Fragmento del libro “Las Epístolas a la Iglesia” Por E. W. Bullinger
Trad.
Castellana Juan Luis Molina
Notas preliminares.
Por Peter Wade
Esta
clásica y escolar obra merece una amplia circulación entre la gente de Dios,
especialmente entre aquellos que aman la palabra de Dios y están hambrientos de
una verdad más profunda.
“Las
Epístolas a la Iglesia” por E.W. Bullinger, fueron publicadas por primera vez
en forma de libro en 1902 sacado de una serie de artículos escritos en 1898.
Nuestro texto ha sido retirado de la segunda edición, publicada en 1905 (fueron
incorporadas pequeñas notas de pie de calce en el texto y referencias bíblicas también
fueron modernizadas).
El
presente trabajo parece haber sido puesto en un segundo plano con respecto a “Los
Fundamentos de la Verdad Dispensacional”, que se publicó póstumamente en 1911.
Aunque es cierto que el Dr. Bullinger modificó su enseñanza sobre el orden
cronológico, al mismo tiempo y citando partes del volumen presente declaró que
“para nosotros hoy en día….es más importante el orden canónico” (pág. 82,
tercera edición). Un poco antes, en la misma página escribió: “No es que un
orden sea correcto y que el otro esté equivocado. Sino que ambos son ciertos;
ninguno está errado. Ambos son importantes, pero no de igual manera…” La misma
posición mantiene en Cómo Disfrutar la Biblia (1907), y esto se repite en la “Companion
Bible”, justo antes del libro de Romanos y del Apéndice, 192. Todavía no he
llegado a encontrar ninguna declaración entre sus escritos donde relegase la
importancia a la enseñanza experimental del orden canónico de las epístolas a
las siete iglesias.
He
hallado mucha luz en el orden divino enfatizado en su obra, y estando ahora
preparando el tema para una publicación electrónica, yo estoy convencido de lo
oportuno que será para las nuevas generaciones de estudiantes bíblicos.
Estoy
seguro que esta re-publicación incentivará a los estudiantes el estudio de las
epístolas a la iglesia de nuevo, el “curso completo que comenzará y acabará la
educación del cristiano; un currículo que contiene todo lo necesario para la
postura del cristiano en su andar; aquella ‘toda verdad´ en la cual el Espíritu
le guía”.
Las Epístolas a la Iglesia
Introducción
Cuando
el Apóstol Pablo predicó las buenas nuevas concernientes a Cristo y a Su
Iglesia, en Éfeso, su ministerio continuó en Asia por el espacio de dos años
(Hechos 19:10). Leemos que la Palabra de Dios en ese tiempo creció mucho en
número y prevaleció, y que “todos los que habitaban en Asia habían oído la
palabra del Señor Jesús”. Y sin embargo, al cierre de su ministerio, y de su
vida, escribiendo su última Epístola a Timoteo, le dice “Porque yo ya estoy
para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano” (2ª Timoteo
1:15): “Ya sabes esto, que me abandonaron todos los que están en Asia”.
¡Por todas partes, escuchamos, hoy en día, que debemos volver a los tres primeros
siglos para encontrar la pureza de fe y la adoración de la iglesia primitiva! Pero
está claro por esta comparación de Hechos 19:10 y 2ª Timoteo 1:15, que no
podemos regresar ni al primer siglo. ¡No señor! ¡Ni tan siquiera al tiempo que
duró la vida del Apóstol! Este abandono no podría ser meramente personal; sino
que tiene que incluir también el olvido de su enseñanza. Porque en capítulo 2,
vers.18, habla de aquellos “que se desviaron de la verdad”. En el cap. 3,
vers.8, habla de que “resisten a la verdad”. En el cap.4, vers.4, habla de
aquellos que “apartarán de la verdad el oído” y se “volverán a las fábulas”.
Había sido, sin duda alguna, de la verdad y de la enseñanza que Pablo predicaba
de la que todos se apartaron. Fue este abandono de la verdad que había sido
enseñada a través del Espíritu Santo por Pablo, especialmente como está
contenida en la Epístola a los efesios, lo que llevó necesariamente:
(1) A la pérdida de la enseñanza del Misterio; la
verdad concerniente al Cuerpo único de Cristo. El efecto que eso causó fue
inducir en error todo lo eclesiástico y dar lugar a todas las varias y
diferentes “Corporaciones”, así denominadas, con todas las consecuentes
divisiones y cismas de la iglesia. ¡En vez de reconocer “el Cuerpo Único” que
Dios había hecho, los hombres se dedicaron a producir sus propias
“Corporaciones” y “Sectas”! y junto con esta confusión eclesiástica viene la
pérdida de la verdad en cuanto a la perfecta posición en Cristo habiendo muerto
y sido levantado en Él.
