Afirmados - Fortalecidos - Establecidos Por Dr. E.W. Bullinger
Traducción:
Juan Luis Molina
El
Dios de toda gracia. Su efectivo llamamiento. El padecimiento necesario. La
segura bendición.
“El
Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después
que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme,
fortalezca y establezca. A él sea la gloria y el imperio por los siglos de los
siglos. Amén.”(1ª Pedro 5:10, 11).
Estas
palabras contienen una oración por una bendición especial. Pero para obtenerla
tenemos que fundirnos con el Dios de toda gracia – quien perfecciona todas las
cosas para nosotros. Así, pues, aquí, en este versículo, tenemos cuatro cosas:
(1) El Dios de toda gracia. (2) Su
efectivo llamamiento. (3) El
padecimiento necesario. (4) la
segura bendición.
1. El Dios de toda gracia. Ahora no podremos detenernos demasiado
con este primer punto (si queremos considerar los demás),
puesto que por sí mismas estas palabras ya
son un sujeto – un vasto sujeto. Pues nos quedamos maravillados, llenos de amor
y alabanza en el momento en que comenzamos a considerar “el Dios de toda
gracia”, y contemplamos Su gracia soberana, Su remisiva gracia, Su gracia
salvadora, Su gracia justificante, Su gracia gratuita, Su abundante gracia, Su
sobre excelente gracia: y toda esta gracia intachable es además, gracia
invencible y gracia ilimitada e inmutable. ¡Cuán grande gracia! Toda ella
atesorada en Jesucristo, y solo en él, quien
es, de por sí, el único “lleno de gracia”. Por eso nunca pudo decirse de
cualquier persona mortal lo
que perversamente se imputó de
María, “¡Salve, María, llena de gracia! - Esto
es una perversión de Lucas 1:28, que después continuaron todas las Versiones
Romanizadas. ¡No puede ser! Toda gracia se atesora en Cristo, y solamente en
Cristo, y Él es quien únicamente la mantiene a su entera disposición.
Pasemos
al siguiente punto:
2. Su efectivo llamamiento. “Que nos llamó a su gloria
eterna”, observe que NO dice
que nos esté ahora llamando ¡No! Ni tampoco que pueda venir a llamarnos
algún día, sino que es pasado, - “aquel que nos llamó”. Es un hecho completo en
el pasado, y no es un llamamiento para una gloria temporal, o una gloria
fugaz y transitoria, sino un llamamiento para una gloria de la cual no se sabe
su comienzo, ni se puede conocer su final. Si es verdad que nos llamó, entonces ese Su llamamiento ha
sido para Su gloria eterna.
El día
que reconocemos Su llamamiento, enseguida entonces reconocemos, al mismo
tiempo, experimentalmente, nuestra
absoluta incapacidad para obedecer o responder a Su llamado. Ese es precisamente el motivo
por el cual se dice aquí: “El Dios de toda gracia”.
Cuando
Dios ordena, la primera cosa que descubrimos es nuestra incapacidad para
obedecer; esto es lo que nos llena de ganas de ser salvos y completos - de ser
totalmente revestidos. Cuando Él nos llama, nosotros descubrimos inmediatamente
que somos como Mefi-boset, en 2ª Samuel 9. Y como Mefi-boset, nosotros
también habitábamos en Lo-Debar, un
“lugar sombrío y sin pastos”. No tenemos nada que realmente nos mantenga
o sustente, estamos revestidos de ropas andrajosas, no somos dignos de entrar
en la presencia del Rey ni de estar sentados a Su mesa, y, además, como
Mefi-boset, “lisiados de ambos pies” (vers.13).
Cuando
el Rey David llamó a Mefi-boset, ¿cómo iría a serle posible responder al llamamiento,
si era lisiado de ambos pies? - Sin
embargo, David no le llamó por sus propios méritos que tuviese, o para que se
presentase ante Él por su propio esfuerzo; ¡no! no podía, sino que
enviando a llamarle dijo
indagando primero: “¿Ha quedado alguno de la casa de Saúl, a quien haga yo
misericordia por amor de Jonatán?” (vers.1). “No tengas temor, porque a
la verdad yo hare contigo misericordia por amor de Jonatán tu padre” (vers.
