PRECIOSA PANORÁMICA - CAP. 24 DE "DELEITATE EN DIOS" Una Biografia de George Mueller
Tenemos el gozo de
compartir de nuevo con ustedes el capítulo 24 del libro “Deléitate en Dios” Una Biografia de George Müller, Por Roger Steer.
Es muy difícil plasmar con palabras el regalo tan precioso que ha sido para Juan
Luis Molina y para mí el bellísimo testimonio de éste hombre de Dios que vivió para dar gloria y honor a nuestro amado Padre Celestial. George Muller llevó a cabo una asombrosa obra guiado por Dios, al cuidar de aproximadamente 10 000 niños huérfanos en Inglaterra en medio de condiciones económicas muy duras y una crisis social terrible. Él jamás pidió un centavo a nadie para sustentar su labor, su sustento fue únicamente el Dios vivo y verdadero. Este capítulo en particular, describe el final de su vida: el gozo
y la plenitud que había en la vida de George Müller por la presencia de su Dios
y su Salvador en su corazón. ¡Ojalá lo disfruten! El libro completo está
disponible en nuestra sección de libros.
¡Dios los bendiga!
Con amor en Cristo,
Claudia Juárez Garbalena
DELEÍTATE
EN DIOS
Una
Biografía de George Müller
Por Roger
Steer
TRADUCCIÓN
ESPAÑOLA – Juan Luis Molina
Con la colaboración de Claudia Juárez Garbalena
24
Preciosa Panorámica
A principios del verano de 1897,
Charles Parson visitó a Müller en su despacho del Hogar Núm. 3. Müller le
recibió con un cordial saludo y un apretón de manos.
´Sea usted bienvenido a esta casa´,
dijo él.
“Usted siempre encontró fiel al
Señor en Sus promesas, ¿verdad, señor Müller?”
“¡Siempre! contestó Müller ¡Él nunca me decepcionó o defraudó! En todos
estos cerca de setenta años, siempre ha suplido cada una de las necesidades de
esta obra. Los huérfanos, desde que comenzó la obra hasta hoy, suman nueve mil
quinientos, y a ninguno le faltó nunca una comida saludable en su plato.
¡Jamás! En centenas de ocasiones, comenzamos el día sin un centavo, pero
nuestro Padre Celestial siempre se las ingeniaba para suplirnos todo lo
necesario a cada momento. Nunca nos faltó el sustento. Nunca hubo ni una sola
vez que faltase alimento en el plato de cada uno. Durante todos estos años, lo
único que he hecho ha sido confiar en Dios, en el Dios Viviente, y en Él
solamente. En respuesta a mis oraciones me han sido enviados un millón cuatrocientas
mil libras. Hemos precisado el total de cincuenta mil libras en un solo año, y
todo nos ha sido suplido por año y hemos
ido recibiendo las cantidades, en el exacto momento que precisábamos.
´No hay ni un solo hombre que
pueda decir que yo le haya pedido un céntimo. No tenemos comités, ni
recaudadores, ni votaciones, ni patrocinadores. Todo nos ha llegado en respuesta a las oraciones de fe. Mi
confianza está puesta en el Dios Vivo solamente. Él es quien tiene muchas
maneras de tocar los corazones de los hombres del mundo para que nos socorran.
Si yo me mantengo orando, Él le dice a éste o a aquel, en este continente o en
algún otro, que nos envíe dinero. Sin ir más lejos, en la tarde de ayer,
mientras estaba predicando, un caballero me llenó un cheque con una buena
cantidad de dinero para los huérfanos y me lo entregó en mano cuando acabó el
servicio´.
´He leído su vida, señor Müller,
y he observado que algunas veces, su fe ha soportado duras pruebas. ¿Le sucede
lo mismo hoy en día?´
“Mi fe está siendo puesta a prueba como nunca antes, y mis dificultades
son mayores que nunca. Además de las responsabilidades financieras que
tenemos, hay ayudas puntuales que tienen que aparecer constantemente, y lugares
adecuados para acoger centenas de huérfanos que salen de nuestras
instalaciones. Es muy común que nuestras cuentas estén tocando fondo. La última
semana, por poner un ejemplo, hemos estado con las despensas casi vacías. Reuní
a mis amados colaboradores y les dije, “! Oren, hermanos, oren!” E inmediatamente
nos fueron enviadas cien libras, después doscientas más, y pocos días más tarde
recibimos otras quinientas. Pero siempre tenemos que orar, y siempre con
creencia. ¡Oh! Qué hermoso es confiar en el Dios Vivo, pues Él ha dicho: “nunca te dejaré, nunca te desampararé”
(Hebreos 13:5). Espera con hambre grandes cosas de Dios, y grandes cosas
obtendrás. ¡La capacidad de Dios no tiene límites! ¡Alabado sea por siempre Su glorioso Nombre! ¡Alabado sea en todas las
cosas! Yo lo he alabado muchas veces cuando me envía diez peniques, y lo he
alabado cuando me ha enviado doce mil libras.”