(2) A seguir, después de esto, se abandonó la
verdad del prometido retorno del Señor del Cielo; y de la resurrección, como
única bendita esperanza de la iglesia. Otras esperanzas, o mejor dicho otros
miedos ocuparon su sitio, y la “muerte y el juicio” tomaron entonces el lugar de
esa esperanza perdida. Una vez perdida la verdad de lo que Dios había hecho en
Cristo en nosotros, y el gozo en cuanto a nuestra posición así otorgada,
procurando aquella bendita esperanza, la preparación para la muerte y el juicio
fue lo que necesariamente resultó, y por tanto:
(3) La siguiente cosa a
desaparecer fue la verdad en cuanto a lo que Dios había hecho para estar en
Cristo; y se perdió la “justificación por fe” y por la sola gracia. En aquel
entonces se abrió el camino para la introducción en la iglesia de todo tipo de
errores: y se introdujo igual que un diluvio, con toda la corrupción y
superstición que resultaron en los siglos que se conocen con la significativa
descripción de “la edad de las tinieblas”. Todo el mundo se halla familiarizado
con el término, y con el hecho. Pero ¿Cuándo se dio la edad de las tinieblas?
¿Cómo sucedió? No apareció súbitamente por acontecimientos externos. Debe haber
algunas causas, algo que lo originó y lo hizo posible. La corrupción fue
histórica. Las iglesias Orientales hoy en día se encuentran en una oscuridad
similar. Y las iglesias Occidentales, donde la Reforma no la removió, están en
las mismas tinieblas. La Reforma en sí misma,-- ¿qué otra cosa fue, sino el
comienzo de una recuperación de esas grandes verdades?
El
hecho remarcable es que la recuperación de estas verdades fue teniendo lugar en
el orden inverso del que fueron perdidas. La Justificación por gracia a través
de la fe fue la primera gran verdad recuperada en la Reforma. Esta fue la
verdad sobre la cual se entabló aquella batalla y fue vencida, aunque la
victoria estaba lejos de ser total y completa. Pues no fue hasta el siglo
diecinueve que el retorno del Señor pasó a ser nuevamente la bendita esperanza
de Su iglesia. En los años posteriores el tema ha pasado a ser más y más
precioso para un número más grande de personas. Pero esta gran y “bendita
esperanza” todavía no se ha aprendido, porque debería ser el resultado natural
de la verdad recibida y afirmada, en vez de ser tratada como un tema
independiente artificialmente producido. Debe provenir del corazón a la vida, y
no meramente sostenida y retenida en el pensamiento, si queremos que produzca
los benditos resultados vistos en la Iglesia de los Tesalonicenses. Debe ser
aprendida experimentalmente como una vital y esencial parte de nuestra posición
como cristianos, y no estudiada como si fuera un asunto extra, para que de los
frutos Tesalonicenses. Es por eso que vemos más frecuentemente a la profecía
ser tomada como un estudio, en vez de como el resultado de esperar por el Hijo
de Dios desde el Cielo.
La
última de las tres verdades a ser recuperada es la verdad que se enseña en
Efesios; y es solamente en nuestro propio día que encontramos algún real
sentido de la pérdida, sin que ningún verdadero esfuerzo se haga para
recuperarla. La verdad del Misterio, una vez que fue la primera que se perdió,
nos parece que, ha de ser la última a recuperarse. Es con la esperanza de hacer
algo por recuperar esta verdad que han sido escritas estas páginas sobre las
Epístolas a la Iglesia. Ojalá que Dios las emplee para traer de vuelta las
verdades vitales a su lugar apropiado, que el poder que tienen pueda ser
sentido en los corazones y ser visto incrementándose en las vidas de un gran
número de los miembros del Cuerpo de Cristo.
La
causa de toda la confusión circundante es que miles de aquellos que profesan
ser cristianos saben muy poco o nada de estas Epístolas a la Iglesia. En
ninguna otra profesión podrán introducirse si no están capacitados para pasar
un examen satisfactorio en los libros de texto establecidos para ese propósito.
No hay ninguna posición en la vida que alguien pueda aplicarse sin que se le
pregunte cuánto conoce acerca de sus deberes y responsabilidades. Pero la
“profesión” Cristiana se trata de una manera muy diferente, y como un asunto
diferente. Cualquiera puede emprender esa labor, y al mismo tiempo ser
totalmente ignorante de estas Epístolas a la Iglesia: -- “! El Credo, la
oración del Señor, y los Diez Mandamientos” se consideran como suficientes para
la posición y profesión Cristiana!
Por
eso se da la casi total negligencia de estas Epístolas. Los cuatro Evangelios y
el Sermón de la Montaña se toman como si fueran la esencia de la Cristiandad,
en vez de las Epístolas dirigidas especialmente a la Iglesia. Por eso sucede la
gran ignorancia del cristiano en cuanto a todo lo que Dios ha hecho en Cristo
para Su Gente, y todo lo que ha hecho para ellos en Él. Al no comprender su
posición en Cristo, y la plenitud y perfección que tienen en Él,
son fácilmente llevados al error en cuanto a su estado y su andar.
