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EL NOMBRE DE JESUCRISTO. FRAGMENTO 6 DEL LIBRO "UNA ASOCIACIÓN PODEROSA-LA COMUNIÓN DE LOS CREYENTES"‏ Por Ken Petty

CAPÍTULO CUATRO

       EL NOMBRE DE JESUCRISTO


Nuestros dos próximos capítulos van a tratar de la comunión con Jesucristo. Un aspecto importante de esta comunión es que entendamos el poder y los recursos que tenemos disponibles cuando utilizamos su nombre. Utilizar el nombre de Jesucristo es una llave poderosa para vivir una vida cristiana victoriosa.
Vamos a comenzar nuestro estudio examinando varios registros del Antiguo Testamento que nos revelan el significado de que una persona actúe en nombre de otra. Vallamos primeramente al Libro de Ester.

Ester 3:1:
Después de estas cosas el rey Asuero engrandeció a Amán hijo de Hamedata agagueo, y lo honró, y puso su silla sobre todos los príncipes que estaban con él.

LA AUTORIDAD DE ESTAR SENTADO


En este versículo, como en todas las ocasiones donde aparece en las Escrituras esta palabra “silla” o “asiento” indica autoridad. Vamos a ver unos cuantos ejemplos.

Ezequiel 28:2:
Hijo de hombre, di al príncipe de Tiro: Así ha dicho Jehová el Señor: Por cuanto se enalteció tu corazón, y dijiste: Yo soy un dios, en el trono de Dios estoy sentado en medio de los mares (siendo tu hombre y no Dios), y has puesto tu  corazón como corazón de Dios.

Mateo 23:1 y 2:
Entonces habló Jesús a la gente y a sus discípulos, diciendo:
En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos.

Lucas 1:52:
Quitó de los tronos a los poderosos, y exaltó a los humildes.

2ª Tesalonicenses 2:3 y 4:
Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición.
El cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto;          tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios.

En cada uno de estos registros, la palabra “silla” o “sentarse” indica la autoridad que lleva sobre sí quien ahí se sienta. Al reclamar que se sienta en el trono de Dios, este príncipe de Tiro está reclamando para sí toda la autoridad de Dios. Los escribas y fariseos se sentaban en la cátedra de Moisés. Como intérpretes de la ley, ellos llevaban sobre sí la autoridad de Moisés, el primero que recibió la ley de manos de Dios. Cuando María declaró que Dios había quitado a los poderosos de sus tronos, a lo que se refería era que ellos habían perdido su posición de autoridad. En algún momento, en el futuro, el Anticristo reclamará la autoridad de Dios sentándose en el templo de Dios.
Ahora consideremos dos grandes verdades en el Libro de Efesios que son particularmente relevantes en nuestro estudio sobre el nombre de Jesucristo.

Efesios 1:19-21:
Y cual la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos,           según la operación del poder de su fuerza.
La cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en  los lugares celestiales.
Sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se           nombra, no solo en este siglo, sino también en el venidero.

Cuando Dios sentó a Jesucristo a Su mano derecha, le dio toda la autoridad. La autoridad de Cristo se extiende más allá de “todo nombre que se nombra, no solo en este siglo, sino también en el venidero”. Esta es una extraordinaria verdad, pero el segundo capítulo de Efesios nos da otra verdad aún más significativa.

Efesios 2:6:
Y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús.

Ya que estamos sentados juntamente con Cristo, nosotros portamos su autoridad. Jesucristo no está físicamente presente aquí en la tierra hoy, por tanto, somos nosotros los que ejercemos su autoridad. ¿Somos merecedores de este enorme privilegio? ¡Ciertamente que no! Lo único que merecíamos era la ira de Dios (Efesios 2:3). Por nosotros mismos no somos nada, sin embargo, en Él, somos todo. Todas las bendiciones, todo el poder y toda la autoridad se encuentran en Él.
La autoridad es indicada a través de la verdad de uno que está sentado. En el registro que hemos visto del Libro de Ester, este hombre, Amán, poseía su asiento por encima de los demás príncipes. El rey le concedió a Amán la más alta autoridad sobre el reino.

EL ANILLO DE SELLAR


Ester 3:8 y 9:
Y dijo Amán al rey Asuero: Hay un pueblo esparcido y distribuido entre los  pueblos en todas las provincias de tu reino, y sus leyes son diferentes de las de todo pueblo, y no guardan las leyes del rey, y al rey nada le beneficia dejarlos   vivir.
Si place al rey, decrete que sean destruidos; y yo pesaré diez mil talentos de plata a los que manejan la hacienda, para que sean traídos a los tesoros del rey.

