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LA TIERRA ESTÁ SEDIENTA. Por Dr. E.W. Bullinger


Traducción: Juan Luis Molina

Una figura es sencillamente una palabra o una frase  puesta de una manera peculiar, que es diferente de su original o más común significado. Estas figuras las emplean constantemente  todos los oradores y escritores. Es imposible sostener una simple conversación, o escribir unas cuantas frases sin que, aunque sea inconscientemente, hagamos uso de figuras literarias. Nosotros podríamos decir, “la tierra necesita que llueva”: esta sería una declaración del hecho plana y fría; pero si decimos que “la tierra está sedienta”, entonces inmediatamente estamos usando una figura. No es algo “real” en cuanto al hecho, y por tanto debe ser considerada una figura. Sin embargo ¡qué bien ilustra el sentimiento! ¡Cuán cálida y llena de vida es! Es por eso que decimos, “el trigo sufre”; o hablamos de un “corazón duro”, “un hombre muy áspero”, una “voluntad de hierro”. En todos estos casos tomamos una palabra que tiene un cierto y definitivo significado, y le aplicamos el nombre, o la cualidad, o el acto, a cualquier cosa diferente con la cual se asocia generalmente, o bien por tiempo o por lugar, causa o efecto, relación o semejanza.

Algunas figuras son comunes en muchos lenguajes; otras sin embargo son peculiares de un cierto lenguaje. Existen figuras empleadas en el lenguaje castellano, las cuales no le dicen nada a los hebreos o griegos; y hay figuras orientales que no tienen su paralelo en castellano; y además también existen algunas figuras en variados lenguajes, que surgen de la mente enferma y necia de los hombres, las cuales, por supuesto, no tienen cabida ni lugar en la palabra de Dios.

Ahora bien podemos preguntarnos, “¿Cómo vamos a saber, entonces, cuándo las palabras deben ser tomadas en su simple y original forma (es decir, literal), y cuándo deben ser tomadas en otra forma diferente y peculiar (es decir, como una Figura)?” La respuesta es que, siempre y cuando sea posible, las palabras de la Escritura son para ser entendidas literalmente, pero cuando una declaración parezca ser contraria a nuestra experiencia, o al hecho conocido, o verdad revelada; o que parezca tener una variación con la enseñanza general de las Escrituras, entonces podemos concluir razonablemente que se está empleando alguna Figura. Y se emplea así con el objetivo único de llamar nuestra atención hacia algún énfasis especialmente designado, nos pone un aviso para que diligentemente examinemos la figura con el propósito de descubrir y de aprender la verdad que de esta manera se enfatiza.

Por causa de no haber tenido estas Figuras en consideración, los traductores han metido la pata seriamente tratándolas como necedades. Algunas veces han traducido literalmente la figura, ignorando completamente su existencia; otras veces las han tomado en cuenta, y las han traducido, no de acuerdo a la letra, sino de acuerdo al espíritu; otras veces han tomado las palabras literales y las han traducido figurativamente. Los Comentadores e Intérpretes, por no prestarle la debida atención a las Figuras, se han descarriado alejándose del significado real de muchos e importantes pasajes de la Palabra de Dios; el hecho de haberlas ignorado ha sido el fructuoso pariente del error y la falsa doctrina. Verdaderamente podemos decir que la mayor parte de los errores y puntos de vista conflictivos del Pueblo de Dios, tienen sus raíces y origen, o bien dando explicaciones de forma figurativa en pasajes que deberían tomarse como literales, o bien tomando literalmente lo que nos aparezca escrito de una manera peculiar o Figura del lenguaje; así, no solamente se cae en el error, sino que además se pierde la enseñanza que expresa, y falta el énfasis especial para el cual se diseñó la Figura en particular para impartirles.

Este es un motivo adicional para que empleemos la más grande exactitud y cuidado cuando  tratamos con las palabras de Dios. Las palabras de los hombres apenas si son dignas de tal estudio. El hombre utiliza las figuras, pero muchas veces al azar y otras muchas en ignorancia o en error. Sin embargo “las palabras del Señor son palabras puras”. Todas Sus obras son perfectas, y cuando el Espíritu Santo escoge y emplea palabras humanas, si así le place, podemos estar seguros, sin miedo alguno a equivocarnos, de Su infinita sabiduría, y perfecta belleza.

Haremos bien, por tanto, en dar toda nuestra atención a “las palabras que el Espíritu Santo enseña”.

Introducción
A Jehová le ha placido darnos la revelación de Sus pensamientos y voluntad en palabras. Es por eso absolutamente necesario que lleguemos a comprender, no meramente el significado de las palabras en sí mismas, sino también las leyes que gobiernan sus usos y combinaciones.

Todo lenguaje se gobierna por ley; pero, para aumentar el poder de una palabra, o la fuerza de una expresión, estas leyes son intencionadamente dejadas o esquivadas de manera prepositiva, y las palabras y frases se convierten, y se usan en, nuevas formas, o figuras.

Los griegos antiguos recopilaban estas nuevas y peculiares formas para estudiarlas, y les dieron nombres a más de doscientas Figuras.