Muchos, de los que la conocen saben que son justificados por gracia, y procuran
sin embargo ser santificados por las obras.
Nada
que no sea el pleno conocimiento de lo que se nos ha revelado para nuestra
instrucción en estas Epístolas a la Iglesia nos libertará de manera efectiva de
todas las novedosas doctrinas y escuelas de pensamientos que se introducen en
nuestro medio. Ojalá que la gran Cabeza de la Iglesia, tome para si este
esfuerzo, y lo emplee y bendiga para librar a muchos de todos los variables
vientos de doctrinas, y los edifique en su más santa fe.
La Importancia de los Dos
Ordenes que Tienen
Es
un atentado muy serio el que se hace contra la Inspiración cuando la
importancia de una parte de Escritura se sobrepone por encima de otra. Esto reduce
a la Biblia a la posición de un libro cualquiera, y prácticamente niega que la
totalidad esté compuesta de “las palabras que el Espíritu Santo enseña”. Esto
se hace hoy en día cuando, de acuerdo a la nueva Escuela Ritschilian, las
Enseñanzas de Jesús se sobreponen a las Enseñanzas del Espíritu Santo a través
de Pablo, como si hubiese una rivalidad entre las dos.
Las
palabras de Cristo, y las palabras de Pablo son iguales en cuanto a peso e
importancia, sobre todo porque ambas fueron registradas y se nos dieron por el
mismo Espíritu Santo, y son por tanto iguales en autoridad. Esa autoridad es
Divina: y no se puede hacer diferencia entre ellas sin pervertir la esencia
misma de Inspiración.
Está
claro que hay una diferencia. Pero esa diferencia surge por no saber dividir
correctamente la palabra de Verdad en cuanto a las varias Dispensaciones de las
cuales se trate. Lo que dijo Él en la tierra es necesariamente de lo más
importante para nosotros dispensacionalmente, para mostrarnos cómo, a través de
Su repudio que recibió de parte de Su pueblo Israel, “la salvación de Dios se
envió a los Gentiles” (Hechos 28:28). Pero esta enseñanza le fue dada a
personas especiales bajo especiales circunstancias, y debe ser interpretada y
aplicada apropiadamente.
No
fue diseñada como un compendio de instrucciones para la Iglesia de Dios, porque
la Iglesia no había sido todavía formada, y, de hecho, las iglesias a las
cuales fueron dirigidas las Epístolas no tenían en ese tiempo los cuatro
Evangelios como los poseemos nosotros. Todo lo contrario, por eso Cristo dijo
expresamente:”Muchas cosas tengo que deciros, pero todavía no las podéis
sobrellevar. Pero cuando Él, el Espíritu de verdad, venga, Él os guiará a toda
la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que
oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. Él me glorificará, porque
tomará de lo mío y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío, y os lo
hará saber” (Juan 16:12-15).
¿Podremos preguntarnos Cómo, Cuándo, y Dónde fue cumplida
esta promesa y profecía? ¿Se referirá esta promesa a nosotros solamente como
individuos, y a una subjetiva comunicación personal del Espíritu Santo para
cada uno individualmente? (1ª nota de calce) ¿O, tenemos que
procurar por la realización formal y especial de las palabras del Señor? ¿Qué
quiere decir a través de “toda la verdad”, a la cual el Espíritu Santo iba a
guiar a la Iglesia? ¿Dónde están “las cosas de Cristo” que Él iba a
mostrarnos? Eso significaría que el Espíritu Santo le muestra una verdad a
una persona y otra diferente a otra persona, y estas son tan diferentes entre
sí, que aquellos que las reciben se debaten entre sí luchando en cuanto a cuál
de ellas es la verdad. ¡No puede ser! ¿Dónde entonces tenemos que
procurar esta prometida enseñanza especial y guía? Sin duda alguna, cuando
tomamos estas palabras de Cristo, en conexión con Su último siete veces
repetido anuncio desde la gloria, tenemos que procurar por algún cumplimiento
específico de tal promesa como esta. Todas estas partes de la promesa, “Él os
guiará… Él os dirá… Él os hará saber…” etc; son muy precisas, y deben con toda
seguridad tener un papel específico en alguna definitiva enseñanza del Espíritu
especialmente dirigida a “las iglesias” como tal, y no meramente a las experiencias
individuales.
¿Dónde entonces debemos procurar todo esto, sino en
las epístolas dirigidas a las iglesias, como tales, por el Espíritu Santo?
