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EN UN ABRIR Y CERRAR DE OJOS EN VALENCIA - Juan Luis Molina

CARTAS ENTRE CREYENTES
Hermosa  familia de Dios:
¡Dios los bendiga!
Es un gran gozo compartirles este bellísimo testimonio de Juan Luis Molina de su viaje a Valencia, España que ocurrió hace unos pocos días atrás.
Vivo inmensamente agradecida con nuestro amoroso Padre Celestial por haberme regalado la maravillosa bendición de visitar a Sus hermosos santos en Portugal y España el verano pasado. Ahí es que el Padre me brindó el grandísimo privilegio de visitar la Iglesia en Valencia, maravillosos hijos e hijas de Dios que aman al Padre entrañablemente. Para ellos el primer y grande mandamiento y el segundo, que es semejante, es una realidad muy viva y palpable. DIOS ES EL PRIMER AMOR EN ESTA BENDITA IGLESIA y todas las cosas les son dadas por añadidura. Me gozo por haber pisado ese suelo, y agradezco con gran regocijo en mi corazón a nuestro muy amado Dios y Padre que esté alumbrando los ojos de nuestro entendimiento para ver como es tan maravillosamente sencillo tener una intima y muy personal comunión con Él y recibir respuestas efectivas y poderosas de Su parte tan sólo cuando lo buscamos con el corazón de niño, con sencillez y humildad diciendo: “Papá, te amo y creo en tus promesas”.
Espero les bendiga este hermoso testimonio.
SOLO A NUESTRO DIOS Y PADRE CORRESPONDEN JUSTAMENTE TODA LA GLORIA, LA HONRA, EL HONOR, EL PODER Y LA ALABANZA.
Con amor de Dios y adorando a nuestro Padre Celestial,
Claudia Juárez. 

---------- Mensaje enviado ----------
De: Juan Molina

Fecha: 5 de noviembre de 2010
Asunto: En Un Abrir y Cerrar de Ojos en Valencia
Amadísima familia mía    
Como un abrir y cerrar de ojos, corrió el tiempo en Valencia. Entre el lunes pasado y el martes de esta semana, el tiempo que nos ofreció el Padre juntos en Su regazo fue muy fugaz. En la presencia sanadora de nuestro Abba, fueron ocho días evaporados en un instante divino y delicioso. Se nos volvió a fundir nuestro corazón con esta bendita familia de hermanos en Valencia. - Dios mío, que amor tan sublime has puesto en nuestros corazones hacia estos Tus hijos tan amados - ¡cuan preciados a Tus ojos son cada una de estas Tus joyas! - ¿Por qué? - por qué será que nuestro Abba nos ponga en el querer, este gran deseo de encontrarnos con vosotros, para que Dios nos reparta Sus dulces dones espirituales. ¿A qué se debe que todos los que visitamos Valencia nos suceda lo mismo? - No hay nadie que vaya a Valencia, y que no se le quede pegada el alma y el corazón y el espíritu, a esta bendita iglesia Suya, tan especial a Sus ojos. A los que quieran ver y palpar también el amor de un Padre por Sus hijos, y de Sus hijos por el Padre, os invito a que vayáis y visitéis Valencia, para que os deis cuenta del tremendísimo amor que allí nuestro Abba Padre ha derramado entre Sus hijos, y del efecto que os producirá en vuestros corazones el gran amor de Dios que tienen y manifiestan.
