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DIEZ SERMONES SOBRE LA SEGUNDA VENIDA-VI. EL MOTIVO DE LA IGLESIA PARA EL SERVICIO.Por E.W. Bullinger


VI. EL MOTIVO DE LA IGLESIA PARA EL SERVICIO.

 “AMADO, AHORA SOMOS HIJOS DE DIOS, Y AUN NO SE HA MANIFESTADO LO QUE HEMOS DE SER; PERO SABEMOS QUE CUANDO ÉL SE MANIFIESTE SEREMOS SEMEJANTES A ÉL; PORQUE LO VEREMOS TAL COMO ÉL ES. Y TODO AQUEL QUE TIENE ESTA ESPERANZA EN ÉL, SE PURIFICA A SÍ MISMO, ASÍ COMO ÉL ES PURO”. – 1ª Juan 3:2, 3.
 “Todo aquel que tiene esta esperanza”, y solamente mientras la tenemos somos purificados. Porque esta esperanza es la posesión peculiar del Hijo de Dios, quien sabe bien de “qué manera el amor el Padre ha sido derramado sobre nosotros”.
Entonces, observe, que esta esperanza, aunque sea la bendita posesión de los “Hijos de Dios”, no se centra en sí mismos, sino que se fija sobre otro. Las palabras “en Él” significan literalmente “sobre Él”, es decir, sobre Cristo. Por eso la versión R.V. la traduce “Todo aquel que tiene esta esperanza puesta sobre Él”. No es quien espera, que denota el simple hecho de esperar, sino que aquel que posee esta esperanza, la tiene como una permanente posesión, y centrada sobre Cristo como el glorioso objetivo. Entonces, su acción está siempre presente: esta esperanza lo “purifica”. Cuando lo “miramos a Él”, “seremos como Él es”, por tanto, si queremos ser iguales que Él ahora, debemos contemplarlo y estar ocupados con Él. “Él ES puro”. La pureza le pertenece a Él, y nuestra pureza se encuentra a través de ocuparnos con Él en la gloria. “He aquí, nosotros somos transformados en la misma imagen de gloria en gloria”. Aquí no cabe esfuerzo alguno, ni intentos ansiosos. Simplemente “mirándolo –contemplándolo– somos transformados”. Aquí se halla la Divina receta para ser conforme a la imagen de Cristo: Esto es lo que nos transforma y nos hace “iguales a Él”.
Ahora bien, nuestro texto nos establece este gran principio, que la venida de Cristo en gloria no es una mera doctrina a ser predicada; ni una mera teoría para ser mantenida; ni un mero dogma a ser creído, sino la más grande motivación para todo el verdadero servicio cristiano. Es una esperanza que se liga inseparablemente con todas las doctrinas, todas las ordenanzas, todos los preceptos y todas las prácticas.
Por ejemplo, nosotros deseamos “andar dignamente según la vocación a la que fuimos llamados”: deseamos también “andar dignos del Señor agradándole en todo”; llevar “fruto en toda buena obra”; y ser diligentes en todo servicio. Así que la cuestión es, ¿cómo vamos a cumplir todo esto? ¿”Qué debemos hacer” para alcanzar por fin este deseo?
¡El hombre, claro está (aún también el hombre spiritual), siempre está listo con sus variadas reglas para vivir con santidad! Porque es por naturaleza un fariseo, y está siempre listo “para hacer” algo. ¡Incluso cuando confiesa que ha sido “justificado por gracia”, le gustaría ser santificado por “obras”! Se olvida de que Dios “hizo de Él (Jesús), en nosotros, nuestra justificación y santificación”, y que nosotros no somos justificados sino por gracia y sin esfuerzo alguno, y que no somos abandonados para ser santificados en nosotros mismos por nuestros propios esfuerzos.   
Verdaderamente, en esto – en las más altas cosas así como en las más bajas – en esto, como en todo lo demás, los pensamientos de Dios no son los pensamientos del hombre, ni sus caminos nuestros caminos (Isaías 55:8). El hombre dice que la fe es lo que producirá santidad en la vida; Dios dice que es la esperanza. ¡El hombre dice que es la fe en el poder de Cristo lo que me guarda si tan solo yo puedo mantener mi propia fe! Sin embargo Dios dice que es la “esperanza” en la venida por mí de Cristo, lo que me purificará, y esta bendita esperanza es la que Él me dio como mi permanente posesión.