¿Cuántas fueron las iglesias a las cuales se dirigen? ¿Cuántos estudiantes
Bíblicos hay que puedan decir cuántas son? ¡Hasta ahora nosotros no hemos
encontrado ninguno que pudiera hacerlo! ¡Cuán solemne comentario es este hecho
para manifestar la indiferencia universal por los últimos avisos del
Señor! Fueron siete las iglesias así dirigidas por el Espíritu Santo, siendo
que siete es el número de la perfección espiritual. (Hubo nueve epístolas así
dirigidas al total, siendo que dos se dirigieron a la Iglesia en Corinto, y
otras dos a “la Iglesia de los Tesalonicenses”. Y nueve es el cuadrado [o
plenitud] de la perfección Divina: tres por tres (3 x 3).
¿No
será de señalar que el Espíritu Santo se haya dirigido a siete iglesias y no a
más: exactamente las mismas en número como las que dirigió el Señor mismo
posteriormente desde la gloria? Las siete epístolas del Espíritu Santo a través
de Pablo ya habían sido escritas y leídas, y repudiadas y prácticamente
olvidadas, cuando Cristo envió Sus propias siete a aquellas siete iglesias en
Apocalipsis capítulos dos y tres. Esto se hace evidente cuando comparamos Hechos
19:10 con 2ª Timoteo 1:15. Muchos son los que nos dicen que regresemos a los
primeros tres siglos para que podamos encontrar la primitiva Cristiandad en
toda su pureza. Pero estas Escrituras muestran todo lo contrario, que no
podemos ir ni tan siquiera al primer siglo. Los únicos sucesores que el Apóstol
conoció eran como “lobos rapaces” (Hechos 20:29).
Las
siete Iglesias a las cuales el Espíritu Santo dirige Sus epístolas a través de
Pablo son Romanos, Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, y
Tesalonicenses. (Las demás epístolas son “Generales” (Juan), o son dirigidas a
los “Hebreos”, o a “la Dispersión” (Pedro), o a individuos (Timoteo, Tito,
Filemón, y 2ª Juan.)
En
estas epístolas tenemos la corporación perfecta de las enseñanzas del Espíritu
para las iglesias. En estas cartas se contiene “toda la verdad,” a la cual el
Espíritu de Verdad iría a “guiarnos”, ¿Dónde tendríamos que procurar “toda esta
verdad”, si no fuese en ellas? Estas epístolas contienen las cosas de las
cuales Cristo no podía hablar en la tierra, porque entonces no era el tiempo
para tales enseñanzas. Estas epístolas contienen las “cosas de
Cristo” que el Espíritu iría a tomar de Él, y nos mostraría. ¿Dónde más
podríamos procurar el cumplimiento de la misión del Espíritu como gran Maestro,
si no aquí?
No
solo el número de las epístolas es perfecto, sino que su orden también es
perfecto. El orden en el cual nos han llegado y sus contenidos son
incuestionables. Pero ¿Cuál es el orden que tienen? ¿Es cronológico? ¡No! El
hombre es perito en colocarlas de acuerdo al tiempo cuando él piensa que fueron
escritas, pero Dios no las puso así. De hecho, parece que las dispuso
especialmente de esa manera desde hace mucho tiempo, y que ha impedido todos
los atentados para no ser así arregladas, al poner las Epístolas a los
Tesalonicenses al final de todas, aunque fuesen las primeras que se
escribieron. La cuestión, por tanto, está asentada para nosotros, y tan
decisivamente como para llamarnos la atención para algún motivo añadido, del
por qué este orden en el cual el Espíritu Santo las ha presentado así para
nuestro aprendizaje.
En
todos los cientos de manuscritos Griegos del Nuevo Testamento, el orden de
estas siete Epístolas dirigidas a las iglesias es exactamente el mismo. Hemos
examinado los cinco más antiguos en existencia, esto es, el Código Vaticanus
(Siglo 4º), el Código Sinaiticus (Siglo 4º), el Código Alexandrinus (Siglo 5º),
y el Código Bezae (Siglo 5º o 6º). El orden general de los libros del Nuevo
Testamento tiene la forma de grupos, es decir, (1) los Cuatro Evangelios, (2)
los Hechos, (3) Las Epístolas Generales, (4) las Epístolas Paulinas, y (5) el
Apocalipsis. Pero al mismo tiempo que el orden de estos cinco grupos es
variable en algunos Manuscritos, y las Epístolas Paulinas varíen en su posición
con respecto a los demás cuatro grupos, y mientras que las Epístolas Paulinas
varíen también en su orden (por ejemplo, Hebreos en algunos casos viene a
seguir a Tesalonicenses), sin embargo, el orden de estas siete dirigidas a las
iglesias nunca varía. Y, posteriormente, aunque los cuatro Evangelios varíen en
su orden (incluso en los cinco Manuscritos más antiguos), estas siete epístolas
nunca se nos dan en otro orden que aquel en el cual nos han llegado a nosotros,
y son dados en nuestra Biblia castellana.