Cuando llegué al aeropuerto, Cecilia Peñaranda, su hija Alison y yo, nos abrazamos con todo el amor de Dios en nuestros corazones. Ahí comenzó todo. La semana anterior, por la gracia de nuestro Abba, había recibido un dinero extra del compartimiento de abundancia de una hermanita nuestra de Madrid y, cuando lo vi depositado en mi cuenta, salté de alegría dándole gracias al Padre, porque me hizo en un momento saber que ahí estaba la puerta abierta por la que Le había estado orando tan insistentemente. Yo tenía un gran deseo en mi alma desde la última vez que los vi, un divino y persistente anhelo inundaba mi corazón desde que estuve aquí de parte del Padre, para encontrarme nuevamente con este bendito momento. El deseo de ir a juntarme con Sus miembros del Cuerpo en Valencia, era un anhelo divino con el cual vivía desde que, con Claudia, Gracinha y Joao y Fátima, en agosto último, también nos diera el Padre el mismo privilegio - visitar a nuestra familia. Por eso, aquel abrazo con Cecilia y la dulce Alison, estaba lleno de agradecimiento y de loor al Padre, porque yo sabía en lo íntimo de mi Cristo, que ese sería el principio de una semana maravillosa con nuestros hermanos, por la cual le había rogado a nuestro Abba desde hacía tres meses.
Amados míos, este es el tercer viaje que me concede el Padre, y, como siempre ocurre, como en un abrir y cerrar de ojos,  se me dio otra vez a ver el pedacito de eternidad que nos espera, en los brazos de nuestro Abba Padre a todos los que Le amamos. Así fue de maravilloso y sublime el tiempo en Valencia que Charo, Conchita y yo pasamos: como un pedacito de la eternidad que Él siempre se imaginó con nosotros, los que Le alabamos y adoramos, cuando antes de la fundación del mundo Le daba la vida a todas las cosas.
            Qué dulce y maravilloso es nuestro Padre, nada Le place más que regarnos de Sus bendiciones celestiales. Cuando nos reunimos en Su nombre. Si Él se encuentra entre nosotros, como aquí entre Sus piedras preciosas, y procuramos la sanadora presencia de nuestro Abba Padre, como aquí la procuran nuestros hermanos, entonces Él nos ministra Su sanidad, y se hace descender desde el cielo con muchas maravillas y señales, para que nuestros corazones se regocijen en Su dulzura y poder. Este es el Padre que se nos manifestó en Valencia en un abrir y cerrar de ojos.

¿Sabéis una cosa? - hay del Padre un amor tan grande y sublime en el aire, que estos hermanos lo derraman por sus corazones de una manera sencilla con mucha abundancia. Como raramente se ve, se desborda aquí el agape. Recuerdo siempre que me encuentro aquí, las palabras del Dr. Wierwille: "entre dos iglesias, en la que habite el amor de Dios entre los hermanos en una de ellas, y en la que donde solo hubiera Palabra correctamente dividida en la otra,  siempre escojo la primera." -  Ahora discierno bien a lo que se refería. Es que, en el amor de Dios, vivimos una dimensión muy distinta y mucho más alta. Del conocimiento dice el Padre que "envanece," pero del amor que "edifica." Nada se compara al amor de Dios, y esta familia maravillosa lo derrocha y derrama hacia el Padre a raudales. Por eso se nos enciende el espíritu cuando estamos con ellos, porque así, quedándonos sentaditos a sus pies escuchando la voz del Maestro, como lo hacen allí, la Palabra de Dios fluye de nuestra boca hacia fuera como un rio de aguas vivas que edifican a muchos. Por eso se nos enciende el espíritu en Valencia, con alabanzas y adoraciones de lo alto, porque se quedan reposaditos y quietos escuchando las maravillas de Dios y la reconocen a la legua. 
Nada fue premeditado, ni organizado ni coordinado, en todo este bendito tiempo en familia. Desde que llegué hasta que salí de vuelta, hubo siempre una bendita informalidad de parte del Padre entre nosotros. Porque esta iglesia sabe que, cuando Él es Quien coordina e impera en nuestros corazones, solo nos ocupamos de alabar y agradecer los benditos momentos del día que nos ofrece Él, de pura gracia. Y eso puede ocurrir tanto en una casa como en una cafetería, según lo disponga Él en nuestros corazones. Y eso puede suceder entre veinte, como entre tan siquier dos hermanos. En todas las partes que se junten en Su nombre, nuestro Abba se encuentra presente.
