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CRISTO REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES - CADA DIA - Por Juan Luis Molina

CARTAS ENTRE CREYENTES

----- Mensaje enviado ----
De: Juan Luis Molina
Para: La Iglesia de Dios
Enviado: domingo, 20 de febrero, 2011 5:22:10
Asunto: Cristo Rey de reyes y Señor de señores - Cada Día


A través de la Escrituras, vemos que la carne es vencida por andar en el espíritu (Gálatas 5:17-18); el mundo es vencido por el amor al Padre (1a Juan 2:15); y Satanás es vencido por creer y darle la preeminencia a Cristo (1a Juan 3:8-9).

               
La razón por la cual no se manifiesta el poder del espíritu entre los creyentes, es que "todavía" no hemos debilitado lo suficiente nuestra propia vida. El poder de Cristo se perfecciona solamente en nuestra debilidad (2a Corintios 12:9). El secreto no se encuentra en Cristo haciéndome poderoso para vivir victoriosamente; sino en hacer reposar el poder de Cristo sobre mi debilidad. Mientras que todavía tengamos vida en nosotros mismos, no estaremos aun capacitados para aceptar la victoria de Cristo. Porque aunque Cristo pueda estar habitando en nosotros, todavía no se le ha dado el lugar preeminente para gobernar en nosotros. Son dos verbos diferentes: Uno es "habitar," y el otro "gobernar." Debemos primero poner fin a cualquier vida o esfuerzo que proceda de nosotros mismos y hasta entonces, Dios esperará pacientemente Su oportunidad para revelarse en Cristo en ti como esperó para darle todas Sus cosas a Su hijo pródigo. Así que, bendito Teófilo, Satanás tiene un deseo enorme de que nos creamos débiles. En vez de intentar luchar con él para demostrarle lo contrario, lo que deberíamos hacer es confirmarle nuestra debilidad burlándonos de él, porque ahora el Padre nos ha hecho saber que, cuando somos débiles, Cristo es fuerte en nosotros. Su poder se perfecciona en nuestra debilidad.
Date cuenta: siempre que los hijos de Israel mantenían la relación apropiada con el Tabernáculo, eran victoriosos y prosperados en todos los sentidos, y ninguna otra nación podía vencerlos ni sobreponerse a ellos. Pero cuando surgían problemas en esta bendita relación, eran hechos cautivos y esclavos de las naciones alrededor. Aunque, de vez en cuando, tuviesen reyes poderosos y con una gran sabiduría, todo se resumía a lo mismo, a si habían ofendido o no el arco de común-unión con el Tabernáculo. Además, este principio se extiende también a los hijos de Dios hoy en día. A menos que le demos a Cristo el lugar que le corresponde en nosotros, no estaremos capacitados para sobreponernos a los principados de maldad que gobiernan este mundo. Será solamente cuando le demos en nuestras vidas la preeminencia que le corresponde a Cristo sobre nuestras vidas que seremos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. ¿Qué pensáis que significa que un día le dimos, a aquel que nos amó, el señorío sobre nuestras vidas? Solamente aquellos que le den la preeminencia a Cristo en todas las cosas pueden entrar en el Lugar Santísimo y permanecer en la Presencia del Todopoderoso
                Algunos (y yo me llevé treinta años andando penosamente en ese desierto), cuando confrontados por el adversario con su debilidad, se ponen furiosamente a adquirir conocimiento en las Sagradas Escrituras y a escucharla en reuniones y seminarios de bocas de sus líderes. Pero el crecimiento del conocimiento de las Sagradas Escrituras no es crecimiento espiritual. Solamente el crecimiento del Cristo dentro de cada uno es verdadero crecimiento espiritual (el conocimiento envanece pero el amor edifica). No hay esfuerzo ni opresión en el amor de Dios, sino descanso y reposo en Sus brazos a diario. ¿Cuánto tiempo invirtió Jesucristo preparando charlas, reuniones y seminarios? ¿De Quién oía él la voz de Su Padre? - pues tú tienes la unción del santo, y es también la que te enseña todas las cosas.
            Así, pues, hermano mío, para tener el poder de enmudecer los vientos y las tormentas de la vida, uno tiene que permitirle primero a Cristo sentarse sobre el trono de su vida. A medida que dejes ir creciendo a Cristo dentro de ti, irás incrementando su poder, pero no esforzándote en preparar reuniones, ni encuentros ni seminarios, porque Dios trata con nosotros Sus hijos de manera similar a como trataba el pueblo de Israel en el desierto, privándonos de alimentos terrenales y revistiéndonos, de tal manera, que podamos reconocer cada uno la abundancia celestial que el Padre depositó total y completamente el día que renacimos.
 A través de la Escrituras, vemos que la carne es vencida por andar en el espíritu (Gálatas 5:17-18); el mundo es vencido por el amor al Padre (1a Juan 2:15); y Satanás es vencido por creer y darle la preeminencia a Cristo (1a Juan 3:8-9).

