LAS INESCRUTABLES RIQUEZAS DE CRISTO. Por E.W. Bullinger
Traducción Juan
Luis Molina
Con la
colaboración de Claudia Juárez
Un estudio
retirado de “Things to Come”: “Las Cosas Por Venir”.
Vol. VIII, No.
6 – Diciembre 1901
Las
inescrutables riquezas de Cristo…
Estas
palabras, se toman generalmente, igual que sucede con muchas otras, separadas
de su contexto; y así, de esa forma, si no se tiene en cuenta el contexto, se tergiversan de su verdadera
interpretación, la cual se determina y averigua, siempre, por el contexto donde aparecen
(Efesios 3:8).
Generalmente, estas palabras se toman como si las
riquezas que se hallan atesoradas en Cristo la “Cabeza” fueran inescrutables
para todos los miembros de Su cuerpo; y no se toman dispensacionalmente. Es decir, se toman sin tener en
cuenta el tiempo y las personas, para las que estas
riquezas si fueron inescrutables,
y el tiempo y las personas para las que ahora son abiertas y sondables.
Claro
que esta es la más bendita de las verdades: tenemos así atesoradas estas
riquezas. Sin embargo la cuestión es la siguiente, ¿Es esto a lo que se refiere
en Efesios 3:8, con las inescrutables
riquezas de Cristo?
Mirad
hermanos, nadie puede gozarse tanto o verdaderamente en el corazón, como
nosotros mismos con estas riquezas:
Cuán
enorme es el tesoro que poseemos
En
Ti, y solo en Ti, Oh Señor, justicia nuestra;
Todas
las cosas son nuestras y nos pertenecen en Cristo Tu Hijo,
Con
Quien en Tu amor… nos hiciste un solo Cuerpo.
Es
verdad. Sin embargo estas riquezas o tesoros, en su mayor parte fueron y son inescrutables.
¡Pero las Escrituras son la Casa del Tesoro, donde
deben ser escudriñadas y encontradas y conocidas y disfrutadas todas Sus
riquezas!
Ahora
debemos y podemos averiguar lo que allí está revelado del propósito del Padre;
el amor del Hijo; y el poder del Espíritu.
Debemos
y podemos averiguar allí los Sufrimientos
de Cristo, la Resurrección
de Cristo, y la Venida de
Cristo (Hechos 17:3): y
debemos edificar nuestra más santa fe, sobre todo, sobre lo que averigüemos en
estos asuntos.
Pero,
ahora bien, la pregunta permanece
todavía. ¿Es esto, todo lo que encierra esta expresión las inescrutables riquezas en Efesios 3:8? Y nosotros
respondemos, ¡No, de ninguna manera!
La
palabra que se traduce “inescrutable” es
la palabra griega “anexichniastos”, y significa que no se pueden trazar, que no
pueden ser exploradas, o encontradas por investigación o examen. Hace referencia a las pisadas o huellas, y por eso y de ahí, sondar, o seguir la pista. Aparece solamente una vez
más, en Romanos 11:33, donde se traduce como inescrutables, y hace referencia a los caminos de Dios con respecto a Sus
diferentes tratos “dispensacionales” con Israel, los Gentiles y la Iglesia.
La palabra
española “insondable” aparece en el mismo versículo (Romanos 11:33).
Pero es una palabra muy diferente en el griego. Es, “anexereunetos”, y significa, misteriosa comprensión.
La
primera palabra se refiere a lo
que no puede ser comprendido o sondado, aun y cuando lo podamos buscar.
La
enseñanza de Romanos 11:33 es, por tanto, que los juicios de Dios no pueden ser comprendidos
por nosotros, aun cuando podamos averiguarlos o ir siguiéndoles la pista.
Mientras tanto, y al mismo tiempo, aunque los “caminos” de Dios en gracia no
podían ser sondados de ninguna manera, antes que llegase la presente
dispensación, incluso así, ahora pueden ser comprendidos si se buscan.
La
enseñanza de Efesios 3:8 es, que algunos de estos “caminos” que son inescrutables por el hombre, se están ahora dando a conocer a través de Pablo, y anunciados como agradables nuevas entre los gentiles.
Es el
Misterio (o Secreto) de la Iglesia, que había sido inescrutable antes, previamente a que la
comisión de revelarla le fuese dada al Apóstol, con el especial propósito de darlo a conocer.
Además,
en el griego es El Cristo. Estas inescrutables riquezas tienen que ver con Cristo Espiritual, “El Cristo”, o la gloriosa
Cabeza en el cielo y Su gente, los miembros de Su Cuerpo en la tierra.
Esto es
lo que era insondable, inescrutable por el hombre, y además había sido
“guardado o escondido en Dios”. No “guardado o escondido” en las
Escrituras; ni escondido entre los hombres; sino escondido en Dios solamente, y
guardado solo en Él en secreto, hasta que Le plació revelarlo: El
maravilloso Gran Secreto.
Las
Escrituras del Antiguo Testamento de manera clara y transparente revelan los sufrimientos de Cristo; y además anuncian las glorias que les seguirían. Y mientras que la gloria se menciona generalmente separada
de los sufrimientos, los sufrimientos, en cambio, nunca son mencionados
separados o aparte de la gloria.
Esto es
muy importante. Es como si el Espíritu Santo nos impresionase con la certeza
del hecho, de que aquellos sufrimientos,
no serían sin fruto de gloria, sino
que ciertamente se cumplirán en él todos Sus designios, y acapararán todos Sus gloriosos resultados.