Amán no podría llevar a cabo esta acción en su propio nombre. Su nombre no significaba nada en el reino. Toda la autoridad que poseía le era conferida por el rey Asuero. Por eso él presentó su idea al rey para ver si lo que él iba a hacer contaba con la aprobación del rey.

Versículo 10:
Entonces el rey quitó el anillo de su mano, y lo dio a Amán hijo de Hamedataagagueo, enemigo de los judíos.

¿Qué lleva consigo este quitarse y otorgar el anillo en las Escrituras? ¿Qué significa? Veamos la primera vez que esto sucede en la Biblia.

Génesis 41: 39-44:
Y dijo Faraón a José: Pues que Dios te ha hecho saber todo esto, no hay entendido ni sabio como .
Tu estarás sobre mi casa, y por tu palabra se gobernará todo mi pueblo; solamente en el trono seré yo mayor que tu.
Dijo además Faraón a José: He aquí yo te he puesto sobre toda la tierra de Egipto.
Entonces Faraón quitó su anillo, y lo puso en la mano de José, y lo hizo vestir de             ropas de lino finísimo, y puso un collar de oro en su cuello.
Y lo hizo subir en su segundo carro, y pregonaron delante de él: ¡Doblad la rodilla! Y lo puso sobre toda la tierra [le ha hecho gobernante dice la versión en inglés] de Egipto.
Y dijo Faraón a José: Yo soy Faraón; y sin ti ninguno alzará su mano ni su pie en toda la tierra de Egipto.

Faraón otorgó a José toda la autoridad sobre la tierra de Egipto. El acto de entregarle su anillo a José indicaba que a partir de ese momento tenía todo el derecho de realizar transacciones comerciales en nombre del Faraón. Cuando José hablaba, era como si el Faraón hablase. Cuando José emitía un decreto, no había diferencia alguna, era como si Faraón mismo hubiera hecho el decreto. José portaba consigo la autoridad del Faraón con una sola condición: él tenía que mantenerse a favor de Faraón. En cualquier momento el Faraón podía retirar esa autoridad si José lo disgustaba.
En la parábola del padre que perdona, el padre también le entrega a su hijo rebelde su anillo.

Lucas 15:22:
Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies.

Por algún tiempo este hijo había tenido autoridad de hacer transacciones en el nombre de su padre. Pero él demandó de su padre la parte que le correspondía de la herencia, se fue de casa y malgastó la herencia. Una vez que abandonó su casa, ya no podía ejercer aquella autoridad de actuar con el nombre de su padre. Esta fue su propia elección. Cuando regresó a su hogar y reconoció su pecado, el padre pidió a sus siervos que le entregasen un anillo en su mano. Al otorgarle ese anillo, el padre estaba indicando que este hijo tenía nuevamente el privilegio de hacer transacciones comerciales para el padre. Ciertamente que este hijo no merecía este privilegio, pero el perdón y el amor del padre le restauró a su antigua posición en casa. La parábola nos muestra el corazón que Dios tiene por nosotros cuando hemos pecado y caminado lejos de Él, pero hemos elegido confesar ese pecado y regresar a Él. El nos trata como si nunca nos hubiésemos ido.
A este anillo también se le denomina el “anillo de sellar”. Vamos a examinar algunas escrituras que contienen esta referencia.

Jeremías 22:24:
Vivo yo, dice Jehová, que si Conías hijo de Joacim rey de Judá fuera anillo [“el sello” en la versión en inglés] en mi mano derecha, aun de allí te arrancaría.

Daniel 6:17:
Y fue traída una piedra y puesta sobre la puerta del foso, la cual selló el rey con su anillo y con el anillo de sus príncipes, para que el acuerdo acerca de Daniel no se alterase.

Hageo 2:23:
En aquel día dice Jehová de los ejércitos, te tomaré, Oh Zorobabel hijo de Salatiel, siervo mío, dice Jehová, y te pondré como anillo de sellar; porque yo te escogí, dice Jehová de los ejércitos.

