!Su gran fidelidad! Por Claudia Juárez Garbalena
Para que el hijo de Dios tenga una vida creciente en victoria
y plenitud, debe basar toda su confianza en lo que Dios es y no en su desempeño. Dios es amor. Dios
es luz y ningunas tinieblas hay en Él. Dios es misericordioso, rico en gracia,
gentil, compasivo, generoso y justo. Dios es un poderoso Guerrero, un celoso
Guardián de los Suyos, y un fiel Guardador de pactos.
Las cualidades de la naturaleza de Dios deben ser la
roca sólida en la cual un creyente basa su vida. Es un viaje que durará toda la vida aprender a
conocer a nuestro Dios y confiar en Él. Nuestra certeza en la vida debe estar
fundada y descansar en lo que Él es, y no en nuestra propia habilidad para
seguirlo.
Una de las características de Dios en la cual debemos
aprender a descansar, es en SU FIDELIDAD.
Dios es absolutamente fiel a Sus promesas. Una vez que Él ha dado Su palabra de
que llevará a cabo algo, nadie más honorable que Él para cumplir esa palabra.
Sus palabras tienen poder para crear y resucitar, y son fieles y verdaderas. Lo que Él ha dicho y prometido en Su Palabra es y será.
Sus promesas se cumplirán en nuestras vidas en la medida en que simplemente
creamos en Él.
Hay un relato en el libro de Nehemías que fue escrito
y redactado hermosamente alrededor del año 430 a.C. como un resumen de lo que
hasta ese momento había vivido el pueblo de Israel. Dios dijo de Israel: “todo
el día extendí mis manos a un pueblo rebelde y contradictor” (Romanos 10:21).
Dios, por amor a los padres de Israel, Abraham, Isaac y Jacob, ha cumplido Sus
promesas a Israel. Dios ha cuidado de Su pueblo incansable e incesantemente no
debido a la fidelidad de ellos, sino debido a Su gran fidelidad, debido
a QUIEN
ÉL ES.
Aproximadamente quinientos años antes de la venida de
Cristo, el pueblo de Israel por su rebeldía y desobediencia se dirigió
vertiginosamente hacia su auto destrucción. Dios envió a Sus profetas para
amonestarlos y reprenderlos, y mostrarles el camino de vuelta. Pero Israel
rechazó a los profetas, rechazando así a Dios y Su reprensión. Así que lo
inevitable ocurrió, fueron invadidos y llevados cautivos cruel y salvajemente a
Babilonia. La ciudad quedó completamente devastada, en ruinas, muchos de ellos
murieron y la porción del pueblo que los babilonios consideraron “selectos”,
fueron llevados para ser siervos en una tierra ajena.
Setenta años estuvieron bajo ese yugo, y al cumplirse
el tiempo determinado por Dios, bajo el liderazgo de Nehemías, comenzaron la
reconstrucción del muro y de la ciudad. El libro de Nehemías fue escrito en
este contexto y narra una historia muy significativa y edificante, digna de
estudiarse y meditarse, y lo que quiero leer con ustedes, es un relato ocurrido
justo después de que el pueblo de Israel había edificado el muro para
oficialmente iniciar la reconstrucción de su ciudad.
Fue una tarea ardua reedificar el muro. Tenían
enemigos que los intimidaban y trabajaron a marchas forzadas para levantar el
muro y comenzar a reconstruir su ciudad. Una vez reedificado el muro, Nehemías capítulo
8 describe como se reunió todo el pueblo para escuchar el libro de la ley que
Esdras recién había encontrado después de muchos años que había quedado olvidado.
¡Ese momento fue histórico, hermoso y muy significativo! Setenta años
estuvieron cautivos y sin escuchar la Palabra de Dios, y ahí estaba todo el
pueblo reunido de pie oyendo las Escrituras. En este contexto, Nehemías capítulo
nueve nos da un resumen de acontecimientos de la historia de Israel:
Nehemías 9:1 El día
veinticuatro del mismo mes se reunieron los hijos de Israel en ayuno, y con
cilicio y tierra sobre sí.
2 Y ya se había apartado la
descendencia de Israel de todos los extranjeros; y estando en pie, confesaron
sus pecados, y las iniquidades de sus padres.