‘¿Supongo que nunca habrá pensado
en ahorrar algún dinero?´
´Si lo hubiese hecho, habría sido
un acto bastante necio´, respondió Müller con gran énfasis. ´¿Cómo podría orar
yo, si tuviese conmigo disponible dinero ahorrado? Si lo hiciese, me diría
Dios: “¡saca ese dinero, dispón de esos ahorros, George Müller! ¡Oh no! Nunca
me pasaría por la cabeza hacer tal cosa. Nuestros ahorros se encuentran en los
Lugares Celestiales. Dios, el Dios Viviente es nuestra suficiencia. He confiado en Él por un dólar, y he
confiado en Él por miles de dólares, y nunca ha defraudado mi confianza. “Bendito sea el hombre que en Él confía”
(Salmos 34:8).
´Entonces, ¿a usted nunca le pasó
por la cabeza pensar en quedarse con algo para sí mismo?
Charles Parson nunca se olvidó de
la forma tan digna en que Müller contestó a esta pregunta. Hasta ese instante, Müller
había permanecido sentado frente a él con sus manos reposadas y sus ojos
mirando serenamente, calmos y penetrantes. ´ Había
mucho de grandeza y majestad en aquella mirada tan cristalina y pura,´ anotó
Parson, ´tan acostumbrada como estaba a las visiones espirituales y a mirar en
los asuntos más profundos de Dios.´ Parson nunca supo bien si su pregunta le
pareció sórdida a Müller, o si tocó con ella una vieja herida del “viejo
hombre” de Müller. En todo caso, la
pregunta pareció alterar todo su ser.
Después de una breve pausa,
durante la cual ´su rostro parecía un sermón´ y ´la profundidad de sus claros
ojos brillaban iluminados´, Müller desabrochó su abrigo y sacó de su bolsillo
un antiguo monedero con unos aros para separar las monedas por su valor. Y
poniéndolo sobre mi mano dijo tranquilamente:
´Todo lo que poseo se encuentra
en ese monedero – ¡cada penique! ¿Lo guardo en beneficio propio? ¡Jamás! Cuando
se me envía dinero para mi uso personal, lo reencamino a Dios. Más de mil
libras me han sido enviadas de una sola vez; pero jamás he pensado que esos
donativos me perteneciesen a mí; le
pertenecen a Él, de Quien soy y a
Quien sirvo. ¡¿En beneficio propio?! Nunca procuré nada; eso sería deshonrar a
mi amoroso, elegante y todo bondadoso Padre.´´
Parson le devolvió en su mano el monedero a
señor Müller, y éste le dijo la cantidad que contenía.
“¿Cuánto tiempo pasa usted de
rodillas´?
´Más o menos el día entero´
respondió Müller. ´Yo vivo en el espíritu
de la oración; oro cuando camino, cuando caigo, y cuando me levanto. Y la
respuesta siempre viene en camino. Miles y decenas de miles de veces han
sido respondidas mis oraciones. Una vez que estoy persuadido de que algo está
de acuerdo a Su Voluntad y es para la gloria de Dios, me pongo a orar hasta que
recibo la respuesta. “¡George Müller nunca desiste!”´.
Müller se levantó de su asiento y se paseaba
alrededor de la mesa.
´Miles de almas han sido salvas en respuesta a las oraciones de George Müller.
¡Él se reunirá, si, con decenas de millares de ellas en el Cielo!
Se hizo una pausa. Parson no dijo nada.
´Lo más importante de todo´, continuó
Müller, es no desistir nunca hasta que se obtiene la respuesta. Yo me he
mantenido orando durante cincuenta y dos años cada día por dos hombres, hijos de un amigo de mi juventud.
