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PRECIOSA PANORÁMICA - CAP. 24 DE "DELEITATE EN DIOS" Una Biografia de George Mueller

Tenemos el gozo de compartir de nuevo con ustedes el capítulo 24 del libro “Deléitate en Dios” Una Biografia de George Müller, Por Roger Steer. 

Es muy difícil plasmar con palabras el regalo tan precioso que ha sido para Juan Luis Molina y para mí el bellísimo testimonio de éste hombre de Dios que vivió para dar gloria y honor a nuestro amado Padre Celestial. George Muller llevó a cabo una asombrosa obra guiado por Dios, al cuidar de aproximadamente 10 000 niños huérfanos en Inglaterra en medio de condiciones económicas muy duras y una crisis social terrible. Él jamás pidió un centavo a nadie para sustentar su labor, su sustento fue únicamente el Dios vivo y verdadero. Este capítulo en particular, describe el final de su vida: el gozo y la plenitud que había en la vida de George Müller por la presencia de su Dios y su Salvador en su corazón. ¡Ojalá lo disfruten! El libro completo está disponible en nuestra sección de libros.

¡Dios los bendiga!

Con amor en Cristo,

Claudia Juárez Garbalena
DELEÍTATE EN DIOS 
Una Biografía de George Müller 
Por Roger Steer 
TRADUCCIÓN ESPAÑOLA – Juan Luis Molina
Con la colaboración de Claudia Juárez Garbalena




24
Preciosa Panorámica
A principios del verano de 1897, Charles Parson visitó a Müller en su despacho del Hogar Núm. 3. Müller le recibió con un cordial saludo y un apretón de manos.

´Sea usted bienvenido a esta casa´, dijo él.
“Usted siempre encontró fiel al Señor en Sus promesas, ¿verdad, señor Müller?”

“¡Siempre! contestó Müller  ¡Él nunca me decepcionó o defraudó! En todos estos cerca de setenta años, siempre ha suplido cada una de las necesidades de esta obra. Los huérfanos, desde que comenzó la obra hasta hoy, suman nueve mil quinientos, y a ninguno le faltó nunca una comida saludable en su plato. ¡Jamás! En centenas de ocasiones, comenzamos el día sin un centavo, pero nuestro Padre Celestial siempre se las ingeniaba para suplirnos todo lo necesario a cada momento. Nunca nos faltó el sustento. Nunca hubo ni una sola vez que faltase alimento en el plato de cada uno. Durante todos estos años, lo único que he hecho ha sido confiar en Dios, en el Dios Viviente, y en Él solamente. En respuesta a mis oraciones me han sido enviados un millón cuatrocientas mil libras. Hemos precisado el total de cincuenta mil libras en un solo año, y todo nos ha sido suplido  por año y hemos ido recibiendo las cantidades, en el exacto momento que precisábamos.

´No hay ni un solo hombre que pueda decir que yo le haya pedido un céntimo. No tenemos comités, ni recaudadores, ni votaciones, ni patrocinadores. Todo nos ha llegado en respuesta a las oraciones de fe. Mi confianza está puesta en el Dios Vivo solamente. Él es quien tiene muchas maneras de tocar los corazones de los hombres del mundo para que nos socorran. Si yo me mantengo orando, Él le dice a éste o a aquel, en este continente o en algún otro, que nos envíe dinero. Sin ir más lejos, en la tarde de ayer, mientras estaba predicando, un caballero me llenó un cheque con una buena cantidad de dinero para los huérfanos y me lo entregó en mano cuando acabó el servicio´.

´He leído su vida, señor Müller, y he observado que algunas veces, su fe ha soportado duras pruebas. ¿Le sucede lo mismo hoy en día?´

“Mi fe está siendo puesta a prueba como nunca antes, y mis dificultades son mayores que nunca. Además de las responsabilidades financieras que tenemos, hay ayudas puntuales que tienen que aparecer constantemente, y lugares adecuados para acoger centenas de huérfanos que salen de nuestras instalaciones. Es muy común que nuestras cuentas estén tocando fondo. La última semana, por poner un ejemplo, hemos estado con las despensas casi vacías. Reuní a mis amados colaboradores y les dije, “! Oren, hermanos, oren!” E inmediatamente nos fueron enviadas cien libras, después doscientas más, y pocos días más tarde recibimos otras quinientas. Pero siempre tenemos que orar, y siempre con creencia. ¡Oh! Qué hermoso es confiar en el Dios Vivo, pues Él ha dicho: “nunca te dejaré, nunca te desampararé” (Hebreos 13:5). Espera con hambre grandes cosas de Dios, y grandes cosas obtendrás. ¡La capacidad de Dios no tiene límites! ¡Alabado sea por siempre  Su glorioso Nombre! ¡Alabado sea en todas las cosas! Yo lo he alabado muchas veces cuando me envía diez peniques, y lo he alabado cuando me ha enviado doce mil libras.” 

