"Las Ciudades de Refugio". III. Por John MacDuff. Presentación del libro.
Estoy tan agradecida a
Dios por esta pequeña y hermosa joya que puso como un regalo en mi camino.
Jamás había escuchado esta comparación entre nuestro Señor Jesucristo y “Las
ciudades de refugio” en el Antiguo Testamento. Doy gloria, honra y alabanza a
nuestro Padre por la belleza de Su Palabra, por la hermosura de nuestro Señor
Jesucristo, y por el gozo de poder dar de lo mucho que Él en Su amor nos
regala. Que este libro te bendiga, y te hable de tu precioso Salvador como lo
hizo conmigo.
Lo comparto contigo para gloria y alabanza de
Su nombre, ¡Dios te bendiga!
Claudia Juárez Garbalena
Las Ciudades de Refugio
o, “El Nombre de Jesús”
UN LIBRO
PARA JÓVENES
Por John
MacDuff, 1874.
Tercera Parte
"Nosotros, los que
hemos huido a Él por refugio, tenemos un fuerte consuelo". Hebreos 6:18 (KJV)
Y ahora, amigos míos, hemos
terminado el paseo por nuestra galería de imágenes. Hemos caminado entre estas
seis ciudades en la antigua tierra de la promesa. Repito sus nombres una vez
más, para que los recuerdes.
SIQUEM- Hombro
HEBRÓN- Comunión
BESER- Fortaleza
RAMOT- Exaltación
GOLÁN - Gozo
¡Qué salvador tan completo! En Él "habita toda la plenitud".
En el caso de algunas de estas ciudades hebreas, "no ha quedado una piedra
sobre otra, que no haya sido derribada". Los búhos están chirriando en
medio de sus ruinas, y los chacales rondan por su presa. Pero no ha sucedido
así con Aquel de quien eran representaciones e retratos. ¡Jesús vive para siempre!
Él nunca cambia. El tiempo y la decadencia no pueden desmoronar las paredes del
Refugio del Evangelio. Jesús es "el mismo ayer, y hoy, y por los
siglos" (Hebreos 13: 8).
Quiero, en este último
capítulo, decirte una o dos cosas más sobre las Ciudades de Refugio. Déjeme
pedirte toda tu atención.
La primera cosa que quiero que recuerdes es que toda la preciosidad del NOMBRE de Jesús, y toda la seguridad
del REFUGIO del Evangelio se derivan de los méritos de su muerte por los
pecadores en la cruz.
Esta es la verdad más
grande de todas las verdades, y una de las más sorprendentemente enseñadas en
estas antiguas representaciones y retratos. Si tú lees el registro de la
Biblia, encontrarás que al homicida le era restituida su libertad a la muerte del Sumo Sacerdote
(Números 35:25). Cuando las noticias del fallecimiento del Sumo Sacerdote, y él
era el gran jefe de la nación judía, llegaban a estas ciudades donde estaban
estos refugios, me atrevería a decir que muchos de sus ciudadanos eran
escuchados, con gritos de llanto, lamentando la pérdida del fiel servidor de
Dios. Pero la noticia era muy diferente para el hebreo cautivo. ¡Eso le traía
noticias gozosas! Porque ese acontecimiento le permitía salir de su destierro y
acabar con años de dolorosa separación de todo lo que amaba en la tierra. El
vengador ya no podía hacerle daño. Podía regresar, feliz y seguro, a las
comodidades de su hogar que había perdido hace tiempo.
Por lo tanto, querido
lector cristiano, es la muerte de tu gran
Sumo Sacerdote, la que ha comprado la liberación de tu cautiverio espiritual.
La Ley de Dios ya no puede retenerte.
La justicia ya no puede amenazarte.
Puedes seguir adelante con la gloriosa libertad de un hijo de Dios, diciendo: "¿Quién es el que condenará?, ¡Cristo
Jesús es el que murió!"