3 Y puestos de pie en su
lugar, leyeron el libro de la ley de Jehová su Dios la cuarta parte del día, y
la cuarta parte confesaron sus pecados y adoraron a Jehová su Dios.
5 Y dijeron los levitas…Levantaos,
bendecid a Jehová vuestro Dios desde la eternidad hasta la eternidad; y
bendígase el nombre tuyo, glorioso y alto sobre toda bendición y alabanza.
6 Tú solo eres Jehová; tú
hiciste los cielos, y los cielos de los cielos, con todo su ejército, la tierra
y todo lo que está en ella, los mares y todo lo que hay en ellos; y tú
vivificas todas estas cosas, y los ejércitos de los cielos te adoran.
7 Tú eres, oh Jehová, el Dios
que escogiste a Abram, y lo sacaste de Ur de los caldeos, y le pusiste el
nombre Abraham;
8 y hallaste fiel su corazón
delante de ti, e hiciste pacto con él para darle la tierra del cananeo, del
heteo, del amorreo, del ferezeo, del jebuseo y del gergeseo, para darla a su
descendencia; y cumpliste tu palabra,
porque eres justo.
En este precioso relato se alaba a Dios, se habla de
Sus proezas y se describe Su naturaleza. Dios cumplió su Palabra dada a ellos ¡porque
Él es justo! Dios no cumplió Su Palabra por la fidelidad de Abraham
o del pueblo Israel, sino porque Él es justo. Así que, si Dios ha
prometido cuidarte, si Dios ha prometido suplirte, si Dios ha prometido bendecirte,
¡Él lo hará porque es Él es JUSTO!
Continúa el relato:
Nehemías 9:9 Y miraste la aflicción de nuestros padres
en Egipto, y oíste el clamor de ellos en el Mar Rojo;
10 e hiciste señales y maravillas contra Faraón, contra todos sus
siervos, y contra todo el pueblo de su tierra, porque sabías que habían
procedido con soberbia contra ellos; y
te hiciste nombre grande, como en este día.
11 Dividiste el mar delante de
ellos, y pasaron por medio de él en seco; y a sus perseguidores echaste en las
profundidades, como una piedra en profundas aguas.
12 Con columna de nube los
guiaste de día, y con columna de fuego de noche, para alumbrarles el camino por
donde habían de ir.
13 Y sobre el monte de Sinaí
descendiste, y hablaste con ellos desde el cielo, y les diste juicios rectos,
leyes verdaderas, y estatutos y mandamientos buenos,
14 y les ordenaste el día de
reposo santo para ti, y por mano de Moisés tu siervo les prescribiste
mandamientos, estatutos y la ley.
15 Les diste pan del cielo en
su hambre, y en su sed les sacaste aguas de la peña; y les dijiste que entrasen
a poseer la tierra, por la cual alzaste
tu mano y juraste que se la darías.
¡Dios alzó Su mano y les juró que les daría la tierra!
¡DIOS Todopoderoso alzó Su mano y juró! Esto es un simbolismo o figura que nos
habla de que nuestro Dios es honorable, justo y recto, ¡Él no es hombre para
mentir! ¡Ni hijo de hombre para arrepentirse! ¡Lo que Él dijo, hará!
16 Mas ellos y nuestros padres
fueron soberbios, y endurecieron su cerviz, y no
escucharon tus mandamientos.
Como ya hemos visto, la arrogancia es una enorme
piedra de tropiezo para el corazón creyente. La gente de Israel “endureció su
cerviz, y no escucharon sus mandamientos”, oyeron lo que les fue dicho por
Moisés, pero no recibieron la palabra, ellos rehusaron creerla.
Lo que Satanás hizo en el huerto del Edén, fue llevar
a Adán y a Eva a creer que podían vivir independientes de Dios. Él les dijo: “Seréis
como Dios…”. La astuta serpiente comenzó haciendo dudar a Eva de la Palabra de
Dios, y al final la contradijo por completo. Adán y Eva creyeron LA MENTIRA, “seréis
como Dios”, en otras palabras les dijo: “centra todo en ti mismo y haz lo que
se te antoje”, y la humanidad cayó.