            Así fueron todos los minutos de cada día pasando. Las reuniones, que nuestro Abba solo organizaba, poniendo el deseo de hacerlas en las distintas casas de cada uno, se prolongaban sin principio ni fin premeditados, sino regadas con Su presencia sanadora, a cada momento. A veces, comenzando desde por la mañana, nos daban las once y las doce de la noche, y todavía estábamos derramando el amor de Dios conque nuestro Abba iba regando nuestros corazones. Después, cuando llegábamos a casa Cecilia y yo, o salían de su casa nuestros hermanos, aunque ella muchas veces tuviese que levantarse muy temprano, para ir a trabajar, el gozo era tanto en nuestros corazones, que nos quedábamos dos o tres horas compartiendo todo lo que nuestro Dios había producido con Su amor y lo que nos había mostrado. Cuando así sucedía, y Cecilia volvía al día siguiente, siempre confesaba el tremendo reposo y descanso que Su Padre le había dado, durmiendo tan solo unas pocas horas.
En estas benditas e informales reuniones, cada uno testificaba y magnificaba las obras del Padre con ellos, en sus vidas y corazones. Eran testimonios que brotaban sencillos y espontáneos, según el espíritu le daba a cada uno que profiriese, y que nos consolaban el alma y el corazón de todos los que oíamos glorificando al Padre. Una vez, Le pregunté por qué no sucede esto en otras reuniones, y cómo era posible que se diese siempre así en aquella bendita iglesia, y el Padre me reveló que, esto se debe al grado en que se derrama cada uno de estos Sus benditos miembros en sus corazones. El amor que le profieren al Padre, es algo que Le hace derretirse de aquella manera a nuestro Abba entre nosotros, y por eso se dan tantas sanidades.
             En otras reuniones, en otras iglesias, donde sólo hay Palabra correctamente dividida, pero no habita el amor de Dios en este alto grado entre sus intervinientes, lo mejor que uno puede hacer muchas veces es recogerse en silencio con el Padre, porque, los presentes, aunque no sean todos, una basta mayoría supone que ya lo sabe todo y no es necesario decirles nada, y, por tanto, todo lo que se comparta o testifique, sólo se recibe como algo acrecido a lo que ya se sabe. Pero no sucede así en Valencia, porque todo lo que nuestro Abba nos hace correr por nuestros labios, por palabras del espíritu santo, lo reciben ellos en sus corazones como agua de Mayo. Reconocen la voz del Pastor a la legua estas ovejas, reconocen la voz de Su amo y la reciben como plata refinada en horno de tierra, purificada siete veces. Por eso salen de nuestra boca tantas palabras directamente del cielo, porque bien sabe nuestro Abba el hambre y la sed que tienen de Él y el respeto tan grande que Le profesan estos benditos corazones.

                                                                                        FIN DE LA PRIMERA PARTE 

De: Juan Molina
Asunto: En Un Abrir y Cerrar de Ojos
A: La Iglesia de Dios
Fecha: lunes, 8 de noviembre de 2010, 6:05

                                                                               EN UN ABRIR Y CERRAR DE OJOS
                                                                                                            2a. Parte
Una de las cosas que vi en Valencia y que me dejó muy agradecido al Padre fue lo siguiente: es que, desde la última vez en Agosto que aquí estuvimos, hasta ahora, tres meses pasados, ahora encontré a nuestros hermanos aquí con mejores semblantes y más bendecidos. No es que hayan dejado de soportar tribulaciones (que siguen abundantes), pero Dios, en medio de sus tormentas, ha prosperado mucho sus vidas espirituales, y eso se nota muchísimos en sus dulces rostros. Dios ha derramado muchas bendiciones desde el cielo en estos tres meses,  entre esta amada familia
              Dorita es un ejemplo maravilloso de lo que estoy intentando compartiros. Dorita es un testigo fiel de la transformación que se da, cuando nos ponemos "del todo" en los brazos de nuestro Abba Padre, y le entregamos tanto nuestras vidas, como las de nuestros seres queridos. Esta hermanita nuestra, está ejercitando el poder y la autoridad que lleva consigo de una manera tremenda y con muy eficaces resultados. - Hubo un día en que Cecilia y yo salimos a desayunar,  y el día se presentó nublado. Aunque la temperatura no era fría, se había levantado un viento fuerte y, cuando volvíamos, comenzaron a caer unas gotas de agua de lluvia. Atravesando la calle, una señora que pasaba nos habló y dijo: abrigaros, abrigaros - ¡que viene hay mucha lluvia!! . A los dos nos pareció simpático este comentario, pero, como estábamos tan bendecidos con nuestro Padre, nos miramos y sonreímos. Ya podía llover a cantaros, porque a nosotros, con tanto gozo en los corazones, nos daba igual que lloviera o que tronase. Pero que hermoso es todo lo que hace nuestro Abba. Cuando llegamos a casa y, mientras Cecilia se fue a preparar para encontrarnos con nuestros hermanos, yo salí esperando por ella a la terraza, fumando un cigarro, y, cuando me di cuenta, las nubes oscuras y el viento fuerte habían desaparecido. Ahora el día se había abierto, y un suave sol se divisaba saliendo de las nubes muy templado - y le dije a Cecilia: ¿te has dado cuenta como ha cambiado el tiempo en un instante? - Después, cuando llegamos a la casa de Lucecita, en un momento de la reunión entre hermanos, Dorita pidió para hablar y dijo: "Pues, yo, tengo algo muy bueno para contar: es que hoy reprendí al viento y al día, y me obedeció." -  "Resulta que mi hija  se había propuesto realizar unas compras en el supermercado, pero, justo cuando se disponía a salir,  un fuerte viento y muchas nubes negras  comenzaron a amenazar en el cielo, y, mi hija dijo entonces: - Creo que va a comenzar a llover, - así que, dejaré las compras para mañana." Pero Dorita se acordó de como el maestro reprendió a las intemperies en la barca, yendo con sus discípulos en medio de la tormenta, y en seguida le replicó a su hija: - "! No temas por la lluvia porque va a mudar en un momento y ahora mismo!" Y así fue. En un instante, como nuestro Dios nos lo dejó ver a Cecilia y a mí por la mañana, así que Dorita reprendió a la lluvia y al viento, se cumplió su palabra. 
Dorita es una gran bendición del Padre, y como ella, un buen puñado de hermanas se ha levantado en Valencia para ejercer el poder de Dios por sus manos.  No había ni un solo día en el cual se dejase de testificar el amor que tiene Dios en cada una, y de todas las cosas que el Padre está haciendo, en sus vidas y en la de los suyos. Por eso se les acercan muchos obreros, cada vez que vamos a Valencia nos encontramos con muchas  caras nuevas, igual de frescas y dinámicas en el amor al Padre.  Dios Les ha enseñado que verdaderamente son Sus hijas muy amadas, y que se ha levantado como Gigante en respaldo de sus vidas; como consecuencia, aparece en sus rostros, gradualmente, un más dulce reposo y descanso que la última vez que los visité. 
Todo se hacía para la gloria de Dios. Que dulces y poderosos eran todos los testimonios. En el primer día que llegué, estando en casa de Cecilia reunidos con algunos hermanos, apareció también caidita del cielo Nubia. Nubia no tenía disponible mucho tiempo para reunirse con nosotros, pero eso no es un problema para ella, porque ella siempre está reunidita con el Padre donde se encuentre. La vida y la alegría que esta hermanita derrocha en esta familia, es un don del cielo. Nubia es sumamente imprescindible en la casa que cuida. Desde que llegó a Valencia, Dios la ha bendecido muchísimo poniéndola al cuidado en esta casa, y toda la familia es muy consciente de lo que les ha caído en suerte desde el cielo, por eso le entregaron en sus brazos a sus hijos.  De ella dependen, y, como ella depende sólo de Dios, las bendiciones del cielo corren en abundancia para aquella familia. Nubia es como José en la casa del faraón: Todo lo que tiene a su lado prospera. Las pocas veces que la veo, me bendice nuestro Padre sobremanera con su presencia. Siempre es un grato olor de Dios en la vida de todos, cuando aparece.  Relatando los asuntos del Padre, en un momento de la reunión muy divertido,  dijo muy firme y segura: "No hay un solo pedido que yo Le haga a Dios, que no me lo cumpla. - El otro día vi un par de zapatos de lo más precioso en un escaparate, Dios mío que par de zapatos!!!  y yo Le dije - Padre, vaya un rico par de zapatos, madre mía, que zapatitos tan lindos!!! - pero yo no voy a dar ochenta euros por esos zapatos, ni pensarlo!!! - me encantan esos zapatos!! Así que mira, haber que es lo que haces para vestir con ellos mis pies!!!! - No pasado mucho tiempo, en uno de los días siguientes, estaba yo pasando con los niños por la misma tienda, y me dio a ver el Padre que los zapatos tenían un nuevo precio - ahora valían 10 euros. Así que los vi con mis ojitos espirituales, pasé a la tienda, los compré, y me los llevé puestos. - Así de bueno y de grande es nuestro Padre con Sus hijos."
