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LA GRAN NUBE DE TESTIGOS (Introducción - 2a. parte). Por E.W. Bullinger


Temas cubiertos:
Reconocimiento por la fe (versículo 3)
La Fe (viene) por Oír
El Oír (viene) por la Palabra de Dios

2. Reconocer por Fe (Vers.3)
Habiendo dado ya la verdadera definición de Fe, el Apóstol prosigue a darnos ejemplos de ella; demostrando cómo los hombres de Dios en los días pasados vivieron por la Fe: es decir, cómo guiaron sus vidas de acuerdo a la Fe.

Aquellos a quienes él denomina “los antiguos” en Hebreos 11:2 son como, dice él, la “gran nube de testigos” en Hebreos cap. 12.

El alcance de todo el pasaje (del cual este capítulo hace parte) es, como ya hemos visto, una exhortación a la paciencia teniendo en cuenta la gran tribulación que estos creyentes hebreos atravesaron, y la fidelidad de Dios a Sus promesas que les hizo.

La palabra de Dios fue el fundamento de todo lo que ellos esperaban; Su fidelidad era en lo único que podían reposar.

Pablo les señaló a sus lectores la gran nube de testigos que habían hecho suceder tan maravillosos testimonios por el poder de una fe viviente en el Dios Vivo: para aquellos que dieron testimonio, no solamente en su fidelidad de vida, sino en su muerte de martirio también.  

La palabra que se ha traducido como “alcanzaron buen testimonio” en Hebreos 11:2 y Hebreos 11:39, son afines.
En la del vers.2 es el verbo, y en el 39 es el sustantivo. No hay ni una sola palabra en el original acerca de “buen”. El versículo 2 nos dice que por (o a través) de esta Fe (de ellos); o por una fe como esta, fueron ellos hechos testigos (por Dios), o llegaron a ser testigos (por Dios), y pasaron a ser denominados, en el cap.12:1, “una nube de testigos”, por la fe en las promesas que habían recibido de parte de Dios, y creyendo lo que habían “escuchado”.

Ellos pudieron dar testimonios tan maravillosos; y fueron fortalecidos para soportar, y conquistar, y para esperar pacientemente por el cumplimiento de las promesas que habían visto, por la fe “de lejos”.
Por esto precisamente, “por una fe como ésta”, es que sus ejemplos fueron tan necesarios, y fueron un tan grande incentivo y aliento para aquellos a quienes el Apóstol  dirigía la carta. El alcance de toda la sección es (como hemos visto), una exhortación y un aviso contra la apostasía; y las palabras que inmediatamente preceden son estas: “Pero nosotros no somos como los que retroceden, para perdición, sino de los que tienen fe, para preservación del alma”.

¿Cómo es esto de “los que tienen fe”? - es el tema de lo que sigue en el cap.11. La Fe tiene que ver con aquellas cosas que “no se ven”. Las cosas por las cuales esperamos “no se ven”, como está escrito: La esperanza que se ve, no es esperanza: porque lo que alguien ve, ¿para qué aguardarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos. (Romanos 8:24, 25). Fue a esta paciente espera bajo diversas pruebas a lo que estos creyentes hebreos fueron exhortados.

La Fe por tanto es lo contrario a lo que vemos (2ª Corintios 5:7). Esta es la esencia de todo el capítulo 11. Comienza en el vers.3 con la declaración de que los acontecimientos que vemos suceder a nuestro alrededor no nacen o tienen origen de la nada, sino que nacen del hecho de que es Dios Quien gobierna y decide soberanamente, y que Él es Quien ha preparado y ordenado las edades, los tiempos y las ocasiones.

La palabra traducida “universo” no se emplea del mundo creado, ese sería cosmos, o proveniente del mundo inhabitado, que es oikoumene; o proveniente de la tierra trillada y hollada, la cual es ge; pero lo que aquí tenemos en plural es aion, y significa edades, o dispensaciones. Esta es su más apropiada traducción. Es por fe que comprendemos y entendemos que los acontecimientos que vemos desarrollarse a nuestro alrededor no acontecen por casualidad.

Hasta la propia sabiduría humana lo reconoce y dice que “hay alguna mano por detrás de todo esto que nos lleva a nuestro destino”; esa mano “no es algo que puedan ver”; y no es algo que “podamos juzgar por las apariencias”.

Vemos a Babilonia en substitución a Israel, a los medo-persas irguiéndose en el lugar de Babilonia; a los griegos sucediendo a los persas; Roma sucediendo a Grecia. A los ojos de la humanidad, todas estas cosas se toman meramente como acontecimientos históricos, pero la Fe puede ver más allá de lo superficial. Puede entender las cosas que el ojo humano no puede ver. Puede ver las cosas invisibles. Puede ver las “cosas que no se ven”. ¿Cómo? Por “oír”, es decir, “por la palabra de Dios”. Y aquí, observe que la palabra traducida “palabra” no es Logos (tal como en Salmos 33:6), sino Rhema; es decir, no es la Palabra creativa, sino las palabras reveladas. Por creer la palabra profética comprendemos el hecho de que estas edades fueron todas conocidas para Dios, y todas perfectamente ordenadas a, y por Su Voluntad.

