LA GRAN NUBE DE TESTIGOS - CAPITULO 1 (3a. PARTE). Por E.W. Bullinger
Por E.W. Bullinger
Traducción: Juan Luis Molina
Con la colaboración de
Claudia Juárez G.
5 “La Sangre
de Abel” y “El Camino de Caín”
Ya hemos visto, en nuestro
último capítulo, el por qué la Fe, es decir, creer lo que se ha oído de Dios,
es la única base de aceptación con Dios, y el suelo único o base de que seamos
judicialmente absueltos a Sus ojos.
La sangre de Abel todavía
nos habla.
Estas son las últimas
palabras divinas escritas para nuestro aprendizaje concerniente a Abel:
“SU SANGRE TODAVÍA CLAMA”
Este no es el clamor de su
sangre hacia Dios. Este es el clamor que a nos habla de su fe. “Por ella (es decir, por esta fe) aunque esté muerto continúa clamando” (vers.
4).
El clamor de su sangre
desde la tierra fue para reclamar venganza sobre Caín (como se menciona en
Génesis 4:10).
Este, es un dicho, en las
Escrituras, para nuestro aprendizaje.
Su fe nos habla hoy en
día. Esa fe nos dice que no hay nada
más que pueda ser sustituido por la fe: Esa
fe nos cuenta que nada más se le puede añadir a la fe. No son las obras. No son los sentimientos. Ni son
tampoco las experiencias ni los arrepentimientos. No es incluso por
amor. Sino que es fe y fe solamente.
No son razonamientos, o
asentimientos intelectuales sobre creer algo de Dios. Si no es creer lo que Él ha
dicho acerca de mí, no solamente que soy un caído pecador sino una criatura arruinada
también; no solamente se trata de lo que he hecho, sino de lo que soy. Es creer
lo que Él me ha dicho acerca de Cristo, el Salvador que Él ha provisto, y
ungido, y ofrecido y enviado; y que este Salvador es muy poderoso y capaz para
salvar.
La Fe tiene que ver con lo
que oímos de parte de Dios; no con lo que sentimos. Nuestros sentimientos no
nos conectan con Dios, sino simplemente con nosotros mismos. Cualesquiera que
sean, no afectan para nada nuestra relación con Dios, o nuestra posición
delante de Él. En el mejor de los casos son buenos +sentimientos humanos. Pero,
la Fe es Divina y tiene que ver con Dios.
La Fe, por supuesto,
produce sus propios sentimientos, pero solamente dentro de sus preciosos
frutos; pero los sentimientos nunca llegarán a producir la Fe. “Siendo justificados por fe, tenemos paz para
con Dios” (Romanos 5:1). Esta paz es sentida. Es un bendito sentimiento de paz con Dios. Pero viene por la fe en lo
que Dios ha dicho; y no por sentimiento alguno que se origine en nosotros
mismos.
Así, pues, la sangre de
Abel continúa clamando a nosotros, aunque Abel esté muerto.
Pero la sangre de Cristo
también clama. Nos habla de una mejor
sangre que la de Abel (Hebreos 12:24).
Si la sangre de Abel clama
por venganza, la sangre de Cristo predica la paz. Si la sangre de Abel clama
por la no imputación del pecado, la sangre de Cristo nos habla de la imputación
de justicia. Si la sangre de Abel nos habla de la absolución judicial, la
sangre de Cristo nos habla de una justificación Divina.
Todo esto, ciertamente,
son cosas mejores.
Abel solamente tuvo que ver
con una cosa buena –el tipo o modelo, pero nosotros tenemos que ver con la mejor cosa – el anti-tipo (El cumplimiento
del sacrifico expiatorio de Cristo en el Nuevo Testamento para el perdón de los
pecados. Nota de traductor); nosotros tenemos aquello que el tipo o ilustración
prefiguró, la preciosa sangre de Cristo misma. Si la primera fue capaz de
conseguir una justicia legal, la posterior es ciertamente capaz y poderosa para
conseguir una justicia que sea Divina. Así la fe de Abel, continúa hablándonos.
Pero Caín también habla. Habló a Abel. Y dijo Caín a su hermano Abel (Génesis
4:8)…y aconteció que, etc. En la Versión
A.V. existen dos puntos después de la palabra hermano. En algunos Manuscritos hay una pausa o corte; en otros hay
un asterisco * * * indicando la omisión.
