Donaciones
Fuera de México:

Check out with PayPal

La Tiranía de la Línea de Favor


FRAGMENT0 DEL LIBRO “EL ME AMA”- Por Wayne Jacobsen
Lo Que el Miedo Nunca Pudo Lograr
En el amor no hay temor, sino que el amor perfecto echa fuera el temor.
El que teme espera el castigo, así que no ha sido perfeccionado en el amor.
- 1 JUAN 4:17B-18


¿Quién podría culpar a esta joven madre? ¿Podría yo?
Ella tenía unos treinta años, madre de dos niños. No recuerdo la enfermedad congénita que tenía su hijo más joven, pero a sus seis años de edad ya estaba confinado a una silla de ruedas. Con frecuencia sus padres tenían que correr con él al hospital en una condición tan crítica que nunca estaban seguros de si volverían a casa de nuevo con él.
Cada vez que estaba con ellos, yo era profundamente conmovido, no solamente por su gran necesidad, sino también por la dulzura con que ellos parecían enfrentar todo esto. Ellos habían crecido en hogares cristianos y habían seguido a Dios fielmente hasta su adultez. Con frecuencia oraba por ellos y su hijo, con la esperanza de que algún día sería sanado.
Yo no tenía ni idea, sin embargo, que el stress de su enfermedad estaba trastornando el matrimonio, hasta que los llamé una mañana después de no haberlos visto durante un tiempo. Me encontré con una madre devastada al otro lado del teléfono. Su esposo la había dejado hacía dos semanas, y ahora ella tenía que cargar sola con la responsabilidad de su hijo enfermo.
Abrumada por el dolor, me dijo que ya no estaba segura de que Dios existiera, o que si Él hizo esto quizás no era el Dios que ella pensaba que era. No sólo eran seis años orando por la sanidad de su hijo que probaron ser infructuosos, sino que además su matrimonio se había destruido. Ella estaba sola, desilusionada y enojada.
Intenté decirle que Dios aún la amaba y tendría cuidado de sus necesidades, pero ella rechazó mis palabras de ánimo. “¿Tiene usted alguna idea de lo que es no ser capaz de simplemente relajarse y disfrutar uno a su propio hijo, porque nunca estas seguro de cómo estará mañana?

Le dije honestamente que no tenía idea. Yo solamente he tenido una breve “probada” de algo similar. Nuestra primera hija sufrió un caso severo de ictericia, y recuerdo el resentimiento que sufrí al tener que llevarla diariamente a hacerse pruebas de sangre y mirarla gritar de dolor cuando la pinchaban para sacarle sangre de sus dedos de los pies. Eso solamente duró una semana y su vida nunca estuvo en riesgo. ¿Cómo podrías multiplicar eso por seis años de permanecer al borde de la muerte con tu hijo pequeño?
Le ofrecí mi ayuda con todos los recursos que tenía para ayudarla en los días que estaban por venir, pero ella rehusó. “Yo simplemente no puedo seguir viviendo de esta manera,” gimió ella. “Lo que sea que Dios esté esperando de mí, simplemente no tengo para dárselo.”
Muy rara vez en mi vida me he sentido tan inadecuado como en ese momento en que puse el teléfono nuevamente en su sitio. Después de casi quince años de ministerio pastoral, no tenía las respuestas que ella necesitaba. Después aprendí por qué. En ese momento yo estaba atrapado en la misma trampa en que ella estaba, sólo que del otro lado. Ella pensaba que su abrumadora necesidad tenía que ver con su falta de fe y con la pérdida del favor de Dios, mientras que yo pensaba que mis circunstancias más favorables demostraban que yo sí había sido fiel y por lo tanto había ganado Su favor.
Ambos estábamos viviendo bajo la tiranía de la línea de favor. Ella estaba de hecho pagando por ella; yo estaba por comenzar a pagar.
LA LÍNEA DE FAVOR

