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LA REVELACIÓN - Por Juan Luis Molina

CARTAS ENTRE CREYENTES

----- Mensaje enviado ----
De: Juan Luis Molina
Para: Mira sólo a Dios <mirasoloadios@live.com>
Enviado: martes, 31 de mayo, 2011 11:46:27
Asunto: La Revelación
                
Algo sucede cuando se nos da una revelación que nos deja automáticamente absortos y enmudecemos. Al principio, querido Teófilo (“amado de Dios”), se queda uno en blanco y sin saber bien lo que hacer. Atónitos y boquiabiertos, mal reaccionamos queriendo digerir bien la grandeza de lo que contemplamos.  Aunque podamos antes ya haberlo oído de boca de otros hermanos, o visto escrito en Su Palabra, sin embargo, nada tiene que ver lo que leímos o escuchamos con nuestros sentidos, con lo que se nos da a conocer a través de una revelación en el espíritu. Son dos cosas muy diferentes. Una revelación es algo muy similar a lo que sucede cuando nos encontramos de sorpresa con alguna cosa que no esperábamos, o una genuina y repentina aparición de alguien que no pensábamos que iríamos a encontrar. Tan clara y contundentemente se nos ilumina el entendimiento, que nos hace abrir los ojos de admiración. Porque no hay la menor sombra de duda en una revelación.

Yo no digo que les pase a todos lo mismo o que suceda de la misma manera. No debes pensar Teófilo que la revelación le llegue y la reciba cada uno envuelta en las mismas circunstancias. ¡No! - Nuestro Padre tiene una relación especial y muy individual con cada uno de Sus hijos; pero lo que sí ocurre siempre cuando el Padre nos da directamente una revelación a través de su espíritu, es que jamás nos deja resquicio alguno de duda o sombra de variación. Siempre es contundente y no puede dejarte ni tan siquiera el más mínimo sabor a suposición. Sabes que el Padre te ha abierto tu entendimiento, y no hay ni peros ni sin embargos que se le puedan acrecentar o sustraer.

George Muller habla del día en que murió literalmente para el mundo. Watchman Nee del momento en que sentado en su oficina, le pidió al Padre que le mostrase aquel versículo en que dice que fuimos crucificados juntamente con Jesucristo, dice que, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos el Padre le dio a ver todo en la revelación, y que, saliendo a correr por las escaleras abajo, se encontró con un hermano en la cocina, al cual agarrando del brazo le gritaba frenéticamente: “¡Yo estoy muerto! ¡Yo estoy muerto hermano mío!!! - ¿No te das cuenta? ¡Yo estoy muerto!!!!” Y deseó salir a decírselo a todo el mundo por las calles de Shanghái.

Bendito Teófilo, cuando en un instante celestial y divino, con esa claridad y lucidez tan aplastante que no admite respuesta alguna de nuestra parte, el espíritu nos enseña la diferencia tan abismal que existe entre el "viejo" y el "nuevo" hombre, entre lo que "éramos" nosotros cuando nos dieron a luz nuestras madres y vinimos al mundo, y lo que "somos" ahora después de haber sido "renacidos" en Cristo, nos quedamos  boquiabiertos y de una pieza como se quedan los niños. Nos deja sin palabras. En ese instante vemos lo afiladísima que es la espada del espíritu dividiendo las dos naturalezas separando las coyunturas de los tuétanos. Es decir: discerniendo el espíritu, de las intenciones del corazón.