‘¿Supongo que nunca habrá pensado en ahorrar algún dinero?´

´Si lo hubiese hecho, habría sido un acto bastante necio´, respondió Müller con gran énfasis. ´¿Cómo podría orar yo, si tuviese conmigo disponible dinero ahorrado? Si lo hiciese, me diría Dios: “¡saca ese dinero, dispón de esos ahorros, George Müller! ¡Oh no! Nunca me pasaría por la cabeza hacer tal cosa. Nuestros ahorros se encuentran en los Lugares Celestiales. Dios, el Dios Viviente es nuestra suficiencia. He confiado en Él por un dólar, y he confiado en Él por miles de dólares, y nunca ha defraudado mi confianza. “Bendito sea el hombre que en Él confía” (Salmos 34:8).

´Entonces, ¿a usted nunca le pasó por la cabeza pensar en quedarse con algo para sí mismo?
Charles Parson nunca se olvidó de la forma tan digna en que Müller contestó a esta pregunta. Hasta ese instante, Müller había permanecido sentado frente a él con sus manos reposadas y sus ojos mirando serenamente, calmos y penetrantes. ´ Había mucho de grandeza y majestad en aquella mirada tan cristalina y pura,´ anotó Parson, ´tan acostumbrada como estaba a las visiones espirituales y a mirar en los asuntos más profundos de Dios.´ Parson nunca supo bien si su pregunta le pareció sórdida a Müller, o si tocó con ella una vieja herida del “viejo hombre” de Müller.  En todo caso, la pregunta pareció alterar todo su ser.    

Después de una breve pausa, durante la cual ´su rostro parecía un sermón´ y ´la profundidad de sus claros ojos brillaban iluminados´, Müller desabrochó su abrigo y sacó de su bolsillo un antiguo monedero con unos aros para separar las monedas por su valor. Y poniéndolo sobre mi mano dijo tranquilamente:

´Todo lo que poseo se encuentra en ese monedero – ¡cada penique! ¿Lo guardo en beneficio propio? ¡Jamás! Cuando se me envía dinero para mi uso personal, lo reencamino a Dios. Más de mil libras me han sido enviadas de una sola vez; pero jamás he pensado que esos donativos me perteneciesen a ; le pertenecen a Él, de Quien soy y a Quien sirvo. ¡¿En beneficio propio?! Nunca procuré nada; eso sería deshonrar a mi amoroso, elegante y todo bondadoso Padre.´´

 Parson le devolvió en su mano el monedero a señor Müller, y éste le dijo la cantidad que contenía.
“¿Cuánto tiempo pasa usted de rodillas´?

´Más o menos el día entero´ respondió Müller. ´Yo vivo en el espíritu de la oración; oro cuando camino, cuando caigo, y cuando me levanto. Y la respuesta siempre viene en camino. Miles y decenas de miles de veces han sido respondidas mis oraciones. Una vez que estoy persuadido de que algo está de acuerdo a Su Voluntad y es para la gloria de Dios, me pongo a orar hasta que recibo la respuesta. “¡George Müller nunca desiste!”´.

 Müller se levantó de su asiento y se paseaba alrededor de la mesa.

   ´Miles de almas han sido salvas en respuesta a las oraciones de George Müller. ¡Él se reunirá, si, con decenas de millares de ellas en el Cielo!

 Se hizo una pausa. Parson no dijo nada.