Los romanos continuaron estos estudios: sin embargo, fue cayendo en desuso su aprendizaje hasta la Edad Media, y allí prácticamente desapareció. Desde entonces, solo algunos escritores se han ocupado brevemente en el tema, y han dado unos pocos y triviales ejemplos: pero el conocimiento de esta ciencia antigua se halla tan completamente olvidado, que sus propios nombres hoy en día se utilizan en un sentido diferente y casi siempre con un significado opuesto y diferente.

Estas multiformes figuras que las palabras y las frases asumen las denominaban los griegos, Schema, y los romanos, Figura. Las dos palabras tienen el mismo significado, esto es, una forma figura. Cuando decimos hablando de una persona que tiene “una buena figura”, lo que queremos decir es que esa persona se viste de manera peculiar y con estilo, y de manera original y fuera de lo común. La palabra griega Schema se encuentra en 1ª Corintios 7:31, “porque la apariencia de este mundo se pasa”; y en Filipenses 2:8, “y estando en la condición (apariencia) de hombre”. La palabra latina Figura, proviene del verbo fingere, dar forma, y ha pasado a denegrirse en nuestro lenguaje castellano en las palabras, figurativo, transfigurado, configuración, efigie, simulacro, fingido, etc.

Nosotros ahora empleamos la palabra figura en varios sentidos. Su significado primitivo se aplicaba en cualquiera de las marcas, líneas, o contornos, que hiciesen una forma o molde. Las figuras aritméticas contienen ciertas marcas o formas que representan números (1, 2, 3, etc.). Todos los secundarios o derivados significados de la palabra “figura” retienen este significado primitivo.

Aplicada a las palabras, una figura denota alguna forma o molde que una palabra o frase tome, diferente de su forma ordinaria y común. Esto se hace siempre con el propósito de darle más fuerza, más vida, un mayor sentimiento, y un gran énfasis. Sin embargo, hoy en día, se habla de manera ignorante diciendo que las “Figuras Literarias” son de difícil comprensión, y que depravan las palabras quitándole su poder y fuerza. Se cita un pasaje de la Palabra de Dios, y se dice: “Oh, esto es figurativo”—implicando que su significado esta disturbado, o que tiene un significado completamente diferente, o que no tiene significado alguno. Pero sucede exactamente lo contrario. Puesto que, una forma (figura), nunca se emplea excepto para darle fuerza a la verdad transmitida, y énfasis a su declaración, y profundidad a su significado. Cuando aplicamos esta ciencia a las palabras de Dios y a las verdades Divinas, nos damos cuenta inmediatamente que ninguna rama del estudio de la Biblia puede ser más importante, ni que ofrece una mayor promesa de recompensas sustanciales.

Se encuentra en la misma raíz de toda traducción; y es la llave para toda verdadera interpretación…Siempre que el curso del lenguaje siga su camino regular, de acuerdo a las leyes que lo gobiernan, no hay nada que nos quite el sueño o que nos llame nuestra atención. Es como cuando estamos viajando en el tren. Mientras que todo ocurra de acuerdo  al reglamento no se nota nada; podemos ir durmiendo, o leyendo, o meditando algún caso. Sin embargo, así que el tren frena su velocidad, o hace una parada que no estaba programada, -- rápidamente escuchamos la misma pregunta por todos lados, “¿Qué pasa, que pasa?” “¿A qué se debe esta parada?”. Vemos una ventana detrás de otra, todas abriéndose; la excitación se levanta súbitamente, y el interés es redoblado. Eso es exactamente lo que ocurre en nuestra lectura. Así que todo corra conforme a lo previsto y de acuerdo a la ley no notamos nada. Pero de repente se da una alteración de alguna ley, una derivación del curso regular – un cambio inesperado – algo nos llama nuestra atención, y nos ponemos a descubrir el motivo por el cual se usan las palabras en un molde distinto, cuál es la fuerza particular que tiene el pasaje, y por qué se nos avisa a poner un énfasis especial en el hecho establecido o en la verdad contenida. De hecho, no está de más decir que, en el empleo de estas figuras, tenemos, como siempre han tenido, las marcas propias del Espíritu Santo de nuestras Biblias.

