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LA NATURALEZA DE LA CREENCIA Parte II- FRAGMENTO 5 DEL LIBRO "UNA ASOCIACIÓN PODEROSA-LA COMUNIÓN DE LOS CREYENTES"‏ Por Ken Petty

UNA GENERACIÓN COMPLETA 

PIERDE SU TÍTULO DE PROPIEDAD


Números 14:1 y 2:
Entonces toda la congregación gritó, y dio voces; y el pueblo lloró aquella noche.
Y se quejaron contra Moisés y contra Aarón todos los hijos de Israel; y les dijo toda la      multitud: ¡Ojalá muriéramos en la tierra de Egipto; o en este desierto, ojalá muriéramos!

Aparentemente ellos perdieron su título de propiedad en algún lugar del desierto.

Versículo 3:
¿Y por qué nos trae Jehová a esta tierra para caer a espada, y que nuestras mujeres y nuestros niños sean por presa? ¿No nos sería mejor volvernos a Egipto?

Por lo menos se han puesto honestos. Previamente sus murmuraciones fueron dirigidas hacia Moisés y Aarón. Pero estos hombres no eran más que siervos de Dios y hablaban lo que Dios les daba que hablasen. Ahora esta gente ya pone la responsabilidad sobre Jehová. Podrían haberse fijado en donde estaban llorando. No era en Egipto. ¿No había sido fiel Dios a Su promesa de libertarlos de la esclavitud en Egipto? También podrían haberse fijado a su alrededor y considerar cuantos estaban llorando. Había cerca de dos millones y medio de personas, y todos eran descendientes de un hombre de casi 99 años y de una mujer de 90 años, edades en las cuales era imposible que ellos tuvieran un hijo. ¿No podrían contar con que Dios que había cumplido su promesa a Abraham, cumpliera otra promesa que les había hecho de darles la tierra de Canaán a toda la descendencia de Abraham?

Versículo 4:
Y decían uno al otro: Designemos un capitán, y volvámonos a Egipto.

¡Que decisión tan irracional es esta! Para regresar a Egipto debían atravesar nuevamente el desierto (esta vez sin el Dios que tan milagrosamente los había conducido previamente providenciándoles agua y comida). Aunque consiguiesen atravesar todo aquel desierto, ¿Cómo piensan que los recibirían los egipcios? Habían dejado a Egipto como una tierra devastada. Las plagas que Dios había dejado caer sobre Egipto habían matado hombres y animales y destruido sus cosechas. Una gran porción del ejército egipcio se había ahogado en el Mar Rojo. El odio de los egipcios hacia Israel resultaría en que su cautiverio se tornara más opresivo. La decisión de volverse a Egipto no era una decisión racional, sino una decisión nacida del temor. ¿Cuántas veces hemos permitido que el temor nos impida tomar posesión de las promesas de Dios?

Versículos 5 y 6:
Entonces Moisés y Aarón se postraron sobre sus rostros delante de toda la congregación de los hijos de Israel.
Y Josué hijo de Nun y Caleb hijo de Jefone, que eran de los que habían reconocido la tierra, rompieron sus vestidos.

El romper sus vestidos significaba su gran enojo. Josué y Caleb manifestaron cuan indignados y furiosos estaban con la incredulidad del pueblo.

Versículos 7-9:
Y hablaron a toda la congregación de los hijos de Israel, diciendo: La tierra por donde pasamos para reconocerla, es tierra en gran manera buena.
Si Jehová se agradare de nosotros, él nos llevará a esta tierra, y nos la entregará; tierra que fluye leche y miel.
Por tanto, no seáis rebeldes contra Jehová, ni temáis al pueblo de esta tierra; porque nosotros los comeremos como pan; su amparo se ha apartado de ellos, y con nosotros está Jehová; no los temáis.

