APEGADO A TI. Por E.W. Bullinger
Traducción:
Juan Luis Molina
“Está
mi alma apegada a Ti; Tu diestra me ha sostenido” (Salmo 63:8).
El
título de este Salmo (“Un Salmo de David cuando se hallaba en el desierto de
Judea”) nos dice que aun incluso en una tierra como Canaán, que es una tierra
fructífera, había desiertos. Pero aunque David se hallaba en un desierto, no
había desierto alguno dentro de él, porque tenía siempre una viva sed por el
Dios vivo. El Salmo completo es uno de los más hermosos en el Salterio. De este
Salmo se ha dicho que “al igual que el libro entero de Salmos es una ungüento
derramado sobre todo tipo de dolores –un suave remedio que sana todas las
heridas– un bálsamo que quita todas las infecciones – así además hay Salmos que
son imperiales, Salmos que nos llenan de afecto – Salmos universales que se aplican
a todas las necesidades…el espíritu y el alma de todo el libro de Salmos se
concentra en este, el número 63”.
Seguramente
hemos encontrado en ellos descritas las tribulaciones y adversas dificultades a
las que están sujetos los hijos de Dios. David era consciente de que los pasos
de su peregrinaje terrenal estaban llenos de padecimientos; pero en el medio de
sus tinieblas, obstáculos y dudas, él halló un secreto en algo que regocijaba
su corazón, y que le guardaba y protegía de entrar en desesperación. Aunque la
oscura sombra de sus muchas transgresiones le pesaba gravemente sobre su
espíritu, y las nubes de perplejidad le causaban un amargo clamor saliendo de
su corazón, sin embargo en la esperanza, la dulce esperanza, buscaba en la niebla un rayo de luz,
aunque tenue, de celestial satisfacción en Su Dios.
Este
Salmo se divide en dos partes:
Aquellos
que buscan a Dios (vers.1-8):
Y
aquellos que buscan al Siervo de Dios para destruir su alma (vers.9-11).
Los ocho
primeros versículos están divididos en 7 miembros (alternados). Cuatro mostrando
la bondad de Dios y una consecuente resolución, alternando con tres, de los
cuales el propio escritor es el sujeto. Nuestro texto hace parte del último de
estos cuatro – la Bondad y la Resolución.
I. Dios, Dios mío eres Tú.
De madrugada te buscaré
II. Mejor es Tu misericordia que la vida
Mis labios te alabarán.
III. Como de meollo y de grosura será
saciada mi alma.
Y con labios de júbilo te alabará mi boca.
IV. Porque has sido mi socorro.
En la sombra de Tus alas me regocijaré. Está mi alma apegada a Ti.
Ojalá que este Dios de toda
gracia sea nuestro Maestro, y caliente nuestros fríos corazones con Su amor, y
nos regocije con la luz Celestial, mientras estamos considerando la hermosura
de estos versículos.
Tenemos cuatro sujetos, cada uno
de los cuales puede ser descrito por una palabra comenzando con la letra “D”
(en el inglés).
Las Tinieblas (Darkness) de
David, los Deseos, la Determinación, y la Delicia de David.
Las Tinieblas de David
¡Oh, qué maravillosa mina de
verdad experimental! ¡Qué bien concuerda con aquellas Escrituras que describen
las sentidas tribulaciones en el corazón de los hijos de Dios! En sus
sentimientos muy a menudo se hallan estas tribulaciones muy cercanas, y se
cuestionan si verdaderamente Dios las toma en cuenta o no. Pero el clamor, la
ansiedad misma, son la más grande prueba que podemos tener de la aparente lejanía
de Dios que algunas veces sentimos en el
corazón; esto no nos causaría problemas si confiásemos y descansásemos en la verdad
de que Dios está cerca de nosotros en Su Gracia. Es un hecho glorioso de que
ningún obstáculo, ninguna tribulación, ninguna tentación, por fiera y violenta
que sea, ningún camino, ninguna obra, ninguna batalla, por desesperada que sea,
puede hacernos sentir que no tenemos nada que ver con Dios. Muchas veces nos
maravillamos pensando cómo Dios quiere tener algo que ver con tales pecadores indignos
como somos, pero también nos damos cuenta de que Dios sí se ocupa de nuestras
vidas.