En el mejor de los casos, todo esto no es más que lo que el hombre sustituye en vez de la divina receta de Dios. Pone de lado el verdadero camino e indica un camino falso; desprecia el único medio eficaz, y presenta medios inútiles; echa fuera la sustancia, y pone delante una sombra.
El camino que toma Dios haciendo que nuestro andar corresponda con nuestro “llamamiento santo”, es rellenarnos con la bendita esperanza de la venida de Cristo, y ocupándonos con Su gloria, para que “he aquí…seamos transformados”. El camino del hombre es ocuparnos con nosotros mismos: con nuestra vida espiritual, que debe ser profundizada; con nuestra fe, que debe ser incrementada; con nuestro andar, que tiene que ser perfeccionado. El camino de Dios es apuntarnos a la gloria de Cristo en el cielo; el camino del hombre es señalarnos el poder de Cristo en nosotros. Dios dice que la esperanza de la gloriosa venida nos purificará; el hombre dice que es el poder de la fe presente la que lo hará.           
¡Oh! Queridos hermanos, ¡tened cuidado de cualquier doctrina que se os presente y os quite los ojos de Cristo! Tened cuidado de cualquier fase suya que ponga cualquier cosa, aunque sea diminuta, aunque sea plausible, aunque sea aparentemente buena, entre el corazón y Cristo. Tened cuidado de las edificaciones sobre las promesas, en vez de sobre El que promete; tened cuidado de estar ocupados con las bendiciones en vez en vez de con Aquel que bendice. Si fuese la mera “bendición” el objetivo de nuestras vidas, lo más cierto es que no llegásemos nunca a obtenerla: pero teniendo al Bendito tenemos todo lo que El nos puede dar, y sus ricas bendiciones serán nuestras sin esfuerzo alguno.
Por eso, podrás observar, aquí, que no es la doctrina de la segunda venida de Cristo la que producirá nada en nosotros, sino que es Cristo quien viene, en quien nuestra purificante esperanza, se afirma.
Esto necesariamente mantiene el corazón en contacto con Cristo. Este contacto asegura nuestro “permanecer en Él” sin esfuerzo por permanecer. Este “permanecer” es la fuente y el origen de toda fructificación y obediencia (Juan 15:5). Por tanto, este es el poder de la esperanza. Incluso los budistas tienen un refrán, que dice: “si tú piensas en Buda y oras a Buda, te irás volviendo en Buda”. Por eso, aquel que mira y espera por el Hijo de Dios desde el Cielo, será como Enoc, el séptimo desde Adán. “Andará con Dios”, porque sabe que en cualquier momento puede de él  decirse: “no está aquí, porque Dios se lo llevó.” Es muy fácil para un lector y pensador superficial declarar la equivocación  de los apóstoles si aguardan al Señor en sus días. Pero no puede estar “equivocado” ninguno que se dé cuenta del poder y bendición de esta purificadora esperanza. Los apóstoles y primeros cristianos no estaban más equivocados que los santos que ayer, se fueron a dormir. Porque en su carácter cristiano estaban, igualmente, afirmados y fundados en tener su esperanza “puesta en Él”. Y seremos felices si somos como ellos, aguardando y mirando pacientemente Su Aparición.   
Observe ahora, algunos usos prácticos que el Espíritu Santo hace de esta bendita esperanza en la Palabra de Dios.
1. Es un poderoso motivo para el pecador que quiera volverse de sus malos caminos. El mandamiento para arrepentirse se mantiene frecuentemente conectado con la venida del Señor (Mateo 3:2; Hechos 3:19, 20; 27:30, 31). Todos los pasajes que hablan de la proximidad del día del Señor, de su repentina aparición, son el terror para los impíos; un poderoso apelo al transgresor de la gran salvación. Si esta doctrina es realmente cierta, es evidente que no es meramente una cuestión de la incerteza de la vida (la cual es el punto de la mayoría de las apelaciones en los púlpitos), sino de la certeza de la venida de Cristo. “Cuando el Señor de la Casa se haya levantado y cerrado la puerta”. Todo depende de esto: - ¡el movimiento o iniciativa de Cristo! Entre tanto que Él se halle sentado a la diestra de Dios la puerta de la misericordia permanecerá abierta, ¡en el momento que Él se levante, se cerrará! Y sin embargo los predicadores desprecian este poderoso motivo, e introducen otro que la Escritura no insta.  
