Una Hora Con George Müller El Hombre De Fe a Quien Dios Le Dio Millones. Por: Charles R. Parsons
Nota del Editor
Permítanme por favor que les
muestre al grado en el que George Müller confió en Dios desde una perspectiva
apropiada. A lo largo de su vida, éste hombre recibió en donativos unos $7.5
millones de dólares, pero esto no nos cuenta la historia completa.
En Octubre de 1998 la revista
“American Heritage” publicó un reportaje titulado: Los 40 Hombres Más Ricos En la Historia de América. Para poder
hacer una comparación acertada entre un
Bill Gates en 2010 con Cornelius
Vanderbilt en 1810, sería necesario tener en cuenta el valor relativo de $1
dólar, en 1800 y de $1 dólar en 1998.
Después de muchas cuentas
matemáticas, el autor del artículo determinó que $1 millón de dólares en 1800
sería equivalente a 1 Billón en 1998. Así, pues, los $7.5 Billones de dólares (equivalentes en
nuestros días), que recibió a lo largo de su vida George Müller, lo situarían
muy próximo de los primeros 40 hombres más ricos en América. Así, deja tras él
nombres como los de George Washington en el puesto 58 y Benjamín Franklin en el
85. ¿Quién encabezaba esta lista?
Podríamos decir sin margen de error, que los $1.3 Trillones atribuidos a
John D. Rockefeller podían perfectamente sobrepasar en mucho a todo lo que Bill
Gates y Warren Buffer han acumulado
juntos.
Lo que señala el artículo de
manera sorprendente, es que Rockefeller, como buen Bautista que era, diezmaba
fiel y regularmente. Su diezmo anual llegó en 1905 a la cantidad de 100
billones de dólares. A diferencia de otros en este tan exclusivo club de
millonarios, el único que nunca se benefició de la “regla 72” fue George Müller.
Sus fondos nunca acumularon intereses. Él decidió no confiar en las riquezas,
habilidades o en el hombre, sino en Dios, y solamente en Dios.
El Pastor Charles R. Parsons hace la siguiente descripción de una hora
de entrevista que tuvo con George Müller casi al final de su vida.
En un día templado de verano me
encontraba paseando por los bosques de los Montes Ashley, en Bristol. En la
cima contemplé los inmensos edificios que daban cabida a 2.000 huérfanos,
construidos por un hombre que dio al mundo la lección de fe más sorprendente y
efectiva que se haya visto alguna vez. El primer edificio se encontraba a la
derecha, y allí, en medio de su gente, en sus nada pretenciosos aposentos,
vivía santamente el patriarca, George Müller. Después de pasar la puerta de
entrada, me paré un instante para contemplar la Casa No.3, una de las cinco
cuya edificación llegó a costar $600.000 dólares. Fui recibido en la puerta por
un huérfano quien me guió subiendo por una escalera de piedra y me introdujo en
una de las salas privadas del venerable fundador de esta gran institución. El
señor Müller se encontraba ni más ni menos que con 91 años de edad. Mientras
estuve en su presencia, la veneración fue algo que inundó mi mente. “Delante de las canas te levantarás, y
honrarás el rostro del anciano”. (Levítico 19:32).
Me recibió con un cordial apretón
de manos y me dio la bienvenida. Es un privilegio poder contemplar a un hombre
por medio de quien Dios desarrolló una obra tan grande: va más allá de haber
oído el tono de su voz; mejor que eso es el privilegio de haberme sentido
inmediatamente en conexión con su espíritu y de haber sentido la cálida
respiración de su alma como la mía propia. La comunión que tuve con él en
aquella hora, se ha quedado grabada en mi corazón para siempre. Este siervo del
Dios Altísimo me abrió su corazón, me confortó, oró conmigo, y me dio su
bendición. En el transcurso de toda esa hora se hizo manifiesta la fuente de
toda fuerza espiritual que habita en George Müller. Este santo anciano, en
pleno uso de todas sus facultades, siempre mantuvo elocuencia en este tema: la
alabanza digna a Jehová, el gran Oidor y Contestador de las oraciones de Su
gente. Mis palabras fueron muy pocas.
“Usted siempre encontró al Señor
fiel a Sus promesas, ¿verdad, señor Müller?”
“!Siempre! ¡Él nunca me decepcionó o defraudó! En todos
estos cerca de setenta años, siempre ha suplido cada una de las necesidades de
esta obra cada día. Desde que comenzó hasta hoy, han pasado por aquí, nueve mil
quinientos huérfanos, y a ninguno le faltó nunca una comida saludable. En
centenas de veces, comenzamos el día sin un centavo, pero nuestro Padre
Celestial siempre se las ingeniaba para suplirnos todo lo necesario a cada
momento. Nunca nos faltó el sustento. Nunca hubo un momento en que faltase alimento
en el plato de cada uno. Durante todos estos años, lo único que he hecho ha
sido confiar solamente en el Dios Vivo. En respuesta a mis oraciones me han
sido enviados $7.5 millones de dólares. Hemos precisado de más de $200.000
dólares por año y los hemos recibido conforme los íbamos necesitando. No hay ni
un solo hombre que pueda decir que yo le haya pedido un céntimo. No tenemos
comités, ni recaudadores, ni devotos, ni patrocinadores. Todo ha llegado como respuesta a las oraciones de fe. Dios tiene
muchas maneras de tocar el corazón de todos los hombres del mundo para
socorrernos. Sin ir más lejos, ayer por la tarde, mientras estaba predicando,
un caballero me extendió la mano con un
cheque con una buena cantidad de dinero, después de acabar el servicio.”
“He leído su vida, señor Müller,
y he observado que algunas veces, su fe ha soportado duras pruebas. ¿Le sucede
lo mismo hoy en día?
“Mi fe está siendo puesta a prueba como nunca antes, y mis dificultades
son mayores que nunca. Además de las responsabilidades financieras que
tenemos, hay ayudas puntuales que tienen que aparecer constantemente, y lugares
adecuados para acoger centenas de huérfanos que salen de nuestras
instalaciones. Es muy común que nuestras cuentas estén tocando fondo. La última
semana, por poner un ejemplo, hemos estado con las despensas casi vacías. Reuní
a mis amados colaboradores y les dije, “!Oren, hermanos, oren!” E inmediatamente recibimos quinientos dólares
que nos habían sido enviados, después mil más, y pocos días más tarde recibimos
otros 7.500. Pero siempre tenemos que orar, y siempre con creencia. ¡OH! Qué
hermoso es confiar en el Dios Vivo, pues Él ha dicho, “nunca te dejaré, nunca te desampararé” (Hebreos 13:5). Mantén muy
viva tu expectativa en la grandeza de Dios, y recibirás grandes cosas. La
capacidad de Dios no tiene límites. ! Alabado por siempre sea Su glorioso
Nombre! ¡Alabado sea en todas las cosas!
Lo he alabado muchas veces cuando me envía diez centavos, y lo he alabado
cuando me ha enviado $60.000 dólares.”
