LA ORACION QUE DIOS SIEMPRE RESPONDE
Fragmento del libro “Él Me Ama”
Por Wayne Jacobsen
“Dado que Dios nos ofrece manejar nuestros asuntos por nosotros, permitámosle de una vez por todas encargárselos a su infinita sabiduría,
para ocuparnos sólo con él y con lo que pertenece a él.”
J.P de Caussade (siglo XVIII)
Su tiempo de enseñanza acerca del reino de su Padre estaba llegando a su fin. No tendría más oportunidad de sostener un leproso en sus manos y de sentarse en la casa de María en Betania y hablar de las maravillas de su Padre, al menos no en este cuerpo, no de la manera en que se había acostumbrado.
Había regresado a Jerusalén para una última visita. A pocos días de entregarse a sí mismo a aquellos que lo buscarían para matarlo, su corazón estaba profundamente atribulado. Estaba parado en el umbral del acto de amor y de confianza más grande que nuestro mundo jamás haya presenciado, pero él sabía que al hacerlo él mismo sería consumido. ¿Qué haría? ¿Podría confiar en el amor de su Padre y continuar el viaje, o lo cortaría en un momento de debilidad y pediría por ángeles para que lo liberaran?
Probablemente la lección más poderosa que le enseñó a sus discípulos acerca de la oración comenzó al ser interrogado acerca de cómo ellos pensaban que Él debía orar: “¿Qué diré? ‘¿Padre, sálvame de esta hora?’”
Probablemente había gestos de aprobación mientras todos reconocían cuán bueno sonaba eso para ellos. Así es como ellos solían orar. En momentos de prueba y dolor, es natural aún para alguien no creyente pedir ayuda. ¡Sálvame Dios! Si me sacas de esto te serviré para siempre.
Sus discípulos comprendían bien esa oración, pero Jesús quería que ellos aprendieran un mejor camino. Aún cuando su vida pendía de un hilo, Jesús estaba sintonizado a una mejor frecuencia. “No, fue por esta razón que he venido a esta hora.” Lo que él quería personalmente no era el asunto importante. Él estaba enfocado en otra cosa – en un propósito que trascendía su felicidad personal.
Entonces el oró la oración que él quería que escucharan, “¡Padre, glorifica tu nombre!” (Juan
12:28).
En este breve intercambio aprendemos todo lo que necesitaremos saber acerca de la oración y lo que significa seguir a Dios en esta vida. Para cada situación en la que te vayas a encontrar se te ofrecen dos opciones en oración: “Padre, sálvame” o “¡Padre, glorifica tu nombre!”
Una te llevará a la frustración y la desilusión; la otra a las más grandes maravillas en el corazón de Dios.
¿LO QUE SEA QUE PIDAS?
La enseñanza de Jesús sobre la oración parece ser increíblemente simple: Pidan lo que sea que deseen y tengan por seguro que el Padre se los dará.
Esto se vuelve complicado cuando nuestra experiencia con la oración se queda corta de este ideal. ¿Por qué nos ilusionó con tan extravagante promesa sólo para dejarnos decepcionados en tantas cosas que le pedimos?
No es difícil entender por qué El ignora nuestras peticiones más egoístas. Incluso sus discípulos tuvieron que aprender que el poder de la oración no era para sus deseos egoístas. En vez de invocar fuego del cielo como Santiago y Juan querían; Jesús les enseñó que tales ideas venían de un lugar equivocado. Y cuando ellos le pidieron que les garantizara los asientos a su izquierda y a su derecha en el cielo; él les dijo que no quedaba de él el dárselos y que en la casa de su Padre no había lugar para ninguno que quisiera sentarse por encima de otro.
Jesús nunca tuvo la intención de enseñarnos que la oración era una manera de manipular a Dios para que haga lo que pensamos que es mejor. Si observas cuidadosamente las simples declaraciones de Jesús acerca de la oración verás que están enmarcadas en medio de nuestra participación en lo que Dios está haciendo. Si bien somos invitados a pedirle a Dios lo que queramos, las oraciones que mueven la mano de Dios son aquellas que nacen de nuestra confianza en quién es él y en lo que él está haciendo.
Me asombro de lo que sería mi vida ahora si Dios me hubiese dado la mitad de las cosas que le he pedido. Sé que me he quedado estancado con deleites a corto plazo, pero no tengo idea del daño que mis peticiones egoístas pudieran haber causado. ¿Y cómo podría llegar a conocerlo como mi amoroso Padre si lo trataba como si fuera el genio de la botella?