El hombre y la mujer quieren ser el dios en su vida,
decidir independientemente de Dios por dónde ir y qué hacer, e incluso muchas
veces, pretenden decirle a Dios qué debería hacer, y cómo debería actuar en sus
vidas. Dios es el Autor de la vida, y si alguien sabe cómo funciona la vida, es
Él. Dios nos dio libre albedrío, voluntad propia para elegir por donde queremos
actuar, sin embargo, nunca te encontrarás más seguro que bajo el amparo, el consejo
de Dios y la guía de Dios.
El libro de Nehemías nos muestra cuál fue la razón por
la que los hijos Israel comenzaron a alejarse de Dios: por soberbia, por dureza
de corazón. Tener un corazón manso y humilde es VITAL para un
creyente. Recibir con mansedumbre las palabras de Su Palabra nos dará vida, paz
y libertad. Tener soberbia y dureza de corazón nos llevará por un camino
empedrado de amargura y sin sabores. La soberbia nos hace caminar sin sentido en
círculos llevando una carga pesada a cuestas, y produce ceguera espiritual a
quien la guarda en su corazón.
Cuando Jesús, en su cuerpo resucitado, salió al
encuentro de aquellos dos discípulos en el camino a Emaús, les dijo: “¡Oh
insensatos [necios], y tardos [lentos] de corazón para creer todo lo que los
profetas han dicho!” (Lucas 24:25). Ellos habían presenciado el ministerio y
muerte de Jesús, pero tenían incredulidad sobre su resurrección. Dice el
versículo 16 que “los ojos de ellos estaban velados, para que no le
conociesen”, estaban velados a causa de su incredulidad. Jesús “les declaró en
todas las Escrituras lo que de él decían”. Finalmente, los ojos de su entendimiento
fueron abiertos y dijeron “¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos
hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?”
¡La Palabra de Dios tiene un inigualable poder! La
Palabra de Dios “es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos;
y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y
discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”. ¡Mientras tú lees
las Escrituras, eso renueva y sana tu vida! ¡Tú fe o creencia crece! ¡La nueva
creación en ti se alimenta, nutre y florece!
Proverbios 4:20 Hijo mío, está atento a mis palabras;
Inclina tu oído a mis razones.
21 No se aparten de tus ojos; Guárdalas en medio de tu
corazón;
22 Porque son vida a los que las hallan, y medicina a
todo su cuerpo
La Escritura dice: “Amado, yo deseo que tú seas
prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma”.
¡Dios desea que nuestra alma prospere! ¡Y nuestra alma prospera exponiéndola a
la Palabra viva de Dios!
Querido hermano, hermana, una forma correcta de creer,
produce una forma correcta de vivir. El entendimiento de la gracia
indudablemente nos dará liberación paulatina en cada área de nuestras vidas.
Creer la obra finalizada de Cristo traerá plenitud a tu vida y gozo y paz. Las
circunstancias no dan a un creyente VIDA. ¡Jesús es EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA! ¡En él literalmente está “escondida”
nuestra vida! Y está “escondida” no porque Dios desee esconderla de nosotros,
sino porque es un tesoro que tú mismo debes buscar, descubrir y creer.
¡Creer la Palabra, creer en la
gracia de Dios con un corazón sencillo vivificará y resucitará todo lo que haya
perdido vida en ti!
¡La senda de los justos es como la luz de la aurora que va en aumento hasta que
el día sea perfecto! ¡Esta es fiel Palabra de Yahweh!
El resumen que estamos viendo del libro de Nehemías,
nos habla de que ellos “fueron soberbios, y endurecieron su cerviz, y no
escucharon Sus mandamientos”. ¡Eso les llevó a cautividad! Aprendemos de este
pasaje que para no limitar a Dios en nuestras vidas necesitamos un corazón que
recibe con mansedumbre y humildad Sus palabras.
Tengamos cuidado de no contradecir con nuestras
palabras Su Palabra, ¡eso es incredulidad! Si Dios dice que tú eres justo y
amado, ¡tú eres justo y amado! Si Dios dice que Él escucha tus oraciones, ¡Él
las oye! Si Dios dice que por las llagas de Jesús tú has sido curado, ¡tú has
sido curado! ¡alinea tus palabras y pensamientos a la Palabra de Dios y tendrás
VIDA!