Puedes imaginarte, a la
muerte del Sumo Sacerdote judío, al cautivo hebreo que salía de la ciudad,
dentro de cuyas sombrías paredes había estado encerrado durante mucho tiempo.
¡Puedes imaginarlo, con su corazón alegre, caminando por los valles a través de
los cuales él se apresuraba a su hogar, cantando canciones de gozo! Y tú, oh
cristiano, con tu corazón y tu voz más felices, canta este cántico mientras
caminas a tu hogar celestial y lo ves brillando a lo lejos, al otro lado del
Jordán:
"Que
me levante del polvo de la muerte,
Para
habitar en mi mansión en los cielos,
Esta
es toda mi esperanza, este es todo mi ruego,
¡Jesús vivió y murió por mí!"
La segunda cosa que quiero decirte es que, Dios ha hecho que la Ciudad de Refugio del Evangelio sea
de fácil acceso y la ha llenado con abundantes provisiones.
Él hizo el camino lo
más claro y simple posible, al homicida en la antigüedad. Las ciudades estaban
generalmente en un lugar alto, así
podían ser vistas desde una distancia lejana. Los caminos que conducían a ellas
eran cuidadosamente marcados y se les daba mantenimiento. Eran más amplios que
otros caminos en Palestina (dieciséis yardas de ancho). Los magistrados y
jueces judíos iban una vez al año a inspeccionarlos y a ordenar reparaciones.
Donde se formaban corrientes de agua,
había puentes construidos a través de
ellos. Donde había una encrucijada, eran fijadas las señales de "Refugio". Y puesto que no habían
puentes a través del río Jordán, tres de las ciudades fueron colocadas, como he
mencionado ya, en un lado del río, y tres en el otro; de tal forma que todos pudieran
llegar fácilmente a ellas, y ninguno podría tener ninguna excusa para no huir.
La ciudad más cercana siempre podría ser alcanzada por el homicida, en medio
día.
Además, se nos ha
informado que en todas estas ciudades de refugio había abundantes almacenes de
provisiones. Eran provistos con pozos de agua, y levitas eran puestos en turnos
como porteros o guardianes, de tal forma que estaban listos para dar la
bienvenida a cada fugitivo a estos hogares de seguridad.
Así que Dios ha hecho
todo para ti: ha hecho accesible el Refugio del Evangelio. Tu Biblia y una
buena iglesia; tus padres, amigos creyentes; ministros conforme a Su corazón, y
los buenos libros cristianos, son todos, como esas señales para el refugio, apuntando en dirección opuesta a las
encrucijadas y a los caminos de la razón humana, y al error humano y la justicia
propia para señalarte al Señor Jesucristo, y decir: "¡Huye!, ¡huye!, ¡huye
por refugio para apoderarte de la
esperanza que está puesta delante de ti!"
Jesús, el verdadero
Refugio del Evangelio, también, está lleno de ricas provisiones. "Tú estás
completo en Él". Él, como el
verdadero José, da a conocer los
almacenes en sus "ciudades-tesoro", a toda su gente necesitada.
¿Cuáles son algunas de estas provisiones? Hay perdón, paz, justificación,
filiación, santificación, fuerza para
la hora de la debilidad, gracia para
la hora de la tentación y la buena esperanza de la vida eterna para la hora de
la muerte. No es de extrañar que él diga a todo el pobre pecador que busque
admisión dentro de estas puertas: "Yo
soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí
cree, no tendrá sed jamás" (Juan 6:35).
Como en las ciudades de
Canaán, así en esta gloriosa Ciudad del Evangelio de la cual aquellas eran
representaciones, hay un Pozo de agua
viva. ¿Que es esto? El Espíritu Santo, que a menudo está en la Escritura
comparado con el agua. "Si alguno
tiene sed" dijo Jesús, "venga
a mí, y beba"; “Esto dijo del
Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él" (Juan 7:37, 39).