En inglés la palabra “firma” es derivada del anillo de sellar. Cuando se coloca la “firma” debajo de un documento, estamos autenticando ese documento. Por otro lado, un cheque sin firma no es válido. Un contrato que no lleve la firma no tiene ninguna obligatoriedad. En los tiempos bíblicos, el equivalente de la firma era el anillo que contenía un sello. Cuando ese sello era impreso en arcilla o cera, o cubierto con tinta y fijado en un documento, esto hacia a un documento obligatorio. En el libro “Usos  y Costumbres de la Biblia”, James Freeman hace el siguiente comentario: “El sello es, en el Oriente, de mayor importancia que la firma, y de hecho se usaba generalmente en lugar de la firma. Ningún documento se consideraba válido sin él...El sello estaba inserido habitualmente dentro de un anillo, y se portaba en uno de los dedos”. Aproximadamente 125 años atrás, William Thomson escribió en “La Tierra y el Libro”  que casi todas las personas en el Oriente portaban un anillo de sello con su nombre grabado que imprimían en todas las cartas y documentos importantes. Cuando Asuero le dio a Amán su anillo de sellar, significaba que Amán tenía el derecho de usar su nombre para hacer transacciones financieras.

Ester 3:11:
Y le dijo: La plata que ofreces sea para ti, y asimismo el pueblo, para que hagas  de él lo que bien te pareciere.

El anillo significaba que Amán tenía todo el derecho de utilizar los recursos del reino para llevar a cabo lo que se proponía.

EL DECRETO DE AMÁN PARA EXTERMINAR A LOS JUDÍOS


Versículos 12-14:
Entonces fueron llamados los escribanos del rey en el mes primero, al día trece    del mismo, y fue escrito conforme a todo lo que mandó Amán, a los sátrapas del   rey, a los capitanes que estaban sobre cada provincia y a los príncipes de cada pueblo, a cada provincia según su escritura, y a cada pueblo según su lengua; en     nombre del rey Asuero fue escrito, y sellado con el anillo del rey.
Y fueron enviadas cartas por medio de correos a todas las provincias del rey, con  la orden de destruir, matar y exterminar a todos los judíos, jóvenes y ancianos, niños y mujeres, en un mismo día, en el día trece del mes duodécimo, que es el   mes de Adar, y de apoderarse de sus bienes.
La copia del escrito que se dio por mandamiento en cada provincia fue publicada  a todos los pueblos, a fin de que estuviesen listos para aquel día.

Amán, haciendo negocios en nombre del rey, utilizó este decreto para intentar asesinar a todos los judíos. Lo que no sabían ni el rey ni Amán era el hecho de que Ester, la reina, pertenecía a este pueblo. Si Amán se hubiese percatado de eso, no habría tenido tanta prisa para llevar a cabo este decreto. Cuando le fue revelado finalmente al rey que ella era judía, Asuero mandó acabar con la vida de Amán ahorcándolo. A Amán se le habían dado todos los poderes para hacer transacciones en nombre del rey, pero estos poderes le fueron conferidos para que los hiciese siempre en su favor. Su autoridad estaba garantizada solamente que la llevara a favor del rey. Su autoridad dependía en su relación con el rey. No poseía una autoridad independiente. Una vez que perdió aquel favor, también perdió su autoridad, e incluso su vida.
Después de que Amán fue ejecutado, la autoridad que poseía le fue concedida a Mardoqueo, el tío de Ester.

Ester 8:1 y 2:
El mismo día, el rey Asuero dio a la reina Ester la casa de Amán enemigo de los judíos; y Mardoqueo vino delante del rey, porque Ester le declaró lo que él era  respecto de ella.
Y se quitó el rey el anillo que recogió de Amán, y lo dio a Mardoqueo. Y Ester puso a Mardoqueo sobre la casa de Amán.

Ahora era Mardoqueo quien poseía el anillo de sellar del rey. La autoridad de hacer negocios y transacciones en el nombre de Asuero.

Versículos 7 y 8:
Respondió el rey Asuero a la reina Ester y a Mardoqueo el judío: He aquí yo he   dado a Ester la casa de Amán, y a él han colgado en la horca, por cuanto extendió su mano contra los judíos.
Escribid, pues, vosotros a los judíos como bien os pareciere, en nombre del rey;   porque un edicto que se escribe en nombre del rey, y se sella con el anillo del rey,         no puede ser revocado.

El decreto que dio Amán en nombre del rey de exterminar a los judíos no podía ser revocado. La ley de Media y de Persia anulaba la voluntad del propio rey de cambiar una orden cuando ésta había sido sellada en su nombre.