´Lo más importante de todo´, continuó Müller, es no desistir nunca hasta que se obtiene la respuesta. Yo me he mantenido orando durante cincuenta y dos años cada día por dos hombres, hijos de un amigo de mi juventud. Todavía no han sido convertidos, ¡pero lo serán algún día sin duda! ¿Cómo podría ser de otra manera? Está de por medio una promesa de Jehová inmutable, y en ella me recuesto y descanso. El gran error que se comete entre los hijos de Dios es que no perseveran en la oración; no se mantienen orando; no son persistentes. Si desean darle la gloria a Dios en todas las cosas, deberían permanecer orando hasta que lo consigan. ¡Oh!, ¡cuán bueno, amable, elegante y condescendiente es Aquel con quien tenemos que tratar! ¡Él me ha ofrecido, sin yo merecerlo, muchísimo más de lo que pedía o entendía! Yo no soy más que un pobre ser, fracasado y hombre pecador, sin embargo Él ha oído mis oraciones decenas de miles de veces y he sido instrumento Suyo para traer a decenas de miles de almas al camino de la verdad. Y digo diez miles así en éste, como en otros países. Estos miserables labios han proclamado la salvación a grandes multitudes, y muchísimas personas han creído para la vida eterna.´

 ´No puedo dejar de notar la forma como habla de sí mismo´ dijo Parson.

´Hay solamente una cosa que George Müller merece, ¡y es el Infierno! Te digo, hermano mío, que es la única cosa que merezco. Yo soy de hecho un hombre perdido por naturaleza, y salvo por la gracia de Dios. Aunque por naturaleza sea pecador, no vivo en pecado. Detesto el pecado; lo detesto cada vez más y más; y amo la santidad, si, cada vez amo más la santidad.”

´Supongo que, a través de todos estos años trabajando para Dios, se ha debido encontrar con muchas circunstancias adversas que lo hayan desmotivado, ¿no es así?´

´He hallado muchas circunstancias desalentadoras´, respondió Müller, ´pero siempre he mantenido y puesto mi confianza en Dios. ¡En las palabras de las promesas de Jehová ha descansado mi alma! Oh, qué bueno es confiar en Él; ¡Su Palabra nunca vuelve vacía! “Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas” (Isaías 40:29). Este principio también se aplica a mi ministerio público. Hace sesenta años prediqué un pobre, seco y estéril sermón que no me dejó satisfecho y, como me imaginé, tampoco confortó a otros. Pero mucho tiempo después escuché diecinueve casos distintos acerca de las bendiciones resultantes de aquel sermón.´

   Müller fue a buscar en otra sala una copia de su biografía, y le hizo una dedicatoria en su portada para Parson. En su ausencia, Parson tuvo  la oportunidad de echar un vistazo a su despacho. El mobiliario era de lo más sencillo y práctico; sobre la mesa había una Biblia abierta de buena tipografía sin notas o referencias. Esta entonces, pensó Parson, es la morada del hombre más grande, espiritualmente, de los tiempos actuales –un hombre levantado con el especial cometido de mostrarle a un mundo frio, calculador, y egoísta, la realidad de los asuntos de Dios y para enseñarle a la iglesia lo victoriosa que puede ser, si tan solo es lo suficientemente sabia para aferrarse al brazo omnipotente de Dios.

Solamente en una ocasión de todo el tiempo que Parson estuvo con Müller, alguien llamó a la puerta. Müller la abrió, y uno de los huérfanos apareció de pie – una niña muy bien peinada.
´¡Querida mía!´ le dijo Müller. ´en este momento no te puedo atender. Espera un poco, e iré a verte.

 En ese verano, Müller contaba con noventa y dos años de edad, y también se celebraba el Jubileo de Diamante del largo reinado de la Reina Victoria. El día dieciséis de junio, llegó un donativo de cincuenta libras a Ashley Down del Alcalde de Bristol. En la nota que acompañaba el donativo decía: Proveniente del Fondo de la Ciudad en Jubileo, con el propósito de abastecer medios para los huérfanos, en conmemoración del sesenta aniversario del feliz y próspero reinado de Su Graciosa Majestad la Reina.´ Müller se gastó el dinero ofreciéndoles un viaje a los niños de los cinco Hogares al Zoológico de Clifton. Nos cuenta que los niños disfrutaron muchísimo esta visita: ´Además de inspeccionar la interesante e instructiva colección de animales, a los niños les ofrecieron té y abundantes adecuadas provisiones.´

El día 20 de junio de 1897, era el domingo de Jubileo, y Müller rompió su regla impuesta recientemente, y predicó un sermón en el servicio por la tarde en Bethesda. ¡Cuán atentamente la gran congregación observaba la alta y erecta figura subiendo las escaleras del púlpito y dirigiéndose a ellos hablando! Este iba a ser el sermón del hombre que había fundado su Institución para el Conocimiento de las Escrituras tres años antes de que la joven princesa llegase a ser Reina, y que había comenzado a cuidar a treinta niños en la Calle Wilson, catorce años antes de su ascensión al trono. En los años que habían transcurrido, su nombre llegó a ser una referencia para la fe a través del mundo; este era el hombre que reclamó en una carta tanto a la Sociedad Británica como a la Sociedad Extranjera que se tiene que leer la Biblia bien por encima de cien veces. ¡Este sería el valeroso sermón que se escuchó!

