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DELEITATE EN DIOS ( CAP. 21, 22 y 23)


DELEÍTATE EN DIOS 
Una Biografía de George Mueller 
Por Roger Steer 
TRADUCCIÓN ESPAÑOLA – Juan Luis Molina
Con la colaboración de Claudia Juárez Garbalena

21

El Aroma de las Madreselvas

Uno de los puntos culminantes del quinto viaje que realizó para predicar por Europa entre septiembre de 1878 y junio de 1879, tuvo lugar en una visita que hizo a una escuela en España financiada completamente por la Institución para el Conocimiento de la Escritura. Mueller se dirigió entonces a ciento cincuenta niños en una escuela de un barrio pobre de Barcelona, hablando muy despacio para que un intérprete pudiera traducir sus palabras.
´Mis queridos niños´, dijo él, ´Os amo a cada uno de vosotros muchísimo, y oro por todos diariamente. Yo deseo desde lo más profundo de mi alma encontrarme con cada uno de vosotros en el cielo; pero, para que vosotros podáis llegar a ese feliz lugar, como pobres, perdidos, culpables pecadores, debéis poner toda vuestra confianza en el bendito Señor Jesucristo que fue castigado en vez de nosotros; solamente por su sangre somos limpios de nuestros pecados.´
Mueller entonces continuó contándoles a los niños españoles testimonios acerca de los niños en Ashley Down. Cerca de la escuela de niños había una escuela para niñas, también enteramente financiada por la I.C.E. Después de haberse dirigido hablando a las niñas, y que ellas hubiesen cantado un himno para él, ´una linda niña pequeña, con cerca de seis años de edad, de pelo negro y unos ojos muy brillantes, se subió al escenario y repitió sin omitir una sola palabra el Salmo 128.´ La pareja siguió visitando otras escuelas en Barcelona y en Madrid, también financiadas completamente por la I.C.E.
Después de salir de España, los Mueller pasaron algunos meses en el sur de Francia, Mueller predicó muchas veces en Francia. En una escuela que poseía una residencia para niños con retraso mental y epilépticos, el director, que no precisaba de intérprete, dijo de él, Monsieur Mueller est admirable (El Sr. Mueller es admirable).   
George y Susannah pasaron el mes de marzo en Menton y mantuvieron allí reuniones en la Iglesia Francesa y en la Iglesia Alemana. Los domingos por la mañana el pequeño recibidor de la Iglesia Libre de Escocia se encontraba lleno con una multitud de gente, y sus puertas y ventanas abiertas, porque había muchos que estaban sentados fuera en los balcones escuchando a Mueller en la soleada primavera. Entre ellos había asistido en los tres domingos que allí predicó Mueller un hombre inglés de cerca de cuarenta y cinco años, que se encontraba allí por motivos de salud: Charles Haddon Spurgeon – el predicador más popular del siglo diecinueve en Inglaterra. En varias ocasiones en esa misma primavera, los Mueller salieron con Spurgeon para pasear en un carruaje de caballos abierto. En una de las tardes pasearon por la carretera de Turin próxima de Castiglione.
´Cuando nos encontramos en medio de tierras como estas´, dijo Spurgeon, mientras subían lentamente la ladera de un monte, ´desde la coronilla de mi cabeza hasta la punta de mis pies, siento como si pudiera estallar en una canción de alabanza.´
El Dr. Henry Bennet vivía en Menton, y mientras Spurgeon recobraba su salud de una enfermedad, tenía permiso para entrar y salir en el jardín de Bennet cuando quería. En esa misma primavera, Spurgeon registró por escrito que el Sr. y la Sra. Mueller pasaron un día con él en aquel jardín juntos. ´El Dr. Bennet se levantó de su lecho´, escribió Spurgeon, ´y yo me deleité escuchando a Mueller enseñando acerca del poder de la oración.´
´Yo deseo comprar un terreno próximo a mi casa´, dijo Bennet a Mueller, ´pero su dueño está pidiendo por él cien veces más de lo que vale.´
¨Entonces lo que debes hacer es orar por eso´, dijo Mueller.
´Es que yo siento que ese es un asunto de muy poca importancia como para molestar con él al Señor´, dijo Bennet.
´Bien puede usted orar por sus Orfanatos, pero por este pedazo de terreno para ensanchar mi jardín – ¡eso no es una buena causa!
´Pero´ respondió Mueller, ´si cedemos a las corruptas demandas de las personas las motivará a que sigan viviendo en pecado, y por tanto yo creo que debe orar para que el dueño abandone esa idea del precio tan exorbitante que reclama.´
´Como meros ciudadanos,´ replicó Bennet, ´esta gente, en mi opinión, tienen buenas excusas si quieren guardarse para sí su tierra y no venderla, o si pretenden obtener con la venta tanto cuanto puedan de un hombre inglés, ¡del cual ellos se imaginen que vive en una mina de oro!´
Mueller sonrió. Spurgeon comentó posteriormente que, ´el espíritu de ambos era bondadoso; pero por supuesto, la sencillez, el candor, la santa verdad de Mueller se sobreponía a todos. Él no es una persona santurrona; sino que está repleto de gozo, y de dulce paz e inocente placer interior.´ Charles Spurgeon Junior una vez escribió en una carta que ´su padre le declaró ser mucho más capaz de “confiar y no ser temeroso” a través de la inspiración que produjo en su vida haber conocido al Sr. Mueller´.
Después de un día de viaje a través del norte y el centro de Italia, donde Mueller predicó en S. Remo, Florencia y Roma, llegaron a Nápoles. Aquí, algunos marineros ingleses provenientes de Bristol, se enteraron de que Mueller se encontraba en la región y lo convidaron a reunirse con ellos, lo cual sucedió a bordo de un barco. En el transcurso de su viaje, escalaron el Vesubio y admiraron desde allí su espectacular vista; dieron una vuelta en góndola por Venecia; y viajaron por los Valles de Waldensia. En este lugar durante siglos, congregaciones de cristianos de Waldesia, llamados también Vados, que trazan sus orígenes desde los tiempos apostólicos, han vivido en la reclusión pacífica de sus ciudades montañosas, casi sin verse para nada afectados por el desarrollo que en todas las partes del mundo eclesiástico ha sucedido.
En los dos valles principales de S. Martín y Lucerna, estos miembros de las pequeñas iglesias, escribió Susannah:


Se ven obligados a andar muchas millas para atender a sus servicios. Estos Cristianos de Waldesia son generalmente muy pobres, y muchos de ellos viven en casas con tejados muy inclinados, con piedras en losa sobrepuestas una a la otra, en vez de pizarra o ladrillo. En las ventanas, además, de unas cuantas de sus residencias, el papel ocupaba el lugar de lo que debían ser cristales. En Pomaret algunas de las personas salieron a sus puertas para vernos, porque nuestra visita había sido previamente anunciada; y a medida que íbamos andando con Monsieur le pasteur George Mueller recibimos muchas respetables manifestaciones de saludos.
A las cinco en punto llegamos a la casa del pastor en Villa Seche, y al anochecer nos dirigimos con él hacia la iglesia, un muy antiguo lugar de adoración Vado, situado en la alta cima de una gran montaña, muchos cientos de metros por encima de su residencia. Un estrecho, empinado, y sinuoso camino cubierto con placas de piedra de losa nos condujo por esta montaña hasta la iglesia; y como había algunos pequeños riberos que corrían por la falda del monte, era difícil no tener los tobillos empapados con agua. El silencio y la soledad de toda la región, además, eran impresionantes. Por fin, empapados, cansados y casi sin poder respirar (Mueller tenía en la altura setenta y cuatro años), llegamos a la iglesia, un edificio grande y muy antiguo que estaba lleno con una gran multitud de personas rústicas, (la celebración había sido anunciada para las cinco, pero debido a las circunstancias no nos fue posible llegar allí sino a las siete) las cuales se encontraba allí pacientemente sentadas y aguardando nuestra llegada. El servicio, que se hizo en francés, se abrió con canciones y oraciones después de las cuales el Sr. Mueller se dirigió a la audiencia durante una hora, identificándose de alma y corazón en sus circunstancias. Al acabar la reunión distribuimos pequeños libros en francés e italiano entre los presentes; extendiendo nuestras manos con muchos de ellos; y poco después de las nueve llegamos de vuelta a la casa del pastor, un chalet suizo, con un tejado inclinado, y dos galerías de madera en su exterior. En esta casa de montaña, los adornos domésticos eran de la mayor simplicidad posible, muchas de las comodidades y conveniencias de la vida (generalmente consideradas indispensables) brillaban por su ausencia; sin embargo nosotros fuimos generosamente recibidos, y disfrutamos enormemente nuestra corta visita.

