LA NATURALEZA DE LA CREENCIA Parte II- FRAGMENTO 5 DEL LIBRO "UNA ASOCIACIÓN PODEROSA-LA COMUNIÓN DE LOS CREYENTES" Por Ken Petty
UNA GENERACIÓN COMPLETA
PIERDE SU TÍTULO DE PROPIEDAD
Números 14:1 y 2:
Entonces toda la congregación gritó, y dio
voces; y el pueblo lloró aquella noche.
Y se quejaron contra Moisés y contra Aarón
todos los hijos de Israel; y les dijo toda
la multitud: ¡Ojalá muriéramos en la tierra de Egipto; o en este desierto,
ojalá muriéramos!
Aparentemente ellos perdieron su título de
propiedad en algún lugar del desierto.
Versículo 3:
¿Y por qué nos trae Jehová a esta tierra para
caer a espada, y que nuestras mujeres y
nuestros niños sean por presa? ¿No nos sería mejor volvernos a Egipto?
Por lo menos se han puesto honestos.
Previamente sus murmuraciones fueron dirigidas hacia Moisés y Aarón. Pero estos
hombres no eran más que siervos de Dios y hablaban lo que Dios les daba que
hablasen. Ahora esta gente ya pone la responsabilidad sobre Jehová. Podrían
haberse fijado en donde estaban llorando. No era en Egipto. ¿No había sido fiel
Dios a Su promesa de libertarlos de la esclavitud en Egipto? También podrían
haberse fijado a su alrededor y considerar cuantos estaban llorando. Había
cerca de dos millones y medio de personas, y todos eran descendientes de un
hombre de casi 99 años y de una mujer de 90 años, edades en las cuales era
imposible que ellos tuvieran un hijo. ¿No podrían contar con que Dios que había
cumplido su promesa a Abraham, cumpliera otra promesa que les había hecho de
darles la tierra de Canaán a toda la descendencia de Abraham?
Versículo 4:
Y decían uno al otro: Designemos un capitán, y
volvámonos a Egipto.
¡Que decisión tan irracional es esta! Para
regresar a Egipto debían atravesar nuevamente el desierto (esta vez sin el Dios
que tan milagrosamente los había conducido previamente providenciándoles agua y
comida). Aunque consiguiesen atravesar todo aquel desierto, ¿Cómo piensan que los
recibirían los egipcios? Habían dejado a Egipto como una tierra devastada. Las
plagas que Dios había dejado caer sobre Egipto habían matado hombres y animales
y destruido sus cosechas. Una gran porción del ejército egipcio se había
ahogado en el Mar Rojo. El odio de los egipcios hacia Israel resultaría en que
su cautiverio se tornara más opresivo. La decisión de volverse a Egipto no era
una decisión racional, sino una decisión nacida del temor. ¿Cuántas veces hemos
permitido que el temor nos impida tomar posesión de las promesas de Dios?
Versículos 5 y 6:
Entonces Moisés y Aarón se postraron sobre sus
rostros delante de toda la congregación
de los hijos de Israel.
Y Josué hijo de Nun y Caleb hijo de Jefone, que
eran de los que habían reconocido la tierra,
rompieron sus vestidos.
El romper sus vestidos significaba su gran
enojo. Josué y Caleb manifestaron cuan indignados y furiosos estaban con la
incredulidad del pueblo.
Versículos 7-9:
Y hablaron a toda la congregación de los hijos
de Israel, diciendo: La tierra por donde
pasamos para reconocerla, es tierra en gran manera buena.
Si Jehová se agradare de nosotros, él nos
llevará a esta tierra, y nos la entregará; tierra
que fluye leche y miel.
Por tanto, no seáis rebeldes contra Jehová, ni
temáis al pueblo de esta tierra; porque
nosotros los comeremos como pan; su amparo se ha apartado de ellos, y con nosotros está Jehová; no los
temáis.
Diez hombres se consideraron a sí mismos “langostas”
comparados con los habitantes de Canaán. Pero estos dos hombres consideraron aquellos
habitantes como simple pan para ser comido. Las palabras de Josué y de Caleb
estaban en armonía con las palabras de Dios. Las palabras de los otros diez
contradecían las palabras de Dios. Dos hombres vieron las circunstancias desde
la perspectiva de Dios. Diez hombres las vieron desde su propia perspectiva
humana. Josué y Caleb se pararon y confrontaron al pueblo por su incredulidad.