Todavía no han sido convertidos, ¡pero lo
serán algún día sin duda! ¿Cómo podría ser de otra manera? Está de por
medio una promesa de Jehová inmutable, y en ella me recuesto y descanso. El
gran error que se comete entre los hijos de Dios es que no perseveran en la oración; no se mantienen
orando; no son persistentes. Si desean darle la gloria a Dios en todas las
cosas, deberían permanecer orando hasta que lo consigan. ¡Oh!, ¡cuán bueno,
amable, elegante y condescendiente es Aquel con quien tenemos que tratar! ¡Él
me ha ofrecido, sin yo merecerlo, muchísimo más de lo que pedía o entendía! Yo
no soy más que un pobre ser, fracasado y hombre pecador, sin embargo Él ha oído
mis oraciones decenas de miles de veces y he sido instrumento Suyo para traer a
decenas de miles de almas al camino de la verdad. Y digo diez miles así en éste,
como en otros países. Estos miserables labios han proclamado la salvación a
grandes multitudes, y muchísimas personas han creído para la vida eterna.´
´No puedo dejar de notar la forma como habla
de sí mismo´ dijo Parson.
´Hay solamente una cosa que
George Müller merece, ¡y es el Infierno! Te digo, hermano mío, que es la única
cosa que merezco. Yo soy de hecho un hombre perdido por naturaleza, y salvo por
la gracia de Dios. Aunque por naturaleza sea pecador, no vivo en pecado.
Detesto el pecado; lo detesto cada vez más y más; y amo la santidad, si, cada
vez amo más la santidad.”
´Supongo que, a través de todos
estos años trabajando para Dios, se ha debido encontrar con muchas
circunstancias adversas que lo hayan desmotivado, ¿no es así?´
´He hallado muchas circunstancias
desalentadoras´, respondió Müller, ´pero siempre he mantenido y puesto mi
confianza en Dios. ¡En las palabras de las promesas de Jehová ha descansado mi
alma! Oh, qué bueno es confiar en Él; ¡Su Palabra nunca vuelve vacía! “Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las
fuerzas al que no tiene ningunas” (Isaías 40:29). Este principio también se
aplica a mi ministerio público. Hace sesenta años prediqué un pobre, seco y
estéril sermón que no me dejó satisfecho y, como me imaginé, tampoco confortó a
otros. Pero mucho tiempo después escuché diecinueve casos distintos acerca de
las bendiciones resultantes de aquel sermón.´
Müller fue a buscar en otra sala
una copia de su biografía, y le hizo una dedicatoria en su portada para Parson.
En su ausencia, Parson tuvo la
oportunidad de echar un vistazo a su despacho. El mobiliario era de lo más
sencillo y práctico; sobre la mesa había una Biblia abierta de buena tipografía
sin notas o referencias. Esta entonces, pensó Parson, es la morada del hombre más grande, espiritualmente,
de los tiempos actuales –un hombre levantado con el especial cometido de
mostrarle a un mundo frio, calculador, y egoísta, la realidad de los asuntos de
Dios y para enseñarle a la iglesia lo victoriosa que puede ser, si tan solo es
lo suficientemente sabia para aferrarse al brazo omnipotente de Dios.
Solamente en una ocasión de todo
el tiempo que Parson estuvo con Müller, alguien llamó a la puerta. Müller la
abrió, y uno de los huérfanos apareció de pie – una niña muy bien peinada.
´¡Querida mía!´ le dijo Müller.
´en este momento no te puedo atender. Espera un poco, e iré a verte.
En ese verano, Müller contaba con noventa y
dos años de edad, y también se celebraba el Jubileo de Diamante del largo
reinado de la Reina Victoria. El día dieciséis de junio, llegó un donativo de
cincuenta libras a Ashley Down del Alcalde de Bristol. En la nota que
acompañaba el donativo decía: Proveniente del Fondo de la Ciudad en Jubileo,
con el propósito de abastecer medios para los huérfanos, en conmemoración del
sesenta aniversario del feliz y próspero reinado de Su Graciosa Majestad la
Reina.´ Müller se gastó el dinero ofreciéndoles un viaje a los niños de los
cinco Hogares al Zoológico de Clifton. Nos cuenta que los niños disfrutaron
muchísimo esta visita: ´Además de inspeccionar la interesante e instructiva
colección de animales, a los niños les ofrecieron té y abundantes adecuadas
provisiones.´
El día 20 de junio de 1897, era
el domingo de Jubileo, y Müller rompió su regla impuesta recientemente, y
predicó un sermón en el servicio por la tarde en Bethesda. ¡Cuán atentamente la
gran congregación observaba la alta y erecta figura subiendo las escaleras del
púlpito y dirigiéndose a ellos hablando! Este iba a ser el sermón del hombre
que había fundado su Institución para el Conocimiento de las Escrituras tres
años antes de que la joven princesa llegase a ser Reina, y que había comenzado
a cuidar a treinta niños en la Calle Wilson, catorce años antes de su ascensión
al trono. En los años que habían transcurrido, su nombre llegó a ser una
referencia para la fe a través del mundo; este era el hombre que reclamó en una
carta tanto a la Sociedad Británica como a la Sociedad Extranjera que se tiene
que leer la Biblia bien por encima de cien veces. ¡Este sería el valeroso
sermón que se escuchó!