Es mucho más difícil entender por qué nuestras oraciones por otras personas en crisis y miseria permanecen sin contestar. ¿Estaba Pedro respondiendo de cualquier manera menos que en amor cuando le prohibió a Jesús ir a Jerusalén a enfrentar a sus ejecutores? Pienso que no. A pesar de ello su exhortación fue respondida con el más duro reproche, como las palabras de Satanás para evitar que Jesús cumpliera su misión.
Pedro no entendía el propósito superior de Dios en la cruz que Jesús sufriría. Para que Dios le respondiera su oración él tendría que haber cancelado el acto que salvaría a Pedro de sí mismo. “No piensas en las cosas de Dios sino en las de los hombres” (Mateo 16:23). Pedro no entendía que su preocupación simplemente le daba voz al intento de Satanás de desanimar a Jesús en su obediencia a su Padre.
Esa era una oración “sálvame”, motivada más por el miedo que desde por el amor de Dios, y al igual que la mayoría de las oraciones “sálvame”, usualmente resisten el propósito de Dios más que servir al mismo.
“PADRE, GLORIFICA TU NOMBRE”
¡Nosotros fuimos hechos para eso mismo! Cuando Dios diseñó a los primeros seres humanos, los hizo un cuerpo, una mente y un alma para que ellos pudieran participar en su gloria y compartir su placer.
Si alguna vez has conocido esa gloria, sea estando sentado en su presencia teniendo comunión con Él o viéndolo revelarse a Sí mismo a otra persona, tú sabes de lo que estoy hablando. En esos momentos parece como si el tiempo se detuviera. Olas de alegría cruzan a través de nosotros y es tan increíble que sientes que si hubieses sido hecho sólo para ese momento, tu vida tendría sentido. “Fui hecho para esto.”
Y de hecho fuiste hecho para eso.
Jesús sabía eso de sí mismo. Enfrentado con dos opciones, “¡Padre, sálvame! O “¡Padre, glorifica tu nombre!”, El escogió la segunda. El sabía que la verdadera gloria consistía en cumplir el propósito del Padre en su vida sin importar las circunstancias. Por mucho que él padeciera en agonía en la cruz, sabía que había venido al mundo para ese momento.
“Padre, glorifica tu nombre.”
Esta es la oración que el Padre siempre responde. “Padre, que el propósito para el cual me has creado y me has colocado donde lo has hecho en el mundo sea cumplido completamente.” Esta es la oración que desarma nuestro auto-interés y afirma nuestra confianza en que el Padre que nos hizo y que nos ama tan profundamente nos conoce mejor que nosotros a nosotros mismos.
No hacemos esta elección una sola vez en la vida sino durante toda nuestra vida; en lo inmediato de cada situación que enfrentamos. Cuando no obtuve el trabajo que quería, el aumento que me merecía, o el reporte médico que yo esperaba: “¡Padre, sálvame!” o “¡Padre, glorifica tu nombre!”
Enfrentamos esta decisión cuando somos objeto de chismes maliciosos o de cualquier otro acto egoísta.
“¡Padre, sálvame!” o “Padre, glorifica tu nombre.”
También cuando nos encontramos con personas en necesidad, cuando tenemos la oportunidad de decir la verdad a pesar de que nos costará algo, o cuando podemos abogar por los que no pueden defenderse.
“¡Padre, sálvame!” o “Padre, glorifica tu nombre.”
O cuando oscuras tormentas nos rodean, y cuando las pruebas nos abruman. “¡Padre, sálvame!” o “Padre, glorifica tu nombre.”
UNA DECISIÓN DIARIA
Lo que importa no son las palabras que usamos, sino el clamor de nuestro corazón. Elige salvarte a ti mismo y estarás resistiendo a Dios cuando no tenías la intención de hacerlo. Terminarás orando contra las cosas que Dios está usando para transformarte. Te perderás sus intentos de ayuda porque no se parecen a las cosas que tú quieres.
Tengo que ser honesto. He pasado la mayor parte de mi vida haciendo oraciones del tipo “sálvame.” No siempre supe que estaba haciendo eso, pero sencillamente pensaba que Dios quería lo mejor para mí definido en mis propios términos.