“Supongo que nunca habrá pensado
en ahorrar algún dinero?”
“Si lo hubiese hecho, habría sido
un acto bastante necio. ¿Cómo podría orar yo, si tuviese disponible dinero
ahorrado? Si lo hiciese, me diría Dios, “dispón de esos ahorros, George Müller.”
OH no, nunca me pasaría por la cabeza hacer una cosa de esas. Nuestros ahorros
se encuentran en los Lugares Celestiales. El Dios Vivo es nuestra suficiencia. He confiado en Él por un dólar, y he
confiado en Él por miles de dólares, y nunca ha defraudado mi confianza. “Bendito sea el hombre que en Él confía”
(Salmos 34:8).
“Y, está claro que nunca pensó en
su propio beneficio, ¿no es así?”
No me olvidaré fácilmente de la forma tan digna
en que fueron contestadas mis preguntas por este hombre de fe. Estaba confortablemente
sentado frente a mí, con sus rodillas muy próximas a las mías, sus manos
juntas, sus ojos reflejaban una paz, una quietud, y un espíritu meditativo. La
mayor parte del tiempo había estado dirigiendo sus ojos al suelo. Pero ahora
que se encontraba erguido, observó mi rostro por breves momentos, con tal
intensidad, que sentí traspasar hasta lo más íntimo de mi alma. Había mucho de
grandeza y majestad en aquella mirada tan cristalina y pura, tan acostumbrada
como estaba a las visiones espirituales y a mirar en los asuntos más profundos
de Dios. Yo no sé si mis preguntas le sonaron mal, o si dejaron ver un toque
del “viejo hombre” al cual se refirió en su discurso. En todo caso, nunca hubo la menor sombra de
duda que alterara todo su ser.
Después de una breve pausa,
durante la cual su rostro parecía un sermón y la profundidad de sus claros ojos
brillaban iluminados, desabrochó su abrigo y sacó de su bolsillo un antiguo
monedero con unos aros para separar las monedas por su valor. Y poniéndolo
sobre mi mano dijo tranquilamente, “Todo lo que poseo se encuentra en ese
monedero – ¡cada centavo! ¿Lo guardo en beneficio propio? ¡Jamás! Cuando se me
envía dinero para mi uso personal, lo
reencamino a Dios. Más de cinco mil dólares me han sido enviados de una sola
vez; pero jamás he pensado que esos donativos me perteneciesen a mí; le pertenecen a Él, de Quien soy y a Quien sirvo. ¿En beneficio propio? Nunca
procuré nada; eso sería deshonrar a mi amoroso, elegante, y todo bondadoso
Padre.” Devolví el monedero a señor Müller. Me dijo la cantidad que contenía, y
me contó como él mismo se había entregado del todo al Orfanato y al Instituto
del Conocimiento de las Escrituras. Sobre este asunto, sin embargo, junto con
algunos más, no estoy autorizado para exponerlos.
Había un rasgo de santo
entusiasmo en el rostro de este anciano y fiel hombre, mientras relataba
algunos de los incidentes que le sucedieron en sus viajes predicando en
cuarenta y dos países diferentes, y cómo mientras viajaba de un lugar a otro –
algunas veces los sitios distaban entre sí miles de millas – sus necesidades
iban siendo suplidas. Cientos de miles de hombres y mujeres de casi todas las
naciones se acercaron para oírle, y su gran tema fue el sencillo mensaje de la
salvación y la exhortación a los creyentes a confiar en el Dios Vivo. Me contó
que ora más por sus sermones que por cualquier otra cosa y que, muchas veces,
no sabe cuál va a ser el texto hasta que no acaba de subir las escaleras del
púlpito, aunque haya estado orando por él durante toda una semana.
Le pregunte si pasaba mucho
tiempo de rodillas.
“Durante horas todos los días. Yo vivo en el espíritu de la oración; oro
cuando camino, cuando caigo, y cuando me levanto. Y la respuesta siempre viene
en camino. Decenas de miles de veces han sido respondidas mis oraciones.
Cuando estoy persuadido de que algo es correcto, me pongo a orar por ello hasta
el final. ¡Nunca desisto!”. El señor Müller comenzó sus viajes cuando tenía 70
años y continuó realizándolos hasta los 87 (desde 1875 a 1892). Estas palabras
fueron pronunciadas con un tono bastante alto. Había un rasgo de triunfo en
ellas, y el hombre que las pronunciaba desbordaba un gozo santo. Se había
levantado de su asiento mientras las profería y se paseaba alrededor de la mesa.
“En respuesta a mis oraciones, miles de almas han sido salvas,”
continuó diciendo. “He de encontrarme con miles de ellos en el cielo.” Se hizo
otra pausa. Yo no dije nada, y él continuó: “Lo más importante es no desistir hasta que llegue la respuesta”. Yo
he orado durante cincuenta y dos años todos los días por dos hombres, hijos de
un amigo de mi juventud. Todavía no han sido convertidos, ¡pero lo serán algún día! ¿Cómo podría ser de
otra manera? Está de por medio una
promesa de Jehová inmutable, y en ella me recuesto y descanso. El gran error
que se comete entre los hijos de Dios es que no perseveran en la oración; no se
mantienen orando; no son persistentes. Si desean darle la gloria a Dios en todas las cosas, deben
orar hasta que las consigan. “OH, ¡cuán bueno, amable, elegante, y
condescendiente es Aquel con quien tenemos que tratar! ¡Él me ha ofrecido, sin
yo merecerlo, muchísimo más de lo que pedía o entendía! Yo no soy más que un
pobre ser, fracasado y pecador, sin embargo Él ha oído mis oraciones decenas de
miles de veces y he sido instrumento Suyo para traer a decenas de miles de
almas al camino de la verdad en éste y en otros países. Estos miserables labios
han proclamado la salvación a grandes multitudes, y muchísimas personas han
creído en la vida eterna.
Pregunté al señor Müller si
alguna vez cuando comenzó esta obra se había imaginado la dimensión y el
crecimiento que alcanzaría.
Después de relatar el comienzo en
Wilson Street, respondió, “Yo solamente sabía que Dios estaba involucrado en
esta obra y que estaba guiando a Su hijo por un camino que no había sido pisado
ni explorado anteriormente. Estar seguro de que Él se encontraba presente fue
lo que me mantuvo firme.”
“No puedo dejar de notar la forma
como habla de sí mismo” Dije, consciente de que abordaba un tema ante un hombre
amable, sagrado y cercano colaborador de Dios, con un entendimiento espiritual
profundo y con una relación muy intima y personal con Dios, tan pronto como termine de hablar, me
arrepentí de mis palabras.
Pero él alejó de mí aquellos
temores exclamando, “Hay solamente una cosa que merezco, ¡y es el Infierno! Te
digo, hermano mío, que es la única cosa que merezco. Yo soy un hombre perdido
por naturaleza, pero también soy un pecador salvo por la gracia de Dios. Aunque
por naturaleza sea pecador, no vivo en pecado. Detesto el pecado; lo detesto
cada vez más y más, y cada vez amo más y más la santidad.”
