"LA RESURRECCIÓN DEL CUERPO" Por E.W. Bullinger
Traducción: Juan Luis Molina y Claudia Juárez
Hay unos pocos temas que
se resaltan más de la Palabra de Dios, y hay pocos temas que hayan sido tan
despreciados por la tradición de los hombres, como la doctrina de la
Resurrección. Yo creo que fue el fallecido Mr. Spurgeon quien lamentó el hecho
de que, nuestra teología inglesa, siendo al mismo tiempo tan rica en cada
una de las áreas de la doctrina cristiana, no contenga ni tan siquiera una sola
obra satisfactoria sobre el tema, este es un hecho muy remarcable.
En nuestros credos
estamos siempre repitiendo: “Aguardamos por la resurrección de los muertos”.
Pero ¿estamos realmente esperando que suceda? Y constantemente confesamos
también que “creemos en el perdón de los pecados”, pero ¿lo
creemos verdaderamente? Yo creo que las dos cosas deben ir juntas; y bien
podemos decir acerca de ellas que, de todos los millares que se llaman a sí
mismos cristianos, muy pocos son los saben algo acerca del perdón de
los pecados, y que muy pocos también aguardan por la resurrección de la
muerte. Con una específica referencia a la resurrección,
nuestro bendito Señor les dijo a sus enemigos: “Erráis, ignorando las
Escrituras y el poder de Dios”. Y nosotros también erramos con
respecto a este tema de la transformación de Su gente cuando él regrese por su
Iglesia, porque somos ignorantes de lo que la Palabra de Dios ha dicho acerca
de ella; y somos además ignorantes, por otro lado, acerca de lo que nace y
resulta proveniente del conocimiento del perdón del pecado, porque ignoramos la
bendita posición y privilegio que se nos ha ofrecido. Así nos separamos
nosotros mismos de Cristo; separamos esta gran doctrina de Cristo; y por eso
mismo sucede que, mientras él nos ofrece y extiende la esperanza para los
corazones atribulados, y dice, “Si me fuere, vendré otra vez, y os
tomaré a mí mismo”, y “yo volveré para reunir a mis
santos, para levantar a los que duermen, y transformarlos junto con los que
estén vivos”, y nosotros prácticamente le contestamos: ¡Oh no,
Señor! ¡Tú no necesitas venir por nosotros; sino que al
morir, nosotros iremos a Ti!
En vez de sacar nuestras
propias deducciones de lo que las Escrituras declaran, todos deberíamos
concordar que es sumamente importante el deber de revestir estos puntos de
vista en términos Escriturales, y debemos preguntarnos y responder cuán lejos
están estos dichos populares de la esperanza de la nueva venida del Señor para
cumplir su promesa, para recibirnos y llevarnos a él; y cuán lejos
han puesto de parte y prácticamente anulado la esperanza de la
resurrección, desestabilizándola del lugar que ocupa en la Palabra
de Dios. Este error se ha introducido sigilosamente en la Iglesia
desde tiempos muy tempranos. Debemos recordar cómo el
apóstol les habla a algunos en el capítulo 15 de 1ª Corintios, los cuales
aseguraban que no habría resurrección de los muertos; y cómo
además, escribiéndole a Timoteo, se refiere a Himeneo y Fileto, los
cuales habían apartado a muchos de la fe diciendo que la resurrección
ya se había efectuado.
Es muy significativo,
instructivo y digno de toda nuestra atención, que, aunque se digan tan pocas
cosas acerca de la muerte en el Nuevo Testamento, y nada se dice acerca de que en
cualquier caso sea una esperanza; y aunque se hable tanto acerca de la bendita
esperanza de la transformación de su gente en el momento de su resurrección,
que sin embargo, en el sexto capítulo de Juan, y cuatro veces en unos pocos
versículos, Jesús dijo: Y esta es la voluntad del Padre, que me envió: Que
de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el
día postrero. Y otra vez: “Y esta es la voluntad del Padre
que me ha enviado (así que las palabras de Jesús, realmente eran la
voluntad del Padre) que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga
vida eterna; y, además de eso, y yo le resucitaré en el día
postrero. Y de nuevo dice: Ninguno puede venir a
mí, si el Padre que me envió no lo trajere; y yo le resucitaré en el
día postrero. Y vuelve a decir: “El que come mi carne y
bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día
postrero”. (Juan 6:39, 40, 44, 54).
