LA POSICIÓN, EL OBJETIVO Y LA ESPERANZA CRISTIANA Por E.W. Bullinger
Traducción:
Juan Luis Molina
1. La Posición Cristiana
2. El Objetivo Cristiano
3. La Esperanza Cristiana
“Hermanos, sed imitadores
de mí” (Filipenses 3:17).
“Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis
y visteis en mí, eso haced”. (Filipenses 4:9).
Es interesante notar el carácter en el cual
S. Pablo, a través del Espíritu Santo, nos habla en este citado pasaje. En la
Epístola a los Romanos, 1ª y 2ª Corintios, Gálatas, Efesios, y 1ª y 2ª Timoteo,
se denomina a sí propio “Apóstol”. En 1ª y 2ª Tesalonicenses no emplea
ningún término con respecto a sí mismo. En Filemón, es “un prisionero de
Jesucristo”, y en Filipenses, solamente, “un siervo de Jesucristo”.
Así, pues, cuando aquí en Filipenses
escribe y habla, y dice: “sed imitadores de mí”, el habla no como
alguien que haya visto inefables visiones, ni tampoco como un laborioso
Apóstol, ni como un vaso escogido por Sus dones, sino como un “siervo de
Jesucristo”, el simple cristiano. No podemos imitarle en sus labores
como Apóstol, ni en su rapto hasta el tercer cielo y el Paraíso; pero podemos
imitarle en su simple carácter cristiano como un siervo. Es cierto que en
Romanos se describe a sí mismo un “siervo de Dios, y un Apóstol de
Jesucristo”. Pero añade además, “llamado a ser Apóstol”; y en
la epístola de Tito, “un siervo de Dios, y un Apóstol de Jesucristo”.
Nosotros podemos imitarle cuando asienta o
establece el modelo en 1ª Timoteo 1:16. “Pero por esto fui recibido a misericordia,
para que Jesucristo mostrase en mí el primero toda su clemencia, para ejemplo
de los que habrían de creer en él para vida eterna.” ¡Qué modelo más
maravilloso! ¡Qué modelo tan inspirador de esperanza! ¡Qué modelo tan alto para
un pobre y perdido pecador (1ª Timoteo 1:13)! ¡Qué gran modelo para los que
habían sido “blasfemos, injuriosos y perseguidores”! El Apóstol se
equipara a sí mismo con otro siervo de Dios cuando le dice a Tito (3:3), “Porque
nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados,
esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia,
aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros”. Pero llega a
rebajarse del todo cuando dice, “…a los pecadores; de los cuales yo soy el
primero” (1ª Timoteo 1:15).
¡Qué gran modelo para los Fariseos, y para
todos los que procuran la salvación por obras! A estos se refiere en Filipenses
2:3, donde declara que él propio “no tiene confianza en la carne”,
aunque poseyese todas las ventajas que enumera en los versículos 4-6. De tal
manera, que no importaba cuan grandes obras de justicia un hombre pudiera hacer
por sí propio, como para tener confianza alguna en la carne, siempre acababa
oyendo una voz con más peso diciendo, “yo más todavía” (vers.4).
Ningún hombre excedía a Saulo de Tarso. Mire lo que dice en los vers.5, 6. Aquí
no se centra en el pecado como en 1ª Timoteo 1, sino que el punto es su “ganancia”. Aquí
en el versículo 7 no está hablando de sus necesidades como pecador, sino de sus
ventajas como hombre religioso; no estaba hablando de aquel Saulo pecador
precisando justicia, sino del Saulo como Fariseo, prefiriendo la justicia de
Dios porque era infinitamente mejor y más gloriosa que cualquier otra. Sería
una pérdida irremediable si alguien tuviese una justicia propia, viendo que
Dios ha provisto “la que es a través de Cristo, la justicia que es de Dios
por la fe”.
Esto nos lleva a la primera de las tres
cosas que se revelan en este capítulo y que forman el carácter perfecto de un
verdadero cristiano. Son como las tres cosas de 1ª Tesalonicenses 1:9, 10.
1. La posición del cristiano – Convertidos de los ídolos (vers.9). “Hallados en Él”
(Filipenses 3:9). Esta es la posición del cristiano. Nada más y nada menos, y
no otra cosa diferente. No en parte en Cristo y parte en una iglesia, sino “hallados
en Él.” Es en Cristo que debemos hallarnos, en Su justicia. Igual que
las piedras del templo, escondidos en Cristo. Si no somos hallados en Él, no
importa nada en que otro sitio podamos estar. Si somos hallados en Él, no
importa nada donde no seamos hallados. ¡Oh, qué cosa tan buena es ser hallados
“en Él” en nuestra propia experiencia! Solo esta, por tanto, es nuestra
posición cristiana apropiada. Vea también Gálatas 2:15-24.
2. El Objetivo Cristiano – Servir al Dios vivo y verdadero (vers.9). “A fin de conocerle” (Filipenses
3:10). Aquí, una vez más, la verdadera cristiandad nos lleva sobre Cristo, y
nos resalta los pensamientos del vers.8. Nuestro objetivo no es esta o aquella
iglesia, o esta o aquella obra, sino el propio Cristo mismo en Su Persona
gloriosa.
