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MÁS CERCA DE JESÚS - Por George M. Lamsa


FRAGMENTOS DEL LIBRO "MI VECINO JESUS"
Amados de Dios:
¡Dios los bendiga!
Es un gozo indescriptible compartir con ustedes otro fragmento del libro de George M. Lamsa titulado “Mi Vecino Jesús”. ¡La descripción que este hombre hizo en 1937 sobre nuestro señor y salvador Jesucristo es la más hermosa que yo haya leído jamás! Este libro retrata a Jesús como un hombre amoroso, sencillo, compasivo, ecuánime… ¡como el hombre más maravilloso que ha vivido y que entregó su vida por toda la humanidad!
2 Corintios 4:6
Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.
La gloriosa naturaleza de Dios resplandeció en esta tierra en la faz de Jesucristo mientras caminó sobre ella. El sacrificio, el dolor y la humillación que sufrió para rescatarnos de la muerte a la vida son asombrosamente indescriptibles.
¡Que nuestro Dios y Padre siga alumbrando nuestro entendimiento para ver esa gloria Suya reflejada en Su Cristo!
Con gran amor de Dios,
Claudia Juárez.
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INTRODUCCIÓN Y CAPÍTULO I DEL LIBRO “MI VECINO JESÚS”
Por George M. Lamsa

Traducción: Juan Luis Molina y Claudia Juárez


Introducción
El pueblo Asirio al cual yo pertenezco proviene de un país donde las costumbres antiguas son sagradas y tenazmente mantenidas. Los ferrocarriles y la maquinaria son desconocidos. El transporte se lleva a cabo con mulas, camellos y en las espaldas de hombres. El orden social, con respecto a las formas simples de hospitalidad, continúan siendo las mismas que en los días de Jesús. La religión, como en aquel tiempo, continúa siendo el factor dominante. La única literatura conocida es la Biblia y los libros litúrgicos que se usan en los servicios de la iglesia. Los Evangelios en arameo son una fuente de mucha inspiración para el sustento de la fe y para infundir el ánimo en la esperanza de esta gente, que se encuentra actualmente dispersa a través de las tórridas planicies de Mesopotamia sin tener un hogar, ni un país, y expuestos a la persecución y a las privaciones de la pobreza.
El arameo, de acuerdo al Antiguo Testamento, es la más antigua de las lenguas. Casi todos los nombres bíblicos se derivan de ella. Abraham fue un asirio que salió de Harán para establecerse en Canaán. Posteriormente, su hijo Isaac y su nieto Jacob tomaron sus mujeres de Harán. Fue en esta tierra que la mayoría de los hijos de Jacob nacieron antes de volverse para habitar de nuevo en Canaán. El arameo, sin embargo, era la lengua que ellos usaban durante aquel tiempo y durante su emigración a Egipto. Esta era la misma lengua que hablaron también sus descendientes después de la ocupación de Canaán hecha por Josué, y a través de los siglos posteriores, incluyendo el exilio y el retorno. Esta permanencia del lenguaje, aunque con sus inevitables variaciones, se extendió hasta los días de Jesús, el arameo fue la lengua en que se expresaron tanto él como sus discípulos, así como el pueblo judío de Palestina. Esta continuó siendo la lengua coloquial y literaria hasta el siglo IX, cuando fue sustituida por el árabe en consecuencia de la invasión y conquista hecha por los mahometanos.
Esta lengua es muy sencilla en su estilo, pero sus expresiones figurativas y los diferentes significados que se dan sobre ciertas palabras causan a menudo un mal entendimiento entre los occidentales. Eso es lo que le ocurre, especialmente, a los que no están familiarizados con las costumbres de la gente en Oriente. Por ejemplo, "Dios te soporte" no significa Dios te sostenga, sino Dios te condene en el día del Juicio. "Dios le ha dado lámpara" significa que Dios le ha dado un hijo que continúe el nombre de la familia después de su muerte. "Yo y mi padre uno somos" quiere decir que yo y mi padre concordamos, estamos de común acuerdo. "He comido mi carne y bebido mi sangre" significa que he trabajado duramente. Así, pues, hay términos específicos que no se usan generalmente. Los hechos, el tiempo y las localidades, son de menos importancia para una gente que, en su mayoría, no saben contar hasta cien y solo saben hacerlo con los dedos de las manos. Estas personas difícilmente podrán saber la diferencia que existe entre mil y un millón, solamente entienden que la última cantidad es mucho más grande. No pueden, por tanto, ser científicamente exactos y precisos en el sentido moderno. Si todo esto lo tomamos en cuenta cuando leemos la Biblia, entonces resulta que lo que nos parecía ser una exageración en el entendimiento occidental, verdaderamente no es más que una característica de lenguaje simbólico oriental. No es una débil idea o intento de confundir y engañar.  