Esta es la fuerza que tiene la palabra traducida “constituido” como se puede ver estudiando todas sus ocurrencias. Entonces se verá que, en ninguna otra parte excepto aquí, se traduce “constituido” mientras que en todas las demás traducciones juntas muestran que el mejor significado que se le podría haber dado a la palabra en Hebreos 3 hubiese sido “preparado”, tal como en los capítulos anteriores (Hebreos 10:5). Así que el sentido del versículo sería que, aunque así parezca, los eventos que vemos con nuestros ojos que están sucediendo a nuestro alrededor, no suceden por casualidad, o por los fenómenos exteriores, como se juzga comúnmente por las apariencias; sino que están preparados, gobernados o liderados por Dios, que posee, en Su propia soberana ordenanza, “la dispensación del cumplimiento de las edades o tiempos” (Efesios 1:10); y ordena todo “de acuerdo al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor” (Efesios 3:11).

Es por la Fe en lo que Dios ha revelado en los “dichos fieles” de la palabra profética, que percibimos y “entendemos” este gran hecho el cual, los superfluos ojos del hombre mortal, ni ve, ni entiende, e incluso no reconoce.

La traducción del tercer versículo, de acuerdo a esto, sería la siguiente:

“Por la Fe entendemos (por la palabra de Dios) que las edades o tiempos fueron de antemano preparados, así que, las cosas que vemos, tuvieron su origen, de las cosas que no se ven”. Es decir, como hemos visto anteriormente, a medida que andamos por la Fe y no por la vista, entendemos que no debemos juzgar según las apariencias, porque en una de sus “palabras” con más peso, Dios nos ha dicho que Él no mira lo que mira el hombre, porque el hombre juzga según la apariencia, pero el Señor mira al corazón” (1ª Samuel 16:7).

Fue debido a una Fe como esta que los antiguos supieron las cosas no eran lo que parecían, y por tanto no las juzgaron por lo que sus ojos podían ver.

Aunque pareciese que el Diluvio se estaba demorado, y que la incredulidad de los demás pareciese debido a ese retraso, Noé no juzgó las cosas por las apariencias, sino que creyó las palabras de Dios como “las cosas que todavía no se veían”.

Fue por esta Fe que Abraham y Sara, aunque primero se tambaleasen por las palabras del ángel, aun así rápidamente “entendieron” que esas eran las “palabras de Dios”. No tuvieron en cuenta las apariencias externas de su condición natural física, sino que fueron  “fortalecidos en la fe”, y creyeron a Dios en cuanto a las cosas que no podían ver.

Fue por este tipo de Fe que José no tuvo tampoco en cuenta las circunstancias que le surgieron en Egipto, sino que creyó a Dios y sabía que desaparecerían al debido tiempo que Él tenía preparado. Fue debido a una Fe de este tipo que Moisés no se dejó engañar por el externo y esplendoroso ambiente de lujo del que estaba rodeado en el Palacio de Faraón, sino que voluntariamente renunció a todo; rechazando los tesoros; escogiendo antes los padecimientos; y estimando el oprobio por ser de Cristo como mejor que todo. “Así se mantuvo como viendo al Invisible” (vers.27).

Pero no debemos anticiparnos.

La totalidad del capítulo y todas sus partes, deben estudiarse a la luz de este tercer versículo. No nos lleva de vuelta a la Creación, y desvía nuestros pensamientos en una sintonía totalmente diferente;  sino que pone el fundamento de todo lo que sigue en una vía que no es incierta.

Este fundamento ha estado oculto de los lectores de la palabra…

(1)   Por haberse traducido “universo” en vez de edades o tiempos.
(2)   Por  haberse traducido hatartizo como  “constituido” en vez de preparado tal como en Hebreos 10:5; siendo que “constituido” nunca se traduce igual en los restantes treinta pasajes donde aparece.
(3)   Por haberse traducido gegonenai como “hecho” en vez de “sucedido”, o venido a suceder, que es el significado usual y común. Hay y tenemos palabras para creación y hacer, pero esta no es ninguna de ellas.

