Relación entre la autoridad del creyente y la oración. Fragmento de "Una asociación poderosa" de Ken Petty
LA
VARA DE MOISÉS – EJERCITANDO AUTORIDAD
Un estudio sobre Moisés
nos revela la manera de andar con este poder y autoridad.
Éxodo 4:17:
Y tomarás en tu mano esta
vara, con la cual harás las señales.
Dios le dio a Moisés la
vara o bordón para que pudiese hacer las señales. Moisés hizo grandes señales a
través del poder de Dios y con esas señales realizó la liberación del pueblo de
Israel de las manos del Faraón. Pero poco tiempo después de que el pueblo
saliese de Egipto, el faraón mudó de idea y mandó a su ejército para
devolverlos a la esclavitud. Enfrente del pueblo de Israel se encontraba el Mar
Rojo, por detrás de ellos los egipcios, y tanto a izquierda como a derecha
infranqueables montañas. Se encontraban en una situación y con un problema insoluble
a los cinco sentidos.
Éxodo 14:13 y 14:
Y Moisés dijo al pueblo:
No temáis; estad firmes y ved la salvación que Jehová hará hoy con vosotros;
porque los egipcios que hoy habéis visto, nunca más para siempre los veréis.
Y Jehová peleará por
vosotros, y vosotros estaréis tranquilos.
Moisés le pidió al pueblo
que se mantuviese firme y que viese el poder y la obra que Dios iba a realizar
para ellos. Aparentemente esto suena a grandes palabras de creencia. Pero vamos
a ver el punto de vista de Dios y lo que dice a este respecto.
Versículos 15 y 16:
Entonces Jehová dijo a
Moisés: ¿Por qué clamas a mí? Di a los hijos de Israel que marchen.
Y tu, alza tu vara, y
extiende tu mano sobre el mar, y divídelo, y entren los hijos de Israel por en
medio del mar, en seco.
Dios le recordó a Moisés
que ya le había dado la vara o bordón para hacer las señales. Dios le dijo a
Moisés: “! Úsalo! Agarra ese bordón con tu mano y divide el mar. ¿Porqué me
preguntas a mí para que haga algo si yo ya te he dado toda la autoridad y
puedes ejercitarla?” John G. Lake, Un evangelista que ejecutó muchos milagros
en África del Sur y en los Estados Unidos a principios del siglo 20, hizo la
siguiente observación con respecto a este versículo:
Moisés tuvo una entrevista con el
Señor enfrente de la zarza ardiente, y Dios claramente mandó a Moisés que fuese
al Faraón en Egipto para demandarle la liberación de los hijos de Israel. Dios
le dio la señal de Su Presencia con él: su bordón de pastor. Todos los milagros
que se siguieron hicieron que finalmente aquella demanda se realizase, y los
hijos de Israel recibiesen el permiso de parte del rey para partir a la tierra
prometida.
Ellos estaban a la orilla de Mar
Rojo cuando el corazón del Faraón se volvió atrás y se arrepintió de su
decisión, a mi me parece que su idea fue pensar que había cometido una locura.
El se estaba perdiendo el servicio de dos millones y medio, o probablemente
cuatro millones de esclavos. En su intento de recuperar lo que había perdido,
los persiguió con su ejército. En ese mismo momento Moisés había llegado al Mar
Rojo. Tanto a un lado como a otro se encontraban montañas sin pasajes, y el
ejército del Faraón por detrás de él.
La situación desde el punto de
vista natural era insoluble y desesperada, y si existe alguna circunstancia
aparente en que cualquier hombre clame
justamente a Dios en oración, sin duda que era aquella. Pero quiero remarcar
esta noche una de las cosas que considero que están por detrás de nuestra
vida para Dios. La mayoría de nosotros
haría exactamente lo mismo que hizo Moisés.
Cuando llega la prueba nos paramos y lloramos, y a seguir paramos y
oramos y tomamos una postura en la cual somos sujetos a la misma reprensión que
vino sobre Moisés.
Moisés se paró firme en oración. No se nos
dice cuanto tiempo estuvo orando, ni lo que profirió en aquella oración, pero
en vez de Dios serle propicio, se ofendió, le reprendió, y le hizo ver lo
siguiente: “¿PORQUÉ CLAMAS A MÍ? DI A LOS HIJOS DE ISRAEL QUE MARCHEN”…
Dios no le dijo, extiende tu mano,
y Yo dividiré el mar. Sino que le dijo “Extiende tu mano sobre el mar y
divídelo”. No era algo que le compitiese a Dios hacer, sino que era una
acción que le competía a Moisés creer. La responsabilidad no era de Dios, sino
de Moisés. Una Cristiandad pobre está siempre inclinada a quejarse en oración,
mientras que Dios espera que sea el
creyente quien ordene la acción.