El mayor consuelo
ofrecido, por el más grande Consolador que el mundo haya jamás conocido a una
hermana por su amado hermano fallecido fue: “Tu hermano resucitará”. Toda
la esperanza se resume y sujeta a este gran tema; y, si en nuestra Teología no
hay lugar en ella para esta gran esperanza, entonces mientras más deprisa la
abandonemos y cambiemos, mejor será; porque tenemos que recordar que este tema
es un tema totalmente de revelación. No existe hombre alguno sobre la faz de la
tierra que pueda contarnos nada de la revelación, excepto lo que él mismo haya
aprendido de la Palabra de Dios. No se trata por tanto de una cuestión de
razonamiento humano; no es una cuestión de opiniones de grandes o sabios hombres;
no es una cuestión de ningún sistema de doctrina o de filosofía; sino que es
pura y simplemente una cuestión de Divina revelación.
Nuestros ojos contemplan al
momento presente por todas las esquinas de las calles y en las librerías
grandes carteles anunciando un libro: “Existencia después de la Muerte”, escrito
por una pobre y mortal mujer, ¿y qué es lo que nos podrá contar ella acerca de
eso? ¿Qué es lo que sabe acerca de ese tema, que no sean las mentiras que ha
aprendido por los demonios y espíritus inmundos? Es cierto que, aun teniendo la
Palabra de Dios en nuestras manos, nosotros conocemos solo en parte;
pero, gracias a Dios, viene un tiempo cuando todo nos será dado a conocer,
cuando venga lo perfecto.
El gran hecho de la
resurrección de la muerte era del todo conocido en el transcurso de todas las
edades, y siempre ha sido la esperanza del pueblo de Dios; pero con respecto a esta
esperanza Jehová nos dio a conocer a través del apóstol Pablo un gran secreto.
Nuestro Señor ya había dejado alguna pista anteriormente, cuando, bajando del
monte de la transfiguración (vea Marcos 9), le dijo a los discípulos que fueron
con él que no contasen nada de las cosas que habían visto hasta que el Hijo del hombre fuese levantado “de entre” los muertos. Los discípulos no entendieron
bien si es que el Señor les estaba hablando simplemente de la resurrección, o
de algo más. Hasta aquí, Él solo había estado hablando de resurrección, cuando
le dijo a Marta que su hermano “resucitaría”, ella le dijo, bien se que
él resucitará. Pero aquí Él se estaba refiriendo a otra cosa. Aquí
había dicho, hasta que el Hijo del hombre sea levantado DE ENTRE los
muertos, los discípulos no estarían sorprendidos si él simplemente
hubiera hablado de la resurrección. Él había hablado de la resurrección cuando
le dijo a Marta que su hermano resucitaría. Ella dijo: yo sé que resucitará. Pero aquí él habló de otra cosa. Él dice: Hasta que el Hijo del hombre sea levantado
“DE ENTRE” los muertos y dice que ellos guardaron aquellas palabras entre
sí, discutiendo que significaría “resucitar DE ENTRE los muertos”. Ellos
conocían la resurrección de la muerte, de gente que había estado muerta. Pero
en cuanto a la resurrección, se maravillaban preguntándose qué sería lo que
podría significar. Sin embargo la revelación de su significado
completo le fue solo concedida al Apóstol Pablo, y escrita en 1ª Corintios:
He
aquí, os digo un misterio; es decir, he aquí, os voy a contar un
secreto. Voy a enseñaros algo que ha permanecido durante todas las edades en
oculto y guardado en secreto, es exacta y justamente el secreto que pertenece
a la Iglesia – El Cuerpo de Cristo – que había sido guardado en secreto.
He aquí, os digo un
secreto: No todos dormiremos.
Y el mundo pagano de
entonces, y el mundo actual que son ignorantes de este secreto, se dicen el uno
al otro: ¡Oh sí, bien sabemos que hay muchas cosas inciertas, pero lo
que sabemos por cierto es, que todos moriremos! Por la gracia de Dios,
nosotros sabemos un secreto a ese respecto. No todos vamos a morir;
pero ya sea que permanezcamos vivos, como si nos vamos a dormir, sabemos de
todas formas que seremos transformados en Su venida.
Me gustaría señalar,
antes de seguir adelante, que cualquiera que sea la resurrección a que
Jesucristo se refirió, y la resurrección de Su gente que les esté hablando,
siempre mantienen esta preposición: “de entre los muertos”. No
siempre se observa en la Versión Autorizada, pero estoy convencido
que en la Revisada se traduce uniformemente, “de entre”; así,
pues, cuando estudiéis este tema por vosotros mismos, si tomáis en cuenta la
Versión Revisada, no os equivocaréis acerca del verdadero uso de la referencia
en esta materia de la resurrección.