      Vamos a ver que el vers.3 no se ha escrito para enseñar que haya “más que un mundo”; sino que se escribió para darnos, desde el principio, el secreto de los maravillosos testimonios de los antiguos, que consiste en lo siguiente: que ellos anduvieron “por Fe y no por vista”; y que, por tanto, ellos no tenían en cuenta las apariencias exteriores ni hacían juicios por los fenómenos externos; sino que, entendiendo que las edades o tiempos y dispensaciones habían sido preparadas de antemano por Dios, ellos reposaban en la Palabra profética, y creyeron que Él se hallaba dominándolo y gobernándolo todo para el cumplimiento de Sus propios designios, en ellos y a través de ellos.

      1 La Palabra se emplea en su antiguo sentido hebreo (zekutnim). Vea Isaías 24:23, que así implica la resurrección de aquellos quienes son referidos, es decir, no más viejos en edad, sino de personas que vivieron en la antigüedad.
      2 La palabra es martus, y siempre se utiliza hablando de un testigo judicial, o el declarante; es decir, alguien que fue testigo con sus labios y no con sus ojos. Por eso la palabra debe limitarse, hoy en día, a la más grande de todas las testificaciones, una muerte de martirio.
      La palabra que se emplea para un testigo ocular es muy diferente. Es epoptis, un observador, un espectador.
      3 Este es el sentido en el cual aion se emplea en esta Epístola (como en los demás lugares). Vea Hebreos 1:3, donde el verbo poieo se utiliza en el sentido de señalar, como en el cap.3:2. Vea también Hebreos 6:5, donde se emplea de “la edad venidera”; y Hebreos 9:26, donde la primera palabra “mundo” es cosmos, y significa el mundo creado, y la segunda es esta palabra  aion, edad o tiempo.
      4 Katartizo aparece en los siguientes pasajes, y se traduce como remendando en Mateo 4:21. Y Marcos 1:19. Perfeccionado (hecho perfecto, siendo perfeccionado, etc.) en Lucas 6:40. 2ª Corintios 13:11. 1ª Tesalonicenses 3:10. Hebreos 13:21. 1ª Pedro 5:10; preparados en Romanos 9:22 y Hebreos 2:5; restaurar en Gálatas 6:1; constituido en Hebreos 11:3; y perfectamente unidos en 1ª Corintios 1:10.

3 La Fe (viene) por el oír
En nuestro último punto sobre este capítulo vimos que el tercer versículo no era una digresión del sujeto que el capítulo había introducido, sino que pone el fundamento todavía más profundo.
En el vers.1 tenemos la definición de Fe --- en cuanto a su naturaleza.

En el vers.2 tenemos el hecho de que fue por la exhibición de una fe como esta, que los antiguos alcanzaron un buen testimonio. Habiendo sido hechos ellos mismos testigos, obtuvieron testimonio de Dios, y así vinieron a ser una gran nube de testigos (cap.12:1) para nuestro ejemplo y alentar nuestro ánimo.

En el vers.3 se nos dice que la Fe, en su propia naturaleza, siempre se dice respecto a las cosas que no se ven: y que aquellos que ejercitan una Fe como ésta no andan por vista; no juzgan por las apariencias, y ellos “entienden” que las cosas que ven no suceden por acaso ni por nada que el ojo externo humano pueda llegar a conocer.

Antes de que pasemos al primer ejemplo de estos antiguos –a la fe de Abel– debemos ir más lejos, y buscar alguna información positiva en cuanto al origen de “una tal fe como ésta”.
Esto es algo que va más allá de la definición de fe o su naturaleza, características, resultados y manifestaciones.

¿De dónde proviene entonces?

Para esta pregunta solo hay una respuesta:

PROVIENE DE DIOS

En Efesios 2:8 leemos: “porque por gracia sois salvos (es decir, por medio de) la fe: y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”.

Este lenguaje es inconfundible y será siempre gratamente recibido por aquellos que no tropiecen en la generosidad de esa gracia (Mateo 11:6).

Si nos adentramos, y buscamos conocer este don proveniente de Dios, entonces hallamos la respuesta en Romanos 10:17, y aquí no tenemos el verbo. Las versiones A.V y R.V. suplen ambas el verbo “vino” en itálico; y probablemente no podía ser de mejor manera suplido.

Para ver el argumento del contexto de Romanos 10:17 debemos regresar al vers.13. “porque todo aquel que invocare el nombre del Señor será salvo. ¿Cómo pues invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán de aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito ¡Cuan hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian cosas nuevas!” (Isaías 52:7). Pero no todos obedecieron a las cosas nuevas. Porque Isaías dijo (cap. 53:1) “Señor, ¿quien ha creído a nuestro anuncio?”. Así, pues, la fe (viene) por el oír (el anuncio), y el oír (viene) por medio de la palabra de Dios”.

Por tanto, la manera en que la fe viene, se explica e ilustra gráficamente. Se cree que proviene de Dios. Por eso es y viene como “el don de Dios”.