A mi juicio, esta es una de las
debilidades que tiene el carácter de muchos cristianos. Me parece que muy
frecuentemente la oración no es más que una excusa y un refugio para no actuar
con creencia. Y exactamente igual que cuando Moisés se puso a orar en vez de
honrar la Palabra que Dios le dio, usando su bordón, muchas veces nuestras
oraciones son una ofensa para Dios, porque en vez de orar como hizo Moisés,
Dios nos demanda que extendamos nuestra mano, y que ejercitando nuestro
bordón de creencia dividamos las aguas.
En muchos aspectos me parece que
esta es la más poderosa lección que la Palabra de Dios contiene con respecto a
la oración y a la creencia.
Cuando estamos en
sociedad con Dios y atendemos Su voz, entenderemos y sabremos cuando es tiempo
de oración y cuando no. Cuando es tiempo de actuar y no de orar, la oración no
deja de ser meramente una observancia religiosa.
Moisés aprendió bien esta
lección. Permítame mostrarle un par de acontecimientos que se sucedieron poco
tiempo después de los eventos en el Mar Rojo.
Éxodo 17:1-13:
Toda la congregación de
los hijos d Israel partió del desierto de Sin por sus jornadas, conforme al
mandamiento de Jehová, y acamparon en Refidim; y no había agua para que el
pueblo bebiese.
Y altercó el pueblo con
Moisés, y dijeron: Danos agua para que bebamos. Y Moisés les dijo: ¿Por qué
altercáis conmigo? ¿Por qué tentáis a Jehová?
Así que el pueblo tuvo
allí sed, y murmuró contra Moisés, y dijo: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto
para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos, y a nuestros ganados?
Entonces clamó Moisés a
Jehová diciendo: ¿Qué haré con este pueblo? De aquí a un poco me apedrearán.
Y Jehová dijo a Moisés:
Pasa delante del pueblo, y toma contigo de los ancianos de Israel; y toma
también en tu mano tu vara con que golpeaste el río y ve.
He aquí que yo estaré
delante de ti sobre la peña en Horeb; y golpearás la peña, y saldrán de ella
aguas, y beberá el pueblo. Y Moisés lo hizo así en presencia de los ancianos de
Israel.
Y llamó el nombre de
aquel lugar Masha y Meriba, por la rencilla de los hijos de Israel, y porque
tentaron a Jehová diciendo: ¿Está ahora Jehová entre nosotros, o no?
Entonces vino Amalec y
peleó contra Israel en Refidim.
Y dijo Moisés a Josué:
escógenos varones, y sal a pelear contra Amalec; mañana yo estaré sobre la
cumbre del collado, y la vara de Dios en mi mano.
E hizo Josué como le dijo
Moisés, peleando contra Amalec; y Moisés y Aarón y Hur subieron a la cumbre del
collado.
Y sucedía que cuando
alzaba Moisés su mano, Israel prevalecía; más cuando el bajaba su mano,
prevalecía Amalec.
Y las manos de Moisés se
cansaban; por lo que tomaron una piedra, y la pusieron debajo de él, y se sentó sobre ella; y Aarón
y Hur sostenían sus manos, el uno de un lado y el otro de otro; así hubo en sus
manos firmeza hasta que se puso el sol.
Y Josué deshizo a Amalec
y a su pueblo a filo de espada.
Moisés no oró por agua
para el pueblo, ni tampoco por la victoria sobre Amalec. Simplemente utilizó el
bordón que Dios le había dado. El bordón estaba en su mano. En cuanto Moisés
con la ayuda de Aarón y de Hur sostenía levantado su bordón, Israel prevalecía
en la batalla. Ha habido muchos que han cometido el error de enseñar que el
bordón de Moisés representaba las oraciones que Moisés dirigía a Dios. El
bordón de Moisés, sin embargo, lo que simbolizaba era la autoridad que Dios le
había transferido.
RELACIÓN DE ACCIONES
CORRECTAS Y ACCIONES ERRADAS
Después de la muerte de
Moisés, Dios le dijo a Josué que era tiempo de tomar acción.