7). Pero una vez más, pregunto, ¿cómo le sería posible obedecer, siendo
como era lisiado de ambos pies? - En el versículo 5 aprendemos que le fue
posible, porque el Rey envió por él, para que pudiese ser traído y
transportado. Pues de igual
manera sucede con nosotros. El propio Señor tiene que ser quien nos transporte,
quien sea primero enviado y quien cargue con nosotros; y además, que sea
responsable enteramente, no solo por nosotros, sino por todos los que así sean
juntamente llamados.
Igual
como le sucedió al hombre paralítico, que tuvo que ser transportado hasta el Señor
Jesucristo en la cama, nos ocurre a nosotros. Y en esa ocasión, está escrito “Jesús, viendo
la fe que tenían”. Generalmente se piensa solo en las cuatro personas
que transportan el lecho en este relato del hombre paralítico. ¿Por qué se piensa inmediata y
universalmente que en este pasaje sean solo cuatro las personas, y no
cinco como realmente son los que intervienen? ¿Por qué se excluye al hombre que
propiamente estaba enfermo? ¿Será que él propio no tenía aquella fe y aquel
deseo de los demás? ¿Cómo iríamos a suponernos que no hubiese sido él mismo a
pedirles apresuradamente a sus amigos que lo llevasen? - Ese tipo de suposiciones, que remarcan
que nosotros la Iglesia somos los cuatro hombres que llevan la cama, y no el
enfermo, nacen todas de la
propia naturaleza del hombre, que pervierte todas las cosas y limita la gracia
de Dios.
¡Sí! Y “Cuando
Jesús vio la fe que tenían” lo que vio fue el deseo de Su propio corazón,
la obra de Sus propias manos. Allá donde se encuentre la gratuita llamada del
Maestro, habrá siempre también Su cuidadoso transporte, y Él propio es quien
lleva al enfermo a la gloria.
¿Quién
nos llamó a Su gloria eterna? ¿Cómo nos llamó? - A través de Jesucristo; así
está escrito. ¡Sí! ¡Es todo por Cristo, con Cristo, a través de Cristo, en
Cristo!
Al
haber sido llamados por Cristo para que experimentemos nuestra identificación
con Él en la gloria de Dios el Padre, hemos sido también consolados con el
hecho de que, al igual que la
Cabeza es, así somos nosotros los miembros del cuerpo de Cristo. De la manera
como el Padre le ve a Él, así mira también a cada uno de Sus miembros. Todos
han sido juntamente glorificados en el propósito de Dios. Pero, al mismo tiempo
que el Espíritu de Jehová les ilumina sus entendimientos, de lo que son en
Cristo, ellos entonces van descubriendo, entre tanto, su corrupta y depravada
condición. Y ahí es entonces cuando claman: “Yo soy un inútil,” “yo soy un ser
muy vil”, “soy una nulidad”. - Sin embargo, la declaración de Sus labios llenos
de gracia es: “Tú eres mi delicia, mi amor, no hay en ti mancha alguna”.
¡Eso es
Gloria! ¿Puedes creerlo? - Solamente Él puede traernos de vuelta a casa con
esta preciosa verdad a través del poder del Espíritu Santo. Es precisamente por
eso que nosotros, como miembros de Su cuerpo, nos damos cuenta de la gloria que
poseemos en y a través de Él.
3. El
Necesario padecimiento. “Después que hayáis padecido
un poco de tiempo”.
¿Hemos
sido llamados a Su gloria eterna? Entonces también hemos sido llamados al
padecimiento. ¿No es verdad que Cristo nos ha legado Su paz (Juan 16:33)? Pues
también es verdad que nos ha legado Su tribulación. Además, ya se nos avisó que
en el mundo tendríamos tribulación. ¿Abundan en nosotros las consolaciones de
Cristo? Entonces es porque también abundan los padecimientos (2ª Corintios
1:5). Pero tenemos este testimonio con respecto a los que así padecen y
consuelan:
“A
fin de que nadie se inquiete por estas tribulaciones; porque vosotros mismos
sabéis que para esto estamos puesto. Porque también estando con vosotros os
predecíamos que íbamos a pasar tribulaciones, como ha acontecido y sabéis.” (1ª Tess.3:3,4).
