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LA PRECIOSA LIBERTAD DE DIOS - CHARO QUESADA

CARTAS ENTRE CREYENTES

----- Mensaje enviado ----
De: Charo Quesada
Para: LA IGLESIA DE DIOS
Enviado: lunes, 8 de noviembre, 2010.
Asunto: LA PRECIOSA LIBERTAD DE DIOS


Amados hermanos:
Dios bendiga abundantemente vuestras vidas.
Deseo ardientemente compartir con vosotros este estudio que he realizado. Mi amada hermanita Gracinha, me sugirió una bella historia la cual encabeza el estudio... Espero y deseo os bendiga tanto como a mí me bendijo realizarla.
En Su amor:

“LA PRECIOSA LIBERTAD DE DIOS”

Erase una vez un famoso rey de Oriente, quien una mañana al levantarse, escuchó tras su ventana una bellísima melodía de un pájaro desconocido. Estas notas eran las más extrañas, sublimes, delicadas, dulces, y llenas de vida que jamás había escuchado en toda su vida.

Cada mañana, el pajarillo venia a su ventana y cantaba. El rey empezó a sentir el ardiente deseo de levantarse cada mañana para escuchar esa dulce melodía. Deleitándose escuchando al pajarillo, repentinamente el rey pensó: ¡tengo que tener este pájaro, tengo que poseerlo! ¿Qué sería de mí si un día dejara de venir? ¡Tiene que ser mío!…

El rey, reunió a los criados de su mayor confianza y les autorizó para hacer uso de todos los recursos del reino para capturar al pajarillo y para que lo trajesen a palacio pero sin dañarle, ni lesionarle. También ordenó hacer una jaula de oro, donde moraría su nuevo tesoro. Y así transcurrió, el pajarillo fue capturado y llevado a palacio sin ningún incidente. Le metieron cuidadosamente en la jaula y lo llevaron a los aposentos del rey. Esa noche el rey durmió confiado en que podría escuchar su melodía cada mañana, sin miedo a perderle.

Pero al día siguiente, al despertar no había “melodía”, ¡el pajarillo no cantaba! El rey corrió a la jaula extrañado para ver si algo le había ocurrido a su pajarillo cantor, y ahí estaba él, quieto, tranquilo, pero no cantaba. Pasaban los días, y el rey seguía esperando ansioso su melodía, pero el pajarillo no emitía ninguna nota. No tardó mucho el rey en encolerizarse y estampando la jaula contra el suelo, la puerta de esta se abrió y el pajarillo pudo salir volando y escapar por la ventana fuera del palacio. El rey le gritaba: ¡Vete pájaro tormento! ¡Si nunca te hubiese escuchado, jamás te habría echado de menos!

Para sorpresa del rey, a la mañana siguiente, le despertaron las dulces notas y melodías del pajarillo. Este había regresado a posarse en su ventana, libre para volar y vivir, pudo volver a cantar su bella melodía.



¿Te imaginas? en una boda escuchar a la novia y al novio recitar sus votos: “Nunca te dejaré: –en la salud o en la enfermedad–, –en la riqueza o en la pobreza–, –en lo bueno o en lo malo–, hasta que la muerte nos separe”; cuando de pronto uno de los invitados levanta su mano y dice: ¡Guau, amigo, esto significa que puedes engañarla, maltratarla y pecar tanto como quieras! Es interesante ver como hay gente que se aferra a una cierta mentalidad de cómo se asume “el compromiso delante de Dios para siempre”.

El factor determinante que separa a los que verdaderamente asumen este compromiso de aquellos que no lo hacen, es el “AMOR”.  Los que no tienen amor en sus corazones, casi siempre interpretan el compromiso “para siempre”, como la oportunidad para pecar.