Este
orden por tanto debe presentarnos la línea de estudio señalada para las
iglesias por el Espíritu Santo: un curso completo que debe iniciar y acabar la
educación del Cristiano: un currículo que contiene todo lo necesario para el
estatuto y andar cristiano: aquella “toda verdad” en la cual el Espíritu le
guía. Si él ignora esto, tiene por obligación que estar equivocado, y tener un
vivo deseo por oír a cada nuevo maestro que se levante. No tiene fundamento
alguno donde basarse, ninguna ancla sobre la que pueda depender. Se halla
expuesto a “todo viento de doctrina” contra los cuales no tiene protección. ¡Será
zarandeado por cualquier “nueva moda” o enseñanza que vaya apareciendo de vez
en cuando, porque no tiene un estándar por el cual pueda probarlas! ¿Cómo
podría no ser así, si al cristiano no se le enseña ni se le llama la atención
sobre aquellas cosas que se escribieron para su instrucción?
Cada
una de las palabras de la Escritura es para él y para su aprendizaje, pero no
toda palabra está dirigida para él. Sin embargo, estas Epístolas se refieren
completamente a él y acerca de la posición tan especial en que él se encuentra
con referencia a los judíos y a los gentiles; la vieja creación y la nueva; la
carne y el espíritu, y todos los variados fenómenos que él encuentra en su
experiencia.
Pero
ahora veamos, en conexión con el orden en el cual estas siete epístolas nos han
llegado, su división en tres y cuatro: el por qué deben tener esta
división.
Esa
razón la encontramos en el hecho de que tres de estas epístolas se mantienen
distintas de todas las demás al tener un tratado distinto al de las epístolas;
y contienen mucho más asuntos de doctrina que las que son epistolares. Esto lo
veremos claramente cuando lleguemos a ver posteriormente su estructura, con la
cual se exhibe el contenido que tiene cada una. Estas tres epístolas son
Romanos, Efesios, y Tesalonicenses. Y las cuatro se sitúan entre estas tres en
dos pares, conteniendo cada par respectivamente un “Redargüir” y una
“Corrección” en contraste con las otras que contienen “Doctrina e Instrucción”
(de acuerdo a 2ª Timoteo 3:16):
A. |
Romanos (Doctrina e Instrucción. B. | Corintios (Redarguye). C | Gálatas
(Corrección. A. | Efesios (Doctrina e Instrucción). B. | Filipenses
(Redarguye). C.| Colosenses (Corrección). A.| Tesalonicenses (Doctrina e
Instrucción.)
(2ª
nota de calce) Debemos dejar la inter-relación de estas epístolas para
nuestro próximo capítulo, y entonces las veremos como una totalidad, y en
relación y contraste de cada una con la otra, nos propondremos considerar cada
una de ellas a la luz de la totalidad, y en detalle, una vez que tal detalle
esta sugerido y puesto a través de la relación tan especial de cada una con la
totalidad. Hay un hecho que de todas formas tenemos ahora que observar, y es la
razón de por qué Tesalonicenses, que fue escrita antes que las demás, se pone
la última de todas.
Podemos
estar seguros que el orden es perfecto, y que la razón es Divina. Las Epístolas
a “la Iglesia de los Tesalonicenses” son las epístolas en las cuales la
revelación especial se da concerniente a la venida de nuevo del Señor Jesús. Si
tenemos “oídos para oír” este hecho nos dice a nosotros, y dice a todos: --
(¡Atención!) ¡Es inútil enseñarle a los cristianos las verdades asociadas con
la venida del Señor, hasta que puedan aprender las verdades que hay en las
demás epístolas! ¡Hasta que sepan y entiendan qué es lo que Dios ha hecho en
ellos en Cristo, y qué es lo que Cristo produce en ellos, no hay espacio en
ellos para las verdades concernientes a Su retorno desde el cielo! ¡Hasta que
no hayan aprendido las enseñanzas en cuanto a su posición y a su andar, estarán
ocupándose con ellos mismos, y no serán provechosas las verdades que se
conectan con la venida del Señor de nuevo!
Cuán
importante es, por tanto, que nos empeñemos en dar preeminencia a lo “que el Espíritu
le dijo a las iglesias”, y darle gracias a Dios para que nos abra los oídos,
mientras le oramos que, sean alumbrados los ojos de nuestro entendimiento,
porque así podremos ver lo que se nos haya escrito y ofrecido y enviado para
nuestro aprendizaje.