En una escuela de S. Juan, cerca de La Tour, en la gran sede de los Vados, Mueller predicó en francés una vez más a una vasta congregación. Al final del acto el pastor oró que le discours excellent de notre frere soit gravé sur nos coeurs (el discurso de nuestro hermano fue excelente para ser grabado en nuestros corazones); y otro caballero dijo Monsieur Mueller nous a dit precisément ce qu´il nous faut; le sermón était admirable (El Sr. Mueller nos dijo exactamente lo que necesitábamos, y el sermón fue admirable).
Mueller había finalizado su primer viaje a los Estados Unidos con más de cien cartas de invitación para predicar que no había podido aceptar. Por tanto, después de pasar diez semanas en Bristol después de su regreso por Europa, los Mueller emprendieron nuevamente el viaje hacia los Estados Unidos a bordo del Germanic a finales de agosto de 1879.
El domingo por la tarde del día 14 de septiembre de 1879, en la Iglesia Episcopal Metodista, de la Calle Sur Segunda de Brookling, el pastor presentó al invitado orador a su congregación.
´Mis queridos amigos, tengo el regocijo de comunicaros que vamos a escuchar el evangelio de labios de nuestro venerable amigo, quien, aunque teniendo ahora setenta y cuatro años, ha predicado el evangelio en mil cuatrocientas ocasiones durante los últimos cuatro años, en las varias ciudades y países que ha visitado. Escuchad esto, vosotros los jóvenes, y recordad que él no es un fumador, ni amante de bebidas alcohólicas; pero podemos observar cómo Dios puede fortalecer pos Su bendito servicio a aquellos que confían en Él, y procuran vivir de acuerdo a Su honor y gloria. Tengo el placer de presentaros al Sr. Mueller, de Bristol, Inglaterra.´
Mueller predicó poderosamente sobre Isaías 3:10-11.
En diciembre, Mueller fue uno de los oradores en una larga conferencia que tuvo lugar en el Shaftesbury Hall, en Toronto, hablando sobre Cristo en las Escrituras y acerca de la segunda venida. En la última sesión, Mueller respondió abiertamente a nueve preguntas,  una de las cuales fue hostilmente debatida en aquel tiempo así como en algunos sectores también lo es hoy en día.
´ ¿Debemos esperar que nuestro Señor retorne a cualquier momento, o tienen primero que darse varios eventos antes de su regreso?´ preguntó uno de los asistentes.
Cientos de pulsos se aceleraron mientras que Mueller se ponía en pie para dar su respuesta.
´Yo sé muy bien que, sobre este asunto en particular, existe una gran diversidad de juicios y yo no quiero forzar a otras personas que vean la luz que yo personalmente he recibido. El tema, sin embargo, no es ninguna novedad para mí; pues habiendo tenido un cuidadoso y diligente estudio de la Biblia durante cerca de cincuenta años, mi mente desde hace bastante tiempo está bien asentada sobre este asunto, y no tengo ninguna sombra de duda al respecto. Las Escrituras declaran abiertamente que el Señor Jesús no vendrá hasta que la apostasía tenga lugar, y el hombre de pecado, el “hijo de perdición” (o la persona del Anticristo) haya sido revelado, como lo declara 2ª Tesalonicenses 2. Muchas otras partes de la Palabra de Dios enseñan claramente que hay ciertos eventos que deben ser cumplidos antes del retorno de nuestro Señor Jesucristo. Todo esto, sin embargo, no puede afectar para nada, ni alterar el hecho de que la venida de Cristo, y no la muerte, sea la gran Esperanza de la Iglesia, y, si nosotros reposamos en esta buena predisposición de corazón, (como hicieron los creyentes de Tesalónica) “serviremos al Dios viviente y verdadero, y esperaremos a Su Hijo del Cielo”.
Mueller predicó su último sermón en Toronto ante una inmensa congregación en la Gran Iglesia Metropolitana sobre el tema del poder interno del espíritu santo, comenzando en Juan 14:16-17. Durante este viaje Mueller predicó en trescientas ocasiones.
Regresaron a Liverpool el día 16 de junio, llegando a Ashley Down el día siguiente. Los niños se encontraban reunidos en asamblea y listos para recibirlos y cuando vieron de lejos a la pareja recién llegada a casa comenzaron todos a gritos saludándolos. Una de las niñas más pequeña se adelanto y le ofreció a Susannah un enorme ramo de margaritas mientras que Mueller permanecía radiante de alegría. Muchos años después (en 1939) la misma niña, entonces en sus sesenta años, escribió:

Se me quedó grabado para siempre el perfume de las madreselvas, pero nunca en toda mi vida me volví a encontrar ningunas parecidas con el aroma que guardaba en mi memoria de aquel ramo – todas las posteriores me parecieron siempre más pequeñas y menos amorosas que aquellas… Acabo de regresar a Wiltshire para realizar un trabajo que durará quince días. Tal vez tenga tiempo…Tal vez el antiguo hogar tenga ahora una apariencia distinta. Era tan hermoso, y mis once años tan felices allí. Siempre lo llevaré grabado en mi memoria.

George y Susannah también se sentían felices de volver al querido antiguo hogar.
Mueller había dejado pendiente en Norte América más de ciento cincuenta invitaciones para predicar que no pudo entonces aceptar, y por eso, en septiembre de 1880 George y Susannah salieron de viaje para Quebec. Feliz por poder reanudar su amistad con el capitán Dutton, mantuvo ocho reuniones a bordo del Sardinian, dirigió tres seminarios Bíblicos y distribuyó cerca de doscientos pequeños libros entre los pasajeros y la tripulación. La niebla no atrasó el viaje del Sardinian en esta ocasión.
Durante su estadía en la región de Boston, Mueller visitó Plymouth y predicó en la Iglesia de los Peregrinos construida en diciembre de 1620 por los Padres Peregrinos. George y Susannah vieron la primera de todas las casas edificada en Nueva Inglaterra y visitaron un museo de reliquias traídas a América por el grupo político Mayflower.
En New Heaven, Conética, Mueller predicó varias veces para el personal y los estudiantes de la Universidad de Yale, una labor en la cual, dijo él, ´puse todo y mi más profundo empeño, recordando mi conversión mientras era estudiante en la Universidad de Halle´.
George y Susannah pasaron los meses de invierno desde diciembre de 1880 hasta marzo de 1881 en Nueva York. En el más frio invierno que la ciudad había conocido durante treinta años, frecuentemente se dirigían en Ferry a través del hielo que, era tan duro, que el barco solo a duras penas podía abrir camino entre él con mucha dificultad. Mueller dirigió cerca de cien reuniones incluyendo cerca de cuarenta entre el medio millón de alemanes que vivían en la región de Nueva York y de Brooklyn.

