Los Nombres de Jesús. Por E.W. Bullinger
Traducción:
Juan Luis Molina
“Jesús” “Cristo” “Señor” “Jesucristo” “Cristo
Jesús” “Hijo del Hombre” “Hijo de Dios”.
Es tan
poca la atención que se le ha dado a estos títulos del Señor Jesucristo, que
hay muy pocos que se imaginan que hay un significado en su elección y orden.
Pero ya hemos hablado lo suficiente para convencernos de la importancia que
tiene ser exactos a la hora de observar y estudiar cada detalle. Son tan
numerosas estas variaciones, que tan solo en las epístolas de Pablo tenemos
diecisiete combinaciones diferentes de las palabras “Señor”, “Jesús”, y “Cristo”.
Esto incluye el artículo, y en tres casos la palabra “nuestro”. Una vez que
estas palabras no pueden haber sido empleadas al acaso, debe haber un motivo de
por qué, si se emplean ciertas palabras, es porque ninguna otra serviría para
el mismo propósito.
Por
ejemplo, si dice “Jesucristo”, debemos creer que “Cristo Jesús” no sería
apropiado. Tanto si podemos descubrir la razón, como si la razón que ahora
señale pueda ser la correcta, nada de eso altera el hecho.
Yo fui
guiado hasta la conclusión que he llegado debido a la circunstancia de contar
el número de ocurrencias de cada nombre y las varias combinaciones. Cuando
descubrí que la resurrección era la gran línea de demarcación, vi que la razón
no estaba lejos por descubrir. Cuando hallé que en los Evangelios “Jesús”
aparece en solitario 612 veces, y en los demás libros solamente 71 veces (entre
las cuales 38 están en libro transitorio de Hechos); mientras que, al mismo
tiempo, en los Cuatro Evangelios en su conjunto “Cristo” aparece en solitario
tan solo 56 veces, y en los demás libros 256 veces, me di cuenta que el motivo
estaba claro.
Pero
veamos ahora los nombres por orden:
“Jesús” “Iesus”.
Significa, no meramente “un salvador” porque hay una palabra diferente
para él. Lo que realmente significa es Jehová nuestro Salvador. “Y llamarás su
nombre Jesús, porque el salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21).
Este era
por tanto, el nombre de Su vida terrenal, y estaba asociado con Él en la
cualidad de aquel que carga con el pecado, el que sufrió, el hombre
experimentado en quebranto. Era el nombre de su humillación y vergüenza. Fue el
nombre bajo el cual fue crucificado. “Este es Jesús” esa fue la inscripción que
había sobre la Cruz. Observe entonces, que aunque por solitario aparezca unas
638 veces, no hay ni una única vez que sea con un adjetivo. Tenemos que
aprender a observar con exactitud qué es lo que se omite, así como también qué
es lo está escrito, y no decir nunca como los cristianos sentimentales “bendito
Jesús”, o “querido Jesús”, “mi dulce Jesús”. Nada podrá serle jamás añadido a
la perfección de Su persona, Sus obras y Sus caminos; Él no precisa que se le
impute adjetivo alguno. Seamos exactos además en nuestro empleo de las
expresiones de la escritura. Si fuésemos más cuidadosos con este asunto, no
surgirían tantas divergencias entre nosotros. Una vez más repito, la expresión
“en Jesús” no es una expresión escritural.
En nuestra versión Inglesa aparece una vez en 1ª Tesalonicenses 4:14,
pero de acuerdo al griego, aquí debería ser traducida “a través de Jesús”. La expresión “Vuestros en Jesús” (en cartas
entre ingleses) se escribe en las cartas de correspondencia debido a que los
escritores no se han dado cuenta que nunca se dice de nosotros, estar “en
Jesús”; sin embargo, como ahora estamos viendo, siempre se dice de nosotros que
estamos “en Cristo”.