Diez hombres se consideraron a sí mismos “langostas” comparados con los habitantes de Canaán. Pero estos dos hombres consideraron aquellos habitantes como simple pan para ser comido. Las palabras de Josué y de Caleb estaban en armonía con las palabras de Dios. Las palabras de los otros diez contradecían las palabras de Dios. Dos hombres vieron las circunstancias desde la perspectiva de Dios. Diez hombres las vieron desde su propia perspectiva humana. Josué y Caleb se pararon y confrontaron al pueblo por su incredulidad. La reprensión les concede a las personas la oportunidad de cambiar. Veamos cómo responden. Recuerden que habíamos leído cómo en el Mar Rojo cantaron, danzaron, alabaron a Dios y confesaron cómo Dios los traería a la tierra. Las palabras de Josué y de Caleb son muy parecidas a las que ellos mismos habían proferido como un año y medio antes.

Versículo 10:
Entonces toda la multitud habló de apedrearlos…

Alguien se está acobardando, pero no son los cananeos. El pueblo de Israel quiso matar a estos dos hombres que se atrevieron a recordarles la promesa de Dios. A excepción de los doce hombres que habían espiado la tierra, ¿quién más había visto un cananeo? ¿Cuántos de entre ellos habían librado una batalla con un cananeo? ¡Ninguno! Ninguna lanza había sido arrojada, ninguna flecha disparada. Pero sin embargo basándose en aquellas palabras que se les había hablado, echaron a la basura su título de propiedad.

Versículos 10 y 11:
... Pero la gloria de Jehová se mostró en el tabernáculo de reunión a todos los hijos de Israel.
Y Jehová dijo a Moisés: ¿Hasta cuándo me ha de irritar este pueblo? ¿Hasta cuando no me creerán, con todas las señales que he hecho en medio de ellos?

No podían seguir viviendo de las señales. La creencia que se basa en las señales requiere una señal nueva cada día. La señal de ayer no basta. No estaban dispuestos a hacer la única cosa que la genuina creencia tiene que hacer. La creencia debe tomar posesión. Aquel que cree debe estar listo para actuar y apropiarse de la promesa de Dios cuando se hace disponible. No es suficiente sencillamente confesar la promesa.

Versículos 27-33:
¿Hasta cuándo oiré esta depravada multitud que murmura contra mí, las querellas de los hijos de Israel, que de mí se quejan?
Diles: Vivo Yo, dice Jehová, que según habéis hablado a mis oídos, así haré yo con vosotros.
En este desierto caerán vuestros cuerpos; todo el número de los que fueron contados de entre vosotros, de veinte años arriba, los cuales han murmurado contra mí.
Vosotros a la verdad no entraréis en la tierra, por la cual alcé mi mano y juré que os haría habitar en ella; exceptuando a Caleb hijo de Jefone, y a Josué hijo de Nun.
Pero a vuestros niños, de los cuales dijisteis que serían por presa, yo los introduciré, y ellos conocerán la tierra que vosotros despreciasteis.
En cuanto a vosotros vuestros cuerpos caerán en este desierto.
Y vuestros hijos andarán pastoreando en el desierto cuarenta años, y ellos llevarán          vuestras rebeldías, hasta que vuestros cuerpos sean consumidos en el desierto.
Conforme al número de los días, de los cuarenta días en que reconocisteis la tierra, llevaréis vuestras iniquidades cuarenta años, un año por cada día; y conoceréis mi castigo.

Acababan de perder su título de propiedad, y por tanto ya no son propietarios. De todos los hombres de más de veinte años en Israel, solamente Josué y Caleb retuvieron su título de propiedad. Ahora les fue concedido solamente a los que tenían menos de veinte años. Todos los demás morirían en el desierto durante los próximos cuarenta años. En nuestro último estudio hemos visto que cuando el pueblo de Israel se dio cuenta de su pecado, decidió por sí mismo a tomar la tierra. Pero ¿Qué fue lo que causó que este pueblo obstinado se diese cuenta de su pecado? Sigamos leyendo el texto.