La reprensión les concede a las personas la oportunidad de cambiar. Veamos cómo
responden. Recuerden que habíamos leído cómo en el Mar Rojo cantaron, danzaron,
alabaron a Dios y confesaron cómo Dios los traería a la tierra. Las palabras de
Josué y de Caleb son muy parecidas a las que ellos mismos habían proferido como
un año y medio antes.
Versículo 10:
Entonces toda la multitud habló de apedrearlos…
Alguien se está acobardando, pero no son los
cananeos. El pueblo de Israel quiso matar a estos dos hombres que se atrevieron
a recordarles la promesa de Dios. A excepción de los doce hombres que habían
espiado la tierra, ¿quién más había visto un cananeo? ¿Cuántos de entre ellos
habían librado una batalla con un cananeo? ¡Ninguno! Ninguna lanza había sido
arrojada, ninguna flecha disparada. Pero sin embargo basándose en aquellas
palabras que se les había hablado, echaron a la basura su título de propiedad.
Versículos 10 y 11:
... Pero la gloria de Jehová se mostró en el
tabernáculo de reunión a todos los hijos de
Israel.
Y Jehová dijo a Moisés: ¿Hasta cuándo me ha de
irritar este pueblo? ¿Hasta cuando
no me creerán, con todas las señales que he hecho en medio de ellos?
No podían seguir viviendo de las señales. La
creencia que se basa en las señales requiere una señal nueva cada día. La señal
de ayer no basta. No estaban dispuestos a hacer la única cosa que la genuina
creencia tiene que hacer. La creencia debe tomar posesión. Aquel que cree debe
estar listo para actuar y apropiarse de la promesa de Dios cuando se hace
disponible. No es suficiente sencillamente confesar la promesa.
Versículos 27-33:
¿Hasta cuándo oiré esta depravada multitud que
murmura contra mí, las querellas de
los hijos de Israel, que de mí se quejan?
Diles: Vivo Yo, dice Jehová, que según habéis
hablado a mis oídos, así haré yo con
vosotros.
En este desierto caerán vuestros cuerpos; todo
el número de los que fueron contados
de entre vosotros, de veinte años arriba, los cuales han murmurado contra mí.
Vosotros a la verdad no entraréis en la tierra,
por la cual alcé mi mano y juré que os
haría habitar en ella; exceptuando a Caleb hijo de Jefone, y a Josué hijo de Nun.
Pero a vuestros niños, de los cuales dijisteis
que serían por presa, yo los introduciré,
y ellos conocerán la tierra que vosotros despreciasteis.
En cuanto a vosotros vuestros cuerpos caerán en
este desierto.
Y vuestros hijos andarán pastoreando en el
desierto cuarenta años, y ellos llevarán vuestras
rebeldías, hasta que vuestros cuerpos sean consumidos en el desierto.
Conforme al número de los días, de los cuarenta
días en que reconocisteis la tierra,
llevaréis vuestras iniquidades cuarenta años, un año por cada día; y conoceréis mi castigo.
Acababan de perder su título de propiedad, y
por tanto ya no son propietarios. De todos los hombres de más de veinte años en
Israel, solamente Josué y Caleb retuvieron su título de propiedad. Ahora les
fue concedido solamente a los que tenían menos de veinte años. Todos los demás
morirían en el desierto durante los próximos cuarenta años. En nuestro último
estudio hemos visto que cuando el pueblo de Israel se dio cuenta de su pecado,
decidió por sí mismo a tomar la tierra. Pero ¿Qué fue lo que causó que este
pueblo obstinado se diese cuenta de su pecado? Sigamos leyendo el texto.
Versículos 35-38:
Yo Jehová he hablado; así haré a toda esta
multitud perversa que se ha juntado contra
mí; en este desierto serán consumidos, y ahí morirán.
Y los varones que Moisés envió a reconocer la
tierra, y que al volver habían hecho murmurar
contra él a toda la congregación, desacreditando aquel país,
Aquellos varones que habían hablado mal de la
tierra, murieron de plaga delante de
Jehová.
Pero Josué hijo de Nun y Caleb hijo de Jefone
quedaron con vida de entre aquellos
hombres que habían ido a reconocer la tierra.