Pero Dios me ha enseñado una y otra vez en este viaje que él sabe lo que es mejor en todas las cosas. La manera en que yo resuelvo mis problemas y ayudo a otros puede hacernos más daño que lo que Él está dispuesto a permitir. Cuando me negó cosas que yo quería fue porque El tenía una mejor manera, no sólo de lidiar con mis circunstancias sino de cambiarme en el proceso. Casi en cada situación parece que lo que Dios está haciendo es lo opuesto a lo que yo haría.
Cuando quiso enseñarme a confiar más en Él, había orado para que arreglara las cosas para que así yo no tuviera que hacerlo.
Cuando me quiso llevar a una participación completa en lo que me estaba haciéndome ser, yo había orado que me hiciera feliz.
Cuando quiso cambiar mi carácter para que pudiera representar su corazón delante de otros, yo le pedí que se llevara la manera como yo era y no me permitiera caer en situaciones donde “el viejo Wayne” saliera a la superficie.
Estoy tan feliz de que Él ganara, muy frecuentemente a pesar de mis oraciones más que debido a ellas. Quiero que El continúe, realmente lo deseo. Quiero que Él use todo en mi vida para moldearme más a su imagen, para que pueda completar en mí el propósito para el que me hizo.
PALABRAS FINALES
Podría continuar con otras implicaciones de lo que significa vivir en el amor de Dios, pero pienso que el cuadro está lo suficientemente claro ahora y tú serás capaz de reconocer el camino y seguirlo a donde sea que tu Padre quiera llevarte. Esa es una vida vivida mucho mejor que lo que se pueda leer.
Además, esta vida es mucho más divertida de descubrir que lo que alguien te pueda decir sobre ella. Mientras te ves a ti mismo cayendo dentro de la seguridad del amor del Padre encontrarás que tus propios pensamientos, emociones y acciones te sorprenderán.
Te pillarás a ti mismo pensando, “Yo no soy así.” Y aún así lo eres. Siempre lo has sido, sólo que había sido distorsionado y desviado por una relación rota con el Padre que te ama tanto. Busca a otros que están compartiendo el mismo viaje y tendrás la alegría de descubrir lo que ellos están aprendiendo.
El viaje no puede ser hallado en las páginas de este o de cualquier otro libro. Yace en el corazón del Padre y en el tuyo.
Yo no puedo hacer que esto suceda para ti, así que ni siquiera voy a intentarlo.
Tú tampoco puedes hacer que ocurra para ti, así que por favor no lo intentes.
Lo que puedes hacer es confiar en Dios lo suficiente como para permitirle hacerlo por ti. No te preocupes acerca de hacerte ilusiones sobre esto. Él parece amar hacer esto más que cualquier otra cosa que él hace y lo ha estado haciendo con la gente a través del curso de la historia.
Si entras a un salón donde un niño de dos años está jugando y quisieras tener una relación con ese niño, ¿quién tendría que hacer que esa relación ocurriera? ¿El niño? Por supuesto que no. Para construir una relación con ese niño, tú debes ser quien la haga. Él tendrá que responder por supuesto; pero tú debes tomar la iniciativa. Deberás encontrar el camino para conocerlo a su nivel y deberás comprometerte en las cosas que a él le interesan mientras lo llevas a una relación contigo.
Es lo mismo con Dios. Él te lleva muchísimos más años que tú a un niño de dos años. Él tomará la iniciativa a tu invitación. Simplemente pídele que comience a revelarte cuánto te ama y él será capaz de llevarte de allí en adelante.
“Glorifica tu nombre.”
En todos nosotros, ahora y hasta el fin del tiempo. Y por toda la eternidad. Amén.
En Cristo también fuimos hechos herederos,
pues fuimos predestinados según el plan de aquel
que hace todas las cosas conforme al designio de
su voluntad, a fin de que nosotros…seamos para
alabanza de su gloria.
- EFESIOS 1:11-12
Para tu viaje personal
Revisa las cosas por las que estás orando actualmente. ¿Qué oraciones son del tipo “sálvame” y cuáles son oraciones tipo “glorifica tu nombre”? ¿Cuáles sirven a tus deseos y cuáles son el resultado de entender el propósito de Dios en las situaciones en las que te encuentras? Pídele que te revele cada día cuál es su propósito en las circunstancias que encuentras y ora para que Él continúe revelándolo mientras te lleva más cerca de sí mismo.
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