Todo esto es radicalmente diferente de la manera de hablar occidental, como yo encontré para confusión mía cuando llegué a los Estados Unidos. Si, es cierto, los libros proporcionan información, por ejemplo, a través de esos libros aprendí antes de venir, que las cartas son enviadas en cajas puestas en las calles – West point (buzones), pero esto no lo tiene nada claro un oriental. Porque no conoce la diferencia entre "basura" y "oeste" (Waste y West en ingles), una vez que la misma palabra aramea generalmente se deletrea de formas bien diferentes, y en ingles les suena a lo mismo al oriental. Por eso, cuando llegan al occidente, las cartas las depositan en recipientes que dicen en sus rótulos "waste" (desperdicios, basura). Y no es sino después de repetidos fracasos, sin recibir respuestas a lo que escribieron, que descubren que sus cartas no han llegado a su destino.
Estos contratiempos nos llevan así a darnos cuenta de las dificultades que se dan también del otro lado. De la misma manera que a un oriental que no conoce las maneras y hábitos occidentales le llegan a confundir los hábitos de vida más comunes, de igual modo un individuo occidental que no se encuentra familiarizado con los hábitos y costumbres orientales, se halla ignorante en el entendimiento de sus peculiares maneras de hablar y costumbres que hay en la Biblia. La Biblia es un libro escrito a la manera oriental. Esto se pone más en evidencia cuando hablamos del Antiguo Oriente o del primer siglo después de la muerte de Jesucristo. Conversando con creyentes americanos, me di cuenta de que muchos de ellos interpretaban lo que Jesús decía en un sentido literal, porque su sentido original no se trasmite claramente en las traducciones inglesas. 
De hecho, los primeros traductores de los Evangelios no tenían acceso a la versión Aramea Peshitta del Nuevo Testamento. Y aunque se tuviera acceso a este texto, el limitado conocimiento de las costumbres y hábitos del Próximo Oriente de la época les impidió hacer una exacta traducción de las expresiones idiomáticas y simbólicas que envuelven su contexto original. Ha sido sólo muy recientemente que el Oriente Próximo ha comenzado a ser explorado, pero es de por sí muy difícil para un extranjero adentrarse en esa vida, como también de ser capaz de pensar y sentir como lo hace su gente. Esto no es una mera reflexión mía, sino una simple exposición de lo que sucede con frecuencia. Esto implica que el carácter oriental no puede ser adecuadamente comprendido por los occidentales, por la misma razón que el occidental tan a menudo mal entiende o no comprende a los orientales. Sería, por tanto, una muy seria y desafortunada pérdida la que sufriríamos, si los cristalinos y persuasivos dichos de Jesús son juzgados de paradójicos y contradictorios por eso. Aun aquellos dichos que son considerados difíciles de entender y son mal interpretados con doble sentido, se hacen completamente claros y diáfanos para quien se encuentre familiarizado con el arameo actual, que es virtualmente la misma lengua que el arameo del primer siglo. Además hay que tener en cuenta el hecho de que, las maneras y costumbres, son también prácticamente las mismas que hace diecinueve siglos atrás. Alguien que haya nacido y que viva desde su niñez en tal atmósfera, y que haya estudiado y absorbido los Evangelios con interés desde su juventud, está ciertamente cualificado para interpretar estos santos escritos con el sentido y entendimiento original.
La favorable acogida de discursos que he pronunciado en varias partes de los Estados Unidos y el interés manifiesto por parte de muchos grupos de personas, me han llevado a ofrecer esta selección de interpretaciones de la vida y enseñanzas de Jesús. Las traducciones de los pasajes expuestos han sido retiradas directamente del texto Peshitta.  
Mi pueblo Arameo considera a Jesús como un vecino que los entiende con apasionada simpatía, que lee sus corazones discerniendo bien lo que hay dentro de ellos, que mitiga sus necesidades con la plenitud de la gracia divina. Mi pueblo piensa de él, no en términos teológicos o religiosos, sino como siendo el alma de la pura esencia de Dios y el Salvador del mundo.
George M. Lamsa


Capitulo I. Más cerca de Jesús
En el transcurso de los últimos veinte siglos el mundo ha pensado, hablado y escrito acerca de Jesús más que sobre cualquier otro hombre.