¡Lucas 4:17-21 contiene nuestra proclamación de
victoria! ¡El libro de Romanos expone nuestra liberación! ¡Lee la Palabra,
estudia la Palabra, medita la Palabra, cree la Palabra! ¡Su gracia en Cristo
Jesús te ha liberado de toda prisión y cautividad! ¡Esa es tu nueva realidad
como hijo de Dios!
Todos estamos creciendo, y en algunas áreas de
nuestras vidas necesitamos crecer aún más. Recordemos siempre que lo más
importante es cuidar nuestro corazón. ¡Permitamos que la luz entre en nuestro
corazón porque es la luz lo que disipa las tinieblas!
Continuemos leyendo el libro de Nehemías, y viendo la
fidelidad de Dios con Su Pueblo:
Nehemías 9:17 [ los hijos de
Israel] No quisieron oír, ni se acordaron de tus maravillas que habías hecho
con ellos; antes endurecieron su cerviz, y en su rebelión pensaron poner
caudillo para volverse a su servidumbre. Pero tú eres Dios que perdonas, clemente y piadoso, tardo para la ira, y
grande en misericordia, porque no los abandonaste.
18 Además, cuando hicieron
para sí becerro de fundición y dijeron: Este es tu Dios que te hizo subir de
Egipto; y cometieron grandes abominaciones,
19 tú, con todo, por tus muchas misericordias no los abandonaste en el
desierto. La columna de nube no se apartó de ellos de día, para guiarlos
por el camino, ni de noche la columna de fuego, para alumbrarles el camino por
el cual habían de ir.
20 Y enviaste tu buen Espíritu para enseñarles, y no retiraste tu maná de
su boca, y agua les diste para su sed.
21 Los sustentaste cuarenta
años en el desierto; de ninguna cosa tuvieron necesidad; sus vestidos no se
envejecieron, ni se hincharon sus pies.
22 Y les diste reinos y
pueblos…
23 Multiplicaste sus hijos
como las estrellas del cielo, y los llevaste a la tierra de la cual habías
dicho a sus padres que habían de entrar a poseerla.
24 Y los hijos vinieron y
poseyeron la tierra, y humillaste delante de ellos a los moradores del país, a
los cananeos, los cuales entregaste en su mano, y a sus reyes, y a los pueblos
de la tierra, para que hiciesen de ellos como quisieran.
25 Y tomaron ciudades
fortificadas y tierra fértil, y heredaron casas llenas de todo bien, cisternas
hechas, viñas y olivares, y muchos árboles frutales; comieron, se saciaron, y se deleitaron en tu gran bondad.
26 Pero te provocaron a ira, y
se rebelaron contra ti, y echaron tu ley tras sus espaldas, y mataron a tus
profetas que protestaban contra ellos para convertirlos a ti, e hicieron
grandes abominaciones.
27 Entonces los entregaste en
mano de sus enemigos, los cuales los afligieron. Pero en el tiempo de su
tribulación clamaron a ti, y tú desde los cielos los oíste; y según tu gran misericordia les enviaste
libertadores para que los salvasen de mano de sus enemigos.
28 Pero una vez que tenían
paz, volvían a hacer lo malo delante de ti, por lo cual los abandonaste en mano
de sus enemigos que los dominaron; pero volvían y clamaban otra vez a ti, y tú
desde los cielos los oías y según tus misericordias muchas veces los libraste.
29 Les amonestaste [Su instrucción jamás se apartó de ellos] a que se volviesen a tu ley; mas ellos se
llenaron de soberbia, y no oyeron tus mandamientos, sino que pecaron contra tus
juicios, los cuales si el hombre hiciere, en ellos vivirá; se rebelaron,
endurecieron su cerviz, y no escucharon.
30 Les soportaste por muchos
años [les tuvo
paciencia], y les testificaste con tu
Espíritu por medio de tus profetas, pero no escucharon; por lo cual los
entregaste en mano de los pueblos de la tierra.
31 Mas por tus muchas misericordias no los consumiste, ni los desamparaste;
porque eres Dios clemente y misericordioso.
