DARSE POR VENCIDO PARA SER VENCEDOR. Por Juan Luis Molina
CARTAS ENTRE CREYENTES
From: juanluis.molina
To: mirasoloadios@live.com
Subject: Darse por vencido para ser vencedor
Date: Fri, 27 Sep 2013
......pues
mirad hermanos, que no escogió Dios a muchos sabios y entendidos
entre vosotros, sino que lo necio del mundo escogió Dios....para
avergonzar a los sabios.
(1ª
Corintios 1:26-27)
No será fácil dejar trasparecer las
ideas en este escrito, que me rondan mis pensamientos. Veo un gran fondo lleno
de colores armoniosos en la confusión de estas visiones que ahora son parte de
mí, pero sé que no podré, por lo menos ahora, ponerlas en claro todavía por
escrito. Es así como el Espíritu nos enseña los asuntos de lo Alto. Muchas
veces, va formando dentro nuestro un escenario compuesto de muchas piezas, como
un puzzle o rompecabezas, hasta que se hace la "sunnesis".
No que haya visto todo Su escenario, con esta enseñanza que me propongo ahora; ¡sino
que “salí corriendo” de la presencia de nuestro Abba Padre para contaros y
dejaros ver lo grande que debe ser todo este cuadro, y espero daros algunas líneas
con lo que llevo viendo de él hasta ahora!
Bien sé que es solo Jehová Quien sabe
muy bien establecer el orden en medio del caos de nuestros pensamientos. Y a mí
me sucede que, viendo en mitad de Sus pinceladas lo grande y hermoso que en mí
está diseñando, no me pude esperar y salgo dando voces de contento. ¡Así salí
corriendo sin saber bien si podré exponeros esta enseñanza tan consoladora que
llevo rondando dentro, deseando que veáis lo que nuestro Abba Padre está
queriéndonos decir!
Así, pues, espero que sea Él, el
propio Jehová y Padre Quien me guíe escribiendo estas líneas ahora, pues ha
supuesto para mí, o mejor dicho, está suponiendo, el mayor consuelo de mi vida
en Cristo desde que renací. Son tan grandes los escenarios que diviso con este
puzzle, que no creo aun ahora que los pueda repetir. Y el Espíritu Santo me
dice lo mismo, la misma cosa que me repite muchas veces desde que se me
apareció Cristo en mi camino..... "no te preocupes mínimamente ni en
absoluto, por dar a conocer lo que YO SOLO te expliqué, porque YO SOY SOLO
Quien a cada uno de Mis hijos le explico....lo mismo que te explico a
ti".
Amadísimo hermano, es cierto y
verdadero que, las mayores sorpresas en la vida del cristiano no se dan cuando
renacemos, sino cuando desesperados después de un cierto tiempo a seguir a
nuestra regeneración de lo alto, ¡nos damos cuenta por fin de lo que nos va
enseñando Dios con Su Espíritu Santo, con Su leche no adulterada por la de los
hombres!
Casi todo, por no decir todo lo que
pensamos antes de aprender directamente de la unción que ahora tenemos, se
derrite o va derritiendo en nosotros; simplemente desaparece a medida que Dios
aparece en la faz del Cristo que nos va transformando.
Pensamos que basta creerle a Dios,
cuando nos dice por Su Espíritu Santo que ya no vivimos nosotros. Eso es lo más
sencillo, porque es cierto que no podemos contradecir lo que nos muestra el
Padre a puerta cerrada con nosotros, en la revelación. Bien palpable se hace
entonces nuestra muerte. Considerarnos muertos después de recibir esa visión,
es lo más fácil que ocurre en nuestras vidas de cristiano. Lo peor viene
después. Muchas veces ahora me digo para mí mismo, a sabiendas de que me
escucha Dios: ¿Quién en su sano juicio, si supiera lo que viene envuelto en la
revelación, se querría volver para el Cielo?