Josué 1:1-3
Aconteció después de la
muerte de Moisés siervo de Jehová, que Jehová habló a Josué hijo de Nun,
servidor de Moisés diciendo:
Mi siervo Moisés ha
muerto, ahora, pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la
tierra que yo les doy a los hijos de Israel.
Yo os he entregado, como
lo había dicho a Moisés, todo lugar que pisare la planta de vuestro pie.
Dios no solamente expulsó
a los habitantes de Canán. Josué estaba en sociedad con Dios. Tenía que
comenzar a actuar. Si Josué hubiese permanecido a espera que Dios lo hiciese,
nunca se podría haber llevado a cabo la labor. Josué y los hijos de Israel
fueron instruidos a marchar y a tomar la tierra, Tendrían que pelear contra los
Cananitas pero Dios permanecería de su lado para darles la victoria.
Es de vital importancia
que entendamos el tipo de naturaleza que poseemos en nuestra sociedad con Dios.
Si nuestra intención es llevar a cabo el trabajo que le pertenece a Dios, los
resultados serán sin frutos e incluso desastrosos. Consideremos ahora lo que
sucedió cuando los hijos de Israel, después de reconocer su fracaso por no
haber entrado en la tierra prometida, intentaron hacer exactamente lo contrario
de aquello que Dios les había revelado.
Números 14:40-45:
Y se levantaron por la
mañana y subieron a la cumbre del monte, diciendo, henos aquí para subir al
lugar del cual ha hablado Jehová; porque hemos pecado.
Y dijo Moisés: ¿Por qué
quebrantáis el mandamiento de Jehová? Esto tampoco os saldrá bien.
No subáis, porque Jehová
no está en medio de vosotros, no seáis heridos delante de vuestros enemigos.
Porque el amalecita, y el
cananeo están allí delante de vosotros, y caeréis a espada; pues por cuanto os
habéis negado seguir a Jehová, por eso no estará Jehová con vosotros.
Sin embargo, se
obstinaron en subir a la cima del monte; pero el arca del pacto de Jehová, y
Moisés, no se apartaron de en medio del campamento.
Y descendieron el
amalecita y el cananeo que habitaban en aquel monte, y los hirieron y los
derrotaron, persiguiéndolos hasta Horma.
Ellos actuaron de una
manera agresiva, pero completamente independiente de Dios. Por eso, ellos,
sufrieron un gran desaire y derrota. No podemos tener éxito cuando intentamos
llevar a cabo el trabajo que le compite a Dios. Pero si esperamos que Dios
realice el trabajo que nos ha confiado a nosotros, Dios no podrá hacer cumplir Sus
propósitos.
DIOS NECESITA LLEVAR A CABO
SU PROPÓSITO EN CONJUNCIÓN CON EL HOMBRE
Dios está limitado a lo
que nosotros realizamos. Un ejemplo que nos ilustra claramente este principio
se encuentra en el libro de Ezequiel.
Ezequiel 22:30 y 31:
Y busqué entre ellos
hombre que hiciese vallado y que se pusiese en la brecha delante de mí, a favor
de la tierra, para que yo no la destruyese y no lo hallé.
Por tanto, derramé sobre
ellos mi ira; con el ardor de mi ira los consumí; hice volver el camino de
ellos sobre su propia cabeza, dice Jehová el Señor.
Cuando Ezequiel escribió
este relato, la tierra de Judá había sido devastada por el ejército de
Babilonia y la capital Jerusalén hecha ruinas. Dios declaró que si Él hubiese
podido encontrar un hombre que se mantuviese firme por la tierra de Judá en la
brecha, la destrucción hubiese sido evitada. Pero, ¿Será que no puede llevar
Dios a cabo lo que le place? Ciertamente que puede, y ha determinado que el
hombre tenga el dominio sobre la tierra y que trabaje en sociedad con El. Dios
decidió que no se llevarían a cabo Sus propósitos sobre la tierra sin la
colaboración del hombre. Dios nunca ha mudado el designio original que puso en
el hombre. Hasta que Su juicio sobre la naturaleza pecaminosa del hombre sea
ejecutado nunca va a mudarlo.
Hechos 17:31
Por cuanto ha establecido
un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a
todos con haberlo levantado de los muertos.
Romanos 2:16:
En el día en que Dios
juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio.
Vamos a ver ahora un
registro de Saúl, el primer rey en Israel. Dios escogió a Saúl, y en el
principio de su reinado el anduvo en armonía con Dios.
