Cayendo de la gracia. De Joseph Prince
Gálatas 5:4 (KJV) Cristo ha llegado a no tener efecto para vosotros, cualquiera de ustedes que se justifica por la ley; ha caído de la gracia.
¿Qué te viene a la mente
cuando escuchas la frase “ha caído de la gracia”? Hoy, cuando alguien peca, los
ministros dicen que la persona ha “caído de la gracia”. Sin embargo,
curiosamente, cuando el apóstol Pablo escribió a la iglesia en Corinto, nunca
les dijo a los corintios que habían caído de la gracia a pesar de todos sus
pecados.
La escritura de hoy nos
da la verdadera definición de “caer de la gracia”. Nos dice que caer de la
gracia es caer en la ley, es decir, tratar de ser justificados obedeciendo la
ley. Nota desde aquí que la gracia es el terreno elevado. En otras palabras, cuando
estás bajo la ley, has caído de tu alto terreno de la gracia. De la misma forma,
el propiciatorio en el arca del pacto está colocado sobre los Diez
Mandamientos, así caer de la gracia es volver a los Diez Mandamientos.
Quiero que sepas lo que
las Escrituras realmente dicen acerca de caer de la gracia para que no te robes
a ti mismo del poder de reinar en vida. Cuando falles, no tengas esta idea de
que has “caído de la gracia” y luego intentes por tus propios esfuerzos volver
a “la buena gracia” de Dios. No, la gracia de Dios no se puede merecer o ganar.
Solo puede ser recibida. Y llegas a ser un buen receptor de esa gracia que te
empodera para reinar en vida cuando llegas al final de ti mismo, al final de
tus propios esfuerzos para salvarte a ti mismo. Cuando ves tu necesidad de
Jesús y recibes y descansas en Su obra terminada (especialmente cuando has
fallado), es cuando el favor inmerecido de Dios, Su gracia salvadora, se desata
en tu vida.
Miriam, que vive en
Texas, descubrió que esto era muy cierto en su vida:
Pastor Prince, fui
creyente por mucho tiempo pero estaba muy frustrada en mi caminar cristiano
porque no estaba viviendo una vida victoriosa. Estaba enojada con la iglesia,
enojada con Dios y cuestionando de qué se trataba esta vida en Jesucristo.
También estaba enojada con mi familia, particularmente con mi hijo por su
comportamiento rebelde. De acuerdo con las enseñanzas que había recibido y lo
que estaba haciendo para obedecerlas, se suponía que todo iría bien.
Empecé a caminar temprano
en la mañana y a abrirle mi corazón a Dios. Le dije lo frustrada que estaba y
le pedí que me mostrara dónde me había equivocado. También le dije que no podía
amar a mi hijo por lo que era. Le pedí a Dios que amara a mi hijo, porque
aunque yo no podía, yo sabía que Él podía.
Le entregué todo mi enojo
y comencé a ver mejoras en aquellas áreas en las que había luchado. Le dije a
Dios que solo quería vivir la vida que Jesús vino a darme, porque no creía que
Jesús pasó por una horrible muerte por mí para vivir una vida de derrota.
Poco tiempo después, leí
un libro suyo y me di cuenta de que vivía bajo una mezcla de ley y gracia.
Empecé a aprender a mantener mis ojos en la obra terminada de Jesús y a confiar
en Él para la vida del reino. Nunca nadie me había enseñado la gracia de
nuestro Señor Jesús y el amor que nos da Dios el Padre a través de la obra
consumada de Su Hijo, y nunca había entendido lo que era vivir una vida de
nueva creación en Cristo Jesús.
Desde entonces he
aprendido que no se trata de tratar de creer o de tratar de ser bueno para
ganar la gracia de Dios. Aprendí que es un regalo gratuito, y mi respuesta
ahora siempre es: “Gracias, Padre Dios, por amarme tanto y darme esta
abundancia de Tu gracia y el regalo gratuito de la justicia a través de
Jesucristo”. Su enseñanza de la gracia de nuestro Señor Jesús ha cambiado mi
enfoque para ver el amor y la obra terminada de Jesús. ¡El deseo de mi corazón
es ser la luz en el mundo, representando a Jesús en espíritu y en verdad, y ser
transformado a Su imagen por el Espíritu Santo de adentro hacia afuera! Y
alabado sea Dios, mi relación con mi hijo ha sido restaurada porque permití que
el Padre Dios lo amara. Ahora, siempre veo a mi hijo a través de Sus ojos.
Amigo mío, así como lo
hizo Miriam, es hora de que salgas de la mezcla, la confusión y la derrota. Es
hora de liberarte de las garras paralizantes de todo lo que te ha detenido.
¿Cómo? Al caer en los brazos de la gracia. La gracia es el terreno elevado
sobre el que Dios quiere que estés de pie. Solo la gracia de Dios tiene el
poder de sacarte del ciclo del pecado y el fracaso. ¡La buena noticia es que
puedes abrazar el favor inmerecido y no ganado de nuestro Señor hoy y comenzar
a tener dominio sobre el pecado!
Extraído del sitio Joseph
Prince Ministries:
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