Yo encuentro ahora a Dios en medio de
mi aflicción y no tanto en el gozo. Encuentro también que mi enemigo, el más
feroz y encarnizado que me asedia, nos es el que habita fuera y está lleno de
maldad en las regiones celestes, sino uno que estaba oculto y agazapado dentro,
en el interior más oscuro de mi propio corazón. Este enemigo es bien más penoso
de soportar que el del aire. Bien mayor de lo que juzgué siempre. Fíjate
bien, ante aquel enemigo invisible y del aire ya de tiempo me abrió los
ojos Cristo, y me mostró que, por muy fiero que parezca, muchos más son los que
están con nosotros...que los que están de su parte. La serpiente se vuelve un
gusano inmundo delante de nuestro Cristo. ¡Pero sin embargo, el enemigo de
entre puertas adentro nuestro se engrandece, se hace mayor y no menor como yo juzgaba
y enseñé en la Iglesia, cuando aparece Cristo en nosotros, y se niega
rotundamente a toda hora a hacer la voluntad de Dios!
Fíjate bien amadísimo hermano, cuando
alguno es hallado por Dios por primera vez y se sabe que ha sido salvo,
generalmente, se dedica a edificar un muro mental que le sirva de ciudadela, un
castillo lleno de almenas que nos parecen inultrapasables; y lo hacemos con el
objetivo quimérico de esconder y guardar a Dios dentro nuestro, pensando que
así seremos purificados. Levantamos entonces confiados defensas que nos parecen
resistentes a nuestros propios ojos, para que nos libren de los asedios de
fuera y poder así librar las batallas desde ahora para el Rey que ahora se halla
con nosotros. ¿Si Dios es por nosotros, quién contra nosotros? Así
juzgamos que será nuestra bendita vida cristiana llena de victorias y coronas
de laureles. Nos convencemos que, a partir de ese momento, con Cristo
dentro nuestro y considerándonos ya muertos nosotros, serán nuestros muros un
baluarte firme con nuestro Dios, resistiendo nosotros como héroes a todas las
pruebas que nos quiera presentar el maligno desde fuera.
Pero lo que difícilmente queremos ver
y nunca confesamos a nuestros hermanos, lo que no se imagina el creyente,
construyendo sus muros de piedra que él juzga agradable a Dios, es que dejó
dentro de esas paredes que levanta un enemigo bien peor que el de fuera. El
Apóstol dice también, después de levantar esos muros: pero hallé
en mis miembros una ley que se rebela contra la ley de Dios. Aquí
tenemos la misma sorpresa que referí al principio, en la vida del propio
apóstol. Si la encontró, si halló esa ley en cierto tiempo, es porque no sabía
que la tenía consigo. Igual nos sucede a nosotros.
Es cierto, todos hemos hecho lo
mismo, y, cuando los muros de esa ciudad defendida han sido erguidos, cuando
pensamos que la paz y seguridad reinarían en nuestro interior por toda la
eternidad, entonces, ¡oh Dios mío! ¡Qué deprimente descubierta nos
aparece entonces! Porque así nos damos cuenta de que había aquel enemigo espía
dentro de los muros, y no solo fuera. ¡Sorratero, fingido, agazapado y
maquillado de una aparente piedad! Pero no queremos confesar que es un enemigo
que se hallaba dentro de puertas, escondido y semidormido en el interior
nuestro, y no de fuera. Vendido al pecado y en servicio del gran Enemigo de
Dios. Por eso mismo nos llevábamos todo el tiempo volcando la culpa en los "dardos
encendidos" que nos enviaba él de fuera, el Gusano Mor.
Pero así acabamos siempre sin
entender nada, y la derrota es mucho más palpable que la victoria, y acabamos
juzgando que no sabemos nada, y que ya sabremos todas las cosas cuando vuelva
el Amado. ¡Oh Dios mío! que gran confusión es todo esto entonces. ¡Y es verdad,
muchos se van a dormir sin resolver este gran conflicto!