Jesús fue Su nombre terrenal; y el
sufrimiento, los pesares y la muerte fueron su porción terrenal. Pero Dios lo
levanto de la muerte, y ahí mudaron todas las cosas. “A éste Jesús que vosotros
crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo” (Hechos 2:36). Dios ahora ha
ordenado que los escenarios de sus sufrimientos sean mudados por los escenarios
de Su gloria, y “para que en el nombre de Jesús (no en el del Señor o Cristo)
se doble toda rodilla… y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para
la gloria del Padre” (Filipenses 2: 10, 11).
Siempre y cuando, por tanto, te encuentres con la palabra “Jesús” por
solitario, te debes inclinar a pensar en “el hombre experimentado en quebrantos”
que se humilló a sí mismo hasta la muerte por usted.
“Cristo” “Cristos”. Esta palabra significa
“ungido”. Lo define como el Ungido. Ungido y escogido para llevar a cavo el
pacto de Jehová como la luz que ilumina a los Gentiles, y la gloria de Su
pueblo Israel. Como ya hemos dicho, aparece solamente 56 veces en los cuatro
Evangelios, y casi siempre con el artículo, el Cristo, Su título oficial. El
Cristo que vino y fue enviado para la bendición de Israel. Pero Israel no
conoció el día de su visitación en gracia. No vieron hermosura alguna en Él
para que le deseasen. Pero ahora, una vez levantado de la muerte, ha sido hecho
la Cabeza de Su cuerpo –la iglesia, ungido para bendecir a Su gente.
En los
demás libros, por tanto, tenemos este título 256 veces, marcándolo como aquel
que fue levantado y glorificado, definiendo la posición del creyente como
justificado y acepto en Él. Y por eso, los creyentes son siempre definidos
estando “en Cristo”, vivificados con Él, levantados con Él, sentados juntamente
con Él en los lugares celestiales, benditos con todas las bendiciones
espirituales en los lugares celestiales en Él. Nosotros asociamos nuestra
posición con Él como Cristo, pero nuestra responsabilidad para Él la asociamos
como – “Señor” “Kurios”. Este
título, de acuerdo a su significado, le caracteriza como Aquel que posee, y por
tanto como aquel que tiene poder y autoridad. Siempre y cuando encontramos este
título, esta es la idea que tiene con él asociada. Es un título conectado con
los privilegios y responsabilidades de nuestra posición y permanencia “EN
Cristo”. Todas las varias condiciones de vida están asociadas con Él como
“Señor” – Casados: “Cásate solamente en el Señor” no meramente en “Cristo”. Eso
significaría que debes casarte solamente con una cristiana, pero significa algo
más, -- no solamente que deberías casarte con una cristiana, sino que además,
haciéndolo, tienes que decir “Si el Señor quiere”: Tienes que reconocer su
autoridad, a quien tienes que reconocer en todos tus caminos. Casadas: “como conviene
en el Señor” (Colosenses 3:18). Hijos: “Hijos, obedeced en el Señor a vuestros
padres” (Efesios 6:1). Siervos: “hacedlo de corazón, como para el Señor”
(Colosenses 3:23). Creyentes: Es “la cena del Señor”, “la copa del Señor”, “el
cuerpo y la sangre del Señor”, “la mesa del Señor” (1ª Corintios 11). Así que
Él, por tanto, tiene todo el derecho de mandar, y decir “haced esto en memoria
de mí”. Incrédulos: “Nadie puede llamar a Jesús Señor, si no por el Espíritu
Santo”. Es posible que diga que Él es Jesús o Cristo, pero decir que es “Señor”
es considerarlo por nuestro Maestro así también como nuestro Salvador, es
sujetar nuestra voluntad a la Suya, y tomar sobre nosotros Su yugo. Esta es la
obra del Espíritu Santo.
“Jesucristo”. Cuando tenemos esta combinación, el énfasis
se halla en la primera de las palabras, y nuestros pensamientos son dirigidos,
de lo que era (Jesús), hasta lo que es en este momento (Cristo); de Su
humillación hasta Su exaltación. Debes cuando lees hacer ese traslado en tu propia
mente, “El humillado que ahora ha sido exaltado” o entonces, “El sufridor que
ahora ha sido glorificado”. En cualquier caso, siempre encontrarás la más
significativa precisión.
