LA GRAN NUBE DE TESTIGOS (Introducción - 2a. parte). Por E.W. Bullinger
Temas cubiertos:
Reconocimiento por la fe (versículo 3)
La Fe (viene) por Oír
El Oír (viene) por la Palabra de Dios
2. Reconocer por Fe (Vers.3)
Habiendo
dado ya la verdadera definición de Fe, el Apóstol prosigue a darnos ejemplos de
ella; demostrando cómo los hombres de Dios en los días pasados vivieron por la
Fe: es decir, cómo guiaron sus vidas de acuerdo a la Fe.
Aquellos
a quienes él denomina “los antiguos” en
Hebreos 11:2 son como, dice él, la “gran nube de testigos” en Hebreos cap.
12.
El
alcance de todo el pasaje (del cual este capítulo hace parte) es, como ya hemos
visto, una exhortación a la paciencia teniendo en cuenta la gran tribulación
que estos creyentes hebreos atravesaron, y la fidelidad de Dios a Sus promesas
que les hizo.
La
palabra de Dios fue el fundamento de todo lo que ellos esperaban; Su fidelidad
era en lo único que podían reposar.
Pablo
les señaló a sus lectores la gran nube de testigos que habían hecho suceder tan
maravillosos testimonios por el poder de una fe viviente en el Dios Vivo: para
aquellos que dieron testimonio, no solamente en su fidelidad de vida, sino en
su muerte de martirio también.
La
palabra que se ha traducido como “alcanzaron
buen testimonio” en Hebreos 11:2 y Hebreos 11:39, son afines.
En
la del vers.2 es el verbo, y en el 39 es el sustantivo. No hay ni una sola
palabra en el original acerca de “buen”.
El versículo 2 nos dice que por (o a través) de esta Fe (de ellos); o por una fe
como esta, fueron ellos hechos testigos (por Dios), o llegaron a ser testigos
(por Dios), y pasaron a ser denominados, en el cap.12:1, “una nube de testigos”, por la fe en las promesas que habían recibido
de parte de Dios, y creyendo lo que habían “escuchado”.
Ellos
pudieron dar testimonios tan maravillosos; y fueron fortalecidos para soportar,
y conquistar, y para esperar pacientemente por el cumplimiento de las promesas
que habían visto, por la fe “de lejos”.
Por
esto precisamente, “por una fe como ésta”,
es que sus ejemplos fueron tan necesarios, y fueron un tan grande incentivo
y aliento para aquellos a quienes el Apóstol
dirigía la carta. El alcance de toda la sección es (como hemos visto),
una exhortación y un aviso contra la apostasía; y las palabras que
inmediatamente preceden son estas: “Pero
nosotros no somos como los que retroceden, para perdición, sino de los que
tienen fe, para preservación del alma”.
¿Cómo
es esto de “los que tienen fe”? - es
el tema de lo que sigue en el cap.11. La Fe tiene que ver con aquellas cosas
que “no se ven”. Las cosas por las
cuales esperamos “no se ven”, como
está escrito: La esperanza que se ve, no
es esperanza: porque lo que alguien ve,
¿para qué aguardarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo
aguardamos. (Romanos
8:24, 25). Fue a esta paciente espera bajo diversas pruebas a lo que estos
creyentes hebreos fueron exhortados.
La
Fe por tanto es lo contrario a lo que vemos (2ª Corintios 5:7). Esta es la
esencia de todo el capítulo 11. Comienza en el vers.3 con la declaración de que
los acontecimientos que vemos suceder a nuestro alrededor no nacen o tienen
origen de la nada, sino que nacen del hecho de que es Dios Quien gobierna y
decide soberanamente, y que Él es Quien ha preparado y ordenado las edades, los
tiempos y las ocasiones.
La
palabra traducida “universo” no se
emplea del mundo creado, ese sería cosmos,
o proveniente del mundo inhabitado, que es oikoumene;
o proveniente de la tierra trillada y hollada, la cual es ge; pero lo que aquí tenemos en plural es aion, y significa edades,
o dispensaciones. Esta es su más apropiada
traducción. Es por fe que comprendemos y entendemos que los acontecimientos que
vemos desarrollarse a nuestro alrededor no acontecen por casualidad.
Hasta
la propia sabiduría humana lo reconoce y dice que “hay alguna mano por detrás de todo esto que nos lleva a nuestro
destino”; esa mano “no es algo que
puedan ver”; y no es algo que “podamos
juzgar por las apariencias”.
Vemos
a Babilonia en substitución a Israel, a los medo-persas irguiéndose en el lugar
de Babilonia; a los griegos sucediendo a los persas; Roma sucediendo a Grecia.
A los ojos de la humanidad, todas estas cosas se toman meramente como
acontecimientos históricos, pero la Fe puede ver más allá de lo superficial.