En este versículo diecisiete (de Romanos 10) tenemos tres palabras que llaman nuestra total atención.
La palabra traducida “oír” no es el sentido del oído, o el acto de oír, sino que es el asunto que se ha oído. Por eso en el vers.16 se traduce “anuncio”. “¿Quién ha creído a nuestro ANUNCIO?” es decir, lo que han oído de nosotros.
La palabra es akoe. Y lo que oyeron era concerniente a Cristo, como se ve muy claramente por las palabras que concluyen el capítulo previo (Isaías 52:15). “Verán lo que nunca les fue contado, y entenderán lo que jamás habían oído”.

Aquello que habían “oído” era acerca de Cristo, y provino de Dios.
En Habacuc 3:2, tenemos la misma palabra: “Oh Jehová, he oído Tu palabra”; es decir, he oído lo QUE Tú has dicho.”

En Gálatas 3:2, el Apóstol pregunta, ¿habéis recibido el espíritu (es decir, la Nueva naturaleza) por las obras de la ley, o por el oír de fe? Esto es, por creer lo que oísteis de parte de Dios a través de mí (compare vers.5).

La siguiente frase nos dice que, esa fe creyente viene por oír la “palabra de Dios”.

La palabra traducida “palabra” aquí no es logos sino rhema. Esto es importante, y significativo: porque estas palabras deben la una de la otra ser distinguidas.

La primera, logos, significa una palabra compuesta de letras; mientras que rhema es un dicho constituido por palabras. Por eso significa el dicho de un pasaje, e incluye la totalidad de lo que se está diciendo.  

Finalmente, la palabra “por” en Romanos 10:17 no es la misma en ambas partes del versículo: “La Fe (viene) proveniente por el oír”. Aquí la palabra es Ek, proveniente de, o que nace de, denotando el origen de donde proviene. Pero cuando dice: “El oír (viene) por medio de lo que Dios ha dicho”, la palabra es dia con el caso genitivo, lo cual denota la causa, o el instrumento. No tenemos necesidad alguna de alterar la traducción una vez que entendamos y recordemos el significado de las dos palabras, que así se traducen “por”.

Por todo lo que hemos visto,  aprendemos que la Fe que trae la salvación viene de Dios, porque no puede haber una fe como ésta, aparte de lo que Él ha dicho.

Él es la primera gran causa de Fe. Si Él no hubiera hablado, no podría haber lugar para la Fe.
Ahora bien, por Hebreos 1:1 aprendemos posteriormente que Dios ha hablado, “En diversos tiempos y de varias maneras”. O, de acuerdo a la Versión R.V., “por diversas porciones y en diferentes formas”.

Así, por tanto, se podrían traducir las primeras palabras de Hebreos de la siguiente manera: la Epístola comienza: “En muchas partes y por diferentes vías, de la antigüedad, Dios, habiendo hablado a los padres por los profetas, al final de estos días nos habló por Su Hijo”.

Esta declaración encuentra su ilustración y explicación en nuestro capítulo. Dios habló a Abel, a Enoc, a los padres de Moisés, a Rahab y a otros, de las cosas que les dijo no tenemos registro alguno dado. Sabemos que Él debió hablarles, de lo contrario no habría nada que pudiesen creer.

Además, lo que les habló a cada uno, no fue lo mismo en cada caso; Dios habló de muchos temas, y en muchas ocasiones y en muchas partes y de muchas maneras.

Lo que le dijo a Noé no fue lo que habló con Abraham. Él no le dijo a Noé que saliera de su tierra para irse a otra diferente. Ni a Abraham le dijo que preparase un arca. Dios habló de muchos temas, y cada uno de los que oyeron Sus palabras, y creyeron lo que les dijo, ejercitaron la Fe salvadora y agradaron a Dios, puesto que “sin Fe es imposible agradar a Dios”.

Todos nosotros amamos que se crea lo que decimos; y no hay manera más cierta de ofender a otros que por desacreditar sus palabras.

Ahora bien, si se nos hubiese pedido que hiciésemos una lista de los padres de la antigüedad que tuvieron “una fe como ésta”, estamos seguros de que no hubiésemos seleccionado los nombres que se nos dan en este capítulo. Hubiésemos probablemente dejado de lado algunos cuyos nombres que aquí se ofrecen; y hubiésemos incluido otros que el Espíritu Santo omitió. Nuestra lista sería diferente, debido a que nuestro objetivo formando la lista no sería el mismo que el objetivo Divino. Dios, en Su infinita misericordia, ha hecho que el orden Cronológico coincida con el orden Experimental.

El orden Cronológico o Histórico en el cual estos padres vivieron, coincide con el orden Experimental en el cual se nos presenta, porque ese es el orden en que tenemos que aprender la gran lección puesta así delante de nosotros.