Pero ahora ha llegado el momento de hacerse una pregunta, ¿Cómo van a levantarse los muertos? ¡Por supuesto que el hombre tiene muchas opiniones al respecto, muchas ideas; y de una cosa estamos perfectamente ciertos, que si las examinamos detalladamente, hallaremos que son todas contrarias a los pensamientos de Dios. Podríamos resumirlas todas ellas en cuatro grandes clases.
Podríamos
llamar a la primera la teoría del GERMEN. Es una teoría muy antigua. Es una
antigua teoría judía. Al fin y al cabo, es la misma teoría del Talmud. La
tuvieron en consideración algunos de los padres, tales como Tertuliano y
Gregorio de Niza y Basil. Todos estos suponían que hay un hueso, o una cierta
sustancia, en el cuerpo humano que no puede ser destruido por nada, y dicen que
su nombre es “luz”. Bien podrías pulverizarla en un mortero, pero no puedes
destruirla. No puedes disolverla en ácidos, ni en otras sustancias, y nada hay
sobre la tierra que pueda destruirla; y, dicen ellos, este es el germen del
cual será hecho el cuerpo de resurrección.
Ahora bien, menos mal que
después de todo, no pasa de ser una hipótesis. No hay Escritura para sustentar
esto en ninguna parte, y ¿Qué dice la Escritura? Nos dice con toda
claridad que, “aquello que tú siembras, no se vivifica si no muere
primero; sin embargo éste germen interno, dice la teoría, no muere
nunca, y por tanto no puede ser regenerado o vivificado. Se siembra
cuerpo animal, se resucita cuerpo espiritual. Aquello que es nacido de la
carne [y este germen es carne] carne es”.
La simiente descrita por
el Espíritu Santo en 1ª Corintios 15, es meramente una ilustración. Yo creo que
muy difícilmente podremos decir que será un proceso exactamente idéntico y
análogo; sino que es una ilustración, justo igual como cuando el Señor dijo con
respecto a Sí mismo, “a menos que el grano de trigo caiga en tierra y
muera [y eso lo que significa es disolverse, o corromperse], permanece
solo; pero si él muere produce mucho fruto. Aquí se está refiriendo a
su propio cuerpo. Su propio cuerpo no murió en ese sentido: No vio
corrupción. Y por tanto el mucho fruto que ha producido
muestra que esto es simplemente una ilustración.
Y la segunda gran clase de ideas pueden ser
resumidas bajo el término de la teoría de la IDENTIDAD. Esta es una teoría
posterior, pero ya había sido una teoría de la temprana cristiandad, y algunos
de los Padres la profesaron. Tatiano y Tertuliano y otros creyeron que los
mutilados se levantarían mutilados, que los niños se levantarían niños.
Jerónimo estaba convencido que todos se levantarían con cerca de treinta años
de edad, sin importar nada a la edad que muriese. Por supuesto, menos mal que
todas no pasan de ser meras teoría. Los mahometanos sostienen esta idea
también; y los medievales o padres escolásticos sostenían que así como una
persona muere, así mismo sería levantada. Eso es por lo que, en este mismo
momento, si un mahometano es herido en batalla, nunca permitirá que sus miembros
sean amputados. Prefiere morir en agonía, porque está convencido que se volverá
a levantar exactamente como murió. Sin embargo esta teoría se anula por
escrituras tales como estas:
Lo
que siembras no es el cuerpo que ha de salir; la carne y la sangre
no pueden heredar el reino de Dios. Nosotros sabemos que si esta casa terrenal
de este tabernáculo, se deshiciere, tenemos un edificio no hecho de manos en
los cielos. Estas escrituras anulan efectivamente lo que podríamos llamar
la teoría de la identidad.
En tercer lugar tenemos lo
que podríamos llamar la teoría de la REENCARNACIÓN. Esta es la teoría de las
grandes y antiguas religiones orientales. Hoy en día se ha reavivado bajo la apariencia
de la teosofía. La reencarnación es uno de los rasgos cardinales de la
teosofía, la doctrina de los espíritus malignos en los días actuales. Satanás
está haciendo circular esta mentira en este mismo momento, y lo hace teniendo
en vista y preparándose para el momento cuando tenga que reencarnar al hombre
de pecado. Y hay muchos escritores cristianos que rayan muy de cerca esta
teoría. Incluso el archi-arzobispo Whately lo hace en su libro “El Estado
Futuro”. Encontramos semejanzas con la teoría además, en los escritos del obispo
Westcott y los del obispo Perowne. Así la ilustran ellos, “que da lo mismo si
el espíritu habita otro cuerpo; no es más que otra casa. Puedes derribarla, y
puedes edificar otra casa con el mismo material, y es prácticamente la misma
casa. Pero no es la misma cosa. El cuerpo es una casa para nosotros, y si la
casa de nuestra infancia fuese destruida y se edifica otra casa, deberíamos ir
a ella y desearíamos hallar la habitación donde encontremos al Salvador.