´Nuestra meditación en esta
tarde´, comenzó él, ´con la ayuda del Señor, se centrará en el pequeño pero
precioso Salmos 23: ´El Señor es mi Pastor; nada me faltará´.
Müller fue exponiendo y aplicando el Salmo
versículo por versículo. Cuando llegó al último versículo dijo:
´Ahora viene el último versículo,
“Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y
en la casa de Jehová moraré por largos días.” Un pobre en una ocasión fue
convidado como huésped en la casa del Rico. Allí fue él y se sintió muy feliz,
se quedó contento. Todo lo que anteriormente había naturalmente deseado su alma
se encontraba en la casa, “me quedaré aquí para siempre, nunca más me iré de
este lugar.” Esto nos muestra lo que los hijos de Dios hallan, cuando ponemos
en todo a Cristo Jesús; no simplemente tenemos que decir: “Mi copa está
rebosando; me encuentro lleno de felicidad.” Sino que además, añadimos: “Esto
es casi más de lo que puedo abarcar. Encuentro todo tan agradable, tan
sumamente agradable y perfecto, en este camino que hay que hay recorrer, que no
puedo escoger otro nunca más. ¡Permaneceré en la casa de mi Padre para siempre!´
´¡Esta es la posición a la que se nos ha traído
como creyentes que somos en Cristo! Si ciertamente andamos de acuerdo a los
caminos del Señor, y verdaderamente llevamos nuestros corazones rendidos a
Dios, este es el resultado que alcanzaremos. Lo encontraremos todo tan
sumamente agradable, tan precioso, incluso comparándolo con esta vida, que no
tendremos ningunas ganas de salirnos de los caminos del Señor. En nuestra
condición natural humana, procuramos momentos de felicidad; pero no alcanzamos esa
felicidad nunca. Nada, sino desilusión es lo que cosechamos, porque después de
unas pocas horas, toda esta felicidad mundana desaparece. Pero en la posición
que se nos ha ofrecido por la fe sola en el Señor Jesucristo, no solo se nos
concedió “momentos felices” durante unos pocos días, o unos cuantos meses, o
unos pocos años, sino por toda la eternidad. Por eso en nuestros corazones
decimos: “Permaneceré en este camino; me siento repleto en este camino; nuca
saldré de esté camino.”
´Y no solamente eso, sino que,
además, en esa felicidad eterna ´la misericordia y el bien me seguirán todos
los días de mi vida”. Seré desde ahora un hombre feliz hasta la eternidad, y me
mantendré en la presencia de mi Padre; no abandonaré Su casa nunca más, porque
en ella he hallado tanta, tanta preciosidad en ser un hijo de Dios.´
´¿Cuál es su secreto para servir
a Dios? le preguntó alguien en una ocasión a Müller.
´Hubo un día en el cual yo morí,
literalmente morí´, contestó él, y a medida que fue hablando se fue encorvando
más y más hasta casi rozar el suelo, ´muerto para el mundo, sus felicitaciones
o censuras –muerto para la aprobación o la vergüenza aun hasta de mis hermanos
y amigos– y desde entonces, llevo estudiando para presentarme aprobado sólo
ante Dios´.
En el transcurso de ese verano, Müller
se convenció de que debía tomarse unas cuantas semanas de descanso en
Bishopteigton en Devon.
´¿Qué es lo que tendré
oportunidad de hacer aquí para el Señor´ preguntó en la misma tarde de su
llegada.
´Pero si es que estás
continuamente trabajando, ¿no es este un viaje de descanso?´
´Es que ahora que me encuentro
más libre de mis ocupaciones habituales´, replicó prontamente Müller, ´debo
ocuparme de alguna otra manera para servir al Señor; glorificarle a Él es lo
que tiene por objetivo mi vida´,
Así, pues, se arreglaron en un
abrir y cerraron de ojos los detalles necesarios para que se diesen las
reuniones que no estaban previstas en Bishopteigton y en Teignmouth.