Puede entender las cosas que el ojo humano no puede ver. Puede ver las cosas invisibles. Puede ver las “cosas que no se ven”. ¿Cómo? Por “oír”, es decir, “por la palabra de Dios”. Y aquí, observe que la palabra traducida
“palabra” no es Logos (tal como en Salmos 33:6), sino Rhema; es decir, no es la Palabra creativa, sino las palabras
reveladas. Por creer la palabra profética comprendemos el hecho de que estas
edades fueron todas conocidas para Dios, y todas perfectamente ordenadas a, y
por Su Voluntad.
Esta
es la fuerza que tiene la palabra traducida “constituido”
como se puede ver estudiando todas sus ocurrencias. Entonces se verá que, en
ninguna otra parte excepto aquí, se traduce “constituido” mientras que en todas las demás traducciones juntas
muestran que el mejor significado que se le podría haber dado a la palabra en
Hebreos 3 hubiese sido “preparado”, tal
como en los capítulos anteriores (Hebreos 10:5). Así que el sentido del
versículo sería que, aunque así parezca, los eventos que vemos con nuestros
ojos que están sucediendo a nuestro alrededor, no suceden por casualidad, o por
los fenómenos exteriores, como se juzga comúnmente por las apariencias; sino
que están preparados, gobernados o liderados por Dios, que posee, en Su propia
soberana ordenanza, “la dispensación del
cumplimiento de las edades o tiempos” (Efesios 1:10); y ordena todo “de acuerdo al propósito eterno que hizo en
Cristo Jesús nuestro Señor” (Efesios 3:11).
Es
por la Fe en lo que Dios ha revelado en los “dichos
fieles” de la palabra profética, que percibimos y “entendemos” este gran hecho el cual, los superfluos ojos del
hombre mortal, ni ve, ni entiende, e incluso no reconoce.
La
traducción del tercer versículo, de acuerdo a esto, sería la siguiente:
“Por la Fe entendemos (por la palabra de Dios) que
las edades o tiempos fueron de antemano preparados, así que, las cosas que
vemos, tuvieron su origen, de las cosas que no se ven”. Es decir, como hemos visto anteriormente, a medida
que andamos por la Fe y no por la vista, entendemos que no debemos juzgar según
las apariencias, porque en una de sus “palabras”
con más peso, Dios nos ha dicho que Él no
mira lo que mira el hombre, porque el hombre juzga según la apariencia, pero el
Señor mira al corazón” (1ª Samuel 16:7).
Fue
debido a una Fe como esta que los antiguos supieron las cosas no eran lo que
parecían, y por tanto no las juzgaron por lo que sus ojos podían ver.
Aunque
pareciese que el Diluvio se estaba demorado, y que la incredulidad de los demás
pareciese debido a ese retraso, Noé no juzgó las cosas por las apariencias,
sino que creyó las palabras de Dios como “las
cosas que todavía no se veían”.
Fue
por esta Fe que Abraham y Sara, aunque primero se tambaleasen por las palabras
del ángel, aun así rápidamente “entendieron”
que esas eran las “palabras de Dios”. No
tuvieron en cuenta las apariencias externas de su condición natural física,
sino que fueron “fortalecidos en la fe”, y creyeron a Dios en cuanto a las cosas
que no podían ver.
Fue
por este tipo de Fe que José no tuvo tampoco en cuenta las circunstancias que
le surgieron en Egipto, sino que creyó a Dios y sabía que desaparecerían al
debido tiempo que Él tenía preparado. Fue debido a una Fe de este tipo que
Moisés no se dejó engañar por el externo y esplendoroso ambiente de lujo del que
estaba rodeado en el Palacio de Faraón, sino que voluntariamente renunció a
todo; rechazando los tesoros; escogiendo antes los padecimientos; y estimando
el oprobio por ser de Cristo como mejor que todo. “Así se mantuvo como viendo al Invisible” (vers.27).
Pero
no debemos anticiparnos.
La
totalidad del capítulo y todas sus partes, deben estudiarse a la luz de este
tercer versículo. No nos lleva de vuelta a la Creación, y desvía nuestros
pensamientos en una sintonía totalmente diferente; sino que pone el fundamento de todo lo que
sigue en una vía que no es incierta.
Este
fundamento ha estado oculto de los lectores de la palabra…
(1)
Por
haberse traducido “universo” en vez
de edades o tiempos.
(2)
Por
haberse traducido hatartizo como “constituido” en vez de preparado tal como en Hebreos 10:5; siendo
que “constituido” nunca se traduce igual en los restantes treinta pasajes donde
aparece.
(3)
Por
haberse traducido gegonenai como
“hecho” en vez de “sucedido”, o venido a suceder, que es el significado
usual y común. Hay y tenemos palabras para creación
y hacer, pero esta no es ninguna
de ellas.