A Israel le fue prometida una herencia rica y
sobreabundante. Pero ellos literalmente rehusaron creer que Dios se las daría.
Fueron lentos de corazón y necios. Dieron más peso a las circunstancias y
evidencias de los cinco sentidos, que a las palabras de Dios, Quien acababa de
mostrarles Su gran poder, gracia, bondad y fidelidad sacándolos de Egipto con
mano poderosa.
¡Eso fue rebeldía! ¡Una completa dureza de corazón!
Eso les causó que perdieran el título de propiedad de una promesa que les pertenecía.
Con Dios habrían conquistado esa tierra donde fluía la leche y la miel, pero
debido a su incredulidad, toda la generación de veinte años para arriba quedó
postrada en el desierto. Ellos dijeron “no podremos tomar la tierra”, ¡y eso
fue justo lo que ocurrió! Su confesión y creencia se hicieron una realidad.
Hay cientos de promesas en la Palabra de Dios listas
para ser reclamadas, y mayor aun, hay verdades para nosotros que son una
realidad en Su Reino y que simplemente espera ser reclamadas. Esas realidades
espirituales ganadas por Cristo para ti y para mí, ¡son como una cuenta en el
banco a tu nombre! ¡Tú puedes exigir aquello que ya es tuyo y que fue pagado
con el precio de la sangre del Hijo de Dios! Tienes derecho a una salud divina,
tienes derecho a la prosperidad divina, tienes derecho a protección divina; te
ha sido dada autoridad en el nombre de Jesucristo para ordenar a toda opresión,
enfermedad, padecimiento o fuerza espiritual diabólica que se marche de tu vida
y de la de los tuyos. Tienes derecho a la guía del Padre, tienes derecho a
manifestar de Su espíritu en ti, tienes derecho a hablar en lenguas, tienes
derecho a recibir revelación de Dios. ¡Tienes derecho a demandar que la
voluntad de Dios se cumpla en esta tierra! Tienes derecho a manifestar la
sabiduría de Salomón, a la fuerza de Caleb, tienes derecho a las bendiciones de
Abraham y a la salud de Moisés. En ti mora un espíritu de poder, amor y dominio
propio: ¡Una réplica del Cristo Resucitado mora en ti! Todo esto te ha sido
dado POR LA GRACIA DE DIOS y POR LA OBRA COMPLETA Y FINALIZADA DE CRISTO. No
tienes que ganarlo y/o merecerlo, ¡es tuyo en Cristo!
¡Tú eres más que vencedor por medio de Aquel que te ha
amado! Tú tienes derecho de ir de triunfo en triunfo en Cristo Jesús a causa de
la victoria contundente de Cristo sobre el enemigo. ¡Y esto no es psicología
motivacional o pensamientos positivos que si los piensas lo suficiente se harán
realidad, ¡esto es la verdad que Dios declara en Su Palabra que tú eres y tienes
en Cristo y la Escritura dice que el justo por la fe vivirá (Rom. 1:17)!
¡La fe es la moneda de cambio en el cielo! ¡Ninguna fuerza
espiritual ni humana, ni ninguna circunstancia es más grande que nuestro DIOS!
Su voluntad prevalecerá en tu vida si aprendes simplemente a descansar en lo
que Cristo hizo por ti, y a permanecer firme en la gracia de Dios. Recuerda que
es Cristo quien te ha dado la victoria, no tus propias obras, no tu buen
comportamiento. No pongas tus ojos en tu propia fe, sino en el Hijo de Dios que
murió por ti y venció a la muerte, y exhibió públicamente a todo principado y
potestad.
Es un privilegio y gran bendición ver relatos en la
Biblia que nos enseñan, alientan y exhortan, pero también hay testimonios de
creyentes contemporáneos que nos bendicen y alientan. Quiero compartir con
ustedes, un pequeño fragmento de “Deléitate
en Dios, una biografía de George Müller, Por Roger Steer”. Este es un hermoso libro que marcó mi vida dándome
una revelación y visión nueva de la vida práctica en Dios, de lo que es la
simple fe o creencia. George Müller estuvo a cargo de tres grandes orfanatos, donde
a lo largo de sus más de 70 años de ministerio, dio albergue, sustento, abrigo,
asistencia, educación y una formación cristiana a casi diez mil niños huérfanos.