1ª Samuel 10:6 y 7:
Entonces el Espíritu de
Jehová vendrá sobre ti con poder y profetizaras con ellos, y serás mudado en
otro hombre.
Y cuando te hayan
sucedido estas señales, haz lo que te viniere a la mano, porque Dios está
contigo.
La Nueva Versión King
James traduce la segunda parte de este versículo 7: “... haz conforme demande
la ocasión”. Y la Nueva Versión Revised Standard: “... haz aquello que veas
necesario hacer.” Dios le dijo a Saúl que llevase a cabo su labor, y que Dios
estaría entonces con él. Dios hizo una sociedad con Saúl. E hizo lo mismo con
Elías.
1ª Reyes 17:1:
Entonces Elías tisbita,
que era de los moradores de Galaad, dijo a Acab: Vive Jehová Dios de Israel, en
cuya presencia estoy, que no habrá lluvia ni rocío en estos años, sino por mi
palabra.
¡Que gran declaración!
Elías le dijo a Acab que no habría lluvia hasta que él lo dijese. Y no hubo
lluvia hasta que Elías lo mandó. ¿Se imagina a un hombre clamando para que no
llueva y que ordene y controle el clima? Elías pudo declarar esto porque sabía
que Dios decidió darle ese dominio. Posteriormente aparecería un hombre que
también ejercitó este dominio sobre el clima.
Mateo 8:24-27:
Y he aquí que se levantó
en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca, pero él dormía.
Y vinieron sus discípulos
y le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos!
El les dijo: ¿Por qué
teméis hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió al viento y al
mar: Y se hizo grande bonanza.
Y los hombres se
maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es este, que aun los vientos y el mar le
obedecen?
Observe que él no se puso
a orar a Dios ni a preguntarle si podía calmar al viento y al mar. Jesús
simplemente los reprendió directamente. Actuó con la autoridad que Dios le
había otorgado. Por supuesto, nadie puede llegar a este punto sin una estrecha
asociación con Dios, y eso incluye una vida íntima de oración con el Padre. Ya
hemos leído anteriormente la verdad inserida en Juan 14:12 donde Jesús dice que
todos aquellos que creyesen en él harían las mismas obras que él hizo.
¿Podremos nosotros reprender al viento y al mar en una gran tempestad y esperar
que se calmen? Si creemos que somos lo que Dios nos dice y la autoridad y el
dominio que se nos ha dado, claro que podemos. Siglos antes de Cristo, Elías
también ejerció su dominio sobre el clima.
1ª Reyes 18:36:
Cuando llegó la hora de
ofrecerse el holocausto, se acercó el profeta Elías y dijo: Jehová Dios de
Abraham, de Isaac y de Israel, sea hoy manifiesto que tú eres Dios en Israel, y
que yo soy tu siervo, y que por mandato tuyo he hecho yo todas estas cosas.
Las palabras “estas
cosas” incluían no solamente el holocausto sino también su declaración de que
no llovería “sino por mi palabra”. Y ahora declara que ha hecho todas estas
cosas “por mandato tuyo” o “de acuerdo a tu Palabra” como dice en otras
traducciones. La prolongada sequía que hubo en Israel no fue algo que Elías
sacase de su propia imaginación. Elías estaba estrechamente ligado con Dios en
una sociedad. Sabía cuál era la voluntad de Dios, y ordenó que sucediese.
ORACIÓN Y DOMINIO
Santiago 5:17 y 18
Elías era hombre sujeto a
pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese,
y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses.
Y otra vez oró, y el
cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto.
Esto quiere decir que si
Elías no hubiese orado fervientemente para que no hubiese lluvia en esos tres
años y medio, la lluvia hubiese caído durante ese mismo tiempo. Recordemos que
Elías le dijo a Acab que la sequía permanecería de acuerdo a su palabra. El
hizo esta declaración en perfecta armonía y conjunción con Dios. Y cuando Elías
lo dijo tres años y medio después volvió la lluvia. Además, tenemos que tener
en cuenta y se nos dice que Elías era un hombre con las mismas fragilidades y
sentimientos humanos que nosotros. Estaba sujeto a los mismos temores y dudas
que nosotros. Pudo pensar que la tarea que se le dio era demasiado grande para
él. Y lo era. Pero Elías estaba en sociedad y comunión con Dios. Si Elías no
hubiese tenido esa estrecha asociación con Dios, la voluntad de Dios no se
podría haber llevado a cabo. Elías oró y actuó por revelación.