Vamos a ver que el vers.3 no se ha escrito
para enseñar que haya “más que un mundo”;
sino que se escribió para darnos, desde el principio, el secreto de los
maravillosos testimonios de los antiguos,
que consiste en lo siguiente: que ellos anduvieron “por Fe y no por vista”; y que, por tanto, ellos no tenían en
cuenta las apariencias exteriores ni hacían juicios por los fenómenos externos;
sino que, entendiendo que las edades o tiempos y dispensaciones habían sido
preparadas de antemano por Dios, ellos reposaban en la Palabra profética, y
creyeron que Él se hallaba dominándolo y gobernándolo todo para el cumplimiento
de Sus propios designios, en ellos y a través de ellos.
1 La Palabra se emplea en su antiguo sentido
hebreo (zekutnim). Vea Isaías 24:23,
que así implica la resurrección de aquellos quienes son referidos, es decir, no
más viejos en edad, sino de personas que vivieron en la antigüedad.
2 La palabra es martus, y siempre se utiliza hablando de un testigo judicial, o el declarante;
es decir, alguien que fue testigo con sus labios y no con sus ojos. Por eso la palabra
debe limitarse, hoy en día, a la más grande de todas las testificaciones, una muerte de martirio.
La palabra que se emplea para un testigo ocular es muy diferente. Es epoptis, un observador, un espectador.
3
Este es el sentido en el cual aion se
emplea en esta Epístola (como en los demás lugares). Vea Hebreos 1:3, donde el
verbo poieo se utiliza en el sentido
de señalar, como en el cap.3:2. Vea también Hebreos 6:5, donde se emplea de “la edad venidera”; y Hebreos 9:26, donde
la primera palabra “mundo” es cosmos, y significa el mundo creado, y
la segunda es esta palabra aion, edad o tiempo.
4 Katartizo
aparece en los siguientes pasajes, y se traduce como remendando en Mateo 4:21. Y Marcos 1:19. Perfeccionado (hecho perfecto, siendo perfeccionado, etc.) en Lucas
6:40. 2ª Corintios 13:11. 1ª Tesalonicenses 3:10. Hebreos 13:21. 1ª Pedro 5:10;
preparados en Romanos 9:22 y Hebreos
2:5; restaurar en Gálatas 6:1; constituido en Hebreos 11:3; y perfectamente unidos en 1ª Corintios
1:10.
3 La Fe (viene) por el oír
En
nuestro último punto sobre este capítulo vimos que el tercer versículo no era
una digresión del sujeto que el capítulo había introducido, sino que pone el
fundamento todavía más profundo.
En
el vers.1 tenemos la definición de Fe --- en cuanto a su naturaleza.
En
el vers.2 tenemos el hecho de que fue por la exhibición de una fe como esta,
que los antiguos alcanzaron un buen testimonio. Habiendo sido hechos ellos
mismos testigos, obtuvieron testimonio de Dios, y así vinieron a ser una gran nube de testigos (cap.12:1)
para nuestro ejemplo y alentar nuestro ánimo.
En
el vers.3 se nos dice que la Fe, en su propia naturaleza, siempre se dice
respecto a las cosas que no se ven: y que aquellos que ejercitan una Fe como
ésta no andan por vista; no juzgan por las apariencias, y ellos “entienden” que las cosas que ven no
suceden por acaso ni por nada que el ojo externo humano pueda llegar a conocer.
Antes
de que pasemos al primer ejemplo de estos antiguos
–a la fe de Abel– debemos ir más lejos, y buscar alguna información
positiva en cuanto al origen de “una tal
fe como ésta”.
Esto
es algo que va más allá de la definición de fe o su naturaleza,
características, resultados y manifestaciones.
¿De
dónde proviene entonces?
Para
esta pregunta solo hay una respuesta:
PROVIENE DE DIOS
En
Efesios 2:8 leemos: “porque por gracia
sois salvos (es decir, por medio de) la
fe: y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se
gloríe”.
Este
lenguaje es inconfundible y será siempre gratamente recibido por aquellos que
no tropiecen en la generosidad de esa gracia (Mateo 11:6).
Si
nos adentramos, y buscamos conocer este don proveniente de Dios, entonces
hallamos la respuesta en Romanos 10:17, y aquí no tenemos el verbo. Las
versiones A.V y R.V. suplen ambas el verbo “vino”
en itálico; y probablemente no podía ser de mejor manera suplido.
Para
ver el argumento del contexto de Romanos 10:17 debemos regresar al vers.13. “porque todo aquel que invocare el nombre del
Señor será salvo. ¿Cómo pues invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y
cómo creerán de aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les
predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito ¡Cuan
hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian cosas
nuevas!” (Isaías 52:7). Pero no todos obedecieron a las cosas nuevas.
Porque Isaías dijo (cap. 53:1) “Señor, ¿quien
ha creído a nuestro anuncio?”. Así, pues,
la fe (viene) por el oír (el anuncio), y
el oír (viene) por medio de la palabra de Dios”.
Por
tanto, la manera en que la fe viene, se explica e ilustra gráficamente. Se cree
que proviene de Dios. Por eso es y viene como “el don de Dios”.
