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EL APOCALIPSIS O "EL DÍA DEL SEÑOR" -(Introducción 2a. Parte)


Por
E.W. Bullinger, D.D.
Segunda edición
(Revisada y corregida)
1909


Traducción al español por Juan Luis Molina

Con la colaboración de
Claudia Juárez Garbalena

VI.    La gente del Libro: “Siervos”
VII.   El Título del Libro  
VIII.  Las Descripciones del Libro 
1.    "La Palabra de Dios” (1: 2)
2.    "Esta Profecía”  (1: 3)
3.    “El Testimonio de Jesucristo” (1: 2, 9)
IX.    Ciertas expresiones en el Capitulo 1:3
1.    Por aquel que nos amó (1: 5)
2.    " Reyes y Sacerdotes" (1: 6)
3.    "Su Padre" (1: 6)
4.    "Reino y Paciencia (1: 9)
5.    "De su Boca salía una Espada Aguda de dos Filos" (1: 16)
6.    "Una Gran Voz" (1: 10, 12)
7.    " El que Tiene Oído, Oiga"

(6) LA GENTE DEL LIBRO.
 “SIERVOS”
Esta expresión nos dice quienes son las personas a quienes especialmente este libro concierne; y a quienes la Revelación de Jesucristo se muestra. Desde el principio se nos avisa ya que no pertenecemos aquí, sino al fundamento de las Epístolas Paulinas, las cuales están dirigidas a los “hijos,” y no a los “siervos.”
La palabra es (…), doulos, y significa un sievo esclavo.
Ahora, sin negar que los miembros del Cuerpo de Cristo son en un cierto sentido los siervos de Cristo, sin embargo está perfectamente claro que ese no es su título en cuanto a su posición en Cristo delante de Dios. Está especialmente declarado hablando de estos que, “Tú ya no eres más un siervo, sino un hijo” (Gálatas 4:7). Este es el punto principal que está establecido en referencia a su nueva posición en Cristo.
A través del Antiguo Testamento, en pasajes demasiado numerosos para ser enumerados, el Pueblo de Dios Israel está constantemente siendo referido como siendo Sus siervos. Este hecho es bien conocido y no precisa nada más que su declaración.
Su significado se verá de una vez por todas cuando lleguemos a las Escrituras el Nuevo Testamento. Allí encontraremos el mismo uso de la palabra siempre que Israel aparece. Tiene 124 ocurrencias; pero como 39 de estas ocasiones se refieren a los siervos domésticos, o los que sirven a los hombres, solo tendremos que ocuparnos con las 85 veces donde se utiliza con referencia a Dios. De estas 85 veces, no menos de 59 se encuentran en los Evangelios y en Hechos. Solamente seis en las Epístolas a la Iglesia (Romanos 1:1; 1ª Corintios 7:22; Gálatas 1:10; Efesios 6:6; Filipenses 1:1; Colosenses 4:12), y seis en las generales y demás Epístolas (2ª Timoteo 2:24; Tito 1:1. Santiago 1:1; 1ª Pedro 2:16; 2ª Pedro 1:1. Judas 1).
Sin embargo, mientras que este es el caso con las Epístolas, la palabra “siervos” aparece no menos de catorce veces en el libro de Apocalipsis, y esto, no de la manera excepcional, como en las Epístolas, sino como aquel específico y apropiado título de aquellos quienes son los sujetos del libro.
En las Epístolas el uso es peculiar, como un estudio del pasaje que se mostrará. De todas las doce veces, seis están en el primer versículo de la Epístola,* describiendo las características especias del escritor. Porque mientras que todos los hijos sirven, y sean en un sentido, por tanto, siervos, sin embargo los “siervos,” como tales, no tienen por qué ser necesariamente hijos. En otras palabras, un “hijo” puede ser denominado un siervo, pero un “siervo” nunca podrá ser denominado un hijo.
* Romanos, Filipenses, Tito, Santiago, y Judas.
Aquí, los escritores de las Epístolas, estando todos encargados en algún especial servicio, pueden muy bien ser llamados siervos. Y el Apocalipsis, siendo escrito concerniente a Israel, los Israelitas son, apropiadamente, siempre referidos como “siervos.”
Esta evidencia puede parecer que no es conclusiva en sí misma; pero junto con las otras razones dadas, suma más un testimonio a nuestra posición de que el libro de Apocalipsis no tiene a la Iglesia de Dios por su tema.   
Como miembros del Cuerpo de Cristo, nosotros estamos “en Cristo.” Hemos recibido una filiación, por la cual clamamos: Abba, Padre mío,” “…y si hijos, también herederos, herederos de Dios y coherederos en Cristo” (Romanos 8:15-17).
 “Porque todos los que son guiados por el espíritu de Dios, (i.e., la nueva naturaleza) estos son hijos de Dios; porque no habéis recibido el espíritu de esclavitud” (v. 14, 15). Esto se especifica más en Gálatas 4:1-7, donde el hecho todavía se aclara y enseña mejor.
¿No deberíamos preguntarnos, si es que el Apocalipsis trata acerca de la Iglesia de Dios, entonces, la gente no debería ser referida con esta nueva designación de “hijos,” y sin embargo, siempre son llamados bajo el título utilizado para aquellos en el Antiguo Testamento que estaban bajo de la Ley? ¿No es extraño que así suceda? ¿Y no será el deber que les cabe a estos intérpretes que ven a la Iglesia como sujeto del libro, explicarnos esta resonante peculiaridad?  
Aun en los Evangelios, hablando de los doce, el Señor Jesús les llama especialmente su atención y la nuestra a un cambio en la relación, que tuvo en aquel lugar entonces. Ese cambio no es tan grande como aquel revelado y contenido en el Misterio. Él les había estado mostrando algunas cosas del futuro, y les dice (Juan 15:15): “Ya no os llamaré más siervos, porque el siervo no conoce lo que hace su señor: sino que os llamaré amigos.” En el Apocalipsis, Él está mostrándoles las cosas que deben acontecer en lo sucesivo; y Él no les llama “amigos,” y mucho menos se refiere a ellos como “hijos,” sino que retrocede y se distancia más en su trato con ellos, y los llama entonces, sin excepción, “siervos.” 
Un cuidadoso estudio del Antiguo Testamento con referencia a esta palabra “siervos” ayudará a reforzar nuestra posición. En Levítico 25:42, Jehová declara que “ellos son mis siervos.”  Deuteronomio está cargado de referencias a este gran hecho: y, cuando pasamos al Apocalipsis, y lo leemos como la continuación de los tratos de Dios con Israel, entonces todo se vuelve muy claro; y no tenemos problemas para resolver; tales como el por qué todo se torna de luminoso en tinieblas, y los “hijos de Dios” son súbitamente denominados de “siervos.” Ni tampoco tenemos ninguna dificultad para explicar el por qué aquellos de quienes se declara que ya no son “siervos,” sino “hijos,” son continuamente llamados siervos, y no hijos.
El propio Juan, escribiendo por el mismo Espíritu a la Iglesia de Dios (1ª Juan 3:2), cuando habla de sus miembros, dice: “Amados, ahora somos hijos de Dios,” y les llama de esta manera teniendo en cuenta que los veía en Él, como Él es, y a su igualdad con Él. Pero cuando les escribe a los que estarán en la tierra durante el tiempo de la Gran Tribulación, él es divinamente inspirado a referirse de ellos, no como “los hijos de Dios,” sino como los “siervos de Dios.” 
Repetimos una vez más, para que dejar este punto suficientemente claro, que mientras los “hijos” puedan realizar algún especial servicio, y que por tanto puedan, en tal caso, ser denominados “siervos”, los “siervos,” por el contrario, cualquiera que sea el servicio prestado, nuca pueden ocupar la posición, o tener el título, de “hijos.”