Esta toda gloriosa fuente no es como las de las ciudades de Palestina, que a
veces se secaban en épocas de sequía, sino que el Evangelio "brota para vida
eterna". Los ángeles, también, son los porteros, los benditos guardianes que
guardan las puertas de esta Ciudad del Evangelio. "¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a
favor de los que serán herederos de la salvación?" (Hebreos 1:14).
Ellos aman ver a través de estas puertas, y dar la bienvenida a cada viajero
errante. Con cuánto gozo dan la palabra: "Abrid las puertas, y entrará la gente justa” (a aquellos que son
justos a través de la justicia de Jesús) (Isaías 26:2).
Es deleitoso, por otra parte, pensar, que al igual que las
ciudades judías eran fácilmente encontradas desde todas las partes de
Palestina; así, de todas partes del mundo, la gente puede ir al más Grande y
glorioso Refugio del Evangelio. ¡Pobre pagano
del Lejano Oriente! Arroja tus ídolos; las puertas de la Ciudad del Evangelio
están listas para darte la bienvenida. ¡Habitante del lejano oeste! huye a los
portales de la misericordia y a la sangre que limpia de todo pecado. ¡Esquimal en medio de tus nieves polares! ¡africano, entre
tus arenas ardientes! ¡Corre al refugio provisto! Hay salvación allí para ti.
"El mismo Señor es rico para con TODOS los que le invocan". ¡Feliz
promesa! Llegará el tiempo en que los cristianos de todo el mundo se
encontrarán cantando juntos el mismo canto y pronunciando la misma oración:
"Abridme las puertas de la justicia;
entraré por ellas, alabaré al Señor" (Salmo 118: 19).
La tercera cosa que quiero decirte es: Ningún OTRO Refugio puede salvarnos, sino sólo JESÚS.
Quisiera que tomaras
como lema las palabras simples y hermosas que un cristiano que recientemente ha
ido a dormir, escribió: "Estoy seguro de que puedo estar muy agradecido a
Dios por su gran misericordia hacia mí. Solo
debo guardar en mi mente que hay un solo Refugio para huir, ¡y ese es
Jesús!"
Hay muchos otros
refugios en los que la gente trata de refugiarse. Ellos piensan que estarán
igualmente seguros en ellos, como en el ÚNICO que Dios ha provisto; pero esos refugios
nunca serán capaces de permanecer en ese día en que se pondrá a prueba todos
los refugios.
He visto a algunos
hacer de su propia bondad su ciudad
de refugio. Ellos imaginaron que no eran tan malos como otros. ¡Confiaron en la
caída torre de Siloé de su propia justicia!
He visto a algunos
hacer de la bondad de Dios su ciudad
de refugio. Ellos se dijeron a sí mismos: "Dios es bondadoso, y ciertamente
no será tan severo con los pecadores al final. La justicia, el vengador, ciertamente
no perseguirán para siempre con su espada llameante. El amor de Dios ciertamente sacará lo mejor de su justicia".
¡No dejes que Satanás
te engañe! Hay muchos de esos refugios que parecen ser bastante seguros, pero
sobre los cuales Dios ha escrito: "¡Refugios
de mentiras!"
Había muchas otras ciudades
en la antigua Canaán, que parecían
ser tan buenas y tan seguras como aquellas de las que he estado hablando. Pero ninguna
ciudad podía dar refugio seguro al homicida, excepto una de las seis que Dios
había especialmente designado.
¿Qué habría ocurrido si
el fugitivo de antaño, al huir del vengador, hubiera dicho: “¿De qué me sirve
ir a Hebrón o a Golán que están tan lejos?” Prefiero huir a un lugar más
cercano. Iré a Jericó, la antigua ciudad de las palmeras; o a Belén, en los
montes de Judá; o, mejor aún, iré a Jerusalén, la capital de la nación, donde
está el templo de Sion, y el palacio del rey. Seguramente estaré mucho más
seguro dentro de sus altas murallas y baluartes que en una de estas pequeñas
ciudades de los levitas. ¿No se dice que, en
sus palacios Dios es conocido por refugio?
