periodos más oscuros, escribió: ´estos queridos pequeños no saben nada acerca de todo esto que pasamos, puesto que sus mesas están siempre tan bien abastecidas como cuando teníamos 800 libras en el banco, y no les falta nada´. En otra ocasión escribió lo siguiente: ´a los huérfanos nunca les ha faltado nada. Cuando tenía miles de libras a mano, no fueron mejor alimentados de lo que son ahora; porque tienen de todo siempre con respecto a una alimentación sana, las piezas necesarias del vestuario, etc.’ En otras palabras, los periodos de prueba y dificultad se daban en el sentido de que no había exceso de fondos: Dios suplía las necesidades que habían cada día, y a veces en la misma hora. Se recibía solo lo necesario en el momento, pero no más de lo necesario.
El diario de Mueller frecuentemente, da a entender, aunque raramente he pretendiendo analizarlo, el por qué Dios permite éstos periodos de pruebas. El mejor razonamiento que hace exponiendo estas situaciones se expresa en un registro suyo del otoño de 1838, comentando un donativo de dinero que le enviaron desde Teignmouth. ´Nos es más conveniente ayuda, liquidar los gastos un día a la vez, y una prueba palpable de que nuestro desespero, no es más que una prueba a nuestra fe, nuestro generoso Dios se deleita tanto supliéndonos así, como cuando nos ofrece sumas de dinero considerables.´ Mueller veía un propósito en las dificultades que le aparecían, similares a las que aparecen en las historias del Antiguo Testamento, como aquella donde Dios probó a Abraham, diciéndole que le ofreciese a su hijo en el monte Moriah. En ese sentido es que, estos periodos, eran una prueba de la obediencia de Mueller, y un tiempo en el cual su carácter se estaba moldando – preparándose, de hecho, para la labor de su vida.
Al anochecer del jueves 6 de septiembre, Mueller escuchó a Craik predicar del capítulo 12 de Génesis:
´Todas las cosas ayudaron a bien de Abraham´,  dijo Craik, ´a medida que iba viviendo en la fe, y de acuerdo con la voluntad de Dios. Pero cuando no confiaba en Dios todas las cosas le causaban desastres´.
Cuando estaba escuchando a su colega y hermano, comenzó a aplicar la lección en su propia dificultosa situación que se encontraba. En aquella mañana, señaló en su diario, le llevaron a su despacho los libros de la contabilidad del Orfanato de Niños, y poco tiempo después le mandó un recado la madre sustituta de la institución.
´Dígame por favor cuando podría recoger los libros´.
Mueller sabía muy bien que esta era la amable manera que tenía la madre sustituta de preguntarle cuando le haría disponible el dinero necesario para la despensa de los próximos días. Le estaba enviando un mensaje.
´Mañana.´
Sin embargo él no tenía ni un penique en sus bolsillos. Mientras escuchaba a Craik, le vino a su memoria que, a pesar de que pareciera imposible ultrapasar la situación, nunca procuraba por sus propios méritos buscar una solución como medio de su propia considerable ingenuidad. Por ejemplo, pensó en una cierta cantidad de dinero que tenía en el banco y que eran 220 libras, las cuales le habían sido ofrecidas provenientes de otras áreas de su labor cristiana. Le hubiese sido muy fácil escribir a quien le envió el dinero, y decirle que en su difícil situación se había quedado con 20 libras o incluso con cien libras para los huérfanos. Porque recuerda que el dueño le dijo repetidas veces que, si precisase alguna vez de dinero se lo hiciese saber. Sin embargo Mueller decidió que ´esta sería una solución mía, no la liberación de Dios´. En cualquier caso siempre sería ´una no pequeña barrera y obstáculo para el ejercicio de la fe, en la próxima prueba que se nos presente después’. En el momento necesario se le enviaba la suficiente cantidad para suplir la inmediata necesidad en el Hogar de Niños.
Durante el sábado y el domingo no se recibió ninguna ofrenda, así que el lunes por la mañana, que era el 10 de septiembre, Mueller con un cierto toque dramático que no solía tener –describe la situación como una ´solemne crisis´. Decidió dar un paso sin precedentes. Hasta ese día nunca había informado a sus colaboradores  y asistentes ni confesado nunca el estado de sus fondos, a excepción de la ayuda reciente que expusimos del hermano “T”, y que refirió en su diario. En esta ocasión, sin embargo, quebró su tradición y se dirigió a cada una de los Orfanatos. Reunió el personal de cada uno, francamente les expuso la situación en que se encontraban y les preguntó por la cantidad que sería necesaria  para las necesidades más inmediatas. Después de averiguar la exacta proporción del problema dijo:
‘Todavía estoy confiado en que Dios nos ayudará. Si bien que no debéis comprar nada que no podamos pagar, la verdad es que a los niños no les falta de nada en el sentido de ropa o alimentos necesarios para su sustento. Prefiero mandar a todos los niños a la calle antes que verlos carentes de algo.´
Mueller ordenó que se hiciese una investigación para ver si alguno de los hogares tuviese algún artículo innecesario que se pudiese vender; dirigió una sesión de oración con sus asesores.
A las nueve y media en punto de la mañana siguiente, llegaron seis peniques que habían sido puestos en las cajas de la iglesia de Gedeón. Mueller lo interpretó como el previo anuncio o señal de cosas muy grandes que estaban por llegar muy próximamente. Mueller salió de los Orfanatos y se fue a visitar a su amigo Craik con quien compartió su carga, haciéndole entender la situación. Los dos hombres permanecieron juntos arrodillados en oración.
Poco después de las diez, Mueller regresó a su habitación. Mientras estaba orando en su cuarto, llamó a la puerta una señorita y le dio a Mary dos soberanos para los niños (el salario de un agricultor en un mes).
Y le dijo a Mary: ´he tardado demasiado tiempo en venir a entregaros lo que desde hace mucho me propuse.´.
Unos pocos minutos después, Mueller entró en la sala donde se encontraba la joven y le entregó en mano otros dos soberanos sin hacerse la menor idea de que estuviesen en crisis. Un poco después, llegó un mensajero procedente del Orfanato de Niños: Mueller le dio dos soberanos y envió el dinero restante para las casas de las Niñas.
En ese mismo día, Craik saldría de Bristol para encontrarse con un amigo en el campo. Mueller decidió acompañar a su amigo, pero debido al estado tan crítico que había llegado la situación de la Calle Wilson, canceló su viaje.
Más tarde en esa misma semana, después de encontrarse con el personal de las casas para orar, uno de ellos se le acercó trayendo en su mano dieciséis chelines.
´No me sería posible orar si no ofreciese lo que tengo.´
Mueller aceptó la ofrenda. No era poco habitual que el propio personal contribuyera con sus donativos para la obra en semejantes años de dificultad, y aún llegaban a vender sus pertenencias innecesarias para ayudar a salir a flote el barco en los periodos de obstáculos. Mueller desmintió que esta práctica representase un fracaso de los principios por los cuales se regían. Sino todo lo contrario, él argumenta que bajo ninguna circunstancia podremos esperar buenos resultados orando por cosas materiales, hasta que no haya el deseo y voluntad de poner de parte dinero o pertenencias personales innecesarias. ´Una Institución como la que se encuentra a mi cargo’, escribió él, no puede ser llevada a cabo por ningún creyente rico que no se base en los principios sobre los cuales por gracia se nos ha capacitado para hacer, solamente si tiene el deseo de dar de sus pluralidades, si es que tiene alguna, siempre y cuando la Institución esté pasando por periodos de verdadera necesidad´.
Muy temprano por la mañana del martes, Muller hizo un recuento de la situación en la Calle Wilson: ´el hermano “T” tenía veinticinco chelines en su mano; él mismo había ofrecido cinco de los tales. Ahora podía, en ese día, como en los demás días, responsabilizarse por el bienestar de cerca de cien personas, incluyendo el personal de la obra, en los tres hogares.
Con la libra y los diez chelines pudieron comprar la carne y el pan que eran necesarios, y un poco de té par cada una de las casas. No era preciso nada más para ese día y tenía en las despensas pan suficiente para dos días más. Pero, ¿cómo enfrentarían los gastos de los demás días de la semana? Los fondos llegaron a su límite: todos los miembros del personal de la obra ya habían dado más allá de sus posibilidades. Se reunieron como acostumbraban para orar, pero, aunque las oraciones se dirigían hacia las necesidades que habían del día, no sucedió nada ni parecía que hubiese ninguna respuesta. ¿Cómo voy yo a poder enfrentar mañana a los niños y anunciarles que no hay nada para desayunar? Mueller llegó a estar ´probado en el espíritu´. Siete años después recordando estos momentos diría que fue la única ocasión en que se sintió así. ´Por primera vez´, escribió, ‘él Señor parece que no quiere oír ni responder a nuestras oraciones.´
En medio de esa misma tarde la campanilla de la puerta de Mueller sonó. Una señora se le presentó diciendo:
´He llegado de Londres hace cinco días. Estoy hospedada en la casa adyacente al orfanato. Mi hija me ha dado este dinero para que se lo entregue para su labor con los niños.´
El sobre contenía 3 libras 2 chelines y 6 peniques, que suplía perfectamente todas las necesidades que había para el día siguiente. En cuanto la mujer salió de la casa y se despidió de Mueller, se permitió dejar escapar un grito de júbilo muy raro en él.