Y entonces, amadísimo Teófilo, entonces en nuestro asombro, lo primero que le cuestionamos a Dios cuando reaccionamos, casi balbuceando, lo primera pregunta que nos viene a la cabeza en ese estado en que parece que se ha parado el tiempo, al ser tan contundente la información que nos ha dejado sellada tan palpablemente en el entendimiento, es la siguiente: Al ser así, Padre  ¿Cómo es posible que no lo hayan visto igual de claro más miembros hermanos en la Iglesia? -  Y durante unos segundos que nos parecen eternos, como si nada importase y el tiempo se hubiese parado, nos quedamos simplemente vacíos y sin saber lo que decir; porque lo que nos resulta evidente, supone y lleva consigo una “caída” y una “ruina” sorprendente. De repente se abre una grieta y comienzan a derrumbarse muchas cosas al mismo tiempo. Lo que se nos hace visible a nuestros ojos, si se cree y se recibe con mansedumbre lo que se nos hace evidente, trae consigo el derribo de todo un edificio. En mi caso particular, la quiebra de una fortaleza que yo había estado edificando en el espacio de treinta años.

Cuando el Padre en el espíritu santo nos expone y deja ver sin reservas de ningún tipo nuestra propia muerte, y que ni en nosotros los cristianos, ni en ningún ser humano habita o habitó jamás después de la Caída nada de bueno sino solo corrupción, cuando se recibe mansamente y se cree este anuncio, digo, LITERALMENTE se descansa como muerto, y ya no queremos andar de aquí en adelante igual que lo hacíamos antes.  Escucha bien este anuncio Teófilo: la corriente sanguínea de Adán envenenada de corrupción y de muerte pasó a todos los hombres SIN EXCEPCIÓN hasta los días de hoy, y seguirá pasando en los que vengan después sin remedio alguno esta condenación hasta los días de su extinción. Así de fácil y así de sencillo.

Esta tremenda y sencilla realidad, cuando se hace palpable ante nuestros ojos a través de la revelación divina, nos deja como a los niños. Y entonces comienza un proceso que puede ser muy diferente en cada uno.

Aunque tú pienses lo contrario, o así hayas sido enseñado, Dios no te puso dentro el espíritu -Cristo en ti- para que tú mejorases tu vida de carne, o te sirviese de ayuda su vida para que pudieses cumplir Sus propósitos. Esa fue la cisterna rota precisamente que yo me llevé cavando treinta años, el tal edificio o torre de babel que edifiqué intentando acercarme a Dios y que se derribó en medio de la revelación. Yo me llevé treinta años repitiendo a martillazos las palabras que me enseñaba el espíritu santo en mi duro corazón de carne, pensando, porque así fui esnseñado, que esa era precisamente la finalidad de Su espíritu.  Suponiendo que era lo que a Dios más le agradaba, intentaba yo grabar la letra del espíritu en mi duro corazón de piedra, y pensaba que mi corazón se iría entonces transformando en el de Cristo. Pero siempre me hallaba en falta aunque redoblase mis esfuerzos. Así me enseñaron los hombres y así por ese desierto me desuñé durante treinta años. Pero mi malvado corazón no se modificó ni un ápice. Tuve que llegar al final de la cuerda, a mi limite, y verme en el desierto de la desesperación y terriblemente postrado. Sólo entonces oí la voz de lo alto que desde el principio me había dicho, que "la carne para nada aprovecha, y que el espíritu es el único que tiene la vida."

No, Teófilo, aunque nos cueste pensarlo, la vida de carne jamás podrá ser modificada. Dios jamás remienda ni arregla nada de lo que haya creado y se haya vuelto desordenado y vacío, sino que lo hace todo de nuevo. La vida vieja de carne no podrá modificarse o remendarse y así evidenciar la vida de Cristo. Nuestro viejo hombre tuvo que ser crucificado y sepultado con Cristo. Si no aceptamos y creemos esta sencilla realidad no vamos a poder seguir en frente. Si no distinguimos bien las dos naturalezas (el nuevo y el viejo hombre), no vamos a poder saber lo que proviene de Cristo. Podremos, eso sí, ser muy religiosos e intentar tapar nuestra desnudez con una aparente piedad y las hojas de higuera que queramos. Durante los años que queramos, podremos intentar modificar lo que jamás podrá ser modificado, pero la corriente sanguínea envenenada por el pecado, seguirá por dentro corriendo por tus venas sin que tú, ni hombre alguno pueda parar jamás esa condenación. ¡No! - Dios no le dio de beber a nadie de Su espíritu para modificar su carne. ¡No! ¡Hermano mío No! y ¡mil veces No!!! Sino que el Padre te puso una nueva vida, la vida de Cristo para que, si tú se lo permites, te haga saber primeramente que estás DEL TODO muerto y sepultado, y que, si tú se lo permites, en tu cuerpo de muerte, es decir, en tu vaso de barro, viva su vida resucitada Cristo ahora en vez de la tuya - en tu sustitución. Tú no eres más que un simple recipiente ahora donde Dios ha depositado la única vida que le agrada. Esta es la revelación que derriba nuestro edificio y yergue a Cristo en nosotros.

¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. Romanos 3:6:3,4,
Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro. Romanos 3:11

EL PROCESO DE TRANSFORMACIÓN EN CADA UNO

Amadísimo Teófilo, ten por cierto que NO SON POCOS los que reciben esta revelación. Es más, yo estoy convencido, plenamente persuadido de que nuestro Abba Padre, que no hace acepción de personas, ya se la hizo a más de uno que juzga, por sí, que todavía no le ha llegado. - Así que debemos preguntarnos - ¿De qué depende entonces que cada uno de Sus hijos decida, después de recibir esta información, dejar vivir, o no, la vida de Cristo por su tiesto de barro? -Bueno, yo creo que no será difícil responder a esta pregunta, yo estoy convencido de que negarse a sí mismo y dejar fluir la vida de Cristo depende, única y exclusivamente, del grado de permisión que cada uno de los que recibe la revelación determine. Y aunque podríamos decir que existen muchas variantes, básicamente, los miembros del Cuerpo que saben que la vida de Cristo resucitado le ha sido depositada en su vaso de barro, se dividen en tres principales grupos: (1) Algunos, después de hacer a Jesucristo Señor de sus vidas, simplemente deciden dejar aflorar sus propias vidas, la vida primera que recibieron en su primer nacimiento, y dejar dormida la de Cristo hasta el retorno; (2) otros prefieren mezclar las dos vidas como bien les parezca a sus ojos y sostener una relación con Dios y con el mundo como juzguen conveniente; y otros hay que considerándose muertos y sepultados en su "viejo hombre" dejan sus propias vidas de lado y permiten que sea Cristo quien viva y gobierne DEL TODO en sus corazones. Así de fácil y así de sencillo.

LA VIDA ETERNA ES QUE TE CONOZCAN A TI, PADRE AMADO

La vida eterna no es solo aquella que disfrutaremos cuando vuelva en las nubes el amado. Si, por supuesto, en ese momento, el tiesto de barro desaparecerá de nosotros y seremos del todo transformados. Nuestros cuerpos celestiales aparecerán en cada uno con toda su gloria. Sin embargo, ahí no comienza la vida eterna. La vida eterna la ganó Jesucristo en su resurrección. No en su muerte, ni en su crucifixión, ni en su sepultura. La vida eterna que tu posees se te ofreció (pretérito perfecto) cuando el Padre copió la vida de Su hijo - su vida IDÉNTICA RESUCITADA dentro de ti para que tú conocieses todas Sus cosas. Desde ese mismo momento tú eres un ciudadano del reino celestial, divino y nuevo que el Padre está irguiendo en Cristo y no precisas que nadie te enseñe Sus cosas, pues tú tienes la unción del santo. Te lo creas o no te lo creas, si tú tienes al hijo dentro, tienes ya esa vida eterna. No hay término medio para Dios. Puede ser que para tu entendimiento de carne "todavía" no esté todo consumado; pero a los ojos del Padre todo ha sido ya consumado en la obra acabada de Su hijo Jesucristo y ya nos ve transportados en Su reino. Cuando le hacemos al Padre alguna confesión, debemos tener muchísimo cuidado, porque aunque nosotros no la tomemos en serio, nuestro Padre celestial nos toma la palabra y ya no se olvida jamás de la confesión que le hayamos hecho. Tú puedes haberte olvidado del Padre, pero el Padre jamás se olvidará de ninguno de Sus hijos. Hasta la que da a luz se podrá olvidar de su hijo, pero nuestro Padre jamás se olvidaría de nosotros.

Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. Juan 17:3

Ahora bien, una cosa es haberle hecho al Padre una confesión, y otra muy distinta aceptar por la fe sola lo que el Padre te ha dicho y considerarte un mero recipiente, darte ya por muerto y escuchar y mirar esperando todo solo del Padre dejando vivir su vida por ti a Cristo. Cristo depende única y exclusivamente del Padre. Fundirte con Dios en el espíritu en la vida eterna que te otorgó el Padre continúa siendo una decisión individual de cada miembro en este bendito cuerpo de Cristo hasta que él vuelva. - Dejar vivir a Cristo y negarse a uno mismo, querido Teófilo, significa dejar enterradas muchas suposiciones, y además, muchísimas convicciones que suponíamos agradables para Dios y los hombres. Cuando Cristo, la vida eterna comienza como un rio de aguas vivas a salir por el tiesto de barro, lo primero que desborda en su fuerza de nosotros, de nuestro cuerpo de muerte, es mucha paja, heno y hojarasca que juzgábamos nosotros y dábamos por muy útiles y eficaces en nuestra edificación con Dios. Y nos sucede como a los incrédulos, como a la gente que llega a tener ríos de oro enterrados en los cofres de los bancos, cuya penosa labor diaria consiste en seguir acumulando riquezas aunque ni las disfruten ni les sirva para nada, porque se van a los sepulcros sin poderlas disfrutar y son esclavos de sus riquezas apodrecidas. - Pues igual les sucede con aquellas obras y sacrificios inútiles en la vida de muchos hermanos cuando se dan cuenta de que, todas sus obras, todos sus sacrificios, todos sus méritos y todo lo que han acumulado pensando que estaban agradando a Dios NO SIRVE ABSOLUTAMENTE PARA NADA en la vida eterna del Cristo que tienen dentro. Cuando muchos se dan cuenta y ven en la revelación que les hace el Padre lo que significa "por gracia," llegando a este punto, simplemente se vuelven para atrás y prefieren antes seguir mezclando las dos vidas: a su muerto hombre con el vivificante Cristo. Estos son Teófilo, los que creyendo, siguen siendo celosos por la ley y ahogan la vida de Cristo y se hace del todo infructífera.

La vida de Cristo Teófilo es un manantial, una fuente ilimitada que ha puesto el Padre en cada uno de Sus hijos. La vida que cada uno recibió de sus padres terrenales es simplemente una cisterna rota que no podrá jamás contener aguas espirituales. Por mucho que uno cave dentro de sí mismo a procura de "algo bueno," nadie es bueno sino solo Dios. Cristo es la única vía por la que conocemos al Padre. Cada uno decide por si dejar mansamente fluir la vida de Cristo, donde la vida de Dios se nos muestra en todo su esplendor, o cavar su propia cisterna y beber las aguas amargas de su vida de emociones y sentimientos carnales. No hay término medio.

La vida de Cristo, en contra de lo que habíamos aprendido, es una fuente ilimitada que sale de tu interior por la fe sola, sin obras o méritos humanos sino por la sola gracia y el favor divino se desborda. Solo precisa de que tú se lo permitas, que te despojes de la tuya "vieja" y dejes fluir la "nueva." Así de fácil y así de sencillo. En el fuego que se enciende del espíritu, tus mejores cualidades y habilidades naturales son las que primero se derriten.