 (7) EL TÍTULO DEL LIBRO.
Nuestra próxima evidencia es el título dado al libro por el Espíritu Santo que lo inspiró.
No se titula “la Revelación de S. Juan el Divino,” como lo titula el hombre. De hecho, entre los manuscritos posteriores, encontramos quince o dieciséis diferentes títulos; pero el título Divino ofrecido en el texto, es “La Revelación de Jesucristo.”
La palabra es (…) apocalupsis, Por eso el título de Apocalipsis se le da tan frecuentemente al libro.
Proviene del verbo (…) apocalupto, desvelar, de (…) apo, distante de, y (…) kalumma, un velo. Aquí Apocalipsis significa quitar un velo (como cuando se dice que una estatua será descubierta), y así poner a la vista aquello que anteriormente había estado ocultado como por un velo. Desvelado sería la palabra castellana equivalente.
Se emplea, por supuesto, en dos sentidos: de un poner de manifiesto por la destitución del velo de la ignorancia; o de la visible apariencia de alguien que se encontraba anteriormente invisible, como encubierto por un velo.
Nuestro punto es que, siempre que ésta palabra se utiliza de una persona visible o cosa, siempre denota la manifestación visible de esa persona; y sucede lo mismo en el caso de la materia o cosas visibles.
Este no es un asunto de opinión, sino un asunto de hecho, sobre el cual nuestros lectores podrán fácilmente convencerse a través de examinar los pasajes.
La palabra aparece dieciocho veces; y en los diez siguientes lugares se emplea de una persona.
Lucas 2:32 – “Luz para revelación a los gentiles,” “literalmente,” una luz para una revelación a los “gentiles.” ¿Qué fue esta luz? Era una persona, el mismo Salvador en los brazos de Simeón, de quien él dijo: “Mis ojos han visto la salvación.”
Romanos 2:5 – “El día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios.” Aquí se refiere al juicio visible de Dios, que se manifestará a todos en “el día de la ira.”
Romanos 8:19 – “La manifestación de los hijos de Dios:” la visible revelación de los hijos de Dios, cuando estos aparezcan y sean manifestados en gloria con Cristo (Colosenses 3:4).
1a Corintios 1:7 – “Esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo.” Aquí, sin duda alguna, se refiere a la aparición personal de Cristo. Este pasaje aparece en una de las primeras epístolas de S. Pablo, escrita durante la Dispensación del libro de Hechos, entre tanto que el ofrecimiento del Reino y el Rey todavía se encontraba vigente para Israel (Hechos 28:25, 26). Las palabras Parousia (1ª Tesalonicenses) y Apocalipsis eran apropiadas para aquella Dispensación, y, por supuesto, se precisaba la presencia personal del Señor Jesús.
2a Corintios 12:1 – “Vendré a las visiones y a las revelaciones del Señor.” Aquí la palabra se ha juntado con visiones lo que significa la visible manifestación del Señor. El versículo 7 tanto puede significar una revelación de verdades, como las escenas visibles de gloria, o ambas.
Gálatas 1:12 – “Pues yo ni lo recibí (es decir, el Evangelio que él anunciaba) ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación (es decir, una visión o visible apariencia) de Jesucristo.” No hay razón alguna para que la palabra no deba tener los dos significados. ¿Por qué no iría a aparecerle el Señor, y darle a conocer el mensaje que le fue dado? De alguna manera debe habérsele dado a conocer; y él dice específicamente que fue  través de Jesucristo (no por el Espíritu Santo). Así que debe haber sido en una de esas muchas “visiones” que él dice que vio en diferentes ocasiones; y probablemente durante aquellos años preparatorios que pasó en Arabia (Gálatas 1:17, 18). 
En el versículo 16 es el verbo que se emplea y no el nombre, y por tanto no está lejos de lo que pensamos.
2ª Tesalonicenses 1:7 – “Cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder.” Aquí, aunque en español se utilice el verbo, en griego tiene el nombre, y se lee: “Y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros en la revelación del Señor Jesús desde el cielo, con sus poderosos ángeles”. No puede haber dudas acerca de este pasaje. (Vea posteriormente, el capítulo sobre “El cuadro general del libro, deducido de su lugar en el Canon.”)
1a Pedro 1:7 – “Sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado (se manifieste la revelación de) Jesucristo.”
Pero si las palabras de Pedro se toman como referentes al remanente, entonces la visible manifestación es para ellos.
Así en el versículo 13, tenemos la misma expresión, “cuando se de la revelación de Jesucristo.”
También en el versículo 13 donde leemos del tiempo “cuando Su Gloria sea revelada; esto es, visiblemente manifestada.
Ahora teniendo en cuenta estos diez pasajes, ¿no está claro que la palabra Apocalusis, cuando se refiere a lo que puede ser visto (tal como un objeto o una persona), siempre significa la visible manifestación de esa persona o cosa?
Si es así, esto es lo que tenemos en el libro. Tenemos un recuento de los varios eventos que tendrán lugar en los cielos y en la tierra, conectados con Su visible aparición. Se trata de Su Apocalupsis la cual le dio Dios a Él el derecho o autoridad para mostrar, darla a conocer, o representar a su siervo, lo que en breve irá a suceder.
Es este impulso del sentido de dar a conocer una verdad  en el mundo que, cuando se usa de una persona, al significar la aparición de esa persona, eso lleva a la gente comúnmente a referirse a este libro en el plural, “las RevelacionES.”
Así que tenemos, en el título de este libro, una evidencia más de que el sujeto o tema de todo este libro es la aparición visible de Jesucristo en poder, y gloria; y para juzgar en la tierra. No es una serie de revelaciones acerca de Jesucristo; sino que el libro nos da las particularidades acerca de los acontecimientos que están conectados con Su revelación o aparición. Y da a conocer, sus dichos, especialmente, a sus “siervos,” como hemos visto en nuestro punto anterior. 