Notas
de calce: (1ª) si esta guía no es individual, ni puede ser colectiva, o
encontrar su cumplimiento en la Iglesia de Dios en su totalidad. Un punto de
vista errado de estas palabras ha llevado a los meros eclesiásticos a ver en
estas palabras el mito ficticio denominado “la inspiración de la Iglesia” (vea
el artículo en los Tiempos Expuestos, de Octubre, 1898, en el cual se afirma
esto mismo). La dificultad con respecto a la Iglesia de Roma se remueve de una
vez, y es evadida por mantener que aquella “moral inspiración” debe preceder y
ser el fundamento de la “inspiración doctrinal”, y esta “inspiración moral” se
ve “en todo aquel gran cuidado por los pobres, en todo lo que nutra simpatía
por el sufrimiento, todo aquel más profundo horror de sangre derramada, en toda
aquella más grande pureza de vida, en todo aquel más profundo sentimiento de
pecado, en todo aquel verdadero amor de sencillez, inefable bondad, etc., etc.,
¡Y esta es la Teología popular del día presente sustituida por la Cristiandad
por la cual “la fe cristiana” (en vez de ser la revelación del Espíritu Santo
en estas siete epístolas) tiene por su llamativo destaque el “poder de asimilar
por sí mima el avanzado conocimiento de la raza humana”!
(2ª)
Hay una posterior y diferente división de las siete epístolas en cuatro y tres.
Una dentro de la otra. Nosotros creemos que aquella que hemos hecho
anteriormente es la verdadera y la única para nuestra instrucción. Pero hay
otra más técnica, la cual entrelaza y realza su perfección. Cuatro de las siete
iglesias se hallaban en lo que pasó a ser la mitad Oeste del Imperio Romano
(ahora denominado Europa); y tres estaban en lo que pasó a ser la mitad
Oriental (ahora denominada Asia). Y cada una corresponde con la otra, Oeste con
Oeste y Oriente con Oriente, de la siguiente manera: Oeste Romanos Corintios
Oeste Gálatas Oriente Oriente Efesios Filipenses Oeste Colosenses
Oriente Oeste Tesalonicenses.
La Interrelación que tienen entre Sí
Ahora
vamos a considerar las siete Epístolas en su totalidad, y su interrelación
entre sí. Ya hemos visto que su orden, al igual que su número, es
espiritualmente perfecto. También hemos referido la división que tienen en tres
y cuatro. Veamos primero y comparemos las tres: Romanos, Efesios, y
Tesalonicenses.
Estas
tres participan por igual de un trato más formal que las cartas que pudiesen
ser dirigidas a un familiar, y, tomadas en conjunto, contienen la completa
revelación del Espíritu concerniente al estado y la posición del cristiano, tanto individual como
colectivamente: aquella “toda verdad” en la cual Él iría a “guiarlos” (Juan
16:12). Romanos se halla en primer lugar, siendo el ABC de la educación
cristiana. Hasta que no se aprende su enseñanza, no sabemos nada. Si aquí
estamos equivocados, entonces tenemos que estar equivocados en todo. El Espíritu Santo
la puso en primer lugar porque en ella se haya el umbral de todas las
enseñanzas de la Iglesia. Comienza así, “Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a
ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios, que…” y entonces comienza a
desarrollar y a desvendar el Evangelio de la gracia de Dios. El hombre se
muestra completamente arruinado y sin ayuda posible, y a los impíos pecadores gentiles
como a los transgresores judíos de igual manera se les da a conocer tanto su
pérdida como su justificación de parte de Dios. Su porción doctrinal, que se
halla contenida en los primeros ocho capítulos, demuestran cómo Dios a tratado
con los “pecados” y con el “pecado”, y cómo el pecador salvo vino a morir con
Cristo, y ha sido levantado con Cristo – hecho un hijo y heredero de Dios en
Él. ¡Desde aquí es desde donde comienza Efesios! Comienza, no con el hombre,
sino con Dios. Propone su gran objetivo, no desde el punto de vista de las
necesidades del hombre, sino de los propósitos de Dios. No se ocupa tanto con
lo que el pecador salvo ha sido hecho en Cristo, sino con lo que Cristo hace
para él. Es el punto de vista de Dios en vez del punto del hombre. Observe cómo
comienza (después del saludo): “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares
celestiales en Cristo”. Y Cristo se muestra como la Cabeza de Su Cuerpo, la
Iglesia. No es tanto un conocimiento de nosotros mismos el objetivo aquí, sino
el conocimiento de Dios y de Su propósito en Cristo. La primera gran oración
que contiene es esta: “que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de
Gloria, os de espíritu de sabiduría y revelación en el conocimiento de él:
alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la
esperanza a que él os ha llamado, y cuales las riquezas de la gloria de su
herencia en los santos, y cual la supereminente grandeza de su poder para con nosotros
los que creemos”. (Efesios
1:17-19).