Juan Luis Molina


----- Mensaje enviado ----
De: Juan Luis Molina
Para: La Iglesia de Dios
Enviado: sábado, 19 de febrero, 2011 6:00:01
Asunto: Cristo, ¿El Señor de tu vida? – Barro en las Manos de Dios

Hay un tiempo, cuando del todo se ha quebrado el vaso de barro en las manos del Alfarero, en que viendo y palpando nuestra completa inutilidad y falta de algo bueno en nosotros, nos dejamos caer en una penumbra que pensamos no tiene límites. No te des prisa en salir de ese ataúd. Es necesario esperar a que el Alfarero moldee en ti Su nuevo vaso. Es cierto que Dios nos ha dejado pensar, que sí, que nosotros estábamos haciendo "nuestra parte" en Su negocio, y durante un espacio de tiempo, ha bendecido así nuestros inútiles intentos. Pero el cansancio y la desesperación también hacían parte en ese proceso. Hay muchos que "todavía" andan en ese sistema. No son sino muy pocos los que han descubierto que, en SÍ MISMOS, no habita nada de bueno hasta que el Padre nos injertó en el buen árbol: Cristo. No son muchos los que quieran pagar ese altísimo precio de darse por vencidos y aceptar al Vencedor.


Caín, antes de asesinar a su hermano, lo que pretendía era impresionar con sus obras al Creador. Estaba persuadido, convencido de que, trayendoLe de ofrenda a Dios, el fruto de SUS MANOS, Dios entonces le miraría con mejores ojos que a su hermano. Este es el intento donde muchos, con total honestidad y sinceridad, viven en sus relaciones con Dios. Este es el mismo desierto por el cual yo deambulé también por muchos años creyendo que en mí mismo tenía algo de bueno para ofrecerle al Creador. Dios, para hacerme entonces ver lo que tan claramente expone en la epístola de Romanos, tuvo entonces que permitir que el adversario Suyo me zarandease como a una vara de mimbre, hasta que cayesen de mi árbol todos los frutos podridos, y pasé por circunstancias que no le deseo ni al diablo.

No es necesario pasar por ese proceso, pero cuando a los que como a mí me sucedió, cuando se llega “al final de la cuerda” y en nuestra desesperación deseando no haber nacido ni ser hombre, se produce entonces aquel estado que referí al principio. Como ya no tenemos ninguna confianza en nosotros mismos y todo a nuestro alrededor se ha vuelto contra nosotros, entonces sólo podemos esperar una de dos cosas, o la propia muerte física y esperar dormidos hasta que vuelva Cristo, o que el Todopoderoso le dé la vuelta a todo y nos haga resplandecer otra vez como luminares en el mundo, pero esta vez en Su Cristo en nosotros.

En ese pozo cenagoso, cuando uno descubre que en sí mismo absolutamente nada tiene de bueno, no se puede hacer absolutamente nada, sino simple y sencillamente contemplar a cara descubierta nuestra miseria y nuestra incapacidad para hacer algo por nosotros que agrade a Dios.

