Donaciones
Fuera de México:

Check out with PayPal

Segmentos de la biografía de George Mueller y una vida cristiana normal

CARTAS ENTRE CREYENTES


----- Mensaje enviado ----
De: Juan Luis Molina (Portugal)
Para: La iglesia de Dios
Enviado: martes, 7 de diciembre, 2010 11:44:33

Amadísima familia:
Me ha bendecido muchísimo el Padre leyendo la biografía de George Mueller. El sábado por la noche me deleité mucho con esta sección que a continuación os comparto.  Justo después de la entrevista que tradujimos, se encuentra este episodio que ahora os envío. Me bendijo muchísimo leerlo, porque ilustra muy bien el deleite que es para nuestras vidas haber sido llamados por el Padre, para mostrarnos Sus maravillosos e inigualables escenarios y tesoros. Igual que Mueller, nosotros también estamos maravillados y embelesados con lo que estamos viendo en Su Casa. El Amor de Dios nos ha constreñido y cautivado, y es precisamente este embeleso que tenemos en Cristo por el Padre, el que nos hace odiar al pecado. Nosotros no pecamos no porque no podamos pecar, sino porque nos vemos robados de todo lo apacible que tiene nuestro Abba para ofrecernos. Si no tenemos comunión con Dios nos morimos de frío en este mundo, por eso ya no queremos otra cosa sino quedarnos dormiditos en los amorosos brazos de nuestro Abba Padre. ¿Dónde iríamos a estar mejor que mirando los dulces ojos de nuestro Gigante Héroe?
Es delicioso que tanto Muller como Watchman Nee, hablan del día en que Dios les reveló que estaban muertos y crucificados. Es cierto lo que dice Watchman Nee, que tiene que ser Dios Quien le revele esta gran verdad a cada uno de Sus hijos. Hay un tremendo descanso y reposo en saber que ya no vivimos más nosotros, sino que la vida de Cristo es la que brota natural y espontáneamente de nosotros. Cuando se nos dio a ver que fuimos crucificados, y resucitados en Cristo, llegamos a la vida eterna (Juan 17:3). Nosotros no tenemos que esperar a que regrese Cristo para disfrutar de la vida eterna. En el relato de “La Vida Cristiana Normal” que también os envío, Watchman Nee nos expone claramente que, el asunto de nuestra muerte, es algo que dice respecto al pasado, no del futuro.  Esto es verdaderamente el principio. Saber que fuimos crucificados en la misma cruz de Jesucristo es el comienzo de una vida gozosa y maravillosa. El mundo entero se podrá poner contra nosotros, pero el amor tan incondicional y eterno que le ha placido derramar al Creador de los cielos y la tierra sobre nuestros vasos de barro, en Cristo, jamás nos faltará ya. Es nuestro por derecho de sangre. Es algo que Dios ha hecho ya en ti eterno. Este Cristo tuyo, tu verdadera identidad, trae consigo una íntima pasión por el Padre, y se deleita en todo momento con todo lo que de Él recibe. ¿Cómo no vamos a estar embelesados en esta bendita casa en la que hemos sido convidados a vivir?