´Nuestra meditación en esta tarde´, comenzó él, ´con la ayuda del Señor, se centrará en el pequeño pero precioso Salmos 23: ´El Señor es mi Pastor; nada me faltará´.

 Müller fue exponiendo y aplicando el Salmo versículo por versículo. Cuando llegó al último versículo dijo:
´Ahora viene el último versículo, “Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días.” Un pobre en una ocasión fue convidado como huésped en la casa del Rico. Allí fue él y se sintió muy feliz, se quedó contento. Todo lo que anteriormente había naturalmente deseado su alma se encontraba en la casa, “me quedaré aquí para siempre, nunca más me iré de este lugar.” Esto nos muestra lo que los hijos de Dios hallan, cuando ponemos en todo a Cristo Jesús; no simplemente tenemos que decir: “Mi copa está rebosando; me encuentro lleno de felicidad.” Sino que además, añadimos: “Esto es casi más de lo que puedo abarcar. Encuentro todo tan agradable, tan sumamente agradable y perfecto, en este camino que hay que hay recorrer, que no puedo escoger otro nunca más. ¡Permaneceré en la casa de mi Padre para siempre!´

 ´¡Esta es la posición a la que se nos ha traído como creyentes que somos en Cristo! Si ciertamente andamos de acuerdo a los caminos del Señor, y verdaderamente llevamos nuestros corazones rendidos a Dios, este es el resultado que alcanzaremos. Lo encontraremos todo tan sumamente agradable, tan precioso, incluso comparándolo con esta vida, que no tendremos ningunas ganas de salirnos de los caminos del Señor. En nuestra condición natural humana, procuramos momentos de felicidad; pero no alcanzamos esa felicidad nunca. Nada, sino desilusión es lo que cosechamos, porque después de unas pocas horas, toda esta felicidad mundana desaparece. Pero en la posición que se nos ha ofrecido por la fe sola en el Señor Jesucristo, no solo se nos concedió “momentos felices” durante unos pocos días, o unos cuantos meses, o unos pocos años, sino por toda la eternidad. Por eso en nuestros corazones decimos: “Permaneceré en este camino; me siento repleto en este camino; nuca saldré de esté camino.”

´Y no solamente eso, sino que, además, en esa felicidad eterna ´la misericordia y el bien me seguirán todos los días de mi vida”. Seré desde ahora un hombre feliz hasta la eternidad, y me mantendré en la presencia de mi Padre; no abandonaré Su casa nunca más, porque en ella he hallado tanta, tanta preciosidad en ser un hijo de Dios.´

´¿Cuál es su secreto para servir a Dios? le preguntó alguien en una ocasión a Müller.
´Hubo un día en el cual yo morí, literalmente morí´, contestó él, y a medida que fue hablando se fue encorvando más y más hasta casi rozar el suelo, ´muerto para el mundo, sus felicitaciones o censuras –muerto para la aprobación o la vergüenza aun hasta de mis hermanos y amigos– y desde entonces, llevo estudiando para presentarme aprobado sólo ante Dios´.

En el transcurso de ese verano, Müller se convenció de que debía tomarse unas cuantas semanas de descanso en Bishopteigton en Devon.
´¿Qué es lo que tendré oportunidad de hacer aquí para el Señor´ preguntó en la misma tarde de su llegada.
´Pero si es que estás continuamente trabajando, ¿no es este un viaje de descanso?´
´Es que ahora que me encuentro más libre de mis ocupaciones habituales´, replicó prontamente Müller, ´debo ocuparme de alguna otra manera para servir al Señor; glorificarle a Él es lo que tiene por objetivo mi vida´,

Así, pues, se arreglaron en un abrir y cerraron de ojos los detalles necesarios para que se diesen las reuniones que no estaban previstas en Bishopteigton y en Teignmouth.