‘Me puse en voz alta a alabar y a darle gracias en el momento que me vi solo en la sala, después de haber recibido el dinero. Me reuní con mis cooperadores de nuevo esa tarde para orar con ellos y adorar a Dios, sus corazones no dejan de serme muy queridos. Esto de que el dinero hubiese estado tan cerca de los Orfanatos desde hace varios días sin que se nos haya dado, es una prueba de que estaba en el corazón de Dios ayudarnos desde el principio; pero como se regocija mucho escuchando las oraciones de Sus hijos, nos deja que le oremos hasta ver donde llega nuestra fe, y para respondernos de una manera mucho más dulce que la que esperábamos.

Después que el otoño le diese el paso al invierno, las necesidades continuaron  siendo suplidas cada día. El 21 de noviembre, después de haberse comido un buen almuerzo en las tres casas, se hizo muy claro de que no había fondos ya en ninguna de las tres casas.  Pero compartiendo el pan entre los hogares, suplieron las comidas del resto del día; sin embargo, les pareció que no había suficiente para el día siguiente, y no tenían dinero para comprar más.
´Debemos quedarnos quietos y esperar por ayuda, para ver cómo el Señor se las ingenia esta vez  para liberarnos´, dijo Mueller.
Mientras subía la cuesta de la calle Kingsdown comenzó a sentirse desagradablemente frío y decidió que, para calentarse, iría andando hasta su casa por un camino más largo vía la Plaza Clarence. Cerca de veinte yardas distante de su casa en la Calle Paul, se encontró con un amigo que fue paseando con él. Después de una corta conversación, el amigo le depositó en sus manos veinte libras. Mueller le dio diez al diácono de Bethesda para proveer de ayuda a unos miembros pobres de la iglesia con carbón para el invierno; dio cinco libras para la labor que se realizaba en la Institución para el Conocimiento de las Escrituras; y cinco libras para los Orfanatos de la calle Wilson.
Una semana después las cosas volvieron otra vez a complicarse. A las doce en punto del día 28 de diciembre, Mueller se reunió con su personal para orar. Alguien había estado limpiando y arreglando el reloj del hogar núm. 1 sin cobrar los gastos, y además se había ofrecido a mantener todos los relojes que había en las casas en buenas condiciones mecánicas. Pero tanto el Orfanato de Niños pequeños, como el de los Niños ya no tenía ni pan ni mantequilla suficiente para acompañar con el té. Mientras estaban orando, se escuchó a alguien llamando a la puerta y una de las jóvenes salió de la sala. El resto siguió silenciosamente rezando hasta que levantando sus rodillas se pusieron en pie.
´Estoy seguro de que Dios nos va a enviar Su ayuda.´ dijo Mueller a medida que se levantaba.
Mientras estaba hablando se dio cuenta de que había una nota en la mesa la cual había sido allí depositada mientras oraban. La nota era de Mary y contenía dentro otra carta con diez libras para los niños. La tarde anterior, alguien le había estado preguntando a Mueller:
´ ¿Estará el balance de los fondos tan bien provisto como cuando fueron registrados la ultima vez?
“Estarán tan bien provistos como al Señor le plazca´,  le había respondido Mueller.
Esta era la persona que había enviado las diez libras.
Al día siguiente, llegaron procedentes de Suffolk dieciocho libras y en diciembre de un solo donativo llegaron 100 libras más junto con muchos pequeños regalos.

Jueves 7 de febrero de 1839, los fondos están otra vez agotados. El hermano “T” avisó a Mueller:
´Van a ser necesarios cerca de 1 libra y 2 chelines para comprar pan para las tres casas y hacer frente a otros gastos. Pero solo tenemos disponible 2 chelines y 9 peniques. ´Tengo que salir para Clifton ahora para recibir a los tres niños nuevos que llegan hoy.´
´Vuelve cuando regreses aquí, te pido por favor, para ver si entretanto el Señor nos ha enviado ya algo de dinero´, dijo Mueller.
Había lo suficiente en los tres hogares para ese día poder comer. Al final de la comida se presentó una Sra. de Thornbury y compró un ejemplar de las Narrativas de Mueller y una copia del último Informe Anual y dejó tres chelines en la caja. Cinco minutos después llegó el panadero y tocó a la puerta del Orfanato de Niños. Cuando lo vio la madre sustituta del Hogar de Niñas le trajo inmediatamente seis chelines que acababa en ese momento de recibir para prevenir que se retirase; ella sabía que no había dinero en Orfanato de los Niños. Con este dinero, y más alguno que había disponible, compró la suficiente cantidad de pan para las tres casas. A las cuatro de la tarde regresaba el hermano “T” proveniente de Clifton.
´El Señor no nos ha enviado nada´, dijo Mueller.
Un miembro del personal ofreció 5 chelines de su propio dinero. Mueller le había estado pidiendo a Dios que le mostrase un pasaje de la Biblia para poder enseñar en esa misma tarde en Bethesda y le pareció ser dirigido a Mateo 6:19-34.
Tal vez la congregación de Bethesda detectase un tono especialmente fervoroso en la voz de su joven pastor cuando por la tarde les leyese la escogida porción de Escritura en su fuerte acento prusiano.
Así que no os afanéis, diciendo, “¿Qué comeremos?” O “¿qué beberemos?” O  “¿Qué vestiremos?”…vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de estas cosas. Pero buscad primeramente el Reino de los cielos y su justicia, y todas estas cosas os vendrán por añadidura. Así que no os preocupéis con el día de mañana, sino que basta a cada día su propio mal.´
Después de la reunión en Bethesda se dirigió al núm. 6 para tener un tiempo de oración. Cuando llegó se encontró con que le habían enviado una caja de Barnstaple. La había abierto y vio que tenía 8 libras para los niños, y 2 libras para Fundación Bíblica además de un donativo por separado con 3 libras. También había alguna lana merina, tres pares de zapatos, dos pares de uniformes nuevos, seis cajas que se suponía que fuesen para vender, un estuche de oro, dos anillos de oro, un collar y un estuche de plata.

Ahora tenemos que poner nuestros ojos en el Señor para las futuras provisiones´, le dijo Mueller al hermano “T” el miércoles siguiente por la tarde, habiéndole dado la última de las cantidades de dinero que tenía a mano.
En esa misma tarde una señora y un caballero se encontraban de visita en las casas de la Calle Wilson. En el hogar de los niños se encontraron con una señora que también se encontraba de visita allí.
´Damos por hecho, que usted no podría llevar a cabo esta obra en la Institución sin tener un buen y solido saldo de fondos´, le dijo una de las señoras visitantes.
¿Tiene usted una buena  provisión? Dijo el caballero, volviéndose para la madre sustituta.
´Nuestros fondos se encuentran depositados en un banco que no puede ir a la quiebra´, replicó la mujer, evitando transgredir la regla de nunca revelar el estado de los fondos.
Cuando se despedían, el caballero dejó cinco libras en el Orfanato de los Niños.
En marzo Mueller recibió una carta del hermano “T” expedida cinco días antes en Devon, que mostraba que su visita sería beneficiosa para los niños. Él le había dado un Informe Anual de las obras de las casas a una persona obviamente perspicaz, el cual, habiéndolo leído, se dedicó con todo su empeño y de todo corazón a pedirle al Señor para que su hermana donase parte de sus valiosas joyas para ayudar a los niños. Poco tiempo después sus oraciones fueron respondidas, y el hermano “T” regresó de Devon con una pesada cadena de oro, un anillo incrustado con diez diamantes, un par de brazaletes de oro y una suma de 2 libras. Mueller tomó entre sus dedos el valioso anillo, antes de salir con él, y escribir las palabras Jehová Jireh (´el Señor proveerá´) en el cristal de la ventana de su habitación. Mucho tiempo después, hasta que salió de la Calle Paul, su corazón se enternecía cuando miraba estas palabras en la ventana y se acordaba de la manera tan peculiar cómo le había llegado a sus manos el anillo.
En todo el periodo de tiempo entre el verano y el otoño de 1839, las provisiones entraban diariamente: era muy raro que fuese más que lo suficiente para uno o dos días al mismo tiempo, pero nunca era menos. Los eventos en un lunes de noviembre ilustran bien cuán a menudo sucedía que recibían justo lo que se precisaba, pero que no más de lo necesario. Mueller comenzó el día con diez chelines que habían sobrado del fin de semana. El lunes por la mañana le ofrecieron 1 libra más y 10 chelines; pocos minutos después le llegó a sus manos una nota de la Calle Wilson diciendo que serían necesarias 3 libras en aquel día. Mientras estaba leyendo la nota, le llegó otra proveniente de Devon – conteniendo un soberano.