¿No te
parece provechoso saber esta bendita verdad, para que podamos mantenernos
firmes? ¿No será bueno saber, que no hay dolor o ansiedad o tribulación que no
venga envuelta en toda sabiduría, y sea acompañada por un amor infinito? ¿Has
experimentado alguna vez cualquiera de estas cosas? ¿Qué es lo que has hecho
con ellas? ¿Te ha condenado tu conciencia por haberlas depositado en otros
brazos que no sean los Suyos, en las manos de quien, a través de esas mismas
tribulaciones, te llamó para Sí Mismo? ¡Ojalá que el Señor nos capacite algún
día, para que le entreguemos a Él todas nuestras ansiedades, nuestros cuidados,
nuestros pesares y nuestros peligros! - Solo
Él puede confortarnos, solo Él puede liberarnos a Su tiempo. Por eso mismo
oramos en nuestras reuniones:
“Encomendamos
a Tu bondad Paternal todos aquellos que se hallen en alguna aflicción mental o
corporal, para que te dignes a consolarlos y liberarlos de acuerdo a sus necesidades,
dándoles paciencia bajo sus padecimientos, y un final feliz en todas sus
aflicciones”.
¡Nuestros
corazones responden a ese llamado! ¡Aquí hay verdadera comunión!
“El
Dios de toda gracia que nos ha llamado a Su Gloria eterna por Cristo Jesús,
después que hayáis padecido un poco de tiempo, Él mismo os perfeccione, afirme,
fortalezca y establezca”.
Los
cristianos respiran la consolación que hay en esta oración. Si bien en verdad
hemos sido llamados a Su gloria eterna, también hemos sido llamados a padecer.
Si bien es cierto que fuimos llamados a experimentar la unidad espiritual con
un Cristo resucitado en los lugares celestiales, para que disfrutemos de la
comunión con el Padre, el Hijo y el espíritu santo (Efesios 2:6), también es
verdad que experimentaremos conflictos con espíritus inmundos en los mismos
lugares celestiales (Efesios 6:12).
El
corazón de la gracia y del favor se halla en los escenarios donde haya
conflicto. Esto es lo que sucede como podemos ver en el caso del Señor Jesús
mismo.
“Y
he aquí que vino una voz del Cielo, diciendo, ´Éste es Mi Hijo amado, en el
cual tengo complacencia`. Entonces Jesús fue impulsado para ser tentado en el
desierto por el diablo”.
Podemos
ver también que lo mismo sucedió en la vida de Su siervo Pablo (2ª Corintios
12:1-10). Pablo se hallaba en el tercer cielo, lleno de bendiciones con las
extraordinarias revelaciones que tenía de la gloria eterna, sin embargo le era
necesario padecer por un poco de tiempo, que “un mensajero de Satanás lo
abofeteara”. El era “un
hombre en Cristo”, y sin embargo y al mismo tiempo, era un hombre “abofeteado”
por un mensajero de Satanás. Pero después de haber padecido por un breve
espacio de tiempo, él fue perfeccionado, afirmado, fortalecido y establecido
por estas gratuitas palabras:
“Que
Mi gracia te baste, porque Mi poder se perfecciona en tu debilidad”.
Y ahora
llegamos a…
4. La segura y cierta bendición: “Os perfeccione”.
¿Qué es
lo que entendemos por estas palabras? Es una palabra de comprensión sencilla,
pero está llena de instrucción. Significa ajustar,
poner de nuevo en orden. Entre los griegos era un término técnico de
cirugía para asentar un hueso, y también un término médico para la elaboración
y producción del remedio. También era un término náutico para equipar,
rellenar o reparar un barco. Tenemos sus varios significados, y todos sus
significados son verdaderos en un sentido espiritual, expresados en esta
oración. Esta es la oración que nos dice por
lo qué debemos orar,
y en ella se expresa la obra
de Dios en sustitución de la nuestra.
Los
siguientes registros contienen
algunas de las ocurrencias de la palabra, y en cada una de ellas se ilustra su
propio uso o empleo:
Mateo
4:21 – “Vio a otros dos hermanos… que remendaban las redes”.
Gálatas
6:1 – “Si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois
espirituales restauradle”.
Hebreos
10:5
“…Mas
(Tú, Padre) me preparaste cuerpo”.
1ª
Corintios 1:10 “…Perfectamente unidos”.
¿Quién
es el que podrá remendar nuestras vidas y nuestras redes? ¿Quién podrá
restaurarnos cuando nos hallemos en falta, y podrá preparar nuestros corazones,
juntándonos perfectamente en el mismo sentir que estaba en Cristo Jesús? ¿Quién
sino el Dios de toda gracia? Él propio es Quien también nos afirma. Todo esto
tiene que ver con permanencia.