Versículos 35-38:
Yo Jehová he hablado; así haré a toda esta multitud perversa que se ha juntado    contra mí; en este desierto serán consumidos, y ahí morirán.
Y los varones que Moisés envió a reconocer la tierra, y que al volver habían hecho           murmurar contra él a toda la congregación, desacreditando aquel país,
Aquellos varones que habían hablado mal de la tierra, murieron de plaga delante de Jehová.
Pero Josué hijo de Nun y Caleb hijo de Jefone quedaron con vida de entre aquellos hombres que habían ido a reconocer la tierra.

La palabra hebrea que se traduce como “plaga” significa “golpe” o un “soplo”. Keil y Delizsch en Comentarios en el Antiguo Testamento observan con astucia lo siguiente:

“Para dar una prueba a toda la congregación de la divina amenaza del castigo, los           espías que indujeron la revuelta de la congregación, a través de su depravado          relato sobre los habitantes de Canaán, fueron “heridos de golpe, delante de        Jehová”, es decir, de muerte súbita; la cual procedió de una manera visible de     parte de Jehová. Al mismo tiempo que Josué y Caleb permanecieron vivos”. (2)

Cuando los diez hombres, con cuyas palabras estuvieron de acuerdo, murieron súbitamente, y Josué y Caleb, a los que se propusieron apedrear, permanecieron vivos, toda la congregación supo y reconoció que aquellos diez y ellos mismos habían pecado. Y a continuación, sin tener cuenta a Dios, quisieron ir a tomar posesión de la tierra sin el título de propiedad. Los resultados fueron desastrosos. Si alguien se quiere apoderar de una tierra sin tener un título de propiedad en sus manos, no tiene ningún derecho a tomar posesión de ella.


JOSUÉ, CALEB, Y LA GENERACIÓN MAS JOVEN TOMAN POSESIÓN DE LA TIERRA

Josué, Caleb y todos aquellos que tenían menos de veinte años poseían ahora el título de propiedad pero no podían tomar la tierra durante los próximos cuarenta años, hasta que toda la generación anterior hubiese muerto. Hasta entonces solamente les restaba tener esperanza. El libro de Josué relata los eventos que sucedieron después de la muerte de toda aquella antigua generación.

Josué 1:1-4:
Aconteció después de la muerte de Moisés siervo de Jehová, que Jehová habló a             Josué hijo de Nun, servidor de Moisés, diciendo:
Mi siervo Moisés ha muerto; ahora, pues, levántate y pasa este Jordán, tu y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel.
Yo os he entregado, como lo había dicho a Moisés, todo lugar que pisare la planta de vuestro pie.
Desde el desierto y el Líbano hasta el gran río Éufrates, toda la tierra de los heteos hasta el gran mar donde se pone el sol, será vuestro territorio.

Ahora ha llegado el momento de tomar posesión de la tierra. Dios ya se las había dado, pero ellos tienen que tomarla. Recuerde que la tierra le fue otorgada previamente a sus padres y que estos se rehusaron a tomarla. Ahora les toca el turno a sus hijos. ¿Podría ser que los habitantes de la tierra se hubiesen achicado durante los últimos cuarenta años? ¿Será posible que se hubiesen debilitado la protección de las ciudades? Tomar la tierra era ahora igual de difícil que lo era cuarenta años atrás desde una perspectiva humana. Sin embargo, esta generación estaba dispuesta a actuar confiadamente de acuerdo a la promesa de Dios. Y no debemos olvidarnos de Caleb.