 (8) LAS DESCRIPCIONES DEL LIBRO.
El descriptivo titulo dado a este libro lo señala como siendo especial en su naturaleza, distinto de los demás libros del Nuevo Testamento; y en carácter y trato con los libros proféticos del Antiguo Testamento. Es llamado:

1. “LA PALABRA DE DIOS” (1:2).
Este título no se emplea como un término general, de las Escrituras o de la Biblia, como tal*: sino en un sentido especial, que no deja de ser frecuente en el Antiguo Testamento, de la “palabra que proviene de Dios”, o que Él declara. Por tanto, es un mensaje profético.
1ª Samuel 9:27. Samuel le dijo a Saúl: “Espera tú un poco, para que te declare la palabra de Dios.”
1ª Reyes 12:22. “Vino palabra de Jehová a Semaías, varón de Dios (esto es, el profeta), diciendo.” (Compare con 2ª Crónicas 11:2; 12:15.)
1ª Crónicas 17:3. “Vino palabra de Jehová a Natán.” (Igual en 2ª Samuel 7:4.)
*Aunque, claro está, siendo la Biblia constituida de las palabras de Dios, bien podemos muy convenientemente y verdaderamente emplear “la Palabra de Dios” de las Escrituras en su totalidad. Vea Jeremías 15:16
Es difícil hacer la distinción entre la Palabra escrita y la Palabra Viviente. Ambas dan a conocer y revelan a Dios.
En Génesis 15:1 leemos: “Vino la Palabra de Jehová a Abram en visión, diciendo: No temas, Abram, yo soy tu escudo,” etc. Aquí, es evidentemente la Palabra Viva, aunque puede incluir ambas.
Cuando llegamos al Apocalipsis, somos sorprendidos por ambas – Visión de la Palabra Viviente, y también la palabra profética del Dios Viviente; ambas dan a conocer a los siervos de Dios las visiones y palabras de “esta profecía” (vers. 3).
Cinco veces aparece esta expresión en este libro*. No en el sentido común, que tiene en los Evangelios y Epístolas, sino en este especial sentido de un mensaje profético.
* Capítulos 1:2; 1:9; 6:9; 19:13; 20:4.
En 1:9 Juan nos dice que “estaba en la Isla que se llama Patmos, por la palabra de Dios, y para el testimonio de Jesucristo.” Dejando de lado la última expresión por un momento, debemos señalar que la interpretación popular de la palabra “por” causa, se basa en la tradición que indudablemente se desprende de una mala comprensión de estas palabras. No hay la menor idea dentro de ellas de destierro alguno. No fue un accidente lo que causó que fuese dada esta profecía. Juan se dirigió a Patmos “por” o “para” con el propósito de recibirla (de la misma forma que Pablo fue para Arabia, Gálatas 1:17). “Con el propósito de” es el significado de la palabra aquí empleada, para “por”*. Si su predicación de “la Palabra de Dios” fuese la causa de encontrarse en Patmos, se hubiese empleado otra expresión. Vea la Exposición abajo, en 1:9. 
*Así como en Hebreos 2:9, “A causa (por)  el padecimiento de la muerte coronado con gloria y honor;” y versículo 10 – “Por quien son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten.” Igual sucede en Romanos 4:25, “por, a causa de.”
El versículo 2 nos dice que “la palabra de Dios” consiste en “las cosas que él vio.”  ¿!Cómo podría ser Juan desterrado a Patmos, por causa de, o por razón de las cosas que vio en Patmos!?
No, la verdad aquí registrada es que Juan estaba en aquel lugar por causa de (para recibir) “la palabra de Dios,” es decir, el mensaje profético, “las palabras mismas de esta profecía”.
Existe un segundo título descriptivo que señala este libro. Es llamado:

2. “ESTA PROFECÍA (1:3).
Siete veces tenemos la palabra profecía en este libro,* y profecía es su tema principal.
* Capítulos 1:3; 11:6; 19:10;  22:7, 10, 18,19.
Es, por tanto, “profecía” para nosotros, y no historia pasada. Es profecía concerniente a los eventos que tendrán lugar “posteriormente” durante el día del Señor, es decir, durante el día cuando el Señor sea el Juez, en contraposición al presente día, es decir el “día del hombre.” (1ª Corintios 4:3) durante el cual el hombre está juzgando (para muy pesar nuestro). Vea Exposición en 1:10.
Hasta los “Historicistas” toman algunas partes de este libro como profecía.
Los más “Futuristas” toman 4:1 como profecía.
Pero nosotros nos basamos sobre la primera bendición en el versículo 3: “Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de ESTA PROFECÍA.”
Esta lectura comienza primero; esta audición comienza con la lectura. Ni se está posponiendo hasta algún tiempo futuro, o a alguna parte en particular del libro; ni tampoco se nos deja en ignorancia acerca de dónde nuestra lectura y nuestra bendición comienzan. Nosotros creemos que “esta profecía” significa “esta profecía,” y que luego que comenzamos a leerla  obtenemos la bendición. Nuestra atención a lo que está escrito no se encuentra pospuesta. Todas las palabras son “las palabras de esta profecía.” Juan tuvo que dar testimonio de “todas las cosas que él vio” (vers. 2); y el mandamiento es “escribe lo que has visto en UN LIBRO.” Lo que tenemos, por tanto, es “un libro,” y ese libro contiene todo lo que Juan vio y oyó; y es llamado “esta profecía.” La totalidad del libro, por tanto, es profecía para nosotros. Son “aquellas cosas que en ella están escritas” que tenemos que retener: y es con la totalidad del Libro con lo que tenemos que tratar. Nos sentimos más seguros al ser guiados por lo que Dios Mismo le llama, que por lo que nos diga el hombre acerca de que parte es profecía y que otra no. Si aquellos que nos dicen esto estuvieran de acuerdo entre ellos eso ya sería bueno, pero como difieren entre sí, no podemos avanzar mucho escuchándoles. 
La evidencia que aporta este título es, que, una vez que todo el libro es profecía, la Iglesia de Dios no es el sujeto. Porque como hemos visto, la Iglesia no es  el tema de la profecía, sino la “revelación.” El futuro de la Iglesia está dado y escrito para nuestra lectura y bendición en la Epístolas Paulinas; especialmente en 1ª Tesalonicenses 4, donde el Apóstol habla “por la palabra del Señor,” lo que significa, tanto aquí como en todas las partes donde aparece, un anuncio profético. Además, debemos añadir que, cuando a Juan se le dice que tiene que profetizar otra vez (10:11), esta vez ya no es sobre la Iglesia, sino acerca de “gentes y naciones y lenguas y reyes.”
Pero hay otro título dado a este libro: Y es:

3. “EL TESTIMONIO DE JESUCRISTO” (1:2,9).
Ahora, esto puede significar tanto el testimonio concerniente a Él (el genitivo de objeto o relación); como el testimonio que proviene de Él (el genitivo del sujeto u origen), esto es, el que carga consigo.
Si lo tomamos como en el primer caso, entonces concuerda con la palabra profética en su totalidad, que es concerniente a Él como siendo “Aquel que viene.”
Si lo tomamos en el posterior significado, entonces se refiere a la naturaleza del testimonio que el Señor Jesús porta cuando está sobre la tierra; y no fuera de ella. Ese testimonio  relata al reino y no a la Iglesia.
La palabra para “testimonio” es digna de nota. Es (…), marturia (femenino), y no (…) marturon (neutro). Ahora bien, cuando existen dos nombres provenientes de la misma raíz, uno femenino y el otro neutro; se produce una indiscutible diferencia, que tiene que ser cuidadosamente señalada y observada: esto es, si creemos que estamos tratando con “las palabras que el Espíritu Santo enseña,” como seguramente creemos.
La diferencia aquí está clara y es decisiva, y unos pocos ejemplos serán convincentes.
El nombre neutro, terminado en (…) (-ion), denota algo definitivo y substancial,  mientras que el nombre femenino, terminado en (…) (ia), denota la materia referida a, o contenida en, o relativa a, el nombre neutro.  
Por ejemplo: Emporia es mercancía. Mientras que Emporion es el lugar o edificio donde la mercancía (Emporia) se expone (el Emporium).
Apostasía son los asuntos concernientes con la deserción, revuelta, saque o rebelión (Hechos 21:21, 2ª Tesalonicenses 2:3); Mientras que Apostosion es el acto de rebelión, o el documento, etc., que contiene en sí. Por eso es el término técnico para un documento legal de divorcio (Mateos 5:31; 19:7; Marcos 10:4).
Georgia es labranza; georgion es el campo sobre el que se realiza la labranza. (1ª Corintios 3:9 solamente).
Gymnasia denota los ejercicios (1a Timoteo 4:8); gymnasium, el lugar o edificio donde se realizan los ejercicios.
Dokimee es la examinación o prueba (Romanos 5:4; 2ª Corintios 2:9; 8:2, 9:13, 13:3; Filipenses 2:22; mientras que dokimión es el proceso o juicio, al que se hace el examen y dadas las pruebas. (Santiago 1:3; 1ª Pedro:1:7 solamente).
Mneia es homenaje o mención (Romanos 1:9; Efesios 1:16; Filipenses 1:3; 1a Tesalonicenses 1:2; 3:6; 2ª Timoteo 1:3; Filemón 4); mneion es la lápida o sepulcro donde la mención u homenaje se hace.
Soteria es una salvación o liberación (y es la palabra general para salvación en el Nuevo Testamento); soterion es el acto de salvar, y hasta la persona que libra. Vea Lucas 2:30 (donde está “visible”) y 3:6. Hechos 28:28; Efesios 5:17. *
*En algunos casos estas referencias sostienen estos hechos; en otros deben ser re-interpretados por los mismos.
Deberá ser señalado que la acentuación de estas palabras en – ion intima a pensar que son todas adjetivos propiamente: por eso el nombre actual a ser suplido en cada caso variará conforme a la naturaleza del nombre del cual sea formado el adjetivo. La distinción general, sin embargo, tiene por bueno: que las palabras en – ia representan un proceso, o hábito, y eso, además, bajo su femenino, no masculino, el aspecto; mientras que los neutros representan algún acto especial, o instancia de este hábito o proceso, o algún material o instrumento por el cual, o puesto en el cual, el hábito es realizado, o el proceso ejecutado.
Ahora bien, en el Apocalipsis, tenemos maturion (el neutro), testimonio, solamente una vez (Apocalipsis 15:5), donde se emplea de un objeto, “el tabernáculo del testimonio,” esto es, la tienda y las tablas de piedra que contenía dentro. En cualquier otro de los demás lugares (nueve veces) tenemos marturia, esto es, el testimonio dado o el testimonio que carga 1:2,9; 6:9; 11:7; 12:11,17; 19:10, dos veces; 22:4). En todos estos casos por tanto, es un testimonio, o testimonio puesto, como una referencia a mostrarlos
Nos parece estar ya, entonces, bastante claro que, donde leemos en esta profecía del “testimonio de Jesús” (1:2,9; 12:17; 19:10, dos veces*), eso significa el testimonio que el Señor Jesús descargó o dio sobre la tierra como “Jesús,” en los días de Su humillación (no como el Cristo levantado de los muertos).
* En Apocalipsis 20:4 es indudablemente el testimonio concerniente a Jesús por causa de quien aquellos habían sido decapitados. (Él genitivo de relación.) 
El testimonio fue, como ya hemos dicho, concerniente a Su reino y concerniente a Israel (vea Romanos 15:8); y es el mismo testimonio que el mismo Jesús da en el libro de esta profecía. 
 (9) CIERTAS EXPRESIONES EN CAPÍTULO 1:3.
Existen ciertas expresiones utilizadas a lo largo del Apocalipsis que son totalmente diferentes a cualquiera de las expresiones utilizadas en conexión con la Iglesia de Dios o en las Epístolas a la Iglesia.
Algunas de estas son suficientes por sí mismas para demostrar que la Iglesia no es el sujeto o tema del Apocalipsis, y ya han sido señaladas. Pero existen otras de importancia que requieren un tratamiento más detenido; por eso las hemos agrupado juntas bajo este encabezamiento, refiriendo a nuestros lectores a la Exposición que sigue, donde suplementariamente se podrán encontrar comentarios al respecto.
Para encontrar estas expresiones no tendremos que ir más lejos del primer capítulo, a una excepción hecha por una expresión que aparece siete veces en los capítulos 2, y 3.
Aparece suficientes veces en el capítulo 1, para demostrarnos cómo el Espíritu Santo tiene, en el mismísimo principio de este libro, empleado estas expresiones para nuestra consideración y nuestra guía
Encontramos siete de estas expresiones: -

 (1) “POR AQUEL QUE NOS AMÓ”
Una vez que “Cristo amó a su Iglesia y se entregó a sí mismo por ella,” muchas veces nos parece imposible, debido a nuestra naturaleza egoísta, pensar que Dios ame a más personas.
La idea de que Jehová haya dicho de Israel: “Aún amó a su pueblo”,* ni nos pasa por un instante en nuestra imaginación. Los gentiles odian a los judíos, y esto aumenta todavía más a nuestra propia naturaleza egoísta, el cortar y dejar fuera a los judíos, no solamente del Antiguo Testamento, sino también del Apocalipsis.
* (…) chavav, una palabra fuerte para amor, que aparece solamente en Deuteronomio 33:3, y se toma por “El Chovevi Zion” (el amante de Zion) como el título de aquella recién formada sociedad Judía.
Y sin embargo es extraño, con las repetidas afirmaciones que Jehová hace de Su amor por Israel, que no sólo Israel sea dejado de lado por los estudiantes bíblicos, sino que quitan ese amor a Israel, y se lo han apropiado a la Iglesia; privando a Israel del amor de Dios y Sus bendiciones, y dejándoles solamente los juicios y las maldiciones.
Y sin embargo todavía se mantienen tales pasajes como estos concernientes a Israel:
Deuteronomio 7:7,8. “No por ser vosotros más que todos los pueblos os ha querido Jehová y os ha escogido, pues vosotros erais el pueblo más insignificante de todos los pueblos; sino por cuanto Jehová os amó, y quiso guardar el juramento que le dio a vuestros padres, os ha sacado Dios con mano poderosa, y os ha rescatado de servidumbre, de la mano de Faraón rey de Egipto.” (Vea también Deuteronomio 4:37; 23:5, etc.)
Oseas 11:1, 4. “Cuando Israel era muchacho, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo…con cuerdas humanas los atraje, con cuerdas de amor.”
Isaías 43:4. “Porque a mis ojos fuiste de grande estima, fuiste honorable y yo te amé.”
Jeremías 31:3. “Jehová se manifestó a mí hace mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia.”
Y el Señor, el Redentor de Israel, dice (Isaías 54:10): “Porque los montes se moverán, y los collados temblarán, pero no se apartará de ti mi misericordia, ni el pacto de mi paz se quebrantará, dijo Jehová, el que tiene misericordia de ti.”
Estamos conscientes que estos pasajes son todos apropiados o atribuidos por la Iglesia para sí misma; y, por tanto, difícilmente podemos esperar de ellos que las reciban en evidencia de que las palabras en Apocalipsis 1:5 no sean palabras habladas para la Iglesia. Pero debemos estar satisfechos con dejar el asunto aquí. "Estas son palabras verdaderas de Dios:" y si la gente no va a creer lo que Dios dice,  difícilmente podemos esperar que crean lo que decimos.
Por supuesto que podemos hacer una fortiori aplicación de estas palabras; pero es otra cosa. Si Israel puede decir, “por Aquel que nos amó,” ¿cuánto más podremos nosotros decir lo mismo de acuerdo a Efesios 5:25, Hechos 20:8, etc.? Pero ahora estamos tratando con interpretación; y podemos darnos por satisfechos simplemente declarando que, por interpretación, estos pasajes del Antiguo Testamento hablan del amor de Jehová por Israel.
Podríamos anticipar además, aquí, lo que pertenece propiamente a nuestra exposición del capítulo 2:4: La primera acusación que recae contra Su Pueblo en este libro, y es: “pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor.”
Pero, antes de abandonar esta expresión, debemos dar la traducción correcta de la totalidad del versículo (1:5), de acuerdo a todos los Textos Críticos Griegos. (Refiriendo a nuestros lectores nuestros comentarios posteriores en la exposición aparte).
Al que nos ama (está en el tiempo presente, (...) (agaponti) somos amados, y no (…) (agapesanti) amó; porque el amor de Jehová por Israel es un presente continuo, si, es (“eterno”) y nos libertó (tiempo pasado, (…) (lusanti) nos libertó, y no (…) (lousanti) (lavó) de (…) (ek) de o proveniente de; no (…) (apo)  separado de) nuestros pecados por (no “en”) su sangre.