Cuando
el Señor por primera vez mencionó Sus sufrimientos (Mateo 16:21), tampoco se olvidó
de hablarles a Sus discípulos del hecho ciertísimo: de que el Hijo del Hombre
volvería, en toda Su Gloria (Mateo 16:27): y una Visión del poder y venida (2ª Pedro 1:16-18), de esa gloria,
se les dio inmediatamente en una gran visión (en el Monte de la
Transfiguración) para corroborar visiblemente el hecho bendito a los tres
discípulos, de que la gloria seguiría
al padecimiento, o éxodo del
cual se habló en el Monte de la Transfiguración.
Pedro es
el único a quien el Espíritu escogió para declarar en su Epístola acerca del sufrimiento y la gloria de la cual él propio había sido
testigo, en aquella visión. Vea 1ª Pedro 1:8-8, 11, 19, 10; 3:18; 4:13, 15, 16;
5:10, 11; en todos los dichos de la epístola los
sufrimiento y las glorias van
juntas y de la mano en el mismo contexto, y en conexión muy aproximada.
Ahora
bien, con respecto a los
sufrimientos de Cristo y las glorias que seguirían después (1ª Pedro 1:11), no había nada que
les dijera a los profetas que
los predijeron, qué intervalo habría, ni tan siquiera sabían si es que
habría intervalo alguno que los separase. De todo lo que los profetas sabían,
nada les decía si es que la gloria vendría inmediatamente después del sufrimiento, o si habría algún tiempo en
elipsis; y, si lo hubiese, cuánto duraría este tiempo. Por eso el Espíritu nos dice a través
de Pedro que los profetas que hablaron de estas cosas, inquirieron y diligentemente
indagaron… escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo
que estaba en ellos. Pero en
ese tiempo eran inescrutables.
Estos
profetas ministraban conforme a la gracia de Dios, manifestada en los sufrimientos de Cristo, pero las riquezas de esta gracia y
las riquezas de esta gloria
que seguirían eran inescrutables para ellos. Estas riquezas de la gracia y la
gloria, pertenecían al Misterio. Las dos se declaran en esta conexión
en Efesios 1. Allí leemos acerca de las
riquezas de su gracia (Efesios
1:7); y allí leemos además, de las
riquezas de la gloria de su herencia en los santos (Efesios 1:8). Y todo esto sucede
para la gloria de Su gracia, con la cual nos ha hecho aceptos
en el Amado (Efesios 1:6).
Esta es
la causa de por qué los profetas no pudieron sondar estas riquezas de Cristo. Se hallaban escondidas en Dios (Efesios 3:9). Era el Gran
Secreto, y había sido, guardado
en secreto desde antes del principio del mundo (Romanos 16:25); ¡y eran por tanto
inescrutables!
Lo que
los profetas divisaban, era igual a dos grupos distintos de montañas
sobrepuestas una a la otra en frente de ellos, una más cercana, y la otra más
distante; ¡sus cimas las podían ver muy bien! pero todas las bellezas del valle
que había entre las dos cordilleras, no podían ser vistas por ellos. Ellos
veían la cordillera más próxima, (“los sufrimientos de Cristo”); ellos
veían también la cordillera que había por detrás (“la gloria que seguiría”);
pero no podían ver el presente
intervalo, lleno de la plenitud –las riquezas – de Su Gracia, para los
miembros del Cuerpo de Cristo: La Iglesia, que
es Su Cuerpo.
Así que
nuestro privilegio ahora es sondar el valle y escudriñarlo. Bien sabemos,
ahora, ciertos asuntos, acerca
de lo qué este tiempo de intervalo significaba. Cerca de dos mil años
han pasado desde entonces, y aun
permanecemos en ese hermoso
valle, ¡y más próximos nos encontramos al tiempo cuando de la cima, de
la cima de la cordillera más distante, surgirá de repente el resplandor con las riquezas de Su Gloria!!!
Observe
bien, querido lector: no sucedió después de que los sufrimientos de Cristo acabaron, ni tampoco antes de que
fuese repudiado el Rey, y
que la ofrenda del Reino fuese menospreciada por la nación; no fue hasta
después de todo eso que el Secreto se reveló; solo hasta entonces se le dio al
Apóstol que escribiese: ¡A mí! ¡Que soy el más pequeño de los
santos!, me ha sido esta gracia otorgada y derramada, para que predique
cumplidamente entre los gentiles, las inescrutables riquezas de Cristo; y para
dar a conocer a todo hombre, cuál
sea la dispensación del Misterio, el cual estuvo oculto en Dios, desde el principio del mundo (Efesios 3:8,9).
Ahora, se predica el Misterio; ahora, el gran Secreto se
revela; ahora, podemos
explorar las maravillas del valle que residían entre los sufrimientos y la
gloria. Ahora, podemos
explorar sus minas de riquezas; ahora,
podemos sondar y trazar sus riquezas, y disfrutar sus preciosidades… y la
comunión de los santos.
Estas
riquezas de gracia y de gloria nunca fueron divisadas por “ojo profético
alguno” anteriormente. Sin embargo, ¡ahora se abren de par en par ante
nuestros ojos! ¡Y, mientras se dan también a conocer estas riquezas de Cristo a los seres celestiales y poderes
en los cielos, el Espíritu Santo nos las revela también a la Iglesia sobre
la Tierra!!
Ojalá
que nos demos cuenta más profundamente de estos, nuestros maravillosos privilegios; que
apreciemos las riquezas que son nuestras en Cristo; ¡y que ocupemos nuestros
corazones con Él y con Sus riquezas, en vez de ocuparnos en nuestro pobre y débil andar o comportamiento, con todas sus faltas y enfermedades!
E.W. BULLINGER
Todo Cristiano debe mantenerse con las escrituras tal y cual como están por que Jesús dijo Conoceréis la verdad y la verdad os hará Libres (Juan 8:32)
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