Müller regresó a Bristol; las
hojas en Ashley Hill se volvieron doradas, y después cayeron. El verano dio
paso al invierno. En su habitación del Núm. 3, Müller continuó con su obra y
con las oraciones; a medida que el invierno iba siendo más frío, él se aventuró
varias veces a ir a predicar en Bristol. Un día de la semana por la tarde en
ese mismo invierno, se juntó una multitud para escucharle en la Capilla de la
Calle del Antiguo Mercado, se corrió la voz de que, cuando estaba hablando,
parecía que estaba lleno del espíritu santo.
´Mi texto´ dijo él, ´está en
Lamentaciones 3:22-23 “Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos,
porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana, grande es tu
fidelidad.”
´Aunque todas las cosas vayan
mal´, dijo él casi al final de su discurso: ´el precioso Jesús Amigo nuestro es “el mismo ayer, y hoy, y por
toda la eternidad”. Lo mismo que él era hace millones de años atrás, es él
ahora. El mismo ser que caminaba por Judea, Samaria y Galilea. Es él ahora – su
corazón está lleno de ternura, de amor a
Dios, de compasión.
´Aunque seas el más grande, el
más antiguo, el más ardiente pecador, aunque hayas cometido pecados una, y
otra, y otra vez, abiertamente y con conocimiento, si en este momento te pones
en las manos de Cristo, tú serás por sus méritos perdonado, puesto que hay
poder en la sangre de Cristo que quita de encima los más grandes pecados.
´Simplemente saber esto no trae
felicidad - no una real, verdadera felicidad. Yo sé hablar nueve idiomas, y con
todo eso yo hubiera ido de cabeza al infierno si no hubiese conocido a Cristo,
Cristo, Cristo. ¡Oh! ¡Qué gran bendición es ser un discípulo del Señor Jesús!
´Yo soy un anciano feliz; ¡si, de
hecho, soy un anciano muy feliz! Yo me paseo de un lado a otro de mi
habitación, y me digo: “Señor Jesús, yo no estoy solo, porque tú siempre estás
conmigo. He visto morir a mis esposas y a mi hija, pero tú has permanecido.
¡Nunca me sentí solitario ni desolado contigo y con tu sonrisa, que es mejor
que la vida en sí misma!”´
El domingo por la mañana del 6 de
marzo de 1898: la suave brisa marítima sobre el estuario del Avon parecía un
poco menos fría; los residentes de Clifton observaban las señales de aproximación
de la primavera. En la Capilla de Alma Road, los que llegaron más tarde al
servicio de la mañana, se dieron cuenta rápidamente: el más respetable y
distinguido ciudadano de Bristol se encontraba presente. Esperaron fervientemente
que participase. Y fue lo que hizo. Poco antes del tiempo en que habitualmente
se hacía el “partimiento del pan”, el anciano se levantó muy firme sobre sus
pies.
´ ¿Podríamos leer en Isaías,
capítulo seis?´
Él leyó el capítulo y después le
pidió a la congregación que fuesen con él al Evangelio de Juan 12:37-41.
”Isaías dijo eso porque él se
identificaba con Jesús´ hablaba acerca de su gloria y sobre él.” ´Este último
versículo´, dijo Müller: ´asienta todo el asunto, de que lo que leímos en
Isaías todo se refiere o tiene que ver con la gloria de nuestro adorable Señor
Jesucristo. En el resto del sagrado
testimonio, no nos encontramos con una sola porción que hable más claramente de
Su majestad y gloria. Vamos a leerlo de nuevo, versículo por versículo, en
referencia a nuestro precioso y adorable Señor Jesús´
En su propio e inimitable estilo,
Müller volvió entonces a leer el pasaje nuevamente, poniendo en claro, concisos
comentarios en cada uno de los versículos: sacando lecciones donde había
lecciones que sacar, pero nunca imponiendo en el texto significados
ininteligibles.