Claro que no todos están dispuestos a dejar salir en el ímpetu del desbordar de las aguas espirituales, toda la basura espiritual que contenían sus viejos tiestos de barro. Las virtudes y principios en que tú fundabas tu relación con el Padre y con los hombres, son sencillamente pisoteadas y echadas por tierra; Los hombres y mujeres que admirabas y te servían de referencia ya no los puedes imitar porque aquellos que tenías por indignos o incrédulos, te ha revelado el Padre que tienen la misma sangre que tú y que los apóstoles y evangelistas; hasta el más cruel de los asesinos lleva la misma sangre consigo que el más santo de los hombres que asistía contigo a las reuniones. A los ojos de Dios, las obras de los santos refrenando sus impulsos y buscando Su aceptación, son tan abominables como las del que deja correr sus impulsos más bajos sin ningún pudor.  Ahora sabes que en la sangre de cada uno, se llame bernabé o se llame pablo, o se llame bin laden o juanluismolina, por todos corre la misma corrupción y muerte; y que si en ellos existe "algo" de bueno, tú no lo tienes de menos; porque sea en pablo, sea en bernabé, sea en apolos, o en perico de los palotes, el Padre ya te ha dicho que solo en Cristo todo es bueno y excelente en gran manera; Y aunque toda religión de los hombres te haya dicho lo contrario, o tu te hayas imaginado otra cosa, el corazón del hombre es más perverso que todas las cosas; y que fuera de Cristo y de la misericordia divina, todo lo demás en el hombre y en esta vieja creación a los ojos de Dios está muerto. - Tu vida, la vida de tus padres terrenales, la vida de tus hijos, la de tus líderes....todas las vidas están condenadas a este solemne principio. ¿Te das cuenta amadísimo Teófilo, de por qué no todos, aunque para todos se haya hecho disponible, quieren aceptar la revelación, hasta que se les derrita sus vendas del todo en el Bema?

Al principio, cuando sucede, queridísimo Teófilo, enmudecemos y nos quedamos de una pieza. Cuando en un abrir y cerrar de ojos se da la revelación, nos deja atónitos y perplejos. No hay la menor sombra de duda aunque parezca un sueño. Todo se derrite en Su fuego. Las "sagradas instituciones," y las "sagradas convicciones" que han hecho parte de nuestra relación con Dios y con los hombres, se caen a los pedazos - se derriban todas como aquellos edificios que hacen los niños de las barajas de cartas. A todas ellas les ha dado en un abrir y cerrar de ojos el vientecillo del espíritu y se han evaporado como el humo en medio de la revelación. ¿Cómo no vamos a quedarnos quietecitos y callados, como niños de pecho en la Presencia majestuosa del Todopoderoso Abba Padre?

 Pablo afirmó:

Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su resurrección… Filipenses 3:7-10.

 Las páginas de la Biblia están repletas de testimonios semejantes. Si, se acabó el mundo y se acabaron los privilegios del mundo para los que se consideran muertos ya en sí mismos y dejaron vivir la vida eterna por ellos. Si, tal vez no tengan más nada, todo lo demás quedó abandonado. Pero una cosa es más que cierta: el Creador de los cielos y de la tierra - el Padre más amoroso que jamás te hayas imaginado, te recoge en sus dulcísimos brazos y eso ya no lo podrás cambiar ya por nada. Ahora se entiende como aquellos profetas de antaño, que estaban siendo vituperados por todos sus hermanos y vivían en cuevas, seguían mirando solo al Dios aun sin tener donde caerse muertos.