2. Una vez más, ¿por qué motivo al hombre no le es provechoso si él “gana todo el mundo y pierde su alma?” (Mateo:16:26). ¿Por qué? Porque el versículo siguiente nos dice que “el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de Su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras”. Esa es la razón. Si un hombre puede ganar el mundo entero, esto sería inútil porque el Señor vine para juzgarlo.
3. ¿Cuál es el motivo por el cual el simple profesor dice: Señor, Señor”, tan desesperadamente? (Mateo 7:21). Porque el siguiente versículo nos dice, que “en aquel día…entonces les declararé: Nunca os conocí, apartaos de Mí”. ¡Ese es el motivo!
4. ¿Cómo nos avisa Jesús para que no nos avergoncemos ahora de Él y de Sus palabras? (Marcos 8:38). Recordándonos en el siguiente versículo, que “el Hijo del Hombre se avergonzará también de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles”.
5. ¿Cuál es el seguro consuelo para aquellos que están “atribulados” en la ausencia de Cristo? No es que tú mueras y vengas a mí, sino “yo vendré otra vez y os tomaré a mí mismo para que donde yo estoy, vosotros también estéis”. (Juan 14:1-3).
6. ¿Cuál es el verdadero consuelo en el duelo? “Confortaros los unos a los otros con estas palabras”. ¿Qué palabras? Palabras que hablen de la Reunión de aquellos que han dormido con los que hayamos quedado, cuando el Señor Mismo descienda de los cielos para recibir a ambos en Su presencia”. “Y así (lit., así mismo, en esta manera) estar para siempre con el Señor” (1ª Tess.4:13-18). El Gran Consolador Mismo de igual manera conectó el verdadero consuelo con la Resurrección. “Tu hermano resucitará” (Juan 11:23). Pero el hombre tiene mejores opiniones sobre esto; y tiene ahora un modo de consuelo diferente para aquellos que están en duelo. ¡Deja de lado la esperanza del Adviento y de la Resurrección, e intenta que los dolidos se conforten a sí mismos con una especie de Espiritismo Cristiano, que aquiete el alma de todos, buenos y malos por igual, con la ilusión de que todos van para el cielo cuando fallecen!                                     
7. La esperanza de la creación que gime está ligada con la manifestación de los santos con Cristo en gloria. Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios…porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa (La Versión R.V. dice: a la libertad de la gloria) de los hijos de Dios” (Romanos 8:19-23).
8. ¿Con qué motivo se nos  insta a no juzgarnos unos a otros ahora, y a no ser movidos cuando los demás nos juzgan? (1ª Cor.4:3, 4) Pues porque el siguiente versículo dice, “Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios.”
9. Si se nos exhorta a acercarnos con fe y tomar el pan y el vino en memoria de la muerte de nuestro Señor y Su primera venida, nosotros no podemos, o no deberíamos hacerlo, sin asociarlo con Su segunda venida (1ª Co. 11:26), “Porque todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que Él venga”.
10. ¿Es el amor por la persona de Cristo que tenemos delante nuestro la más grande e importante de todas las cosas? Es así en consideración al hecho de que Él regresa de nuevo. “Si algún hombre no ama al Señor Jesucristo, sea Anatema (maldito), Maran-atha (nuestro Señor viene) (1ª Cor.16:22). Es el hecho de la venida del Señor lo que pone cada cosa en su justo lugar. El apóstol tenía mucho de qué quejarse en esta epístola a los Corintios. En el cap.1 divisiones; en el 4 falsos juicios; en el 5, actos impuros; en el 6 hermanos contra hermanos en tribunales humanos; en el 10 y 11 errores en los rituales; en el 15:35 errores doctrinales; pero cuando llega al último versículo en esa epístola; cuando es una cuestión de Maran-atha; cuando las cosas son pesadas a la luz de aquel hecho que penetra todo de la venida del Señor, entonces no dice que si un hombre no es moral u ortodoxo, etc., sino que “si un hombre no ama al Señor Jesucristo”. Que es lo mismo que decir – Nada sino el amor por Cristo nos servirá de provecho cuando “nuestro Señor venga”. ¡Un hombre puede ser perfectamente moral, ortodoxo y correcto en los rituales, y sin embargo no tener amor alguno por Cristo! Este hecho de la venida del Maestro pone todas las cosas en su debido lugar, y nos dice que el Señor solamente será exaltado en aquel día, y solamente aquellos que tengan Su amor derramado en sus corazones a través del Espíritu Santo serán exaltados con Él.
