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DELEITATE EN DIOS ( CAP. 19, 20)

DELEÍTATE EN DIOS 
Una Biografía de George Mueller 
Por Roger Steer 
TRADUCCIÓN ESPAÑOLA – Juan Luis Molina
Con la colaboración de Claudia Juárez Garbalena


19

A La Casa Blanca

Los Mueller salieron para los Estados Unidos en agosto de 1877 a bordo del trasatlántico Sardinian de 4.000 toneladas. Por algunas razones fueron alojados en el alto compartimiento oficial como camarote, al cual Susannah halló ´tolerablemente confortable´.
Aunque el Atlántico estaba revuelto, el barco permaneció en su rumbo hasta que se adentró en una densa niebla próxima de Newfounland. El capitán Dutton había permanecido en pie vigilante en el puente durante veinticuatro horas cuando Mueller se  acercó a su lado.
´Capitán, he venido a decirle que debo estar sin falta en Quebec el sábado por la tarde.´
´Eso es imposible´, dijo el capitán.
´Muy bien´, dijo Mueller, ´si su barco no puede llevarme, Dios debe ingeniarse alguna otra manera - jamás he roto un solo compromiso que haya hecho en cincuenta y dos años. Vamos a bajar los dos a la sala de reuniones y orar juntos.´
El capitán Dutton se rascaba la cabeza preguntándose de qué tipo de asilo se habría escapado aquel lunático Mueller.
´Sr. Mueller´, le dijo él, ´ ¿sabe usted cuán densa es esta gran niebla que nos rodea?
´No, mis ojos no están puestos en la densidad de la niebla, sino en el Dios viviente Quien controla todas las circunstancias de mi vida.´
Entonces Mueller se arrodilló y oró con palabras sencillas. Cuando acabó, el capitán iba también por su turno a comenzar a orar, pero Mueller le puso su brazo por sus hombros.
´No ore más. En primer lugar, usted no cree que Él nos vaya a responder; y además, yo creo que ya lo ha hecho. Ya nos ha respondido, así que no hay necesidad de que usted tenga que orar.´
El capitán Dutton miró a Mueller muy sorprendido.
´Capitán´ continuó Mueller, ´Yo conozco a mi Señor desde hace cincuenta y dos años, y nunca se ha dado el caso desde entonces que yo quiebre un compromiso con el Rey. Levántese, capitán, y abra la puerta, y verá que la niebla ha desaparecido ya.´
El capitán se dirigió hacia la puerta de la sala y la abrió. La niebla había desaparecido.
El capitán Dutton relataría muchas veces esta historia durante su larga carrera como maestro del Sardinian; un bien conocido evangelista del siglo diecinueve describió a este capitán como ´uno de los más devotos hombres que yo haya conocido.´
Cuando estaban llegando a las costas de Quebec, el Sardinian disparó sus armas en señal de su aproximación. En el Hotel San Luis, había una gran cantidad de cartas aguardando con invitaciones a Mueller para ir a predicar. Pero antes de dirigirse hacia el sur hasta Nueva York, se tomaron el tiempo para visitar las Cataratas del Niágara.
La pareja se sintió desilusionada en el primer puesto de observación que pararon, era muy distante de la Catarata. Después que fueron conducidos a través de un puente que se localizaba por debajo de la Catarata Americana, subieron por unas escaleras hasta Luna Island, y después, estando muy próximos del precipicio, comenzaron a apreciar la magnitud y grandeza de las Cataratas Americanas.
´Esta vista´, pensaron ellos, ´lo supera todo; ¡con toda certeza, esta debe ser la mayor catarata del mundo!´
Pero no lo era; después de unos pocos pasos más, llegaron enfrente de la gran Catarata Herradura, en el lado del rio que entra en Canadá, debitando mil quinientos pies cúbicos de agua por hora sobre los desfiladeros dentro de una enorme, espumante y humeante caldera en su base. Admiraron los Rápidos por donde el Niágara bajaba, como lo describe Susannah, ´entre grandes monumentos rocosos, grandes masas de piedra y enormes bloques de roca´,  y donde ´sus aguas ondean y espuman, en diez mil fantásticas configuraciones, y en el salvaje torbellino, a medida que frenéticamente corre y se precipita en el abismo que tiene hacia abajo.´
El domingo por la mañana, del 9 de septiembre, en el Tabernáculo del Dr. Talmage – dijo, refiriéndose a esta iglesia como siendo la más grande de los Estados Unidos. El Reverendo Profesor E. P. Thwing presentó a Mueller a la congregación. El visitante de Bristol predicó durante tres cuartos de hora. Después de una reunión por la tarde, una de las primeras niñas de Ashley Down, que ahora estaba casada y establecida en América se acercó a la sacristía para saludar a los Mueller.
Mueller predicó alrededor de cincuenta veces en barrios de Brooklyn y de Nueva York, incluyendo algunas veces en alemán para la vasta población de origen germán. Después viajaron hasta Boston donde el primer compromiso que tenía Mueller se daría en el Tabernáculo de Moody – un enorme edificio que albergaba setecientas personas.
Mueller predicó dos veces en la Antigua Iglesia Presbiteriana de Newburyport, fundada por George Whitefield, y produjo una gran sorpresa porque se le dio a leer en la Biblia que había pertenecido al gran hombre cuya biografía él había leído cuarenta años antes; la Biblia no se abría normalmente. Mueller habló desde el púlpito que se sitúa justo por encima de la tumba donde Whitefield se encuentra enterrado.
´! Dios te ha enviado a América, querido hermano! Le dijo un pastor a Mueller después de haber predicado en la Iglesia del Dr. Mitchell en Washington. ´Este es el tipo de enseñanzas que apreciamos y deseamos; algo que despierte y levante tanto a Cristianos como a incrédulos. ¡Dios le ha traído a Usted a América, si señor! De eso estoy seguro´.