Dentro nuestro, y no de fuera, repito
señalándolo, se halla el peor de los enemigos. Es del corazón nuestro que
sale el peor de nuestros enemigos, tanto nuestro como de Dios. Bien perdimos
nuestro tiempo cuando nos convencimos que el enemigo se hallaba fuera de
nuestros muros y no sabíamos esta durísima realidad. Bien perdimos nuestro
esfuerzo intentando edificar nuestro castillo. Hermano mío, esta descubierta y
cruda y dura revelación es tal vez la peor experiencia que atravesemos los
cristianos. Y lo que es peor, no decrece ni mengua la fuerza y el poder de este
enemigo de Dios cuando Cristo vive Su vida por nosotros, como nosotros
pensamos, sino que, a medida que realizamos, vemos y palpamos a Cristo dentro
nuestro, este enemigo se engrandece y va en aumento y supone sin duda alguna el
mayor obstáculo para nosotros, aunque no para Dios. Pero aquí se halla un
misterio: ¡Dios lo permite y lo deja engrandecerse sobre nosotros, y, cuando no
entendemos Su propósito, anulando esta fuerza animal, terrenal y diabólica en
nosotros, es porque tiene con él muchas cosas que enseñarnos!
Nada de esto se nos enseña en la
Iglesia, lo cual hace más necesaria nuestra total dependencia del Padre, para
que nos lo explique a Sus santos ignorantes. ¡Nada de esto hemos oído antes,
aunque está escrito en letras gravadas a oro y a fuego! - HAY UN GRAN
CONSUELO ENVUELTO EN MISTERIO DENTRO DE ESTA DOCTRINA. ¡Tal vez sea la mayor de las consolaciones
del cristiano, y por eso mismo el Gusano la intenta quitar de nuestros ojos y
de las enseñanzas de la Iglesia!
Aunque la Iglesia entera me condene y
me excomulgue con las tinieblas eternas, yo ahora grito a voces más gobernado por el Espíritu Santo que endemoniado lo
siguiente:
El error más grande del cristiano es
pensar que se irá mejorando su vida a medida que Dios se vaya manifestando.
Pero la senda del cristiano es una senda hacia abajo primero, y no hacia el
cielo como enseñan los evangelistas.
Yo juzgaba, porque así fui enseñado,
que sería mi vida un mar de rosas cuando Cristo en mi resucitase, y que nada
pararía mi camino al cielo dejándome embalar en algunas manos celestiales...,
pero, sin embargo, lo que me sucedió realmente, y no me avergüenzo de
confesarlo, lo que en mí interior ocurrió, fue una gran decepción, una enorme
monstruosidad mucho más compleja de lo que yo pudiera haberme imaginado. La
palpable evidencia de mi propia caída condición. Ahora, al final de estos
años todos pretendiendo ser sabio, pareciera como si Cristo me hubiese sido
depositado con solo esta única intención: ¡Que Dios escoge al lisiado de ambos
pies, al inútil y al revolcado en el polvo, para hacerlo
eficaz, útil y necesario en Su Cuerpo!
Amadísimos miembros cercanos, hoy
estoy persuadido y sé bien que Dios permite esta gran batalla dentro de mí por
una simple y lógica razón. Cuando cualquiera de nosotros hemos sido tocados por
las cuerdas musicales de Su Amor, caemos en la tentación de querer ser siervos
e instrumentos de honra en la Casa de nuestro Padre Dios, y nos olvidamos
sencillamente de lo mejor. Lo mejor de parte del Padre es que somos Sus hijos
amados a pesar de que seamos los más perdidos pecadores. Sí, es
cierto, es verdad que esto mismo dicen muchos cristianos, es el ABC de una vida
cristiana, pero hay que extenderse, dicen ellos, hay que dejar volar al
espíritu para que nos lleve a Dios donde habitan todas las prosperidades y
cambios del corazón que procuramos. Pero aquí se da la gran contradicción. Así
se olvidan de la primera lección.