En diciembre de 1839 se fijaron las reuniones públicas para hablar de las provisiones de Dios para los niños en el último año, Mueller y sus asesores oraban ahora para que cuando el tiempo de las reuniones llegase, fuesen capaces de decir que había abundantes fondos disponibles. Siempre intentaban evitar dar la impresión en las reuniones públicas – que era la única ocasión en que el estado de los fondos se mencionaba– de que estaban aprovechándose de la oportunidad para mendigar dinero. El 4 de diciembre Dios respondió sus oraciones: llegaron cien libras de las Indias Orientales. Todos se regocijaron mucho con el hecho de que, en las reuniones públicas pudiesen ser capaces de testificar acerca del Dios tan rico que suple las necesidades después de un tiempo tan atribulado.
A finales del año, Mueller escribió que tanto su salud como su capacidad intelectual estaban en mejor estado de que lo habían estado en años anteriores. La causa de esto lo atribuía a la bendición que Dios le había dado a su práctica de levantarse por la mañana temprano y mojarse con agua fría la cabeza cuando se levantaba.
Prolongaron la reunión usual de oración de fin de año hasta la media noche. Cerca de la una de la madrugada, después de la reunión, se le entregó a Mueller un sobre en sus manos que contenía una cierta cantidad de dinero para los niños. Él sabía que la mujer que lo había enviado tenía varias deudas por pagar, y que le habían llamado varias veces la atención sus acreedores. Así que devolvió el sobre sin abrirlo convencido de que nadie tiene el derecho de ofrecer nada si tiene deudas en su cuenta. Tomó esta decisión aun sabiendo que no había suficiente dinero disponible para pagar las despensas del día de año nuevo. Sin embargo, después recibió a lo largo del día más de diez libras junto con una  cantidad de carne mayor de la que era necesaria.
Durante el mes de enero de 1840, entraron grandes sumas de dinero en todos los hogares y, a principios de febrero, Mueller salió de Bristol para un viaje a Alemania. Pasó diez días en Berlín antes de viajar hasta la casa de su padre en Heimersleben. Encontró a su padre muy envejecido y debilitado, pero en el transcurso de la visita, Herr Mueller se fue animando con el afecto de su hijo, y George se dio cuenta de que leía la Biblia y oraba. Mueller salió de Heimersleben a finales de febrero y le dijo adiós a su padre por última vez. Moriría al mes siguiente.
A principios de marzo, Mueller entró a bordo del Hamburgo, uno de los primeros barcos a vapor que se dirigía a Londres. En la cubierta, mantuvo una conversación con dos judíos rusos que escuchaban educadamente lo que les decía, aunque nunca les declaró abiertamente que él creía que Jesús era el Masías. Después de despedirse, vio a los dos hombres hablando el uno con el otro; desconfiados de que Mueller fuese algún judío bautizado o un misionero enviado a los judíos. Después de unos pocos minutos uno de ellos se volvió y le dijo a Mueller:
´Dime una cosa, ¿qué es lo que tú realmente piensas de ese tal Jesús?´
´Yo creo que es el Mesías, Señor y Dios.´
Los judíos se sintieron ofendidos y desde ese momento en adelante, se mantuvieron lo más lejos posible de Mueller.
En la cena de aquella noche en la mesa del capitán, uno de los pasajeros que había visto a Mueller conversando le preguntó acerca de los dos judíos
´Cuan significativo es´, replicó Mueller, ´que los judíos en todas partes del mundo donde se encuentren, puedan ser reconocidos como tales y que no se confundan con ninguna de las demás naciones.´
‘Esto solo puede ser explicado por las Escrituras’, intervino el capitán, ´y demuestra que la Biblia es verdadera.´
´Concuerdo con usted´ dijo Mueller, y por el resto del viaje mantuvo siempre largas conversaciones con el capitán a quien describió como un ´verdadero hermano en el Señor.´          




10

Buscando las Riquezas Divinas
                 

Cuando Mueller y Craik llegaron a Bristol en 1832, se encontraron con menos de setenta asiduos asistentes en la iglesia de Gedeón; Y Bethesda tenía entonces su edificio totalmente vacío. En el transcurso del año 1840 Bethesda contaba con más de quinientos miembros. De estos, más de un centenar se sumó en 1840, de los cuales, cerca de cincuenta fueron convertidos mientras predicaban. En los próximos treinta años el número llegaría a ser el doble, y así en 1870 ya había más de mil miembros. En mayo de 1840 la señorita Anne Evans llegó a Bristol proveniente de Londres donde había regularmente estado asistiendo a la iglesia Baptista. En cuanto llegó a Bristol, se dirigió a Bethesda con una amiga suya para escuchar un sermón acerca de la segunda venida de Cristo. Esta mujer nos ha dejado por escrito un memorable cuadro de Bethesda en aquel tiempo y de la atmósfera que había en la Calle Wilson a principios de 1840:

‘Su exposición de la Escritura (de Henry Craik), fue para mí una nueva forma de adoración, y fue de verdaderamente ´vigorosa y consistente´. El significado del pasaje lo explicó de una manera que nunca antes había oído, y me vi realmente a mí misma entre verdes pastos. El Dr. Maclaren de Manchester es el único hombre que conozco que se podría comparar con el Sr. Craik. Su conocimiento de la lengua original va por mucho, más allá que el de la mayor parte de los hombres que se dedican a predicar, y su punto de vista en el significado de la Escritura también. Ha sido un enorme privilegio escuchar a un hombre así. ´Volveré a escucharlo de nuevo´, y vendré una y otra vez, y nunca iré a ningún otro sitio mientras que me encuentre en Bristol. Para mí ha sido como si fuese una nueva conversión. Ahora sí que he escuchado un claro evangelio que puedo perfectamente entender. La Biblia ha pasado a ser un nuevo libro para mí. El amor entre los hermanos era como nunca antes lo había visto manifestado. La piadosa y sencilla manera de vivir, aun de las personas nobles que se mueven entre la alta sociedad, era de tal manera, que nos hace regresar al tiempo de los Apóstoles, y sentí que todo aquello era realmente la cristiandad en el más alto grado…
El día siguiente de cumplir veintiún años, fijé mi residencia en el Orfanato del número 6 (de la Calle Wilson). Siguieron cinco años de feliz servicio entre los huérfanos, durante los cuales estuve viendo de cerca los episodios y una gran parte de la vida privada de la Hermandad, y puedo por tanto testificar acerca de la verdadera vida espiritual que allí se mantiene; la devoción que tienen al servicio del Señor, y el desinterés por las cosas mundanas que envuelve allí todo. Aquí he visto a hombres y mujeres abandonándolo todo y siguiendo a Jesús de una manera o de otra.

El profesor y autor de la Biblia Americana, Dr. A. T, Pierson, describió posteriormente a Bethesda como siendo una de las dos verdaderamente apostólicas iglesias que había conocido.
   
A finales de junio de 1840 el Sr. y la Sra. Mueller salieron de Bristol hacia Liverpool con ocho hombres y mujeres que se proponían salir de misioneros. Mueller acompañó a los hombres al barco, y antes de que se subiesen a bordo, uno de los hombres le entregó a Mueller 6 libras para los huérfanos.
´El dinero que tenemos acumulado juntos´, le dijo, al entregarle el dinero en mano a Mueller, es más que suficiente para nosotros´ (tenían cerca de 20 libras entre los ocho). Durante los meses que dure la travesía en el barco no vamos a precisar de ninguno, y cuando precisemos de más, el Señor nos suplirá de nuevo lo que necesitemos. Los demás hermanos y hermanas no tienen dinero suyo, y decidieron igualmente no poseer ninguno. El Señor ha puesto en mi corazón a los huérfanos de una manera especial, y por tanto no puedes rehusarte a recibir el dinero.´

En el sábado 15 de agosto de 1840, tuvo lugar una crisis en la Calle Wilson. Todas las despensas se encontraban semivacías, y las entradas de dinero durante la semana anterior habían sido muy pocas. El sábado, además, las necesidades eran normalmente casi el doble que los demás días debido a las compras que había que hacer para el domingo. Por lo menos se precisarían de tres libras para las necesidades del día en las casas, pero estaban sin un solo penique.
Cerca de las doce y media, dos señoras se presentaron con 2 libras, 7 chelines y 6 peniques. Mueller se encaminó con esa cantidad para el Hogar de Niños y se encontró con los niños sentados a comer. El hermano “B” le entregó en mano a Mueller una nota que estaba pensando en ese momento enviarle:

´Querido hermano, con patatas del jardín de los niños, y con las manzanas de los árboles de la zona del recreo, además de con los 4 chelines y 6 peniques que fue el precio de algunos artículos ofrecidos por uno de los trabajadores, ya tenemos cena. Hacen falta muchas cosas. Pero el Señor ha provisto todo y seguirá proveyéndolo todo.´

En ese mismo día también entró un chelín de la venta de un Informe; un chelín de la caja del número 6; 6 chelines y 6 peniques de los trabajos de costura de las niñas; y 6 chelines del donativo de la hermana de una niña en el Orfanato.

En diciembre tuvieron las reuniones públicas de costumbre para dar a conocer los progresos habidos en 1840. Mueller salió convencido de que la primera de las reuniones había corrido bien; estaba particularmente contento y sintiéndose feliz en aquella tarde, con el hecho de que ninguno de los presentes pudiese haber detectado por la expresión de su cara de que no tenían absolutamente nada a mano para suplir las necesidades de los próximos días. Después de la reunión le dejaron dos peniques y medio en su casa.
A la mañana siguiente, aunque los fondos necesarios fuesen precisamente dos peniques y medio, Mueller se volvió y puso sus ojos en el Dios viviente. Nunca habían tenido tanta falta de pan en las casas y después del desayuno, todo el pan en el Orfanato de Niños y en el de los más pequeños había sido distribuido. De manera misericordiosa, cerca de las once de la mañana, Mueller recibió de Barnstaple 5 libras y medio soberano; la segunda reunión abierta tuvo lugar en esa misma tarde.
Mueller se refirió en esa reunión a los cinco primeros años de existencia de los Orfanatos:

El objetivo principal por el cual la Institución fue establecida (recordó), es que la Iglesia de Cristo pueda ser beneficiada comprobando manifiestamente la mano de Dios operando en nuestro respaldo en las horas de necesidad, viendo como Él responde nuestras oraciones. Nuestro deseo, por tanto, no es que no tengamos momentos de prueba de fe, sino que el Señor gratuitamente se compadecerá de nosotros en medio de esas pruebas, para que no le deshonremos con nuestra desconfianza.
Esta manera de vivir nos hace estar siempre muy cerca del Señor. El está ahora, como lo ha estado siempre, mañana tras mañana inspeccionando nuestras provisiones, para que de acuerdo a lo que precisen nos envíe lo necesario. Nunca vi tan grande ni tan cercana la presencia del Señor como cuando después del desayuno no teníamos medios ni nada para cenar, y vimos como entonces el Señor proveyó comida para más de cien personas; o como cuando después de cenar, no había medios para el té del desayuno siguiente, y sin embargo, nos hizo llegar el té que precisábamos; y todo esto sin que ni a una sola persona se le haya informado acerca de nuestras necesidades…
Se nos ha dicho en más de una ocasión, que tal manera de vivir hace que pongamos nuestros pensamientos en la comida, las ropas, etc., que tienen que aparecer, y que nos incapacita para los ejercicios espirituales. Ahora bien, en primer lugar, yo respondo que nuestras mentes están muy poco entretenidas con las necesidades de la vida, precisamente porque el cuidado respecto a todas ellas lo hemos depositado en nuestro Padre, quien, debido a que somos Sus hijos, no solamente nos permite hacerlo así, sino que Él mismo nos dijo que lo hiciéramos así. En segundo lugar, debemos tener en cuenta que, aunque nuestras mentes pudieran estar ocupadas pensando acerca de las necesidades de los niños, y en otras cosas que sirvan de medio para llevar a cabo la obra, aun así, como procuramos solo en Dios estas cosas, solamente lo haríamos exponiéndolas como una necesidad bajo la presencia de nuestro Padre para que las satisfaga; y eso es una bendición y no una injuria para el alma. En tercer lugar, nuestras almas se dan cuenta que, para la gloria de Dios y del beneficio de la iglesia también, es por lo que se nos presentan estos obstáculos y pruebas de fe, y ellas mismas son las que nos llevan siempre a Dios, a pedirle Sus gratuitas provisiones, que nos permitan ser fieles  en este servicio.

En el transcurso del año de 1840, además de la obra con los niños, el Instituto para el Conocimiento de las Escrituras de Mueller tenía también a su exclusivo cargo el mantenimiento de trescientos niños pobres que asistían allí seis veces por semana, además de mantener otras escuelas de Bristol. Mueller programó una de las tardes para dedicarla a una clase para los adultos que no sabían leer ni escribir. Desde que se fundó el ICE en 1834, más de seis mil Biblias habían sido distribuidas, y después de 1840 otros libros también además de la Biblia fueron distribuidos – algunos vendidos, y otros ofrecidos. Este aspecto de la obra de la Fundación de Mueller  todavía se lleva a cabo en nuestros días. En el transcurso del año 1840, también, fueron enviadas ciento y veinte libras para las distintas obras misioneras a través del ICE.
Durante la primavera de 1841, aunque no seriamente enfermo, Mueller sintió necesidad de un cambio de aires. En el momento que se vio con cinco libras en sus manos que le habían sido enviadas para sus gastos lo interpretó como una señal de que debería abandonar Bristol durante un cierto tiempo. Así que salió de viaje para Nailsworth en Gloucestershire y se hospedó en casa de unos amigos.
Pasando la primavera en Nailsworth, comenzó una práctica que jamás abandonaría después en todo el resto de su vida. Hasta ese día había tenido por hábito, después de vestirse por la mañana, de inclinarse para recogerse en oración. Pero mientras se encontraba en Nailsworth pasó a adoptar el punto de vista de que la cosa más importante era concentrarse primero leyendo la Biblia, meditando en el pasaje escogido:

Para que así mi corazón pueda ser consolado, incentivado, avisado, reprendido, instruido; y que por medio de la palabra de Dios, mientras en ella meditamos, mi corazón pueda ser conducido a la comunión efectiva y experimental con el Señor…La primera cosa que yo hacía (por la mañana temprano), después de haberle pedido en pocas palabras al Señor las bendiciones sobre Su preciosa palabra, era,  comenzar a meditar en la Palabra de Dios, procurando, como estaba, dentro de cada versículo obtener la bendición que contenía; no con el propósito de predicar acerca de lo que hubiese meditado; sino con la finalidad de obtener comida para mi alma. El resultado invariable me he dado cuenta de que es, que después de unos pocos minutos mi alma se ve obligada a confesarse, o a dar gracias, o a que haga intercesión, o a orar con súplica; y no como pensaba, que era dedicarme a la oración, sino a meditar, aunque se volvía casi inmediatamente más o menos en una oración…De este modo igualmente he combinado lo esencial al aire libre durante una hora, una hora y media, o dos horas antes del desayuno, andando por el campo, y en el verano sentándome un ratito en las escaleras del jardín, si no tengo ganas de andar. He encontrado muy benéfico para mi salud el pasear así para meditar antes del desayuno, y ahora me doy al hábito de tomar ese tiempo para tal propósito, cuando me encuentro en espacios abiertos, generalmente me llevo un Nuevo Testamento de buena imprenta, que cargo siempre conmigo con esa finalidad, además de mi Biblia: y hallo que puedo pasar mi tiempo de manera muy efectiva al aire libre, lo cual no era el caso anteriormente por la fuerza de mis hábitos…La diferencia, entonces, entre mi anterior práctica y la actual es esta: Anteriormente, cuando me levantaba, comenzaba a orar en cuanto me fuese posible, y normalmente me pasaba todo el tiempo hasta el desayuno en oración, o casi todo el tiempo…Pero ¿cuál era el resultado? Yo generalmente pasaba un cuarto de hora o media hora, o incluso una hora, de rodillas, antes de ser consciente en mí mismo de que había producido consuelo, incentivo, humildad de alma, etc.; y normalmente, después de haber sufrido mucho con distracciones mentales durante los diez primeros minutos, o un cuarto de hora, o incluso media hora, solamente después realmente era que comenzaba a orar. Muy raramente me sucede eso ahora. Porque mi corazón está siendo nutrido con la verdad, siendo atraído hacia una experimental comunión con Dios, hablándole a mi Padre, y a mi Amigo (¡siendo tan vil como soy, y tan indigno de eso!) acerca de las cosas que Me ha puesto delante y acercado en Su preciosa Palabra. Ahora me asombro pensando cómo es que no  he comenzado a hacer todo esto antes.