Lo que Caín le
dijo a Abel fue salgamos al campo. Hacía
parte de los planes de Caín, llevar consigo a solas a Abel su hermano al campo;
y cuando llegaron allí, súbitamente, se
levantó contra su hermano Abel, y lo mató. Sus palabras, y actos, muestran
la deliberada intención de sus planes.
La mente carnal de una criatura arruinada manifiesta
siempre su enemistad. Decayó su semblante
porque se encendió en ira cuando vio que Dios no aceptaba su ofrenda
consumiéndola con Su fuego desde el cielo.
Mientras que
la fe de Abel le llenaba a Abel con paz, la incredulidad de Caín le llenó a
Caín de ira.
Aquí tenemos parte del camino de Caín. Aquí tenemos, al principio de la Biblia, la
manifestación real de lo que verdaderamente es
la religión.
Caín fue un hombre religioso. Caín se acercó para
adorar a Jehová. Trajo sus ofrendas y dones. Las puso delante de Jehová. Pero sus
obras eran malas; y asesinó a su hermano (1a Juan 3:12).
Esta es la esencia de toda religión desde aquel día hasta el día de hoy.
Este es el
camino de Caín: y todo aquel que posee religión en vez de a Cristo (El cual
es, en Su misma bendita Persona, la esencia y centro de la verdadera
Cristiandad), se halla pisando en aquel camino
hoy en día.
Todas las religiones son iguales en eso. Y la Religión Cristiana, como tal, no se
diferencia en nada en su espíritu, y manifestaciones.
Háblale de Cristo, a cualquiera que solamente tenga Religión, y verás cuan súbitamente
desaparece de él la tolerancia, como hizo Caín (Génesis 4:5).
Pero, con Caín, el Señor puso del todo el asunto en
su verdadero plano: Si bien hicieres, ¿no
serás enaltecido(o agradablemente acepte)? (Génesis 4:7). Esto se
representa en la traducción de la primera frase en la Septuaginta: Si tú ofreces correctamente…
Eso es lo que significa. Si Caín hubiese ofrecido correctamente…, (es decir, si lo que Dios
le había dicho, lo hubiese hecho “bien”)
su ofrenda hubiese sido acepte.
No había diferencia
alguna entre los dos hombres. Toda la diferencia residía en sus ofrendas,
con las cuales demostraron que uno creyó a Dios, y el otro no.
Abel hizo lo
bueno porque creyó, y por tanto, obedeció a Dios – Caín no hizo lo bueno; porque no ofreció
correctamente, aunque la forma correcta de hacer la ofrenda por el pecado
estaba a la mano.
Él no tuvo excusa alguna.
¡Oh! ¡Cuántos y cuantos millones de personas han pisado
desde entonces el camino de Caín!
Son como el mismo Pablo, quien al mismo tiempo que
era el más religioso, también era un blasfemo,
y un perseguidor e injuriador (1ª Timoteo 1:13); al mismo tiempo que
actuaba movido por la justicia que en la
ley es sin tacha alguna, el andaba persiguiendo
a la Iglesia. Si alguien hubo alguna vez que anduviese en la carne, y en la
religión, Pablo podía decir, yo más. (Filipenses
3:4-7).
Todo esto es como los atenienses que eran muy religiosos (Hechos 17:22). No es una
cuestión de empeño, o celo, ni tan siquiera de sinceridad. La sinceridad no
puede servirnos para nada, a menos que, lo que sinceramente creamos, sea lo que
Dios ha dicho. El hombre, con todo su celo religioso, quiere ofrecerle algo a
Dios, conforme le parece. Es por eso
que son muchos los que se esfuerzan en presentarle la obra o fruto de sus manos; y, siendo ignorantes de lo que Dios
ha dicho, o no creyéndole, su único gran esfuerzo no solo se centra en
mejorarse a sí mismos, sino mejorar todo el mundo también.
Ellos juzgan y ven que no todas las cosas son o
están como a ellos les gustaría; sin embargo, en vez de creer a Dios para que
las remedie, ellos buscan sus propios remedios.
Incluso cuando en su religión se incluye la creencia
de que Cristo viene otra vez, piensan y juzgan que el mundo no se ha vuelto
todavía lo suficientemente bueno para que venga. Así ignoran lo que Dios ha
dicho, que todavía no es lo suficientemente malo para que Su juicio venga (2ª
Tesalonicenses 2:3).
Por eso, el hombre todavía sigue pisando el mismo camino de Caín, y lo sigue
cuando se aparta de la presencia del
Señor (Génesis 4:16). El hombre no puede soportar Su Presencia. ¡Busca esconderse
y alejarse de Dios cuanto le sea posible! (Efesios 2:13).