Este es el punto más importante de todos. Puesto que no es a través de la sabiduría carnal que las “palabras que el Espíritu enseña” puedan ser entendidas. El hombre natural no puede entender la Palabra de Dios. Para él son cosas necias. Un hombre puede admirar un reloj de sol, puede quedarse maravillado con su uso, y apreciar la argucia de su diseño; puede interesarse en su fabricación, o maravillarse con el mosaico de otras preciosidades que adornan su estructura; sin embargo, si sostiene en su mano una lámpara o otra luz cualquiera que emane de sí mismo, o de este mundo, lo podrá hacer en cualquier momento que le plazca, y jamás será capaz de decirnos la hora del día. Nada sino la luz que Dios creó en el sol en los Cielos podrá decírselo. Pues lo mismo ocurre con la palabra de Dios. El hombre natural puede admirar su estructura, o mostrarse interesado en sus estatutos; puede estudiar su geografía, su historia, ¡Sí! E incluso su profecía; pero ninguna de estas cosas le revelará su relación con el tiempo y la eternidad. Nada lo puede hacer a excepción de la luz proveniente del Cielo. Nada sino solo el Sol de Justicia puede contárselo. Por eso puede decirse de la Biblia, como se dice de la Nueva Jerusalén – “El Cordero es su lumbrera”. El cometido del espíritu santo en este mundo es llevarnos a Cristo, a glorificar a Cristo. La Escrituras son inspiradas por el Espíritu Santo; y el mismo Espíritu que inspiró las palabras en el Libro debe inspirar sus verdades en nuestros corazones, puesto que pueden y deben ser “espiritualmente discernidas” (1ª Corintios 2:1-16).
Sobre este fundamento, pues, hemos ido procesando este cometido. Y sobre estas líneas hemos procurado llevarlo a cabo.

Estamos tratando con las palabras “que el Espíritu Santo enseña”. Todas Sus obras son perfectas. “Las palabras del Señor son palabras puras”, son palabras humanas, de hecho, son palabras que pertenecen a este mundo, pero purificadas en hornos de tierra siete veces. Por eso debemos estudiar cada palabra, y cuando lo hacemos así muy rápidamente decimos como Jeremías (15:16), “Fueron halladas Tus palabras, y yo las comí. Y tu palabra fue para mí el gozo y el regocijo de mi corazón…”.

Está muy claro, por tanto, que ningún ramo de estudio de la Biblia puede ser más importante: si bien podremos decir verdaderamente que no hay rama alguna como esta, tan prácticamente ignorada del todo.

Una figura es, como ya hemos dicho anteriormente, un desvío de las leyes naturales y fijas de la gramática o sintaxis; pero no es un desvío que nazca de la ignorancia o por accidente. Las Figuras no son meros errores de gramática; todo lo contrario, son desvíos legítimos de la ley, por un propósito específico. Son variaciones permitidas con un particular objetivo. Por eso están limitadas en cuanto su número, y pueden ser verificadas, nombradas y descritas.

Nadie tiene la libertad de ejercitar poder alguno arbitrario en su empleo. Todo lo que se puede hacer es indagar las leyes a las cuales están sujetas naturalmente. No hay espacio alguno para opiniones privadas, ni puede haber especulación alguna que les concierna que tenga alguna autoridad.
A nadie lo compite decir de esta o de aquella palabra o frase, “esto es una figura”, de acuerdo a su propia imaginación, o para acomodar su propio propósito. Estamos tratando con una ciencia cuyas leyes y sus obras son de sobra conocidas. Si una palabra o palabras son una figura, entonces esa figura puede ser nombrada o titulada, y descrita. Se utiliza con un propósito definitivo y con un objetivo específico. El hombre puede muy bien emplear las figuras de manera ignorante, sin ningún objetivo particular. Pero cuando el Espíritu Santo escoge una palabra humana y emplea una figura (o forma peculiar), es por un propósito especial, y ese propósito debe ser observado y darle su debido peso.

 Hay muchos que comprenden mal y pervierten pasajes que tienen alguna dificultad, solo por no conocer el diseño del Señor en la dificultad. 

Bien lo dijo Thomas Boys, (Comentario, 1ª Pedro 3): “Existen muchas cosas en la Santas Escrituras que encontramos difíciles de entender: si bien que, mucho de lo que nos parece entender bien, lleva a imaginarnos que en allí hemos descubierto alguna dificultad o inconsistencia. Sin embargo la verdad es, que los pasajes de esta índole se hallan generalmente en las mismas partes de la Biblia donde se da una más grande instrucción: y, además de eso, la instrucción se tiene que deducir en la observación de la propia dificultad para la cual se nos alerta al principio. Esa es la intención de estas aparentes dificultades o inconsistencias. Las expresiones se emplean, para que podamos señalarlas, les pongamos atención, y retiremos la instrucción que tengan. Los asuntos o las cosas se nos presentan de una manera extraña, y eso se debe a que, si hubiesen sido puestas de una manera más ordinaria, no nos hubiésemos percatado de ellas tan bien”.

Esto es cierto, no solamente de la mera dificultad en sí, sino especialmente de todas las Figuras: es decir, de todas las nuevas y extrañas formas  de palabras y maneras de hablar: y nuestro diseño en esta obra es que podamos aprender a señalarlas y ganar para nosotros la instrucción que tienen por intención que sepamos.

La Palabra de Dios puede, de alguna manera, ser comparada a la tierra. Todo lo necesario para el sustento y la vida puede ser obtenido arando la superficie de la tierra: pero hay tesoros de belleza y riqueza que se obtienen ahondando sus profundidades. Así sucede con la Biblia. “Todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad” residen a la superficie para los humildes santos; sin embargo, por debajo de esa superficie se halla un “gran botín” que será encontrado solamente por aquellos que lo busquen como un “tesoro escondido”.

ETHELBERT W. BULLIGER
Noviembre 1899.


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