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Poder para destruir finalmente las enfermedades. De Joseph Prince

1 Corintios 1:27.29 sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; a fin de que nadie se jacte en su presencia.

Para muchas personas, es la simplicidad misma de la Santa Comunión lo que les hace tan difícil creer que pueda ser eficaz. Todo lo que pueden ver es un pequeño trozo de pan y un pequeño vaso de jugo. No pueden imaginar cómo algo tan aparentemente insignificante, pequeño y débil puede echar fuera la enfermedad o hacer que vivan una vida larga.

Cuando descartamos los elementos de la Comunión por esas razones, estamos olvidando la forma en que Dios obra. La Biblia dice que Dios elige las cosas débiles del mundo para avergonzar a las fuertes. Una y otra vez, vemos cómo Dios derrotó a los enemigos de los hijos de Israel no por medio del poderío militar sino por cosas aparentemente insignificantes.

Dios usó una honda y una piedra en la mano de un joven pastor para derribar a Goliat, el poderoso campeón del ejército filisteo (1 Samuel 17:38–51). Usó un martillo y una estaca en las manos de una mujer indefensa para destruir a Sísara, el despiadado comandante militar cananeo que había oprimido a los hijos de Israel durante veinte años (Jueces 4:3–22). Usó la quijada de un asno en la mano de Sansón, un hombre, para matar a mil filisteos (Jueces 15:15-16).

Es interesante que cuando una mujer gentil se acercó al Señor Jesús en busca de la sanidad de su hija severamente endemoniada, Él se refirió a la sanidad como "el pan de los hijos". ¿Sabes lo que le dijo la mujer?

"Sí, Señor, pero hasta los perritos comen las migajas que caen de la mesa de sus amos". Entonces Jesús le dijo: “¡Oh mujer, grande es tu fe! Hágase contigo como quieres". Y en esa misma hora, su hija fue sanada (Mt. 15:22-28).

¿De qué piensas que es una sombra el pan de los hijos que está puesto en la "mesa de los amos"? ¡De la santa Comunión!

Tú y yo nos sentamos a la mesa del Maestro porque somos hijos e hijas del Dios Altísimo y participamos libremente de la Cena del Señor. Si las aparentemente insignificantes "migajas" que cayeron de la mesa pudieron sanar a la hija de la mujer, ¡cuánta más sanidad y vida recibiremos cuando tengamos la sustancia de la santa Comunión!

Extraído del sitio Joseph Prince Ministries:
https://www.josephprince.org/ 

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