La Fe de Abel es la primera que se pone, no meramente porque haya vivido antes de los demás, sino porque él creyó a Dios que es el la primera gran verdad fundamental que viene antes de todas las demás ilustraciones; la paz con Dios; el acceso a Dios; la adoración de Dios; y todo esto a través de la sangre de un sustituto capaz y acepto.

Ahora no vamos a anticiparnos hablando sobre este tema; pero mencionaremos de los puntos sobresalientes que distinguen este grupo de tres.

La fe de Enoc es la que viene después, no porque haya vivido antes que los demás (porque otros Patriarcas deben también haber tenido “una fe igualmente preciosa”), sino porque tenemos que aprender la verdad experimental que dice “dos no pueden andar juntas a menos que se pongan de acuerdo” (Amós 3:3); y que andamos con Dios a medida que le adoramos. Debemos saber lo que significa “tener paz con Dios” antes de que podamos disfrutar “la paz de Dios.” Por eso la Expiación viene antes de la Comunión. La adoración viene antes de nuestro Andar.

Después viene la fe de Noé, no porque no hubiese alguno más después de Enoc que creyese a Dios, sino porque aprendemos, experimentalmente, que no podemos ser testigo para Dios, a menos que sepamos lo que es andar con Dios.

Fue debido a este eterno principio que leemos del Señor Jesús, que “estableció a doce, para que ESTUVIERAN CON ÉL --  y -- para enviarlos a predicar” (Marcos 3:14).
Nadie puede por Él ser “enviado” hasta que hayan estado “con Él” primero. Debemos saber qué es esto de andar con Dios, antes de que podamos ser testigos para Dios.
Así, pues, este primer grupo de tres patriarcas nos dan estos tres principios eternos. Están “escritos para nuestro aprendizaje.”

En Abel tenemos la fe ADORADORA.
En Enoc tenemos el ANDAR de fe.
En Noé tenemos la fe TESTIMONIAL.

Este orden no puede ser revertido o modificado sin que ocasionemos un desastre. Hay muchos que intentan andar con Dios que no conocen lo que significa tener paz con Dios: por eso intentan salvarse por su andar, en vez de por la fe a través de la gracia de Dios. Hay muchos que intentan ser testigos para Dios que no saben lo que es disfrutar un “andar con Dios”.

Pero todo esto es obra; y termina en muerte.
Es obra, y no gracia.
Es vista, y no fe.

Aprendamos estas grandes lecciones que residen en el umbral de Hebreos 11, para que podamos entender mejor los ejemplos e ilustraciones que se dan.

Antes de entrar a considerarlas, tenemos que ver la segunda parte de Romanos 10:17.
Ya hemos aprendido que la “fe” (viene) por oír”. Todavía nos falta aprender que el “oír” (viene) por medio de lo que Dios ha dicho”.

1 Por eso las varias lecturas en Romanos 10:7, que los Revisores han adoptado, y “el oír viene por la palabra concerniente a Cristo”. Esta lectura es la que mantienen Lachmann, Tischendorf, Tregeller, y Alford.

2 Vea Lucas 1:38; 2:29; 3:2; 5:5. Juan 3:34; 5:47; 6:63, 68. Hechos 5:20. 2ª. Pedro 3:2.
3 El Artículo no viene necesariamente después de la Preposición en, por.

4  Oír (viene) por la Palabra de Dios.

Hablando de los tiempos antiguos a los padres por los profetas, Dios habló en muchas partes y en muchas maneras. Él habló dando órdenes, en avisos, en amonestación, en reproche, en exhortación, en juicio, en profecía, en promesa y en gracia.

Entre aquellos que le oían, “algunos creyeron las cosas que fueron dichas, y algunos no las creyeron”, algunos obedecieron y otros fueron desobedientes.

Dios además habló en muchos tiempos y sobre muchos temas: y la fe de cada uno que creyó lo que dijo Él, se ejercitó en una diferente dirección.

En el caso de Enoc no se nos dice lo que Dios le dijo. Por el contexto remoto, la última Epístola del Nuevo Testamento (Judas 14), pareciera que fue acerca de la venida del Señor con todos Sus santos. Sea lo que fue, Enoc creyó a Dios; y por un todavía más remoto contexto, el primer libro del Antiguo Testamento, aprendemos que Su fe en este bendito hecho resultó en, o produjo Su andar con Dios. (Génesis 5:21).

En el caso de Abraham, Dios habló en comando y en promesa. La orden fue que saliese de su país; y la promesa fue que tendría un hijo. En el caso de los padres de Moisés, Dios también debió prometerles un hijo; y debió describirles cómo sería, para que, cuando el niño naciera, reconociesen las cosas correspondientes con lo que Dios les había dicho.