En la mañana del 10 de enero de 1878, a las nueve y media, a los Mueller les aguardaba una comisión muy especial. Habían sido convidados a la Casa Blanca para reunirse con el Presidente Hayes y su esposa. ´Nos recibieron con gran cortesía´, dijo Susannah,´ y después de hacernos varias preguntas acerca de nuestra obra en Inglaterra, el Presidente mantuvo una conversación con el Sr. Mueller que se extendió por una media hora. La Sra. Hayes después nos condujo en una visita guiada a través de la Casa Blanca, una enorme y antigua mansión, y nos mostró los apartamentos de Estado, con los variados objetos de interés que esta residencia contiene.´
Mueller tuvo unas fatigantes tres semanas en Washington, predicando generalmente dos veces al día, pero tuvieron tiempo suficiente para escalar los cuatrocientos pies de altura hasta la cima de la roca que hay sobre el Edificio del Capitolio y admirar desde allí la vista que tiene.
Desde Washington, viajaron hasta Salem, en Virginia, en las Montañas Allegheny, y la fama de Mueller le precedió. En la Iglesia Luterana, ´cientos de jóvenes estaban presentes, la mayor parte de ellos, estudiantes de Colegio Roanoke y del Seminario Teológico, muchos de los cuales se agolpaban a la entrada de la sala; mientras que otros se sentaban en la parte del púlpito juntando sus lugares. La galería se encontraba amontonada de gente. A espaldas de estos varios jóvenes se encontraban situados, con sus cabezas pegadas a los barrotes y sobre el estrado de los asientos en la galería, unos cuantos jóvenes con sus piernas fluctuando en el vacío, en una un tanto peligrosa posición.´
´Este buen hombre,´ dijo el Colegial de Roanoke en su artículo que escribió en enero de 1878, bajo el título El Reverendo George Mueller, ´tan sobrada y vastamente conocido y bien recibido, como el fundador de los Hogares para Huérfanos en Bristol, en Inglaterra, y como el autor de Verdades de Vida, se ha dignado a visitarnos…él mide cerca de seis pies de altura, es muy derecho y su cabello está plateado con la edad; su rostro manifiesta las señales distintivas del alemán refinado, mientras que su personalidad,  que tiene mezclas de clásico y de militar, impresiona antes que nada por su expresión de gozo y santa quietud, que se sobrepone en el semblante…Pedir impropiamente, y pedir acertadamente son los dos temas en su sermón. Pedir indebidamente es pedir algo proveniente de uno mismo. Pedir correctamente conlleva tres partes: 1º. El deseo en sí de la Gloria de Dios. 2º La confesión de nuestra incapacidad y depender sólo de los méritos de Jesús. 3º Creer que recibiremos las cosas por las cuales Le hemos pedido.´
El viaje siguiente llevó a la pareja a través de cuatrocientas millas hasta Columbia en Carolina del Sur donde permanecieron con el Jefe de Justicia Willard. El Sr. Willard les presentó al Gobernador y Secretario del Estado de Carolina del Sur. Mueller abrió con una oración la reunión en la Casa de los Representantes de Estado.
A finales de febrero, los Mueller embarcaron en un barco de rio para hacer un viaje un tanto fatigante a través del rio Savannah hasta Jacksonville, en cuya travesía el barco Ciudad de Bridgetown crujió con las intemperies algunas veces. En Jacksonville, una vasta audiencia se había juntado para oír a Mueller – descrita como siendo la más vasta congregación conocida en aquella ciudad hasta entonces reunida.
Después de varias reuniones que tuvieron lugar en Montgomery y Nueva Orleans, la intrépida pareja embarcó en el mercante Jhon Scudder para cruzar la travesía sobre el río Misisipi que va a dar a Memphis. Aunque es cierto que la comida servida a bordo fuese excelente, George y Susannah se sintieron perturbados con el hecho de que no hubiese otra agua disponible para beber, excepto el agua del propio rio. Esta agua se encontraba tan llena de impurezas y sedimentos orgánicos que llenaba el fondo del vaso o taza donde se depositase. Los pobres George y Susannah no sabían si sería mejor bebérsela caliente o fría, en forma de té o de café. Por fin, llegaron a la conclusión de que juntándola con hielo, haciendo un helado, y después mezclándolo todo con un poquito de vino, se obtenía un buen sabor. Mueller predicó a ´pasajeros de todo tipo de razas oscuras así como las compañías de navegación consiguen atender´ pero se dio cuenta que los pasajeros eran gente  ¨de hábitos locos mundanos, que se pasaban el tiempo gozando con música, canciones, danzas y juegos de azar, del cual mundo no tenían escapatoria posible, así cómo comprobábamos desde nuestro camarote y podíamos observar lo que estaba ocurriendo´. Si los Mueller hubiesen recorrido ese mismo trayecto de viaje diez años más tarde, las bandas de música de New Orleans que llegaron a ser posteriormente tan populares, hubiesen sido una irritación más que hubiesen tenido que soportar.