Daniel 6:11-17:
Entonces se juntaron aquellos hombres, y hallaron a Daniel orando y rogando en             presencia de su Dios.
Fueron luego ante el rey y le hablaron del edicto real: ¿No has confirmado edicto que cualquiera que en el espacio de treinta días pida a cualquier dios u hombre   fuera de ti, Oh rey, sea echado en el foso de los leones? Respondió el rey diciendo: Verdad es, conforme a la ley de Media y de Persia, la cual no puede ser abrogada.
Entonces respondieron y dijeron delante del rey: Daniel que es de los hijos de los            cautivos de Judá, no te respeta a ti, Oh rey, ni acata el edicto que confirmaste, sino que tres veces al día hace su petición.
Cuando el rey oyó el asunto le pesó en gran manera, y resolvió librar a Daniel; y hasta la puesta del sol trabajó para librarle.
Pero aquellos hombres rodearon al rey y le dijeron: Sepas, Oh rey, que es ley de  Media y de Persia que ningún edicto u ordenanza que el rey confirme puede ser  abrogado.
Entonces el rey mandó, y trajeron a Daniel, y le echaron en el foso de los leones.  Y el rey dijo a Daniel: El Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves, él te libre.
Y fue traída una piedra y puesta sobre la puerta del foso, la cual selló el rey con su  anillo y con el anillo de sus príncipes, para que el acuerdo acerca de Daniel no se alterase.

EL DECRETO DE MARDOQUEO PARA QUE LOS JUDÍOS SE DEFIENDAN

En el registro que estamos considerando del Libro de Ester, el propio rey Asuero no podía invalidar el decreto que Amán había dado en su nombre, no obstante, a Mardoqueo se le dio la autoridad de editar otro decreto en nombre del rey Asuero.

Ester 8:9-11
Entonces fueron llamados los escribas del rey en el mes tercero, que es Siván, a   los veintitrés días de ese mes y se escribió conforme a todo lo que mandó Mardoqueo, a los judíos, y a los sátrapas, los capitanes y los príncipes de las provincias que había desde la India hasta Etiopía, ciento y veintisiete provincias; a  cada provincia según su escritura, y a cada pueblo conforme a su lengua, a los      judíos también conforme a su escritura y lengua.
Y escribió en nombre del rey Asuero, y lo selló con el anillo del rey, y envió cartas por medio de correos montados en caballos veloces procedentes de los repastos reales.
Que el rey daba facultad a los judíos que estaban en todas las ciudades, para que se reuniesen y estuviesen a la defensa de su vida, prontos a destruir, y matar, y acabar con toda fuerza armada del pueblo o provincia que viniese contra ellos, y aun sus niños y mujeres, y apoderarse de sus bienes.

Ahora había dos decretos, ambos eran sellados por el rey e igualmente válidos legalmente. Nadie podía alterarlos. El primero decretaba el exterminio de los judíos, mientras que el segundo declaraba que los judíos debían permanecer alertas, luchar en defensa de sus vidas, y destruir a sus enemigos.

Versículos 12-17:
En un mismo día en todas las provincias del rey Asuero, en el día trece del mes duodécimo, que es el mes de Adar
La copia del edicto que había de darse por decreto en cada provincia, para que fuese conocido por todos los pueblos, decía que todos los judíos estuviesen   preparados para aquel día, para vengarse de sus enemigos.
Los correos, pues, montados en caballos veloces, salieron a toda prisa por la orden  del rey; y el edicto fue dado en Susa capital del reino.
Y salió Mardoqueo de delante del rey con vestido real de azul y blanco, y una  gran corona de oro, y un manto de lino y púrpura. La ciudad de Susa entonces se  alegró y regocijó.
Y los judíos tuvieron luz y alegría, y gozo y honra.
Y en cada provincia y en cada ciudad donde llegó el mandamiento del rey, los judíos tuvieron alegría y gozo, banquete y día de placer. Y muchos de entre los pueblos de la tierra se hacían judíos, porque el temor de los judíos había caído  sobre ellos.

Los judíos tuvieron un día feliz por causa del nuevo decreto. Con muchos de entre el pueblo convirtiéndose en judíos, la fuerza de los judíos fue creciendo mientras que el poder de sus adversarios fue menguando. Cuando llegó el día señalado, los judíos obtuvieron una gran victoria.

Ester 9:1-5:
En el mes duodécimo que es el mes de Adar, a los trece días del mismo mes, cuando debía ser ejecutado el mandamiento del rey y su decreto, el mismo día que los enemigos de los judíos esperaban enseñorearse de ellos, sucedió lo contrario; porque los judíos se enseñorearon de los que los aborrecían.
Los judíos se reunieron en sus ciudades, en todas las provincias del rey Asuero para descargar su mano sobre los que habían procurado su mal, y nadie los pudo     resistir, porque el temor de ellos había caído sobre todos los pueblos.
Y todos los príncipes de las provincias, los sátrapas, capitanes y oficiales del rey,             apoyaban a los judíos; porque el temor de Mardoqueo había caído sobre ellos.
Pues Mardoqueo era grande en la casa del rey, y su fama iba por todas las provincias; Mardoqueo iba engrandeciéndose más y más.
Y asolaron los judíos a todos sus enemigos a filo de espada, y con mortandad y  destrucción, e hicieron con sus enemigos como quisieron.