Si así lo hubiera
hecho, sin duda habría perecido. Ni rey ni sacerdote, ni puerta de oro, ni
puerta hermosa, ni muro, ni baluarte, podrían haberlo salvado de la espada del
vengador. Las ciudades de refugio nombradas en la antigüedad, pudieron haber
sido "las menos numerosas en las
ciudades de Judá". Pero estas eran las ciudades de la elección de Dios y
el orden de Dios, y eso era suficiente. En ellas, y sólo en ellas, el homicida
estaba a salvo del vengador de sangre.
Y así es con nuestro
Refugio del Evangelio. "¡En ningún
otro hay salvación!" Rechazando a Jesús, estamos perdidos para
siempre. Todos los demás refugios, por muy buenos o grandes que fueran,
¡parecerán ser sólo torres de Babel, que caerán sobre los pobres constructores
y los aplastarán en sus ruinas!
Cuando Dios les dijo a
los hijos de Israel que rociaran los dinteles y los postes de sus puertas con
sangre, podrían haber sido lo bastante tontos como para decir: "No, lo haremos
mejor, no nos contentaremos con hacer algo tan insignificante; en vez de eso construiremos grandes muros alrededor
de nuestras casas, para que el ángel
destructor no pueda entrar". ¿Crees que, si lo hubieran hecho, sus
hijos primogénitos hubieran sido salvados? ¡No! Habría habido muerte en cada
hogar; sus altos muros habrían resultado inútiles. Nada más que la marca roja de sangre en la entrada de la
vivienda sería de algún valor para evitar el golpe de la muerte.
Así es con el pecador.
Todos los muros que el orgullo, y la justicia propia y las buenas obras pueden levantar, no
harán nada para evitar la espada de la Justicia vengadora de Dios. Sólo la sangre rociada de la misericordia del
pacto lo hará; porque "¡la
sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia [y solamente ella nos limpia] de TODO EL PECADO!" (1 Juan 1:7).
Recuerdo que, hace
muchos años, mientras asistía al lecho de muerte de un joven, él dijo que un
día soñó que estaba en una tienda que parecía estar sostenida de armas y
escudos de armadura. Un número de personas en la tienda estaban poniéndolos.
Pero un hombre estaba de pie con una espada en la mano, matando a los que
pasaban por la calle. Uno tras otro los hería -su armadura no les protegía- sus
cuerpos estaban muertos o heridos en el pavimento. Con gran temor y terror,
dijo el joven, como su turno parecía al fin llegar, y él también debía tratar
de cubrirse con la misma armadura y salir corriendo a la calle fatal, y él no
sabía qué hacer. Mirando a su alrededor, observó, en un estante superior, algo
parecido a una tela de lino blanco arrugado, aparentemente descuidado. Resolvió
bajarlo y envolverse en una porción de él, en lugar de las armas inútiles de
hierro y moverse silenciosamente. Cubriendo su cabeza y su cuerpo, salió
disparado siguiendo los pasos de los otros. La espada intentó herirlo una y
otra vez, pero era incapaz de perforar la cubierta
de lino. Sólo él estaba a salvo entre aquella multitud de muertos y
moribundos.
Hermosamente este joven
soñador dio explicación a su propia "visión de la noche". Y esa fue:
¡Cuán vanas son todas las alardeadas armaduras de la justicia propia; y cuán seguro y glorioso es ese "lienzo
blanco" cubriendo de la justicia de Jesús! A los ojos de la razón, la armadura de hierro y acero
parece la mejor, más fuerte y más segura. Muchos no "se someterán o rendirán
a la justicia de Dios", y persisten en usar esta armadura. Pero será una
pobre protección contra la espada de la
justicia vengadora de Dios. Bienaventurados los que han sido guiados a
mirar hacia arriba por otra justicia,
y que han escuchado el mandamiento divino: "¡Vestíos del Señor Jesucristo!" (Romanos 13:14).