La palabra hebrea que se traduce como “plaga”
significa “golpe” o un “soplo”. Keil y Delizsch en Comentarios en
el Antiguo Testamento observan con
astucia lo siguiente:
“Para dar una prueba a toda la congregación de
la divina amenaza del castigo, los espías
que indujeron la revuelta de la congregación, a través de su depravado relato sobre los habitantes de Canaán,
fueron “heridos de golpe, delante de Jehová”,
es decir, de muerte súbita; la cual procedió de una manera visible de parte de Jehová. Al mismo tiempo que Josué y
Caleb permanecieron vivos”. (2)
Cuando los diez hombres, con cuyas palabras
estuvieron de acuerdo, murieron súbitamente, y Josué y Caleb, a los que se
propusieron apedrear, permanecieron vivos, toda la congregación supo y
reconoció que aquellos diez y ellos mismos habían pecado. Y a continuación, sin
tener cuenta a Dios, quisieron ir a tomar posesión de la tierra sin el título
de propiedad. Los resultados fueron desastrosos. Si alguien se quiere apoderar
de una tierra sin tener un título de propiedad en sus manos, no tiene ningún
derecho a tomar posesión de ella.
JOSUÉ, CALEB, Y LA GENERACIÓN MAS JOVEN TOMAN
POSESIÓN DE LA TIERRA
Josué, Caleb y todos aquellos que tenían menos
de veinte años poseían ahora el título de propiedad pero no podían tomar la
tierra durante los próximos cuarenta años, hasta que toda la generación
anterior hubiese muerto. Hasta entonces solamente les restaba tener esperanza.
El libro de Josué relata los eventos que sucedieron después de la muerte de
toda aquella antigua generación.
Josué 1:1-4:
Aconteció después de la muerte de Moisés siervo
de Jehová, que Jehová habló a Josué
hijo de Nun, servidor de Moisés, diciendo:
Mi siervo Moisés ha muerto; ahora, pues,
levántate y pasa este Jordán, tu y todo este
pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel.
Yo os he entregado, como lo había dicho a
Moisés, todo lugar que pisare la planta de
vuestro pie.
Desde el desierto y el Líbano hasta el gran río
Éufrates, toda la tierra de los heteos hasta
el gran mar donde se pone el sol, será vuestro territorio.
Ahora ha llegado el momento de tomar posesión
de la tierra. Dios ya se las había dado, pero ellos tienen que tomarla.
Recuerde que la tierra le fue otorgada previamente a sus padres y que estos se rehusaron
a tomarla. Ahora les toca el turno a sus hijos. ¿Podría ser que los habitantes
de la tierra se hubiesen achicado durante los últimos cuarenta años? ¿Será
posible que se hubiesen debilitado la protección de las ciudades? Tomar la
tierra era ahora igual de difícil que lo era cuarenta años atrás desde una
perspectiva humana. Sin embargo, esta generación estaba dispuesta a actuar
confiadamente de acuerdo a la promesa de Dios. Y no debemos olvidarnos de
Caleb.
Josué 14:6-13:
Y los hijos de Judá vinieron a Josué en Gilgal;
Y Caleb, hijo de Jefone cenezeo, le dijo:
Tu sabes lo que Jehová le dijo a Moisés, varón de Dios en Cades-Barnea, tocante a mí y a ti.
Yo era de edad de cuarenta años cuando Moisés
siervo de Jehová me envió de Cades-Barnea
a reconocer la tierra, y yo le traje noticias como lo sentía en mi corazón.
Y mis hermanos los que habían subido conmigo,
hicieron desfallecer el corazón del
pueblo; pero yo cumplí siguiendo a Jehová mi Dios.
Entonces Moisés juró diciendo: Ciertamente la
tierra que holló tu pie será para ti, y
para tus hijos en herencia perpetua, por cuanto cumpliste siguiendo a Jehová mi
Dios.
Ahora bien, Jehová me ha hecho vivir como el
dijo, estos cuarenta y cinco años, desde
el tiempo que Jehová habló estas palabras a Moisés, cuando Israel andaba por el desierto; y ahora he aquí, hoy
soy de edad de ochenta y cinco años.
Todavía estoy tan fuerte como el día que Moisés
me envió; cual era mi fuerza entonces,
tal es ahora mi fuerza para la guerra, y para salir y para entrar.