“Supongo que, a través de todos
estos años trabajando para Dios, se ha debido encontrar con muchas circunstancias
adversas que lo hayan desmotivado, ¿no es así?”- pregunté.
“He hallado muchas circunstancias
desalentadoras, pero siempre he mantenido y puesto mi confianza en Dios,” fue
la respuesta. “En las palabras de la promesa de Jehová descansa mi alma! OH,
qué bueno es confiar en Él; ¡Su Palabra nunca vuelve vacía! “Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las
fuerzas al que no tiene ningunas” (Isaías 40:29). Este principio también se
aplica a mi ministerio público. Hace sesenta años prediqué un pobre, seco y
estéril sermón que no me dejó satisfecho y, como me imaginé, tampoco confortó a
otros. Pero mucho tiempo después escuché diecinueve casos distintos acerca de
las bendiciones resultantes de aquel sermón.”
Le conté unos pocos casos que me
habían desalentado, y le expresé la esperanza de llegar a ser más útil que
nunca para Dios. “Serás útil para
Dios, hermano mío,” exclamó él.“!El mismísimo Dios te bendecirá! ¡Esfuérzate!
¡Persevera!”.
¿Me
permite pedirle un consejo respecto a mi
propio trabajo con Dios? Pregunté: ¿cómo puedo contribuir con mi esfuerzo en la
grandiosa labor cristiana de cosechar almas?
“Procura
depender enteramente en Dios en todas las cosas” contestó. Deposita tu vida y
tu trabajo en Sus manos. Cuando te surjan nuevas tareas, pregunta, ¿esto concuerda
con los propósitos de Dios? ¿Es para Su Gloria? Si no es para Su Gloria, no
es bueno para ti, y no tienes nada qué hacer al respecto. ¡Recuerda esto!
Teniendo presente que todo sea para glorificarle, comiénzalo en Su Nombre y
llévalo hasta el final en oración y fe,
y ¡nunca desistas! No permitas iniquidad en tu corazón. Si la tienes, Dios no
te escuchará. Cree en Su fidelidad. Depende sólo en Él. Espera en Él. Cree en
Dios. Espera grandes cosas de Él. No desmayes si demoran las bendiciones
en llegar. Y sobre todo, descansa en los méritos conquistados por nuestro
maravilloso Señor y Salvador, para que de acuerdo a sus méritos y no a los
tuyos propios sean aceptables las oraciones que ofreces y el trabajo que
realices para Dios. No tuve palabras
para responder. ¿Qué podía decir? Mis ojos se llenaron de lágrimas y mi corazón
estaba rebosante de bendiciones –Me impactó tanto lo que escuchaba que me
quede sin palabras, paralizado, reinaba el silencio del amor del Cielo.
El Sr. Müller fue a buscar en
otra sala una copia de su biografía, en la cual inscribió mi nombre. Su
ausencia me dio la oportunidad de echar un vistazo al apartamento. El
mobiliario era de lo más sencillo, práctico y en armonía con el hombre de Dios
que había estado hablando conmigo. Este es un gran principio con el que vivía
George Müller, que los hijos de Dios no
deberían ser ostentosos en su estilo, cargos o posición, forma de vestir, o
modo de vivir. Él cree que la ostentación y el lujo no concuerdan con
aquellos que se declaran discípulos de aquel
manso y humilde ser que no tuvo donde recostar su cabeza. Sobre la mesa
había una Biblia abierta de buena tipografía sin notas o referencias. Esta,
pensé, es la morada de un hombre considerado poderoso espiritualmente en los
tiempos actuales – un hombre levantado especialmente para mostrar a un mundo
frio, calculador, y egoísta, la realidad de los asuntos de Dios y para enseñar
a la iglesia lo victoriosa que puede ser si tan solo es lo suficientemente
sabia para aferrarse del brazo omnipotente de Dios.
Estuve con este príncipe de la
oración una hora completa, y solamente llamaron una vez a su puerta. Cuando el
Sr. Müller la abrió, se presentó uno de sus huérfanos – uno de tantos sobre la
tierra – una niña de cabello rubio. “Querida mía,” dijo él, “no puedo atenderte
en este momento. Espera un poco e iré a verte.” Así que tuve el privilegio de
permanecer sin interrupciones con este hombre de fe, este victorioso de Dios,
este viajero en el peregrinaje del
camino de la vida de noventa y un años de edad – un hombre que, igual que
Moisés, habla con Dios de la misma manera que un hombre habla con su amigo. Fue
para mí como si una hora celestial hubiese descendido a la tierra.
Su oración fue corta y sencilla.
Poniéndose de rodillas dijo, “OH Señor, bendice a este amado siervo que ahora
está delante de Ti más y más, ¡más y más, más y más! Y concédele en la
gracia Tu guía en su pluma para que sepa lo que debe escribir respecto a Tu
obra y nuestra conversación de hoy. Lo pido a través de los méritos de Tú amado
Hijo, nuestro Señor y Salvador Jesucristo. ¡Amén!”
Vida y Obra de George Müller
El autor de la entrevista
anterior habló de los siguientes detalles particulares acerca de la vida de
George Müller: El fundador de la Casa de Huérfanos Ashley Down, en Bristol,
Inglaterra, nació en Prussia, el 17 de Septiembre de 1805. En su juventud vivió
una vida impía y atea, pero con veintiún años de edad se convirtió súbitamente
a Dios durante una reunión de oración en la casa de un piadoso comerciante.
Poco tiempo después llegó a Inglaterra,
no trayendo con él ninguna carta de presentación, ni dinero, ni nombre, ni
recomendación, y solamente con un muy limitado conocimiento de la lengua
inglesa. ¿Qué fue, pues, lo que le impulsó a venir hasta aquí? Traía a Dios con él. Poco después de
establecerse, escribió en su periódico, “Mi
vida entera será un servicio para el Dios Vivo.” Sus principios estaban
profundamente arraigados en la Santas Escrituras, y siempre se apegó a ellas a
lo largo de toda su longeva vida. Nunca pidió la ayuda de nadie y nunca se negó
a prestarle ayuda a quien la necesitase. Sus oraciones de fe fueron firme y
sólidamente respondidas recibiendo cerca
de un millón y medio de libras esterlinas, ($7.500.000) para la edificación
y mantenimiento de la “Casa de Huérfanos
de Dios”, para sus viajes misioneros, y para la distribución de las Escrituras.
En sus casas, diez mil huérfanos
que vivían en la miseria, han sido formados, educados, y enviados al mundo. En
su avanzada edad había viajado cerca de doscientas mil millas alrededor de
cuarenta y dos países, predicando el Evangelio a tres millones de personas.
