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ROMANOS 4:13- 15 y 5: 1-11 - En lenguaje contemporáneo



De la Versión “The Message” – Por Eugene Peterson
Traducción por Claudia Juárez G.

Romanos 4:13-15 La célebre promesa que Dios dio a Abraham –de que él y sus hijos poseerían la tierra, no se la dio por algo que él hizo o dejó de hacer. Estaba basada en la decisión de Dios de preparar y disponer todas las cosas para Abraham de tal forma, que después él poseyó la promesa cuando la creyó. Si aquellos que reciben lo que Dios les da, fuera sólo por medio de hacer todo lo que se les dice que hagan y por llenar todos los formularios adecuados y firmarlos debidamente, ¡eso eliminaría por completo la confianza en Dios y convertiría la promesa en un contrato blindado! Eso no sería una promesa sagrada, sino un negocio. Un contrato estricto y elaborado por un abogado con muchas letras pequeñas, sólo busca asegurarse de que usted nunca será capaz de beneficiarse de él. Pero si no hay un contrato en primer lugar, sino simplemente una promesa, y una promesa de Dios, no se puede romper.

16 Esta es la razón del porqué el cumplimiento de la promesa de Dios depende enteramente de confiar en Dios y en Su forma de llevarla a cabo, y luego simplemente abrazarnos de Él, y de lo que Él hace. La promesa de Dios llega meramente como un autentico y puro regalo. Esa es la única forma de que todo el mundo puede estar seguro de obtenerla, tanto para aquellos que guardan las tradiciones religiosas, como para aquellos que nunca han oído hablar de ellas. La promesa para Abraham fue ser el padre de todos nosotros. Si revisamos la historia, él no es nuestro padre en la carne o racial. Él es nuestro padre en la fe.

17-18  Llamamos a Abraham "padre", no porque él consiguió la atención de Dios por medio de vivir como un santo, sino porque Dios hizo algo externo, desde afuera de Abraham, cuando él era un don nadie. ¿No es esto lo que siempre hemos leído en las Escrituras, cuando Dios dice a Abraham: "Yo te pondré como padre de muchos pueblos"? Abraham fue el primero en ser nombrado "padre" y llegó a ser un padre porque se atrevió a confiar en que Dios haría lo que sólo Dios puede hacer: levantar de la muerte a la vida, Dios con una palabra hace algo de la nada. Cuando no había esperanza, Abraham creyó de todos modos, decidiendo vivir, no basado en lo que veía que él mismo no podía hacer, sino en lo que Dios dijo que Él haría. Y así se hizo padre de una multitud de pueblos. Dios mismo le dijo: “¡Vas a tener una gran familia, Abraham!”

19-25 Abraham no se centró en su propia incapacidad y dijo: "Es inútil. Este cuerpo de cien años, nunca podrá engendrar un hijo". Tampoco se puso a examinar las décadas de infertilidad de Sara, y se dio por vencido. No recibió con desconfianza la promesa de Dios haciendo preguntas escépticas con cautela. El se sumergió en la promesa y llegó a ser fuerte, preparado para recibir de Dios, seguro de que Dios absolutamente haría lo que le había dicho. Es por eso que se dice: "Abraham fue declarado acepto ante Dios por medio de confiar en que Dios lo haría justo". ¡Pero esto no se trata sólo de Abraham, sino también de nosotros! Lo mismo se ha dicho de nosotros cuando aceptamos y creemos en Aquel que llevó a Jesús a la vida cuando las condiciones eran igualmente desesperadas. El sacrificio que Jesús hizo, nos hizo aceptos para Dios, nos hizo justos ante Dios.

Romanos 5
Desarrollando paciencia

1-2 Por medio de entrar a través de la fe en lo que Dios siempre ha querido hacer por nosotros –haciéndonos justos y aceptos ante Él-  Dios nos ha favorecido de forma indescriptible a causa de nuestro Maestro Jesús. Y eso no es todo: Al abrir nuestras puertas de par en par a Dios, hemos descubriendo al mismo tiempo que Él ya había abierto Su puerta de par en par para nosotros. Nos encontramos de pie en donde siempre tuvimos la esperanza de estar: en los verdes y espaciosos prados de la gracia y la gloria de Dios, de pie erguidos y clamando nuestra alabanza.

3-5 Y hay más por venir: Continuamos proclamando nuestra alabanza, incluso cuando estamos arrinconados con problemas, porque sabemos cómo los problemas pueden desarrollar apasionada paciencia en nosotros, y la forma en que la paciencia a su vez forja el acero templado de la virtud, manteniéndonos a la expectativa de lo que Dios va a hacer a continuación. Viviendo alertas en una expectativa como esta, nunca vamos a permanecer sintiéndonos enfadados. Muy por el contrario, ¡a penas si podremos contener todo lo que Dios generosamente derrama en nuestras vidas a través del Espíritu Santo!

6-8 Cristo llegó justo a tiempo para hacer que esto sucediera. Él no espera, ni esperó a que nosotros estuviéramos listos. Él se presentó a sí mismo para este sacrificio de muerte cuando éramos demasiado débiles y rebeldes para poder hacer nada para estar preparados. E incluso, si no hubiéramos sido tan débiles, no habríamos sabido qué hacer de todos modos. Podemos entender que alguien muera por una persona por quien vale la pena morir, y podemos entender cómo alguien bueno y noble podría inspirarnos un sacrificio desinteresado. Pero Dios llevó hasta el limite su amor para con nosotros al ofrecer a su Hijo en un sacrificio de muerte, mientras que de ninguna forma lo merecíamos.
                                                                         
9-11 Ahora que estamos en paz con Dios por medio de este sacrificio de muerte, por medio del sacrificio consumado de sangre, no existe más la cuestión de estar enemistados con Dios de ninguna manera. Si cuando nos encontrábamos en la más miserable condición, fuimos puestos en términos amistosos con Dios por el sacrificio de muerte de su Hijo, ahora que estamos en nuestra mejor posición, ¡sólo piensa por un momento cómo nuestras vidas se expandirán y profundizaran por medio de la vida que hay en su resurrección! Ahora que ya hemos recibido esta asombrosa amistad con Dios, ya no nos conformamos simplemente con decirlo en una prosa elaborada. ¡Cantamos y proclamamos en voz alta nuestras alabanzas a Dios, a través de Jesús, el Mesías!


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