En
este versículo diecisiete (de Romanos 10) tenemos tres palabras que llaman
nuestra total atención.
La
palabra traducida “oír” no es el
sentido del oído, o el acto de oír, sino que es el asunto que se ha oído. Por eso en el vers.16 se traduce “anuncio”. “¿Quién ha creído a nuestro
ANUNCIO?” es decir, lo que han oído
de nosotros.
La
palabra es akoe. Y lo que oyeron era
concerniente a Cristo, como se ve muy claramente por las palabras que concluyen
el capítulo previo (Isaías 52:15). “Verán
lo que nunca les fue contado, y entenderán lo que jamás habían oído”.
Aquello
que habían “oído” era acerca de Cristo, y provino de Dios.
En
Habacuc 3:2, tenemos la misma palabra: “Oh
Jehová, he oído Tu palabra”; es decir, he oído lo QUE Tú has dicho.”
En
Gálatas 3:2, el Apóstol pregunta, ¿habéis
recibido el espíritu (es decir, la Nueva naturaleza) por las obras de la ley, o por el oír de fe? Esto es, por creer lo
que oísteis de parte de Dios a través de mí (compare vers.5).
La
siguiente frase nos dice que, esa fe creyente viene por oír la “palabra de Dios”.
La
palabra traducida “palabra” aquí no
es logos sino rhema. Esto es importante, y significativo: porque estas palabras
deben la una de la otra ser distinguidas.
La
primera, logos, significa una palabra
compuesta de letras; mientras que rhema
es un dicho constituido por palabras. Por eso significa el dicho de un pasaje,
e incluye la totalidad de lo que se está diciendo.
Finalmente,
la palabra “por” en Romanos 10:17 no
es la misma en ambas partes del versículo: “La
Fe (viene) proveniente por el oír”. Aquí
la palabra es Ek, proveniente de, o que nace de, denotando el origen de
donde proviene. Pero cuando dice: “El oír
(viene) por medio de lo que Dios ha
dicho”, la palabra es dia con el
caso genitivo, lo cual denota la causa, o el instrumento. No tenemos necesidad
alguna de alterar la traducción una vez que entendamos y recordemos el significado
de las dos palabras, que así se traducen “por”.
Por
todo lo que hemos visto, aprendemos que
la Fe que trae la salvación viene de Dios, porque no puede haber una fe como ésta, aparte de lo que Él ha
dicho.
Él
es la primera gran causa de Fe. Si Él no hubiera hablado, no podría haber lugar
para la Fe.
Ahora
bien, por Hebreos 1:1 aprendemos posteriormente que Dios ha hablado, “En diversos tiempos y de varias maneras”. O,
de acuerdo a la Versión R.V., “por
diversas porciones y en diferentes formas”.
Así,
por tanto, se podrían traducir las primeras palabras de Hebreos de la siguiente
manera: la Epístola comienza: “En muchas
partes y por diferentes vías, de la antigüedad, Dios, habiendo hablado a los
padres por los profetas, al final de estos días nos habló por Su Hijo”.
Esta
declaración encuentra su ilustración y explicación en nuestro capítulo. Dios
habló a Abel, a Enoc, a los padres de Moisés, a Rahab y a otros, de las cosas
que les dijo no tenemos registro alguno dado. Sabemos que Él debió hablarles,
de lo contrario no habría nada que pudiesen creer.
Además,
lo que les habló a cada uno, no fue lo mismo en cada caso; Dios habló de muchos
temas, y en muchas ocasiones y en muchas partes y de muchas maneras.
Lo
que le dijo a Noé no fue lo que habló con Abraham. Él no le dijo a Noé que
saliera de su tierra para irse a otra diferente. Ni a Abraham le dijo que
preparase un arca. Dios habló de muchos temas, y cada uno de los que oyeron Sus
palabras, y creyeron lo que les dijo, ejercitaron la Fe salvadora y agradaron a
Dios, puesto que “sin Fe es imposible
agradar a Dios”.
Todos
nosotros amamos que se crea lo que decimos; y no hay manera más cierta de
ofender a otros que por desacreditar sus palabras.
Ahora
bien, si se nos hubiese pedido que hiciésemos una lista de los padres de la
antigüedad que tuvieron “una fe como ésta”,
estamos seguros de que no hubiésemos seleccionado los nombres que se nos dan en
este capítulo. Hubiésemos probablemente dejado de lado algunos cuyos nombres que
aquí se ofrecen; y hubiésemos incluido otros que el Espíritu Santo omitió.
Nuestra lista sería diferente, debido a que nuestro objetivo formando la lista
no sería el mismo que el objetivo Divino. Dios, en Su infinita misericordia, ha
hecho que el orden Cronológico coincida con el orden Experimental.
El
orden Cronológico o Histórico en el cual estos padres vivieron, coincide con el
orden Experimental en el cual se nos presenta, porque ese es el orden en que
tenemos que aprender la gran lección puesta así delante de nosotros.