Los meses del verano en 1841 fueron para los Orfanatos un periodo de continua prosperidad, o como Mueller los definió: ´un continuo manantial del rio de la abundancia de Dios´. En el último periodo de tres años, nunca se había vivido con tanta abundancia en la Calle Wilson. Y no sería la última vez. Pero en los seis meses siguiente de 1841, Mueller apuntó: ´le ha placido al Señor…probar nuestra fe más severamente que nunca, antes desde el comienzo de la obra´. Tenemos un largo y duro invierno por delante.

Verdaderamente, tan afiladas y difíciles fueron las pruebas de nuestra fe durante los seis meses posteriores (hasta septiembre de 1841); tan largas y penosas las jornadas cuando, día tras día, solo diariamente nos llegaban las provisiones, y cuando aun entre una comida y otra, teníamos que buscar al Señor; tan largas las sesiones de oración, y sin embargo la ayuda parecía no llegar; que tan solo se puede atribuir a la especial misericordia del Señor, que la fe de aquellos que estaban colaborando en la obra no se enfriase del todo, que no se hayan desviado de sus obligaciones llevando a cabo la obra del Señor, y que se hubiesen marchado, desesperanzados de la ayuda de Dios, y se volvieran a los hábitos y los principios de este mundo pernicioso…En medio de la prueba, yo estaba plenamente confiado de que el Señor nos extendería Su brazo a Su debido tiempo, y de que, aunque fuese en el último momento, resultó para el beneficio de la Iglesia de Cristo de una manera general, para que la palabra se cumpla en nosotros – “que si somos atribulados, es para vuestra consolación´.

Después del periodo de comparativa plenitud que acabó en septiembre, la situación no se deterioró de repente; es cierto que por la mañana del día 1 de octubre Mueller tuvo de nuevo que apuntar en su diario que no tenía un solo penique en el bolsillo. Pero que la ayuda ya venía de camino. A medio día llegaron 10 chelines con una nota donde estaba escrito: ´Vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de estas cosas. Confiad en el Señor.´ Cinco minutos después Mueller recibió diez libras de una señorita en Irlanda. Al mismo tiempo oyó que tres cajas llenas de artículos provenientes de Telbury venían en camino para ser vendidos para los niños. Dos horas más tarde le entregaron catorce pequeños donativos, que sumaban al total cerca de treinta chelines.
Un mes más tarde, sin embargo, sería rara la vez que llegasen juntas más de diez libras.
Noviembre 23. Ayer entraron cinco chelines para el fondo, los cuales nos han provisto lo necesario para el desayuno en el orfanato de los Niños. Una hermana nos ha enviado también un jamón y algunos guisantes. Ahora pasamos verdaderamente por mucha pobreza. Uno de los trabajadores (un miembro del personal) quiso ofrecer una cena para el orfanato de las Niñas con su propio dinero. En estos momentos de necesidad nos entregaron 17 chelines y 6 peniques de la venta de informes, que era la cantidad recogida de varios meses, pero que nuestro Señor nos entregó solo ahora que más necesitabamos. Además de esto, hemos recibido 2 chelines y 6 peniques más los trabajos de bordados de las niñas. Así que ya tenemos lo suficiente para hoy también. Por la tarde el Señor nos dio una prueba más de Su fidelidad en el amoroso cuidado que nos derrama, ahora que somos tan pobres, a través de una caja que nos ha llegado desde Plymouth conteniendo ropas, pequeñas joyas etc.

Temprano, a la mañana siguiente uno de los artículos en la caja de Plymouth se vendió por una suma suficiente para pagar los gastos del día. En esos días, Mueller tenía reuniones diarias de oración en la Calle Wilson debido a la urgencia de la situación. Cuando él llegó a esta reunión de oración en particular de esta mañana, Mueller oyó que mientras los niños estaban dando un paseo por el campo con sus profesores por la mañana, una pobre mujer se les había acercado y les ofreció dos peniques.
´Es una niñería´, dijo la señora, ´pero tengo mucho gusto en daros estas monedas.´
En el momento que Mueller llegaba a la reunión uno de estos peniques había sido necesario para completar la cantidad requerida para comprar el pan.
Diciembre era el mes en que habitualmente se hacían las reuniones abiertas al público para dar los informes sobre la obra. Pero al final de 1841, los tiempos eran tan inusualmente difíciles, que Mueller decidió suspenderlas para que no se hiciesen críticas, de que se habían preparado para dar conocimiento de la necesidad que enfrentaban; la publicación del Informe Anual también se suspendió por el mismo motivo. Mueller escribió:

¿Qué mejor prueba que esta?, por tanto, podríamos darle a la gente de nuestra dependencia esta puesta solamente en el Dios viviente, y no en reuniones públicas o informes impresos, que en medio de nuestra más profunda pobreza, estamos agradecidos porque en el tiempo que pasamos podíamos darles a conocer nuestras circunstancias, sin embargo, nos quedemos en silencio durante un cierto tiempo más, sin decirles nada…El Señor estaba diciendo a través de estos tiempos de pobreza, ´Ahora descenderé y veré si verdaderamente confían en Mí, y si realmente me procuran solo a Mí.´

Este grado de fe no fue instantáneamente recompensada. Por el contrario, Mueller escribió unos cuantos años después que:

Por todos los periodos que pasé desde que estoy viviendo de esta manera, hasta ese momento, nunca había conocido ningún periodo en el cual la fe hubiese sido puesta a prueba como durante los cuatro meses desde el 12 de diciembre de 1841 hasta el 12 de abril de 1842.

Nunca los niños tuvieron conocimiento de las dificultades ni de las carencias de comida, ropas, o bienes que había a través de todo este periodo. Pero hubo algunos acontecimientos pintorescos. Al medio día del martes 8 de febrero de 1842, había el suficiente alimento en las tres casas para las comidas del día, pero no tenían el dinero suficiente para comprar el pan o la leche para la mañana siguiente; dos de las casas necesitaban carbón. Mueller pensó que nunca habían llegado a ser tan pobres y escribió que si Dios no enviaba nada antes de las nueve del día siguiente, ´Su Nombre se vería deshonrado´. Posteriormente en la tarde llegaron nueve pasteles, enviados de parte de una gentil señora. Incentivado con el donativo –no dudaba que era una prueba– estos tiempos que pasaban, la situación continuaba siendo tan terrible al tiempo de irse para la cama en aquella noche. Las últimas palabras en su diario ese día fueron estas: ´Verdaderamente estamos más pobres que nunca; pero, por gracia, mis ojos no se fijan en las despensas vacías ni en los vacíos bolsillos, sino en las riquezas celestiales del Señor solamente.´
A la mañana siguiente, Mueller se dirigió muy temprano hacia la Calle Wilson para verificar la manera como Dios supliría la necesidad, y se dio cuenta al llegar que entre las siete y las ocho ya había carne suficiente. Un hombre de negocios cristiano había recorrido media milla hacia su lugar de trabajo cuando en sus pensamientos se le ocurrió que los niños de Mueller podrían estar en dificultades. Él decidió, sin embargo, no volverse ahora de su camino, sino que les llevaría algo a las casas en esa misma tarde. Pero, como él mismo le dijo después a Mueller:
´Vi que no podía dar ni un paso más, sintiéndome constreñido como me sentía para venir ahora mismo.´
Dejó tres soberanos en el Orfanato de los Niños. Esta ofrenda, junto con otras pequeñas sumas de dinero, cubrieron las necesidades para dos días.

Por abril de 1842 Mueller y sus colaboradores se encontraban viviendo desde hacía seis meses en severas pruebas en las que semana tras semana, con tan solo tenían pequeños periodos de liberación, los fondos no tenían más que lo necesario. Mueller nunca vaciló en su determinación de que ni él ni ningún miembro de su personal deberían pedirle a nadie fondos. Pero su fe nunca había sido puesta a prueba tan intensamente. ¿Cuánto tiempo más duraría todo esto?
El martes 12 de abril la necesidad nunca había sido tan apremiante: desde el pasado sábado se recibieron menos de 14 chelines en la Calle Wilson. Por la mañana temprano Mueller se arrodilló para orar.
´Señor ten piedad de nosotros! Tú sabes que nosotros desesperadamente necesitamos de alguna comida, algunos pares de zapatos, dinero para reparar los zapatos viejos y para rellenar nuestras despensas, y algún dinero que se necesita para algunas de las colaboradoras en la obra. Te pido por favor que nos mandes buenas sumas de dinero.´
Posteriormente en esa misma mañana llegó un sobre de las Indias Orientales: contenía 100 libras. ´Es imposible´, escribió Mueller, ´describir el gozo en Dios que me dio… yo no cabía en mí de contento y excitación cuando llegó este donativo, porque lo interpreté que vino en respuesta a la oración, que desde hace tanto tiempo procurábamos.´
En el mes de mayo, Mueller pensó que sería correcto publicar un nuevo Informe de las actividades en el Instituto para el Conocimiento de las Escrituras incluyendo, por supuesto, los Orfanatos. El Informe que había sido suspendido cinco meses antes por causa del periodo de prueba.
Durante los previos diecisiete meses el ICE había estado financiando, además de a un centenar de niños en los Orfanatos, un total de otras actividades incluyendo la Escuela de Domingo, la Escuela para Adultos, La Escuela de Día para niños, la circulación de Biblias y libros cristianos y el soporte económico de misioneros en el extranjero. Durante los diecisiete meses hubo muy pocos casos de enfermedad en la Calle Wilson y ninguno de los niños había fallecido. El total de gastos en los Orfanatos habían sido de cerca de 1.337 libras y el total de ingresos un poco más de 1339 libras. La felicidad del Sr. Micawber sería total y completa. (Personaje del romance de Dickens “David Cooperfield”, símbolo del optimismo, siempre confiado en que las cosas cambiarán de repente para mejor, atribuido aquí a Mueller).



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