Habiendo servido así a Dios en su día y generación, su espíritu, igual que el
de Moisés, fue llevado por Jehová,
estando a solas en su habitación, en las tempranas horas de la mañana
del 10 de Marzo de 1898. A la edad de noventa y tres años. “Vida Te demandó, y se la diste; Largura de días eternamente y para
siempre.” (Salmos 21:4).
Respuestas a las Oraciones
Algunas de las muchas e
impresionantes respuestas a las oraciones que George Müller recibió durante su
ajetreada vida y que están contenidas en sus
narrativas, son las siguientes.
13 de Junio de 1853 – Estábamos con muchas carencias. No debíamos
nada, tampoco es que estuviéramos sin un centavo; todavía teníamos sesenta
dólares disponibles; pero era necesario comprar harina, de la cual adquirimos
normalmente diez sacos de una sola vez, cuatro mil doscientas libras de avena
(más de dos mil kilogramos), y cuatrocientas pastillas de jabón. Además, se
estaban realizando muchas pequeñas reparaciones en la casa, con un cierto
número de trabajadores, cuyos honorarios rondaban en unos $280 dólares por
semana. Y encima de todo esto, el sábado, antes de ayer, me di cuenta de que el
sistema de calefacción necesitaba ser reparado y que costaría, muy probablemente,
unos $100 dólares. Así que sería necesario, humanamente hablando, tener a mano
unos $500 dólares para hacer frente a estos pesados gastos extras. Pero yo no
tenía forma humanamente posible de
obtener ni tan siquiera doscientos centavos – mucho menos $500 dólares.
Y para colmo, hoy era lunes,
cuando normalmente los ingresos son muy escasos. Pero cuando me dirigía a la
Casa de Huérfanos hoy por la mañana, orando de camino, le expuse
particularmente al Señor en oración, que en este día, aunque fuese lunes, Él
podía enviarme mucho más. Y así fue, esa mañana recibí $1500 dólares para el
servicio del Señor, mucho más de lo necesario. El gozo que tuve no puedo
describirlo. Recorrí mi habitación de arriba abajo durante un largo tiempo,
lagrimas de gozo y gratitud al Señor corrieron como una lluvia por mis mejillas
por toda Su bondad, y me postré rendido de nuevo, con todo mi corazón, ante Él
por Su bendito favor. Casi nunca sentí tan intensamente la bondad del Señor
dándome su ayuda.
30 de Septiembre de 1868 – Recibí de
Yorkshire $250 dólares. También hoy hemos recibido $5 000 dólares para la obra
del Señor en China. Acerca de estos donativos es preciso señalar, que durante
meses he tenido el ardiente deseo de empeñarme más que nunca en la obra misionera
en China, y he dado los pasos necesarios para llevar a cabo mi deseo, entonces
me han llegado a la mano estos donativos. Esta preciosa respuesta a la oración
por recursos, debería ser una motivación especial para todos aquellos que están
comprometidos en la obra del Señor, y que necesitan recursos para llevarla a
cabo. Esto nos prueba de nuevo que, si nuestra obra es Su obra, y le
honramos mirándolo sólo a Él y esperando
de Él los recursos para llevarla a cabo, Él ciertamente a Su tiempo y a Su manera, los suplirá.
El gozo de ver respondidas las oraciones, no tiene descripción posible y el ímpetu que
aportan en la vida espiritual es enorme. La experiencia de estas bendiciones
son las que yo deseo para todos mis lectores Cristianos. Si tú verdaderamente
crees que el Señor Jesús es el salvador de tu alma; si andas rectamente y no
guardas iniquidad en tu corazón; si pacientemente sigues esperando, y poniendo
tu confianza en Dios, las respuestas a tus oraciones serán otorgadas con toda
certeza. Es posible que tu no hayas sido llamado a servir al Señor de la misma
manera que lo fui yo, y es por eso que quizá nunca tengas las mismas respuestas
a oraciones específicas como las que aquí se registran; pero en tus diferentes
circunstancias, tu familia, tus negocios, tu profesión, tus actividades en la
iglesia, tu trabajo para el Señor, sí debes obtener respuestas claras como las
que aquí están registradas.
4 de Septiembre de 1869 – Solamente poseía un centavo en mi bolsillo esta
mañana, ¡Medita esto por un instante, querido lector! ¡Solo tenía en mis manos
un centavo cuando el día comenzó! Piensa esto, y piensa en que cerca de 1400
almas deberían ser alimentadas. Ustedes, hermanos pobres, que tienen seis u
ocho niños y salarios bajos, piensen en esto, y ustedes, mis hermanos que no
pertenecen a las clases trabajadoras, pero con medios muy limitados, piensen en
esto! ¿No puedes hacer tú, lo mismo que
nosotros hacemos, bajo tus obstáculos y problemas? ¿No te ama tanto a ti el
Señor, como nos ama a nosotros? ¿No nos ama Él tanto a nosotros Sus hijos como
amó a Su Hijo primogénito, como está escrito en Juan 17:20-23? ¿O somos
nosotros mejores que vosotros?...Pues bien, escuchemos entonces, cómo Dios
socorrió la situación, cuando solamente
tenía un centavo en el bolsillo, en aquella mañana.
Poco después de las nueve de la
mañana recibí $5 dólares provenientes de una hermana en el Señor, de la que no
recuerdo el nombre del lugar donde mencionó que residía. Entre las diez y las
once me fue enviada una bolsa de las Casas de Huérfanos, en donde había una
nota escrita diciendo que eran necesarios $6 dólares para hoy. Aun no había terminado de leer esto cuando paró un carruaje en frente de mi casa,
y un caballero, de la vecina ciudad de Manchester, se presentó. Supe que era un
creyente, que había venido a tratar de algunos negocios en Bristol. Él había
oído acerca de las Casas de Huérfanos, y expresó su sorpresa de cómo sin ningún
sistema regular de recolección de dinero, y sin contribuciones personales,
simplemente a base de fe y oraciones, yo había obtenido más de $10.000 dólares
anuales para la obra del Señor. Este hermano, a quien yo no había visto nunca
antes, y del que ni tan siquiera sabía su nombre antes de que viniera, me
ofreció $10.00 dólares, como ilustración de lo que yo le había relatado.
28 de Julio de 1874 – “Me ha parecido por meses, como si el Señor nos
quisiera traer al estado en el cual permanecimos por más de diez años, desde
Agosto de 1838, hasta Abril de 1849, en los cuales tuvimos día tras día, casi
sin interrupción, que esperar mirándolo solamente a Él para que supliera
nuestras necesidades día tras día, y en una gran parte de las veces, de una
comida a otra. Las dificultades me parecen de hecho muy grandes, una vez que la
institución es hoy en día veinte veces más grande de lo que era entonces, y
nuestras adquisiciones y compras tienen que ser hechas al por mayor; al mismo
tiempo, me conforta saber que Dios toma cuidado de todo esto, y que si esta es
la manera como es glorificado Su nombre, y para el bien de Su iglesia y del
mundo no convertido, yo estoy, por Su gracia, dispuesto a seguir por esta vía,
y de seguir haciéndolo así hasta el final de mi vida. Los fondos de dinero se
gastan rápidamente; pero Dios, nuestro infinito y rico Tesoro, es el que nos
mantiene. Esto es lo que me da paz.