Casi todos los grandes hombres que han alcanzado notoriedad mundial han influenciado el corazón de hombres y mujeres. Han pasado a ser inmortales en la historia. Algunos son venerados por sus seguidores y admiradores. Grandes reyes y emperadores, mucho después de su muerte, siguen siendo recordados a través de su poder y gloria y conquistas en el mundo. También hubo hombres que debido a su fortuna y carácter fueron en un tiempo elevados al rango de deidades, y que después han caído en la oscuridad y el olvido. Hubo hombres que nacieron y envejecieron como dioses, y la forma en que rendían sus cultos y filosofías llegaron a ser legendarias. Nuevos santuarios construidos y dedicados han surgido, y otros antiguos repudiados y demolidos. Los profetas viven a través de su inspirada literatura. Los héroes son honrados por sus generosos hechos.
Ninguno de ellos ha superado a Jesús, y ninguno ha sido capaz de quitarlo de los corazones de los hombres que le admiran y le veneran.
Reyes y reinos se inclinan en oración a él y coronas son sometidas con su cruz. El mundo nunca reverenció y veneró a ningún otro hombre como a Jesús. La humanidad no conoce otro nombre más dulce tanto en el cielo como en la tierra. Ha recibido reconocimiento y reverencia a través de muchas maneras, sin embargo él nunca buscó seguidores que le reconocieran honrándolo o venerándolo, ni tan siquiera intentó formar un nuevo sistema de culto que suplantase al del judaísmo. Él menospreció el honor, la publicidad y la popularidad. Se rehusó a ser llamado Rabí. Instruyó a sus discípulos a que a nadie llamasen Maestro, o a que no procurasen los primeros asientos en fiestas y casamientos. No quería nada de los hombres, sólo anhelaba hacer la voluntad de su Padre. Él vino, no para que los hombres se sacrificasen por él, sino para que él pudiera ser sacrificado para o a favor de ellos.
Piensa en esta era científica en la cual vivimos. Misterio tras misterio se pone en evidencia y al descubierto; secreto tras secreto revelado. No hace ahora muchos siglos atrás, se pensaba que la tierra debía ser el planeta más grande del universo, ahora sabemos que la tierra es uno de los más pequeños astros comparado con otros planetas o estrellas. Y sin embargo, a través de todos estos siglos de pensamiento, descubrimientos e investigación, el mundo aun se encuentra más ansioso que nunca por adquirir un mayor conocimiento de Jesús, de su vida y sus enseñanzas. Toda la luz que la ciencia nos ha traído en la nueva era no ha servido de ayuda suficiente para revelarnos la faz interior de su vida y sus enseñanzas, ni ha servido de ayuda para aproximarnos más a él. Todo lo contrario, ha servido más bien para desarrollar nuevos credos, edificar nuevas sectas y ha contribuido mucho para el deterioro de la Cristiandad.
Sabemos menos acerca de Jesús ahora que lo que sabían sus seguidores en el primer siglo. Aunque muchos crean lo contrario, él no fue ni un filósofo ni un mago. Nació en una familia humilde y en una humilde ciudad, y fue criado entre un pueblo sencillo donde la simplicidad y la pobreza eran la más patente realidad en la vida, y  nunca habló o pensó de manera abstracta o confusa.
Jesús fue inspirado por las promesas que Dios le había hecho a la gente de su fe: el pacto sagrado que había establecido con Abraham, Isaac y Jacob. Siendo como era un patriótico judío, anheló con gran esperanza el cumplimiento de este pacto. Predicó un evangelio con palabras sencillas, derivadas del lenguaje diario común e ilustrándolo con historias que todos reconocían, porque a todos les resultaban comunes –un evangelio asimilable para los pobres de su tiempo. Escogió como compañeros a gente también sencilla, considerados como parias e ignorantes por los eminentes maestros religiosos de entonces. Jesús, además, hablaba con aquellas parábolas que eran tan características y comunes de todos los maestros orientales, de manera que estos iletrados hombres pudiesen entender y retener el contenido de sus enseñanzas.
