Tu respuesta se encuentra en una persona. De Joseph Prince
Romanos 7:25 Gracias doy
a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la
ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado.
La carne en nosotros puede
producir toda una gama de emociones y pensamientos, desde derrota, celos, codicia
y lujuria hasta ira, inferioridad, condenación y arrogancia. Mientras estemos
en este cuerpo físico, la carne está activa en nosotros.
Pero podemos regocijarnos
porque cuando Jesús murió en la cruz, la Palabra de Dios nos dice que Él
“condenó al pecado en la carne” (Romanos 8:3). Todos los pensamientos negativos
y emociones tóxicas de la carne ya han sido juzgados y castigados en la cruz.
Hoy podemos experimentar la victoria sobre la carne a través del poder de la
cruz.
Puedes leer todo sobre la
lucha del apóstol Pablo con la carne en Romanos 7:18–19: “Y yo sé que en mí,
esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí,
pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que
no quiero, eso hago.”.
¿Notaste cuántas veces
las palabras “yo”, “mi” y “yo” se mencionan solo en los dos versículos
anteriores? Estoy seguro de que puedes identificarte con el apóstol Pablo aquí
en su lucha con la carne.
Es la lucha que todos
enfrentamos cuando estamos ocupados con nosotros mismos y en guerra con la carne
dentro de nosotros. Es una vida de vejación, angustia, derrota y desesperación.
Aquí no es donde Dios
quiere que vivas, amigo mío. Un creyente no vive en Romanos capítulo 7. A
través de Cristo Jesús, deberíamos estar viviendo en Romanos capítulo 8.
Sigamos leyendo y descubramos cómo Pablo se liberó de esta esclavitud del yo.
Solo unos pocos
versículos después, Pablo exclama: “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este
cuerpo de muerte?” (Romanos 7:24). La respuesta, amigo mío, se encuentra en una
persona, y Pablo nos dice que esta persona es Jesús: “Doy gracias a Dios, por
Jesucristo Señor nuestro”. (Romanos 7:25).
Solo nuestro hermoso
Salvador, Jesucristo, puede librarnos de la carne. Y en Cristo podemos entrar
en el primer versículo de Romanos capítulo 8, que proclama: “Ahora, pues,
ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (NASB).
Aquí es donde nosotros,
como creyentes del nuevo pacto, debemos vivir. No en el dominio de la lucha y
la desesperación constantes, sino en el dominio de la no condenación y la
victoria.
Extracto del libro “El
poder de creer correctamente”
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