El 18 de abril (1878) los Mueller llegaron a las cinco y media en punto, y reposaron del largo viaje desde San Luis hasta San Francisco que distaba por tierra cerca de dos mil y cuatrocientas millas entre sí. Viajaron en el reservado compartimiento de un carruaje Pulman, que hasta Susannah condescendió diciendo que era lo suficientemente confortable como para poder descansar y dormir. En el transcurso de la primera mañana, cuando llegaron para desayunar en el Council Blufs fueron sorprendidos por una multitud de emigrantes en California, entre los que Mueller distribuyó algunos panfletos. Después de Omaha, en Nebraska, su viaje los llevó a través de las planicies, y a cierta altura Susannah no podía comprender por qué el tren viajaba a tan solo quince millas por hora. Por fin se dio cuenta (tal vez se lo dijese su marido) que estaban escalando gradualmente miles de metros por encima del nivel del mar; la escalada era realmente tan larga e inclinada que la maquinaria no resistió y se averió, y los pasajeros habían salido al exterior para contemplar la espectacular vista que había. Mueller y su mujer aprovecharon la oportunidad para distribuir algunos impresos más. Con la avería de la maquinaria parcialmente reparada la travesía se hizo aun más lenta y demorada hasta llegar a Sherman, la estación de tren más alta del mundo, donde el frío era muy intenso y la nieve abundante.
Cuando llegaron a Wells, vieron grupos de Indios vestidos con paños de color escarlata muy grueso y mantos de lana con colores brillantes; (antes de la era en que televisaran películas del oeste), y la Sra. Mueller estaba intrigada con la ´curiosa apariencia de sus sombreros, llenos de plumas y de cintas coloridas´; y se dio cuenta de que ellos ´tenían sus rostros pintados con listas coloradas´.
Después de descender por la montaña en la mañana del 23 de abril, avistaron por primera vez California. ´Una magnifica perspectiva de indescriptible grandiosidad de repente surgió ante nuestros ojos. Por encima de la estación (Summit) y a lo alto, innumerables picos de montañas se elevaban sobre el cielo; el sol, que lucía resplandeciente, iluminaba la nieve dando un testimonio que era deslumbrante; estábamos rodeados de abismos profundísimos, colinas y montañas; millones de pinos y de abetos crecían en las encostas de las montañas´; y miles de metros por debajo de nosotros se extendían hermosos valles vestidos con las más ricas vestiduras que le daban mucha belleza a todo el escenario.´
A las ocho en punto el conductor asomó su cabeza por la puerta del carruaje.
´! El Cabo de Horn!´ anunció a gran voz.
Los pasajeros se levantaron, mirando por las ventanillas para ver cómo el tren atravesaba lentamente el puente de un precipicio con cerca de dos mil quinientos pies de profundidad. Atravesando Emigrant´s Grap comenzaron a descender hasta adentrarse en California. El tiempo estaba templado y Susannah vio que ´los campos estaban cubiertos de hierba, mezclada con brillantes ramos de flores salvajes; margaritas, geranios, rosas salvajes que estaban floreciendo…y millones de una flor original de California de un amarillo muy intenso, mezclado con naranjas superaba todo lo demás´.
´Yo nunca he visto flores más hermosas que las de California,´  gritó un pasajero.
En la estación de Oakland, en S. Francisco, fueron recibidos por dos amigos que los llevarían para que embarcasen en El Capitán que los llevaría hasta la Bahía de S. Francisco y de ahí al Hotel Palace donde se les había reservado una suite de cuartos de los cuales, Susannah se apresuró a decir, que sus amigos le habían providenciado.
En su primer domingo en California, Mueller predicó a dos mil personas en el Tabernáculo de la Iglesia Presbiteriana en la Calle Tyler. El martes, un amigo llegó con su carruaje de caballos y se los llevó a dar una vuelta turística. Pasearon por la playa y se refrescaron sus rostros con la brisa del Pacífico. Entonces, Susannah recordó, ´nuestro amigo nos condujo hasta Cliff House, un hotel edificado sobre una alta roca desde donde se contempla el océano, y donde, desde un balcón tuvimos la oportunidad de observar leones marinos que son muy frecuentes entre las rocas que se adentran en el mar. Centenas de estos curiosos criaturas anfibias se encontraban allí con sus hocicos y sus cuerpos brillando por el agua salada. Algunos estaban tumbados al sol en porciones secas de las laderas rocosas, otros saltaban dentro del mar, y había varios que estaban escalando zonas más elevadas en las rocas, y otros reñían entre sí.´
´En el Hotel Cliff House, un hombre que estaba allí hospedado se acercó a la mesa donde se encontraban.
´Sr Mueller, debo presentarme a usted. Yo soy un hermano de Emma Evans, una niña de la que usted cuidó en Ashley Down. Regularmente atendía a sus predicaciones cuando yo vivía en Bristol hace muchos años atrás. Escuché que llegaba a los Estados Unidos, y justo en este momento para delicia mía le acabo de reconocer.´
Antes de que los Mueller saliesen, el visitante ofrendó a Susannah  y a George con un ramo de flores.
En Oakland, todas las principales iglesias cerraron para que sus congregaciones y sus ministros pudiesen escuchar a Mueller predicar en la Primera Iglesia Presbiteriana. Junto con la multitud que acudió, centenas de personas no pudieron entrar y se perdieron el sermón de Mueller sobre Lamentaciones 3:22-26.
´Hemos asistido a una reunión maravillosa´, le comunicó un pastor a Mueller posteriormente.