¿Por qué es tan necesaria
la oración para Dios? ¿Por qué, simplemente, no hace Dios aquello que
determina? Porque Dios le ha dado al hombre el dominio sobre la tierra. Orar no
es meramente una ocupación. Dios nos ha dado a nosotros autoridad. Algunas
veces ejercitaremos esa autoridad preguntándole a Dios si puede hacer algo para
respaldarnos. Otras veces la ejercitaremos actuando conforme a la Palabra que
nos haya revelado. Debemos pasar tiempo en oración para que cuando la situación
lo demande, podamos actuar con toda la autoridad.
1ª Reyes 18:41-46:
Entonces Elías dijo a
Acab: Sube, come y bebe; porque una lluvia grande se oye
Acab subió a comer y a
beber, y Elías subió a la cumbre del Carmelo, y postrándose en tierra, puso su
rostro entre las rodillas.
Y dijo a su criado: sube
ahora, y mira hacia el mar. Y él subió, y miró, y dijo: No hay nada. Y él le
volvió a decir: Vuelve siete veces.
A la séptima vez dijo: Yo
veo una pequeña nube como la palma de la mano de un hombre, que sube del mar. Y
él dijo: Ve, y di a Acab: Unce tu carro y desciende, para que la lluvia no te
ataje.
Y aconteció, estando en
esto, que los cielos se oscurecieron con nubes y viento, y hubo una gran
lluvia. Y subiendo Acab, vino a Jezreel.
Y la mano de Jehová
estuvo sobre Elías, el cual ciñó sus lomos, y corrió delante
de Acab hasta llegar a
Jezreel.
A los cinco sentidos no
había señal de que fuese a llover. Elías debió recibir una revelación audible
de parte de Dios. Entonces fue cuando le declaró al rey que llovería. Debió de
estar plenamente persuadido de lo que Dios le había revelado para poder haber
hecho esta declaración. Después de esta denodada declaración, Elías se puso en
la cumbre del Monte Carmelo, se postró y puso su faz entre sus rodillas. Esto
coincide con el libro de Santiago y su registro de que Elías oró para que
lloviese. Después, siete veces envió a su siervo para que mirase al cielo
buscando nubes, y seis veces le dijo su siervo que el cielo estaba limpio y sin
nubes. A la séptima, su siervo le dijo que apareció una pequeña nube en el
horizonte. Inmediatamente después, Elías envió su siervo a Acab para avisarle
antes que la lluvia le hiciese imposible la travesía. Elías sabía que no sería
una lluvia suave, sino una gran tempestad. Eso fue exactamente lo que sucedió,
y sucedió de acuerdo a la revelación que Dios le había dado a Elías. Elías oró,
y Elías actuó. Ciertamente que podemos ver la poderosa y estrecha relación que
existe entre la oración y la autoridad.
En Filipenses 2:13 se nos
declara que es Dios Quien trabaja en nosotros para que nuestro deseo sea el
hacer lo que Él quiere que sea hecho. Siempre que estemos conscientes de que
Dios está trabajando en nosotros, sabremos cuando debemos orar y cuando debemos
ejercitar nuestro dominio y orden para que las cosas sucedan.
Otro episodio que nos
relata la autoridad que se ejercita en la oración es la intercesión que Moisés
hizo por el pueblo de Israel después de que el pueblo se rehusase a entrar en
la tierra prometida.
Esto sucedió poco tiempo
antes de que la gente de Israel fracasase en su intento de tomar la tierra sin
el consentimiento de Dios y por ellos mismos.
Números 14:11-20:
Y Jehová dijo a Moisés:
¿Hasta cuando me ha de irritar este pueblo? ¿Hasta cuando no me creerán, con todas las señales
que he hecho en medio de ellos?
Yo los heriré en
mortandad y los destruiré, y a ti te pondré sobre gente más grande y más fuerte
que ellos.
Pero Moisés respondió a
Jehová: Lo oirán luego los egipcios, porque de en medio de ellos sacaste a este
pueblo con tu poder;
Y lo dirán a los
habitantes de esta tierra, los cuales dirán luego que tu, oh Jehová, estabas en
medio de este pueblo, que cara a cara aparecías tu, oh Jehová, y que tu nube estaba sobre ellos, y que de día ibas
delante de ellos en columna de nube, y de noche en columna de fuego;
Y que has hecho morir a
este pueblo como un solo hombre; y las gentes que hubieren oído tu fama
hablarán, diciendo:
Por cuanto no pudo Jehová
meter este pueblo en la tierra de la cual les había jurado, los mató en el
desierto.