En su octavo viaje misionero, George y Susannah visitaron Egipto, Palestina, Turquía y Grecia, y tuvieron tiempo en Egipto para hacer una excursión a las pirámides.
Viajando por el sur a través de Palestina en un carruaje abierto ruso de tres caballos  se encontraron con que la tierra que se relata en el Antiguo Testamento “donde fluye la leche y la miel” se había vuelto estéril, llena de piedras e incultivable y Susannah llegó a la conclusión de que la maldición de Dios asentó no solamente sobre los judíos sino también sobre sus tierras. (No está documentado si su marido compartió este punto de vista que sería sólidamente discutido en los días actuales.) Sin embargo, ella pensó, ´en el retorno del Señor Jesús, cuando Israel como nación sea convertida y restaurada, “El desierto se regocijará, y florecerá como el rosal”´.
En el Hotel Mediterráneo de Jerusalén fueron alojados en una habitación de esquina del primer piso con una hermosa vista sobre el Monte de los Olivos; y mientras permanecían en aquel lugar, daban juntos paseos diarios sobre la terraza del hotel para admirar el espléndido panorama que desde allí se divisaba.
Mueller dirigió muchas reuniones en Jerusalén predicando en lengua inglesa y alemana con interpretación árabe cuando era necesario. La población de Jerusalén contaba entonces con menos de treinta mil personas incluyendo cerca de ocho mil judíos que vivían en las partes más pobres de la ciudad. ´En este tiempo presente´, observó Susannah, acordándose de las señales del cumplimiento de la profecía Bíblica que hemos visto desde que vivimos, ´no hay vestigio alguno de la reunión masiva que tendrá lugar proveniente de otras naciones hacia su propia tierra.´
En diciembre, Mueller (ahora con setenta y ocho años de edad) y Susannah disfrutaron de una excursión con amigos ingleses en burro hasta Betania. En su camino atravesaron el Arroyo de Kidron y visitaron la cueva, en el interior de una roca, donde Lázaro había sido sepultado. También visitaron una casa en ruinas donde les dijeron que Marta, María y Lázaro habían vivido. Desde la cima del Monte de los olivos podían observar las planicies del rio Jordán, la bien regada tierra que Lot escogió para sí mismo, los Montes de Moab en la distancia, la tierra alrededor de de la Cueva de Adulam y el estuario donde el rio Jordán desemboca con el Mar Muerto. El tiempo era espléndido; después de la puesta del sol, todo el escenario se revestía e iluminaba con la luz de una luna llena que brillaba magníficamente, y descendiendo del Monte de los Olivos, se maravillaron con la grandiosa vista sobre Jerusalén. Atravesaron el Jardín de Getsemaní, donde algunos de sus olivos todavía permanecían en pie desde los días de nuestro Señor.
Otro día viajaron en burro también hacia Belén, que dista seis millas desde Jerusalén; y, después de comer en un aislado Convento Latino, visitaron la iglesia edificada sobre un lugar donde (de acuerdo a la tradición) se encontraba el pesebre en que nació nuestro Señor. Durante su estadía en Jerusalén, visitaron también la Vía Crucis, la Mezquita de Omar (construida donde anteriormente había sido edificado el Templo de Salomón), la Iglesia del Santo Sepulcro (edificada, de acuerdo a la tradición, en el lugar donde nuestro Señor fue crucificado), El Pilar de Absalón, el Estanque de Betesda, el lugar del palacio de Herodes, las ruinas del Castillo donde Pablo fue encarcelado y el Estanque de Siloé.
Después de más de nueve semanas en Jerusalén los Mueller regresaron a Gaza para tener una estadía de una semana antes de subirse a un pequeño barco que, tenían previsto, los llevaría hasta el barco de vapor austriaco Flora, con destino a Haifa y ancorado en algún lugar alejado de la playa. Había un fuerte vendaval, y:

Después de navegar entre fuertes oleajes, y estando cerca de las rocas, nuestro barco se mantuvo firme ante las investidas de olas durante cerca de una hora y media; y, después de por fin acercarnos, el barco, en una favorable oportunidad conseguimos ponernos de pie a bordo (en el justo momento que el barco fue izado por las olas), entonces tuvimos que aceleradamente, uno detrás de otro, arriesgando nuestras vidas, saltar rápidamente por los empinados peldaños de la escalera, que nos llevaba hasta la cubierta del barco.

