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LA AUTORIDAD DEL CREYENTE. (AUDIO) Capítulos 1 y 2. Por: Kenneth E. Hagin




Capítulo 1
Las Oraciones de San Pablo
El tema de este libro se basa en la Epístola de San Pablo a los Efesios, y por eso se insta a los lectores que comiencen este estudio leyendo detenidamente los primeros tres capítulos de Efesios.

El capítulo 1 y también el capítulo 3 concluyen con una oración. Pablo nos dice que ora por la iglesia en Éfeso. En el capítulo 1, versículos 16 y 17, leemos: “No ceso de dar gracias por vosotros en mis oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él".

El Espíritu Santo es el que da estas oraciones de los capítulos 1 y 3 de Efesios. Pablo hizo estas oraciones no solamente por la iglesia en Éfeso. Estas oraciones pueden aplicarse a Ud. también. Son oraciones inspiradas por el Espíritu, y por eso se aplican igualmente a todos nosotros. Son tanto para nuestro beneficio hoy como para el de aquella iglesia.

El punto decisivo en mi vida ocurrió como resultado de hacer estas oraciones personalmente en numerosas ocasiones. Comencé con leerlas en voz alta empezando con el capítulo 1. Yo usaba yo donde Pablo usaba vosotros. Por ejemplo, leyendo Efesios 3:15-17, decía: “Por esta causa yo doblo mis rodillas ante el Padre de mi Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, para que me dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecido con poder en mi hombre interior  por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en mi corazón.

Pasé mucho tiempo ante el altar de la iglesia de la cual yo era pastor repitiendo estas oraciones. Varias veces al día hacía estas oraciones por mí mismo. A veces le decía a mi señora que iba a la iglesia para orar, y que no quería ser molestado salvo en caso de alguna emergencia. A veces permanecía en oración allí por dos o tres días.

Después de unos seis meses de orar así, mi primera petición se iba cumpliendo. El versículo 17 del capítulo 1 dice: “Para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él". La revelación de la Palabra de Dios me empezó a venir. Podía ver cosas en la Palabra que no había visto antes. Le dije a mi señora que yo había sido un gran ignorante predicando cosas que no entendía. Le dije al Señor que yo no había predicado más que tonterías. Le dije a mi señora: «He sido tan ignorante acerca de la Biblia que es de sorprender que mis diáconos no lo hubieran notado". Aprendí más acerca de la Biblia en seis meses que lo que había aprendido en 14 años de ser pastor y en más de 16 años de ser creyente.

Ahora le sugiero que pruebe Ud. lo mismo. No puede ser negligente, pero si se mantiene firme en su propósito, le dará resultado.

Hice estas oraciones por un miembro de mi familia que no podía creer ciertas verdades bíblicas, tales como la sanidad divina. Al orar yo metía el nombre de aquella persona donde había metido el mío. Al cabo de diez días aquella persona me escribió diciendo que como por milagro las cosas se le estaban abriendo.
Muchas veces hay los que desean saber cómo orar por otros creyentes. Si Ud. comienza a hacer estas oraciones por ellos, verá resultados en aquellas vidas.

La Autoridad del Creyente

El libro de Efesios nos enseña acerca de la autoridad que pertenece a los creyentes. En Efesios 6:12 leemos: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes". Pero gracias a Dios, tenemos autoridad sobre ellos a través de Jesucristo.

Creo que hay pocos aspectos de la vida del creyente acerca de los cuales hay tanta falta de sabiduría exacta como en éste. Esta autoridad no está reservada para unas pocas almas especiales. Es la posesión legítima de todo hijo de Dios. Véase Efesios 1:3: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo". Se refiere a la iglesia entera, no a unos pocos individuos.

Este versículo dice: “Con toda bendición espiritual". Quiere decir toda bendición que ya se nos ha dado. Cristo ya ha hecho toda provisión. A Él no le queda nada que hacer. En Cristo nos pertenece toda bendición espiritual.
Esta promesa es para nosotros, pero si la ignoramos, no nos aprovechará nada. Un hombre podría meter un billete en un lugar secreto de su billetera; podría quedarse sin gasolina, y olvidándose del dinero en su billetera, tendría que llamar a alguien a su auxilio. Sin embargo, si simplemente se acordara del billete, podría pagar su propia cuenta.

Un día metí $20 atrás en mi billetera y me olvidé de ellos. Necesitando dinero busqué y lo hallé. Se me ocurrió que quizás Dios lo había puesto en mi billetera, pero luego me acordé de él. No podía usarlo mientras no supiera que estaba allí, pero al hallarlo podía usarlo. Era mío por cierto, tanto cuando lo ignoraba como cuando sabía de él. Del mismo modo esta autoridad es nuestra si tenemos conocimiento de ella o no.