¿Qué es la línea de favor? Es esa línea invisible que nos dice si estamos o no llenando suficientemente las expectativas de un otro para merecernos su aprobación. Es imposible vivir en este mundo sin reconocer su impacto en cada área de la vida.
Nuestros padres tienen una línea. Sabemos lo que les hace sentirse orgullosos de nosotros, y lo que les trae disgusto e incluso los hace rabiar. Si las expectativas de tus padres eran más o menos justas tú podías jugar la línea de favor, siendo especialmente amable cuando querías algo de ellos, o escondiéndote detrás de sus espaldas cuando sabías que merecías castigo. Si las expectativas de tus padres eran irracionales, entonces probablemente creciste sin ninguna clase de aprobación.
Encontramos la misma línea de favor cuando vamos a la escuela, aunque allí existe en una medida atenuada. Mientras llenamos las expectativas más altas, recibimos un grado mejor y mayor aprobación de nuestros maestros y padres.
No nos toma mucho tiempo descubrir que nuestros amigos también tienen líneas de favor, lo cual deriva en el beneficio de su amistad. Decepciónalos sin embargo, y los así llamados amigos pueden volverse en nuestra contra en un abrir y cerrar de ojos; o nosotros contra ellos también. Encontramos la misma línea en el mundo laboral. Aquellos que han logrado o excedido las expectativas han hallado gracia delante de sus jefes, con todos los beneficios que esto trae.
Hemos aprendido a sobrevivir en este mundo adquiriendo favor donde lo necesitamos, así que es natural que asumamos que Dios también tiene una línea de favor.
Mientras nuestras circunstancias sean placenteras, o al menos soportables, no pensaremos demasiado acerca del favor de Dios. Pero, cuando los problemas o decepciones perturban nuestra tranquila existencia, comenzamos a preguntarnos cómo se siente Dios acerca de nosotros. ¿Me ama? ¿Lo he ofendido? ¿Estoy haciendo lo suficiente para agradarle? Luchar con estas preguntas nos regresa a la línea de favor de manera que comenzamos a buscar la manera de colocarnos “del lado bueno” para con Dios.
El rey David expresó de una manera muy elocuente cómo la línea de favor se imponía en nuestra búsqueda de Dios:
¿Quién, Señor, puede habitar en tu santuario? ¿Quién puede vivir en tu santo monte? Sólo el de conducta intachable, que practica la justicia y de corazón dice la verdad; que no calumnia con la lengua… -SALMO 15:1-3A
Él continúa con una lista de cualidades que califican a la gente para estar delante del Dios Santo. Otras listas en la Escritura parecen subrayar este punto – Los Diez Mandamientos, la Gran Comisión, y el fruto del espíritu son sólo algunas. Es fácil ver por qué las personas que buscan a Dios seriamente, terminan con una línea de favor en sus vidas, y por qué piensan que pueden medir en cualquier momento cómo se siente Dios acerca de ellos en relación a cómo están viviendo por encima o por debajo de esa línea.
Lectura de la Biblia, oración, involucramiento en la iglesia, y ayudar a otros parece que nos pone encima de la línea. Motivaciones egoístas o acciones pecaminosas nos pone por debajo. Esto podría parecer muy sencillo, excepto por el hecho de que nunca estamos seguros cuál de estas cosas realmente son importantes.
Le he preguntado a audiencias alrededor del mundo, “¿Cuántos de ustedes piensan que oran lo suficiente? ¿Leen la Biblia lo suficiente? ¿Testifican lo suficiente?” Nunca he hallado más de una persona que alce la mano ante estas preguntas.
Yo sé lo que están pensando, porque yo también lo he pensado. ¿Cuánto es suficiente? Si yo oro una hora al día, ¿no podría fácilmente orar dos? Si leo dos capítulos diarios, ¿debería leer cuatro? ¿Necesito testificar una vez al mes, una vez a la semana, o a cada extraño que conozco?
De la misma manera sabemos en nuestros momentos más genuinos que no estamos enteramente libres de pecado. Podemos ser capaces de esconderlos bien, pero los pensamientos, las motivaciones ocultas y nuestras obras, todas exponen nuestras luchas con el pecado y la duda. ¿Podemos alguna vez estar seguros de cuántos de nuestros fallos está Dios dispuesto a pasar por alto como parte de nuestro proceso de maduración?
Esto es lo que yo la llamo la tiranía de la línea de favor. Intentar vivir bajo el peso de la lista de David, o la de cualquier otro, descalificaría a cualquiera de nosotros delante de Dios y Su favor. Si lo has intentado sabrás lo duro que es tratar de hacer todo lo que piensas que Él requiere. La única manera de sentirse bien acerca de esto es cuando piensas que al menos estás haciendo más que otros creyentes alrededor tuyo. Pero sabes dentro de ti que nunca serás lo suficientemente bueno.