El mundo tiene, sin embargo, una imagen y retrato muy distinto de Jesús. Algunos transformaron su sencillo evangelio en un código de filosofía que sólo los filósofos y teólogos pueden comprender, y escribieron laboriosos comentarios intentando explicar su filosofía; según piensan estos, Jesús era un filósofo de teorías abstractas y profundas. Otros han intentado retratarlo de la manera como se imaginaron que debería ser. Otros lo han idealizado como un dios de dioses, despojándole de su humanidad, y sus enseñanzas de vida las interpretan como dogmas teológicos y misterios. Y otros, sin embargo, lo han reducido a un hombre común y mortal. No podemos pasar por alto su humana personalidad y sus atributos humanos, y al mismo tiempo pensar en él como alguien que tuvo hambre, sed y que murió por nosotros. Él seguramente compartió con nosotros todo esto como humano. Un dios nacido, humillado y asesinado, no puede servirnos de ejemplo. Sin embargo él fue algo más que un común mortal para sus contemporáneos y también para nosotros.
Jesús, sin duda alguna, es un misterio y nunca será plenamente comprendido. Pero innecesariamente multiplicaremos las dificultades sacándolo de su contexto oriental y pensando de él en los términos de la cristiandad occidental actual y enteramente a la luz de nuestra compleja vida social. Los estímulos de nuestra rápida transformación durante los últimos nueve siglos han hecho que seamos como relojes que se mueven siempre hacia delante. Pensamos con la vista puesta en el futuro y nos olvidamos del pasado. Nuestra religión y culto han crecido lado a lado con nuestra vida social y económica; nuestras iglesias son organizadas con los mismos principios de negocios que gobiernan nuestras instituciones industriales. Nuestras escuelas, colegios y universidades gradúan predicadores de la misma forma en que gradúan abogados, doctores y políticos.
En los días de la antigüedad, sin embargo, los profetas eran llamados por Dios, y los hombres religiosos eran seleccionados solamente teniendo en cuenta los parámetros que representaban los intereses morales de la gente. En estos días modernos, en vez de levantarnos nosotros mismos por encima de nuestros intereses materiales, lo que hacemos es intentar que la religión forme parte de nuestro orden social. Vivimos en una era científica con un orden social artificial; y aun así queremos ver milagros como aquellos que sucedieron dos mil años atrás a gente que creía en ellos y que vivía mucho más próxima de la naturaleza. Y como no vemos que ocurran ahora, nos interrogamos si verdaderamente sucedieron en el pasado. ¿Para que necesitamos de milagros en una era de aeronaves, la radio y ferrocarriles?  ¿Para que necesitaríamos de sanadores, con todos nuestros médicos y hospitales? ¿Es posible que nuestros genios religiosos crean realmente en sanidades? ¿Han intentado realizarlas alguna vez? Se da el hecho de que algunos que lo han intentado y han tenido éxito, han sido condenados y acusados  de fanáticos. Y sin embargo el ministerio de sanidad en la vida de Jesús era una de sus  prácticas más habituales.
La mayor parte de la gente supone que Jesús vino y llegó a ser parte de un mundo que se encontraba vacío de religión, y que enseñaba a la gente de una manera sobrenatural revelando pensamientos e imaginaciones hasta entonces desconocidos. Sin embargo, en nuestro superficial conocimiento, no podemos darnos cuenta y caemos en la ignorancia de que el mundo nunca estuvo tan listo y preparado para recibir el nuevo Evangelio como en los tiempos en que Jesús vivió. Por detrás de la cristiandad permanecía la influencia y experiencia de más de trescientos años. Alrededor de todo el mundo civilizado había en aquellos días movimientos religiosos que procuraban un común entendimiento y unificación. Todos los sistemas religiosos que existían y predominaban en aquel tiempo estaban desgatados, eran corruptos e impopulares. Hubo escuelas de religión en Egipto, Grecia y Persia. Los eruditos y filósofos en aquellos países se esforzaban en buscar un modelo de religión universal que colmase las necesidades de la humanidad sin tener en cuenta distinciones geográficas y raciales. Pero sus intentos fracasaron, dejando solamente un despedazado material  para sus sucesores.
El hecho más impresionante acerca de Jesús es que él, siendo un simple campesino libre de cualquier pasado político y religioso, hubiese sido capaz de formular una doctrina que se dirigiese a las almas de toda la humanidad, y que dejase detrás de él una invencible influencia que todavía permanece y va a permanecer por toda la eternidad, a pesar de todas los cambios políticos, sociales y económicos provenientes del mundo.                 