En S. José, llegó una carta para los Mueller de una mujer cuya hija había sido convertida a la edad de catorce años, pero dos años después se mezcló con el espiritismo en donde ha estado atada durante nueve años. En S. Francisco, sin embargo, ella escuchó predicar a Mueller varias veces y se quedó profundamente impresionada por uno de los sermones en particular. ´Usted es la primera persona que ha encontrado y abierto el camino de su corazón en todos estos nueve años.´ escribió la mujer a Mueller, ´ella dice que no se hubiera perdido aquel sermón ni por cien dólares que le diesen´.
Después de predicar continuamente en S. Francisco y Stockton, Mueller precisó de descansar y la pareja aceptó una sugerencia para que fueran a visitar el parque natural Yosemite Valley. Ellos habían sido avisados de que aquel viaje en un coche de caballos californiano sería una inolvidable aventura. ´Nuestro cochero conducía furiosamente´, recordó Susannah después de haberse recuperado de la experiencia. ´ Escarpado o liso, montes y valles, todo le daba igual a él. Una vez pasamos por encima de una gran piedra, y en seguida choco con la rueda y luego contra la otra; y que hiciésemos un alto en el camino en el descenso de la montaña jamás se le pasó por la cabeza. El hombre era sin duda alguna un chofer muy experto, y en ningún momento sentimos miedo; pero, siendo nosotros simples y sensatas personas, desacostumbrados con tal manera de proceder, teníamos que estar agradecidos, y tornar las cosas más sencillas; y además de eso, estábamos deseosos y con muchas ganas de acabar nuestro viaje sin ningún hueso partido. Por la generosidad de nuestro Señor, sin embargo, llegamos al Hotel Priest sanos y salvos, donde se nos había reservado una habitación para pasar la noche; y después de un viaje de once horas y media, nos retiramos inmediatamente a descansar.´
Después de tres días en Yosemite Valley se levantaron a las cuatro y media en punto para emprender el camino de vuelta con otros diez pasajeros más en un carruaje para cinco caballos. A las cuatro de la tarde se cruzó con nosotros otro coche de caballos más pequeño transportando dentro a un hombre y una mujer, el cual tuvo que encostarse a un lado del camino, para dejar pasar el largo carruaje nuestro. De repente, la mujer que iba dentro dio un salto y se puso de pie fuera.
´¿No es ese el Sr. Mueller?´
´Si, es él.´
´!Entonces tengo por fuerza que extenderle mi mano, señor! He leído su Verdades de Vida y ha sido una gran bendición para mi alma.´
George y Susannah sacaron sus cuerpos por la ventanilla para darles sus manos a la mujer y a su marido.
´!Ore por mí!´ gritó la mujer a medida que los dos carruajes se distanciaban el uno del otro.  