Deberíamos desear hallar la habitación donde nuestra madre falleció, o donde
alguna santa y beatificante escena tuvo lugar”. No, sino que la Escritura dice, nosotros
habitamos en el hogar de nuestro cuerpo; y Job dice, mas ahora
mis ojos te ven a Ti, por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y
ceniza. Las Escrituras asumen siempre que la muerte está en nosotros
mismos; y esto es lo que frena la teoría de “identidad”. Seguro que te acuerdas
de las palabras del Señor Jesús que hemos repetido antes, Yo le
resucitaré, Yo le resucitaré, cuatro veces en Juan 6. Después el
apóstol les dice a los santos tesalonicenses: “Oro a Dios para que todo
vuestro ser: espíritu, alma y cuerpo sea preservado sin mancha en la venida de
nuestro Señor Jesucristo. El cual transformará nuestros cuerpos viles –los
cuerpos de nuestra humillación, nuestros pobres cuerpos- ¡para que sean hechos
conforme a Su propio cuerpo de Gloria! ¡Seremos transformados! Nosotros
vamos a ser transformados. Aquel que levantó de los muertos a Cristo
también vivificará vuestros cuerpos mortales por Su Espíritu que mora en
vosotros. La ley de la continuidad prácticamente se quiebra por esta
teoría de la reencarnación.
Y en cuarto
lugar, tenemos la que podríamos denominar la teoría del CUERPO
ESPIRITUAL. Es la teoría de los swedenborgianos (partidarios de las doctrinas
filosóficas y religiosas de Swedenborg); es la teoría de los espiritistas, la
enseñanza de demonios. Es mucho más popular de lo que te puedas imaginar. Pero
además también es un error antiguo, y conlleva y guía, a lo que siempre guió, a
negar completamente la resurrección. De acuerdo a esta teoría, la resurrección
prácticamente sucede y tiene lugar al momento de la muerte a través de un
cuerpo espiritual, el cual se hallaba envuelto en el cuerpo mortal; pero eso
prácticamente destruye a la resurrección como una esperanza; porque la
esperanza que se nos ha enviado es, que aquellos que son de Cristo serán
todos levantados en Su venida; no meramente nosotros, los que hayamos
permanecido vivos, vamos a ser transformados del todo, sino también aquellos
que ya hayan muerto y se levanten primero, y entonces a continuación, “en un
abrir y cerrar de ojos” seremos todos tomados y reunidos arriba con el
viviente, para encontrarnos con Él en el aire. Vamos a ser levantados
en un cierto y definitivo orden: Cristo las primicias; después aquellos
que son de Cristo en Su venida (1ª Corintios 15:23, 24.) Vamos a ser
levantados a un cierto y determinado tiempo, en la aparición del Señor
Jesucristo; y ese día nada tiene que ver con la hora en que cada creyente
muere, sino con, y en la hora en que el Señor aparezca; en 1ª Tes.4:15(R.V.) se
nos avisa por una revelación especial del Señor, que nosotros los que
permanezcamos vivos, y estemos presentes hasta la venida del Señor, no PRECEDEREMOS
a los que durmieron. ¿Y por qué no les precederemos, o seremos tomados
primero? ¿Por qué? Pues porque tienen ellos que ser levantados primero; y
después, cuando estén levantados y transformados, entonces seremos nosotros
también transformados y tomados juntamente con ellos en las nubes, para
encontrarnos todos con el Señor en el aire. ¿Te das cuenta? ¡Sería
imposible que ya nos hubiesen precedido! Sin embargo esta teoría del cuerpo
espiritual destruye total y enteramente esta bendita esperanza de la
resurrección como una esperanza. Esta teoría revierte enteramente la
enseñanza de la Escritura en cuanto a la muerte y al juicio. Hace burla de las
dos grandes y solemnes declaraciones: Ciertamente moriréis (en Génesis), y, allí
no habrá más muerte (en
Apocalipsis). ¡Y qué totalmente negativa es esta teoría del
cuerpo espiritual, a la verdad de que el cuerpo resucitado será
igual al de Cristo, y nosotros sabemos que Su cuerpo no es un cuerpo como ellos
describen. El fue levantado con un cuerpo glorioso, y Su cuerpo es el modelo y
la semejanza y la ilustración y la definición de lo que los cuerpos levantados
de los santos van a ser.
