AMANDO A OTROS COMO DIOS TE HA AMADO. Por Wayne Jacobsen
Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado,
que
también os améis unos a otros. Juan13:34
Amar a otra
persona es ver el Rostro de Dios.
Los Miserables.
Me
dirigía de mi casa en California a una charla en Columbus, Ohio, y debía
esperar tres horas en una escala en el aeropuerto O’ Hare de Chicago. Después
de comer algo, aun había llegado con más de dos horas de anticipación para mi
salida. Me senté a leer un libro con la intención de terminarlo antes de
abordar el avión. Apenas me había sentado a leer, cuando el ruido de la
multitud me distrajo. Esto ocurrió antes de los acontecimientos del 11 de
septiembre, cuando las medidas de seguridad no eran tan rígidas, y amigos y
familiares podían saludar a los pasajeros en las puertas de embarque y descenso
en cuanto llegaban.
¿Por qué no podían ser menos ruidosos? Me
pregunté a mi mismo esperando neciamente que el aeropuerto fuera como una sala
de biblioteca. El bullicio continuaba creciendo hasta que me di cuenta de que
sería imposible concentrarme. Miré a mí alrededor con desprecio y me preparé
para mover mi equipaje a un sitio menos ruidoso cuando una pequeña niña, de no más
de cinco años, atrajo mi atención. Ella observaba con nostalgia por la ventana
mientras echaba un vistazo brevemente a su mamá y ambas sonreían cuando se
encontraban sus miradas.
Una
explosión de risas atrajeron mi atención en una joven familia japonesa, y junto
a ellos había un hombre joven muy quieto con una rosa en la mano. Me encontré a
mi mismo capturado en el desarrollo de los dramas humanos alrededor de mí. Su
emoción continuaba creciendo hasta que un avión llegó rodando a la terminal y
se alistó para que descendieran los pasajeros. En estos momentos y hasta que
los pasajeros finalmente iban a desembarcar, la multitud comenzó a guardar
silencio. Ahora habría sido fácil leer, pero ya me había olvidado de mi libro.
Algunas
personas comenzaron a descender del avión. La pequeña niña que estaba en los
brazos de su madre de repente gritó: “! Papi!”, a un hombre con un uniforme de militar
que atravesó la puerta. Inmediatamente que su madre la puso abajo, ella
irrumpió entre la multitud y se lanzó a los brazos de su padre. La mamá se
juntó con ellos en un fuerte abrazo, mientras ambos cobijaban a la pequeña
entre ellos. No pude evitar que lagrimas rodaran de mis ojos.
La
familia japonesa comenzó a dar saludos en su lengua natal mientras una pareja
mayor bajaba del avión. Me sorprendió porque parecían ser los padres de estos inmigrantes
recién llegados que podían ver a sus hijos en su nueva patria. Su gozo lo
expresaron entre lágrimas, realmente estaba conmovido, y busque esconder mi
rostro para que nadie pudiera verme.
Miré
entonces al joven con la rosa. El miraba atentamente buscando ver más allá de
la puerta, y con cada pasajero que descendía su rostro parecía más consternado.
Cuando la gente, que bajaba lentamente, dejo de salir finalmente, la tensión
del joven era visible. ¿Ella habría perdido el vuelo? “Oh no, tiene que estar
ahí”, medio murmuré una oración. Segundos más tarde ella salió caminando y la
cara del joven se iluminó. El corrió hacia ella, y los dos enamorados se
abrazaron.
Pronto
la multitud, más exuberante que nunca, se movió hacia la terminal principal.
Los observé irse con una sonrisa en mi cara. En sólo unos momentos, mi
desprecio por aquella molesta multitud se había transformado en un profundo
afecto. El cómo sucedió esto revela una de las más poderosas características
del amor de Dios.
UNO
A LA VEZ
Yo
había cesado de ver a la multitud como una masa humana sin rostros y en su
lugar los había visto individualmente con sus historias desarrollándose delante
de mí. Así es como Jesús amó. El no vino a amar a la nación de los judíos o al
Imperio Romano. El amó a aquellos que conoció en Nazaret, Galilea, Samaria, Jerusalén
y en muchos otros lugares con nombres olvidados. El amó en singular (particularmente)
y participó en las vidas de los individuos que conoció, él demostró su amor por
todos nosotros.
El
primero de los versículos relacionados con el arte de relacionarnos los unos
con los otros lo dijo Jesús mismo en forma de un mandamiento: “Amaos los unos a
los otros, como yo os he amado, así también amaos los unos a los otros” El no
dijo a sus seguidores que amaran a todo el mundo, sino simplemente a las
personas que Dios pusiera frente a ellos. Como podemos ver, esta es la forma en
que Jesús amó. Esta clase de amor no funciona en masas; sólo puede ser aplicada
en un individuo a la vez. Todas las Escrituras que veremos en este estudio,
hablan acerca de cómo tratar “los unos a los otros”. Ellas no nos dicen que
alentemos a todo el mundo, que sirvamos a todo el mundo, que amonestemos a todo
el mundo, o que compartamos con todo el mundo. Eso sería agobiante. Algunas
veces escuchamos: “No hay manera de que pueda hacer esto por todo el mundo”. No
tenemos que hacerlo.
Sin
embargo, Jesús nos da libertad para demostrar amor en cualquier momento para
cualquier persona delante de nosotros. Nunca aprenderemos a amar a otros, si no
amamos a uno a la vez. Para ayudar a un individuo, no tenemos que comenzar un
ministerio y mirar por otros con las mismas necesidades. ¿No sería mucho mejor
tomar las circunstancias a la mano y hacer lo que podemos por esa persona?