En Salt Lake City, la gran sede del Mormonismo, visitaron Lion House, la primera casa del fundador Brigham Young. ´Su cuerpo permanecía sepultado en una miserable y descuidada parcela de terreno –de unos metros cuadrados– y su tumba está cubierta por una gran piedra plana, que tenía incrustada una inscripción; ´Pero´ dijo Susannah con cierta ironía: ´lo que el epitafio decía, no nos dimos al trabajo de descifrar.´ Mueller predicó en la Iglesia Metodista a una vasta congregación que incluían varios Mormones.
A finales de junio, embarcaron en El Adriático hacia Liverpool después de que Mueller hubiese predicado más de trescientas veces y de haber viajado por más de mil novecientas millas. El viaje había durado un año entero y, el 18 de julio, ´llegando a través de coche de caballos abierto hasta la cima de Ashley Hill a las cuatro y media, se encontraron un pequeño ejército de niños y niñas con casi todos nuestro personal de trabajo en el Orfanato esperando para recibirnos. Entonces, a medida que nos íbamos acercando despacio, los niños gritaron con gozo, y las niñas agitaban sus pañuelos y cintas, determinados en ofrecernos “una verdadera bienvenida de reyes”; y a la entrada del Orfanato Núm. 3, una multitud de niños se nos acercaron y rodearon, con amorosos y amigables saludos´