Dame, pues, ahora este monte, del cual habló
Jehová aquel día; porque tu oíste en aquel
día que los anaceos están allí, y que hay ciudades grandes y fortificadas. Quizá Jehová estará conmigo, y (“Si en verdad el Señor va
conmigo” dice la Versión King James en inglés) los echaré, COMO JEHOVÁ HA DICHO.
Josué entonces le bendijo, y dio a Caleb hijo
de Jefone a Hebrón por heredad.
Caleb pidió para sí el lugar de aquellos
gigantes como su parte de la herencia. Quería confrontarse con aquellos que
habían causado el terror a los diez espías y que les hicieron verse a sí mismos
como “langostas”. Caleb creía que, con la ayuda de Dios, él podría echarlos. Como
alguien refirió: “las ciudades donde vivían estos gigantes debieron tener las
casas más grandes”. Tal vez, a demás de la tierra, Caleb tomó para sí también
una gran mansión. Mientras más grandes son los obstáculos, mayor es la
victoria.
LOS QUE TOMARON POSESIÓN DE SU SANIDAD
En nuestro estudio “Asociación con Dios”, nos centramos
en aquellos que ministraron sanidad. Ahora vamos a centrarnos en algunos
hombres y mujeres que vinieron para ser sanados. Vamos a leer algunos registros
de los Evangelios que nos mostrarán la naturaleza de la creencia, pero vamos
primero a ver una promesa hecha a Israel en el libro de Salmos.
Salmos 103:2 y 3:
Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides
ninguno de sus beneficios.
El es quién perdona todas tus iniquidades, el
que sana todas tus dolencias.
Una de las promesas del pacto que Dios hizo con
Israel era que Él sanaría todas sus enfermedades. Ya hemos leído en Éxodo 15:26
que Dios se reveló a Sí Mismo con el nombre de: Jehová tu Sanador. Al creer
esta promesa, Israel se apropió de su título de propiedad de la sanidad física.
Existen varias profecías específicas que muestran también la sanidad física que
se produciría con la venida del Mesías (ver Isaías 35:5 y 6; y 53:4 y 5). A la
luz de la promesa de sanidad, vamos a considerar algunos casos de quienes
tomaron posesión de la promesa que se les hizo. Ellos tomaron su título de
propiedad y reclamaron su sanidad.
Marcos 3:1-5:
Otra vez entró Jesús en la sinagoga; y había
allí un hombre que tenía seca una mano.
Y le acechaban para ver si en el día de reposo
le sanaría, a fin de poder acusarle.
Entonces dijo al hombre que tenía la mano seca:
Levántate y ponte en medio.
Y les dijo: ¿Es lícito en los días de reposo
hacer bien, o hacer mal; salvar la vida, o
quitarla? Pero ellos callaban.
Entonces, mirándolos alrededor con enojo,
entristecido por la dureza de sus corazones,
dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y la mano le fue restaurada sana.
El Mesías había venido, y el poder de sanidad
que había sido profetizado se hizo disponible al pueblo de Israel. Aquí estaba
un hombre con la mano seca. Era imposible que la moviera. Cuando Jesús le mandó
que la extendiese, el hombre podría haber puesto objeciones. Podía haber respondido:
“ojalá pudiera”. Podría haberse comportado como los hijos de Israel en el
desierto pensado que Dios podía llevar a cabo la sanidad sin ningún esfuerzo de
su parte. Pero en vez de eso, actuó en lo que él creyó era verdad. Tomó
posesión de aquello que le decía su título de propiedad. Según el hombre actuó,
su mano le fue restaurada sana.
La creencia tiene que estar preparada para
actuar. Hay muchos cristianos que están continuamente esperando que Dios haga
todo en sus vidas en vez de apoderarse de lo que ya Dios les ha dado. Están
esperando que Dios eche fuera a los “cananeos” de sus vidas antes de tomar su
posesión. Pueden pasar toda una vida esperando.
Marcos 5:25-28:
Pero una mujer que desde hacía doce años
padecía de flujo de sangre,
Y había sufrido mucho de muchos médicos, y
gastado todo lo que tenía, y nada había
aprovechado, antes le iba peor.
Cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás
entre la multitud, y tocó su manto.