“Cristo Jesús” “Cristos Iesous”. Conlleva exactamente la idea
contraria. El glorificado que había sido humillado. El exaltado que había
sufrido y muerto. Podríamos dar muchos ejemplos. La totalidad del Nuevo
Testamento es un extenso y vasto ejemplo en sí. Sin embargo, verás que no todos
los pasajes son igualmente claros. Algunas veces lo verás con facilidad, y te
dará la idea del contexto; otras veces, el contexto te dirá la razón de por qué
los títulos se empleen en un orden particular. Observe Filipenses 2:5: “Haya,
pues, este sentir que hubo también en Cristo Jesús”, ¿Por qué “Cristo Jesús”?
¿Por qué no “Jesucristo” Porque la idea del contexto va – desde lo que era Él,
hasta lo que es ahora. El versículo siguiente hace esta explicación, “el cual
siendo en forma de Dios…se despojó a sí mismo”.
Filipenses
1:1, 2: “Pablo y Timoteo, siervos de JESUCRISTO, a todos los santos en CRITO
JESÚS… Gracia y paz a vosotros de Dios nuestro Padre y del Señor JESUCRISTO”.
En este caso los Apóstoles eran siervos de Jesús (ahora exaltado). Siervos de
Aquel que los envió como Él mismo había sido enviado, como un siervo; pero
estaban escribiéndole a los santos que estaban “en Cristo” (anteriormente
humillado) y oraron diciendo que, en su cualidad de Señor y Maestro les enviaba
gracia y paz.
“El Hijo del Hombre”. Este título lo revela en Su
naturaleza humana, como el “segundo hombre”, y como el “postrer Adán”.
“Hijo de Dios”. Este título realza en Él en Su naturaleza
divina, y en Su relación a Dios. Por eso, en Él todo aquel que crea es “llamado
el hijo de Dios”.
Hay una
diferencia importante que debemos observar en el empleo y elección de estos
nombres. Algunas veces surgen muy próximos unos de otros. De una manera notable
en Juan 5:25. La hora viene “cuando los muertos oirán la voz del HIJO DE DIOS,
y los que la oyeren vivirán”. Es en su cualidad de Hijo de Dios que es el
vivificador de la muerte, como bien se explica en el versículo siguiente:
“Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el
tener vida en sí mismo, y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto
es el HIJO DEL HOMBRE”. Es en la cualidad de Hijo del Hombre que juzgará, como
está escrito: “Dios ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con
justicia, por AQUEL VARÓN a quien designó, dando fe a todos con haberle
levantado de los muertos” (Hechos 17:31). En conclusión, permítame exhortarle a
ser preciso, no meramente en la lectura y en tu estudio de la Biblia, sino
además en tus citaciones e interpretaciones que en ella haga. No se siente para
interpretarla, sino siéntese delante suyo para que ella le pueda interpretar a usted
la voluntad y los propósitos de Dios.
Muy a
menudo se asume que Dios nunca significa exactamente lo que Él dice; y las
personas se acercan a Su palabra no simplemente para aprender qué es lo que
dice, sino para decirnos su parecer en cuanto a lo que Dios quiere decir, lo
cual generalmente es algo muy distinto. Pero debemos preguntarnos: Si el
Espíritu Santo quiere decir exactamente lo que dice, ¿por qué no habría de
decir exactamente eso mismo? Por ejemplo, si Él dice Jerusalén o Sión, ¿por qué
hemos de suponer que está hablando de la Iglesia? Si Él dice el Éufrates, ¿por
qué hemos de suponer que se refiere a Turquía?
Si deseas recibir nuestras publicaciones directamente en tu dirección de e-mail o contactarnos escríbenos a: mirasoloadios@live.com
Comentarios
Publicar un comentario