(2) “REYES Y SACERDOTES” (1:6)
El texto correcto y traducción es como sigue, y lea desde la última expresión: “Y nos hizo (Tregelles dice (…) (heemin) e hizo para nosotros) un reino, (todo junto se lee (…) (basilean) un reino; en vez de (…) (basileis Kai) reyes y) sacerdotes para su Dios y Padre (o sacerdotes para Dios, incluso Su Padre).”
Tenemos la misma expresión empleada en el cap. 5:10, donde los Textos Griegos tienen que ser corregidos en una manera similar.
Allí la alteración del texto ha sido el origen de todas las traducciones erradas que se han hecho de esta expresión.
It is the song, the new song, sung by the four living creatures, and the twenty-four elders.*
Es la canción, la nueva canción, cantada por las cuatro criaturas vivientes, y los veinticuatro ancianos.*
* El número cuatro y múltiplo de cuatro (4X6) marca la expresión y su canción como perteneciente a la tierra y al hombre como tal, no la Iglesia.
Dicen así (versículo 9): “Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has inmolado para Dios ( la palabra “nos” debe ser omitida de acuerdo a Lachmann, Tisschendorf, Alford, Wescoot y Hort, y la Revisión Vulgata. Hay una Elipsis. La R V, habiendo puesto fuera “nos”,  ha puesto es su lugar “hombres” en itálico. Debemos suprimir “un Pueblo”, o traducirlo como lo hemos hecho. Todos los Textos concuerdan en alterar el pronombre que hay en este y el siguiente versículo. Esto precisa la omisión de “nos” aquí. Si uno se cambia, todo debe ser mudado por causa de la consistencia y sentido. Pero eso aparta totalmente  la suposición de que estos seres celestiales fuesen en ellos propios los redimidos, o que fuesen el sujeto de su propia canción (Vea a seguir, en el capítulo 5:9)  por tu sangre (una compra o adquisición, a saber) de todo linaje y lengua y pueblo y nación, y los has hecho (así como los Textos y más antiguos Manuscritos) para nuestro Dios (Alford omite estas palabras) un reino (como todos los textos y mejores Manuscritos) y sacerdotes, y ellos reinarán (como todos los Textos y Manuscritos más antiguos) sobre la tierra” (vea posteriormente en el capítulo 5:9, 10 aparte).
Aquí tenemos otra vez la expresión “un reino de sacerdotes.” Mientras que no tenemos ni una sola palabra como esta en las Epístolas a la Iglesia, pero si tenemos un pasaje en el Antiguo Testamento donde palabras muy similares son empleadas, y verdaderamente declaradas de Israel. Éxodo19:5, 6: “Vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra: y vosotros me seréis un pueblo de sacerdotes y una  gente (nación) santa”
Es verdad, estas palabras están fundadas en el Nuevo Testamento; pero se hallan en las Epístola dirigida a los emigrantes de la “Diáspora”* esto es, “la Dispersión,” un remanente de creyentes dispersos de Israel. Estas son las personas a quienes se refiere la promesa de Éxodo 19: 5,6, y Apocalipsis1: 6 y 10; y no a la Iglesia de Dios.
* (…), dispersos en el extranjero, viene a ser el término técnico que se le da a la porción dispersa de Israel. (Podemos comparar el uso técnico, en Holanda, del término” Los Mendigos”).