Recuerdo
una historia familiar de un viejo científico que se lamentaba por un grandísimo
grupo de estrellas de mar que se habían varado durante una marea alta. El
científico impactado por la inmensa necesidad, estaba paralizado en la playa
hasta que notó a un niño pequeño agarrando estrellas de mar y arrojándolas de
nuevo en el océano.
Espiando
al viejo hombre, el niño corrió hacia él y le dijo: “Señor, usted tiene que
ayudarme. Vamos a regresar estas estrellas de mar al océano antes de que
mueran.” El chico se inclino para recoger otra y la arrojo a las olas.
“¿Ya
viste cuántas de ellas hay aquí?” Dijo el científico explorando la costa. “¿Qué
diferencia podríamos hacer?”
El
pequeño niño miró abajo a la estrella de mar que tenía en su mano, pensó por un
momento, y finalmente dijo: “Hace una diferencia para ella”. Entonces él la
arrojo al océano y se inclinó por otra.
VIVIENDO
AMADO
Ahora
llegamos a una clave importante para todas las escrituras que hablan de “los
unos a los otros”. No podemos hacer por otros lo que aun no ha sido hecho por
nosotros [nadie puede dar lo que no tiene]. Recuerda que las palabras de Jesús
a sus discípulos fueron que se amaran los unos a los otros de la misma forma en que ellos habían sido amados. Sus palabras
encierran una verdad para ti y para mí hoy día. No puedes perdonar a otros si tú
no has experimentado el perdón de Dios en ti. No puedes servir a otros a menos
que sepas que Dios esta proveyendo cada una de las necesidades en tu vida. No
puedes vivir en bondad y compasión para con otros, hasta que tú veas la bondad y
compasión de Dios hacia ti. Porque de otra forma, las Escrituras que hablan de
“los unos a los otros” son solo mandamientos que obedecer, mientras que en
realidad son descripciones de lo que el amor nos da la libertad de hacer. Esta
clase de amor no comienza en el corazón humano. Fluye sólo de Dios mismo, y El
quiere llenarte con Su amor de tal forma, que llegues a estar cierto de que Él
cuida de ti en cada detalle de tu vida. El proveerá todo lo que necesitas
cuando lo necesites. Esta seguridad en el amor de Dios es la que te liberará
para vivir las Escrituras que hablan de “los unos a los otros”. [Amaos, perdonaos,
confortaos, exhortaos, animaos, edificaos, sobrellevad las cargas los unos a
los otros, etc.].
Lo
más que experimentas la realidad del amor de Dios en tu vida, lo más que te
encontraras compartiendo este amor con otros. La última cosa que quiero que
este libro haga, es agregar a tu lista de cosas de como ser un buen cristiano, el
cómo debes actuar hacia los demás. Eso sería perder el objetivo. Dios no quiere
que pretendas amar a otros o hacer que actúes como si los amaras. El quiere que
seas tan libre en su amor, que se derrame de ti y toque así a otros. Este es un
asombroso proceso.
Mientras
lees a través de cada aspecto de las escrituras que hablan de “los unos a los otros”,
cuestiónate cómo ves a Dios ejemplificando tal trato en tu propia vida. Si no
lo ves, pídele que te lo muestre. Los creyentes tratan naturalmente a otros en
la forma en la que piensan que Dios los trata a ellos, pero a menudo no ven
claramente como verdaderamente es Dios. Si tú sirves a un Dios que piensas que
te enjuicia por tus pecados, que es impaciente con tus debilidades y que no se
involucra con tu dolor, esta es la forma en que exactamente vas a tratar a las
personas alrededor de ti. Mi corazón se entristece por aquellos que están
atrapados en estas trampas. Esta es la forma en la que viven con Dios cada día.
Vivir
en el amor de Dios es el primer paso para descubrir el arte perdido de
relacionarnos los unos con los otros. Si no descubres esto primero, el proceso
te desgastara y alejara de Él intentando por ti mismo regenerarte por medio de
las buenas obras y esto te hará no traer en evidencia los frutos del Reino y
disfrutarlos. Todo lo que está envuelto en “los unos a los otros” [amarnos,
perdonarnos, confortarnos, alentarnos, etc.], no es una especie de tarea
gravosa, sino el gozo de compartir la vida de Dios, no solo con Su gente, sino
con un mundo cautivo en la oscuridad.
LOS
FRUTOS DE “LOS UNOS A LOS OTROS”.
Jesús
dijo que este simple mandamiento de amarnos los unos a los otros traería fruto
en dos formas. Primero, este amor demostraría su realidad a un mundo que no lo
ha visto. “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor
los unos con los otros” (Juan 13:35). No hay una mejor herramienta para tocar
al mundo que una simple demostración de amor. De hecho, Jesús invitó al mundo a
juzgar la autenticidad del evangelio que proclamamos por la forma en que
demostramos amor a otros. Esto probaría que le pertenecemos a él.
Pero
esto no es todo. Jesús después agregó: “Estas cosas os he hablado, para que mi
gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido” (Juan 15:11). El
mandamiento de Jesús de amarnos los unos a los otros, fue basado en su deseo
para nosotros de que conociéramos su plenitud. Una vida centrada en uno mismo
es nuestro propio castigo. Cuando nuestras relaciones con otros están llenas de
expectativas y demandas de lo que deseamos que ellos hagan, el resultado es
estrés, desilusión y desesperación. Cuando Dios te captura con la realidad de
Su amor, serás libre para centrarte en otros en vez de en ti mismo. Aquí es
cuando descubrirás el gozo de una profunda y permanente amistad. Jesús conoció
esto. El supo que las relaciones
correctas son la manera más segura de encontrar plenitud y libertad.
Traducción por Claudia Juárez Garbalena
Lectura relacionada:
Traducción por Claudia Juárez Garbalena
Lectura relacionada:
Comentarios
Publicar un comentario