Lector, permíteme preguntar:
¿es este tu caso? No pienses que, porque eres joven y has cometido pocos
pecados, estas más seguro que los que han cometido muchos pecados y que no
tienen la misma necesidad urgente de huir a Jesús
por refugio. En el Canaán de la antigüedad, el homicida estaba en peligro de perder
su vida, si había matado a una o muchas personas. Un solo asesinato, como
un solo pecado, lo exponía a la furia del vengador.
¡También, el fugitivo
hebreo podría eludir a su vengador! Podría evitarlo, durante días, semanas o
años, para protegerse de su ira. Podía ir, como David hizo para evitar a Saúl,
a alguna cueva de Adulam; podría esconderse en
los sombríos recovecos de algún bosque, en medio de los robles de Basán o de
los acantilados rocosos del Jordán o en medio de las alturas de cedro del Líbano;
en las palabras de Ezequiel: "habitando en el desierto con seguridad, y
durmiendo en los bosques" (Ezequiel 34:25). Pero es diferente con el
pecador y su vengador, "La venganza es mía, YO pagaré, dice el Señor"
(Romanos 12:19). ¿Quién puede esconderse de Sus ojos que todo lo ven?
"Si
tuviera que encontrar alguna cueva desconocida,
Donde
el pie humano nunca hubiera pisado,
Incluso
allí no estaría solo,
¡En
todos lados estaría DIOS!
"Él
sonríe en el cielo,
Él
llena el aire, la tierra, el mar;
Debo
en su presencia morar,
¡No
puedo huir de Su ira!"
La cuarta cosa que quiero decirte es: Que muchos jóvenes y viejos HAN huido hacia Jesús, la
Ciudad de Refugio del Evangelio, y se han encontrado seguros y felices allí.
¡Cuán delicioso es, año
tras año, seguir las huellas de aquellos, jóvenes o viejos, ricos o pobres, que
han huido a ese bendito refugio! Terminaré este pequeño volumen hablándoles de
dos de ellas, ahora en espera de habitar la mejor Ciudad Celestial. Muy diferentes eran ellas en edad, en país, en su
situación exterior. Pero eran iguales en esto: que ambas huyeron en vida a las
puertas del Refugio del Evangelio; y para ambos, el NOMBRE de JESÚS era especialmente precioso.
La primera era una niña
de trece años, la edad, me atrevo a decir, de algunos de ustedes cuyos ojos
están leyendo estas páginas. La vi cuando era brillante y feliz en su hogar
adoptivo en Inglaterra: un dulce lugar en el condado de Kent, en una de esas
alturas arboladas que dominan una extensa perspectiva del río Támesis, mientras
este serpentea, llevando el comercio del mundo. Aquella pequeña vida, tan llena
de promesas, fue tomada tempranamente: su sol se iba antes de que fuera
"aún el día". Su partida vino súbita e inesperadamente. Sus
desconsolados padres vieron "el deseo de sus ojos llevado de un
golpe". La querida niña era naturalmente tímida y reservada; ella sintió más de lo que dijo. Su corazón amoroso y desinteresado se
deleitaba en idear planes de utilidad y llevarlos a cabo. La totalidad del
dinero de su bolsillo lo gastaba en la compra de libros cristianos para los
niños de la escuela dominical, a los cuales amaban mucho. Ella ganó el afecto
del viejo, así como del joven. Ella era "la pequeña que solía hablarnos
tan hermosamente", fue la descripción dada, con ojos llorosos, por más de
uno de los aldeanos que habían conocido su amorosa forma de ser, y escucharon
su amorosa voz.