Grandes profetas, tales como Moisés y Elías, le habían precedido por muchos siglos. Las Sagradas Escrituras fueron impresas en libros. Antiguos cultos orientales fueron desapareciendo y nuevas religiones con nuevos mensajes fueron ocupando sus vacíos. Escuelas de aprendizaje emprendieron la búsqueda del conocimiento y de la salvación. Como conquistador, él fue precedido por poderosos emperadores asirios, egipcios, persas y griegos. Como profeta, él procede de la línea directa de los visionarios hebreos, que saludaron y predijeron la venida de un Salvador. Como filósofo, vino al mundo 400 años después de Sócrates y Platón. Jesús, por otra parte, vino a un mundo regido por un gran imperio que había establecido la paz y el orden, cuya organización militar e instituciones no fueron igualadas por ninguna otra nación hasta principios del siglo XX, y cuyas leyes se convirtieron en las leyes del mundo.
Algunos han olvidado el pasado y piensan que Jesús vino como un príncipe a un mundo donde todo había sido de antemano preparado para él, con un programa e itinerario bien planeado con antelación. Pero al contrario de lo que se cree, él se inició en su ministerio con poca o ninguna fama y popularidad. Era para la mayor parte de la gente de su tiempo un desconocido. Trabajó dentro de un círculo limitado y finalmente lo mataron como a un malhechor.
El intento en este libro es encuadrar a Jesús y llevarlo de vuelta al lugar y la época donde él vivió cuando andaba en esta tierra, interpretar sus dichos provenientes de la lengua aramea que habló, y considerar las respuestas que dio a las preguntas que le hicieron en su forma original. Podremos entenderlo mejor, cuando nos acercamos a él desde el punto de vista de la gente de su raza y su tiempo. Este procedimiento se hace posible llevarlo a cabo una vez que los hábitos sociales y las maneras o costumbres en Asiria han permanecido prácticamente iguales, sin cambios o mudanzas desde los tiempos antiguos. La razón principal de esto es el aislamiento de los asirios, debido al poder represivo de sus gobernantes islámicos.
El mal entendimiento contemporáneo de las Escrituras, ha llevado a muchos a pensar que Jesús fue más severo y fanático en su interpretación de la ley que los escribas que pensaban y razonaban literalmente, y que fueron condenados por él por hacerlo de esa forma. Por ejemplo, a los hombres les dijo que se cortasen el brazo derecho y se arrancasen su ojo derecho, si estos les hiciesen pecar. Pareciera que a los ricos les hizo casi imposible entrar en el Reino de los Cielos. Habló de que un poco de fe trasladaría montes. Sin embargo, ni Jesús, ni sus discípulos cambiaron de lugar ni una sola de las más pequeñas colinas de Judea. Él no permitió a nadie, ni tan siquiera a sus discípulos, que se arrancasen sus ojos. Tampoco Pedro se cortó el brazo cuando le ofendió en Getsemaní. Estas declaraciones le suenan extrañas y son ásperas a los oídos de un occidental, pero son muy claras para cualquiera que se encuentre familiarizado con la manera de hablar aramea. Los discípulos y los que estaban presentes cuando escucharon estas palabras no las cuestionaron, simplemente porque ellos entendían perfectamente su significado.
Consideremos de nuevo lo que dijo Jesús sobre el divorcio y Shvikta, es decir, sobre las mujeres que son expulsadas ​​arbitrariamente de sus casas por sus maridos. Les dijo a sus discípulos que los hombres no debían dejar a sus esposas, excepto en caso de adulterio. Ellos se sorprendieron y exclamaron: "Si hay tanta dificultad entre un hombre y su esposa, no vale la pena casarse," y Jesús les explicó: "Este dicho no se aplica sobre todos los hombres, sino a los que le sea necesario y le sean dirigidas. Porque hay eunucos que nacieron así desde el vientre de su madres, y hay eunucos que fueron hechos eunucos por los hombres, y hay eunucos que se han hecho eunucos a sí mismos por causa del Reino de los Cielos. Al que pueda recibir esto, esto le basta." Lo que quería realmente decir es que hay otras causas para el divorcio además del adulterio; que las mujeres también pueden divorciarse de sus maridos si estos son sexualmente impropios, que un hombre que se había vuelto eunuco y estaba casado, podía divorciarse de su esposa sin acusarla de adulterio, como ocurre a menudo en el Oriente; que un hombre que se case con una mujer que no esté divorciada, cuyo marido la obligó a salir de su casa, comete adulterio. De hecho, esta manera franca de defender y proteger la pureza personal y los derechos sociales de las mujeres nunca se había manifestado así antes en toda la historia religiosa de Oriente. A eso se debe precisamente que a Jesús se le haya otorgado un tan fuerte poder sobre la condición de la mujer en el mundo, y que incluso las mujeres musulmanas hoy en día le amen y veneren.

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