Josué 14:6-13:
Y los hijos de Judá vinieron a Josué en Gilgal; Y Caleb, hijo de Jefone cenezeo, le dijo: Tu sabes lo que Jehová le dijo a Moisés, varón de Dios en Cades-Barnea, tocante a mí y a ti.
Yo era de edad de cuarenta años cuando Moisés siervo de Jehová me envió de Cades-Barnea a reconocer la tierra, y yo le traje noticias como lo sentía en mi       corazón.
Y mis hermanos los que habían subido conmigo, hicieron desfallecer el corazón   del pueblo; pero yo cumplí siguiendo a Jehová mi Dios.
Entonces Moisés juró diciendo: Ciertamente la tierra que holló tu pie será para ti, y para tus hijos en herencia perpetua, por cuanto cumpliste siguiendo a Jehová mi  Dios.
Ahora bien, Jehová me ha hecho vivir como el dijo, estos cuarenta y cinco años, desde el tiempo que Jehová habló estas palabras a Moisés, cuando Israel andaba por el desierto; y ahora he aquí, hoy soy de edad de ochenta y cinco años.
Todavía estoy tan fuerte como el día que Moisés me envió; cual era mi fuerza      entonces, tal es ahora mi fuerza para la guerra, y para salir y para entrar.
Dame, pues, ahora este monte, del cual habló Jehová aquel día; porque tu oíste en           aquel día que los anaceos están allí, y que hay ciudades grandes y fortificadas. Quizá Jehová estará    conmigo, y (“Si en verdad el Señor va conmigo” dice la Versión King James en inglés) los echaré, COMO JEHOVÁ HA DICHO.
Josué entonces le bendijo, y dio a Caleb hijo de Jefone a Hebrón por heredad.

Caleb pidió para sí el lugar de aquellos gigantes como su parte de la herencia. Quería confrontarse con aquellos que habían causado el terror a los diez espías y que les hicieron verse a sí mismos como “langostas”. Caleb creía que, con la ayuda de Dios, él podría echarlos. Como alguien refirió: “las ciudades donde vivían estos gigantes debieron tener las casas más grandes”. Tal vez, a demás de la tierra, Caleb tomó para sí también una gran mansión. Mientras más grandes son los obstáculos, mayor es la victoria.

LOS QUE TOMARON POSESIÓN DE SU SANIDAD

En nuestro estudio “Asociación con Dios”, nos centramos en aquellos que ministraron sanidad. Ahora vamos a centrarnos en algunos hombres y mujeres que vinieron para ser sanados. Vamos a leer algunos registros de los Evangelios que nos mostrarán la naturaleza de la creencia, pero vamos primero a ver una promesa hecha a Israel en el libro de Salmos.

Salmos 103:2 y 3:
Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios.
El es quién perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias.

Una de las promesas del pacto que Dios hizo con Israel era que Él sanaría todas sus enfermedades. Ya hemos leído en Éxodo 15:26 que Dios se reveló a Sí Mismo con el nombre de: Jehová tu Sanador. Al creer esta promesa, Israel se apropió de su título de propiedad de la sanidad física. Existen varias profecías específicas que muestran también la sanidad física que se produciría con la venida del Mesías (ver Isaías 35:5 y 6; y 53:4 y 5). A la luz de la promesa de sanidad, vamos a considerar algunos casos de quienes tomaron posesión de la promesa que se les hizo. Ellos tomaron su título de propiedad y reclamaron su sanidad.

Marcos 3:1-5:
Otra vez entró Jesús en la sinagoga; y había allí un hombre que tenía seca una mano.
Y le acechaban para ver si en el día de reposo le sanaría, a fin de poder acusarle.
Entonces dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate y ponte en medio.
Y les dijo: ¿Es lícito en los días de reposo hacer bien, o hacer mal; salvar la vida, o quitarla? Pero ellos callaban.
Entonces, mirándolos alrededor con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y la mano le fue      restaurada sana.

El Mesías había venido, y el poder de sanidad que había sido profetizado se hizo disponible al pueblo de Israel. Aquí estaba un hombre con la mano seca. Era imposible que la moviera. Cuando Jesús le mandó que la extendiese, el hombre podría haber puesto objeciones. Podía haber respondido: “ojalá pudiera”. Podría haberse comportado como los hijos de Israel en el desierto pensado que Dios podía llevar a cabo la sanidad sin ningún esfuerzo de su parte. Pero en vez de eso, actuó en lo que él creyó era verdad. Tomó posesión de aquello que le decía su título de propiedad. Según el hombre actuó, su mano le fue restaurada sana.