En otro vecindario aún
más familiar, ella solía ir a las casas con su Biblia, y ofrecerse a leer a los
habitantes que más lo necesitaran; siempre poniendo sus pequeñas manos juntas
primero, para pedir la bendición de Dios, y luego hacer algunas observaciones
simples que pensaba que podrían ser útiles. Aquellos cuyos corazones más se lamentaban
por ella, tenían la más absoluta seguridad de que la gracia de Dios había sido
derramada en el corazón de su querida hija. Después de que ella murió, mientras
su madre tomaba su Biblia, las siguientes dos cartas cayeron al suelo:
“Mis tan queridos papá
y mamá:
Voy a escribir esto en
caso de que de repente vaya a descansar, con la esperanza de esa tierra feliz donde
la tristeza no será más conocida; y de que quizá ustedes tengan miedo por mi
alma. Conozco mi estado, y sé que soy una pobre y DESDICHADA pecadora. No
espero la redención por mis propios pobres méritos. No tengo miedo de la
muerte, ya que la muerte no es sino abandonar este mundo malvado, con la
esperanza futura de un feliz, feliz hogar. ¡Aunque soy muy mala por naturaleza,
todo ha sido lavado por la sangre de mi Salvador! El Espíritu Santo me ha
enseñado por qué orar y cómo orar. Espero que todos mis queridos amigos me
perdonen si me he enojado cuando me han hablado de mis faltas. Me gustaría,
queridos padres, que el poco dinero y las cosas que tengo, se den a la Sociedad
Misionera de la Iglesia, y a la Sociedad Bíblica. Mi amado Salvador me ha
perdonado todos mis INNUMERABLES pecados, entonces, mis queridos padres, no
deben temer por mi alma. Creo que mi Salvador no me abandonará si confío en Él,
y sé que toda mi justicia propia es como trapo de inmundicia".
El otro papel que se
encontró, probablemente estaba destinado a sus hermanos y hermanas. Y decía lo
siguiente:
"Cuando tengas
problemas, ve a Dios y cuénteselo todo. El Salvador, que llamó a los niños para
que vinieran a Él, te escuchará, no importa cuál sea el tema, si estas
angustiado y necesitas Su ayuda. Si tienes una lección difícil de aprender, un
espíritu difícil de dominar, una palabra desagradable que decir, un espíritu
orgulloso que humillar, sea cual fuere tu dificultad, llévala a Dios en el nombre
de Jesús, y Él te ayudará. Si nosotros, que vemos tan poco por debajo de la
superficie, no estamos complacidos con apariencias externas sin buenas
cualidades interiores, ¡cuánto menos el gran Dios que busca en los recovecos
más íntimos del corazón! El Señor no ve lo que el hombre ve; porque el hombre
mira la apariencia exterior, pero el Señor mira en el corazón. Lo que
requerimos es un corazón nuevo purificado por el Espíritu Santo, lleno de todas
las gracias mencionadas en la Epístola de Pablo a los Gálatas 5:22. ¡Oh! Ve a
JESÚS y pídele en oración ferviente que perdone tus pecados y te conceda el
bendito don de un nuevo corazón".
Mis jóvenes amigos,
¿han corrido como esta jovencita, a un Salvador tan generoso? ¿Es el "nombre de Jesús", tan dulce para ella, igualmente precioso para ti?
¿Suaviza tus dolores? ¿Cura tus heridas, y aleja tus lágrimas y temores?
¿Puedes tú decir, en el espíritu de su hermosa y reconfortante carta:
"Hasta
entonces, Su amor proclamaré
Con
cada respiración fugaz;
Y
con la música de Su NOMBRE
Se
refrescará mi alma hasta la muerte".
Habiéndoles hablado de
alguien que recientemente a "dormido en Jesús", quien había huido
tempranamente al amparo del Refugio del
Evangelio; ahora les hablaré de una anciana
sierva de Jesús que, aún más recientemente, ha entrado en su glorioso descanso.