La
Fe de Abel es la primera que se pone, no meramente porque haya vivido antes de
los demás, sino porque él creyó a Dios que es el la primera gran verdad
fundamental que viene antes de todas las demás ilustraciones; la paz con Dios;
el acceso a Dios; la adoración de Dios; y todo esto a través de la sangre de un
sustituto capaz y acepto.
Ahora
no vamos a anticiparnos hablando sobre este tema; pero mencionaremos de los
puntos sobresalientes que distinguen este grupo de tres.
La
fe de Enoc es la que viene después, no porque haya vivido antes que los demás
(porque otros Patriarcas deben también haber tenido “una fe igualmente preciosa”), sino porque tenemos que aprender la
verdad experimental que dice “dos no
pueden andar juntas a menos que se pongan de acuerdo” (Amós 3:3); y que
andamos con Dios a medida que le adoramos. Debemos saber lo que significa “tener paz con Dios” antes de que
podamos disfrutar “la paz de Dios.” Por
eso la Expiación viene antes de la Comunión. La adoración viene antes de
nuestro Andar.
Después
viene la fe de Noé, no porque no hubiese alguno más después de Enoc que creyese
a Dios, sino porque aprendemos, experimentalmente, que no podemos ser testigo
para Dios, a menos que sepamos lo que es andar con Dios.
Fue
debido a este eterno principio que leemos del Señor Jesús, que “estableció a doce, para que ESTUVIERAN CON
ÉL -- y -- para enviarlos a predicar”
(Marcos 3:14).
Nadie
puede por Él ser “enviado” hasta que
hayan estado “con Él” primero.
Debemos saber qué es esto de andar con
Dios, antes de que podamos ser testigos para Dios.
Así,
pues, este primer grupo de tres patriarcas nos dan estos tres principios
eternos. Están “escritos para nuestro
aprendizaje.”
En
Abel tenemos la fe ADORADORA.
En
Enoc tenemos el ANDAR de fe.
En
Noé tenemos la fe TESTIMONIAL.
Este
orden no puede ser revertido o modificado sin que ocasionemos un desastre. Hay
muchos que intentan andar con Dios que
no conocen lo que significa tener paz con
Dios: por eso intentan salvarse por su andar,
en vez de por la fe a través de la
gracia de Dios. Hay muchos que intentan ser
testigos para Dios que no saben lo que es disfrutar un “andar con Dios”.
Pero
todo esto es obra; y termina en muerte.
Es
obra, y no gracia.
Es
vista, y no fe.
Aprendamos
estas grandes lecciones que residen en el umbral de Hebreos 11, para que
podamos entender mejor los ejemplos e ilustraciones que se dan.
Antes
de entrar a considerarlas, tenemos que ver la segunda parte de Romanos 10:17.
Ya
hemos aprendido que la “fe” (viene) por oír”. Todavía nos falta aprender que
el “oír” (viene) por medio de lo que Dios ha dicho”.
1
Por eso las varias lecturas en Romanos 10:7, que los Revisores han adoptado, y
“el oír viene por la palabra concerniente
a Cristo”. Esta lectura es la que mantienen Lachmann, Tischendorf,
Tregeller, y Alford.
2
Vea Lucas 1:38; 2:29; 3:2; 5:5. Juan 3:34; 5:47; 6:63, 68. Hechos 5:20. 2ª.
Pedro 3:2.
3
El Artículo no viene necesariamente después de la Preposición en, por.
4 Oír (viene)
por la Palabra de Dios.
Hablando
de los tiempos antiguos a los padres por los profetas, Dios habló en muchas
partes y en muchas maneras. Él habló dando órdenes, en avisos, en amonestación,
en reproche, en exhortación, en juicio, en profecía, en promesa y en gracia.
Entre
aquellos que le oían, “algunos creyeron
las cosas que fueron dichas, y algunos no las creyeron”, algunos
obedecieron y otros fueron desobedientes.
Dios
además habló en muchos tiempos y sobre muchos temas: y la fe de cada uno que
creyó lo que dijo Él, se ejercitó en una diferente dirección.
En
el caso de Enoc no se nos dice lo que Dios le dijo. Por el contexto remoto, la
última Epístola del Nuevo Testamento (Judas 14), pareciera que fue acerca de la venida del Señor con todos Sus santos. Sea
lo que fue, Enoc creyó a Dios; y por
un todavía más remoto contexto, el primer libro del Antiguo Testamento,
aprendemos que Su fe en este bendito hecho resultó en, o produjo Su andar con Dios. (Génesis 5:21).
En
el caso de Abraham, Dios habló en comando y en promesa. La orden fue que saliese de su país; y la promesa fue que
tendría un hijo. En el caso de los
padres de Moisés, Dios también debió prometerles un hijo; y debió describirles
cómo sería, para que, cuando el niño naciera, reconociesen las cosas
correspondientes con lo que Dios les había dicho.