Este problema se complica siempre que nos encontremos ante circunstancias dolorosas o difíciles. ¿Quién no se ha imaginado en esos momentos que está siendo castigado por no haber sido suficientemente bueno? Bromeamos sobre eso en las cosas más triviales, como cuando alguien hace un llamado de atención en voz alta en la calle y nos asustamos, y alguien nos dice: Ajá, ¿qué habrás hecho?
Pero no es broma cuando de repente perdemos el trabajo, o enfrentamos una enfermedad que amenaza nuestra vida. La tiranía de la línea de favor aparece sin misericordia, negándonos tener la certeza de cómo se siente Dios con nosotros. Así que decidimos de acuerdo a nuestras circunstancias: ¡Me ama! ¡No me ama!
UN PLAN MUCHO MEJOR
¿Habrá algo de sorprendente entonces, en que mi joven amiga, al sumarse al ministerio de su grupo de jóvenes dijera, “Lo mismo de siempre. Dios es bueno. Tú eres malo. ¡Esfuérzate más!”? Desafortunadamente mucha gente piensa que esa es la esencia del evangelio y sobre esa base ninguno de nosotros puede permanecer delante de Él. Aún el mismo David lo supo en sus momentos de mayor desesperación. Escondido en aquella cueva de aquellos que querían matarlo, lloró implorando la misericordia de Dios. “No lleves a juicio a tu siervo, pues ante ti nadie puede alegar inocencia” (Salmo 143:2). Consciente de sus propias debilidades, él no quería buscar el favor de Dios basado en su propio desempeño.
Más adelante en otra ocasión, al humillarse a sí mismo cuando fue expuesto públicamente su adulterio y el asesinato del esposo engañado, y cuando se lamentaba por la pérdida del hijo producto de ese desliz, nuevamente busca otro estándar. “El sacrificio que te agrada es un espíritu quebrantado; tú, oh Dios, no desprecias al corazón quebrantado y arrepentido” (Salmo 51:17).
La verdad de este asunto es que la misma Biblia que nos da listas de las cualidades para ganarnos el favor de Dios, claramente establece que no existe bondad suficiente en ninguno de nosotros para poder llenar tales requerimientos. Solamente Jesucristo pudo ser capaz de hacer eso. No importa cuán duro intentemos ganar su favor, siempre nos quedaremos cortos. Mientras más nos esforcemos, Él parece estar más distante de nosotros.
¿Por qué? Porque la línea de favor ocasiona que nos movamos entre estados de auto-lástima y auto justificación. Cuando reconocemos lo cortos que nos quedamos, queremos rendirnos desesperados. Pero aún cuando nos sentimos bien debido a nuestros esfuerzos, no alcanzamos a comprender por qué Dios no se hace para nosotros tan real como la Biblia parece indicar que Él quiere ser. La auto-justificación puede ser un mayor factor de deterioro en nuestra relación con Dios que nuestros fallos y errores.
Cuando nuestros esfuerzos mejor intencionados no son recompensados, podemos desilusionarnos y queremos rendirnos. Por grandes períodos de tiempo nos hallamos distraídos incluso de pensar en nuestra relación con Dios e intentamos saciar nuestra hambre con una cantidad de cosas distintas – nuestro trabajo, otras personas, servicios religiosos o incluso comprar cosas nuevas. A pesar de que esto puede funcionar durante un tiempo, en momentos de quietud el hambre regresa. Ninguna de esas cosas satisfará jamás el hambre que tenemos de conocer al Dios vivo.
Esa es la razón por la que intentar vivir por la línea de favor en algún momento te dejará hundido en la desesperanza. Al igual que Pedro después de negar a Jesús en la noche en que lo necesitó más, tú te desilusionarás por tus propios fallos en hacer el bien que sabes que debes hacer; o como Job, te preguntarás si Dios te ama o no y si te trata justamente.
Dios nunca quiso que termináramos en ninguno de estos lugares. En vez de eso nos invita no a caminar sobre el péndulo de la línea de favor, sino a descubrir una manera muchísimo mejor de conocerlo.
UNA INCREÍBLE SORPRESA
A una edad muy joven él ya avanzaba bien entre sus iguales. Educado en los mejores colegios, fue reconocido como uno de los líderes religiosos más influyentes de una de las ciudades más famosas del mundo. Su moral era impecable y su sabiduría sin igual.
Pero no todo marchaba tan bien por dentro como aparentaba ser por fuera. A pesar de toda su diligencia y sabiduría, algo lo carcomía profundamente en su ser. Era un hombre hambriento. Raramente mostraba esto, excepto en momentos aceptados de correcta indignación, pero a veces en la soledad él sabía que aquello estaba allí, oscureciendo su alma.
Su celo por ser el mejor siervo de Dios en su generación no lo llevó al círculo del amor del Padre, sino a la cruel tiranía de su propio yo. Él había comenzado con el deseo de servir a Dios, pero esta pasión rápidamente fue consumida por su deseo de estatus espiritual. Amaba las miradas de admiración y el respeto que veía en los ojos de sus amigos y mentores.