                "BIOGRAFÍA DE GEORGE MUELLER"
   Página 224 y 225
"Lo que vamos a meditar esta tarde," comenzó diciendo, "con la ayuda de Dios, es aquel cortito pero precioso Salmo 23, "El Señor es mi pastor, No temeré."
Mueller, entonces, comenzó a exponer el Salmo versículo por versículo. Y cuando llegó al último, dijo así:
"Ahora viene el último versículo: - “Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días” (“eternamente” - en la Versión King James). - Aquí, lo que vemos es que el pobre, fue un día invitado como huésped en la casa del Más Rico - y cuando llegó, se encontró con todas las cosas agradables que allí había y se quedó feliz. Todo lo que allí veía era lo que su alma  había naturalmente añorado toda la vida. Ahora bien, ¿a qué conclusión llegó? - "Me siento muy dichoso de encontrarme aquí, me mantendré aquí permanentemente, y ya no saldré más de este bendito lugar." Esto nos muestra lo que el hijito de Dios encuentra en su identificación con Cristo Jesús; no es que diga sólo que, "Mi copa está rebosando; me encuentro repleto de felicidad." Pero es que además, "Recibo casi más de lo que puedo sobrellevar, no cabe en mí todo lo que me ha sido otorgado. He visto que todo es tan apacible, tan en extremo apacible, en este maravilloso camino, que estoy persuadido de que nunca más me volveré a salir de aquí, ni tomaré cualquier otro camino. Permaneceré en la casa de mi Padre para siempre."
“! Esta es la posición a la que hemos sido traídos creyendo en Cristo! Y, si es cierto que estamos caminando en los caminos del Señor, y verdaderamente rindiéndole el corazón a Dios, éste es el resultado y a éste es el estado al que llegamos. Vemos que es tan apacible, tan precioso aun para esta vida, que ya no tenemos ningún deseo de salirnos de los caminos del Señor. En nuestra condición mundana natural, íbamos detrás de los placeres; pero nunca los llegábamos a alcanzar. El resultado no era otro sino la continua decepción, porque después de unas pocas horas todo aquel placer mundano desaparece. Pero en la posición que se nos ha otorgado al creer en el Señor Jesucristo, no solamente se nos garantiza placer y felicidad por unos pocos días, o unos pocos meses, o unos pocos años, sino por los siglos de los siglos. De tal manera nos llena Cristo, que decimos en nuestros corazones, "Me mantendré en este camino; soy muy feliz en este camino; nunca me olvidaré de este camino."
“Y no solamente eso, sino que, además, "bienes y misericordias me seguirán todos los días de mi vida." A partir de ahora, seré por los siglos de los siglos un hombre feliz, y permaneceré en la Presencia de mi Padre; Nunca jamás me volveré a salir de Su Casa, porque he visto cuán, cuán precioso es ser un hijito de Dios.” 
 ¿Cuál es el secreto de su servicio a Dios? le preguntó alguien en una ocasión a Mueller.
"Hubo un día en el cual morí, verdadera y literalmente morí," contestó él, y a medida que hablaba se fue inclinando más y más hasta casi tocar el suelo, "muerto para Mueller, sus opiniones, preferencias, gustos y voluntades - muerto para el mundo, a sus aprobaciones o censuras - muerto a las aprobaciones o vergüenzas mismo que viniesen de mis hermanos y amigos - y desde ese día procuro presentarme aprobado sólo ante Dios."

"UNA VIDA CRISTIANA NORMAL" De Watchman Nee
Final Del Tercer Y Cuarto Capítulo

LA CRUZ LLEGA A LA RAÍZ DE NUESTRO PROBLEMA
Déjeme recordarte otra vez la naturaleza fundamental de lo que el Señor hizo en la Cruz. Yo creo que no será demás señalar este punto una vez que debe ser bien entendido. Imagínate, utilizando una ilustración, que el gobierno de tu país quiere tomar medidas drásticas con el problema de las bebidas alcohólicas y decidiese que todo el territorio debía adherir a la ley “seca”, ¿Cómo podría hacer que se llevase a cabo esta medida? ¿Cómo podríamos cooperar? Si fuésemos registrando cada tienda y cada bar del territorio, y confiscásemos todas las botellas de vino o cerveza o brandy, ¿sería una medida efectiva de acabar con la situación? Ciertamente que no. Haciendo así podríamos librar el territorio de cada gota de alcohol que tenga en existencia, pero por detrás de esas botellas de bebidas fuertes se encuentran las bodegas que lo producen, y si solamente nos encargamos de las botellas y descuidamos las factorías, la producción será retomada y no sería nunca una solución a largo plazo. No, Las factorías que lo elaboran, las bodegas y destilerías del territorio, deben ser al mismo tiempo clausuradas, si queremos que el problema sea resuelto de una vez por todas.
Nosotros somos la factoría; nuestros actos son los productos. La Sangre del Señor Jesucristo resuelve la cuestión de los productos, denominados nuestros pecados. Así que la cuestión de lo que hayamos hecho está sellada, pero ¿Será que Dios no hizo algo más? ¿Qué pasa con el problema de lo que somos, con la factoría? Nuestros pecados los producimos nosotros. Estos tienen que ser tratados, pero, ¿con qué vamos a ser tratados nosotros? ¿Crees tú que el Señor nos limpiaría de todos nuestros pecados, y que nos descuidaría a nosotros para que continuásemos con la factoría de pecados abierta?  ¿Lo puedes creer? ¿Tú puedes creer que, habiendo echado los  bienes producidos, nos dejaría después a nosotros tratar por nosotros mismos con la fuente de producción?
Preguntar esta cuestión es responderla. Por supuesto que no ha dejado una mitad resuelta y la otra por resolver. No, Él ya ha echado fuera los bienes y, además, también ha hecho una limpieza exhaustiva de la factoría que producía los bienes.
El trabajo concluido de Cristo ha ido realmente a la raíz de nuestro problema y lo ha resuelto con él. No hay medidas a medias para Dios. Se ha certificado bien y se ha provisto de medidas capaces para quebrar completamente el gobierno del pecado.
“Sabiendo esto,” dice Pablo:
 “Que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado”. (Romanos 6:6).
“¿SABIENDO ESTO?”  Sí, pero, ¿Lo sabes tú? o “¿continuas ignorante?” (Romanos 6:3). Alabado sea el Señor porque nos ha abierto de libre gracia nuestros ojos.