De esta manera, cada uno de los dichos de Dios fue la oportunidad de oír, de oír con fe. La responsabilidad de cada oyente fue creer lo que habían escuchado. El registro concerniente a Abraham “el padre de los creyentes” es que, “por el oír de fe…Abraham creyó a Dios, y le fue contado (o, imputado) por justicia” (Gálatas 3:5, 6).

Esta debe ser la experiencia de todo verdadero creyente. Deben “creer a Dios”, y no al hombre. Deben creer lo que Dios dice y ha dicho; y no a las tradiciones de los hombres.

Para “creer a Dios” no es necesario persuadirse o ensayar una “creencia.” La cuestión popular, ¿Creemos? Es tan absurda como sin sentido alguno. Si respondiendo a esta pregunta añadiésemos, ¿creemos, en qué? o ¿A quién? se pondrá al instante en evidencia su total falta de sentido.

Estas son las cuestiones para nosotros hoy en día

“ABRAHAM CREYÓ A DIOS”

¿Creemos a Dios?
Dios nos ha dicho que en el hombre no mora el bien (o no hay nada bueno, como dice la versión inglesa) (Romanos 7:18). Los Púlpitos, Plataformas y Periódicos a una sola voz declaran lo contrario, que algunas cosas buenas residen en el hombre. ¿A quién creemos?

Dios nos ha dicho que Él creó los cielos y la tierra y todo lo que en ellos hay (Génesis 1; Isaías 45:18). El hombre dice que todo ha ido evolucionando, aparte de Dios. ¿A quién creemos?

El Señor Jesús dijo ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre (Juan 6:65). El hombre dice que todos los hombres pueden venir a Él. ¿A quién creemos?

El Señor Jesús dijo, Dios es espíritu; y los que adoran DEBEN adorarle en espíritu (Juan 4:24). El hombre en cambio dice que la adoración debe hacerse por “actos de adoración” llevados a cabo en la carne. ¿A quién vamos a creer?

El Espíritu Santo declara que hay un solo Cuerpo (Efesios 4:2-4). El hombre hace e insiste diciendo que tenemos muchos cuerpos. ¿A quién creemos?

El Espíritu Santo da el solemne encargo por Pablo: Predica la Palabra…porque el tiempo viene cuando no soportarán oír la sana doctrina (2ª Timoteo 4:2, 3). Ese tiempo ya ha llegado, y el hombre dice que “los predicadores deben hallar algo que el hombre pueda soportar o tolerar” y que “se debe predicar otras cosas además de la palabra” ¿A quién creemos?

Dios declara que estos últimos tiempos son tiempos peligrosos cuando hombres malos y perversos irán de mal en peor (2ª Timoteo 3:1, 13). El hombre dice que los tiempos nunca fueron tan plenos de promesas para cosas buenas; y que irán mejor y mejor cada año. ¿A quién vamos a creer?

El espíritu habló diciendo expresamente que en los postreros tiempos muchos se apartarán de la Fe, escuchando a espíritus y doctrinas de demonios (1ª Timoteo 4:1). El hombre, en estos últimos tiempos  nos dice a voces y por todas partes que esos no son espíritus, (es decir, ángeles inmundos) o demonios, sino el espíritu de los que partieron, de seres humanos; y se nos exhorta e invita por todos lados a que los escuchemos. ¿A quién vamos a creer?

Dios le dijo a nuestros primeros padres ciertamente moriréis (Génesis 2:6). La vieja serpiente le dijo ciertamente, no moriréis (Génesis 3:4). Y todos sus ministros hoy en día y a una sola voz repiten la misma mentira, y la enseñan además como si fuera verdad de Dios. El credo que poseen se expresa por tanto en las palabras:

         “No hay muerte, es solo un estado transitorio”

      ¿A QUIÉN vamos a creer?

La Palabra profética declara concerniente a la resurrección del “resto de los muertos” que “no volverán a vivir sino después que se hayan cumplido los Mil Años” (Apocalipsis 20:5). El hombre declara que están vivos todo el tiempo sin necesidad alguna de que haya resurrección. ¿A quién creemos?
El Espíritu Santo declara que este mundo es un lugar oscuro, y que, la palabra profética es la única luz que hay en él, a la que haremos bien en estar atentos (2ª Pedro 1:19).

La vasta mayoría de los predicadores declara que la palabra profética es un “lugar oscuro” y que haríamos bien en no tenerla siquiera en cuenta. ¿A quién vamos a creer?

Dios declara que, si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos (1ª Juan 1:9). La mayoría de los cristianos, aunque estén habituados a confesar con sus labios “yo creo en el perdón de nuestros pecados”  sin embargo se rehúsan a creer a Dios, y nos dicen que nunca podrá nadie estar cierto de que haya sido perdonado”. Así hacen de Dios un mentiroso ellos, y dicen, prácticamente: “! Señor, no voy a creer nada de lo que Tú dices en 1ª Juan 1:9, hasta que tenga algunas evidencias en mis propios sentimientos, de que lo que Tu digas es verdad!”.