Yo no te puedo poner en palabras el tesoro real que hay en Cristo, solo te puedo explicar que nada se puede comparar con la más pequeña de sus joyas. El borde del manto de nuestro Abba Padre supera cien mil veces todo lo que yo pueda decirte, lo más hermoso de esta vida no es de comparase con un pedacito de Su sombra. Con esta revelación se comienzan a entender todos los misterios de las Escrituras. Todas las partes que antes parecían oscuras y no hacían sentido cuando las leíamos, se nos abren de par en par en nuestros corazones. Se han vuelto transparentes en un abrir y cerrar de ojos. Es como si se hubiese encendido la luz en una habitación oscura. Es como si se hubiese encendido un fuego abrasador que nos hace desbordar para fuera la vida de nuestro Cristo sin remedio alguno. Aunque quisiéramos, Teófilo, ya no podemos dejar de decir lo que vemos y palpamos en nuestros sentidos espirituales.  Porque lo que nos corre por dentro es un rio impetuoso que se ha desbordado para fuera. La presa se ha quebrado y ha partido en mil pedazos la estructura. El vaso de alabastro se ha quebrado y derramado el perfume que llevaba dentro. Todos los que estaban en la casa han percibido su fragancia y aroma - algunos, en su corazón, han juzgado que ha sido un tremendo desperdicio. Podrán intentar remendar sus grietas haciéndonos callar o diseminando rumores entre los que reciben la fragancia de las buenas nuevas. Cristo ha resucitado en nuestros corazones. Si, algunos piensan en su corazón que esa fragancia de alto valor, se debería haber vendido y repartido su precio entre los pobres, que no se debe desbordar, sino guardar y mantener en el cofre bien guardado, se equivocan. El maestro les dijo A TODOS que, en todas partes donde se anunciase la buena nueva, aquel desperdicio sería tomado en cuenta. Si, habrá muchos que sigan juzgándolo todo según les parezca "bueno" o "malo" a sus ojos, y que estén persuadidos de que así le prestan un GRAN SERVICIO A DIOS,  pero no podrán hacer parar todo el ímpetu de la fuerza de las aguas espirituales que vienen detrás de nosotros, pues en nuestro espíritu traemos encendidas “las antorchas de los cántaros de Gedeón”, y el “ejército de los Madianitas” tiene sus horas contadas y lo ha puesto nuestro Padre en nuestras manos.

Si, en esta verdadera batalla, son muchos los que se cansan y se quedan dormidos en el Torrente de Cedrón, no son muchos los que con David a la cabeza quieran andar conectados mirando solo a Dios. Las victorias que Cristo Jesús amasó no son para los que dividen su mirada entre el mundo y Dios. Sí, es cierto, Teófilo, no son muchos los que entrando en las tiendas del enemigo, no se les haya quedado pegada sus manos al anatema de sus títulos y titulaciones carnales y mundanas; a los méritos,  a las aprobaciones y a las habilidades naturales; a los sacrificios y a toda suerte de obras acumuladas tan costosas de abandonar.  Si, no es fácil haber sido un líder con un diploma en la pared, y ahora enseñarle a los que Dios nos acerque que es todo por Su gracia - que desde el primer día que se renace puede conectarse a la Cabeza y conocer las cosas del Padre sin asistir a  clases y seminarios, y sin echar sus ofrendas en nuestro alfolí, sino donde su Cristo le muestre íntima y personalmente con el Padre. Es cierto Teófilo, a muchos les cuesta echar a la basura las menciones, las medallas, los honores, las bandas al pecho y los reconocimientos; los primeros asientos en las reuniones, los banquetes, y sobre todo la palabra ‘dirigente’ que durante años adormeció a los fieles asistentes que depositaban sus ofrendas en sus alfolís. Sí, yo sé que no es fácil, y aunque ellos también reciben del Padre la "buena nueva" de la revelación y la entienden, pero después temen ser relegados y puestos a parte. Les cuesta no ocupar su lugar al frente y su sitio a la cabeza, no sentarse en los primeros asientos de las reuniones y que los hermanos los dejen de ver como guías espirituales. Pero Cristo Jesús es la única cabeza de quien todos los miembros reciben la misma medida de sabiduría, justificación y santificación del Padre.

            Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo. Gálatas 2:20,21

En Cristo Jesús

Juan Luis Molina.




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