 CAPÍTULO IV
Vamos a tratar ahora un tema que ha sido muchas veces mal entendido y que ha causado alguna confusión entre los hijos del Señor. Y tiene que ver con el paso que damos después que adquirimos este conocimiento. Notemos primeramente las palabras de Romanos 6:6:
         “Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él.”
El tiempo verbal es muy importante, pues coloca lo sucedido bien atrás en el pasado. Está finalizado, de una vez por todas. El asunto ha sido hecho y no puede haberse dejado por hacer. Nuestro viejo hombre fue crucificado de una vez por todas, y nunca más puede ser des-crucificado de nuevo. Esto es lo que precisamos saber.
Entonces, cuando sabemos esto, ¿Qué sigue? Veamos otra vez el pasaje. El siguiente mandamiento se encuentra en el versículo 11:
“Así también vosotros consideraos muertos al pecado.”
Éste orden, con toda certeza, es la secuencia natural del versículo 6. Leyéndolos juntos dice: “Sabiendo que nuestro viejo hombre fue crucificado,... consideraos muertos.” Este es el orden. Cuando sabemos que nuestro viejo hombre ha sido crucificado juntamente con Cristo, entonces el siguiente paso es reconocerlo y considerarlo.
Desgraciadamente, cuando se presenta la verdad de nuestra unidad con Cristo el énfasis se coloca generalmente sobre este segundo asunto de considerarnos y reconocernos muertos, como si fuese este el punto de partida, cuando deberíamos antes incidir sobre SABIENDO que estamos muertos en nosotros mismos. Dios ha dejado muy claro en Su Palabra que “sabiendo” precede a “considerando.”
“Sabiendo esto... consideraos.”
La secuencia es muy importante. Nuestro reconocimiento debe estar basado en el conocimiento del hecho divinamente revelado, porque de otra manera la fe no tiene fundamento de soporte. Cuando sabemos, entonces reconocemos y consideramos espontáneamente.
Así que enseñando esta materia no deberíamos primeramente sobre-enfatizar “considerando.” Las personas tratan constantemente de considerar sin saber. No tienen primero en cuenta la revelación del hecho dada por el Espíritu; ellos tratan de considerar y reconocer, y en poco tiempo se enfrentan con todo tipo de dificultades. Cuando llega la tentación comienzan a considerar furiosamente. “¡Yo estoy muerto; yo estoy muerto; yo estoy muerto!” Pero en el acto mismo de considerarse pierden su temperamento. Entonces dicen, “esto no funciona. Romanos 6:11 no es bueno.” Y entonces tenemos que admitir que el versículo 11 no es bueno sin el versículo 6. Y eso nos lleva a lo siguiente, que a menos que sepamos de hecho que estamos muertos con Cristo, mientras más nos consideramos, más intenso llega a ser nuestro conflicto interior, y defectuoso el resultado.
Durante años después de mi conversión fui instruido a reconocer y considerar. Desde 1920 hasta 1927. Pero mientras más yo reconocía y consideraba que estaba muerto al pecado, más claramente vivo me encontraba: Lo que ocurría simplemente es que no podía creerme muerto, y no era yo quien pudiese producir la muerte. Siempre que procuraba ayuda me decían que leyese Romanos 6:11 y que intentase considerarme como allí se me indicaba, y mientras más leía Romanos 6:11, e intentaba considerarlo, más lejos se encontraba la muerte: Yo no podía hacerlo mío, no podía obtenerlo. Aunque apreciase plenamente la enseñanza de que debía considerarme así, no podía darme cuenta para qué valía- ¿Para qué vale eso? Me preguntaba. Tengo que confesar que durante meses me encontré en un gran conflicto interior. Yo le dije al Señor, “Si este asunto no está claro, si no puedo llegar a saber esto que es tan fundamental, cesaré de hacer cualquier obra. No volveré a predicar jamás; ya no saldré más en servicio. Yo quiero antes de nada saber con total transparencia esta materia”. Estuve procurando durante meses y a veces desesperaba, pero no llegué a alcanzar nada de esa manera.