Ahora, pues, yo te ruego
que sea magnificado el poder del Señor, como lo hablaste, diciendo:
Jehová, tardo para la
ira, y grande en misericordia, que perdona la iniquidad y la rebelión, aunque
de ningún modo tendrá por inocente al culpable; que visita la maldad de los
padres sobre los hijos hasta los terceros y hasta los cuartos.
Perdona ahora la
iniquidad de este pueblo según la grandeza de tu misericordia, y como has
perdonado a este pueblo desde Egipto hasta aquí.
Entonces Jehová dijo: Yo
lo he perdonado conforme a tu dicho.
En este pasaje, la
rebelión de los hijos de Israel había llegado hasta tal punto que su
destrucción era inminente. Moisés, no obstante, entendía la naturaleza de Dios
y sabía las promesas que le hizo a Abraham por pacto. Su oración estaba de
acuerdo a la voluntad de Dios, y Dios los pudo perdonar en armonía con la
palabra de Moisés. ¿Qué hubiese sucedido si Moisés no hubiese andado en armonía
con Dios? Y ¿Qué hubiese sucedido si Moisés no hubiese estado firme por el
pueblo delante de Dios? Simplemente la destrucción de Israel no podría haber
sido evitada. Anteriormente hemos leído un pasaje de Ezequiel en el que Dios
habría evitado la destrucción de los hombres de Judá a manos del ejército de
Babilonia si tuviese encontrado un hombre que hubiese quedado firme en la
brecha intercediendo por la tierra, pero no encontró ni tan siquiera uno. Vamos
ahora a leer y a ver una promesa que Dios le dio a Jeremías concerniente a la
restauración de Israel.
Jeremías 29:10-14:
Porque así dijo Jehová:
Cuando en Babilonia se cumplan los setenta años, Yo os visitaré, y despertaré
sobre vosotros mi buena palabra, para haceros volver a este lugar.
Porque Yo se los
pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y
no de mal, para daros el fin que esperáis.
Entonces me invocaréis, y
vendréis y oraréis a Mí, y Yo os oiré;
Y me buscaréis y me
hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón.
Y seré hallado por
vosotros, dice Jehová, y haré volver vuestra cautividad, y os reuniré de todas las naciones y de todos los
lugares de donde os arrojé, dice Jehová; y os haré volver al lugar de donde os
hice llevar.
Dios declaró que traería
a los judíos de vuelta a su tierra después de que pasasen los setenta años del
cautiverio. Pero para llevar a cabo esta labor, sin embargo, dijo que ellos
deberían primeramente orar delante de Su Presencia y de que lo buscasen de todo
corazón. Años después de Jeremías haber escrito esta promesa, Daniel, teniendo
conocimiento de la misma, la leyó y comenzó a trabajar en armonía con Dios para
que pudiera realizarse.
Daniel 9:2 y 3, y, 18 y
19:
En el primer año de su
reinado, yo Daniel miré atentamente en los libros el número de los años de que
habló Jehová al profeta Jeremías, que habían de cumplirse las desolaciones de
Jerusalén en setenta años.
Y volví mi rostro a Dios
el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza.
Inclina, oh Dios mío, tu
oído, y oye; abre tus ojos, y mira nuestras desolaciones, y la ciudad sobre la
cual es invocado tu nombre; porque no elevamos nuestros ruegos ante ti confiados en nuestras
justicias, sino en tus muchas misericordias.
Oye, Señor; oh Señor,
perdona; presta oído, Señor, y hazlo; no tardes, por amor de ti mismo, Dios
mío; porque tu nombre es invocado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo.
Daniel comenzó a cumplir
el requisito que el Señor había establecido en la profecía de Jeremías. Si Dios
pudiese haber hecho alguna cosa antes de que Daniel cumpliese ese requisito, no
hubiese precisado de alguien que orase tan fervientemente. Daniel entró en
aquella sociedad necesaria con Dios para que se pudiesen cumplir los deseos de
Dios en la tierra.
Vamos a considerar ahora
un registro del Evangelio de Juan que nos demuestra la relación que existe
entre la oración y el ejercicio de autoridad en la vida de Jesús.
Juan 11:38-44:
Jesús, profundamente
conmovido otra vez, vino al sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra puesta
encima.
Dijo Jesús: Quitad la
piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya,
porque es de cuatro días.
Jesús le dijo: ¿No te he
dicho que si crees, verás la gloria de Dios?