De
esta manera, cada uno de los dichos de Dios fue la oportunidad de oír, de oír
con fe. La responsabilidad de cada oyente fue creer lo que habían escuchado. El
registro concerniente a Abraham “el padre
de los creyentes” es que, “por el oír
de fe…Abraham creyó a Dios, y le fue contado (o, imputado) por justicia”
(Gálatas 3:5, 6).
Esta
debe ser la experiencia de todo verdadero creyente. Deben “creer a Dios”, y no al hombre. Deben creer lo que Dios dice y ha
dicho; y no a las tradiciones de los hombres.
Para
“creer a Dios” no es necesario
persuadirse o ensayar una “creencia.” La cuestión popular, ¿Creemos? Es tan absurda como sin sentido alguno. Si respondiendo a
esta pregunta añadiésemos, ¿creemos, en
qué? o ¿A quién? se pondrá al
instante en evidencia su total falta de sentido.
Estas
son las cuestiones para nosotros hoy en día
“ABRAHAM CREYÓ A DIOS”
¿Creemos
a Dios?
Dios
nos ha dicho que en el hombre no mora el
bien (o no hay nada bueno, como
dice la versión inglesa) (Romanos
7:18). Los Púlpitos, Plataformas y Periódicos a una sola voz declaran lo
contrario, que algunas cosas buenas residen en el hombre. ¿A quién creemos?
Dios
nos ha dicho que Él creó los cielos y la
tierra y todo lo que en ellos hay (Génesis 1; Isaías 45:18). El hombre dice
que todo ha ido evolucionando, aparte de Dios. ¿A quién creemos?
El
Señor Jesús dijo ninguno puede venir a
mí, si no le fuere dado del Padre (Juan 6:65). El hombre dice que todos los
hombres pueden venir a Él. ¿A quién creemos?
El
Señor Jesús dijo, Dios es espíritu; y los
que adoran DEBEN adorarle en
espíritu (Juan 4:24). El hombre en cambio dice que la adoración debe
hacerse por “actos de adoración” llevados a cabo en la carne. ¿A quién vamos a
creer?
El
Espíritu Santo declara que hay un solo
Cuerpo (Efesios 4:2-4). El hombre hace e insiste diciendo que tenemos
muchos cuerpos. ¿A quién creemos?
El
Espíritu Santo da el solemne encargo por Pablo: Predica la Palabra…porque el tiempo viene cuando no soportarán oír la
sana doctrina (2ª Timoteo 4:2, 3). Ese tiempo ya ha llegado, y el hombre
dice que “los predicadores deben hallar algo que el hombre pueda soportar o
tolerar” y que “se debe predicar otras cosas además de la palabra” ¿A quién creemos?
Dios
declara que estos últimos tiempos son tiempos
peligrosos cuando hombres malos y
perversos irán de mal en peor (2ª Timoteo 3:1, 13). El hombre dice que los
tiempos nunca fueron tan plenos de promesas para cosas buenas; y que irán mejor
y mejor cada año. ¿A quién vamos a creer?
El espíritu habló diciendo expresamente que en los
postreros tiempos muchos se apartarán de la Fe, escuchando a espíritus y
doctrinas de demonios (1ª
Timoteo 4:1). El hombre, en estos últimos
tiempos nos dice a voces y por todas
partes que esos no son espíritus, (es
decir, ángeles inmundos) o demonios,
sino el espíritu de los que partieron, de
seres humanos; y se nos exhorta e invita por todos lados a que los escuchemos. ¿A quién vamos a creer?
Dios
le dijo a nuestros primeros padres ciertamente
moriréis (Génesis 2:6). La vieja serpiente le dijo ciertamente, no moriréis (Génesis 3:4). Y todos sus ministros hoy en día y a una sola voz
repiten la misma mentira, y la enseñan además como si fuera verdad de Dios. El
credo que poseen se expresa por tanto en las palabras:
“No
hay muerte, es solo un estado transitorio”
¿A QUIÉN vamos a creer?
La
Palabra profética declara concerniente a la resurrección del “resto de los muertos” que “no volverán a vivir sino después que se
hayan cumplido los Mil Años” (Apocalipsis 20:5). El hombre declara que
están vivos todo el tiempo sin necesidad alguna de que haya resurrección. ¿A
quién creemos?
El
Espíritu Santo declara que este mundo es un lugar oscuro, y que, la palabra
profética es la única luz que hay en él, a
la que haremos bien en estar atentos (2ª Pedro 1:19).
La
vasta mayoría de los predicadores declara que la palabra profética es un “lugar
oscuro” y que haríamos bien en no tenerla siquiera en cuenta. ¿A quién vamos a
creer?
Dios
declara que, si confesamos nuestros
pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos (1ª Juan 1:9). La mayoría de
los cristianos, aunque estén habituados a confesar con sus labios “yo creo en el perdón de nuestros pecados” sin embargo se rehúsan a creer a Dios, y nos
dicen que nunca podrá nadie estar cierto
de que haya sido perdonado”. Así hacen de
Dios un mentiroso ellos, y dicen, prácticamente: “! Señor, no voy a creer nada de lo que Tú dices en 1ª Juan 1:9, hasta que
tenga algunas evidencias en mis propios sentimientos, de que lo que Tu digas es
verdad!”.