Nuestro Dios y Padre no quiere que
nos olvidemos ni un solo instante de esta durísima realidad. La conciencia de
pecado (y no hablo de sentirnos condenados) debe mantenerse constantemente y a
toda hora, cuando Andamos en Cristo con nuestro Dios.
Observa bien esto que te digo, y que
el Espíritu de Cristo dentro tuyo te dé el entendimiento. Para
demostrarle yo al Padre que no se equivocó conmigo en Su elección, yo juzgaba
entonces que le sería agradable a Él, por la mismísima vía que los hombres
intentan agradar a sus amos terrenales, serle útil en mi servicio para Él.
Esto, aunque parezca bueno y agradable para nosotros, no pasa de ser un engaño
de nuestro malvado corazón. Porque nos caemos del todo de la gracia con este
constante pensamiento en nosotros. Y, para hacernos ver la cruda realidad que
nosotros no queremos ver, surge entonces con un pesado mazo de
nuestro propio corazón en toda su poderosa fuerza... nuestra naturaleza de
pecado. Entonces nos quedamos abismados. Bien queremos nosotros hacer el bien,
pero hallamos la misma ley en nuestros miembros que se encontró el apóstol
Pablo: ¡Que el mal se halla dentro de nuestra ciudadela, y no solo
afuera!
Dos caminos podemos emprender
entonces, ahora cuando el Espíritu nos da cuenta de esta durísima realidad:
primeramente maquillamos nuestra verdadera condición de pecadores y
pronunciamos palabras al viento, y nos comportamos como si no existiera mal en
nosotros, o en segundo lugar desesperamos completamente de nosotros mismos y
nos ponemos del todo en las misericordiosas manos del Padre.
La primera elección es la que más
frecuentemente vemos siempre en el seno de la Iglesia, y por eso, comparándonos
con estos hermanos que maquillan su interior, con una aparente piedad dentro de
ellos, nosotros nos sentimos miserables, pero sin confesarlo. ¿No te ha
ocurrido nunca que, entrando en la reunión de creyentes, te hayas sentido
indigno y más pecador que todos los que se hallan a tu alrededor? ¿¡No has
seguido la corriente predominante y confesado con todos, gloria al Señor,
gloria al Señor!? ¿No has salido de allí como si estuvieras completo a los ojos
de los demás, sabiendo en tu interior que saliste mucho más vacío que cuando
entraste? Hermano mío, muchos son los que maquillan esta penosa condición y se
van al sepulcro como si hubiesen sido "buenos cristianos".
Esta humillación nuestra no es falsa
religión, como yo me había imaginado, sino que nace y crece ese sentimiento del
propio Cristo que en nosotros se va formando. Mientras más y más que brille
Cristo por nosotros, ¡más y más veremos de cerca nuestra propia inutilidad!
¿Quién entonces en su sano juicio querrá pasar por esta experiencia?
Pero aunque no se enseñe ni se
predique esta condición del cristiano en la Iglesia lo suficiente, ten por
cierto, ten por seguro me dice Dios, ¡que por ella pasan todos sin excepción!
Lo que ocurre es que, pensando ellos que escondiéndola desaparecerá y me serán
más agradables, lo que realmente sucede es que empodrece dentro de ellos. Se
infecta y se propaga, dentro de una faz fingida que juzgan ellos los protege.
Pero, ¡oh amado del cielo!!!!!!
Cuando ya cansado de esta durísima batalla interior mía, me di por
vencido y no por vencedor, apareció entonces una paz dentro de mí que no
era mía. ¡Un descanso y un reposo que llevo tres días sin dejarme dentro!