Entonces quitaron la
piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo
alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído.
Yo sabía que siempre me
oyes, pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean
que tu me has enviado.
Y habiendo dicho esto,
clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera!
Y el que había sido
muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en
un sudario, Jesús les dijo: Desatadle y dejadle ir.
Jesús dijo, “Padre,
gracias te doy por haberme oído.” ¿Qué fue lo que le dijo al Padre? Obviamente,
le pidió al Padre poder levantar de los muertos a Lázaro. Y la respuesta debió
de ser “adelante”. Ahora bien, Jesús no estaba siempre levantando a todos los
que morían, pero en esta situación en particular, debió haber recibido la
revelación de parte de Dios. Actuó en sociedad con Dios, y ordenó a Lázaro que
saliera de la cueva. Jesús, después de orar a Dios ordenó que esto sucediese.
Ejerció su dominio. Anduvo a través de la autoridad que Dios le había
conferido. El no dijo, “Padre, si es tu voluntad, ¿Será que puedes levantarlo
Tú de los muertos?” ¡No! Jesús dijo con todo su denuedo, “Lázaro, ¡ven fuera.!”
El Señor Jesucristo nos
enseñó que nosotros podemos hacer lo mismo que él hizo.
Juan 14:12 y 13:
De cierto, de cierto os
digo: El que en mi cree las obras que yo hago, él las hará también; y aún
mayores hará porque yo voy al Padre.
Y todo lo que pidiereis
al Padre en mi nombre, lo haré para que el Padre sea glorificado en el Hijo.
Observe la relación que
existe entre la oración en el nombre de Jesucristo y el necesario ejercicio de
la autoridad para llevar a cabo las obras que él hizo. Esta conexión entre la
oración y ejercer la autoridad nos capacita ahora para entender una sección del
Evangelio de Mateo.
Mateo 21: 21 y 22:
Respondiendo Jesús, les
dijo: De cierto os digo, que si tuvieseis fe, y no dudareis, no solo haréis
esto de la higuera, sino que si a este monte dijereis: Quítate y échate en el mar, será hecho.
Y todo lo que pidiereis
en oración, creyendo, lo recibiréis.
El versículo 21 habla de
ordenar a un monte que sea removido y después el 22 lo relaciona con la
oración. Sin embargo Jesús no les dijo, “Si oráis a Dios para que remueva esta
montaña, será hecho”. Él les dijo a sus discípulos que hablasen directamente a
la montaña, que le ordenasen que se echase al mar. Existe una estrecha relación
entre la oración y dar una orden para que algo suceda. Muchas veces será a
través de la oración que vamos a averiguar cuál es la voluntad de Dios. Y
cuando la averiguamos, tenemos toda la autoridad necesaria para dar una orden y
que algo suceda. No tenemos que ser como los hijos de Israel que, actuando agresivamente
y por su propio impulso, se fueron a la cumbre del monte sin que esa fuese la
voluntad de Dios. No podemos ordenar aquello que sea contrario a Su voluntad y
esperar buenos resultados.
Lamentaciones 3:37:
¿Quién será aquel que
diga que sucedió algo que el Señor no mandó?
Pero una vez que
conocemos la voluntad de Dios, tanto por su Palabra escrita como a través de Su
directa revelación, debemos tomar acción y llevarla a cabo.
Mateo 18:18:
De cierto os digo que
todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis
en la tierra, será desatado en el cielo.
Las palabras “atéis” y
“desatéis” son utilizadas para significar el ejercicio de autoridad. La
traducción Reina –Valera, nos da la idea de que todo lo que hagamos, será
respaldado por Dios. Sin embargo, Kenneth Wuest lo traduce: “Seguramente os
estoy diciendo que lo que prohibáis en la tierra, ya habrá sido prohibido en el
cielo; y lo que permitáis en la tierra habrá sido permitido en el cielo”. La
New American Estándar Bible refleja en sus anotaciones, indicadas con corchetes
a continuación, una traducción mas precisa de los tiempos verbales griegos y
del sentido de las palabras “atar” y “desatar” en este versículo cuando dice:
“En verdad os digo: Todo lo que atéis [prohibáis] en la tierra, será [habrá
sido] atado en el cielo; y todo lo que desatéis [permitáis] en la tierra, será
[habrá sido] desatado en el cielo”. La clave para ejercer correctamente nuestra
autoridad es permanecer en contacto íntimo con Dios y conocer Su voluntad. No
podemos actuar independientemente de Dios, pero al ser nosotros a quienes se
nos ha dado el señorío aquí en la tierra, ejercemos autoridad para hacer
cumplir la Voluntad de Dios. Las cosas que están establecidas en los cielos
pasan, así, a ser una realidad aquí sobre la tierra. Esto es verdad, tanto para
la voluntad de Dios que está establecida en Su Palabra escrita como para Su
revelación directa. Nuestro dominio debe sujetarse a los límites que Dios
impone en Su voluntad. La mentira original que la humanidad creyó fue: “Y
seréis como Dios” (Génesis 3:5). Intentar ejercitar dominio apartándonos de la
voluntad de Dios será actuar como si nosotros fuésemos nuestro propio dios.