“Si a Él Le place que haga de
nuevo un trabajo que requiera cerca de $222.000 dólares por año al final de mi
vida, y que ya hice desde 1838 hasta 1849, no solo estoy listo y preparado para
hacerlo, sino que de nuevo me sentiría feliz de pasar por todos esos obstáculos
de fe, como medios para llevarlo a cabo, con tal de que Él sea glorificado, y
Su iglesia y el mundo sean beneficiados. Una y otra vez ha pasado este último
punto por mi mente, y me he puesto a mí mismo en una posición sin salida
alguna. Tengo frente a mi dos mil cien almas no solamente en la mesa, sino con
todas las demás necesidades por ser provistas, y con todos los fondos acabados,
ciento ochenta y nueve misioneros para ser asistidos, y nada puede quedarse sin
suplir, cerca de cien escuelas, con cerca de 9.000 alumnos en ellas, a quienes
hay que cubrir todas sus necesidades, y sin medios a la vista para hacerlo;
cerca de cuatro millones de boletines informativos y decenas de miles de copias
de las Sagradas Escrituras que tienen que ser enviadas todos los años, y todo
el dinero ha sido gastado. Siempre, sin embargo, enfrentándome con estas
probabilidades, me digo a mí mismo: Dios, que ha erguido esta obra a través de
mis manos, Dios que me ha guiado regularmente año tras año, para engrandecerla,
Dios que ha soportado esta obra desde hace más de cuarenta años, continuará
socorriéndola y no permitirá que sea avergonzado, porque yo estoy seguro y
pongo mi confianza en Él, le entrego y deposito toda la obra en Él, y Él me
seguirá supliendo todo lo que necesite en el futuro también, aunque no pueda
comprender cuales son los medios que emplee para enviar lo que requerimos.
Samuel Chadwick, en su más
inspirado libro, El Camino de la Oración,
relata una ocasión cuando el Dr. A. T. Pierson fue convidado por George Müller
a la casa de huérfanos. Dice así: “Una noche cuando todos en la casa ya se
habían retirado él (Müller) pidió a Pierson que se juntase con él en oración.
Le contó que no había absolutamente nada en casa para el próximo desayuno en la
mañana. Mi amigo intentó dialogar con él y recordarle que todas las tiendas se
encontraban cerradas. Müller sabía eso perfectamente. Él oró como siempre lo
hacía, y no le contó a nadie sus necesidades sino a Dios. Los dos oraron – en
fin, Müller lo hizo – y Pierson lo intentó.
Se fueron a la cama y durmieron,
y el desayuno para dos mil niños se
encontraba en la mesa tan abundante como solía serlo a la hora del
desayuno. Ni Müller ni Pierson llegaron a saber de dónde había salido la
respuesta a sus oraciones. La historia le fue contada en la mañana siguiente a Simon
Short de Bristol, bajo la promesa de guardar el secreto hasta la muerte del
benefactor. Los detalles del caso son impresionantes, pero todo lo que
precisamos contar aquí es que el Señor lo llamó para que saliese de su cama en
medio de la noche para enviar el desayuno a la Casa de Huérfanos de Müller, y
no sabiendo nada acerca de la necesidad que tenían, ni de las oraciones que
estos dos hombres habían hecho, envió provisiones que darían para llenar las
despensas de alimentos durante un mes entero. Este es el mismísimo Señor Dios
de Elías, y aún más, el mismo Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.
Charles Inglis, el bien conocido
evangelista, relata el siguiente curioso incidente: “Cuando vine por primera
vez a América hace treinta y un años atrás, crucé el Atlántico con el capitán
de un buque que era uno de los hombres más devotos que alguna vez conocí; y
cuando sorteamos los bancos de arena de Newfoundland me dijo: “Sr. Inglis, la
última vez que navegué por aquí, hace cinco semanas atrás, sucedió una de las
cosas más extraordinarias que revolucionaron toda mi vida Cristiana. Hasta esa
fecha yo no era más que uno de esos cristianos comunes. Tuvimos un hombre de
Dios a bordo, George Müller, de Bristol. Yo había estado en aquel puente de
vigilancia durante veintidós horas seguidas y nunca salí de allí. Alguien me
llamó la atención tocando levemente en mi espalda. Era George Müller.
“Capitán, dijo él, vengo para
decirle que necesito estar en Quebec el sábado por la tarde.” Era miércoles.
“Eso es imposible,” le dije. “Muy bien, si su barco no puede llevarme, Dios
encontrará la manera de locomoción para que llegue a tiempo. Nunca he faltado a
un compromiso en cincuenta y siete años.” “Bien quisiera ayudarlo, pero ¿cómo
podría hacerlo? No tengo manera.” “Bajemos a la sala de embarque y oremos,”
dijo él.
“Yo mire a este hombre. Y pensé
para mí mismo, “¿de qué manicomio habrá salido éste? Nunca había escuchado una
cosa igual,” “Sr. Müller, le dije, ¿sabe usted cuan densa es esta niebla? “No,
replicó él, mis ojos no están puestos en cuan densa es esta niebla, sino en el
Dios Vivo quien controla todas las circunstancias de mi vida.” Él se arrodilló,
y oró una de las más sencillas oraciones. Y pensé para mí mismo, “esto más
parece una aula de niños, donde éstos no tienen más que ocho o nueve años.” El
contenido de su oración era más o menos este: “OH Señor, si es de acuerdo a Tu
voluntad, por favor haz que desaparezca esta niebla en cinco minutos. Tú
conoces mi compromiso Tu harás que llegue a Quebec el sábado. Yo se que esa es
tu voluntad.”
Así que terminó, yo también iba a
comenzar a orar, pero el tocó mi espalda y me dijo que no orase. “Primero,”
dijo él, “usted no cree que Dios vaya a hacerlo; y segundo, Yo creo que Él ya
lo ha hecho. Así que no hay necesidad de que usted ore por este asunto.” Yo le
miré, y George Müller dijo así: “Capitán, yo conozco a mi Señor desde hace
cincuenta y siete años y no ha habido un solo día en que me haya defraudado, y,
además, en Quebec, tengo una audiencia con el Rey, levántese, Capitán, y abra
la puerta, y comprobará por sí mismo que la niebla ha desaparecido” Yo me
levanté, y la niebla ya no estaba. Al sábado por la tarde George Müller se
encontraba en Quebec.
La Verdadera Fe. Por George Müller
“Es, pues, la fe, la certeza de lo que se espera, la convicción de lo
que no se ve. Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la
palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.”HEBREOS 11:1, 3.
“Primero: ¿Qué es fe? En la simple manera que yo soy capaz de
expresarlo: Fe es la certeza de que las cosas que Dios ha dicho en Su Palabra
son verdad, y la plena confianza y absoluta persuasión de que Dios actuará de
acuerdo a lo que ha dicho en Su Palabra. Esta seguridad, esta dependencia en la
Palabra de Dios, esta confianza es fe.