El poder del reino estaba en manos de los judíos y por eso fueron destruidos sus enemigos.
En estos acontecimientos del Libro de Ester hemos visto como los dos decretos eran válidos legalmente y firmados en el nombre del rey. Ni el nombre de Amán, ni el nombre de Mardoqueo tenían por sí ningún peso en el reino. Pero cuando estos dos hombres decretaron sus órdenes en el nombre de Asuero, esas órdenes llevaban consigo todo el peso del mismo rey. Los decretos enviados por Amán, y posteriormente por Mardoqueo en el nombre de Asuero eran exactamente del mismo modo como si hubiese sido el propio Asuero quien los hubiera enviado.

JOSÉ Y FARAÓN


Anteriormente hemos leído un registro de Faraón y José. José recibió el anillo de sellar y con él la autoridad de llevar a cabo los negocios en el nombre de Faraón. Judá reconoció la autoridad que José su hermano portaba.

Génesis 44:18:
Entonces Judá se acercó a él, y dijo: Ay señor mío, te ruego que permitas que  hable tu siervo una palabra en oídos de mi señor, y no se encienda tu enojo contra   tu siervo, pues tú eres como Faraón.

La Nueva Biblia Inglesa traduce la última parte del versículo, “...tu eres igual que el Faraón”. Cualquier cosa que José declarase era como si el mismísimo Faraón la declarase. Mientras se mantuviese a favor de Faraón, José ejercería siempre su autoridad sobre todo Egipto.

ACAB Y JEZABEL


El próximo relato se encuentra en libro de 1ª de Reyes.

1ª Reyes 21:1-3:
Pasadas estas cosas aconteció que Nabot de Jezreel tenía allí una viña junto al palacio de Acab rey de Samaria.
Y Acab habló a Nabot, diciendo. Dame tu viña para un huerto de legumbres, porque está cercana a mi casa, y yo te daré por ella otra viña mejor que esta; o si  mejor te pareciere, te pagaré su valor en dinero.
Y Nabot respondió a Acab: Guárdeme Jehová de que yo te dé a ti la heredad de  mis padres.

Lo que Acab le estaba pidiendo a Nabot era contrario a la ley de Moisés. Cuando la tierra fue dividida, cada familia recibió una propiedad que debía ser dejada en herencia para las generaciones venideras. Solamente un pariente podía usar del derecho de redención. Como lo hizo Jeremías (capítulo 3) al comprar le heredad de su primo. Aquella tierra no podía ser entregada o vendida a alguien que no fuese un pariente próximo. Acab debía saber que lo que Nabot le replicó era verdad, pues no utilizó la fuerza de su posición para que Nabot le vendiese la viña.

Versículo 4:
Y vino Acab a su casa triste y enojado, por la palabra que Nabot de Jezreel le había respondido, diciendo. No te daré la heredad de mis padres. Y se acostó en su cama, y volvió su rostro, y no comió.

Acab se quedó abatido y haciendo berrinche porque Nabot no le quiso vender la viña.

Versículos 5-7:
Vino a él su mujer Jezabel, y le dijo: ¿Por qué está tan decaído tu espíritu, y no  comes?
El respondió: Porque hablé con Nabot de Jezreel, y le dije que me diera su viña por dinero, o que si más quería, le daría otra viña por ella; y él respondió: Yo no te daré mi viña.
Y su mujer Jezabel le dijo: ¿Eres tú ahora rey sobre Israel? Levántate, y come y  alégrate: Yo te daré la viña de Nabot de Jezreel.

Está bastante claro quién lleva los pantalones en este matrimonio. Y también es bastante aparente que Jezabel no debía de tener mucho respeto por la ley. Ella no era Israelita sino la hija de un rey pagano. Estaba resuelta a entregarle a Acab la viña sin importarle nada lo que la ley dijera. Pero ¿Qué autoridad tenía ella en el reino? ¡Ninguna! Era solamente la esposa del rey.

Versículo 8:
Entonces ella escribió cartas en nombre de Acab, y las selló con su anillo, y las envió a los ancianos y a los principales que moraban en la ciudad con Nabot.

Este sello hacía debió ser el mismo sello que tenía el anillo del rey. Note que ella no se atrevió a enviar estas cartas en su propio nombre. El nombre de Jezabel no significaba nada en el reino.