Así que ellos se persuaden de sus propios sentimientos, pero se niegan creer la  palabra de Dios prometida.
¿Cuál de estas cosas vamos a creer?

Estos ejemplos podrían extenderse de mejor manera, y otras ilustraciones podrían ser halladas (de manera notable 1ª Juan 5:12). Porque, si es cierto que Isaías 55:8 es verdad, y los pensamientos y caminos del hombre son opuestos y enemigos de los de Dios, entonces siempre debemos preguntarnos: ¿A Quién vamos a creer?

Esta fue la pregunta para Israel en Cades-Barnea. Moisés le había dicho al pueblo cómo Jehová le había dicho primero: Subid y tomad en posesión la tierra que os había dado, pero fuisteis rebeldes contra el mandamiento del Señor, y no le creísteis, ni oísteis Su voz”. (Deuteronomio 9:13).

Muy raras veces nos ponemos a meditar en la inspiradora solemnidad que tienen las palabras: Y vemos que no entraron a causa de su incredulidad de Hebreos 3:19.

Dios habló a Israel y le dijo: Subid y tomad en posesión la Tierra. Subid sobre las ciudades altas de los Amonitas. Fue un momento solemne; para ser recordado para siempre.
“SI HOY, OYEREIS SU VOZ”    
Ellos oyeron Su voz aquel día. Él dijo: ¡Subid! Entrad en Mi reposo. Pero sin embargo, en esto no habéis creído al Señor vuestro Dios (Deuteronomio 1:32).

Igual sucede con las palabras del Salmo 95 (denominado el Venite) y que se canta semana tras semana (generalmente tan rápido como las palabras puedan ir saliendo por la boca), ¡cuán pocos son los que se paran a pensar de la solemnidad de su significado!

 “¡Estuve airado cuarenta años con esta generación!” 

¡Sí! Cuarenta largos años. ¿Y por qué? pues porque creyeron el falso testimonio de los diez espías, en vez de el de aquellos dos que testificaron la veracidad del testimonio que DIOS LES HABÍA DADO ACERCA DE LA TIERRA.

Es verdad, al final entraron. Después de largos años en el desierto, atravesaron el Jordán por el Este, cuando deberían haberlo hecho por los lugares altos de los Amonitas, por el Sur, ¡37 años y ½ antes!
Y cuando Pedro hizo la proclamación en Hechos 3:19-21 y llamó a la nación al “Arrepentimiento” y dio la promesa de Dios del envío de Su Hijo Jesucristo, y de tiempos de refrigerio de la presencia del Señor; ¡el pueblo se hallaba en otro Cades-Barnea! Se hallaban frente a frente con otro mandamiento, y promesa del Señor. Y un camino se abrió delante de ellos (como habían sido) las ciudades altas de los Amonitas. Esta fue la Parousia o Venida del Señor, dada a conocer por la fe en la primera y más temprana Epístola de Pablo, y dada a conocer por especial revelación en 1ª Tesal.4:13—5:11.

Esto fue algo bastante mejor que “las ciudades altas de los amorreos” y fue mejor, mucho mejor que atravesar por el Jordán. ¡Puesto que, eso de hecho hubiese sido una ascensión! Hubiese sido entrar en la Canaan celestial sin tener que pasar por el Jordán, la sepultura y las puertas de la muerte a resurrección. Esta fue una esperanza para aquellos que estaban vivos y permanecieron.

Eso es por lo que el Apóstol pudo decir: “NOSOTROS, los que vivimos y hayamos quedado”: porque, ¿cómo sabía él que la nación se Arrepentiría; y que él realmente sería uno de aquellos que estuviesen vivos, y subiría sobre las ciudades Altas, ¡Sí!, en las nubes del cielo, sin pasar por muerte, es decir,  sin atravesar el Jordán?

Así como 1ª Tesalonicenses fue el Cades-Barnea de los creyentes en aquel día, e Israel como un pueblo que decidió no “subir”. Así de igual manera Filipenses 3:10, 14, 20, 21 es nuestro Cades-Barnea hoy, si oyereis Su voz”.   

Miles de cristianos se niegan a creer Su voz. Concuerdan en afirmar que el único camino de entrar a Canaán es atravesando el Jordán, el rio de la muerte. Unos cuantos entre ellos continúan creyendo que es por muerte y resurrección. Pero cuan pocos son los que creen que “Dios nos ha preparado cosas mejores para nosotros”.