Me acuerdo de una mañana- esa mañana fue una mañana de verdad, una mañana de la que jamás podré olvidarme- Yo estaba en el primer piso sentado en mi secretaria leyendo la Palabra y orando, y dije, “¡Señor, abre mis ojos!” Y entonces en un instante lo vi todo. Me vi a mí mismo con Cristo. Yo vi que estaba en él, y que, cuando él murió, morí también con él. Yo vi que la cuestión de mi muerte fue un asunto del pasado y no del futuro, y de que estaba tan ciertamente muerto como él lo estuvo, porque yo estaba en él cuando él murió. Se me concedió que viese la totalidad de la escena. Yo me puse de tal manera emocionado con este maravilloso descubrimiento que salté de la silla y grité, “¡Alabado sea el Señor, yo estoy muerto!” Corrí escaleras abajo y encontré a uno de los hermanos ayudando en la cocina y me agarré a él. “Hermano,” dije, “¿Sabes que estoy muerto?” Debo admitir que me miró con cierta intriga. “¿Qué quieres decir?” dijo él, y yo proseguí: “¿No sabes que Cristo murió? ¿No te das cuenta que mi muerte no es menos real que la suya?” ¡OH era tan claro para mí! Deseé ir por las calles de Shanghái profiriendo las buenas nuevas de mi descubrimiento. Desde ese día hasta hoy jamás he dudado por un momento de la finalidad y para lo que sirve esa palabra: “Yo he sido crucificado juntamente con Cristo.”  
No quiero decir que no necesitemos plantearlo. Sí, hay un planteamiento de la muerte que ahora vamos a ver, pero esto, antes de nada, es lo básico. Yo he sido crucificado: En Cristo ha sido hecho.
¿Cuál, entonces, es el secreto de reconocerse y considerarse? Para decirlo en una palabra, es revelación. Necesitamos de la revelación proveniente de Dios mismo (Mateo 16:17; Efesios 1:17,18). Necesitamos tener nuestros ojos abiertos al hecho de nuestra unión con Cristo, y eso significa algo más que saberlo como si fuese meramente una doctrina. Esa revelación no es algo abstracto o indefinido. La mayoría de nosotros se puede acordar del día que vimos claramente que Cristo murió por nosotros, y deberíamos tener igualmente claro que ese fue el mismo momento en que nosotros también morimos con Cristo. No debería parecernos algo extraño ni oscuro, sino algo definitivo y conclusivo, pues sólo en esta base podemos seguir enfrente. No es que me reconozca y me considere estar muerto y por eso vaya a estar muerto. Es, porque YO ESTOY  muerto – porque me doy cuenta de lo que Dios ha hecho conmigo en Cristo- por lo que ahora me reconozco a mí mismo muerto. Esta es la clase correcta de reconocimiento. No es considerar acerca de la muerte sino DE o DESDE la muerte.


Familia mía, que gran bendición la preciosa vida que nos ha sido otorgado en este maravilloso Cristo. Que tremendo es saber que fuimos crucificados con nuestro hermano y considerarse literalmente muerto. ¿Te das cuenta? Todo lo que sale de ti ahora, la vida de Cristo (el nuevo hombre, la nueva criatura), es una fuente ilimitada de cosas agradables en gran manera para el Padre. Que hermoso es vivir mirando sólo a nuestro Abba.
Recibid un fuertísimo abrazo.
Juan Luis Molina

NOTA: La traduccion al español de "Una Vida Cristiana Normal" ha sido hecha por Juan Luis Molina.

Si deseas recibir nuestras publicaciones directamente en tu direccion de e-mail contactanos en: mirasoloadios@live.com                           

Comentarios