Uno también puede saber lo que es suyo, sin actuar de acuerdo con ello, por lo tanto, no recibir ningún beneficio. Una vez leí de un hombre que fue hallado muerto en su cuarto, una habitación reducida alquilada por una miseria. Se le había visto en las calles durante unos veinte años, siempre andrajoso, buscando desperdicios para comer. Al echarle en falta, los vecinos investigaron y lo encontraron muerto en la cama. Se certificó que había muerto de mala nutrición. Sin embargo, hallaron en su cinturón más de veintitrés mil dólares.

 Aquel hombre había vivido en la suma pobreza, vendiendo diarios en la calle, y ¡con tanto dinero! Hubiera podido vivir en el hotel más lujoso de la ciudad, en vez de en ese cuartucho. Hubiera podido comer lo más rico, en lugar de los desperdicios. Pero no usó lo que le pertenecía.

Necesitamos saber lo que es nuestro, pero saberlo no basta. Es cuando actuamos en lo que sabemos lo que trae resultados.

Esta autoridad nuestra no sólo pertenece a unos pocos escogidos; pertenece a todos los hijos de Dios. En verdad recibimos esta autoridad cuando nacemos de nuevo. Siendo hechas criaturas nuevas en Cristo Jesús, heredamos el nombre del Señor Jesucristo, y podemos usarlo en oración contra el enemigo.

Algunos creen que esta autoridad sobre el diablo es de unos pocos individuos a quienes Dios ha dado poder especial. El diablo no quiere que la gente descubra lo que le pertenece, y se empeña en esconder la verdad. Él sabe que en cuanto el pueblo de Dios descubra su autoridad en Cristo Jesús, no podrá oprimirlos más. Satanás sabe que esto pondrá fin a su ascendencia sobre ellos.

Así que el diablo no quiere que los creyentes se apropien de esta autoridad. Quiere seguir derrotando al hijo de Dios, humillándolo a su antojo. Sabe que cuando el hijo de Dios descubre la verdad, ya no es dominado por el enemigo. Entonces éste dominará al diablo y disfrutará el derecho que justamente le pertenece. Es por eso que el diablo hará todo lo posible para impedir que la gente llegue a saber la verdad. Dijo Jesús: «Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres" (San Juan 8:32).


Capítulo 2
La Autoridad ¿Qué Es?

En el Nuevo Testamento la palabra griega traducida “poder" primeramente quiere decir “autoridad".

¿Qué diferencia hay entre la autoridad y el poder? Los traductores del Nuevo Testamento dieron una interpretación bastante uniforme a muchas palabras del griego original. Sin embargo, no dieron uniformidad a otras. Tales el caso de las palabras: “poder" o "potestad" y "autoridad". Un ejemplo de esto se halla en San Lucas 10:19: "He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará."La palabra "potestad" es usada; sin embargo, la palabra griega no es esa. Lo que Jesús dijo fue: "Os he dado autoridad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo".

¿Qué significa la autoridad? En las calles más transitadas de la ciudad, en medio de las corrientes de autos, se ven a los policías dirigiendo el tráfico. Estos simplemente alzan la mano y los autos se detienen. Los policías no tienen la fuerza física para detener un auto. ¿Cómo podría un hombre solo oponerse a una máquina de esas? Sus esfuerzos más estrenuos no podrían parar un vehículo en marcha. Sin embargo, él está investido de autoridad por el gobierno al cual sirve. El tránsito, incluyendo los forasteros en la ciudad, reconocen esta autoridad y la obedecen. La autoridad es poder delegado.

Se dice en Efesios 6:10: "Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor y en el poder de su fuerza". Al leer esto, muchos creen que el Señor quiere decirles que se fortalezcan en sí mismos, y traten de ser fuertes. Procuran aguantar y esforzarse. Pero las Escrituras no dicen que uno debe esforzarse. Dicen: "fortaleceos en el Señor.

 ¿Cómo le parecería si viese a un policía procurando detener con su cuerpo a un auto? Sería ridículo. San Pablo dijo: «Fortaleceos en el Señor; y en el poder de Su fuerza". El policía no ejerce sus propias fuerzas. El es fuerte en la autoridad que le es investida. Ud. puede ponerse delante del diablo, alzar la mano y mandarle que no se acerque. Ejerza su autoridad.