(3) “SU PADRE” (1:6).
Esta es la parte de la expresión que acabamos de considerar: y es importante.
Aparece dos veces en este libro, hablando de Cristo (1:6 y 14:1), pero ni una sola vez en las Epístolas Paulinas, o a la Iglesia.
Allí, en cada una de las Epístolas dirigidas a las Iglesias (diecisiete veces), es siempre “NUESTRO” Padre. Vea Romanos 1:7; 1ª Corintios 1:3; 2ª Corintios 1:2; Gálatas 1:4; Efesios 1:2; Filipenses 1:2, 4:20; Colosenses 1:2; 1ª Tesalonicenses 1:1,3, 3:11,13; 2ª Tesalonicenses 1:1, 2, 2:16. También en 1ª Timoteo 1:2; Filemón 3.
Cuando decimos que tenemos “Su Padre” en revelación, y nunca en las Epístolas; y “nuestro Padre” en las Epístolas y nunca en Apocalipsis, hemos dicho lo suficiente para demostrar que tenemos aquí un punto forzoso, aportando su acumulativa evidencia a nuestra proposición de que la Iglesia de Dios no es el tema del Apocalipsis.
(4) “REINO Y PACIENCIA” (1:9).

Juan es el “hermano” especialmente de aquellos que eran de la simiente de Abraham. El término muy difícilmente puede ser utilizado aquí, admitamos, a la mera hermandad humana, o de hermandad Cristiana, cuando todo lo demás en este capítulo y en el libro es tan evidentemente sellado con un carácter Judío. 
Juan dijo, “Yo Juan, vuestro hermano y copartícipe vuestro en la tribulación y reino y  paciencia con Jesús.”
Aquí (de acuerdo a todos los Textos Críticos Griegos y la R. V.) las palabras “en el” antes de “reino” debe ser omitida; y la palabra “en” debe ser injertada antes de “Jesús”: mientras que la palabra Cristo debe ser también suprimida después de “Jesús”.” El versículo entonces se queda como lo hemos expuesto. La R.V. injerta las itálicas “que son en Jesús.” La palabra (…) (en), puede muy bien traducirse, con; como se traduce en 138 ocasiones en el Nuevo Testamento; y en ese caso no hay elipsis a ser suprimida
Aquí es compañerismo en paciente espera. Puesto que ese es el significado de la palabra traducida “paciencia”,* y siempre denota la idea de resistencia entre líneas.
* Aparece siete veces en este libro: 1:9; 2:2, 3, 19; 3:10; 13:10; 14:12.
Es una paciente espera soportando en la tribulación; aunque una paciente espera y expectativa del “reino;” y todo esto “con Jesús”, porque “este hombre después de haber ofrecido un sacrificio por los pecado para siempre, se sentó a la derecha del Padre desde entonces, esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies.”
Él está “esperando,” y Él está además esperando  pacientemente (2 Tesalonicenses 3:5 al margen) y así estamos nosotros con Él, pero la espera referida aquí es una paciente resistencia en tribulación y  por el reino.
Nosotros, también, como miembros de la Iglesia de Dios estamos necesitados de paciencia, y resistencia; pero nosotros estamos mirando, no para el reino, sino por el Rey Mismo (no como Rey, porque Él no es proclamado hasta que Sus enemigos sean sometidos); y aunque nosotros, también, ejercitemos esta paciente resistencia en tribulación, no es en la misma tribulación,” sino que estamos esperando ser quitados del medio antes de que aquella tribulación sobrevenga en la tierra.
Esta expresión por tanto es digna de nota, y su evidencia tiene que añadirse a las demás expresiones empleadas.

(5) “DE SU BOCA SALÍA UNA ESPADA AGUDA DE DOS FILOS” (1:16).
No puede haber dudas en cuanto al significado de esta expresión. La (…) (rhomphaia) una aguda espada de dos filos, se atribuye cuatro veces al Señor en esta profecía, esto es, 1:16; 2:12, 16; 19:15,21.*  Y en cada caso tiene que ver con matanza y no con elocuencia; con obras y no con palabras.
* Aparece también en Lucas 2:35, sumando cinco veces en total.
Es “el capitán de las huestes del Señor” viniendo con su espada (Josué 5:13). Es la espada de Jehová viniendo para ejecutar Sus juicios (Isaías 34:6); y con la cual peleará con Su pueblo (Isaías 66:16). Es la espada referida bajo otros títulos (Isaías 11:4 y 2ª Tesalonicenses 2:8, con la cual, en su venida en juicio, Él destruirá al Hombre de Pecado, el Inicuo.
La espada no es un arma sacerdotal; ni puede tener relación alguna o conexión con la Iglesia de Dios bajo ningún aspecto por supuesto: porque gracia es lo que caracteriza todas las relaciones entre “Cristo y Su Iglesia.”
(6) “UNA GRAN VOZ” (1:10, 12).
Esta expresión conecta al libro de Apocalipsis con el libro de Deuteronomio, especialmente si tenemos en cuenta la conexión con el fuego, con que se encuentra asociado en cada caso.
Diez veces es la voz de Dios hablando “de en medio del fuego” escuchada en Deuteronomio: estas son, capítulos 4:12, 15, 33,36; 5:4, 22(19) *, 23(20), 24(21), 26(23).
*Las figuras en paréntesis denotan la diferente numeración en el versículo del Texto Hebreo.
Aquí, en Apocalipsis 1:10, Juan oye “una gran voz,” y está conectada con el fuego, porque los ojos del que habla eran “como una llama de fuego” (vers. 14) y sus pies “semejantes al bronce bruñido” (ver. 15).
En Deuteronomio 4:12 (la primera referencia) la expresión está asociada con el acto de dar la Ley, y la declaración del Pacto de Dios (4:13).
La segunda vez es un mandamiento para “prestar atención” “darle oídos” a la voz (4:15), y guardarse de la idolatría.
La tercera y cuarta están conectadas con su regreso al Señor cuando estén dispersos entre las naciones, procurándole a Él y encontrándole a Él en la “Tribulación;” y al ser obedientes a la voz en “los últimos días” (4:27-36). Esto nos habla de los últimos días en Apocalipsis, cuando tengan que escuchar la “Voz” (4:33, 36), y prestarle atención.
La quinta vez está otra vez asociada con el Pacto de Dios con el cual va a ser fiel (5:4).
La sexta y séptima con el acto de dar la Ley.5:22(19), 23(20).
La octava con la grandeza y la Gloria de Jehová (5:24, Hebreos 21).
La novena y decimal son referencias hacia ella a través de las personas (5:25, 26).
Todas estas son traídas juntas, y combinadas, y cumplidas en el Apocalipsis, cuando Israel vuelva de nuevo a escuchar aquella Voz y, le presten atención, y en su Tribulación se vuelvan al Señor y procuren Su rostro y le encuentren en la fidelidad de un Dios que guarda Su pacto.