20

Por la Fe Simplemente

Más de cuarenta años habían pasado desde que Mueller procurase por primera vez demostrar, a través de la fundación y el mantenimiento de un hogar para niños de acuerdo a ciertos y definidos principios, de que existe una ´realidad en los asuntos de Dios´. En el transcurso de ese periodo muchos habían quedado convencidos por la demostración, y fueron rescatados del escepticismo hacia la fe. La respuesta de aquellos que se hicieron cristianos generalmente resultaba en un compromiso mayor y más de corazón para vivir una vida de oración y servicio a Dios. La más significativa de todas estas conversiones fue el efecto que el conocimiento de la vida de Mueller produjo en un joven irlandés, James McQuilkin, y subsecuentemente a través de él en el florecimiento que se dio en 1859.
Poco tiempo después de convertirse en cristiano en 1856 McQuilkin, le llegó a sus manos el prólogo del primero de los dos volúmenes de Mueller Narrativas. Él se las ingenió para obtener una copia en enero de 1857 y se quedó impresionado con lo que leyó.
´Mira cuantas cosas obtuvo el Sr. Mueller por la oración simplemente´, pensó para sí mismo. ´Es evidente que se pueden obtener muchas bendiciones a través de la oración.´
En el otoño siguiente McQuilkin se dirigió hablando a un pequeño grupo de hombres que acostumbraban reunirse con él para orar regularmente en Connor.
´Dios me ha bendecido muchísimo leyendo las Narrativas de algunos hechos del Señor con George Mueller. Ahora sé muy bien el poder tan grande que hay en la oración creyente. Sugiero que nos juntemos para orar con regularidad para que se dé un derramamiento del Espíritu Santo en este distrito. Ya habéis debido oír hablar del florecimiento que se está dando por muchas partes de América. ¿Por qué nos privaríamos nosotros de ver tal obra aquí viendo que Dios ha hecho cosas tan asombrosas a través del Sr. Mueller, por la simple respuesta a las oraciones?´
En marzo de 1859, estos hombres jóvenes organizaron una serie de reuniones en las proximidades de Ballymena; la atmósfera en la región llegó a ser electrizante, con cientos de personas arrodillándose para orar por el arrepentimiento en las calles. En mayo el movimiento llegó hasta Belfast y comenzó a influenciar a iglesias de todas las denominaciones. En el afloramiento que se dio, la vida de cientos de millares de personas se vio afectada.
Antes de finalizar el año, esta llama ardía tanto por los Estados Unidos como también por Europa. Uno de los resultados del afloramiento, fue que miles de hombres sintiesen en sus corazones que Dios los estaba llamando para llegar a ser ministros evangelistas de tiempo entero. En Inglaterra, un hombre que había sido en Exeter zapatero de nombre George Brearley  dedicó su vida devotamente a predicar y a trabajar en Blackdown Hills, en los límites con Devon y Somerset. Edificó o reabrió la capilla de la ciudad, donde se mantuvo en activo como pastor y fundador de Las Escuelas de Días.
Las escuelas que George Brearley y su hijo Walter que establecieron en las montañas Blackdown eran –igual que otras muchas escuelas en Bretaña y alrededor del todo el mundo– financiadas por la Institución para el Conocimiento de la Escritura de Mueller. La última de estas escuelas –en Bishopwood– no se cerró hasta 1947, cuando los servicios de educación del Estado finalmente la dieron por redundante y superfluo.
En los años que transcurrieron desde 1870 hasta 1880, la Institución para el Conocimiento de  la Escritura financió completamente cerca de ochenta Escuelas de Día para niños y media docena de Escuelas para Adultos; y además, parcialmente, también financiaba otras entre cinco a diez escuelas diferentes más. En el año financiero de Mueller de 1879-80, la Institución era enteramente responsable por la educación de más de siete mil niños en sesenta y seis escuelas alrededor de todo el mundo, así como de siete Escuelas de Adultos. De estas escuelas, catorce se situaban en España, cuatro en India, una en Italia y seis en la Guinea Británica; el resto se hallaban en Inglaterra y en Gales.