Aquellos que somos padres podemos dimensionar lo que representa tomar cuidado
de semejante cantidad de niños si solo tenemos a cargo dos o tres o cuatro hijos.
George Müller se propuso mostrarle al mundo la grandeza del Dios vivo, y Dios
honró su creencia. Recomiendo muchísimo este libro, y he aquí un pequeño
fragmento:
“La Iglesia de Dios no está despierta para
ver cuán bello y maravilloso es Dios, y de ahí proviene la escasez de
bendiciones. Oh, amados hermanos y hermanas en Cristo, ¡buscad aprender por
vosotros mismos, porque no me llegan las palabras para hablaros de todas Sus
infinitas bendiciones! En los momentos más oscuros, estoy listo para confiar en
Él, porque sé cuan hermoso y amable y adorable Ser Él es, y si es la voluntad
de Dios ponernos a prueba, permitámosle que lo haga, para que comprobemos por
nosotros mismos quien Él es, porque Él se revelará a Sí Mismo, y le conoceremos
mejor. Llegaremos a la conclusión de que
Dios es un Ser maravilloso, admirable, y estaremos satisfechos con Él, y
diremos: “Es mi Padre, permitiré que Él actúe como le plazca.
Cuando
comencé a permitirle a Dios que cuidase de mí, dependiendo de Él solamente, de
acuerdo a Su Palabra, y me pasé cincuenta años depositando simplemente en Él mi
propia vida, la de mi familia, impuestos, gastos de viajes y todas las demás
necesidades, lo hice descansando en la sencilla promesa que encontré en el
sexto capítulo de Mateo. Creí la
Palabra, descansé en ella y la puse en práctica. Me aferré a Dios según su Palabra. Soy extranjero, un extraño en
Inglaterra, hablo siete idiomas y podía haberlos utilizado para encontrar un
empleo remunerado, sin embargo, yo me había consagrado a la obra del Señor, puse mi confianza en el Dios Quien ha dado
Sus promesas, y Él ha hecho conforme a Su Palabra. No me ha faltado de nada
– absolutamente nada. He tenido conflictos y dificultades, y he tenido mi
cartera vacía, pero mis gastos han sido siempre cubiertos. He recibido miles y
miles de dólares, mientras iba siendo realizada la obra a lo largo de estos
cincuenta y un años. Además, con respecto a mi trabajo pastoral, durante los
cincuenta y un años pasados he tenido grandes dificultades, grandes obstáculos
y perplejidades. Habrá siempre
dificultades, siempre obstáculos. Pero Dios me ha sacado de todos ellos, y la
obra ha seguido realizándose.
Ahora
bien, esto no ha sucedido, como algunos han dicho, porque yo sea un hombre con
un gran poder mental, o dotado de una energía y perseverancia especial – esas no son las razones. Ha sido porque he puesto mi confianza en
Dios; porque he buscado a Dios, y Él ha tenido cuidado de la Institución,
la cual, bajo Su dirección, posee actualmente cien escuelas, con maestros y
maestras, y otros departamentos de los cuales ya he hablado anteriormente.
No soy yo quien lleva la carga.
Y ahora con mis setenta y seis años,
tengo la fuerza física y el vigor mental para llevar a cabo tanto trabajo como
cuando era un hombre joven en la universidad estudiando y preparando
discursos en latín. Me siento con tanto vigor como en aquel tiempo. ¿Cómo es posible? - Pues, porque en la
última mitad de siglo de trabajo he sido capaz, con la simplicidad de un niño,
de depender, de confiar en Dios. He tenido mis pruebas, pero me he tomado
de la mano de Dios, y así las he pasado y he sido sostenido. No es solamente que le permitamos, sino que
hay también un firme mandamiento que Él nos da, para que echemos todas las
cargas sobre Él. ¡Oh, vamos, hagámoslo! Mi amado hermano o hermana en
Cristo, “echa sobre Jehová tu carga, y Él te sustentará” (Salmos 55:22). Día tras día esto es lo que yo hago.