Y Adriana, que había estado preparando la comida que saboreamos, y ahora estaba deleitada escuchando lo que cada uno compartía, dijo después  de este testimonio: "es cierto, nuestro Padre no nos niega nada. El otro día se me rompió la lavadora, y yo Le dije a Dios: Padre mío, ¿y ahora cómo voy yo a lavar tanta ropa!!!?  (Adriana tiene cuatro hijos y un marido, los cuales precisan mucho de esta lavadora). “Después, quiso Dios que me encontrase con Nubia y, mientras estaba contándole lo que me había sucedido, ella rápidamente sacó de su cartera una cierta cantidad de dinero que parecía tener preparada, y me dijo que eso no era nada, que lo viese como una niñería para Dios y me fuera rápidamente a comprar la lavadora. Me lo dijo en un tal tono, que yo no dudé en un instante. Con otra cantidad que también me habían ofrecido, fui muy contenta a la tienda de electrodomésticos y adquirí mi nueva  lavadora.
A mí me sonaron todas las campanillas espirituales escuchando estos dos testimonios. El deseo de compartir para las necesidades de los santos que tiene Nubia dentro, se lo infunde directamente nuestro Padre, por eso tiene la cantidad cierta a la hora cierta para la persona cierta, porque es un deseo de su Cristo. En una ocasión posterior, también en medio de una reunión entre hermanos, alguien quiso saber más y me preguntó acerca del diezmo, y del compartimiento de abundancia. Antes de comenzar a hablar, el espíritu me inspiró a que hablase en detalle de estos dos testimonios juntos, y a todos los que escucharon, les iluminó Dios sus entendimientos en esta importante materia de la prosperidad de sus vidas, y de toda esta bendita iglesia.      
         
                                      ASUNTOS ESPIRITUALES COMPARTIDOS EN VALENCIA

Cristo es el sujeto principal de la Biblia desde Génesis capítulo 3 versículo 15 hasta el final del Libro de Apocalipsis. Y también es el sujeto principal en nuestros corazones nuevos. No solo en la letra, sino también el corazón y el espíritu nuevo, en ambos puso Dios Su Palabra. Cuando permanecemos en Su gloria, igual que le sucedió a Moisés, nos sucede entonces también a nosotros: la gloria de Dios resplandece en nuestro rostro. Para poder reflejar la gloria del Señor en nosotros, nuestro Dios y Padre tiene un espejo donde mirarnos, y ese espejo es Su Palabra. Lo que vemos en la Palabra es al Cristo que Dios nos ha puesto dentro.
En un espejo físico, nosotros descubrimos fielmente los trazos y las señales de nuestro rostro. Los matices que vemos reflejados son nuestra propia imagen, nos permite tener una conciencia de como lucimos "exteriormente" en el mundo.