En cuanto al hombre
natural, todo es diferente. La filosofía antigua tiene un lema sonándole
continuamente en sus oídos: “Conócete a ti mismo”. Este dicho fue
proclamado por Solon, uno de los siete hombres sabios de Grecia, y el más sabio
entre todos ellos. Un legislador, un gran reformador, y un gran patriota, 638
años antes de Cristo. Solon la dio como la cosa más preciosa de su sabiduría.
Caló muy hondo en todos los escolares y centros de aprendizaje, sus palabras
pueden verse inscritas hoy en día en las maravillosas ruinas de Grecia. Eran
buenas palabras, en cuanto a lo que la sabiduría humana podía llegar; ¡era lo
mejor que el hombre podía hacer! Sin embargo, ¡oh, cuan imposible de realizar!
Eso es lo único que el hombre no podrá nunca hacer. Es la única cosa que
ninguno de nosotros conoce. “Engañoso es el corazón, más que todas las
cosas, ¿Quién lo conocerá?”. Y si de ese modo pudiésemos conocernos,
¿qué pasaría después? Cuando llegamos a saberlo, y vemos la ruina que somos en
nosotros mismos ¿no acabamos desesperados? ¡No puede ser! Nosotros solo
podremos conocernos a través del conocimiento de Cristo.
La cristiandad siempre
vino y vendrá con un lema más alto, una sabiduría celestial, una verdad Divina:
“Que puedan conocerle a Él”. Y ¿por qué? Pues porque es
precisamente cuando nos comparamos con aquel que es perfecto que podremos
formar un correcto y verdadero juicio (2ª Corintios 10:12). ¿Cómo iríamos a
conocernos por otra vía? Solo comparándonos con el modelo. ¿Cómo
sabemos que algo tiene su peso correcto? Solamente si lo ponemos en la balanza
justa. ¿Cómo podemos decir si algo está perfectamente plano o perpendicular?
¿Cómo podemos decir que algo se halle alineado u horizontal? Solo si
le aplicamos la barra de nivel, o el espíritu bien graduado. Nunca lo podríamos
decir, aunque lo intentásemos durante años y años, hasta que le apliquemos el
seguro examen. Podemos pensar que algo tiene su justa medida; podemos creer que
una cosa tiene su debido peso; pero no tenemos posibilidad de ciertamente
saberlo. Eso es lo que sucede con nosotros. Podemos examinar nuestras vidas,
nos podemos comparar con otros – Puedo imaginarme que soy esto, o tener la
esperanza de que pueda venir a ser lo otro, o creer que soy de una determinada
manera, pero aparte del perfecto estándar de Cristo, nunca podré saber
ciertamente cómo soy.
Por eso vemos que la más
alta sabiduría terrenal se halla en falta. Eso es lo mejor que puede hacer,
¡pero es un gran fracaso! No fue hasta que llegó la Cristiandad, que el hombre
pudo conocerse a sí mismo. ¿Por qué? Pues porque la Cristiandad es Cristo.
Intentar medirnos con otros modelos o normas puede sernos más o menos
favorable, pero intentarlo por Cristo, el estándar de Dios, la gloria de Dios,
solo se obtiene un único resultado para todo:
“Todos han pecado, y
están destituidos de la Gloria de Dios”. A eso se debe que tengamos
que ser “hallados en Él”, no teniendo nuestra propia justicia, sino
estando recubiertos con Su justicia. Pero el deseo que aquí tiene el Apóstol es
el objetivo del cristiano, y esa meta es Cristo, siempre CRISTO, solamente
CRISTO. ¡Es cierto! ¿!Cuántos hay que tengan un objetivo distinto,
cuántos son los que se ocupan con una meta más baja!?
La ganancia espiritual de
Pablo
Ya hemos considerado las
ventajas naturales de S. Pablo, las cuales consideraba anteriormente ganancia,
pero que aprendió a considerar como pérdida. Ahora vamos a ver su verdadera
ganancia espiritual. En Filipenses 3 aprendimos cual era, es decir, “El poder
de la resurrección de Cristo”. Pablo sabía que había muerto con
Cristo, y que había sido levantado con Cristo, pero él quería saber (alcanzar a
conocer) cuál era ese poder de resurrección de Cristo, qué es lo que
significaba para su propia vida y servicio. Hay muchos que se ocupan con la
iglesia y su servicio; Pablo deseaba ocuparse en servir a Cristo, con las cosas
de Cristo. Aun incluso la Palabra de Dios es inútil sin Cristo, porque “la
letra mata”. El único gran motivo de la depresión en el andar
cristiano se debe a que los ojos se centran en cualquier otro lugar fuera de
Cristo, y reposan sobre algún más bajo objetivo, o bien en uno mismo, o sobre
terceros, o en el servicio de alguno. Sin embargo el objetivo de Pablo era solo
uno (vers.13). “Pero una cosa hago”, tanto si se hallaba reposando
como si estaba de viaje, haciendo tiendas o plantando iglesias, Cristo era su
objetivo (vers.10). Tanto en la casa como cuando estaba fuera, por mar o por
tierra, de día y de noche, estando solo o con otros, “esto es lo único que
hago”; y esto, recuerda que no es como Apóstol, ni tampoco como el
Santo que aguarda el rapto, sino como Siervo, el siervo que nos dirige las
palabras del texto citado.