Otro converso del afloramiento de 1859, posteriormente famoso, fue un hombre joven de Manchester llamado Henry Moorhouse, quien, en 1861 llegó como jugador de cartas y juegos de azar y borracho empedernido a un encuentro en el Alhambra Circus en Manchester, procurando problemas, y fue convertido al escuchar el solo nombre – Jesús; él ´que había entrado buscando conflictos, permaneció y acabó alabando en oración.´
En 1867, Moorhouse se encontró con D. L. Moody en Dublín, y posteriormente Moody escuchó a Moorhouse predicar mientras se encontraba de visita en Chicago. ´Nunca me olvidaré de esas noches´  recordaría Moody más tarde. ´Yo he predicado desde ese momento un evangelio diferente, y he obtenido más poder con Dios y con los hombres desde entonces.´ Moorhouse llegó a tener una amistad muy próxima con Moody y Sankey; se decía que Moorhouse fue el hombre que hizo mover al hombre que hizo mover la palabra´; y que él le enseñó a Moody que Dios odiaba al pecado, pero que amaba a los pecadores.
Durante el último año de su vida, Moorhouse vendió Biblias y panfletos viajando en un coche de caballos, y dirigió campañas evangelistas en el distrito industrial de Lancashire, de Yorkshire y de Leicestershire. En dos años Moorhouse vendió por encima de quince mil Biblias y Testamentos, y esparció millones de libros e impresos; toda su literatura era abastecida por la Institución para el Conocimiento de las Escrituras de Mueller en Bristol.
En agosto de 1878, Moorhouse escribió a Mueller desde Blackpool:

Mi querido Sr. Mueller, estamos disfrutando aquí de un tiempo glorioso, vendiendo cerca de mil copias del Nuevo Testamento por semana, y predicándole a miles de personas a cielo abierto. Le incluyo un recibo de pago de 12 libras y diez chelines. Envíenos por favor tres mil Nuevos Testamentos de dos peniques cada uno. Muchísimas gracias por su generosidad en ofrecérnoslos por la mitad de su valor. Dios le bendiga, querido Sr. Mueller.

En respuesta cuando recibió los Nuevos Testamentos enviados, Moorhouse volvió a escribir desde Blackpool:
     
Querido Sr. Mueller, Los Nuevos Testamentos han llegado a salvo desde Londres. Le agradezco muchísimo que nos los haya hecho llegar a un penique cada uno. Los gastos del Carruage del Evangelio, con caballos, linternas y alquiler de locales deben rondar las 3 libras por semana; y estoy confiado de que con la venta de las Biblias etc. se podrán muy bien suplir. Me gustaría mucho que viese las miles de personas que están escuchando la predicación del evangelio a campo abierto, y algunas veces con cientos de ellos llorando. Viendo todo esto, usted diría que es la obra del Señor. Ojalá que surgiesen una docena más de carruajes por la ciudad – He hallado una multitud, en los Estados Unidos, que fueron muy bendecidos por su ministerio allí; y muchos fueron los ministros que me dijeron lo mucho que le amaban a usted.

Cuatro años antes en 1876, Moorhouse –que nunca había sido robusto– recibió la noticia de su médico diciéndole que su corazón se encontraba muy débil; había seguido su obra con el mismo efervescente y enérgico espíritu que anteriormente. En septiembre de 1880, Mueller recibió la última de las cartas enviadas por Moorhouse:

Querido Sr. Mueller, hemos pasado un tiempo glorioso en Darlington y en Stockton-Tees. Decenas de millares de personas en estos lugares tan recónditos han escuchado el glorioso evangelio de nuestro Señor Jesús. Hemos llevado el carruaje a muchos sitios y predicado a todas las razas, pero nunca habíamos pasado una semana como la que pasamos en estos dos sitios…Si hubiera visto los cientos de personas que había oyendo con rostros de veneración, y muchos llenos de lágrimas ante la simple historia del Calvario, su corazón se regocijaría, y se daría por satisfecho y pagado por todas las pérdidas con las que nos ha dado soporte, dándonos las Escrituras y los pequeños libros del Evangelio a tan bajo precio. Que Dios siga bendiciendo su vida, amadísimo Sr. Mueller.