El corazón cargado con amargura
se levanta para el cielo, y desea, y clama tras el único objetivo que puede
realmente llenarlo de satisfacción. La experiencia de David en el versículo 1
emerge de este mismo hecho. Él busca ansiosamente a Dios porque no encuentra
refrigerio alguno. La tierra está seca y es árida, las tinieblas eran densas –
“De madrugada te buscaré”. En
el idioma hebreo estas cuatro palabras se expresan en una sola palabra, shah-char, que significa adentrarse, abrir
camino, introducirse a través de. De
ahí que el nombre signifique el
amanecer, la irrupción de la luz, y
el verbo contiene una idea adicional de introducción,
de una búsqueda cuidadosa, o empeñada. En nuestro texto se hallan las dos
ideas juntas. La enseñanza es similar (aunque no con las misma palabras) en el
Salmo 46:5: “Dios la ayudará al clarear la mañana”. ¡Qué gran peso
tienen estas palabras para Israel y para Jerusalén en el futuro, y para las
almas ansiosas de hoy!
En las oscuras y secas noches de
tribulación por las que somos llamados a atravesar, lo único que hacemos es
aguardar que llegue el día. “Mi alma espera a Jehová más que los centinelas
a la mañana, más que los vigilantes a la mañana”. (Salmos 130:6). Así como ciertamente
el hijo de Dios experimenta las tinieblas del Desierto, así ciertamente también
le ayudará Dios, defenderá y consolará con el amanecer de Su aparición. ¡Sí! La
liberación de Dios está muy cerca, “a la mano”. Observe Éxodo 14:24-27. Los
hijos de Israel se hallan en apuros. No saben lo que han de hacer. El enemigo
los está persiguiendo, pero, “a la vigilia de la mañana Jehová miró el
campamento de los egipcios desde la columna de fuego y nube, y trastornó el
campamento de los egipcios”. Jehová procuró la destrucción sobre Sus
enemigos, pero concedió la misericordia y la liberación de Su gente. Los
enemigos de Israel desmayan y son destruidos, mientras que los Redimidos del
Señor entonan canciones de liberación, y regocijo y satisfacción.
Igual sucedió con Ezequías,
cuando Senaquerib, rey de Asiria, envió su carta llena de blasfemias. Ezequías
no reaccionó, no opuso resistencia, sino que subió a la casa del Señor. ¿Cuál
fue el resultado” “y cuando se levantaron por la mañana, he aquí que todo
era cuerpos de muertos” (Isaías 37:36). ¡Oh, esto sí que es bendición!
Después de una larga noche de tinieblas y pesares, aparece el brillo del Sol de
Justicia, con la salvación debajo de Sus alas (Malaquías 4:2).
¿Y por qué David demoró tanto en
ver el poder de Dios? (vers.2). ¡Lo vio hasta que su propio deseo de fortalecimiento
desapareció! La liturgia del Segundo Domingo de Cuaresma (en la iglesia de
Inglaterra) expresa exactamente el pensamiento de David. “Dios Todopoderoso,
que sabes de antemano que no tenemos poder en nosotros para ayudarnos nosotros
mismos, guárdanos tanto externamente en nuestros cuerpos, como internamente en
nuestras almas; para que podamos ser defendidos de todas las adversidades que
nos puedan suceder al cuerpo, y de todos los malos pensamientos que puedan
asaltarnos y herir el corazón, a través de Jesucristo nuestro Señor”. David sabía que su propia fuerza se
perfeccionaba en la debilidad. Él, al igual que Pablo, se gloriaba en sus
debilidades, para que el poder de Cristo pudiese reposar sobre él.
¿Y por qué tardó David tanto
tiempo en ver la gloria de Dios? Porque Dios le puso en evidencia todo su
orgullo, le empañó toda su hermosura, le despojó de toda su presunción de
gloriarse en sí mismo. Porque la misericordia, la bondad y la amabilidad de
Dios eran mejor para él que la propia vida, por eso David llegaría a alabar a
Dios con labios de júbilo. Estas fueron las experiencias de David, expresadas,
no solamente aquí, sino también en el Salmo 119:25, donde dice: “abatida
hasta el polvo está mi alma, vivifícame según Tu palabra”. Con tan firme
fundación como es la Palabra de Jehová, él pudo levantarse y decir: “Tu, que
me has hecho ver muchas angustias y males, volverás a darme vida, y de nuevo me
levantarás de los abismos de la tierra” (Salmo
71:20). La fe de David se mantenía tanto de día como de noche, durante las
tormentas como en los días de sol. Esta es la fe que es digna de tener, una fe
para vivir en ella, y una fe para morir en ella.