Nosotros sabemos, a pesar de todas estas
hipótesis e ideas e imaginaciones, que cuando Él se manifieste seremos
semejantes a Él. ¿Cómo estamos tan seguros? Pues porque Dios nos ha
dicho que seremos como Él es. ¿Y cómo es Él? ¿Cómo es su cuerpo resucitado?
Bueno, en la forma que salió del sepulcro, varias mujeres lo abrazaron. Así que
debe ser un cuerpo que podía ser abrazado, y un cuerpo que podía ser visto. Y
les dijo: palpad y ved. Así
que era un cuerpo que podía ser examinado, y un cuerpo que podía ser visto, a
Tomás le dijo, pon aquí tu dedo, y mira mis manos, acerca tu mano, y
métela en mi costado. Así que podía ser visto y examinado y tocado.
Las marcas de las lanzas eran visibles, los agujeros de los clavos debían estar
a la vista. Y hay un profundo significado en estas solemnes palabras referidas
a Israel, pero que todavía aguardan su cumplimiento: Me verán los que me
traspasaron. Bien podemos imaginar por un momento aquella solemne
escena de la cena en Emaús, cuando ni le reconocieron ni sabían quién era; y
cuando bendiciendo el pan alzó los brazos a lo alto, debieron ver las marcas de
los clavos. Él es el primogénito de entre los muertos. Tendrá muchos hermanos.
Fue a través de la resurrección de la muerte que fue declarado el Hijo de Dios
(Romanos 1:2). Y así es como la ira vendrá a declarar a los hijos de Dios.
Nosotros tenemos este bendito y alto y santo privilegio ahora mismo; pero éste tiene
que ser “declarado”, tiene que ser “manifestado”, y se nos dijo en Romanos
8:19 cuando va a suceder esa manifestación. Será cuando el
cuerpo sea redimido de la tumba, y la manifestación de los hijos de Dios tenga
lugar en la venida de nuestro Señor Jesucristo en el aire. La resurrección
era un derecho Suyo, porque declaraba Quien realmente era Él. Es nuestro
bendito privilegio y esperanza, porque somos instrumentos de Si ira.
Una vez más preguntamos,
¿Cómo se levantarán los muertos? Y la respuesta a la pregunta es, por
el poder de Dios. Nicodemo preguntó, ¿Cómo puede hacerse eso? ¿Cuál
fue la respuesta? Porque Dios de tal manera amó al mundo que Dio a
Su Hijo unigénito. El don de Dios, por tanto, fue la respuesta al ¿cómo?, de
Nicodemo. Y también en el capítulo siguiente, cuando la mujer de Samaria le
preguntó, ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí que te de de beber, siendo
yo una mujer de Samaria? Jesús le respondió, si tú
conocieses el Don de Dios, y
Quien es que te pide de beber, tú le pedirías a Él, y Él te daría a ti de beber
aguas vivas. Y lo mismo se repite también en 1ª Corintios 15:35. Pero
algunos dirán, dice el apóstol, ¿Cómo se levantarán los
muertos? ¿Cuál es la respuesta? ¡Dios le DA el cuerpo a cada uno en particular
conforme Le place! (38).
El don de Dios, el poder
de Dios que se manifiesta en el don de Dios, es la única respuesta para todas nuestras
preguntas; y, gracias a Dios, esto es lo que sabemos. Sabemos, como
dice en 2ª Corintios 5:1, que Si esta nuestra morada
terrestre, este tabernáculo se deshiciere…”. La particular palabra
griega que se emplea para el condicional “Si” aquí,
con el modo verbal que le sigue, demuestra que no es una certeza para todos: Si se
deshiciere la casa de nuestro tabernáculo terrenal. No es cierto, por
tanto, que esta certeza sea para todos. Debe ser, por supuesto, Si nos
hemos ido a dormir en Cristo, así si debe ser cierto. Pero no puede
ser para los que hayamos quedado, hasta Su venida. Sin embargo,
suponiendo que hubiese sido disuelta, entonces sabemos que tenemos una nueva
confeccionada y mucho mejor. Sabemos que tenemos un edificio que Dios mismo ha
erguido y edificado. Sabemos que nada tiene que ver con una casa terrenal, sino
que es celestial y Divina.
Y ¿cuándo vamos a tenerlo?