Escribiendo a los creyentes tesalonicenses en el año 52 D.C., mientras que la oferta de Pedro del Reino, hecha en Hechos 3:19-21, todavía se hallaba vigente delante de la nación, y antes de su formal ceguera, en Hechos 28:23-28, nada podía añadírsele a la revelación hecha entonces  en 1ª Tesalonicenses 4.
Pero después que se acabó la oferta para Israel, y se envío la salvación a los gentiles, la cuestión que surge es la siguiente, ¿Hubo después alguna revelación más? ¿Se habían acabado las riquezas de Su gracia y de Su gloria? ¿No tenía nada más que darle a conocer a Sus hijos?

¿Será que no podemos obtener nuestra respuesta a estas preguntas por las palabras del Señor en Juan 16:12, muchas cosas tengo que deciros, pero ahora no las podréis sobrellevar”?
¿Por qué sería que los discípulos no las podrían sobrellevar en ese tiempo? Porque todavía Él permanecía vivo. El grano de trigo todavía no había caído en tierra y muerto (Juan 12:24). Porque todavía no había sido resucitado de los muertos. En todos estos acontecimientos residen importantes doctrinas. Antes de que los eventos acontecieran, estas doctrinas no podían ser dadas a conocer.

¿No será éste el mismo caso de 1ª Tesalonicenses 4? ¿No tendrían que darse ciertos eventos antes de que una nueva revelación de verdad pudiera darse a conocer? ¿No tendría la oferta de Pedro que llegar a su fin y ser retirada antes? Y entonces, después que Israel rechazase la oferta ¿no estarían dadas las condiciones para que se diesen nuevas revelaciones añadidas? ¿No deberíamos, razonado por Juan 16:12, aguardar por algo más reciente y fresco de entre los tesoros de la gracia y de la gloria de Dios? ¡Claro que deberíamos! Y, si lo procuramos así, hallaremos que, estas revelaciones le fueron dadas, cuando el Apóstol estaba en prisión en Roma; en ese momento se dieron a conocer secretos escondidos de los hombres durante generaciones, y escondidos en Dios: El Gran Misterio o Secreto concerniente a Cristo y a la Iglesia.

En aquella prisión de Roma fueron revelados preciosos secretos por el Apóstol, y para nuestro propio consuelo y fe y esperanza. Y de nuevo surge ahora la pregunta:

¿CREEMOS A DIOS?

¿No estamos, como Israel, en Cades-Barnea? ¿No debemos creer a Dios que nos ha hablado a través de Pablo de igual forma que lo hizo con Josué y Caleb? ¿O vamos a creer a la mayoría de los espías?

¿Hay alguien que se atreva a decir que cuando Pablo escribió 1ª Tesalonicenses 4, Dios no nos dio nada reciente y nuevo, teniendo en cuenta que el hecho de que, hasta este tiempo, ni un ápice teníamos del Misterio? ¿Quién podrá decir que en Efesios, no hay una sola palabra de revelación y enseñanza dada para nosotros?

¿Tendría el mismo Pablo conocimiento alguno acerca del misterio antes de que se lo hubiera inspirado Dios a escribir en sus libros y pergaminos (2ª Timoteo 4:13)?

¿No nos dice todo esto que, los objetivos de nuestra Fe, están PUESTOS POR ESCRITO en las Escrituras de verdad, y no dictados por las tradiciones de los hombres?

Y ¿Será que la Epístola a los Efesios contiene TODO lo que Dios ha revelado?
¿No hay nada nuevo en Filipenses?

¿Cuál es la resurrección y el traslado en Filipenses 3:10, a la cual tiene tanto deseo que llegue el Apóstol?

¿Cuál es el precio del llamamiento de lo alto (5:14). No sería la meta del Apóstol ser conforme a Cristo en gloria? (Las versiones A.V. y la R.V. han oscurecido este asunto traduciendo “alto” como si fuera un adjetivo; cuando se trata de un adverbio, y debería haber sido traducido elevado (como la R.V. tiene al margen) o del modo ascendido.)

¿Esta sección dice lo mismo que 1ª Tesal. 4? ¿O añade alguna cosa más? La totalidad del contexto parece mostrarnos que el Apóstol se estaba extendiendo a algo que tenía delante, y que le hacía olvidar todo lo que quedaba atrás. No había logrado alcanzarlo, pero él se impulsaba hacia la meta, él continuó mientras era firmemente asido, a su vez,  por Cristo Jesús.

Si leemos con atención los versículos 10-15, podremos deducir que tenemos algunas recientes revelaciones de la gloria sugeridas. Y, la causa de que nos parece difícil de entender (Filipenses 3) es porque hemos intentado identificar este pasaje con 1ª Tesal. 4.

Así que, si la Fe viene por oír, escuchemos hoy Su voz en lo que Dios ha hablado, para que podamos entrar en Su reposo. 

 
 Traducción por Juan Luis Molina
Con la colaboración de Claudia Juárez Garbalena
    


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