11. ¿Somos exhortados (Efesios 4:30) a “no contristar al Espíritu Santo de Dios”? Si, y también se añade, “con el cual fuisteis sellados para el día de la redención”.
11. ¿Se nos exhorta a no “ser soberbios”? la exhortación se basa en el mismo motivo. (1ª Ts. 5:2-6).
13. ¿Se nos exhorta a la paciencia y gentileza? (porque ese es el significado de la palabra en Filip. 4:5), ¿“vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres”? La razón para eso es que “el Señor está cerca”, y por tanto Él pondrá derecho lo que ahora se halla torcido. Y si Su venida está tan cerca, tales cosas no son dignas de que contendamos por ellas.  
14. ¿No “nos es necesaria la paciencia para que habiendo hecho la voluntad de Dios obtengamos la promesa” (Hebreos 10:36)? El motivo para eso se basa en el siguiente versículo: Porque aun un poquito, y el que ha de venir vendrá y no tardará”.
Y otra vez, “tened paciencia hasta la venida del Señor”. (Santiago 5:7).
15. ¿Se nos exhorta a que mortifiquemos la carne? Este es el gran motivo: “Cuando Cristo, vuestra vida se manifieste, vosotros también seréis manifestados con él en gloria. Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros”, etc. (Colosenses 3:4, 5). 
16. ¿No oró el apóstol para que los convertidos filipenses fuesen “sinceros e irreprensibles”? lo hizo con referencia a, y “para el día Cristo”. (Filip.1:9, 10).
17. Si S. Juan exhorta a sus “hijitos” a “permanecer en Él”, la exhortación se apunta con este motivo “para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de Él avergonzados”. (1ª Juan 2:28).
18. Si nuestra fe se pone a prueba, es para que “sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo”. (1ª Pedro 1:7).
19. Se nos pide que nos “regocijemos, por cuanto somos partícipes de los padecimientos de Cristo”. ¿Por qué? “para que también en la revelación de Su gloria nos gocemos con gran alegría”. (1ª Pedro 4:13).
20. Si se nos exhorta a “velar en oración”, es porque “el fin de todas las cosas está cerca”. (1ª Pedro 4:7).
Aquí tenemos veinte ejemplos, y cien más podrían fácilmente ser dados. Pero con estos tendremos suficiente para demostrar que la doctrina sobre este tema, no es mero entusiasmo visionario, o fanatismo; sino que es una de las doctrinas más prácticas de todas las verdades reveladas en la Palabra de Dios.  
Pero hay un aspecto que debemos considerar con gran detalle, y es la conexión que tiene con la obra Misionera.
No hay nada de que se le acuse más urgente y frecuentemente a esta doctrina sino de que tiende a paralizar los esfuerzos misioneros. Pero “el árbol es conocido por sus frutos”, y es tan lejana esta acusación, que encontramos muy viva esta doctrina entre una las Iglesias primitivas, que de hecho es una Iglesia Modelo, la Iglesia de Tesalónica. Recibió abundantes y casi incalificables alabanzas; y fue de una manera enfática una iglesia misionera. “Vosotros habéis sido ejemplo (escribe el Apóstol en 1ª Tess.1:7, 8) a todos los de Macedonia y Acaya que han creído, porque partiendo de vosotros ha sido divulgada la palabra del Señor, no solo en Macedonia y Acaya, sino que también en todo lugar vuestra fe se ha extendido”. Y esta Iglesia fue todo esto debido al carácter cristiano de sus miembros. Ese carácter se fundaba en “toda la verdad”, y por eso no se deformó. Era perfecta en tres aspectos de integridad. (1) Ellos se habían “VUELTO de los ídolos a Dios, (2) para SERVIR al Dios vivo y verdadero, y (3) para ESPERAR al Hijo de Dios del Cielo” (1ª Ts.1:9, 10). ¡Si! Ellos esperaron al Hijo de Dios viniendo del cielo. No aguardaban por la Muerte, o la Providencia, o a Tito, o la conversión del Mundo, o la Restauración de los Judíos, o por la reconstrucción del Imperio Romano, sino por el Hijo de Dios según dicen estas dos Epístolas a los Tesalonicenses. ¡Un versículo de cada cuatro! ¡Una docena de pasajes en cuatro o cinco páginas  hablan de la venida del Hijo de Dios de los Cielos! Cada capítulo tiene una referencia al tema (1ª  Ts. 1: 10;  2: 17-20; 3: 11-13; 4: 13-18; 5: 1-6, 13; 2ª  Ts. 1: 6-10; 2: 1-12; 3: 5). ¡No es de maravillarse que fuese un Modelo de Iglesia!   