Esta mañana, presenté delante del Señor sesenta asuntos que tienen que ver con
la iglesia de la cual soy pastor, y así sucede, día tras día es lo que hago, y
año tras año; y así ha sido durante diez años, treinta años, cuarenta años.
No
esperes obtener toda la fe de una vez. Desapruebo los maratones para obtener de
golpe toda la fe. Yo no creo en eso. Yo no creo en eso, yo no creo en eso y
ojalá que entiendas del todo que yo no creo en eso. Todas estas cosas
espirituales vienen de una forma natural. Lo poco que yo conseguí no lo logré
todo de una vez. Todo esto lo digo, particularmente, porque me llegan cartas
llenas de preguntas de todos aquellos que buscan fortalecer su fe. Otra vez
digo, permanece con toda tu alma en la
Palabra de Dios, y se te incrementará la fe a medida que vayas ejercitándola.
Una
cosa más. Hay algunos que dicen, “Oh, yo jamás tendré el don de fe que el Sr.
Müller posee”. Esto es un error – es el más grande de los errores – no hay
ninguna verdad en esto. Mi fe es la misma clase de fe que todos los hijos de
Dios tienen. Es la misma clase de fe que Simón Pedro tenía, y todos los cristianos pueden obtener la
misma fe. Mi fe es la misma fe que la de ellos, aunque la mía pueda ser
mayor que la suya debido a que haya sido un poco más desarrollada a través de
ejercitarla, pero la fe que tienen es precisamente la fe que yo ejercito, solo
que, con respecto al grado, la mía pueda haber sido más fuertemente ejercitada.
Ahora
bien, mis queridos hermanos y hermanas, comiencen de forma sencilla. Al
principio, yo fui capaz de confiar en el Señor por $10 dólares, después por
$100, después por $1.000 y ahora, con una gran facilidad, puedo confiar en Él
por $1.000.000 si fuese necesario. Pero
primero, debo quieta, cuidadosa, y deliberadamente examinar y ver si aquello
para lo que estoy confiando, es algo que esté en armonía con Sus promesas en Su
Palabra escrita. Si hallo que lo está, las muchas dificultades no serán un
obstáculo para mi confianza. ¡Cincuenta y un años, y Dios nunca me
defraudó! Confía en Él por ti mismo y
comprueba cuan fiel es Él a Su Palabra.”
El sr. Müller honró a Dios creyendo en Él, confiando
en Él, descansando en Él. No fueron ni sus obras ni sus méritos lo que le
permitió llevar a cabo una obra tan grande, sino su sencilla fe ejercitada a
través de descansar en Dios y Su Palabra. Él confió en Su gran fidelidad. Sus
ojos estuvieron puestos en el Dios vivo, no en las circunstancias, y no en sí
mismo.
Mi visión, oración, objetivo y gran deseo al escribir
estas páginas, es primero, hacer la voluntad de Dios, porque estoy convencida
que es la voluntad de Dios que escriba este libro, y segundo ayudarte a
entender cómo vivir de una forma totalmente sencilla y práctica las Escrituras
a través de comprender más el corazón de nuestro Padre.
La Escritura nos exhorta constantemente a meditar en
las Escrituras, y a no apartar nuestros ojos de ellas. Toda la Escritura es
inspirada por Dios, pero vivimos en la Era de Gracia y es ahí donde debemos centrar
nuestro empeño y enfoque. El Antiguo Testamento nos revela a Cristo, nos
amonesta, nos instruye y nos muestra la naturaleza de Dios, pero debemos
diferenciar las Escrituras dirigidas a nosotros, de las Escrituras que son para
nuestro aprendizaje.
¡La Palabra de Dios tiene literalmente vida, y literalmente respira vida en nosotros! Por eso la estudiamos, por eso la meditamos, por eso la leemos y oramos por tener entendimiento en ella y por escuchar la voz de Dios en ella. Dios está deseoso de revelarse a ti cada día un poco más y está anhelante de que conozcas tu herencia en Cristo y de que te apropies de cada promesa y de cada realidad dada en Cristo a tu vida. Dios anhela que vivamos como un árbol plantado junto a corrientes de aguas que da fruto en su tiempo, y sus hojas no caen y todo lo que hace prosperará.
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