Müller regresó a Bristol; las hojas en Ashley Hill se volvieron doradas, y después cayeron. El verano dio paso al invierno. En su habitación del Núm. 3, Müller continuó con su obra y con las oraciones; a medida que el invierno iba siendo más frío, él se aventuró varias veces a ir a predicar en Bristol. Un día de la semana por la tarde en ese mismo invierno, se juntó una multitud para escucharle en la Capilla de la Calle del Antiguo Mercado, se corrió la voz de que, cuando estaba hablando, parecía que estaba lleno del espíritu santo.

´Mi texto´ dijo él, ´está en Lamentaciones 3:22-23 “Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana, grande es tu fidelidad.”
´Aunque todas las cosas vayan mal´, dijo él casi al final de su discurso: ´el precioso Jesús  Amigo nuestro es “el mismo ayer, y hoy, y por toda la eternidad”. Lo mismo que él era hace millones de años atrás, es él ahora. El mismo ser que caminaba por Judea, Samaria y Galilea. Es él ahora – su corazón  está lleno de ternura, de amor a Dios, de compasión.

´Aunque seas el más grande, el más antiguo, el más ardiente pecador, aunque hayas cometido pecados una, y otra, y otra vez, abiertamente y con conocimiento, si en este momento te pones en las manos de Cristo, tú serás por sus méritos perdonado, puesto que hay poder en la sangre de Cristo que quita de encima los más grandes pecados.

´Simplemente saber esto no trae felicidad - no una real, verdadera felicidad. Yo sé hablar nueve idiomas, y con todo eso yo hubiera ido de cabeza al infierno si no hubiese conocido a Cristo, Cristo, Cristo. ¡Oh! ¡Qué gran bendición es ser un discípulo del Señor Jesús!

´Yo soy un anciano feliz; ¡si, de hecho, soy un anciano muy feliz! Yo me paseo de un lado a otro de mi habitación, y me digo: “Señor Jesús, yo no estoy solo, porque tú siempre estás conmigo. He visto morir a mis esposas y a mi hija, pero tú has permanecido. ¡Nunca me sentí solitario ni desolado contigo y con tu sonrisa, que es mejor que la vida en sí misma!”´

El domingo por la mañana del 6 de marzo de 1898: la suave brisa marítima sobre el estuario del Avon parecía un poco menos fría; los residentes de Clifton observaban las señales de aproximación de la primavera. En la Capilla de Alma Road, los que llegaron más tarde al servicio de la mañana, se dieron cuenta rápidamente: el más respetable y distinguido ciudadano de Bristol se encontraba presente. Esperaron fervientemente que participase. Y fue lo que hizo. Poco antes del tiempo en que habitualmente se hacía el “partimiento del pan”, el anciano se levantó muy firme sobre sus pies.

´ ¿Podríamos leer en Isaías, capítulo seis?´

Él leyó el capítulo y después le pidió a la congregación que fuesen con él al Evangelio de Juan 12:37-41.

”Isaías dijo eso porque él se identificaba con Jesús´ hablaba acerca de su gloria y sobre él.” ´Este último versículo´, dijo Müller: ´asienta todo el asunto, de que lo que leímos en Isaías todo se refiere o tiene que ver con la gloria de nuestro adorable Señor Jesucristo. En el  resto del sagrado testimonio, no nos encontramos con una sola porción que hable más claramente de Su majestad y gloria. Vamos a leerlo de nuevo, versículo por versículo, en referencia a nuestro precioso y adorable Señor Jesús´

En su propio e inimitable estilo, Müller volvió entonces a leer el pasaje nuevamente, poniendo en claro, concisos comentarios en cada uno de los versículos: sacando lecciones donde había lecciones que sacar, pero nunca imponiendo en el texto significados ininteligibles.