Una vez más, existen hechos que nadie puede contradecir. Los Primeros cristianos se caracterizaron por dos cosas, (1) su doctrina era intensamente Milenaria y (2) su práctica era intensamente Misionera. Ellos esperaron y aguardaron por el Señor,  e  “iban por todas partes predicando la Palabra”. Y el periodo posterior en la historia de la Iglesia fue marcado por la ausencia de estas dos cosas que generalmente van juntas. Un hombre puede tener un espíritu misionero y sin embargo no aguardar el retorno de Cristo. Pero es imposible para cualquiera que “espere por el Hijo de Dios del Cielo” que no haga lo mejor que pueda para “hacer oír la palabra del Señor en todas partes”. 
¿No nos dijo el Salvador que “el siervo malo” era quien decía en su corazón “Mi Señor tarda en venir”? ¿Acaso no nos avisa Él de los tres grandes peligros que surgen del “Mal” corazón que alberga tal pensamiento? (1) Auto indulgencia: comienza a comer y a beber con los borrachos”. (2) Autoafirmación, presunción y agresividad: comienza a “azotar a sus siervos”. Y (3) Auto engaño: “el Señor de aquel siervo vendrá en un día cuando él no lo esperaba, y en una hora que él no sabe”. (Mateo 24:48-50. Lucas 12:45, 46.)
¡No! La venida de nuestro Señor cuando se mantiene en el poder de la doctrina, es el incentivo más grande posible para la obra Misionera, y para la fidelidad, integridad y celo del Pastor. Observe 1ª Pedro 5:2-4 “Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey. Y cuando aparezca el príncipe de los Pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria”. Y 2ª Timoteo 4:1, 2 “Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino que prediques la palabra, que instes a tiempo y fuera de tiempo, redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina”. Y Filipenses 2:16, “Asidos de la palabra de vida, para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano, ni en vano he trabajado”.
Estas son las apelaciones de la Escritura en cuanto a la obra y celo Ministerial y Misionero; ¡y cuán poderoso es el mensaje, llevado a cabo bajo tales motivos! Observe la apelación a los idólatras paganos (Hechos 17:30, 31), o a los burladores (Judas 14, 15).Qué poderosos y cuanto peso tienen estos motivos, para y como temas de predicación. Y la consolación para los obreros, cuan dulce es basada en la misma bendita verdad: “he peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida”. (2ª Tim. 4:7, 8). ¡No! queridos hermanos, esto no puede paralizar los esfuerzos misioneros cuando su misma clave es “debo trabajar mientras es de día, porque la noche viene cuando ningún hombre puede trabajar”.  
Por el contrario, la doctrina de la repentina venida del Señor pone toda obra en su debido lugar. Nos dice que el gran objetivo de la predicación del evangelio no es la conversión del mundo, que pondría esa venida en fecha indefinida, o por unos mil años por lo menos. La iglesia profesante le ha estado diciendo al mundo que su misión es convertirlo, pero ella está engañando al mundo, y el mundo puede volverse y burlarse de ella por su fracaso, y apuntarle el terrible hecho de que está rápidamente convirtiendo a la iglesia profesante a sus propios moldes mundanos.  