Nunca nos deberíamos dar
por satisfechos con algo que esté por debajo de esto. Es verdad, todos fallamos
tristemente. ¿Por qué? ¿Por qué fracasamos en otras cosas? ¿Qué fue lo que se
nos decía cuando aprendíamos a escribir? “Pon atención al original”. El
libro que contiene el modelo tiene una tendencia o letra impresa perfectamente
diseñada en la parte superior, allí miramos, y tal vez nuestra primera línea la
hicimos bastante bien, sin embargo ¿cuál era nuestra tendencia? En cada línea
que íbamos escribiendo, veíamos la última que habíamos escrito, en vez de mirar
el original o modelo, por lo que la escritura va saliendo de mal a peor. Esa es
nuestra tendencia en la vida espiritual. Copiamos unos de los otros: somos
copias de copias, en vez de copias de Cristo. ¡No puede ser! Cristo debe ser
nuestro objetivo, y esto incluye todo lo demás.
Solo de este modo podemos
como es digno de la vocación a la que hemos sido llamados (Efesios 4:10).
Cristo es tanto nuestra fuerza así como nuestra justicia, “en
el Señor tengo mi justicia y mi fuerza”. Siendo así, el único objetivo
que tiene nuestro adversario es apartarnos de Cristo. Para cumplir ese
objetivo, él hará que el pecador se ocupe con sus pecados; que el penitente se
ocupe con su arrepentimiento; buscará que el creyente se ocupe con su fe, como
si esta fe, y no el Objeto de la misma, fuese el fundamento de su salvación. Al
siervo le hará ocuparse con su servicio; y a los santos con su santidad. No
importa cuál sea la ocupación, todo se puede emplear para el mismo fin, y si esta
meta del adversario no se consigue de una manera se consigue de otra: Cristo
deja de ser el centro de nuestra atención.
¡¿Cuántos cristianos se
ocupan de cosas más bajas que Cristo?! Se ocupan con su santidad en vez de con
el Único Santo; se ocupan con las promesas en vez de con el Promisor; se ocupan
con las bendiciones en vez de con el que bendice. Y sin embargo, teniéndole a
Él, tenemos todas las cosas. Las promesas de Dios “son en Él sí y en Él,
amén.” Su santidad es mía. Sus bendiciones mías. El ocuparnos
plenamente con el Objetivo Celestial hará de nosotros ciudadanos Celestiales
sin esfuerzo alguno. No tenemos que intentar ser esto o aquello: “He
aquí…VAMOS SIENDO transformados” (2ª Corintios 3:18). Ninguna otra
cosa podrá ir formando nuestro carácter. Es el objetivo lo que forma el
carácter; por tanto “corramos con paciencia la carrera que tenemos delante
puestos los ojos en Jesús” (Hebreos 12:1, 2).
Y ahora, para ayudarnos a
poner los ojos en Cristo tenemos la bendita Esperanza que se nos otorga, una
esperanza en Cristo. Esto nos mantendrá firmes mirándole sólo a Él. Esto nos
lleva al objetivo especial de Filipenses 3. (Vea 1ª Tesalonicenses 1:10, “a esperar
de los cielos a Su Hijo”.)
3. La Esperanza del Cristiano – Ser como Cristo es (vers.20, 21).
“Nuestra ciudadanía
está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor
Jesucristo, el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que
sea semejante al cuerpo de la gloria suya” (Filipenses 3:20, 21).
Aquí nuestra esperanza se
nos presenta en una manera tan característica como nuestra posición y nuestro
objetivo. Si nuestra posición se halla en Cristo, entonces nuestro objetivo es
conocer a Cristo, y nuestra esperanza es ser iguales a Cristo. Nuestra
esperanza no es la gloria del Reino, sino “el Salvador”; no la “Restauración
de Israel”, sino el Rey de Israel; y cuando le veamos, seremos como Él es (1ª
Juan 3:1, 2). Esta es la esperanza que aquí se nos presenta.
Aquí tenemos un “cuerpo
de humillación”, pero vamos a ser transformados. Tendremos un cuerpo
igual a su Cuerpo glorioso – porque seremos como Él es.
Aquí tenemos un cuerpo en
el cual gemimos, pero seremos transformados. Seremos liberados de todo pecado y
padecimiento, porque seremos semejantes a Él.
Aquí tenemos un cuerpo de
padecimientos y muerte, pero seremos transformados. Tendremos un cuerpo de
inmortalidad y vivificante, porque seremos semejantes a Él.
Esta es nuestra
esperanza. Hasta que nos hallemos en Cristo como nuestra justicia, desearemos
conocerle como nuestro Objetivo, y lo veremos como nuestra Esperanza.
E. W.
BULLINGER
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