Así
que ellos se persuaden de sus propios sentimientos, pero se niegan creer la palabra de Dios prometida.
¿Cuál
de estas cosas vamos a creer?
Estos
ejemplos podrían extenderse de mejor manera, y otras ilustraciones podrían ser
halladas (de manera notable 1ª Juan 5:12). Porque, si es cierto que Isaías 55:8
es verdad, y los pensamientos y caminos del hombre son opuestos y enemigos de
los de Dios, entonces siempre debemos preguntarnos: ¿A Quién vamos a creer?
Esta
fue la pregunta para Israel en Cades-Barnea.
Moisés le había dicho al pueblo cómo Jehová le había dicho primero: Subid y tomad en posesión la tierra que os
había dado, pero fuisteis rebeldes contra el mandamiento del Señor, y no le
creísteis, ni oísteis Su voz”. (Deuteronomio 9:13).
Muy
raras veces nos ponemos a meditar en la inspiradora solemnidad que tienen las
palabras: Y vemos que no entraron a causa
de su incredulidad de Hebreos 3:19.
Dios
habló a Israel y le dijo: Subid y tomad
en posesión la Tierra. Subid sobre las ciudades altas de los Amonitas. Fue
un momento solemne; para ser recordado para siempre.
“SI HOY, OYEREIS SU VOZ”
Ellos
oyeron Su voz aquel día. Él dijo: ¡Subid!
Entrad en Mi reposo. Pero sin embargo, en esto no habéis creído al Señor
vuestro Dios (Deuteronomio 1:32).
Igual
sucede con las palabras del Salmo 95 (denominado el Venite) y que se canta semana tras semana (generalmente tan rápido
como las palabras puedan ir saliendo por la boca), ¡cuán pocos son los que se
paran a pensar de la solemnidad de su significado!
“¡Estuve
airado cuarenta años con esta generación!”
¡Sí!
Cuarenta largos años. ¿Y por qué? pues porque creyeron el falso testimonio de
los diez espías, en vez de el de aquellos dos que testificaron la veracidad del
testimonio que DIOS LES HABÍA DADO ACERCA DE LA TIERRA.
Es
verdad, al final entraron. Después de largos años en el desierto, atravesaron el Jordán por el Este,
cuando deberían haberlo hecho por los lugares altos de los Amonitas, por el
Sur, ¡37 años y ½ antes!
Y
cuando Pedro hizo la proclamación en Hechos 3:19-21 y llamó a la nación al “Arrepentimiento” y dio la promesa de
Dios del envío de Su Hijo Jesucristo, y
de tiempos de refrigerio de la presencia del Señor; ¡el pueblo se hallaba
en otro Cades-Barnea! Se hallaban
frente a frente con otro mandamiento, y promesa del Señor. Y un camino se abrió
delante de ellos (como habían sido) las
ciudades altas de los Amonitas. Esta fue la Parousia o Venida del Señor, dada
a conocer por la fe en la primera y más temprana Epístola de Pablo, y dada a
conocer por especial revelación en 1ª Tesal.4:13—5:11.
Esto
fue algo bastante mejor que “las ciudades
altas de los amorreos” y fue mejor, mucho mejor que atravesar por el Jordán. ¡Puesto que, eso de hecho
hubiese sido una ascensión! Hubiese sido entrar en la Canaan celestial sin
tener que pasar por el Jordán, la
sepultura y las puertas de la muerte a resurrección. Esta fue una esperanza
para aquellos que estaban vivos y permanecieron.
Eso
es por lo que el Apóstol pudo decir: “NOSOTROS,
los que vivimos y hayamos quedado”: porque, ¿cómo sabía él que la nación se
Arrepentiría; y que él realmente sería uno de aquellos que estuviesen vivos, y
subiría sobre las ciudades Altas, ¡Sí!,
en las nubes del cielo, sin pasar por muerte, es decir, sin atravesar
el Jordán?
Así
como 1ª Tesalonicenses fue el Cades-Barnea
de los creyentes en aquel día, e Israel como un pueblo que decidió no “subir”. Así de igual manera Filipenses
3:10, 14, 20, 21 es nuestro Cades-Barnea “hoy, si oyereis Su voz”.
Miles
de cristianos se niegan a creer Su voz. Concuerdan en afirmar que el único
camino de entrar a Canaán es atravesando el Jordán, el rio de la muerte. Unos cuantos entre ellos continúan creyendo
que es por muerte y resurrección.
Pero cuan pocos son los que creen que “Dios
nos ha preparado cosas mejores para nosotros”.