Todo depende, por supuesto, en lo que el evangelio haya dicho y querido decir. Si el evangelio quiso significar convertir al mundo, sería un fracaso si no se lleva a cabo. Pero si el evangelio quiso decir “tomar a parte…un pueblo para Su nombre”, entonces no es un fracaso, porque esto es lo que está haciéndose. Si se dijo que el Dios grande en misericordia “salva algunos”, entonces no es un fracaso. Si fue dicho que una compañía que ningún hombre puede numerar debe ser salva de entre todo pueblo y raza y nación, entonces no es un fracaso, porque eso es lo que se está haciendo. “Y estos son los objetivos del evangelio, y por tanto de la labor misionera “de acuerdo a las Escrituras”.    
Todos los Profetas y Apóstoles concuerdan en testificar que el mundo nunca conocerá la bendición sin el Bendito; nunca conocerán la paz hasta que “el Príncipe de Paz” regrese, y nunca conocerá la Justicia hasta que “venga Aquel de quien es el derecho”; hasta que “un Rey reine en Justicia”.
Los Profetas y Apóstoles de la antigüedad no se animaban con tales falsas esperanzas. Uno de ellos dijo “Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio?” (Juan 12:38. Romanos 10:16). Otro dijo también “el amor de Cristo nos constriñe” (no dice la esperanza de éxito). Se comportaban como “administradores” para ser fieles (1ª Co. 4:1-3), y buscaban el elogio “bien hiciste siervo bueno y fiel” – no dice, bueno y con éxito. ¡Sí! Es el “amor de Cristo”, el amor a un crucificado, levantado, ascendido y que vuelve como Salvador, que es el único que capacita a cualquiera para obedecer el último gran mandamiento de “¡ID! Y predicar el evangelio a toda criatura”. Aquí es donde comienza y acaba nuestra comisión. No tenemos que ver nada con los resultados. Como administradores debemos ser hallados fieles y ningún aparente fracaso puede desmotivarnos si solamente mantenemos en mente que “conocidas de Dios son todas Sus obras desde el principio del mundo”; y que Su palabra no puede volver a Él vacía. Tiene que prosperar donde Él la envíe; y que Su propósito y consejo deben permanecer para siempre.      
Así, pues, este poderoso motivo respira su paz en los corazones de los obreros cristianos, echa fuera toda ansiedad, y remueve todos los temores. Con esto necesito contrastar  la impotencia y lo inadecuado de cualquier otro motivo inferior, que lleva al frenético esfuerzo de muchos en el presente día que creen que el mundo tiene que ser convertido antes de que Cristo vuelva, ¡y que el hombre puede hacer esta obra si así lo quiere! No es de extrañar que los tales sean tentados a perder la fe en el poder de la simple Palabra de Dios, y tomen en cambio todo tipo de nuevos esquemas, adopten todas las modas, e intenten todas las panaceas modernas; persiguiendo la Reformación antes que la Regeneración, difícilmente llegando a unos pocos entre las multitudes; y dejando entonces aquellos cuyo carácter han mejorado y reformado, lo más lejos posible del reino de los Cielos.     
No – queridos hermanos – “aquello que es nacido de la carne es carne, y lo que es nacido del Espíritu es espíritu… Debéis nacer de nuevo” (Juan 3:8, 9). Y el evangelio no ha perdido nada de su antiguo poder. Es, tanto hoy, como cuando fue por primera vez predicado, “el poder de Dios para salvación”. No necesita de compasión, ni de ayuda, ni de mano de obra. Puede vencer todos los obstáculos, y derribar todas las barreras. Ningún dispositivo humano precisa ser entrenado para preparar al pecador para recibirlo, porque si Dios lo ha enviado ningún poder podrá detenerlo; y si Él no lo ha enviado, ningún poder podrá hacerlo efectivo.
Queridos hermanos, estimemos como ministros y obreros cristianos nuestro más alto privilegio el ser “colaboradores con Dios” en una obra en la cual no es posible fracasar. Recibamos en nuestros corazones este gran motivo para vivir en santidad y servir   efectivamente. Recordad como se utiliza por el Espíritu Santo en la Palabra, como la base de su llamamiento, el punto de su argumento, y el fundamento de su exhortación; y “conociendo el tiempo, que es hora de levantarnos del sueño, porque ahora está más cerca nuestra salvación que cuando creímos. La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos LAS ARMAS DE LA LUZ.” (Romanos 13:11, 12).

TRADUCIDO POR JUAN LUIS MOLINA Y CLAUDIA JUÁREZ GARBALENA


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