Ella fue una feligresa
de mi iglesia. Su casa era una humilde cabaña en uno de los pueblos más
hermosos de Escocia. Pobre en este mundo y alguien que sufría casi constantemente,
ella era rica en fe. Era una de las "joyas de Cristo"; su vida estaba
"escondida con Cristo en Dios". Si pudiera aventurarme a nombrar dos
peculiaridades que la distinguieran más que otras, serían éstas: Su Amor por el
NOMBRE de JESÚS, y su Vida de ORACIÓN.
"Su nombre",
para ella, era "como ungüento derramado" (Cantares 1:3). A menudo me
deleitaba en sentarme con ella en su cabaña, con su Biblia sobre sus rodillas,
y escucharla hablar del "nombre que está sobre todo nombre". Ella
mucho tiempo antes, en los primeros años de su vida, había huido a la fortaleza
del Evangelio. Creo que su ciudad favorita habría sido GOLAN, "gozo".
Su corazón parecía estar siempre lleno de "paz y gozo en el creer".
Sin duda mucha de esta
serena quietud y gozo se derivó de su vida de oración. No es poca cosa para el escritor de estas páginas saber
que no hubo un día durante más de dieciséis años, en él que no fuera personal y
especialmente recordado ante el trono de la gracia por esta humilde santa.
Una tarde del año
pasado, había entrado en su casa, llevando una jarra de agua del pozo de su
jardín. Esa fue la última vez que cruzó su umbral. Cuando abrieron su puerta,
la encontraron sola sobre sus rodillas.
La ORACIÓN, siempre había sido el deleite de su vida, había sido su consuelo y
solaz aun cerca de la muerte. Su último acto fue sacar agua de los mejores
"pozos de salvación". ¡Ella vivió en oración, y terminó con alabanzas!
¡Lector! Cuando llegues
al final de tu vida terrenal, ¿podrás estar igualmente feliz, igualmente
seguro? ¿Podrías ser capaz de regocijarte así y triunfar en el nombre de Jesús? Podrías declarar, como
lo hicieron estos dos espíritus llenos de la gloria de Dios, antes de que
fueran a descansar: "TENEMOS una
ciudad fuerte. ¡Estamos rodeados por los muros de la salvación de Dios!" (Isaías
26:1 KJV) ¿El Espíritu Santo te enseñó, como les enseñó a ellas, que eres
pecador por naturaleza y que sin Cristo estás en estado de condenación? ¿Has
escuchado la voz de Dios declarando que Él "de ningún modo tendrá por
inocente al malvado?" (Éxodo 34:7) ¿Puedes decir ahora con gozo: "En
Dios está mi salvación y mi gloria; en
Dios está mi roca fuerte, y mi refugio?"
¿Estás, igual que ellas,
realmente "escondido" dentro
de las puertas? El homicida de la antigüedad, para estar protegido, necesitaba
estar dentro de la ciudad-refugio.
Incluso si sólo estaba un paso fuera, el vengador de sangre podía derribarlo.
¡No importaba cuán cerca estuviera,
si no estaba dentro de los portales!
Entonces, no te servirá
de nada saber acerca de Cristo, y escuchar acerca de Cristo: debes conocer
la fuerza de los muros de la ciudad, la gloria de sus almenas y la belleza de
sus palacios. Es solamente "el justo
que CORRE a ella", quien está "seguro".
Qué más, en conclusión,
tengo que decir, sino repetir la solemne invitación: "¡Corre!, ¡huye por tu vida!" Cada hora que lo pospongas,
el tiempo será más corto; el vengador está más cerca; y las posibilidades de
escapar serán menos. No hay tiempo para la demora. Digo esto a los más jóvenes.