Entonces, un día, en un viaje a una ciudad distante se encontró cara a cara con el Señor Jesucristo. Su encuentro fue mucho más dramático que muchos. Una luz brillante apareció de la nada, tumbándolo de su cabalgadura y cegando sus ojos. Yaciendo allí en el polvo, una voz estremeció su cuerpo. “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?
Sus siguientes palabras son muy reveladoras. “¿Quién eres tú, Señor?”
Él sabía que estaba cara a cara con Jesús, y ahora no estaba seguro de Quién era. ¡Pero esperen!
¿No dijo la voz que Saulo había estado persiguiéndolo? Seguramente Saulo debe haberse imaginado en esos breves segundos, “¿Podría ser este Jesús?”
¿Y qué si era Él? Saulo había matado a tantos de sus seguidores, e iba camino a matar a muchos más. Él los consideraba herejes y buscaba eliminarlos a ellos y a sus enseñanzas antes de que ellos pudiesen destruir la fe que él había abrazado desde su juventud.
Finalmente la voz habló de nuevo, “Yo soy Jesús, a quien tú persigues.”
Sus peores temores se habían hecho realidad. La gente que él había asesinado en el nombre de Dios era, de hecho, el pueblo de Dios. ¿Qué le esperaba ahora? ¿Qué clase de castigo le esperaba en su ciega indefensión? Como un hombre que cierra sus ojos temblando al esperar que un puño lo aplaste, lentamente se da cuenta de que no va a venir ningún puño. No hay ninguna ira, ninguna venganza.
Saulo, quien más tarde se convertiría en Pablo el apóstol, vino a estar cara a cara frente a Jesús contra el que activamente estaba luchando, y en ese momento todo lo que encontró fue amor. El Jesús que él había estado persiguiendo lo amaba. No había venido a castigarlo, sino a abrir sus ojos espirituales para ver a Dios, no como él se imaginaba que sería, sino como realmente era.
En ese momento Saulo descubrió el favor de Dios cuando no había hecho absolutamente nada para ganárselo. En vez de ser castigado, recibió una invitación a venir a la familia que estaba tratando de destruir tan fervientemente. En vez de la muerte que él estaba trayendo a otros, se le ofreció la vida que nunca supo que existía.
Saulo fue confrontado con un hecho del que no podía escapar. Él no había hecho nada para promoverse a sí mismo a través de la línea de favor, pero se encontró a sí mismo dentro del favor de Dios de todas maneras. Encontró que Jesús lo amó aún cuando él no tenía ni idea de quién era Jesús. Dios había destruido la línea de favor para liberar a Saulo de su tiranía. Esto cambió a Pablo más que todo lo que había aprendido sobre Dios previamente.
Aquí es donde la relación con Dios comienza. Puede sonar imposible, especialmente si tú has esperado por esto en el pasado y, como la joven madre al inicio de este capítulo, solamente has sido decepcionado por lo distante que se veía Dios cuando lo necesitaste más. Todo lo que sabías hacer era esforzarte más duro para ser lo suficientemente bueno como para ganar su afecto.
Pero tal manera de pensar nunca te llevará más cerca de Él. En vez de enseñarte a amarlo más, esto sólo hace que tus temores hacia Él sean más fuertes. El quiere romper ese ciclo de la única manera que Él puede – haciendo de Su favor un regalo en vez de algo que tú puedas ganar.
Ha pasado mucho tiempo desde el último contacto con aquella madre. Si pudiera hablar con ella hoy me gustaría que supiera que encontrar el favor de Dios no tiene nada que ver con lo que hacemos para Él, sino con lo que Él ya ha hecho por nosotros.
Ten compasión de mí, oh Dios, conforme a tu gran amor; conforme a tu inmensa bondad, borra mis transgresiones. Lávame de toda mi maldad y límpiame de mi pecado. —SALMO 51:1-2
Para tu viaje personal
¿Existen eventos en tu pasado que te dejaron decepcionado del amor de Dios para contigo, o abrumado por tus propias faltas? Si es así, saca algún tiempo a solas con Dios para recordar esos momentos con Él.
Pídele que te muestre de qué manera has pensado que tienes que ganar su favor, y cómo esto ha distorsionado tu perspectiva de lo que realmente sucede.
Como parte regular de tus oraciones, pídele a Dios que te muestre cuando estés intentando ganarte su favor, y pídele que te ayude a ver cuánto se deleita Él en ti como un Padre amoroso.

Romanos 3:
10 Como está escrito: No hay justo, ni aun uno;
11  No hay quien entienda. No hay quien busque a Dios.
12  Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.
19 Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios;
20 ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.
21 Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas;
22 la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia,
23 por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,
24 siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús,
25 a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados,
26 con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.
Jeremías 31:3b
… CON AMOR ETERNO TE HE AMADO; POR TANTO, TE PROLONGUÉ MI MISERICORDIA.

Comentarios