Versículos 9-11:
Y las cartas que escribió decían así: Proclamad ayuno, y poned a Nabot delante   del pueblo;
Y poned a hombres perversos delante de él, que atestigüen contra él y digan: Tú has blasfemado a Dios y al rey. Y entonces sacadlo, y apedreadlo para que muera.
Y los de su ciudad, los ancianos y los príncipes que moraban en su ciudad, hicieron como Jezabel les mandó, conforme a lo escrito en las cartas que ella le había enviado.

Al utilizar el nombre de Acab, Jezabel consiguió persuadir a los ancianos y a los príncipes a que llevasen adelante su maléfico plan.

ACTUANDO EN EL NOMBRE DE ALGUIEN MÁS COMO SU REPRESENTANTE

Vamos a ver ahora otro aspecto del actuar en el nombre de otra persona.

Juan 5:43:
Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viniere en su propio           nombre, a ese recibiréis.

Venir en nombre de alguien significa representarlo. Actuar en su autorizada representación. Yo no tengo el derecho de ir a cualquier lugar en nombre del presidente de Los Estados Unidos de Norteamérica. Yo no he sido elegido para representarlo. Legalmente, usted puede hacer transacciones mercantiles en otro nombre si ha recibido un poder de representación, un documento legal firmado por el representado. En este relato, Jesucristo dijo que él vino en el nombre de su Padre. Él poseía la autoridad de representar a Dios aquí en la tierra.

Juan 10:25:
Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí.

No hay ni una sola vez que él dijera: “Se sano en el nombre de mi Padre”. Cuando Jesús declaró que él hacía las obras en el nombre de su Padre, lo que simplemente quería decir era él fue autorizado por el Padre

Lucas 10:17:
Volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre.

Estos setenta representaron a Jesucristo. Tenían el derecho de usar su nombre. Los espíritus diabólicos no se sujetaban a estos hombres debido a lo que ellos eran, sino por causa de aquel a quien representaban. Ellos estaban autorizados a actuar en el nombre de Jesucristo como lo estaba Amán y posteriormente Mardoqueo en el nombre del rey Asuero, justo como José podía llevar a cabo negocios en el nombre del Faraón, y como Jezabel pudo hacerlo en el nombre de Acab.

Versículos 18 y 19:
Y les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.
He aquí yo os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará.

A estos setenta estaban autorizados a representar a Jesucristo y así como para llevar a cabo su obra.

Juan 14:26:
Más el consolador, el espíritu santo a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.

El don de espíritu santo fue enviado por el Padre en el nombre de Jesucristo. Así todo aquel que ha recibido el don está autorizado a representar a Cristo. Este don es también llamado “Cristo en ti” (Colosenses 1:27; Romanos 8:10). En todas partes donde va un renacido, él va en el nombre de Cristo y representa a Cristo.

Colosenses 3:17:
Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias al Padre por medio de él.

Ciertamente yo no declaro en todo lo que digo o hago: “Yo hago esto en el nombre del Señor Jesús”. Hacer “todo en el nombre del Señor Jesús” significa simplemente que lo representamos en todo lo que decimos o hacemos.

Marcos 16:17 y 18:
Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios, hablarán nuevas lenguas;
Tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño;   sobre los enfermos pondrán sus manos y sanarán.

Las señales que aquí se refieren tienen que ser hechas en el nombre de Jesucristo. Estas señales siguen a los que creen. Todos los que creen y reciben el don del espíritu santo están autorizados a representar a Cristo y a actuar en su nombre.

Juan 14:12:
De cierto, de cierto os digo: El que en mi cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre.

Jesucristo hizo sus obras en el nombre de su Padre. Cuando nosotros hacemos nuestras obras, las hacemos en el nombre de Jesucristo. Él representó a su Padre aquí en la tierra; y ahora nosotros lo representamos a él. Todas las cosas que hacemos deberían representarlo a él. Así, la expresión “en el nombre de Jesucristo” representa mucho más que solo decir esas palabras. Usted lleva consigo, usted porta su autoridad. Cuando usted habla como su representante, eso lleva tanto peso como si él mismo hablara. Pero hay una condición importantísima que debe ser cumplida.

Juan 6:38:
Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.

Juan 8:29:
Porque el que me envió, conmigo está, no me ha dejado solo el Padre, porque yo             hago siempre lo que le agrada.