Sin embargo, un corazón de amor verdadero nunca será así. La seguridad en toda relación, hace que el corazón se abra totalmente quedando transparente, incluso vulnerable. Mi pacto o compromiso: “para siempre”, debería ser asegurar que esa persona que es objeto de mi amor, será aceptada y amada, no importando sus debilidades.  Esto estimula y fortalece a la persona a no ocultarse de sí mismo o de vivir en secreto.

En cuanto a nuestra relación con Dios, cuando sabemos que somos “salvos para siempre” y amados incondicionalmente, somos cien veces más dadivosos de nosotros mismos, no guardamos nada para nosotros mismos. Y…. Este es el corazón que debiera haber detrás del compromiso o pacto matrimonial: “hasta que la muerte nos separe”.

Toda relación auténtica, realmente debe comenzar por la seguridad de un pacto eterno basado en el amor. Desafortunadamente, hoy día, la mayor parte de las relaciones no tienen este importantísimo pilar o base; están plagadas de secretos, incertidumbres, incluso de soledad. Creo que más que nada, actualmente las relaciones están sobresaturadas de “control”. He visto y comprobado como el “control” es el antídoto para la inseguridad. Aquí es donde erróneamente el corazón del pensamiento cristiano radica.

Mayormente las enseñanzas cristianas, provocan incertidumbre y miedo en los corazones de las personas, tanto en cuanto a qué atenerse con Dios, como en cuanto a cómo conducirse con Dios. Erróneamente hemos sido motivados y guiados a una relación con Dios basada en el miedo.  Una vez que la “incertidumbre” se ha aceptado y esta se asienta, el “control” de la religión toma lugar estableciéndose porque inmediatamente se necesita. El vacio o hueco que la inseguridad provoca en toda relación, necesita ser llenado con algo más poderoso. De forma tal, que el “control” no es solo necesario, sino igualmente deseado en una relación que no está basada en el genuino amor. Nada más lejos de la verdadera relación que nuestro Padre Celestial anhela establecer con nosotros.

Cada vez que un cristiano hoy día habla sobre sus luchas espirituales, mayormente está hablando sobre la batalla personal contra sus propios pecados. Erróneamente, uno se siente más espiritual y más cerca de Dios, principalmente porque no ha cometido ninguno de sus grandes, feos u oscuros pecados a lo largo de las últimas semanas. Sienten que finalmente con su esfuerzo han conseguido la victoria sobre ese pecado en particular, lo que les hace sentirse liberados y confiados para acercase a Dios. Cuando renacemos del espíritu de Dios, somos redimidos, justificados y santificados POR LA SANGRE DE CRISTO y NO por nuestro comportamiento. Esto es la gracia de Dios.

Alguien recientemente comentó que es más práctico negar o rechazar el mensaje de la “gracia” porque la gente se pierde y no saben si debieran pecar menos o no.  “Libres en Cristo” suena demasiado como: “libres para pecar”. Piensan equivocadamente: “realmente, mejor no hacer mucho hincapié en difundir este mensaje”.

Los que niegan la gracia piensan que partiendo del principio de que Dios te ama hayas pecado o no, es algo confuso porque la gente entonces, no entiende bien qué hayan podido hacer para ser merecedores de Su “incondicional amor”. Parte de otorgar libertad a alguien, es darle la oportunidad para escoger.

Cuando se nos dice que el pecado nos separa de Dios y que obtendremos consecuencias por ello, nuestra “elección” está siendo anulada, censurada o cauterizada. El mensaje de la gracia da libertad a la gente para pecar o no, sin embargo, la gracia viene en sí provista de Cristo en nosotros.  La libertad que reside en la gracia no te lleva necesariamente a pecar, aunque ésta te otorgue la libertad para hacerlo. Si eliminamos este derecho dinamitaremos la relación.

1ª Corintios 10:23 Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica.

