SABIDURÍA AL TRATAR CON LA GENTE. Por Carolyn Molica.
A eso de las 7:30 de la
noche, me encontraba escribiendo en una cafetería local cuando escuché a una cliente preguntar: “¿Aun hay brownies de chocolate doble?”, el cajero dijo:
“No, se terminaron todos”. Yo quería saltar y gritar: “¡no, no se han
terminado! Yo vi que los puso en el cuarto de atrás hace casi una hora”. Yo
sabía que no estaba bien que el empleado retirara todos los pastelillos tan
temprano, pero en realidad no era de mi incumbencia.
A veces pensamos que
somos inspectores o fiscalizadores del mundo y metemos nuestra nariz en donde no
debemos. Proverbios 9:7-8 nos dice: “El que corrige al escarnecedor, se acarrea
afrenta; el que reprende al impío, se atrae mancha. No reprendas al
escarnecedor, para que no te aborrezca; corrige al sabio, y te amará.” ¿Cuántas
veces hemos cometido este error? Hay un tiempo y un lugar para todo, pero sólo
el Señor sabe esa hora y ese lugar. Es por eso que es tan importante caminar
por el espíritu y no por la carne cuando tratamos con la gente, sobre todo
cuando se trata de corregir algo que creemos que es un error.
En realidad no es
nuestro asunto preocuparnos por lo que otras personas están haciendo o no, a
menos que, por supuesto, se nos haya dado autoridad ya sea en un lugar de
trabajo o en una situación familiar donde tratamos con niños o cualquier otra
situación en la que se nos haya asignado autoridad específica sobre personas.
Pero con los extraños e
incluso con amigos, tenemos que esperar hasta que ellos nos pidan ayuda, a
menos que el Señor nos empuje en esa dirección para ayudar. Debemos estar ocupados
haciendo lo que se supone que debemos estar haciendo y permitir que el Espíritu
Santo y la sabiduría de Dios nos guíen en relación con otras personas. El Señor
no me estaba instruyendo a decir nada sobre los brownies. Era yo quien quería
regañar al chico porque pensé que estaba equivocado por no ofrecerse a ir a
buscar los brownies para la señora.
Si el espíritu santo me
hubiera dicho que dijera algo, lo habría hecho, pero no lo hizo, entonces yo
simplemente necesitaba guardar silencio (¡y dejar de quejarme en voz baja sobre
ello también!). Hacemos un montón de murmuración y quejas sobre las personas en
vez de orar por ellos. Tenemos que recordar que Dios los ama tanto como Él nos
ama.
Filipenses 2:14-16 nos
dice: “Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles
y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y
perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo; asidos
de la palabra de vida...”
Cuando se trata de
reprender o corregir, es esencial que seamos guiados por el espíritu de Cristo dentro.
La motivación tiene que ser el amor de Dios, y no un regaño farisaico de un
“sabelotodo”. Si el amor no es nuestra motivación, tenemos que empezar por
hacerlo nuestra motivación, siempre y en todo.
Si el Señor no nos está
diciendo que corrijamos una persona, entonces la mejor cosa que podemos hacer
es orar por ellos. Mateo 9:38 nos dice que oraremos por obreros para ayudar en
la cosecha y está hablando de la cosecha de almas para la gloria de Dios. Todo
el mundo necesita ayuda cuando se trata de vivir verdaderamente la mejor vida a
la que Dios nos ha llamado.
Yo no sé toda la
historia del porqué recogieron los brownies al cuarto de atrás antes de tiempo
y entrometerme en ello no era la voluntad de Dios.
Incluso cuando tenemos
mucho que compartir, y buenos consejos y gran sabiduría, la Biblia también
dice: “ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen,
y se vuelvan y os despedacen”. "¿Es eso lo que queremos? ¡Por supuesto que
no! Y el Señor tampoco quiere eso para nosotros. Él nos avisa cuándo dar un
consejo y cuándo no.
En lugar de saltar en
situaciones en que el espíritu no nos ha conducido, podemos orar. De esa manera
no nos lastimaran [ni lastimaremos], y la gente que quiere oír la verdad y que
quiere vivir una vida más santa tendrán la oportunidad de crecer.
Con amor en Cristo,
Carolyn
Traducción: Claudia Juárez Garbalena
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