Ninguna emoción o sentimientos deben ser tenidos en cuenta en conexión
con la fe. Las emociones y los sentimientos no tienen nada que
ver con la fe. La fe tiene que ver con la Palabra de Dios. No son las
emociones, fuertes o débiles, que hagan diferencia alguna. Nosotros actuamos y
nos guiamos por la Palabra escrita y no por nosotros mismos o nuestras
emociones.
Las probabilidades no
deben ser tomadas en cuenta. Hay muchas personas que tienen la voluntad de
creer con respecto a las cosas que les parecen probables a sus ojos. Pero la fe
no tiene nada que ver con probabilidades. La frontera de la fe empieza donde las probabilidades acaban, donde la
vista y los sentidos fracasan. Una gran cantidad de hijos de Dios se
vienen abajo y lamentan su falta de fe. Me escriben diciéndome que no tienen
sentimientos, ni emociones, no ven la probabilidad de que sus deseos sean
cumplidos. Las apariencias no deben ser tenidas en cuenta. La cuestión es – Si
Dios lo ha dicho en Su Palabra, será hecho sin sombra de duda alguna.
Y
ahora, amados amigos, deben preguntarse ustedes mismos, si han adquirido el
hábito de confiar en la Palabra de Dios, en lo más profundo de su ser, y si lo
que deseamos o buscamos está alineado con lo que Él ha dicho en Su Palabra.
Segundo: Cómo puede ser incrementada la fe
Dios se deleita en incrementar la fe de Sus hijos. Nuestra fe, la cual
en un principio es débil, aumentará y se
desarrollará más y más conforme a su uso. Deberíamos, en vez de no querer
experimentar pruebas antes de la victoria y ejercitar la paciencia, estar
dispuestos a tomarlas de manos de Dios como un medio. Digo –y lo digo
deliberadamente– pruebas, obstáculos, dificultades y a veces incluso derrotas,
son el verdadero alimento a la fe.
Recibo
cartas de mucho amados hijos de Dios que dicen: “Querido hermano Müller: Le
escribo porque soy débil y pobre en fe”. Pues con la misma certeza con la que
pedimos que nuestra fe sea fortalecida, debemos tener la disposición de recibir
de la mano de Dios los medios para fortalecerla. Debemos permitirle educarnos a
través de pruebas, pérdidas y problemas.
Es a través de estas pruebas que ejercitamos la fe y que ésta se desarrolla más
y más. Dios afectuosamente permite las dificultades, para que pueda desarrollar sin cesar
lo que Él desea hacer por nosotros, con la finalidad de que no
desfallezcamos, pero
si Él permite que soportemos pesares y obstáculos y pérdidas y aflicciones,
debemos aceptarlas de Sus manos como evidencias de Su amor y esmero por
nosotros, en el desarrollo gradual de aquella fe que Él está procurando
fortalecer en nosotros.
La Iglesia de Dios no está
despierta para ver cuán bello y
maravilloso es Dios, y de ahí proviene la escasez de bendiciones. Oh, amados
hermanos y hermanas en Cristo, ¡buscad aprender por vosotros mismos, porque no me
llegan las palabras para hablaros de todas Sus infinitas bendiciones! En los
momentos más oscuros, estoy listo para confiar en Él, porque sé cuan hermoso y
amable y adorable Ser Él es, y si es la voluntad de Dios ponernos a prueba,
permitámosle que lo haga, para que comprobemos por nosotros mismos quien Él es,
porque Él se revelará a Sí Mismo, y le conoceremos mejor. Llegaremos a la
conclusión de que Dios es un Ser maravilloso, admirable, y estaremos
satisfechos con Él, y diremos: “Es mi Padre, permitiré que Él actúe como le
plazca.
Cuando comencé a permitirle a
Dios que cuidase de mí, dependiendo de Él solamente, de acuerdo a Su Palabra, y
me pasé cincuenta años depositando simplemente en Él mi propia vida, la de mi
familia, impuestos, gastos de viajes y todas las demás necesidades, lo hice
descansando en la sencilla promesa que encontré en el sexto capítulo de Mateo. Creí
la Palabra, descansé en ella y la puse en práctica. Me aferré a Dios según su Palabra.
Soy extranjero, un extraño en Inglaterra, hablo siete idiomas y podía haberlos
utilizado para encontrar un empleo remunerado, sin embargo, yo me había
consagrado a la obra del Señor, puse mi confianza en el Dios Quien ha dado Sus
promesas, y Él ha hecho conforme a Su Palabra. No me ha faltado de nada –
absolutamente nada. He tenido conflictos y dificultades, y he tenido mi cartera
vacía, pero mis gastos han sido siempre cubiertos. He recibido miles y miles de
dólares, mientras iba siendo realizada la obra a lo largo de estos cincuenta y
un años. Además, con respecto a mi trabajo pastoral, durante los cincuenta y un
años pasados he tenido grandes dificultades, grandes obstáculos y
perplejidades. Habrá siempre dificultades, siempre obstáculos. Pero Dios me ha
sacado de todos ellos, y la obra ha seguido realizándose.
Ahora bien, esto no ha sucedido,
como algunos han dicho, porque yo sea un hombre con un gran poder mental, o
dotado de una energía y perseverancia especial – esas no son las razones. Ha
sido porque he puesto mi confianza en Dios; porque he buscado a Dios, y
Él ha tenido cuidado de la Institución, la cual, bajo Su dirección, posee
actualmente cien escuelas, con maestros y maestras, y otros departamentos de
los cuales ya he hablado anteriormente.
No soy yo quien lleva la carga. Y
ahora con mis setenta y seis años, tengo la fuerza física y el vigor mental
para llevar a cabo tanto trabajo como cuando era un hombre joven en la
universidad estudiando y preparando discursos en latín. Me siento con tanto
vigor como en aquel tiempo. ¿Cómo es posible?
- Pues, porque en la última mitad de siglo de trabajo he sido capaz, con
la simplicidad de un niño, de depender, de confiar en Dios. He tenido mis
pruebas, pero me he tomado de la mano de Dios, y así las he pasado y he sido
sostenido. No
es solamente que le permitamos, sino que hay también un firme mandamiento que Él
nos da, para que echemos todas las cargas sobre Él. ¡OH, vamos, hagámoslo! Mi
amado hermano o hermana en Cristo, “echa
sobre Jehová tu carga, y Él te sustentará.” (Salmos 55:22). Día tras día
esto es lo que yo hago. Esta mañana, presenté delante del Señor sesenta asuntos
que tienen que ver con la iglesia de la cual soy pastor, y así sucede, día tras
día es lo que hago, y año tras año; y así ha sido durante diez años, treinta
años, cuarenta años.