Y por añadidura, muchas Escrituras que antes mantenía en mi lucha contra mi
enemigo, sin saber lo cierto del enemigo interior, se comenzaron a ver de
cerca y llenas de colores. Mucho más palpable y eficaces consoladoras me
parecen las Escrituras desde entonces, con mi conciencia de pecado. Cuando
alguno por la gracia divina se sabe renacido, consciente o inconscientemente,
siempre juzga que "algo bueno" había en sí mismo por haber sido de
esa manera escogido por Dios, aunque bien leemos y leemos que Dios nos amó,
pero cuando éramos aun pecadores. Y juzgamos que esto del pecado nuestro es una
idea "menor" y que habiendo conocido la doctrina que me libró,
tenemos muchas otras cosas que aprender dejándola de fuera, pero jamás pensamos
que deberíamos mantener esta condición nuestra con nosotros de aquí en
adelante. En la Iglesia se enseñan dos cosas: o bien unos se centran en la
condenación de su condición de pecadores, y sirven de hazmereír de los
incrédulos; o, se propaga a los cuatro vientos que somos más que vencedores, y
que nuestra vida debe ser un ejemplo de éxitos y conquistas excelentes y
maravillosas, como si el pecado ya no estuviera en nosotros.
Yo, en mi caso particular, tomé
conmigo esta segunda vía, y la conciencia de pecado la tenía escondida sin
dejarla salir. Bien patente en mi interior, y sin modificarse nunca, pero como
me sentía miserable cada vez que la consideraba, la encerraba a siete llaves
dentro de mí y actuaba como si no la tuviera dentro. Ni tan siquiera a Dios se
la presentaba, porque eso sería, según lo que me enseñaron en mi iglesia, una
vergüenza para Dios, pues Dios ya en Cristo me había librado de ella!
No hermano mío, no. ¡No y mil veces
no! Esta conciencia total y absoluta de pecado no debe desaparecer nunca de
nosotros, ni desaparecerá, y nos cabe a nosotros preguntarle al Padre de todos
los espíritus para que sirve, de qué vale esta conciencia tan inútil y destructiva
en nosotros. Y amado hermano, cuando como enfermos desesperados nos dirigimos
al hospital divino, después de mucho sufrir intentando ocultar nuestra
enfermedad, entonces se nos enseña para lo que vale. Y dice la unción del Santo
que vale y sirve y es de... CONFIRMACIÓN. De confirmación verdadera y sana de
que, cuando somos débiles, entonces somos fuertes. De que, aquel que se humilla
delante de Dios, será el único enaltecido. De que, cuando sabemos y dejamos
correr nuestra inutilidad y falta de capacidad, la dependencia total y completa
nuestra del Padre se hace mucho más presente. De que, el amor de Dios resalta
enormemente, cuando tenemos conciencia despierta de nuestra verdadera caída
condición, al recogernos aun así en Sus brazos. Es la vía por la cual Dios, nos
desarraiga toda confianza en la carne: ¡¡¡En la nuestra y en cualquiera de los
hombres!!!
Aquí comenzamos entonces a darle al
Padre Su justo sitio y el que debió tener siempre. Aquí ponemos Su Gloria y
misericordia antes que todo lo demás. Aquí nos anulamos completamente a
nosotros mismos y nos negamos y tomamos nuestra cruz. Aquí descansamos de obras
y servidumbres. ¡¡¡Aquí nos quedamos literalmente como muertos en los brazos de
nuestro Dios, y le permitimos desde entonces que se nos dé a conocer!!!
Y aquí se preguntarán muchos, lo
mismo que me preguntaba yo ¿no será mejor suponernos ya del todo en Cristo, y
vivir como si ya lo hubiéramos recibido todo? ¡No, no, no....y mil veces no!