Tomar en consideración y
observar la relación que existe entre oración y el ejercicio de la autoridad
nos capacita para que entendamos un registro del Evangelio de Marcos.
Marcos 9:14-29:
Cuando llegó a donde
estaban los discípulos, vio una gran multitud alrededor de ellos, y escribas
que disputaban con ellos.
Y enseguida toda la
gente, viéndole, se asombró, y corriendo a él le saludaron.
El les preguntó: ¿Qué
disputáis con ellos?
Y respondiendo uno de la
multitud, dijo, Maestro, traje a ti a mi hijo, que tiene un espíritu mudo,
El cual, dondequiera que
le toma, le sacude; y echa espumarajos, y cruje los dientes, y se va secando; y
dije a tus discípulos que lo echasen fuera, y no pudieron.
Y respondiendo él, les
dijo: ¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuando he de estar con vosotros? ¿Hasta
cuándo os he de soportar? Traédmelo.
Y se lo trajeron; y
cuando el espíritu vio a Jesús, sacudió con violencia al muchacho, quien
cayendo en tierra se revolcaba, echando espumarajos.
Jesús le preguntó al
padre: ¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto? Y él dijo: Desde niño.
Y muchas veces le echa en
el fuego y en el agua, para matarle; pero si puedes hacer algo, ten
misericordia de nosotros, y ayúdanos.
Jesús le dijo: Si puedes
creer, al que cree todo le es posible.
E inmediatamente el padre
del muchacho clamó y dijo: Creo; ayuda mi incredulidad.
Y cuando Jesús vio que la
multitud se agolpaba, reprendió al espíritu inmundo, diciéndole: Espíritu mudo
y sordo, yo te mando, sal de él, y no entres más en él.
Entonces el espíritu,
clamando y sacudiéndole con violencia, salió; y él quedó como muerto, de modo
que muchos decían: Está muerto.
Pero Jesús, tomándole de
la mano, le enderezó y se levantó.
Cuando él entró en su
casa, sus discípulos le preguntaron aparte: ¿Por qué nosotros no pudimos
echarle fuera?
Y les dijo: Este género
con nada puede salir, sino con oración y ayuno.
Casi todos los estudiosos
modernos y traductores concuerdan en que hay evidencias textuales que
garantizan la omisión de las palabras “y ayuno.” (La totalidad del versículo 21
debe ser también omitida). Y esto concuerda con la declaración que Jesucristo
pronunció diciendo que sus discípulos no debían ayunar (Marcos 2:18-20).
Anteriormente Marcos registró que los Doce “echaban fuera muchos demonios”
(6:13), sin embargo se encontraron con dificultades en esta circunstancia
específica y con este espíritu. Y cuando le preguntaron a Jesús por la causa de
esta dificultad, él les dijo, “este tipo de espíritu no puede ser echado fuera
sino a través de la oración”. Sin embargo Jesús no oró para que saliese el
espíritu. Simplemente le reprendió y el espíritu salió. Su maestro estaba
enseñando a los discípulos una gran verdad y principio cuando se trata de
ministrar a otros. Si queremos andar con dominio y autoridad, nos es necesario
mantenernos en contacto permanente con Dios. Una vida de oración rica y
efervescente nos capacita para que sepamos con toda confianza y seguridad lo
que tenemos que hacer en cada situación. Jesús permaneció constantemente en
contacto con Dios. Él sabía perfectamente que lo que impedía la salida del
espíritu era la incredulidad de parte del padre del muchacho. Y Dios le mostró
también como lidiar con el padre. Jesús estaba instruyendo a sus discípulos
diciéndoles que si se hubiesen mantenido en contacto con Dios hubiesen podido
averiguar la causa del problema y echar el espíritu fuera del muchacho.
Traducción por Juan Luis
Molina.
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