En Haifa, algunos cristianos alemanes se encontraron con ellos y los llevaron en un carruaje abierto en medio de una lluvia torrencial hasta el Hotel del Monte Carmelo. Llegó a decirse que la predicación de Mueller en Haifa trajo un afloramiento espiritual entre la gran colonia de alemanes que residían en aquel lugar.
En febrero se dirigieron en burro hasta el Monte Carmelo, y pararon para descansar en el monasterio que se encuentra cerca de su cima  donde sus monjes les ofrecieron tazas de café y vasos de vino de moras salvajes. Los monjes los llevaron a una iglesia donde pudieron contemplar una cueva donde les dijeron que Elías había vivido; y después hasta un montículo desde donde pudieron divisar una vista magnífica. El sol lucía muy brillante, la atmósfera era transparente; aquí fue, dijeron los monjes, donde Elías, a través de la oración, hizo que lloviera fuego desde el cielo para derretir su sacrificio sobre el altar (ante los profetas de Baal).
Después en su viaje, Mueller predicó muchas veces en Constantinopla, y visitó con Susannah las trincheras  en Scutari desde donde Florence Nightingale asistió a la desastrosa Guerra de Crimea. Mientras daban un paseo a pocos minutos del hotel dÁngleterre, se sintieron intrigados viendo algunas danzas típicas del lugar. ´Eran dieciocho artistas al total’,  remarcó Susannah, ´que vestían mantos castaños y grandes capas hechas de fieltro. Como sello particular, todos tenían cicatrices en sus rostros; pero después de levantarse, y pasearse durante un corto espacio de tiempo alrededor de la sala, con los brazos cruzados, agachándose y dando vueltas muy lentamente y repetidas veces, se despojaron de repente de sus mantos y aparecieron vestidos interiormente con chaquetas y chalecos de colores muy vistosos, y, después de juntar sus manos estrechamente, comenzaron peligrosa y deliberadamente a danzar y a dar vueltas durante quince o veinte minutos tan rápido cuanto podían.´
Mueller dirigió un gran número de reuniones en Atenas, pero todavía tuvieron tiempo para visitar el Areópago y de pasear por la plaza donde Pablo predicó su famoso sermón. Exploraron la Acrópolis, y visitaron las ruinas de los muy antiguos templos de idolatría que tanto irritaron el corazón del Apóstol dieciocho siglos antes.
Regresaron a casa en Ashley Down vía Corintia, Roma y Florencia después de un viaje que había llegado a su fin después de más de nueve meses.               