Eso es lo que yo y muchos nos llevamos haciendo treinta años, y aunque no lo
confesamos, nos sentimos por dentro miserables. Porque son dos vidas distintas
dentro nuestro. Así, de esa manera, negando la evidencia del hombre de pecado
dentro nuestro, nos adentramos en la diabólica "evolución
cristiana", y de manera inconsciente juzgamos que se irá engrandeciendo en
nosotros, sin tener en cuenta nuestro hombre de pecado. Pero exactamente lo
contrario sucede. Primero porque Cristo no puede engrandecerse más en ti, pues
ya viene completo, y segundo porque aquel hombre de pecado se rebela siempre y te
engaña constantemente, convenciéndote siempre de que tienes seguir "haciendo
tu mejor", para que Dios haga Su parte. Este es el demonio que tiene
en sus predicaciones la Iglesia, que tú tienes que "hacer tu
parte", y juzgas que esconder tu naturaleza de pecado es tu
"mejor para Dios", cuando es absolutamente lo contrario. Sin esa
conciencia de inutilidad y de pecado, no podrás ver a Dios ni conocerle. Ese
"concluir" tú Su obra en ti, es confesar como si Dios no lo
hubiese concluido todo, y como si Dios no hiciese en ti todo, así el querer
como el hacer. ¡Así que no, no, no, y mil veces no! Tu mejor es sencillamente
que admitas todo lo que te vaya diciendo Dios, y que no te olvides ni lo dejes
para atrás, como si fueses apto de conocer "cosas más profundas". Y
Dios dice que tú y yo tenemos en nuestros miembros una ley que se rebela contra
la Suya. ¡¡¡Siempre!!!
El engaño de la Iglesia es que te
enseña que ahora debes seguir adelante, y no darle ya más importancia al
"hombre muerto" y te lo demuestran además sus líderes con grandes
testimonios, y señales y maravillas del Cristo que dicen que llevan dentro. ¡Así
que tú te callas la realidad interna tuya y te maquillas cuando vas a la
Iglesia. Pero solo en tu cuarto, encerrado con Dios, te sigues sintiendo del
todo el ser más miserable, y cada vez peor!
Está claro que la otra opción, la de
sentirte miserable confesando tu condición pecadora y llenándote de
condenación, tampoco es la sana doctrina. Las dos cosas son necesarias, dejar
bien presente y consciente tu gran debilidad delante de Dios, y saber que hay
un bálsamo de consolación que no permite jamás que se te condene, es la sana
doctrina. La pesa justa y cabal que a Dios le agrada.
La conciencia de pecado entonces, no
es un dardo del adversario, sino que se te aparece más palpable cada día
para resaltar más y más toda la bondad de Dios, toda Su misericordia, toda Su
insondable sabiduría. ¡Y, a medida que tú te vas viendo como Tu Dios te deja
ver, amado hermano, el gozo y la sanidad entonces van, desde aquí y en
adelante... ¡SIEMPRE EN AUMENTO!
Si deseas recibir nuestras publicaciones directamente en tu dirección de e-mail o contactarnos escríbenos a: mirasoloadios@live.com
La salvación fue consumada por nuestro Señor Jesucristo pero para nosotros se convierte en un proceso de aprender a desprender nuestra vieja naturaleza y damos un paso adelante y dos atrás. Aunque somos conocedores de lo que pasa, solamente hasta que digamos Padre Amado enseñame y ayudame a hacer Tu voluntad, así como los bebés que dependen totalmente de sus padres, habremos aceptado el regalo de la salvación, lo habremos abierto y lo habremos disfrutado. No lucharemos nosotros sino que oraremos al Padre y le diremos: ayudame porque yo no se como afrontar esto pero Tu si. Paciencia hermanos, esto es asi, pero además tenemos la bendita esperanza del retorno de nuestro Señor Jesucristo por nosotros y solamente en ese momento habremos sido liberados de esta carne. Gracias Padre Precioso te damos por Tu voluntad en nuestras vidas, a Ti sea la honra y la gloria, en el poderoso nombre que nos fue dado sobre todo nombre, nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
ResponderEliminar