Jesús siempre hizo la voluntad del Padre. Nunca actuó de una forma independiente de Dios. Así que, en todas y cada una de las situaciones él caminó en la autoridad de su Padre. Tenemos que recordar que José, Amán y Mardoqueo podían firmar decretos en el nombre de los reyes que representaban, mientras esos decretos fuesen siempre a favor del rey. De la misma manera, nosotros tenemos que andar de acuerdo a la voluntad de Dios si vamos a ejercer la autoridad que Él nos ha concedido. Cuando estamos dentro de los límites de la voluntad de Dios y hablamos, es exactamente igual que si Cristo hubiese hablado. Conocemos la voluntad de Dios a través de Su Palabra escrita y de Su Palabra directamente revelada.

PIDIENDO AL PADRE EN EL NOMBRE DE JESUCRISTO


Juan 14:13 y 14:
Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea  glorificado en el Hijo.
Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.

Juan 15:16:
No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto   para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que    pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé.

Juan 16: 23 y 24, 26 y 27:
En aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo, que todo  cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará.
Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid y recibiréis, para que vuestro          gozo sea cumplido.
En aquel día pediréis en mi nombre; y no os digo que yo rogaré al Padre por  vosotros.
Pues el Padre mismo os ama porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo salí de Dios.

En las instrucciones finales que les dio Jesús a sus discípulos y que se registran entre los capítulos catorce a dieciséis del Evangelio de Juan, Jesús les declaró seis veces que pidiesen en su nombre. Les dijo que no necesitarían preguntarle nada y que él no tendría necesidad de rogarle al Padre por ellos, sino que se dirigiesen directamente al Padre y que ellos mismos le pidiesen en el nombre de Jesucristo. Hoy en día continua vigente este mismo privilegio. Nosotros somos sus representantes y tenemos todo el derecho de estar delante del Padre en su nombre.

MINISTRANDO A OTROS EN SU NOMBRE


Vamos a tener ahora en consideración cómo los discípulos utilizaron su nombre en el Libro de los Hechos en relación con ministerio que tenemos hoy nosotros.

Hechos 2:38:
Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del espíritu santo.

Pedro guió a otros al nuevo nacimiento y a recibir el don de espíritu santo en el nombre de Jesucristo. Hoy en día, nosotros tenemos el mismo privilegio por ser representantes de Cristo. Podemos ministrar a otros en su nombre.

Hechos 4:10-12:
Sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano.
Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo.
Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.

Las personas son salvas en el nombre de Jesucristo. Tenemos el privilegio de traer la salvación en su nombre.

Hechos 3:1-6:
Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración.
Y era traído un hombre cojo de nacimiento, a quien ponían cada día en la puerta del templo que se llamaba la Hermosa, para que pidiese limosna de los que entraban en el templo.
Este, cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogaba que le           diesen limosna.
Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos.
Entonces él les estuvo atento, esperando recibir de ellos algo.
Más Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de            Jesucristo de Nazaret, levántate y anda.

Ya hemos considerado estos versículos anteriormente en nuestro estudio inicial, “Colaboradores con Dios”. Y habíamos notado que Pedro no oró por este hombre cojo. Simplemente le ordenó que se levantase y anduviese en el nombre de Jesucristo. ¿Cómo podría haber dicho: “Lo que tengo te doy”, si no hubiese tenido el derecho de hacerlo en el nombre de Jesucristo? Pedro y Juan llegaron al punto de creer que ellos representaban a Cristo aquí en la tierra. Por tanto no había ninguna diferencia entre si estaba el mismo Jesucristo o sus representantes en la situación. Cuando actuamos y obramos en el nombre de Jesucristo, es exactamente igual que si él mismo estuviese presente y pronunciase las palabras.

Versículo 16:
Y por la fe en su nombre, a éste, que vosotros veis y conocéis, le ha confirmado su          nombre; Y la fe que es por él ha dado a éste esta completa sanidad en presencia de todos vosotros.

Se debió a la creencia de éste hombre en el nombre de Jesucristo que pudo recibir la sanidad, pero sucedió únicamente después de que Pedro y Juan actuasen en su nombre.

Hechos 4:30:
Mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios  mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús.

En su nombre se realizan señales y maravillas.

Hechos 9:40:
Entonces, sacando a todos. Pedro se puso de rodillas y oró; y volviéndose al cuerpo, dijo: Tabita, levántate. Y ella abrió los ojos, y al ver a Pedro se incorporó.

Observe que Pedro no dijo: “En el nombre de Jesucristo, Tabita, levántate”. De hecho no pronunció esas palabras, él sabía que lo estaba haciendo en su nombre. Cuando actuamos con autoridad y lo representamos, cualquier cosa que hagamos es en su nombre.