En
Romanos tenemos el Evangelio: en Efesios el Misterio. En Romanos tenemos a los
pecadores judíos y gentiles individualmente: en Efesios son los judíos y
gentiles colectivamente, hechos “un nuevo hombre” – en Cristo (2:15). En
Romanos el pecador salvo se muestra muerto y levantado con Cristo: en Efesios
los vemos sentados para siempre en la gloria con Cristo. Romanos pone de
manifiesto su más baja y profunda degradación: y Tesalonicenses lo pone sobre
“el trono de gloria” para siempre con el Señor: entre tanto, en el medio de
estas dos, Efesios nos tiene en cuenta ahora, por la fe, sentados con Él allí
en los celestiales. Nuestros pies han sido retirados del cieno y el lodo
(Romanos 1); ahora estamos asentados sobre la roca (Efesios 1); y ahora
presentemente nos hallamos sobre el trono (1ª Tesalonicenses 4). Esta es la
relación que estas tres Epístolas conllevan entre sí. Vistas así juntas, ellas
forman el ABC de la fe Cristiana, que difiere de todo lo demás que hay en toda
la Biblia – no se encuentra nada igual por ninguna parte. Todo lo demás se ha
escrito para nosotros, para que sepamos. Pero esto es todo referente a
nosotros. Esto es el curso
de instrucción completo y es perfecto. Comienza
en el punto más bajo y nos lleva hasta el más alto. De aquí en adelante no
podemos equivocarnos de dirección. Empieza con nosotros estando en “el
estercolero”, y acaba sentándonos sobre “el trono de gloria”. Comienza con nosotros siendo
“mendigos”, y acaba con nuestra condición de “mendigos”. Somos hallados “pobres”,
y nos hace “ricos”. Y habiéndonos puesto delante nuestra “baja condición”, nos
“levanta a lo más alto” hasta el cielo, y nos toma para encontrarnos con el
Señor en el aire, “para estar siempre con el Señor”. Los tratos de Dios están
así establecidos en 1ª Samuel 2:6-8, pero la manera cómo irían a manifestarse
en el Evangelio de Su gracia solamente se revela en estas Epístolas. Y ahora,
habiendo visto la mutua relación de estas tres Epístolas, pasemos a ver las otras
cuatro. ¿Dónde se sitúan? En nuestro capítulo anterior hemos visto que están
puestas en dos pares, el primer par viene después de Romanos, y el segundo par
después de Efesios. Así, pues, tenemos dos Epístolas colocadas entre las tres.
Ahora la pregunta es la siguiente: ¿Por qué se hallan así colocadas? Debe haber
algún motivo para este orden; y no es difícil encontrarlo. El primer par
(Corintios y Gálatas) se encuentra a seguir a Romanos porque ponen en evidencia
el abandono de su especial enseñanza. El segundo par (Filipenses y Colosenses),
está después de Efesios porque pone en evidencia el abandono de su especial
enseñanza. De esta forma tenemos el curso completo de la enseñanza cristiana;
el currículo completo de la educación cristiana, puesto delante nuestro en su
totalidad, positiva y negativamente. En las tres (Romanos, Efesios, y
Tesalonicenses), tenemos “doctrina” e “instrucción”. En las cuatro (Corintios,
Gálatas, Filipenses, y Colosenses), tenemos “reprensión” y “corrección”. Aquí
podemos comprobar cuan “provechosas” son estas Epístolas para alcanzar la
perfección (esto es, la completa educación) de “el hombre de Dios”, enteramente
preparado para todo deber y para cualquier emergencia que le surja. Pero además
existe una posterior correspondencia entre estas cuatro Epístolas. El primero
de cada par (Corintios y Filipenses) ponen en evidencia el abandono práctico,
mientras que el segundo (Gálatas y Colosenses) ponen en evidencia el abandono
doctrinal. Es decir, en Corintios tenemos el fracaso práctico en cuanto a la
enseñanza de Romanos, mientras que en Filipenses tenemos un fracaso en
evidencia en la práctica de la enseñanza en Efesios en cuanto a la unidad de
los miembros del Cuerpo de Cristo. (Esto lo veremos más tarde en más detalle
cuando pasemos a ver las tres Epístolas por separado.) Por otro lado, en
Gálatas tenemos el fracaso doctrinal en cuanto a la enseñanza de Romanos. Esta
es la explicación de por qué Gálatas y Romanos se parecen tanto, como todos
sabemos; ¡aunque, la gran mayoría lo que ve de este parecido es que fueron
“escritas alrededor del mismo tiempo”! – Sin embargo, la verdadera diferencia
es que lo que se establece como “doctrina” en Romanos, se vuelve a repetir como
una “corrección” en Gálatas. Romanos comienza con una declaración del Evangelio
de Dios. Gálatas empieza: “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis
alejado del que os llamó por la gracia de Dios para seguir un evangelio
diferente”. De igual manera, en Colosenses tenemos el fracaso en cuanto a la
enseñanza de la verdad de Efesios. (Lightfoot dice así: “La Epístola a los
Efesios mantiene con respecto a la de Colosenses muchos aspectos la misma
relación que tiene Romanos a la de Gálatas.” --[Biblical Essays, pag. 395.]) En
Efesios, Cristo es revelado y enviado como “la cabeza del Cuerpo”. En
Colosenses tenemos los males doctrinales que provienen por “no estar sujetos a
la Cabeza” (Colosenses 2:19). Así entonces ahora podemos exhibir la estructura
de: Las Siete Epístolas a las Iglesias:
A | Romanos.