Cuando perdemos el trabajo, nos abandona la familia y los amigos y nada a nuestro alrededor nos alienta algún suspiro de vida, se llega entonces a entender que sólo el Padre podrá librarnos de esta miserable vida. A esta inactividad completa y total es a la que estamos sujetos y todo intento que pongamos de nuestra parte, muere pocos segundos después de haber comenzado a imaginarlo. Es como estar rodeadas de una densísima tiniebla, que te despoja de todas tus fuerzas. Y, sin embargo, ese es en el estado que debes permanecer para ver como reverdece la vara de Aarón que te puso Dios dentro. Yo no sé el tiempo ni la ocasión en que florecerá la vara de mi Almendro. No veo ni el tiempo ni la hora. Y, en medio de este océano de tinieblas, lo único que espero es mirando al Padre, en Su misericordia, que me dé el consuelo.

Este desespero de uno mismo es el principio de algo absolutamente maravilloso. Es sumamente necesario desesperar de uno mismo, para poder poner los ojos sólo en el Padre Todopoderoso, y ese es el anhelo más grande que tiene nuestro Dios. En este desespero nos desnudamos totalmente de nuestro viejo hombre, y, aunque en el valle de lágrimas que atravesamos hasta que reverdece la vara de Aarón - Cristo en nosotros -no lo veamos, nuestro Alfarero ha encontrado por fin un barro perfecto al que puede moldear a Su gusto, que no es el nuestro ni el que aprendimos de los hombres

            A Dios le costó poner al hombre debajo de la dispensación de la ley más de mil quinientos años, para probarle que, en el mundo, no había ni tan siquiera un solo justo que la pudiese guardar y hacer lo bueno. (Salmos 14:3 y Romanos 1 y 2).

¿Conoces tú al Señor Jesucristo como tu Salvador, o como tu salvación? ¿Tú Redentor, o tu remisión? ¿Tu libertador, o tu liberación? ¿Tú Santificador, o tu santificación? ¿Tú Justificador, o tu justificación? Conocerlo a él como tú "or" es el conocimiento que primero adquirimos; pero conocerlo como tú "ión" es un mejor y más profundo conocimiento.

¿Cuál es la ley de vida? No es otra que Cristo llegando a ser nuestra vida completa. La mayor parte de los hijos de Dios está procurando afanosamente algo como amor, paciencia, o humildad; y eso le parece que se encuentra en todas partes menos en sus propias vidas. Procuran esos frutos como si fuesen cosas que existen en el mundo, en vez de buscarlas en su Cristo solamente. Aquí es donde reside la diferencia básica entre el real y el falso cristianismo.
       
Cuando primeramente fuimos salvos, se nos enseñó que de lo que nosotros precisábamos era de Cristo, no de obras; fuimos salvos a través de Cristo y no por nuestros propios esfuerzos. Sin embargo, de la manera como muchas cosas fueron eliminadas de nuestras vidas cuando creímos por primera vez, debemos así eliminar también lo que a "nuestros ojos" son cosas espirituales. Al principio, fue nuestro orgullo, celos, envidias, vanaglorias, ira y otros pecados que desaparecieron cuando fuimos salvos; hoy es nuestra paciencia, humildad, y propio estilo de santidad que deben ser también destruidos para que podamos entender que Cristo es nuestra vida en todo lo nuestro. Si realmente somos guiados por Dios, con toda seguridad vamos a descubrir que Él aborrece tanto la labor y el esfuerzo que nace de nuestra propia carne, como Él aborrece nuestros pecados. Dios rechaza nuestras obras y cualidades, como repudia nuestros pecados. De hecho, hay una sola cosa que Él acepta, y esa es a Su Hijo Cristo en nosotros. En nosotros sólo mira a Cristo y a nosotros nos sepulta y nos pone de lado.

¿Cuál es la verdadera iglesia? Es aquella parte que ha sido nacida de Cristo, y no lo que naturalmente ha salido del polvo. La iglesia es el nuevo hombre, edificado por Dios, con Cristo como único material empleado para su edificación. Cualquier cosa natural está fuera de la iglesia, porque solamente lo que proviene de Cristo es la iglesia. Habilidades humanas, conceptos, poder -todas esas cosas que proceden de los hombres- se encuentran fuera de la iglesia. Aquello que sale y procede de Cristo solamente es la iglesia. Hay dos pasos necesarios y requeridos para que la iglesia sea lo que debe ser. Una es la distribución o repartición de la misma medida de Cristo entre sus miembros; la otra es la destrucción del individualismo personal en todos los sentidos. La distribución de Cristo la realiza Dios el día de la regeneración (cuando se confiesa Romanos 10:9 y 10); la destrucción del individualismo ocurre después de nuestra salvación y santificación.