El Deseo de David
“Apegada a Ti” – “a Tu diestra”: nada más podía
llenar de satisfacción el corazón de David sino el Dios de David, y ¡Oh, cuan
maravillosa misericordia, tenía Dios por su corazón! Aunque no se diese cuenta
de ella como debía. Esta es la esencia de la verdadera fe; se halla toda por
entero en una sola Persona. Esta es la esencia del Evangelio. El Evangelio de
Dios es concerniente a Su Hijo – “Un Salvador, Cristo el Señor”. “Para que seáis testimonios de
Mí”. Esta, repito, es la obra de la gracia. Todo lo demás es solamente
religión, y la vemos a nuestro alrededor por todas partes y a cada paso que
damos. ¿Qué es el hombre y que es lo que tiene (el hombre no regenerado en sí
mismo)? Placeres, fama, reputación, poder, riquezas, un nombre en el mundo. El
hombre tendrá todo y nada sin Dios. ¡Así piensa también el hombre religioso! El
podrá tener su creencia, su secta, sus credenciales, sus responsabilidades, su
celo y su empeño, pero si no tiene a Cristo se perderá sin remedio
alguno, aunque tenga todo
su aparatosidad y todos los moldes y ceremonias de la religión. ¿De qué sirven
todas esas cosas al corazón, sin un conocimiento de Dios en Cristo Jesús como
Señor? Absolutamente nada, sino solo pura decepción y desilusión.
Así que con el verdadero cristiano,
la tentación se halla siempre en añadirle alguna cosa a Cristo, como si no
fuese suficiente por sí, o en sustituir alguna cosa por Cristo como si Él no
fuese necesario, en vez de ser Cristo Todo en todos. Se nos dice que busquemos
“las bendiciones”. Pero las bendiciones sin Cristo no son sino fardos
que nuestra pobre, orgullosa naturaleza no pueden cargar. ¡No señor! Si Cristo
es nuestro único objetivo, entonces tenemos al Bendito con nosotros, con todas
Sus Bendiciones con Él, haciendo que ellas abunden en nosotros para nuestro
beneficio y para Su gloria. Se nos dice que reposásemos sobre las muchas “preciosas
y grandísimas promesas”; pero las promesas sin el Fiel
Promisor para hacerlas efectivas en nuestra experiencia, no son sino palabras
vacías – palabras inútiles que hacen que nuestro corazón se duela con
insatisfactorias esperas. “Para que llegue a CONOCERLE” esa fue la
oración del Apóstol. “Para que pueda llegar a CONOCERLE” ese será
siempre el deseo y la oración de todo aquel hijo de Dios que sea por el
Espíritu enseñado. Sí, enseñado por el Espíritu; porque observe el primer
versículo del Salmo, “Mi alma tiene sed de Ti”. Ahora compare esto con
el Salmo 65:9, “Visitas la tierra y la riegas”; pero vea también la
traducción al margen (en la versión inglesa) “Apegado a Ti, me hiciste
desear la lluvia de tu conocimiento.” Y
esto nos lleva a…
La Determinación de David
“Mi alma
está apegada a Ti”. La palabra original es dah-vak, que significa literalmente aferrada, adherida (como con pegamento). “Mis
huesos se han pegado a mi carne” (Salmo 102:5). “Me he apegado a Tus
testimonios” (Salmo 119:31). “La lengua del niño de pecho se pegó a su
paladar por la sed” (Lamentaciones 4:4). Booz dijo así: “Y aquí estarás junto a mis criadas” (Rut 2:8). La palabra dai-vak aparece en Proverbios 18:24, “Hay
amigo hay más unido que un hermano”. David quiere decir, por tanto, que
estaba apegado al Señor, no cercano o distante, sino junto y adherido a Él, él
estaba fundido con Él.