Pues, amados hermanos, igual sucede con la Biblia. La Palabra de Dios escrita nos revela a Cristo, y Cristo es exactamente de quien hacemos parte. Si queremos saber como parecemos espiritualmente, abrimos la Biblia como si fuese un espejo, y todas las características de los hombres y mujeres de Dios, que ves en el espejo, son las que tiene cada uno de vosotros en su Cristo: la mansedumbre de Moisés, la sabiduría de Salomón, la prosperidad de José, el denuedo de Sadrac, Mesac y Abed - Nego, la habilidad de interpretar sueños de Daniel, la fuerza de Sansón frente al enemigo, el corazón de David...........todas las cualidades residen en tu Cristo. Este es el tremendísimo poder que ha depositado Dios en tu vaso de barro. Para Su gloria, los atributos de Cristo rebosan en ti con todo el poder y autoridad, por la fe sola: por la simple mansa aceptación de todo lo que nos ofrece el Padre andando en el espíritu.
            La Biblia, es un espejo mucho más fiel que aquel que colgamos en la casa de baño. En el espejo que nos pone delante el mundo, se refleja el hombre exterior, y como se va "desgastando." En el espiritual que nos pone Dios delante, se refleja el interior, y cómo se va "renovando" de gloria en gloria. - Depende de cual estemos mirando, así será lo que refleje nuestro rostro. Está disponible mirar solo a Dios 24 horas al día. Si el espiritual ocupa todo nuestro tiempo, luciremos HAGNOS - "lustrosos;" pero si prevalece el de la casa de baño, luciremos "desastrosos." - Ahora bien, eso es precisamente por lo que son tan prosperas las cirugías "plásticas" en el mundo, porque mirándose demasiado tiempo el hombre en el espejo del mundo, y no en el de lo alto, siempre está mirando el deterioro y la corrupción que habita en la carne. Todo en ella de plástico.  Lo único que hay que hacer es cambiar de espejo, y no cuestionar la imagen que nos muestra Dios. Adueñarnos agresivamente de las cualidades de Cristo es lo que siempre hacemos por voluntad de nuestro Todopoderoso Padre.
            En la Biblia, cuando la abrimos y Le pedimos al Padre que nos ilumine el entendimiento, debemos ver la imagen de Cristo, porque en ella se encuentran reflejados hasta en los más ínfimos pormenores de tu espíritu. Y el más ínfimo pormenor de tu Cristo es cien veces más hermoso de lo que puedas imaginarte de este mundo. Tú, en Cristo, eres sumamente perfecto.  Esa es tu imagen, la que va transformando Dios gradualmente en ti de gloria en gloria. Si tu se lo permites, mirándole solamente a Él irás siendo por Él transformado. A medida que más tiempo pases mirándole, más y más detalles te muestra el Padre diciéndote como tú realmente eres, más y más lo resplandece tu rostro.  Nuestra nueva identidad espiritual es lo único que nos muestra nuestro Abba Padre, y nos pide que nos consideremos así. Los hijos de Dios son todos y cada uno, una obra prima del Padre.
            ¿No es delicioso? ¿No es una maravilla todo lo que nuestro Padre se había imaginado de nosotros, cuando Le daba la vida a todas las cosas? Dejando vivir a Cristo por la fe sola, aparecen y distinguimos saliendo de nosotros frutos y manifestaciones que no poseíamos, no residían en nuestra vieja naturaleza. Ser conscientes de esta transformación que está produciendo el Padre en nosotros es sencillamente maravilloso. A medida que esto va sucediendo, más nos vamos dando cuenta de toda la largura, anchura, profundidad y altura que residen en nuestro Cristo. Y a medida que en el espíritu nos vamos fundiendo con nuestro Abba Padre y siendo Uno solo con Él, más nos alejamos de las influencias del mundo y menos confianza tenemos en la carne. Siempre nos vamos haciendo más absolutamente dependientes del Padre, y, consecuentemente, más y mejor vemos todo Su poder respaldándonos. Precisamente por eso es por lo que, cuando Jesús se encontraba en medio de las tormentas, mientras los discípulos se morían de miedo, él dormía como un niño, sin darle la menor importancia a todos los fenómenos naturales. Nuestro Cristo vive en reposo y descanso, en el regazo del Padre.
FIN 2a PARTE

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