No esperes obtener toda la fe de
una vez. Desapruebo los maratones para obtener de golpe toda la fe. Yo no creo
en eso. Yo no creo en eso, yo no creo en
eso y ojalá que entiendas del todo que yo no creo en eso. Todas estas cosas
espirituales vienen de una forma natural. Lo poco que yo conseguí no lo logré
todo de una vez. Todo esto lo digo, particularmente, porque me llegan cartas
llenas de preguntas de todos aquellos que buscan fortalecer su fe. Otra vez
digo, permanece con toda tu alma en la Palabra de Dios, y se te incrementará la
fe a medida que vayas ejercitándola.
Una cosa más. Hay algunos que
dicen, “Oh, yo jamás tendré el don de fe que el Sr. Müller posee.” Esto es un
error – es el más grande de los errores – no hay ninguna verdad en esto. Mi fe
es la misma clase de fe que todos los
hijos de Dios tienen. Es la misma clase de fe que Simón Pedro tenía, y todos los
cristianos pueden obtener la misma fe. Mi fe es la misma fe que la de ellos,
aunque la mía pueda ser mayor que la suya debido a que haya sido un poco más
desarrollada a través de ejercitarla, pero la fe que tienen es precisamente la
fe que yo ejercito, solo que, con respecto al grado, la mía pueda haber sido
más fuertemente ejercitada.
Ahora bien, mis queridos hermanos
y hermanas, comiencen de forma sencilla. Al principio, yo fui capaz de confiar
en el Señor por $10 dólares, después por $100, después por $1.000 y ahora, con
una gran facilidad, puedo confiar en Él por $1.000.000 si fuese necesario. Pero
primero, debo quieta, cuidadosa, y deliberadamente examinar y ver si aquello
para lo que estoy confiando, es algo que esté en armonía con Sus promesas en Su
Palabra escrita. Si hallo que lo está, las muchas dificultades no serán un
obstáculo para mi confianza. ¡Cincuenta y un años, y Dios nunca me defraudó!
Confía en Él por ti mismo y comprueba cuan fiel es Él a Su Palabra.
Apéndice A
Cinco Condiciones Predominantes en la Oración
1.- Una completa dependencia en
los méritos del Señor Jesucristo como mediador, como única base de cualquier
pedido de bendición. (Vea Juan 14:13, 14, 15, 16 etc.).
2.- Separación de todo pecado
conocido. Si guardamos iniquidad en nuestros corazones, el Señor no nos oirá,
porque sería sancionado el pecado. (Salmos 66:18).
3.- Ten fe en la Palabra de Dios
y en Sus promesas por Él confirmadas bajo juramento. Si no Le creemos le
estamos haciendo tanto un mentiroso como un perjuro. (Hebreos 11:6; 6:13-20).
4.- Pedir de acuerdo con Su
voluntad. Nuestros motivos deben ser piadosos: no debemos esperar o procurar
ningún don de Dios para gastar en nuestros deleites o para nuestra perdición.
(1ª Juan 5:14; Santiago 4:3).
5.- Insistir, ser incesantes en
la súplica. Se debe esperar en Dios y esperar de Dios, como el labrador que
tiene paciencia para esperar la cosecha. (Santiago 5:7; Lucas 18: 1-8).
Apéndice B
El Cuidado y la Consecutiva Lectura de las Sagradas Escrituras
En relación a esta materia, el
Sr. Müller dice: “Yo caí en la misma trampa que caen muchos jóvenes creyentes:
la lectura de libros religiosos en preferencia de las Escrituras. Dejé de leer
novelas alemanas o francesas, como lo hacía anteriormente, para alimentar mi
mente carnal; pero aún así no puse en el lugar de esos libros el mejor de todos
los libros. Leía extractos religiosos, informativos misioneros, y biografías de
personas piadosas. Este último tipo de libros los hallé más provechosos que los
otros. Si hubieran sido bien seleccionados, o si no hubiera leído lo suficiente
de tales escritos, o si algunos de ellos hubieran inspirado en mí el amor a las
Escrituras, me hubieran hecho mucho bien, pues estos nunca generaron en mi vida
el hábito de leer las Sagradas Escrituras.
Cuando tenía menos de quince años
de edad, ocasionalmente leía algo de ellas en la escuela; sin embargo, el
precioso Libro de Dios era enteramente puesto a un lado, así que nunca leí ni
un solo capítulo de él, que yo recuerde, hasta que le plació a Dios comenzar la
obra de gracia en mi corazón. Ahora la manera bíblica de razonamiento hubiera
sido: Dios mismo ha sido condescendiente en
ser El Autor y yo soy ignorante acerca de ese precioso Libro, el cual Su
Santo Espíritu hizo que fuese escrito usando como instrumentos a Sus siervos, y
él contiene lo que yo debería saber, y el conocimiento que me guiará a la
verdadera felicidad; por eso debería
leer una y otra vez este que es el más precioso de los Libros, el Libro
de libros, con mucha oración, de todo corazón, y con mucha meditación; y en
esta práctica debo perseverar todos los días de mi vida.
Porque yo era consciente, aunque
la leía pero poco, que escasamente entendía algo de ella. Pero en vez de
dedicarme a ella, y ser motivado por mi
ignorancia de la Palabra de Dios a estudiarla más, mi dificultad en entenderla,
y el poco gozo que tenía en hacerlo, me hizo descuidado en su lectura (porque
mas oración a la hora de leer la Palabra, no solo nos da más conocimiento, sino que, además, incrementa en nosotros el placer en leerla);
y por eso, como muchos creyentes, yo prácticamente prefería, durante mis
primeros cuatro años de vida divina, las obras literarias de los hombres no
inspiradas en el Dios viviente. La consecuencia fue, que permanecí siendo niño,
tanto en el conocimiento como en la gracia. En cuanto al conocimiento, digo;
porque todo verdadero conocimiento debe provenir por el Espíritu, de la
Palabra, y una vez que yo era negligente en la Palabra, fui durante cuatro años
tan ignorante que no sabía con la claridad suficiente ni tan siquiera los
puntos fundamentales de nuestra santa fe. Y esta falta de conocimiento
tristemente me impidió andar con paso firme y rápido en los caminos de Dios.
Porque es La Verdad la que nos hace libres (Juan 8:31-32) al librarnos de la
esclavitud de los deseos de la carne, de los deseos de los ojos, y de las
vanaglorias de la vida. La Palabra lo prueba; y mi experiencia personal también
lo prueba más decididamente. Porque cuando le agradó al Señor en Agosto de 1829
darme a conocer realmente las Escrituras, mi vida y mi caminar llegaron a ser
muy diferentes. Y aunque aún desde entonces me haya quedado muy corto en
comparación con dónde debería haber llegado, aun así, por la gracia de Dios, me
ha sido posible vivir mucho más cerca de Él que anteriormente.