´¡Oh cuán maravillosamente,´ concluyó él, ´¡cuán misericordiosamente, cuán tiernamente, cuán graciosamente nos ha tratado el Señor en Cristo Jesús! Y todo lo que ha hecho y está haciendo, será fiel para perfeccionarlo en nosotros hasta que acabe por fin este peregrinaje terrenal – Él nunca nos abandonará ni se olvidará de nosotros, y un poquito más, y entonces nos recogerá en nuestro hogar para estar siempre con él y con el Padre.- ¡Oh cuán brillante es el glorioso panorama que nosotros los pobres, miserables pecadores tenemos a través de la fe en Cristo Jesús! Y que al final seamos recogidos a casa por toda la eternidad para estar siempre con el Señor, y ver cara a cara Aquel amado que entregó su vida por nosotros, permitiéndosenos besar sus pies, ¡permitiéndosenos besar sus manos! ¡Oh cuan brillante es la panorámica que nos aguarda!´

Müller se sentó. El pan fue partido y repartido, reverentemente, de uno a otro. El vino purificado y bebido – el perfecto sacrificio recordado, una vez más.

Müller pasó la tarde con uno de sus más próximos amigos, Benjamín Perry.
´Sabe usted´ le dijo Müller a Perry con una sonrisa, ´una semana o dos atrás me fui a visitar dos amigos, los dos tienen unos ocho o diez años menos que yo, pero ambos se encuentran incapacitados de participar en la obra del Señor. ¡Yo me vine sintiendo que era más joven en comparación! ¡Oh cuan bondadoso y generoso ha sido conmigo mi Señor! En mis noventa y tres años todavía no tengo reumatismo, ni un achaque o dolor, y todavía puedo realizar mi trabajo habitual en los Hogares de los niños con la misma fuerza que la que tenía setenta años atrás.´

Y así se mantuvo. Al día siguiente, lunes, él se encontraba en su despacho una vez más en el Núm. 3 trabajando como habitualmente. Por la tarde salió para ir a Bethesda y asistir a la reunión de oración; posteriormente, el Sr. Fred Bergin le presentó dos amigos que acababan de llegar de Barnstaple.
´Le traigo saludos de Robert Chapman´, le dijo uno de ellos a Müller.

´El querido Sr. Chapman´, dijo Müller, ´dele de mi parte un gran abrazo; él es el amigo más antiguo que yo tengo.´

Los dos hombres habían disfrutado de una próxima amistad durante sesenta y ocho años.
El martes, Müller trabajó como habitualmente. El miércoles por la mañana le dijo a James Wright:
´Cuando me levanté esta mañana me sentí débil y tuve que reposar tres veces mientras me vestía.´
‘¿Crees que debes desde ahora tener contigo en tu cuarto un ayudante que te ayude a vestirte en el futuro?´ le preguntó Wright.
´Pasado mañana´, dijo Müller.
Posteriormente en ese mismo día le dijo a Wright:
´Ya me siento bien de nuevo´.
Por la tarde, dirigió como de costumbre la reunión de oraciones en el Núm. 3 y concluyó cantando el himno: ´Dulce cantar del Pastor que murió´. Se regocijó cantando la última estrofa:

Dulce cantar de tal signo de amor,
No hay otro que nuestras lenguas puedan pronunciar;
Pero aun mejor será conocido su amor
En las gloriosas lucientes regiones celestiales de gozo y placer.

Müller dijo: ´Buenas noches´ a James Wright y comenzó a subir las escaleras hasta su habitación.
Poco tiempo después, pero no sabiendo que se encontraba enfrente a él, una joven estudiante para profesora que vivía entonces en el Núm. 3 corría por las escaleras arriba cantando ´Yo no sabía lo que me esperaba, Dios veló amorosamente mis ojos´.

Cuando llegó al primer descansillo, se dio cuenta de que había una figura entre las sombras en pie y muy quieto, era Müller.

Él aguardó hasta que llegase a él y le extendiese su mano.

´Me agrada muchísimo verte tan feliz´, dijo él, ´pero no debes correr así por las escaleras arriba, saltando de dos en dos los peldaños, porque puedes dañarte. Buenas noches.´

Müller se retiró a su habitación. Desde hacía un cierto tiempo, había tenido por hábito tomarse algo para cenar en la noche, y como era habitual alguien en esa noche, le había dejado un vaso de leche y un bizcocho en su mesa de vestir, en el caso de que precisase de ellos.

A la mañana siguiente se despertó entre las cinco y las seis de la mañana. Se levantó y se paseó por su habitación dando vueltas alrededor de su mesa.

Y entonces, en un instante, aquella panorámica de la cual había él hablado justo cuatro días antes, se convirtió –para él– en una gloriosa realidad. George Müller fue a encontrase cara a cara con su amado Único y Especial.

   

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