Porque decía: Si tocare tan solamente su manto,
seré salva.
Esta mujer que había padecido de un flujo de
sangre durante doce años, nunca se había dado por vencida en su búsqueda de
sanidad aunque había sido decepcionada una y otra vez. Debió encontrarse en
pésimas condiciones físicas y en debilidad. Esta mujer tuvo que empujar a
través de una multitud para recibir su sanidad. Poseía el título de propiedad.
Creía que la voluntad de Dios era que tuviese salud en su vida, pero durante
doce años había buscado su sanidad en vano. Podría haberse pasado el resto de
su vida preguntándose por qué Dios no la sanaba y lamentándose de la miserable
vida que llevaba. Podría haberse sentido una víctima al haberse gastado todo su
dinero en inútiles médicos. Sin embargo estaba determinada a tomar posesión de
su sanidad. Observe que incluso ni siquiera se la pidió Jesús.
Versículo 29:
Y enseguida la fuente de su sangre se secó; y
sintió en el cuerpo que estaba sana de
aquel azote.
Esta mujer no permitió que ningún obstáculo en
su vida la derrotara, sino que actuando conforme a su título de propiedad
recibido, tomó posesión de su sanidad. Un ciego de Jericó hizo lo mismo.
Marcos 10:46-48:
Entonces vinieron a Jericó; y al salir de
Jericó él y sus discípulos y una gran multitud,
Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando.
Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar
voces y a decir: ¡Jesús, Hijo de David,
ten misericordia de mí!
Y muchos le reprendían para que callase, pero
él clamaba mucho más: ¡Hijo de David,
ten misericordia de mí!
Bartimeo quería poder ver, y escuchó que Jesús,
aquel que podía sanarle, estaba pasando por el lugar, así que comenzó a clamar.
Muchos en la multitud lo callaban. Podría haberse desanimado por las
circunstancias, sin embargo, en vez de callarse clamaba más fuerte: “¡Hijo de
David, ten misericordia de mí!” Si Jesús no podía verlo, al menos podría
escucharlo. Nunca se desanimó en su intento. Quería de todo su corazón ser
sanado y estaba resuelto a tomar posesión de su salud.
Versículos 49-52:
Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y
llamaron al ciego, diciéndole: Ten
confianza; levántate, te llama.
El entonces, arrojando su capa, se levantó y
vino a Jesús.
Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que
te haga? Y el ciego le dijo: Maestro,
que recobre la vista.
Y Jesús le dijo: vete, tu fe te ha salvado. Y
enseguida recobró la vista, y seguía a Jesús
en el camino.
Este hombre decidió que no dejaría pasar a Jesús
sin que recobrase su sanidad. Al igual que todos los individuos de Israel, él
tenía las promesas del pacto. Utilizó su título de propiedad para tomar
posesión de su vista. Fue Jesús quien ministró la sanidad pero declaró que
había sido la creencia del hombre la que lo había hecho sano. El no dijo: “Tu
necesidad te ha sanado”, o “Tu deseo te ha sanado”. Muchos otros en Israel
tenían las promesas del pacto, y necesitaban y querían sanidad, pero no
creyeron ni tomaron posesión de ella. Igual que sus antepasados, querían ver
señales antes de creer.
Juan 4:48:
Entonces Jesús le dijo: Si no viereis [los de
Israel] señales y prodigios, no creeréis.
Juan 6:30:
Le dijeron entonces: ¿Qué señal, pues, haces
tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué
obra haces?
Vamos ahora a considerar el registro de una
mujer que era gentil. Una vez que ella no pertenecía al pueblo de Israel, ella
no podía reclamar las promesas del pacto. No tenía ningún título de propiedad.
Mateo 15:21-24:
Saliendo Jesús de allí, se fue a la región de
Tiro y de Sidón.
Y he aquí una mujer cananea que había salido de
aquella región clamaba, diciéndole:
¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio.
Pero Jesús no le respondió palabra. Entonces
acercándose sus discípulos, le rogaron
diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros.
El respondiendo dijo: No soy enviado sino a las
ovejas perdidas de la casa de Israel.
Aquí nos encontramos con una situación que
desalentaría o enojaría a cualquiera. Ella vino a Jesús buscando la liberación
de su hija. Al principio Jesús ni abrió su boca, y además, sus discípulos le
rogaban que la despidiera. Cuando Jesús finalmente le habló, le comunicó que no
podía hacer nada por ella, pues no pertenecía a la nación de Israel.