“Si algunos creyente leen esto, que piensen que es más práctico
leer otros libros antes de las Sagradas Escrituras, y
que se deleitan con los escritos de los hombres mucho más que con la Palabra de
Dios, tal vez puedan ser avisados con mi pérdida. Consideraré entonces este
libro que escribo ahora, como un medio para hacer mucho bien, si le place al
Señor, y que sea un instrumento Suyo, para guiar a algunos de los Suyos a no
descuidar más las Sagradas Escrituras, sino que les den a estas la preferencia
que ellos le han concedido hasta ahora a los escritos de los hombres. Mi
desagrado en incrementar el número de libros debería ser suficiente como para
detenerme de escribir estas páginas, no estando convencido de que este es el
único camino en el cual los hermanos puedan ser a la larga beneficiados a
través de mis propios errores y equivocaciones, y sean beneficiados por la
esperanza, de que en respuesta a mis oraciones, la lectura de mi experiencia
pueda ser el medio que los guíe a valorar más altamente las Escrituras, y que
sea ella la que produzca en ellos la pauta de todos sus actos…
Si alguno me pregunta, como puede
leer más provechosamente las Escrituras, debo avisarle, que:
I. Sobre
todo, debe buscar tener bien claro en su propia mente, que solamente Dios, a
través de Su Espíritu, puede enseñarle, y que por tanto, el lector debe primero
inquirir en oración y pedirle a Dios que ilumine su entendimiento mismo antes
de comenzar la lectura, y también mientras esté leyendo.
II. Tiene que tener en cuenta,
además, bien asentado en su mente, que, aunque el Espíritu Santo es el mejor y
suficiente maestro, que aun así ese maestro no siempre enseña las cosas
inmediatamente cuando nosotros lo deseamos, y que, por tanto, no debemos
suplicarle una y otra vez para que nos explique ciertos pasajes; pero debemos
tener la seguridad de que Él ciertamente nos los enseñará en algún punto, si
ciertamente estamos procurando más luz y entendimiento con la oración y
paciencia necesaria, y con la vista puesta en la gloria de Dios.
III. Es de suma importancia para
el entendimiento de la Palabra, leerla ordenadamente, para que podamos leer
todos los días una porción del Antiguo Testamento y una porción del Nuevo
Testamento, y comenzar la siguiente vez que leamos donde previamente la
habíamos dejado. Esto es importante porque:
(1)
Aporta y nos da luz con la conexión que, de otro
modo, por ejemplo: como sucede en la selección habitual de ciertos capítulos en
particular (sin leer los anteriores) hará que sea completamente imposible
entender una gran parte de las Escrituras.
(2)
Es contrario a la gloria de Dios poner a parte
algunos capítulos de aquí y allí, eso prácticamente sería como decir que
ciertas porciones son mejores que otras; o, que hay ciertas partes de verdad
revelada sin provecho o innecesarias.
(3)
Las Escrituras contienen toda la voluntad de Dios
revelada, y por eso debemos procurar leer de tiempo en tiempo la totalidad de
esa Su Voluntad revelada. Me temo que haya muchos creyentes, hoy día, que no
hayan leído ni una sola vez las Escrituras desde el principio hasta el final, y
sin embargo en pocos meses, leyendo unos pocos capítulos todos los días, esto
puede fácilmente llevarse a cabo.
[Nota de traductores: Como hemos
hecho notar al principio, Müller aun no había entendido, como santos hombres de
Dios nos han mostrado en estos últimos tiempos, que las Escrituras deben ser
leídas siempre teniendo en cuanta las diferentes administraciones y a quien
están dirigidas particularmente. Toda la Palabra de Dios ES VERDAD, desde
Génesis, hasta Apocalipsis, pero si hay escrituras específicas dirigidas a
nosotros en esta Administración de Gracia - las 7 epístolas a la Iglesia
escritas por el Apóstol Pablo y a las cuales tenemos que dar una mayor
atención].
IV. Es también de suma
importancia meditar en lo que leemos, tal vez en una pequeña porción de lo que
hayamos leído, o, si tenemos tiempo, meditar en la totalidad durante el curso
del día. O una pequeña porción de uno de sus libros, o de una epístola, o de un
evangelio en la que regularmente meditemos, puede ser considerada cada día, sin
que, por supuesto, vengamos a ser esclavos de un plan previamente definido.
“Los comentarios memorizados
he visto que llenan la cabeza, con
muchas nociones y algunas veces también con la verdad de Dios; pero cuando es
el Espíritu quien enseña, a través
de los instrumentos de la oración y meditación, afecta al corazón. La primera
forma de adquirir conocimiento generalmente nos envanece, y es muchas veces
abandonado, cuando otro comentario nos da una opinión diferente, que
generalmente tampoco se le encuentra ningún valor, cuando tiene que llevarse a
la práctica. La otra forma de de adquirir conocimiento (de parte de Dios)
generalmente nos hace humildes, nos da gozo, nos guía para acercarnos a Dios, y
no se abandona su razonamiento fácilmente; y habiendo sido recibido de parte de
Dios, y habiendo penetrado en el corazón, y llegado a formar parte del nuestro,
es también generalmente puesto en práctica.”
Apéndice C: Cómo Descubrí la Voluntad de Dios
1- BUSQUE DESDE EL PRINCIPIO
poner mi corazón en tal estado, que no tenía en cuenta para nada mi propia
voluntad con respecto a ningún asunto. Noventa por ciento de los problemas de
las personas se encuentra precisamente aquí. Noventa por ciento de las
dificultades se sobrepasan cuando nuestros corazones están dispuestos a aceptar
la voluntad de Dios, cualquiera que esta sea. Cuando alguien se pone
verdaderamente en este estado, generalmente no hay más que un pequeño paso para
llegar a conocer cuál es Su voluntad.
2. HABIENDO HECHO ESTO, no dejé,
no permití que el resultado se quedase en un sentimiento o en una simple
impresión. Si hago eso, voy a llevarme una gran desilusión.
3. BUSCO LA VOLUNTAD de de Dios a
través, o en conexión con Su Palabra. El Espíritu y la Palabra deben ser
combinados. Si miro solamente al Espíritu sin tener en cuenta la Palabra,
también me llevaré una gran desilusión. Si el Espíritu Santo nos guía a toda la
verdad, Él lo hará conforme a las Escrituras y nunca se contradecirá.
4. SEGUIDAMENTE TOMO en consideración las circunstancias
providenciales. Estas generalmente me indican claramente la voluntad de Dios en
conexión con Su Palabra y Espíritu.
5. LE PIDO A DIOS en oración que
me revele Su voluntad. ASÍ PUES, A TRAVES DE LA ORACION a Dios, el estudio de
la Palabra y reflexión, llego a la conclusión deliberada de acuerdo a lo mejor
de mi capacidad y conocimiento y sí mi mente está en paz, después de dos o tres
peticiones mas procedo a actuar con lo que me ha revelado.
Tanto en asuntos sin importancia
como en transacciones que envuelvan los más importantes asuntos, he hallado que
este método es siempre eficaz.
Traducción al español por: Juan Luis Molina, Claudia Juárez y Charo Quesada.
Documento original en PDF, ingles y español en la sección de libros.
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