Sin libertad para pecar o no, dudo que la gente llegara a conseguir jamás entender el CORAZÓN DE DIOS.  El cristiano, que es igual a Cristo en mi, naturalmente deniega y rechaza cosas como: ira o enojo, pasión, lujuria, codicia, etc.…

Realmente, ¿Qué preferirías? ¿Que tu mujer no adulterara porque es pecado? ¿O porque te ama? Ante esto, diríamos algo como: “si alguna vez llegas a engañarme, me divorciaré de ti”, bajo un endeble esfuerzo para garantizar la fidelidad del cónyuge.

La libertad es el único ingrediente que nos llevará a la conclusión de simplemente: “porque te amo”.  Las relaciones basadas en un amor incondicional, verdadero, sin condición o restricción, dirán: “si alguna vez llegaras a engañarme, no te dejaría”. Esto permite que la fidelidad se asiente limpia en el corazón del cónyuge. De donde el pensamiento de ser infiel, se hace terrorífico.

Cuando la hija pequeña de 6 años de un hermano, informó a sus padres que quería irse de casa, estos le hicieron una pequeña maleta y la abrieron la puerta. No necesito decir, que de inmediato la pequeña cambió radicalmente su pensamiento y les dijo que quería quedarse con ellos. No necesitamos hacer prisioneros a nuestros hijos, al igual que no necesitamos hacer prisioneros a nuestras esposas o esposos, amigos, etc. Y la única forma de conseguirlo es concediéndoles la libertad de marcharse cuando lo deseen.

Lo mismo es verdad con el mensaje de la gracia. Dios siempre quiso y desea que tengamos una íntima relación con Él, una relación basada en un deseo ardiente en nuestros corazones de buscarlo a Él.  Dios no está interesado en hacer prisionero a nadie. El único modo de conseguir esta íntima relación con Sus hijos es concediéndoles la libertad para pecar o no, “libre albedrío”.  

Desde el principio Dios otorgó absoluta libertad a Adán; incluso los ángeles tuvieron libertad para escoger. Cuando entendemos que el AMOR DE DIOS siempre es una constante, que Su amor no depende de nuestro comportamiento: “pecar o no pecar”. Cuando entendemos que no importa cuán grandes hayan sido los pecados que hayamos podido cometer, porque desde la caída de Adán, toda la humanidad quedó muerta en delitos y pecados. Cuando entendemos y aceptamos que para restaurar esta relación que Dios siempre quiso tener con Su creación, tuvo que sacrificar y ofrecer a Su amado hijo, el Cordero sin mancha quien quitó y pagó el pecado del mundo. Cuando entendemos y aceptamos la gracia, la libertad, el “libre albedrío”, nos aferraremos y nos apoderamos de ello aplicándolo tanto en nosotros, como para con los demás.

La verdadera libertad otorga la oportunidad de escoger libremente, pecar o no pecar, bajo el designio de Dios, bajo SU AMOR “SIN CONDICIÓN”.  Entonces y sólo entonces, es cuando la relación tanto matrimonial, como de pareja, como la de padres para con nuestros hijos, tanto como en la relación de amistad, incluso para con el prójimo,  entonces es cuando la relación se hace viable, posible,  verdadera y duradera.

Mateo 23:9 Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos. 10 Ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo.

Si Dios nos dice que no llamemos padre a nadie sobre la tierra, pues Él es nuestro único Padre, y, si nuestro Padre Celestial nos ha otorgado esta libertad: “libre albedrío”, no deberíamos permitir que tergiversen y/o condicionen nuestra libertad para escoger, sea cual sea nuestra decisión.

Si Dios nos dice que nuestro Maestro es Cristo, y teniendo como tenemos ya a Cristo en nosotros, Cristo nos muestra la verdad.  La naturaleza de Cristo en nosotros siempre nos guiará a rechazar de “forma natural” el pecado.  La naturaleza de Cristo en nosotros nos llevará siempre ha hacer de “forma natural” la Voluntad de nuestro Padre Celestial, rechazando de “manera natural” responder a la voluntad de nuestros cinco sentidos, rechazando de “manera natural” responder a la voluntad de nuestra naturaleza carnal.

Vuestra hermana en Cristo eterna,
Charo Quesada

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