Digo más. Los jóvenes pies pueden correr más rápido, lo mismo ocurre con las
almas jóvenes. Nunca irás a Jesús tan fácilmente como ahora. No dejes que nada
te detenga. Se dice que al cavar las ruinas de Herculano (la ciudad enterrada
bajo la lava del Vesubio), el cuerpo de un hombre fue encontrado en una postura
erguida, mientras corría por la puerta de su casa para escapar de la
destrucción. Él tenía una bolsa de oro en la mano. Otros habían escapado con
seguridad. Pero este avaro amaba su oro más que su vida. Había vuelto a
buscarlo, pensando que tendría tiempo suficiente para escapar de la terrible
destrucción; pero la corriente ardiente lo alcanzó. ¡Quedó encerrado en una
tumba viviente!
Este fue, también, uno
de los más tristes incidentes relacionados con estas ciudades de refugio de la
antigüedad, cuando un desventurado fugitivo, jadeante y sin aliento, justo
cuando estaba muy cerca de la ciudad, cuando ya casi había llegado a la puerta,
se derrumbó exhausto. O quizás el caso de algún otro que se había detenido
cansado para dormir, ¡pero que fue despertado por el vengador justo frente a él,
y una espada desenfundada brillando ante sus ojos!
¡Pero, oh, es más
triste, mucho más triste, para cualquiera, joven o viejo, que perezca teniendo
a Cristo tan a la vista! Que permita que el amor al pecado, o el amor al
placer, o el amor al mundo, lo haga llegar "demasiado tarde". Estar casi a salvo, ¡pero no totalmente salvo! Y ser cortado por la
espada de la ira, o alcanzado por el arroyo ardiente: ¡teniendo el cielo tan a
la vista!!!
¡Que Dios conceda que
este no sea el caso de ninguno de ustedes!
Concluiré con una
imagen más feliz: A los ciudadanos de estas ciudades del Refugio de la
antigüedad, a veces se les veía agrupados en la parte superior de las murallas,
observando al homicida mientras se acercaba, y animándolo cuando estaba débil y
agotado. Piensen en la gran nube de testigos: Patriarcas, profetas, santos,
amigos salvos, que ahora están a salvo en sus puertas, llamándoles a no quedarse
fuera, sino a ser "imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia
heredan las promesas". "Así os digo que hay gozo delante de los
ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente".
Hemos estado hablando
de el "nombre de JESÚS".
Lee el lema sobre la
puerta de entrada de todas estas seis ciudades. Lee el lema sobre la puerta del
Refugio del Evangelio: "Y en ningún
otro hay salvación; porque no hay otro NOMBRE bajo el cielo, dado a los
hombres, en que podamos ser salvos, sino en el NOMBRE de JESÚS".
¡Jesús,
mi Refugio! Mírame
Cuando
débil y cansado, desgastado, oprimido;
Echo
toda mi ansiedad sobre ti,
Tú eres mi DESCANSO.
¡Jesús,
mi Refugio! Guía mi camino
Disipa
los matices sombríos de la noche,
Oh,
por favor, ¡brilla con rayos de alegría!
Tú eres mi LUZ.
¡Jesús,
mi Refugio! Tormentas pueden levantarse,
La
aflicción arrasa con la gran tempestad,
Pero
mi espíritu huye a Tu refugio,
Tú eres mi ROCA.
¡Jesús,
mi Refugio! Una legión de enemigos
Puede
tratar de arrojarme de la carrera,
Pero
en tu fuerza descansaré,
Tú eres mi ESCUDO.
¡Jesús,
mi Refugio! En tu provisión
Tienes
felicidad verdadera y pura,
Sin
placeres ni distracciones mezclados,
Tu eres mi GOZO.
¡Jesús,
mi Refugio! Al borde
Del
Jordán, en mi última lucha,
No
me dejarás caer:
Eres mi VIDA.
¡Jesús,
mi Refugio! Oh, mi suficiencia
Eres
todo lo que yo quiero. Lo que sea que ocurra;
A
través de la vida, en la muerte, eternamente,
¡Tú eres mi TODO!
Extraído del sitio: "Grace Gems!"
"LAS CIUDADES DE REFUGIO"
De John MacDuff
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