“Doctrina e Instrucción”. El Evangelio de Dios, que no había sido oculto, sino
“prometido de antemano”. La justificación de Dios de judíos y gentiles individualmente
– muertos y levantados con Cristo (1-8). Su relación en cuanto a la
Dispensación (9-11). El fundamento subjetivo del misterio.
B. | Corintios. “Reprensión”. Pone en
evidencia el fracaso a la hora de practicar la enseñanza de Romanos, por no
contemplar su posición habiendo muerto y resucitado con Cristo. “Levadura” en
la práctica (1ª Corintios 5:6).
C. |
Gálatas. “Corrección”. Fracaso doctrinal en cuanto a la enseñanza de Romanos.
Comenzando con la verdad de la nueva naturaleza (“espíritu”), se “olvidaron
rápidamente” (1-6), y procuraron perfeccionarse en la vieja naturaleza (“la
carne”) (3:3). “Levadura” en la doctrina (5:9).
A. | Efesios. “Doctrina e
Instrucción”. El Gran Misterio de Dios, siempre ocultado, nunca antes revelado.
Judíos y gentiles hechos colectivamente “un nuevo hombre” en Cristo. Sentados
en los celestiales con Cristo.
B | Filipenses. “Reprensión”. Fracaso práctico
en mantener la enseñanza de Efesios en manifestar “la mente de Cristo” como
miembros del Cuerpo único.
C. |
Colosenses. “Corrección.” Fracaso doctrinal en cuanto a la
enseñanza de Efesios. Doctrinas equivocadas que provienen por “no sujetarse a
la Cabeza” (2:9), y por no considerar su plenitud y perfección en Cristo
(2:8-10).
A. | Tesalonicenses. “Doctrina e Instrucción”. No
solamente “muerto y resucitado con Cristo” (como en Romanos); no solamente
sentado en los lugares celestiales con Cristo (como en Efesios); sino también
“reunidos arriba para encontrarnos con el Señor en el aire, y estar así juntos
para siempre con el Señor”. En Romanos, justificados en Cristo; en Efesios,
santificados en Cristo; en Tesalonicenses, glorificados con Cristo. Ninguna “reprensión”. Ninguna
“Corrección”. Todo es alabanza y acciones de gracias. Una Iglesia modelo. Y ahora vemos además otra razón de por qué se
sitúa Tesalonicenses en último lugar. Ya no hay más Epístolas después de esta,
porque no hay una verdad más alta para enseñar. Se ha llegado a la consumación.
Esta es la Graduación más alta en la escuela de la gracia, donde el Espíritu Santo
es el Maestro: “Toda la verdad” culmina aquí – aquella “toda verdad” en la cual
Él iría a guiar a la Iglesia. Nos guía desde la más profunda degradación (en
Romanos) hasta la más alta gloria (en Tesalonicenses), somos tomados para estar
siempre con el Señor, y puestos en los celestiales en eterna bendición “en”, y
“con” Cristo. Con esto completamos la revisión de las siete Iglesias en su
totalidad. En nuestros próximos capítulos veremos cada una de las Epístolas por
separado. (1) Mostrando su estructura, (2) deduciendo de ella, su alcance y
enseñanza, y (3) dando tantos detalles (por traducción y comentarios en pasajes
especiales) cuantos sean necesarios para la educación del cristiano en la
escuela de la gracia, para que pueda aprender por experiencia propia su
apropiada posición en Cristo.
Es
interesante observar que la clasificación de Lightfoot (Bib. Ess., pag. 222,
etc.) es prácticamente la misma, aunque él coloca las Epístolas de manera
cronológica. Coloca Tesalonicenses por sí, como si tuviese una posición
distinta y aparte por su conexión al “Tribunal”. Pone Corintios, Gálatas, y
Romanos juntas, como si estuviesen todas conectadas con “la Cruz”; mientras que
Filipenses, Efesios, y Colosenses las pone juntas, como si estuviesen las tres
conectadas por su tema principal con “el Trono”. Es bueno tener en cuenta
testimonios como este en un asunto tan importante. No se ve afectado por el
orden distinto cronológico. El
agrupamiento es exactamente el mismo; tenemos los dos mismos grupos, con Tesalonicenses
permaneciendo aparte. Esta concordancia con un tan íntegro y sabido profesor
como él, elogiará lo que hemos escrito arriba llamando la atención de todo
honesto estudiante Bíblico.
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Sería hermoso tener todo el libro en español. Bendiciones
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