´¡Oh cuán maravillosamente,´
concluyó él, ´¡cuán misericordiosamente, cuán tiernamente, cuán graciosamente
nos ha tratado el Señor en Cristo Jesús! Y todo lo que ha hecho y está
haciendo, será fiel para perfeccionarlo en nosotros hasta que acabe por fin
este peregrinaje terrenal – Él nunca nos abandonará ni se olvidará de nosotros,
y un poquito más, y entonces nos recogerá en nuestro hogar para estar siempre
con él y con el Padre.- ¡Oh cuán brillante es el glorioso panorama que nosotros
los pobres, miserables pecadores tenemos a través de la fe en Cristo Jesús! Y
que al final seamos recogidos a casa por toda la eternidad para estar siempre
con el Señor, y ver cara a cara Aquel amado que entregó su vida por nosotros,
permitiéndosenos besar sus pies, ¡permitiéndosenos besar sus manos! ¡Oh cuan
brillante es la panorámica que nos aguarda!´
Müller se sentó. El pan fue
partido y repartido, reverentemente, de uno a otro. El vino purificado y bebido
– el perfecto sacrificio recordado, una vez más.
Müller pasó la tarde con uno de
sus más próximos amigos, Benjamín Perry.
´Sabe usted´ le dijo Müller a
Perry con una sonrisa, ´una semana o dos atrás me fui a visitar dos amigos, los
dos tienen unos ocho o diez años menos que yo, pero ambos se encuentran
incapacitados de participar en la obra del Señor. ¡Yo me vine sintiendo que era
más joven en comparación! ¡Oh cuan bondadoso y generoso ha sido conmigo mi
Señor! En mis noventa y tres años todavía no tengo reumatismo, ni un achaque o
dolor, y todavía puedo realizar mi trabajo habitual en los Hogares de los niños
con la misma fuerza que la que tenía setenta años atrás.´
Y así se mantuvo. Al día
siguiente, lunes, él se encontraba en su despacho una vez más en el Núm. 3
trabajando como habitualmente. Por la tarde salió para ir a Bethesda y asistir
a la reunión de oración; posteriormente, el Sr. Fred Bergin le presentó dos
amigos que acababan de llegar de Barnstaple.
´Le traigo saludos de Robert
Chapman´, le dijo uno de ellos a Müller.
´El querido Sr. Chapman´, dijo Müller,
´dele de mi parte un gran abrazo; él es el amigo más antiguo que yo tengo.´
Los dos hombres habían disfrutado
de una próxima amistad durante sesenta y ocho años.
El martes, Müller trabajó como
habitualmente. El miércoles por la mañana le dijo a James Wright:
´Cuando me levanté esta mañana me
sentí débil y tuve que reposar tres veces mientras me vestía.´
‘¿Crees que debes desde ahora
tener contigo en tu cuarto un ayudante que te ayude a vestirte en el futuro?´
le preguntó Wright.
´Pasado mañana´, dijo Müller.
Posteriormente en ese mismo día
le dijo a Wright:
´Ya me siento bien de nuevo´.
Por la tarde, dirigió como de
costumbre la reunión de oraciones en el Núm. 3 y concluyó cantando el himno:
´Dulce cantar del Pastor que murió´. Se regocijó cantando la última estrofa:
Dulce cantar de tal signo de
amor,
No hay otro que nuestras lenguas
puedan pronunciar;
Pero aun mejor será conocido su
amor
En las gloriosas lucientes
regiones celestiales de gozo y placer.
Müller dijo: ´Buenas noches´ a
James Wright y comenzó a subir las escaleras hasta su habitación.
Poco tiempo después, pero no
sabiendo que se encontraba enfrente a él, una joven estudiante para profesora
que vivía entonces en el Núm. 3 corría por las escaleras arriba cantando ´Yo no
sabía lo que me esperaba, Dios veló amorosamente mis ojos´.
Cuando llegó al primer
descansillo, se dio cuenta de que había una figura entre las sombras en pie y
muy quieto, era Müller.
Él aguardó hasta que llegase a él
y le extendiese su mano.
´Me agrada muchísimo verte tan
feliz´, dijo él, ´pero no debes correr así por las escaleras arriba, saltando
de dos en dos los peldaños, porque puedes dañarte. Buenas noches.´
Müller se retiró a su habitación.
Desde hacía un cierto tiempo, había tenido por hábito tomarse algo para cenar
en la noche, y como era habitual alguien en esa noche, le había dejado un vaso
de leche y un bizcocho en su mesa de vestir, en el caso de que precisase de
ellos.
A la mañana siguiente se despertó
entre las cinco y las seis de la mañana. Se levantó y se paseó por su
habitación dando vueltas alrededor de su mesa.
Y entonces, en un instante,
aquella panorámica de la cual había él
hablado justo cuatro días antes, se convirtió –para él– en una gloriosa
realidad. George Müller fue a encontrase cara a cara con su amado Único y
Especial.
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