Unas pocas semanas después, Henry Moorhouse fallecía. En el año en que murió (1880), la Institución para el Conocimiento de la Escritura de Mueller vendió cerca de cien mil Biblias y Nuevos Testamentos a precios reducidos y ofreció gratuitamente otras cuatro mil. Así como en ingles, las Biblias eran en galés, dinamarqués, holandés, francés, alemán, italiano, portugués, español, ruso, sueco, griego y hebreo. En el mismo año, la Institución hizo circular cerca de tres millones y medio de panfletos y pequeños libros.
Durante la vida de Mueller, la Institución que él y Henry Craik habían fundado en 1834 gastó cerca de medio millón de libras esterlinas con otros objetivos además de la obra de los Huérfanos. De este dinero, Mueller gastó cerca de 115.000 libras en la obra con las escuelas alrededor del mundo, cerca de 90.000 libras en la distribución de Biblias, Nuevos Testamentos, impresos y libros, y más de 260.000 libras en las obras misioneras mundiales. En los años de más intensidad en la obra misionera en los tempranos 1870, Mueller envió 10.000 libras en abono anual de cerca de doscientos misioneros. A mediados de los años de 1880 los gastos ascendían a cerca de 5.000 libras al año y nada menos que ciento treinta misioneros eran soportados financieramente. Todos estos gastos eran aparte de la suma de cerca de un millón de libras que Mueller gastó durante su vida en la obra residencial con los niños en la Calle Wilson y en Ashley Down.
´Mira lo que el Sr. Mueller ha obtenido simplemente a través de la oración´, había dicho James McQuilkin’. Así que yo también puedo y debo obtener bendiciones a través de la oración.´ Y como hemos visto, así lo hizo. De hecho existe una sencillez muy grande en la oración - ´Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; y a quien llame a la puerta, se le abrirá.´ Esta es la simple promesa de Mateo 7:7-8 con la cual Mueller comenzó un sermón hablando acerca de la oración en 1880.
´Esto ha sido escrito para  nosotros, esta es la promesa con respecto a la oración´, dijo Mueller en su sermón, ´Yo creo que nadie podría añadirle nada a lo que nos dice: “Pedid, y recibiréis”. Sin embargo, aunque la promesa sea tan completa, tan profunda, tan extensa, y tan preciosa en todas sus veredas, tenemos que, como tenemos que hacer en otras partes de la Palabra de Dios, comparar Escritura con Escritura, porque hay otras partes donde se nos añaden  más cosas al respecto, y son dadas condiciones nuevas, las cuales, si no las tenemos en cuenta, nos perderemos una buena parte de todos los beneficios de la oración.´
Durante el sermón, Mueller delineó un número de condiciones de las cuales depende el éxito en la oración. Antes que nada, dijo él, nuestros pedidos tienen que estar de acuerdo a la voluntad de Dios. En segundo lugar, no debemos pedir con el fundamento de nuestra propia bondad o mérito alguno nuestro, sino en el nombre del Señor Jesucristo´ - Juan 14:13-14. Mueller tuvo el cuidado de recordarle a su congregación, además, como generalmente hacía, el versículo en Salmos 66:18 ´Si en mi corazón hubiese yo mirado la iniquidad, el Señor no me habría escuchado.´ ´Esto quiere decir´ dijo entonces, ´que si vivo en pecado, y estoy andando de una manera intolerable para Dios, yo no debo esperar que mis oraciones lleguen a ser respondidas.´
La tercera condición era que debemos ejercitar la fe en el poder y en el deseo que Dios tiene para responder a nuestras oraciones. ´Esto es sumamente importante.´ dijo Mueller. ´En Marcos 11:24 leemos: “Cualquier cosa que pidáis en oración, creed que ya lo habéis recibido, y os será concedida”. Yo he comprobado invariablemente que en los cincuenta y dos años y nueve meses durante los cuales he sido creyente que, cuando creía, siempre alcanzaba, en el tiempo de Dios, la cosa por la cual le había pedido. Me gustaría que retuvierais bien en vuestros corazones, que ejercitéis la fe en el poder y el deseo que Dios tiene de responder a nuestras oraciones. Debemos creer que Dios es capaz y tiene mucho deseo de concedernos todo lo que le pedimos. Para comprobar que Él es capaz, tan solo tienes que mirar a la resurrección del Señor Jesucristo; porque habiendo sido resucitado de los muertos, debe tener consigo un poder ilimitado en su nuevo cuerpo. Y para comprobar el amor de Dios, tan solo debes fijarte en la cruz de Cristo, y ver Su amor en no escatimar la vida de Su Hijo, en no escatimar a Su unigénito Hijo de la muerte en tu respaldo. Con estas pruebas del poder y del amor de Dios, con toda seguridad, si nosotros las creemos, vamos a recibir – vamos a obtener todas las cosas que le pidamos.´
La cuarta condición es que ´tenemos que perseverar pacientemente esperando en Dios, hasta que la bendición que procuramos haya sido alcanzada. Tenemos que señalar, que no se nos dice nada en el texto acerca del tiempo en que, o las circunstancias bajo las cuales, la oración vaya a ser respondida. “Pedid, y recibiréis.”  Es una promesa positiva, pero nada dice acerca del tiempo en que las recibiremos…Algunos pueden preguntarse, “¿Será necesario que yo le recuerde a Dios dos, tres, cinco o hasta veinte veces el mismo asunto, o basta ser solo una vez?”  Otros podrían muy bien también decir que no hay necesidad alguna de recordárselo ni una sola vez, una vez que Él conoce de antemano aquello que precisamos para nuestras vidas. Él algunas veces nos pone a prueba,  para ver si realmente nosotros tenemos confianza en Él, y si ocupamos nuestra posición como criaturas en pos del Creador.
´Además, nunca debemos perder de vista el hecho de que debe haber varias razones particulares del por qué las oraciones no son algunas veces respondidas. Una de las razones puede ser la necesidad de ejercitar nuestra fe, porque a través del ejercicio nuestra fe se fortalece. Todos nosotros sabemos que si nuestra fe no fuese ejercitada permanecerá como estaba al principio. La fe se ejercita y fortalece a través de las tribulaciones. Otra razón puede ser que estemos glorificando a Dios a través de la manifestación de la paciencia. Esta es un favor divino por la cual se magnifica mucho a Dios. Puede haber varias razones. Puede ser que nuestros corazones todavía no estén preparados para recibir la respuesta de nuestra oración. Voy a darte un ejemplo…´ Mueller dio varios ejemplos dando testimonios de las vidas de aquellos que conocía  además de su vasta experiencia propia.
´Si os digo que durante los cincuenta y cuatro años y nueve meses que llevo siendo creyente en el Señor Jesucristo, yo he tenido treinta mil respuestas a las oraciones, o bien en la misma hora o en el mismo día que hice el pedido, no estoy diciendo nada especial. Normalmente, antes de salir de mi cuarto por la mañana, ya he obtenido las respuestas a las oraciones que hice en esa misma mañana, y en el transcurso del día obtengo cinco o seis respuestas más; así, pues, al fin y al cabo, unas treinta mil respuestas me han sido respondidas o bien en la misma hora o bien en el mismo día en que fueron ofrecidas. Pero algunos de vosotros se deben suponer que todas mis oraciones fueron rápidamente respondidas. No; no todas ellas. Algunas veces he tenido que esperar semanas, meses e incluso años; algunas veces muchos años.
´En noviembre de 1844, yo comencé a orar por la conversión de cinco individuos. He orado todos los días sin una única interrupción, tanto cuando me encontraba enfermo como cuando tenía salud, en tierra o en mar, y sin tener en cuenta la fuerza de los compromisos que pudiera tener. Se pasaron dieciocho meses antes de que el primero de los cinco fuese convertido. Yo le agradecí a Dios por este, y oré por los restantes. Pasaron cinco años más, y entonces se convirtió el segundo. Le agradecí a Dios, y oré por los otros tres. Continué orando por ellos día tras día, y pasaron seis años más antes de que el tercero se convirtiese. Le agradecí a Dios por el tercero, y seguí orando por los otros dos. Estos dos últimos todavía no se han convertido. El hombre a quien Dios en las riquezas de Su gracia le dio decenas de miles de respuestas a las oraciones, en el mismo día o en la misma hora que fueron ofrecidas, ha estado orando día tras día durante cerca de treinta y seis años por la conversión de estos dos individuos, y sin embargo todavía permanecen sin convertirse; el próximo mes de noviembre hará treinta y seis años desde que comencé a orar para que fuesen convertidos. Pero tengo esperanza en Dios, continúo orando, y procurando todavía las respuestas.
´Así, pues, amados hermanos y hermanas, seguid esperando en Dios, perseverad en la oración; solamente debéis estar seguros de que pedís cosas que sean conforme a la mente de Dios, porque Él no desea la muerte del pecador. Esta es la revelación que Dios ha hecho de Sí Mismo – “No queriendo que ninguno perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento”. Perseverad, por tanto, en la oración; esperad una respuesta, procuradla, y al final llegaréis a alabar a Dios por Su respuesta.´
De los dos individuos que permanecían sin convertirse en el tiempo en que se dio este sermón, uno de ellos llegó a ser cristiano antes de la muerte de Mueller, y el otro unos pocos años después.     



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