Versículos 25 y 26:
Entonces ella vino y se postró ante él,
diciendo: ¡Señor socórreme!
Respondiendo él dijo: No está bien tomar el pan
de los hijos, y echarlo a los perrillos.
Aparentemente parece como si Jesús estuviese
menospreciando a esta mujer llamándola un perrillo. La palabra griega significa
“cachorro”. Estos cachorros permanecían dentro del hogar y servían de
entretenimiento para los niños de la casa. Lo que Jesús le está diciendo es que
no es bueno tomar los alimentos de los niños y dárselo a los cachorros. La
promesa del pacto de sanidad fue hecha para Israel y no para los gentiles. El
pacto antiguo, no en tanto, contenía disposiciones que contemplaba a los gentiles
que se acercasen a Israel para recibir su bendición. Por ejemplo, Eliseo, el
hombre de Dios en aquel tiempo, recibió y sanó de su lepra a Naamán el sirio.
La mujer de este registro que estamos tratando debió saber de esta verdad.
Versículo 27 y 28:
Y ella dijo: Si, Señor; pero aun los perrillos
comen de las migajas que caen de la mesa
de sus amos.
Entonces respondiendo Jesús dijo: Oh mujer,
grande es tu fe: Hágase contigocomo
quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora.
Esta mujer gentil le dijo que no estaba intentando
tomar el pan de los hijos. Se contentaba con lo que les caía a los cachorros –unas
pocas migajas. Se refirió a la sanidad de su hija como meras migajas cuando
comparada con las maravillosas promesas que tenía Israel. Esta mujer debatió
con el Señor Jesucristo. ¡Y le ganó! Mientras que muchos individuos de Israel
que poseían la totalidad de las promesas no las reclamaron, esta madre decidió
que recibiría algunas migajas de Jesús. No estaba dispuesta a aceptar una
respuesta negativa a su pedido. Como resultado, su hija recibió liberación
inmediata.
UN EVANGELIO DE HOMBRE FUERTE
Vamos a concluir este estudio comparando
versículos de dos evangelios.
Lucas 16:16:
La ley y los profetas eran hasta Juan; desde
entonces el Reino de Dios es anunciado,
y todos se esfuerzan por entrar en él.
Mateo 11:12 y 13:
Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora,
el Reino de los cielos sufre violencia,
y los violentos lo arrebatan.
Porque todos los profetas y la ley profetizaron
hasta Juan.
Es evidente que tanto Mateo como Lucas se
refieren a lo mismo. La palabra “se esfuerzan” en Lucas es la misma palabra
griega que se traduce como “sufre violencia” en Mateo, y la palabra “violentos”
en Mateo es otra forma de la misma palabra. Wuest nos ofrece una mejor
traducción de Mateo 11:12: “De hecho, desde los días de Juan el Bautista hasta
este momento, el Reino de los cielos está siendo tomado por asalto, y los
fuertes y enérgicos [pujantes] lo reclaman para ellos con avidez...” Esta es la
razón por la que John G. Lake lo llamaba: “un evangelio de hombre fuerte”.
Porque Dios cuenta con que nosotros tomemos ávidamente las cosas que Él ha
hecho disponibles. Eso requiere agresividad. Las cosas de Dios no les llegan a personas
débiles que se pasivamente esperan que algo suceda.
La naturaleza de la creencia es agresiva.
Tenemos que ser como Caleb y Josué que tomaron posesión de la tierra que se les
prometió a pesar de sus poderosos moradores; tenemos que ser como la mujer con
el flujo de sangre que se abrió camino entre la multitud y tocó el manto de
Jesús; tenemos que ser como el ciego Bartimeo que gritó con más fuerza cuando
la gente le pedía que se callase; tenemos que ser como la mujer cananea que no
se quiso ir sin recibir unas migajas. Como creyentes, poseemos el título de
propiedad de las maravillosas promesas de Dios. Algunas se encuentran todavía
en el futuro – y para ellas nuestra creencia es el título de propiedad de las
cosas por las cuales tenemos esperanza– pero muchas están disponibles
actualmente, si tomamos posesión de lo que es nuestro por legítimo derecho.
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