La creencia tiene que estar preparada para actuar. Hay muchos cristianos que están continuamente esperando que Dios haga todo en sus vidas en vez de apoderarse de lo que ya Dios les ha dado. Están esperando que Dios eche fuera a los “cananeos” de sus vidas antes de tomar su posesión. Pueden pasar toda una vida esperando.

Marcos 5:25-28:
Pero una mujer que desde hacía doce años padecía de flujo de sangre,
Y había sufrido mucho de muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor.
Cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la multitud, y tocó su manto.
Porque decía: Si tocare tan solamente su manto, seré salva.

Esta mujer que había padecido de un flujo de sangre durante doce años, nunca se había dado por vencida en su búsqueda de sanidad aunque había sido decepcionada una y otra vez. Debió encontrarse en pésimas condiciones físicas y en debilidad. Esta mujer tuvo que empujar a través de una multitud para recibir su sanidad. Poseía el título de propiedad. Creía que la voluntad de Dios era que tuviese salud en su vida, pero durante doce años había buscado su sanidad en vano. Podría haberse pasado el resto de su vida preguntándose por qué Dios no la sanaba y lamentándose de la miserable vida que llevaba. Podría haberse sentido una víctima al haberse gastado todo su dinero en inútiles médicos. Sin embargo estaba determinada a tomar posesión de su sanidad. Observe que incluso ni siquiera se la pidió Jesús.

Versículo 29:
Y enseguida la fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote.

Esta mujer no permitió que ningún obstáculo en su vida la derrotara, sino que actuando conforme a su título de propiedad recibido, tomó posesión de su sanidad. Un ciego de Jericó hizo lo mismo.

Marcos 10:46-48:
Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó él y sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando.
Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar voces y a decir: ¡Jesús, Hijo de             David, ten misericordia de mí!
Y muchos le reprendían para que callase, pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de    David, ten misericordia de mí!

Bartimeo quería poder ver, y escuchó que Jesús, aquel que podía sanarle, estaba pasando por el lugar, así que comenzó a clamar. Muchos en la multitud lo callaban. Podría haberse desanimado por las circunstancias, sin embargo, en vez de callarse clamaba más fuerte: “¡Hijo de David, ten misericordia de mí!” Si Jesús no podía verlo, al menos podría escucharlo. Nunca se desanimó en su intento. Quería de todo su corazón ser sanado y estaba resuelto a tomar posesión de su salud.

Versículos 49-52:
Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama.
El entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús.
Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista.
Y Jesús le dijo: vete, tu fe te ha salvado. Y enseguida recobró la vista, y seguía a  Jesús en el camino.

Este hombre decidió que no dejaría pasar a Jesús sin que recobrase su sanidad. Al igual que todos los individuos de Israel, él tenía las promesas del pacto. Utilizó su título de propiedad para tomar posesión de su vista. Fue Jesús quien ministró la sanidad pero declaró que había sido la creencia del hombre la que lo había hecho sano. El no dijo: “Tu necesidad te ha sanado”, o “Tu deseo te ha sanado”. Muchos otros en Israel tenían las promesas del pacto, y necesitaban y querían sanidad, pero no creyeron ni tomaron posesión de ella. Igual que sus antepasados, querían ver señales antes de creer.

Juan 4:48:
Entonces Jesús le dijo: Si no viereis [los de Israel] señales y prodigios, no creeréis.

Juan 6:30:
Le dijeron entonces: ¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obra haces?

Vamos ahora a considerar el registro de una mujer que era gentil. Una vez que ella no pertenecía al pueblo de Israel, ella no podía reclamar las promesas del pacto. No tenía ningún título de propiedad.

Mateo 15:21-24:
Saliendo Jesús de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón.
Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: ¡Señor,    Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio.
Pero Jesús no le respondió palabra. Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros.
El respondiendo dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.