Hechos 16:16-18:
Aconteció mientras íbamos a la oración, nos salió al encuentro una muchacha que tenía espíritu de adivinación, la cual daba gran ganancia a sus amos, adivinando.
Esta, siguiendo a Pablo y a nosotros, daba voces diciendo: Estos hombres son siervos del Dios altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación.
Y esto lo hacía por muchos días; mas desagradando a Pablo, éste se volvió y dijo al espíritu: Te mando en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella. Y salió en aquella misma hora.

Pablo echó fuera el espíritu diabólico de aquella muchacha en el nombre de Jesucristo. Nosotros podemos hacer lo mismo como representantes de Cristo.

LOS QUE NO ESTÁN AUTORIZADOS A USAR SU NOMBRE


En el Evangelio de Mateo, Jesús habló sobre aquellos que sin estar autorizados profetizaban en su nombre, echaban fuera los espíritus diabólicos, y hacían milagros.

Mateos 7:22 y 23:
Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en  tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?
Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.

¿Cómo es posible que usando su nombre les dijese que nunca los conoció? Está claro que no eran representantes autorizados. No tenían el derecho de usar su nombre.

Hechos 19:13-16:
Pero algunos de los judíos, exorcistas ambulantes, intentaron invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían espíritus malos, diciendo: Os conjuro por    Jesús, el que predica Pablo.
Había siete hijos de un tal Esceva, judío, jefe de los sacerdotes, que hacían esto.
Pero respondiendo el espíritu malo, dijo: A Jesús conozco, y se quien es Pablo; pero vosotros, ¿Quién sois?
Y el hombre en quien estaba el espíritu malo saltando sobre ellos y dominándolos,  pudo más que ellos, de tal manera que huyeron de aquella casa desnudos y heridos.

Estos hombres no eran renacidos. Por eso, ellos no estaban autorizados a representar a Cristo y a actuar en su nombre. Ellos habían, no en tanto, visto a Pablo echar fuera los espíritus diabólicos en el nombre del Señor Jesús e intentaron hacer lo mismo. Los exorcistas usaron varios nombres como parte de sus encantamientos para echar fuera los espíritus. Estos siete hijos de Esceva usaron el nombre de Jesús como parte de una fórmula mágica, pero ellos no entendían realmente lo que ese nombre representaba. En este caso el exorcismo se volvió contra ellos.

LA GRANDEZA DEL NOMBRE DE JESUCRISTO


Las epístolas dirigidas a la Iglesia revelan la grandeza del nombre de Jesucristo.

Efesios 1:17-23:
Para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os de espíritu de            sabiduría y de revelación en el conocimiento de él.
Alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cual es la esperanza a que él os ha llamado, y cuales las riquezas de la gloria de su herencia  en los santos.
Y cual la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos,           según la operación del poder de su fuerza.
La cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en  los lugares celestiales.
Sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se           nombra, no solo en este siglo, sino también en el venidero.
Y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia.
La cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.

La supereminente grandeza del poder de Dios está disponible para nosotros a través del nombre que está por encima de todo nombre que se nombra, tanto en esta edad como en las venideras. ¿Será que está por encima de todos los nombres de las enfermedades? ¿Acaso nombres como el cáncer o SIDA son más grandes que el nombre de Jesucristo? Cuando lo representamos, nuestra autoridad es completamente ilimitada, pues no existe ningún otro nombre que pueda compararse al de él. No existe ninguna situación en la que nos encontremos que sea más alta si estamos confiados y entendemos a quién representamos.

Filipenses 2:9-11:
Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre.
Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra;
Y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.

La razón por la que Pablo escribió “en el nombre de Jesús” se doble toda rodilla en vez de “en el nombre de Jesucristo” fue para enfatizar que ese fue el nombre con el que el mundo le desechó. A aquel que el mundo despreció, se burló, escupió y crucificó será aquel ante quien toda rodilla se doblará. El nombre por el cual los hombres tuvieron el menor respeto es el que ha sido más honrado por Dios. Hoy, a todos los que en él creemos, se nos ha dado la autoridad de utilizar su nombre; y ese uso de su nombre va más allá de una mera fórmula. Es el reconocimiento de lo que realmente somos por el Cristo que habita en nosotros y a quién representamos. A cualquier parte que vallamos caminamos en su autoridad. Estamos en sociedad con Dios el Padre y también con Su Hijo, Jesucristo. Entonces, andemos con denuedo y confianza. 

Traducción española por Juan Luis Molina 

Con una revisión de Claudia Juárez Garbalena




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