22

Amado por Millares

Siempre que regresaba de un largo viaje en el que había predicado, Mueller comprobaba que su yerno, James Wright, asistido por un eficaz cuerpo de colaboradores, estaba dirigiendo muy bien Ashley Down. Además, cuando surgía algún problema durante alguno de sus viajes por el extranjero que requería el especial consejo de Mueller, Wright siempre lo relataba entre sus muchas cartas que frecuentemente le escribía. El temor de que los donativos decreciesen en la ausencia de Mueller se había diluido en el tercer año después de que Mueller hubiese comenzado su obra en el extranjero cuando el total de las entradas de los donativos habían sido mayores que en ninguno de los años anteriores.
Mueller, por tanto, no dudó en ausentarse de nuevo, y salir con Susannah en agosto de 1882 para emprender su noveno viaje –dentro de Europa. En Düsseldorf, Mueller se regocijó de ser recibido por la Ciudad Misionera que había visitado seis años antes.
´Resolví seguir su consejo´, le dijo el Misionero, ´y me dediqué más intensamente a orar por mis hijos. Dos meses después de que usted se marchase, cinco de mis seis hijos fueron convertidos a la fe en Cristo, y ahora el sexto está pensando seriamente en confiar su vida al Señor.´
Desde Düsseldorf, los Mueller viajaron a través de Rhine hasta Heildelberg, Mannheim y después hacia Viena para asistir a una serie de reuniones. Visitaron Budapest y Praga antes de volver vía Leipzig hasta Halberstadt, donde Mueller había pasado muchos de sus días escolares. A la mañana siguiente fueron por carretera hasta Kroppenstadt.
´Esta carretera se encuentra casi igual que estaba entonces, cuando yo era un muchacho´, le dijo Mueller a Susannah, ´con la excepción de que donde antes había chopos en ambos lados del camino, ahora los han sustituido por estos árboles frutales.´
Esta era la primera vez que Mueller había vuelto a Kroppenstadt desde su infancia; Allí dirigió dos encuentros en una gran sala. El local estaba repleto de gente para escuchar a su más famoso hijo haciendo un recuento de su vida y obra. Mueller comprobó que la casa donde él había nacido todavía se mantenía en pie; y también pudo mostrarle a Susannah la casa en Heimersleben, donde su familia se mudó para vivir cuando él tenía cuatro años de edad.
Desde Heimersleben viajaron hasta Berlín para asistir y dirigirse a una gran congregación, así como a varias reuniones –muy populares en ese tiempo– en casas particulares. Viajando después para Danzig, Mueller se encontró dos amigos de sus días de estudiante en Halle que se habían hecho pastores y se mantuvieron sirviendo como ministros durante cincuenta años. En Königsberg, el día de Navidad, Mueller se dirigió hablando a una inmensa congregación de tres mil personas que se habían juntado aquella mañana para escucharle en el Tragheimer Kirche.
A finales de diciembre se subieron a bordo de un tren Prusiano con destino a S. Petersburgo, acomodados en un confortable carruaje con aire acondicionado. Por la mañana se levantaron del sueño y se dieron cuenta mirando por las ventanas que estaban atravesando ´un vasto desierto de nieve´. En la estación de S. Petersburgo (Leningrado) les estaba esperando Su Alteza, la Princesa Lieven y el Coronel Paschkoff, un oficial en la Guardia del Imperio y hombre noble rico a quien Mueller describió como siendo ´uno de los más activos cristianos en todo el vasto imperio´.
´¿Podrían por favor hospedarse en mi casa mientras estén en Rusia?´ dijo la Princesa, de quien Susannah dijo ser ´una amada hermana en el Señor´.
´Sin embargo´, dijo Mueller, ´nosotros muy raramente aceptamos invitaciones para quedarnos en casas de amigos, porque yo requiero de mucho descanso y necesito tanto tiempo para mí mismo cuanto sea posible, por eso declinamos la invitación, y nos dirigimos hasta un hotel donde permanecimos dos noches. Sin embargo, viendo que la Princesa deseaba mucho que fuésemos sus convidados, y que sentiría una gran desilusión si continuásemos rehusando su generosa invitación de hospitalidad, el lunes, primer día de enero nos trasladamos a su mansión, y fuimos maravillosamente recibidos allí durante más de once semanas.´
La Princesa alojó a los Mueller en una habitación conocida como la Sala Malaquita, debido a su suelo, columnas y doseles de ese mineral. La malaquita –una dura, verde piedra, hermosa cuando es pulida, había sido extraída de las minas en los Montes Urales. A pesar del espléndido lujo del hospedaje, sin embargo, la estadía de Mueller en S. Petersburgo nunca fue ociosa ni desprovista de sorpresas. Predicó dieciséis veces en la Capilla Inglesa y Americana; ocho veces en alemán en la Iglesia Reformada Alemana, en once ocasiones en alemán también en la Iglesia Moravia; mantuvo tres encuentros con los suecos en la Capilla Inglesa y Americana, con traducción al idioma sueco, atendió a tres reuniones de pastores, asistió a cinco reuniones en casas particulares con muchas personas asistiendo en la mansión del Coronel Paschoff, dirigió otras dos en la casa del Conde Korff y treinta y cinco en la mansión de la Princesa Lieven. Además de todo esto, recibió visitantes y periodistas todos los días y sostuvo cerca de cuarenta entrevistas privadas con pequeños grupos de obreros Cristianos. Habló también en hospitales militares y en Orfanatos.
Tolstoi en su libro Resurrección ilustró la fascinación que la sociedad de S. Petersburgo tenía por las reuniones en casas particulares (iglesias en casas) a finales del siglo diecinueve. La tía de Nekhlydov, la Condesa Katerina Ivanova, es retratada como una ´ferviente adherente de la doctrina que enseña que, la fe en la redención, es la esencia de la Cristiandad´. Tolstoi describe el elegante carruaje que llevó a los fieles a una reunión que había sido programada en la sala principal de la mansión de la Condesa.