 (7) “EL QUE TIENE OÍDO, OÍGA” (2:7).
Esta expresión es absolutamente hebrea en su carácter, origen, y uso. Nunca fue empleada con referencia a, o en conexión con, la Iglesia de Cristo.
Por medio de aplicación por supuesto se dice de aquellos que primero la leen por causa de toda decadencia – declinando oír lo que el Espíritu ha dicho a las Iglesias por el apóstol Pablo. A través de interpretación  también, nos recuerda la misma causa hoy en día. Pero la interpretación que se desprenderá de las siete expresiones conjuntas es que se pasa por alto este presente periodo o era de la Iglesia, y pone juntos los Evangelios y Hechos con el Apocalipsis.
La expresión (que es ligeramente variable en forma) como se emplea en los Evangelios está conectada sólidamente con, y señala, un cambio de dispensación. Cuando vuelve a aparecer en Apocalipsis otro gran cambio de dispensación está a punto de tomar lugar. Está para ser instaurada por “el Hijo del Hombre,” que ha recibido autoridad para mostrársela a “Sus siervos.”
Un cambio de ese calibre solo podría ser conocido por Dios, comandado y  gobernado excelsamente por Él. Nada sino la Divina presciencia, por tanto, podría darla a conocer.
Solamente el Hijo del Hombre hace uso de esta fuerte expresión: y en catorce diferentes ocasiones Él llama a la más profunda atención a lo que estaba siendo anunciado.
Ahora bien, el número catorce es muy significativo; dos veces siete, denotando una especial revelación Divina hecha por “el Hijo del Hombre.”
Y estas catorce * están divididas en seis y ocho (tal como siete es dividido en tres y cuatro). Porque seis de ellas aparecen en los Evangelios ocho en el Apocalipsis. Seis fueron proferidas por Él como el Hijo del Hombre sobre la tierra, y ocho como el Hijo del Hombre desde la gloria. Siendo seis el número que pertenece al hombre, y ocho siendo el número conectado con resurrección. **
* Las ocasiones eran 14, pero las actuales ocurrencias de este ejemplo de la Figura son dieciséis  por causa de la repetición de la Parábola del Sembrador en los registros paralelos del  Evangelio. Dieciséis es un número cuadrado (4x4) indica completitud.
**Para el significado de estos números vea Números en la Escritura.
Las seis ocasiones sobre la tierra son en Mateo 11:15; 13:9, 43. Marcos 4:23: 7:16, y Lucas 14:35.
Las ocho desde el Cielo son en Apocalipsis 2:7, 11, 17, 29; 3:6, 13, 22; y 13:9.
Estas, igual que las seis en el Evangelio, son Dispensacionales, y están así asociadas con el gran cambio en la relación de Dios hacia la tierra, para “los judíos y los gentiles,” que está a punto de tener lugar.
El primer uso de la expresión en Mateo 11:15 es muy significativo, y la sella como perteneciente al asentamiento del reino con poder y gloria. La presencia de Elías en el monte santo caracteriza la escena allí como representación del poder y venida de aquel reino (Mateo 16:28. 2ª Pedro 1:16, 17, 18), mientras que Malaquías 4:5 (Hebreo3:23) conecta el ministerio de Elías con el asentamiento del reino.
Había sido proclamado antes del nacimiento de  Juan  “irá delante de Él (del Mesías) con el espíritu y el poder de Elías” (Lucas 1:17); y otra vez, en Lucas 1:76, 77, fue anunciado: “Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado*: porque irás delante de la presencia del Señor, para preparar sus caminos; para dar conocimiento de salvación a su pueblo, para perdón de sus pecados.” Etc.
*Este título está siempre conectado con dominio sobre la tierra. Vea Génesis 14:18-22.
Juan el Bautista estaba por eso investido con el “espíritu y poder” de Elías (esto es, del poder espiritual de Elías), y fue especialmente designado como “el profeta del Altísimo.”
Por tanto nuestro Señor pudo haber dicho en Mateo 11:14, 15: “Y si queréis recibirlo a él, él es (es decir, representa) aquel Elías que había de venir. El que tiene oídos para oír, oiga.”
Pero “con los oídos oyen pesadamente” (Mateo 13:15), cumpliendo la profecía dispensacional de Isaías 6:10: porque ellos no “le recibieron;” y, consecutivamente, “Elías el profeta” todavía está por venir. Eso es por lo que, en el Libro que relata los eventos conectados con el ministerio de Elías y su obra en conexión con la restauración del reino, lo volvemos a encontrar con esta admonición dispensacional: que nos lleva de vuelta no meramente a Mateo 11:15, sino hasta Mateo 4:5, “Aquel que tiene oídos para oír, oiga.”
Así que tenemos en la expresión otra prueba más de que la Iglesia de Dios no es el tema del Apocalipsis; y que aquí estamos leyendo, no del periodo perteneciente al ministerio del Apóstol Pablo, o del periodo de la actual historia presente de la Iglesia, como los historicistas afirman; sino, de aquel al cual pertenece al ministerio de “Elías el Profeta.”



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