Una señora salió de una casa para tomar el tranvía. Su perro la seguía. Ella le dijo: "¡Ándate!" Pero el animal pedía caricias. Volvió a decir:"Querido, no puedes ir. Tienes que marcharte". Sus palabras no surtieron efecto. En aquel momento llegó el tranvía. La mujer pataleó y gritó: "¡Vete!" y el perro obedeció. De esa manera hay que hacer con el diablo. Hace unos años, mientras yo servía de pastor de una iglesia, tuve una lucha en mi cuerpo sobre la cual no parecía tener la victoria. No se lo dije a nadie; simplemente al Señor, creyendo que Él me sanaría. Por lo tanto, permanecí firme en mí creencia.

Hubo momentos de noche cuando parecía que no resistiría, en tales momentos me levantaba y oraba. Esto duró por unas seis semanas. Entonces en una noche de suma dificultad, había estado orando, cuando por fin me dormí, y tuve un sueño mandado por el Señor.

Soñé que andaba con otro hombre por una cancha rodeada de filas de asientos como un estadio de deportes. Andando y conversando de repente mi compañero miró atrás y echó a correr. Yo miré atrás y vi a dos leones, bestias feroces. Eché a correr, pero luego me detuve y le dije al otro que no sería imposible escapar. Nos quedaba muy lejos todo auxilio.

Me paré en seco, di la vuelta y enfrenté a los leones. Temblando, les dije que me oponía a ellos en el nombre de Cristo y me negué a moverme. Rugiendo los dos leones continuaban acercándose; de súbito se pararon mirándome; después de husmear, se retiraron. En eso me desperté. Pensé en esta Escritura:"Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo" (1 San Pedro 5:8,9).

Había peleado una larga batalla, pero obtuve la victoria allí en aquel momento. Yo había permanecido firme. Tales sueños no son una coincidencia; proceden del Señor.

"Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza" (Efesios 6:10). Usemos esta autoridad acordándonos que la autoridad es el poder delegado, y que su valor depende de la fuerza que respalda al que la usa.

En cierta ocasión el Primer Ministro de Gran Bretaña llevó un documento a la Reina victoria para que con la firma de ella se hiciera ley. La Reina resistió hacerlo, y acabó por negarse a firmarlo. Pero su Ministro siguió con una urgencia inusitada:"Su Majestad, es imprescindible que firme este documento".

Esta le miró con soberbia y aseveró: "Señor, yo soy la Reina de Inglaterra".

El otro replicó calladamente pero con firmeza: "Su Majestad, yo soy el pueblo de Inglaterra.
Ella le dio la razón y concedió su firma.

Jesús dijo: "He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo". O, "les doy autoridad". Jesús, Dios mismo, es la fuerza detrás de la autoridad. El creyente que es totalmente consciente del poder divino que le respalda, y de su propia autoridad, puede hacer frente al enemigo sin temor ni vacilación. Detrás de la autoridad que posee el creyente hay un poder mayor que el que apoya a nuestros enemigos. Y aquellos enemigos están obligados a reconocer esa autoridad.

1 San Juan 4:4 dice: "Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo". El que está en el mundo es el dios de este mundo. Satanás encabeza estos principados, potestades y gobernadores de las tinieblas de este mundo. Pero mayor es el que está en Uds. que el que está en el mundo.

Detrás de la autoridad poseída por el creyente hay un poder mayor que el poder detrás de nuestros enemigos. Dice el Espíritu que el poder en la tierra, hallado en el nombre de Jesús, y conseguido por Él al vencer al enemigo, pertenece a Su pueblo. Por lo tanto, ejerza Ud. esa autoridad porque le pertenece en la tierra, y en esta vida reinará Ud. por Cristo Jesús.

Dice en San Mateo 28:18: “Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra”. Nuevamente nos encontramos con la misma palabra griega la cual es traducida “autoridad”. “Toda autoridad me es dada en el cielo y en la tierra”.

Cristo transfirió a Su iglesia esta autoridad. Ascendió al cielo y es la Cabeza de la iglesia, siendo nosotros el cuerpo. La autoridad tiene que perpetuarse por medio del cuerpo, el cual está en la tierra.

Efesios 1:22 dice: "Y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia".

Y dice Efesios 1:20: "La cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales".

Véase Efesios 2:5,6: "Aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús".

Esto no es algo que Dios va a hacer algún día. Ya lo ha hecho. Jesús está a la diestra del Padre, el lugar de la autoridad, y nosotros estamos sentados con Él. Hemos muerto con Él y hemos sido levantados con Él.