A medida que el Señor opera en nosotros Su buena voluntad diariamente, eventualmente llegamos a un punto en el que nos damos cuenta que, para agradar a Dios, no podemos hacer ya nada en la base de nuestro propio individualismo. Morimos nosotros y aparece la vara de Aarón reverdecida en nosotros. Y entonces, desde este punto en adelante, comenzamos a hacer todas las cosas de acuerdo al principio de la mutua edificación del Cuerpo de Cristo. Solamente cuando un miembro en la iglesia alcanza ese estado es que atiende a los propósitos que Dios tiene para él. 

Espiritualmente hablando, sólo lo que proviene de Cristo puede volver a Cristo. Lo que de él no proviene nunca podrá volver a él. Muere todo lo natural antes en el proceso. Esto es lo mismo que decir que, solamente lo que proviene del cielo podrá algún día volver al cielo -todo lo demás ha sido condenado y crucificado en la misma cruz de Jesucristo. Sólo lo que nace de Cristo se encuentra en la verdadera iglesia y es provechoso espiritualmente. Dios nunca aprovechó ni utilizó nada de la vieja creación para edificar la nueva creación. Nunca utilizó nada proveniente del hombre caído para edificar a Cristo. En otras palabras, Él nunca utilizó lo carnal para producir lo espiritual.

¿Por qué tenemos muchos de nosotros que pasar por aquel proceso tan desgastante cuando DEL TODO nos rendimos en los brazos del Padre? Porque a menos que lleguemos a aborrecer nuestra propia vida de alma, con su habilidad natural, sabiduría y virtud, hasta entonces no estaremos capacitados para producir buenos frutos espirituales. Será solamente cuando nos despojemos de nuestro natural esfuerzo que proviene de nuestra carne y aceptemos todaslascosas de la mano de Dios con un corazón partido, que estaremos capacitados para dejar salir por nuestro vaso de alabastro quebrado los frutos del Cristo, del espíritu que nos puso nuestro Abba Padre dentro.

Este es el florecer de la vara de Aarón que, a veces, en muchos de nosotros, nos resulta tan penoso. Porque solamente cuando somos débiles en nosotros mismos, cuando nos quedamos vacíos y plenamente reposados como el barro en la mano del Alfarero, puede Cristo comenzar a desbordar su vida por nosotros. Y entonces, todo su poder comienza a manifestarse por sí mismo a través de nosotros. En ese proceso sufrimos un desgaste completo del viejo hombre y no todos están dispuestos a eso, prefiriendo seguir siendo religiosos y seguir a sus líderes religiosos. Pero si verdaderamente somos conscientes de que fuimos levantados con Cristo y resucitados con él, saldrá de nuestra muerte, de nosotros, el nuevo hombre y produciremos naturalmente buenos frutos en la tierra, y nuestra vida espiritual ascenderá a los cielos donde permaneceremos mirando y admirando sólo al Padre.

Primeramente -en la muerte y resurrección- nosotros simplemente nos sobrepusimos a la carne, al pecado y al mundo; ahora -en la ascensión- estamos experimentando el conflicto que hay y la victoria que se da sobre todos los principados, dominios, gobernadores y autoridades de las tinieblas. Los renacidos así de nuevo, como la vara de Aarón, normalmente, aunque antes sabíamos que existían los esquemas, asaltos, tentaciones y falsificaciones del diablo, no éramos plenamente consientes de estas cosas. Es solamente cuando un miembro experimenta su posición de ascendida con Cristo en los cielos, que inmediatamente se da cuenta de la realidad de los poderes de las tinieblas que le rodea y comienza a combatirlos y a vencerlos  "por la sangre del Cordero y por la palabra de su testimonio"  (Apocalipsis 12:11).....y jamás por sus propios esfuerzos naturales.

Sobre este asunto espiritual tratarán las próximas cartas.

En Cristo Jesús

Juan Luis Molina  



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