Aquí nos encontramos con una situación que desalentaría o enojaría a cualquiera. Ella vino a Jesús buscando la liberación de su hija. Al principio Jesús ni abrió su boca, y además, sus discípulos le rogaban que la despidiera. Cuando Jesús finalmente le habló, le comunicó que no podía hacer nada por ella, pues no pertenecía a la nación de Israel.

Versículos 25 y 26:
Entonces ella vino y se postró ante él, diciendo: ¡Señor socórreme!
Respondiendo él dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos.

Aparentemente parece como si Jesús estuviese menospreciando a esta mujer llamándola un perrillo. La palabra griega significa “cachorro”. Estos cachorros permanecían dentro del hogar y servían de entretenimiento para los niños de la casa. Lo que Jesús le está diciendo es que no es bueno tomar los alimentos de los niños y dárselo a los cachorros. La promesa del pacto de sanidad fue hecha para Israel y no para los gentiles. El pacto antiguo, no en tanto, contenía disposiciones que contemplaba a los gentiles que se acercasen a Israel para recibir su bendición. Por ejemplo, Eliseo, el hombre de Dios en aquel tiempo, recibió y sanó de su lepra a Naamán el sirio. La mujer de este registro que estamos tratando debió saber de esta verdad.

Versículo 27 y 28:
Y ella dijo: Si, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la   mesa de sus amos.
Entonces respondiendo Jesús dijo: Oh mujer, grande es tu fe: Hágase contigocomo quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora.

Esta mujer gentil le dijo que no estaba intentando tomar el pan de los hijos. Se contentaba con lo que les caía a los cachorros –unas pocas migajas. Se refirió a la sanidad de su hija como meras migajas cuando comparada con las maravillosas promesas que tenía Israel. Esta mujer debatió con el Señor Jesucristo. ¡Y le ganó! Mientras que muchos individuos de Israel que poseían la totalidad de las promesas no las reclamaron, esta madre decidió que recibiría algunas migajas de Jesús. No estaba dispuesta a aceptar una respuesta negativa a su pedido. Como resultado, su hija recibió liberación inmediata.

UN EVANGELIO DE HOMBRE FUERTE

Vamos a concluir este estudio comparando versículos de dos evangelios.

Lucas 16:16:
La ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el Reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él.

Mateo 11:12 y 13:
Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los cielos sufre violencia, y los      violentos lo arrebatan.
Porque todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan.

Es evidente que tanto Mateo como Lucas se refieren a lo mismo. La palabra “se esfuerzan” en Lucas es la misma palabra griega que se traduce como “sufre violencia” en Mateo, y la palabra “violentos” en Mateo es otra forma de la misma palabra. Wuest nos ofrece una mejor traducción de Mateo 11:12: “De hecho, desde los días de Juan el Bautista hasta este momento, el Reino de los cielos está siendo tomado por asalto, y los fuertes y enérgicos [pujantes] lo reclaman para ellos con avidez...” Esta es la razón por la que John G. Lake lo llamaba: “un evangelio de hombre fuerte”. Porque Dios cuenta con que nosotros tomemos ávidamente las cosas que Él ha hecho disponibles. Eso requiere agresividad. Las cosas de Dios no les llegan a personas débiles que se pasivamente esperan que algo suceda.

La naturaleza de la creencia es agresiva. Tenemos que ser como Caleb y Josué que tomaron posesión de la tierra que se les prometió a pesar de sus poderosos moradores; tenemos que ser como la mujer con el flujo de sangre que se abrió camino entre la multitud y tocó el manto de Jesús; tenemos que ser como el ciego Bartimeo que gritó con más fuerza cuando la gente le pedía que se callase; tenemos que ser como la mujer cananea que no se quiso ir sin recibir unas migajas. Como creyentes, poseemos el título de propiedad de las maravillosas promesas de Dios. Algunas se encuentran todavía en el futuro – y para ellas nuestra creencia es el título de propiedad de las cosas por las cuales tenemos esperanza– pero muchas están disponibles actualmente, si tomamos posesión de lo que es nuestro por legítimo derecho.


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