Hay muchos comentadores –de hecho, todos los que acabamos de ver, que dicen que
tendremos este cuerpo al momento de la muerte. Pero observe que este capítulo
(2ª Cor.5) comienza con las palabras “Porque…”; y
es parte de una serie de razones que se dan a una
declaración que había sido previamente estipulada en el versículo 14 del
capítulo 4: Sabiendo que Aquel que levantó al Señor Jesús, también nos
levantará a nosotros con Jesús, y nos presentará juntamente con vosotros. ¿Cómo
lo sabemos? Pues por lo que dice el versículo siguiente: Porque todas
estas cosas, etc. y el siguiente, por tanto, o por
esta causa, etc.; y el siguiente, porque esta leve tribulación
momentánea etc.; y entonces este versículo del capítulo siguiente: Porque
sabemos que, etc. no es más, sino otra de las razones de cómo el
Espíritu que resucitó al Señor Jesús, nos resucitará a nosotros y nos presentará
con Él. ¿Cómo es eso? Porque sabemos que si nuestra morada terrestre,
este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio. Y así es
como seremos resucitados, y así es como seremos presentados. No es una mera
transición, ni se trata de una mera “evolución”; sino que es una
transformación, es una manifestación, es una transfiguración, es una
resurrección, es la redención de nuestros cuerpos (Romanos
8:23), es la manifestación de nuestra legal ciudadanía como
hijos. El griego no dice: “aguardando la adopción”, sino aguardando
la ciudadanía de hijos, esperando por la manifestación de nuestros derechos
filiales en la resurrección de nuestros cuerpos. Así, pues, la palabra
“identidad” no puede ser la correcta, la verdadera es CONTINUIDAD, la cual expresa
realmente la verdad en cuanto a la transformación de la gente de Dios.
Los cuerpos que poseemos
en este momento son en cierto sentido los mismos cuerpos que cuando
éramos niños. Nosotros tenemos fotografías nuestras, sin duda alguna, tomadas
en diferentes periodos de la infancia, otras en la juventud, y otras que hayan
sido tomadas más recientemente. Es el mismo cuerpo, y sin embargo filosófica y
científicamente no es el mismo. Para nosotros sí que es el mismo, en cualquier
caso y periodo de edad. El que había muerto, salió. Era Lázaro
quien salió, y no otro. Y el que había muerto se levantó, y comenzó a
hablar. Las mujeres recibieron sus muertos mediante resurrección, y ellas
les conocieron y les hablaban. Al sepulcro, gracias a Dios, le fueron
robadas algunas de sus presas, y hay los
que van a escapar ilesos de la muerte. El sepulcro ha sido robado de muchos; y,
si pudiésemos responder a esta pregunta, ¿Cómo se levantarán los
muertos?, con una cierta y definitiva palabra, yo la expresaría con la
palabra COTINUIDAD y re-creación; y eso es por lo que se nos exhorta en 1ª
Pedro 4:19, cuando dice, de modo que los que padecen según la voluntad
de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador. De hecho, la
transfiguración del propio Señor Jesucristo, es el tipo, o molde del cuerpo de
resurrección, y aquel fue un cuerpo visible. Moisés y Elías aparecieron en
gloria, dice. Pero el cuerpo de Cristo era igualmente glorioso, y Sus
ropas eran tan blancas, como ningún lavador sobre la tierra las podría
emblanquecer. Era la gloria de la revelación del Rey. Es una especie
de muestra de la venida del Rey en Su Reino, con los que habrán sido
resucitados de entre los muertos y aquellos que habrán sido transformados.
Pero echemos ahora un
breve vistazo, a lo que hizo Jeremías, en la casa del alfarero, en Jeremías
18:1-4.
Palabra de Jehová que
vino a Jeremías diciendo, levántate y vete a casa del alfarero, y allí te haré
oír Mis palabras. Y descendí a casa del alfarero, y he aquí que él trabajaba
sobre la rueda. Y la vasija de barro que él hacía se echo a perder en su mano;
y volvió y la hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla.
Si observamos el contexto
inmediato, encontraremos que la interpretación de estas palabras se refiere a
la casa de Israel; pero llevan consigo una aplicación estas palabras que van
mucho más allá de su interpretación. El contexto muestra que la interpretación
pertenece sólidamente a la casa de Israel; sin embargo, nosotros podemos
aplicar el pasaje porque exhibe un gran y Divino principio, el cual podemos
apreciar en todas las obras de Dios.