Escribiendo
a los creyentes tesalonicenses en el año 52 D.C., mientras que la oferta de
Pedro del Reino, hecha en Hechos 3:19-21, todavía se hallaba vigente delante de
la nación, y antes de su formal ceguera, en
Hechos 28:23-28, nada podía añadírsele a la revelación hecha entonces en 1ª Tesalonicenses 4.
Pero
después que se acabó la oferta para Israel, y se envío la salvación a los gentiles,
la cuestión que surge es la siguiente, ¿Hubo después alguna revelación más? ¿Se
habían acabado las riquezas de Su gracia y de Su gloria? ¿No tenía nada más que
darle a conocer a Sus hijos?
¿Será
que no podemos obtener nuestra respuesta a estas preguntas por las palabras del
Señor en Juan 16:12, muchas cosas tengo
que deciros, pero ahora no las podréis sobrellevar”?
¿Por
qué sería que los discípulos no las podrían sobrellevar
en ese tiempo? Porque todavía Él permanecía vivo. El grano de trigo todavía no había caído en tierra y muerto (Juan 12:24). Porque todavía no había sido resucitado de los muertos. En todos estos acontecimientos
residen importantes doctrinas. Antes de que los eventos acontecieran, estas
doctrinas no podían ser dadas a conocer.
¿No
será éste el mismo caso de 1ª Tesalonicenses 4? ¿No tendrían que darse ciertos
eventos antes de que una nueva revelación de verdad pudiera darse a conocer?
¿No tendría la oferta de Pedro que llegar a su fin y ser retirada antes? Y
entonces, después que Israel rechazase la oferta ¿no estarían dadas las
condiciones para que se diesen nuevas revelaciones añadidas? ¿No deberíamos,
razonado por Juan 16:12, aguardar por algo más reciente y fresco de entre los
tesoros de la gracia y de la gloria de Dios? ¡Claro que deberíamos! Y, si lo
procuramos así, hallaremos que, estas revelaciones le fueron dadas, cuando el
Apóstol estaba en prisión en Roma; en ese momento se dieron a conocer secretos
escondidos de los hombres durante generaciones, y escondidos en Dios: El Gran Misterio o Secreto concerniente a
Cristo y a la Iglesia.
En
aquella prisión de Roma fueron revelados preciosos secretos por el Apóstol, y
para nuestro propio consuelo y fe y esperanza. Y de nuevo surge ahora la
pregunta:
¿CREEMOS A DIOS?
¿No
estamos, como Israel, en Cades-Barnea?
¿No debemos creer a Dios que nos ha hablado a través de Pablo de igual forma
que lo hizo con Josué y Caleb? ¿O vamos a creer a la mayoría de los espías?
¿Hay
alguien que se atreva a decir que cuando Pablo escribió 1ª Tesalonicenses 4,
Dios no nos dio nada reciente y nuevo, teniendo en cuenta que el hecho de que,
hasta este tiempo, ni un ápice teníamos del Misterio? ¿Quién podrá decir que en
Efesios, no hay una sola palabra de revelación y enseñanza dada para nosotros?
¿Tendría
el mismo Pablo conocimiento alguno acerca del misterio antes de que se lo
hubiera inspirado Dios a escribir en sus libros
y pergaminos (2ª Timoteo 4:13)?
¿No
nos dice todo esto que, los objetivos de nuestra Fe, están PUESTOS POR ESCRITO en las Escrituras de verdad, y no dictados por
las tradiciones de los hombres?
Y
¿Será que la Epístola a los Efesios contiene TODO lo que Dios ha revelado?
¿No
hay nada nuevo en Filipenses?
¿Cuál
es la resurrección y el traslado en Filipenses 3:10, a la cual tiene tanto
deseo que llegue el Apóstol?
¿Cuál
es el precio del llamamiento de lo alto (5:14). No sería la meta del Apóstol ser
conforme a Cristo en gloria? (Las versiones A.V. y la R.V. han oscurecido este
asunto traduciendo “alto” como si
fuera un adjetivo; cuando se trata de un adverbio, y debería haber sido
traducido elevado (como la R.V. tiene
al margen) o del modo ascendido.)
¿Esta
sección dice lo mismo que 1ª Tesal. 4? ¿O añade alguna cosa más? La totalidad
del contexto parece mostrarnos que el Apóstol se estaba extendiendo a algo que
tenía delante, y que le hacía olvidar todo lo que quedaba atrás. No había
logrado alcanzarlo, pero él se impulsaba hacia la meta, él continuó mientras
era firmemente asido, a su vez, por
Cristo Jesús.
Si
leemos con atención los versículos 10-15, podremos deducir que tenemos algunas
recientes revelaciones de la gloria sugeridas. Y, la causa de que nos parece
difícil de entender (Filipenses 3) es porque hemos intentado identificar este
pasaje con 1ª Tesal. 4.
Así
que, si la Fe viene por oír, escuchemos hoy
Su voz en lo que Dios ha hablado, para que podamos entrar en Su reposo.
Traducción por Juan Luis Molina
Con la colaboración de Claudia Juárez Garbalena
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