Todo su esfuerzo se destina a hacer algo original que lo deleite, y que lo
haga sentirse feliz, ¡tan feliz cuanto sea posible! ¡Exactamente igual que Caín
que construyó sus ciudades, y multiplicó sus lujos!
Las laboriosas obras de los artífices en bronce y hierro ahogan el clamor de la sangre de Abel
(Génesis 4:22).
Los manipuladores ruidosos de las arpas y los órganos sofocan la adoración espiritual y ahogan la
voz de la Fe de Abel (Génesis 4:21). ¡Así que el hombre, hoy en día, es
atiborrado y embebido con música no solamente mientras come y bebe diariamente,
sino incluso cuando él adora!
Este es el
camino de Caín. ¡Es el camino de persecución, pero no el de la paz! ¡Es el camino de la religión, pero
no el de Cristo! ¡Es el camino de la muerte, y no el de la vida!
¡Sí! El hombre, de igual forma que Caín, es muy religioso, Pero al fin y al cabo, la
tierra con Caín clamaba, manchada por la sangre de su hermano. Y, como
entonces, así sucede también hoy en día, el mundo que las Iglesias están
procurando mejorar, está teñido con la sangre de Cristo. Así como la sangre de
Cristo habla mejor que aquella de Abel para el creyente; de igual forma también
habla de una más terrible venganza para el incrédulo.
Es justamente en la última Epístola en el Canon del
Nuevo Testamento que leemos del camino de
Caín, y allí se asocia con el error o
pecado de Balaam, y la contradicción
de Coré (Judas 11). Esta conexión está llena de significado. Estos tres
pasos descendentes se ponen así juntos para nuestra comparación y contraste: y
nos hablan, si tenemos oídos para oír.
La incredulidad es lo que caracteriza a los tres.
El primero es incredulidad en cuanto al CAMINO de
acceso que Dios reveló: el camino de Caín.
El segundo es incredulidad en cuanto a las OBRAS que Dios requiere de
nuestras vidas: el error de Balaam.
El tercero es incredulidad en cuanto a la PALABRA que Dios ha dado: la contradicción de Coré.
El primero es necesariamente seguido por el segundo,
y estos dos son consumados por el tercero. El
camino de Caín fue no creer a la Palabra de Dios en cuanto al camino en el
cual Dios debía ser adorado (Génesis 4). El
error de Balaam fue despreciar la Palabra de Dios, y seguir el consejo que
dio Balaam, en cuanto a la desenfrenada idolatría de la vida, y el pecado que
introdujo la plaga y el juicio de Baal-peor (Números 25, y 31:16). La contradicción de Coré fue la
oposición a la Palabra de Dios (Números 16). La palabra traducida contradicción, antilogía, significa oposición contradictoria. Y aunque se
conecta con el camino de Caín en
Judas 11, aparece tres veces en esta Epístola a los Hebreos (esto es, en
Hebreos 6:16; 7:7, y Hebreos 12:3). Es la
contradicción de los pecadores contra Cristo. Así que la tercera y última
de estas tres etapas se suma a la contradicción de la Palabra de Dios Viva y
escrita. Es precisamente lo que vemos hoy en día en las contradicciones de los
más Altos Criticismos, y en las
blasfemias de la Nueva Teología.
La introducción del camino de Caín es un seguimiento deliberado. ¡Ay de ellos! Porque han seguido…Se lanzaron por lucro en el error de
Balaam…y perecieron en la contradicción de Coré! ¡Este es el final!
Aunque los tres persiguen sus propios rumbos por
separado, hasta una cierta etapa, hay una evolución de uno a otro, y los tres
acaban de igual manera en juicio.
El de Caín fue un castigo más grande que aquel que
podría soportar (Génesis 4:13). El de Balaam fue una plaga de la fiera ira del
Señor (Números 25). El de Coré fue la sepultura que abrió su boca y los encerró
en la oscuridad de las tinieblas para siempre (Judas 13).
¡Qué gran y solemne lección es esta para todos los
que se rehúsan creer a Dios! ¡Qué final tan desastroso para el camino de Caín! ¡Qué gran contraste
hay entre los dos caminos!
Uno es la
revelación de Dios; el otro es la imaginación del hombre. Uno comienza con
Dios; da paz; y termina en gloria. El otro comienza con el hombre; continúa
persiguiendo la degradación; ¡y termina en el hoyo o sepultura!
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