Existen todas las condiciones
para que el hijo de Dios haga esto: un mundo en enemistad con Él; el diablo en
constante guerra con Él; un corazón depravado que no puede creer en Él; un
cobarde orgullo propio que no puede conocerle a Él; pero la carne es débil, y
la lengua mentirosa, y la habilidad es escasa. Podríamos vivir una vida de
alabanza al Dios de todas nuestras misericordias, pero no podemos hacer las
cosas que deberíamos. Nosotros deseamos que el amor arda más fervientemente,
pero vemos que las llamas no tienen la fuerza que desearíamos. Es un apegarse a
Dios; es nuestra determinación. Es nuestro “mantenernos remando contra la marea”,
pero Jesucristo se halla sobre el monte de la intercesión, y muy próximamente
Él vendrá y bendecirá Sus miembros apegados con Su propia presencia, con el
pleno regocijo de la paz y quietud que Él ahora solo les imparte por medida. Y
finalmente, llegamos a…
La Delicia
de David
“Tu diestra me ha sostenido”. Esto se halla muy próximamente
conectado con la otra experiencia, ¿por qué permanecemos adheridos al Señor?
Porque el Señor se adhiere nosotros, y nos sostiene. Tenemos la misma palabra
en Génesis 2:24. “Dejará el hombre a su madre y a su padre y se UNIRÁ a su
mujer”. El comentario que el Espíritu Santo hace sobre esto se encuentra en
Efesios 5:32. “Grande es este misterio, mas yo digo esto respecto de Cristo
y de la Iglesia”. Así que no
somos, entonces, nosotros los que nos unimos a Cristo, sino que Cristo es quien
se une a nosotros. “Tu diestra me ha sostenido”. Este es el secreto de
la determinación de David uniéndose al Señor. Si no fuera por la invisible mano
de Jehová, nunca se hubiese producido esa apegada unidad.
Ahora se explica todo. Ahora
comprendemos el deseo de David. El mundo no comprende estas benditas realidades
espirituales. El mundo representa al pobre que busca y halla a Dios, como una
débil mujer luchando en el océano, e intentando alcanzar una fría roca sin
vida, y estando en peligro de ser arrastrada por la siguiente ola. El Espíritu
Santo de Dios aquí la representa como un pobre y débil vaso de hecho, ¡pero
sostenida por el abrazo amoroso del mismísimo Dios viviente! ¡Oh qué gran
diferencia hay entre la imaginación del hombre y la revelación de Dios! Aquí
tenemos la delicia de David. ¡Ni la sutileza de Satanás, ni la crueldad de
Saúl, ni sus propias debilidades, ni todas estas cosas juntas tienen suficiente
fuerza para deshacer esta unidad con Cristo! La fusión del espíritu de David se
debía a la obra del Amigo que se mantiene más próximo que un hermano, era la
unidad del Ser Único Celestial Mismo. Una fusión que ha hecho el Señor es
completamente imposible que la deshaga el diablo.
Pero tenemos más cosas en esta “mano
derecha del Señor”. Es
una bella figura. “La diestra del Señor hace
proezas…es sublime…hace valentías” (Salmos
118:15, 16). Este es el Señor que, habiendo salvado a Su gente de sus pecados,
ahora vive para siempre para hacer intercesión por ellos, y a la diestra de
Dios está rogando para liberarlos de todas las tribulaciones, obstáculos y
tentaciones. David sabía todo esto. A eso se debe su oración, “Para que se
libren Tus amados, salva con Tu diestra, óyeme” (Salmo 60:5). Así como la
salvación se cumplió por el Señor Jesús, así también se aplica por el Espíritu
Santo; ¡y qué grande misericordia hay en conocer que todos nuestros deseos,
todos nuestro regocijos, están en la mano derecha de nuestro resucitado y
exaltado Salvador! Bendecidos con el conocimiento de esto, el redimido del
Señor bien puede decir: “Cantad a Jehová cántico nuevo, porque ha hecho
maravillas; Su diestra lo ha salvado” (Salmos 98:1).
Aquel que triunfó sobre todos
nuestros enemigos nos protegerá y defenderá de ellos hasta que nuestras vidas
terminen. Pero nos enseñará a bendecir y alabarle a Él por Su gracia, Su bondad
amorosa, y Su amable gentileza, como hizo el dulce cantor de Israel: “Me
diste asimismo el escudo de Tu salvación; Tu diestra me sustentó, y Tu
benignidad me ha engrandecido” (Salmos 18:35). Bien podemos nosotros,
pobres, llenos de dudas, temerosos, temblorosos, cuyo clamor diario es: “Sostenme,
y seré salvo” (Salmo 119:117), aplicar y alimentarnos en estas preciosas
promesas para nuestro consuelo espiritual y refrigerio. “No temas, porque Yo
estoy contigo; no desmayes, porque Yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te
ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de Mi justicia.” (Isaías
41:10).
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