Lo podréis ver, por
ejemplo, en el PACTO de las obras que hizo Él con Israel. El Pacto fue hecho, y
el hombre ha quebrado siempre todo lo que Dios le ha confiado en sus
manos. Han quebrado Mi Pacto. El primer pacto de obras
fue como aquel vaso quebrado sobre la rueda; y volvió y la
hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla al alfarero. Y acerca
de este Pacto está escrito que si el primero hubiese sido sin defecto, no
hubiera habido lugar para procurar el segundo (Hebreos 8:7); pero fue
quebrado por Su defectuoso pueblo, y por eso se hizo un nuevo pacto como le
plació al alfarero mejor hacerlo.
Y así sucede también con
respecto a LA TIERRA. La tierra fue creada en gloria y belleza, pero ha sido
estropeada. Entró el pecado, la maldición fue pronunciada, y esta tierra,
habiéndose quebrado en las manos del alfarero, no va a volver ser remendada,
sino que va a salir una nueva. Y vi un nuevo cielo y una tierra nueva;
porque el primer cielo y la primera tierra pasaron. (Ap.21:1). Y
fueron hechos como le pareció mejor al alfarero.
Es cierto y verdadero,
hablando de nuestra VIEJA NATURALEZA, que fue arruinada
en nuestros primeros padres, y sabemos muy bien cómo se haya arruinada en cada
uno de nosotros. El principio de Dios no es nunca “remendar” aquello que el
hombre ha estropeado. Él siempre hace algo nuevo y diferente. Y así que ahora Él
hace una nueva criatura en Cristo Jesús. Una vez que la vieja naturaleza ha
caído y se ha arruinado, el hombre debe tener una nueva creación ofrecida de pura
gracia para él.
El Nuevo vino no puede
ser depositado en viejos odres, el paño Nuevo no se debe poner en remiendo del
viejo vestido; sino
que el vino Nuevo en odres nuevos se ha de verter, y así ambos quedan
preservados.
Y así es también con
nuestros cuerpos. Estos cuerpos de HUMILLACIÓN, están hechos de barro, al igual
que el vaso del alfarero que se partió en la rueda. Tan pronto como
nacemos comenzamos a morir. Tenemos la simiente del sufrimiento y la enfermedad
y muerte en cada uno de nosotros. Somos hechos de barro, y quebrados
en la rueda. Pero el alfarero “volvió” y ha hecho otra vasija; conforme
le ha parecido mejor a Sus ojos. Y lo mismo sucederá con los cuerpos
transformados en la resurrección, cuando el gran Alfarero mismo haya vuelto. Él
hará de nuevo otro cuerpo, como le haya placido; y es por eso que, tanto da que
sea nuestra vieja naturaleza, o nuestro viejo corazón, o nuestros cuerpos,
jamás nada de eso será remendado o reparado o mejorado o reformado; sino que ha
sido todo condenado, y ahora se ofrece una nueva naturaleza y un nuevo corazón,
y en breve tiempo, nuevos cuerpos también serán otorgados. ¡Oh Dios mío, Cuán
profundo significado tienen estas pocas palabras!: Se volvió, e hizo un
Nuevo vaso, como le pareció mejor al alfarero hacerlo. Y además, !Dios
le dio al cuerpo como Él quiso! (1ª Cor.15:38).
Y lo mismo puede hallar
en Hebreos 10 con referencia a los sacrificios y ofrendas que estaban bajo el
pacto primero, se dice que fueron puestos de parte debido a que fueron
quebrados en su uso y empleo; y entonces después Él dice, He aquí,
vengo para hacer Tu voluntad, Oh Dios. En cualquier caso, quitó el
primero, para que pudiese establecerse el Segundo. (Hebreos 10:9).
Gracias a Dios, EL SEGUNDO ESTÁ SIEMPRE ESTABLECIDO. Y así sucederá con estos
nuevos cuerpos gloriosos. Serán establecidos. Estos pobres y viles cuerpos
serán desechados y puestos de parte próximamente; pero aquel que vendrá será
establecido por los siglos de los siglos en Gloria.
Esta es nuestra
esperanza, y bien podemos ver que se haya del todo sujeta en Cristo. Nos remite
enteramente a Él; sin embargo la gente no le hace caso. Los pastores fueron y
avisaron al pueblo de Su primera venida. Dice que, el pueblo se
maravilló. ¡Es curioso! ¡No dice nada más! Es decir, la gente se
maravilló, y luego siguieron hablando de sus asuntos cotidianos del día a día.