“Cuando
se cumplió el tiempo en que él había de ser recibido arriba, afirmó su rostro para ir a Jerusalén (Lucas 9:51)
Es
decir, Su propósito se afirmó, fortaleció y estableció, de tal manera que nada
podría hacerle mudar de ideas. “Y el Señor le dijo: `Simón, Simón, he aquí
Satanás os ha pedido (plural) para zarandearos como a trigo, pero yo he rogado
por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos`” (Lucas 22:31, 32). Este es un
relato donde vemos que Pedro está haciendo aquí lo mismo a través del
Espíritu Santo que en nuestro texto. Se hallaba obedeciendo este mismo
mandamiento. ¡Ojalá que estas palabras puedan también afirmarnos a nosotros sus
hermanos ahora! Y que Su mismo ejemplo nos afirme de esa manera, pues aunque
Pedro cayese, y ten por cierto que cayó, su fe sin embargo no se fue abajo;
porque era la fe que operaba Dios en él, y ni hombre alguno ni demonio, ni tan
siquiera los pecados de Pedro o las vacilaciones de Pedro, o las dudas de Pedro
pudieron nunca mermar el brillo hermoso de aquella fe no fundada “en la
sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios” (1ª Corintios 2:5).
La fe de
Pedro tenía muchas conmociones o vacilaciones, pero se hallaba afirmada sobre
la verdad de Su Dios, sobre la persona y obra y justicia de Jesucristo. Una
fe, bien afirmada así por
el “Dios de toda gracia”, es
lo que reconcilia el corazón y
lo atrae para Sus misterios, y
algunas veces a providencias que nos dejan perplejos, y nada puede remover esa
fe de sus cimientos.
Observa
bien que Pedro no dice que
tengamos que llegar a estado alguno de perfección, o que nos afirmemos por la
oración, o por la creencia, o por algún tipo de acto de fe, o acto de rendición
como se denomina comúnmente. ¡No! Sino que Pedro mira al Dios de toda gracia
para que Él sea Quien haga todo en él, y en cada uno de nosotros y por
nosotros.
5. “Fortalecidos”.
¿Por qué
razón tendrían que ser los que estén afirmados en Cristo, también fortalecidos? -Sencillamente, porque, en ellos mismos, casi
siempre son débiles, y generalmente desfallecen y andan cansados. Vea lo que
leemos acerca del fortalecimiento en el caso de Pablo (2ª Corintios 12:5-10).
Pablo no tenía fuerza alguna y era de apariencia insignificante fuera de
Cristo, y sin embargo dice que era “fuerte en el Señor, y en el poder de Su
fuerza” (Efesios 6:10). Él era capaz de hacer todas las cosas a través de
la fuerza que le proporcionaba Cristo (Filipenses 4:13). Él estaba “fortalecido
con todo poder, conforme a la potencia de Su gloria, para toda paciencia y
longanimidad.”(Colosenses 1:11).
Dios,
habiendo ordenado que Su pueblo recibiese fuerzas, asegura esa
fuerza para ellos en el Hijo de Su amor, y la realiza Él mismo dentro
de ellos a través de Su espíritu. Por eso suplican así:
“Confirma
(fortalece), oh Dios, lo que has hecho para nosotros” (Salmos 68:28).
6. “Establecidos.” Establecidos significa plantados,
arraigados como en una fundación. ¡Qué gran bendición es estar plantado y
arraigado en la fe, de tal manera, como para no movernos de la esperanza del
evangelio! (Colosenses 1:23). Es una gran bendición estar reposados sobre el
seguro fundamento de Dios, pero aun mayor bendición es estar establecidos en él
también. Si hemos aprendido algo de este andar establecido espiritualmente
sobre la fundación única que Dios ha depositado en Cristo, sabemos también que ese asentamiento se experimentará
en conexión con padecimiento, afirmación
y fortalecimiento.
Aquellos quienes fueron llamados
por el Dios de toda gracia a Su gloria eterna, y han padecido durante un corto
periodo de tiempo en comunión con un despreciado y repudiado Señor, quienes
únicamente en Cristo son perfectos, son aquellos a quienes está Él
estableciendo, fortaleciendo y afirmando en la fe, en el temor, en la verdad de
Dios, y ellos estarán capacitados para cantar la gloriosa doxología de 1ª Pedro 5:11:
“A Él sea la gloria y el
imperio por los siglos de los siglos. Amén”.
Del
Libro "Escritos Breves de E.W. Bullinger”.
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