Los asuntos de entonces eran muy similares a los nuestros actuales, de impuestos, comercio y política. Augusto
acababa de imponer un impuesto a través de todo el imperio, y esa sería sin
duda alguna el tema de mayor conversación. Se maravillaron, y
después se volvió cada uno a ocuparse con sus negocios. Pero los primeros
cristianos sin embargo apreciaban mucho esta bendita esperanza, y el testimonio
del historiador Gibbon es digno de repetirse. Está contenido en unas pocas
palabras del capítulo 15 de su primer Volumen. “Esta gran verdad de
la venida del Señor, de que seremos levantados en Su venida, fue creída
universalmente entre estos primeros cristianos”. Y dice este autor, “la
aproximación de este acontecimiento fue predicho por los apóstoles. Su
tradición fue siendo preservada también por sus más próximos discípulos, y
aquellos que entendían en su sentido literal los discursos del Propio Cristo,
estaban obligados a esperar con anhelo la venida del Hijo del hombre, antes que
aquella generación se extinguiera”. [Aquí es donde Gibbon se equivoca.
Ellos “no estaban obligados a esperarlo antes de que aquella generación
se extinguiese”; pero subsiste todavía el hecho de que así lo hicieron] Mientras que por propósitos sabios han permitido este error para
que subsistiera la iglesia, ha resultado un saludable efecto sobre la fe y
práctica del Cristianismo”. Aquí tenemos entonces el testimonio de un
enemigo a esta verdad, en cuanto al efecto que produce en los que la mantienen.
¡Ojalá que podamos ser influenciados por esta bendita esperanza en este
momento! ¡Ojalá que nos acostumbremos a mirarla de frente aguardándola, tal
como un ejército se entrena en los ataques nocturnos, o justo como en un
transatlántico se entrena a la tripulación a través una falsa alarma de fuego a
bordo, para que cada persona ocupe su determinado lugar si fuera el caso.
¡Ojalá que nos entrenásemos nosotros propios, y practicásemos por nosotros
propios, la espera anhelante por esta asamblea, ¡la espera paciente para
oír la voz del arcángel y la trompeta de Dios! ¡Esa va a ser una
asamblea a viva voz! La Trompeta de Dios sirve para el mismo propósito. Vea en
Números 10:7, Para REUNIR a la congregación tocaréis, Y cuando
Su gente sea reunida en el aire sonará esta trompeta de Dios. Pero Él
dice, mas no con sonido de alarma. ¡No! sino que será la señal
para nuestra reunión con Él. No será para nosotros de alarma, sino que será una
bendita asamblea reunida y una trompeta de reunión. Al igual que Cristo es el
bendito objetivo y centro de nuestra esperanza, así se nos presenta a nosotros
en este gran objetivo. Aquel que tiene esta bendita
esperanza en Él – no
en sí mismo. Aquel que retuvo
esta esperanza en Cristo. ¿Qué
esperanza? ¿Por qué retener la esperanza de ser como Él es en su venida, cuando
le veamos tal como Él es? El que mantiene esta esperanza sobre Él, ¿Qué es lo
que produce? ¿Cuál es su efecto? Todo
aquel que tiene esta esperanza en Él, así mismo se purifica, como Él es puro. Si,
es una esperanza purificante. ¿Y a qué se debe el bajo nivel en la manera de
andar entre los cristianos en el día presente que se ha deplorado tanto?
¿Por qué se hacen tantos esfuerzos para elevar su estándar en su manera de
andar? Porque el estándar se cambió. ¿Y por qué? Pues porque esta purificante
esperanza no se mantuvo.
¿Por qué se entrenan y se
buscan otros métodos para promocionar la pureza de vida, y no trataron este
divino método del Advenimiento? Este es el método de Dios para asegurar la
pureza en nuestra vida y en nuestro andar. Aquel que tiene esta
esperanza (de la transformación de Su gente) – aquel que tiene
esta bendita esperanza puesta en Él – a sí mismo se purifica. Y este
método divino no puede ser llevado a cabo en demasía. Otros métodos que el
hombre proponga sí que se puede exagerar; pero tú nunca llevarás a cabo
este otro método en demasía. Nunca podrás decir que esperas demasiado por
Cristo, o que aguardas mucho a Cristo. Ningún efecto nocivo
habrá si le aguardamos; y, si alguna cosa se ha dejado incierta en
la consideración de este tema, podemos estar absolutamente seguros de que, con
todo nuestro conocimiento y todas nuestras ideas sobre ella, cuando esta
bendita esperanza se realice, ¡no se nos habrá contado de ella ni la
mitad! Nuestra esperanza será con toda la certeza mucho mayor que todo
lo que hayamos aguardado; excederá seguramente todo lo que hayamos deseado;
porque todavía no se ha manifestado lo que hemos de ser, pero sabemos
que cuando Él se manifieste, seremos como es Él; porque le veremos tal como Él
es.
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