Damas vestidas de seda, trajes de pieles y rendas (especie de bordados hechos con hilo), con falsas pelucas, firmemente envueltas en corsés y figuras acolchonadas, sentadas en la lujosamente adornada sala. Entre las damas, había hombres en uniformes y trajes de noche, y cinco o seis de ellos provenientes de las más bajas clases sociales: dos porteros de casas, un tendero, un zapatero y un cochero. El predicador, un hombre grueso de pelo gris, hablando en inglés, y una joven delgada vestida de lunetas traduciendo rápidamente y bien. Él dijo que nuestros pecados eran tan grandes, y el castigo que merecían tan enorme e inevitable, que era imposible vivir, anticipando un castigo tal.

Es posible que el retrato un tanto antipático que hizo Tolstoi del Predicador, fuese inspirado en Mueller, aunque es más probable que se refiriese al Dr. F. W. Baedeker, primo de aquel otro ´Baedeker´ de los famosos libros Guías del Continente, y él mismo un participante activo de los varios Guías. Baedeker, cuya casa se situaba en Weston, Mare, había desde 1860 sido un amigo muy próximo de Mueller, y también se hospedó en la mansión de la Princesa Lieven en sus frecuentes visitas a S. Petersburgo. Él solía hablar de una larga conversación que había mantenido con el Conde Tolstoi en Moscú sobre Inglaterra y la vida en Rusia.
Mueller obtuvo el permiso del Ministro del Interior de Rusia para predicar en las iglesias alemanas que había en S. Petersburgo, y también a los suecos en la Capilla Británica. El permiso del Ministro estaba escrito en ruso por lo cual Mueller no pudo entenderlo – pero le informaron que el deseado permiso le había sido concedido.
El viernes 9 de febrero, los Mueller fueron sorprendidos con una inesperada visita en la mansión de la Princesa Lieven. Era la policía.
´Se requiere que usted aparezca mañana ante el oficial jefe de la policía.´
A la mañana siguiente, el jefe de la policía trató a Mueller cortésmente, le estrechó la mano, y le pidió disculpas por haber actuado de aquella manera.
´Usted ha sido acusado de mantener reuniones con traducciones al idioma ruso, para lo cual no tenía el permiso del Ministro de Asuntos Interiores.´
Desde ese día la policía prohibió las reuniones en la casa del Coronel Paschkoff. Unos pocos años más tarde, el Coronel Paschkoff fue deportado a Siberia por el Zar Alejandro III debido a su persistente evangelismo manteniendo las reuniones en su casa y por distribuir propaganda Cristiana.
Los Mueller encontraron el frio en Rusia más intenso que el que habían encontrado en los Estados Unidos y Canadá. Sin embargo, no permitieron que el tiempo les impidiera buscar unas cuantas aventuras. En marzo, visitaron un campamento de Lapones acampados sobre el hielo del río Neva. La Sra. Mueller escribió:

Un grupo de lapones (vestidos con pieles y casacas, con la parte cálida del tejido hacia dentro y pareciendo como si hubieran sido cosidos a sus vestimentas) se encontraban de pie cerca de una tienda. No tienen más vestidos con ellos (nos dijeron), y nunca se lavan o mudan estas ropas excepto cuando se rasgan con la suciedad o se deshacen por su constante uso. El interior de la tienda de un lapón, sobre el hielo, también presenta una miserable e inconfortable apariencia. Consiste en una tienda hecha de pieles de animales con el pelo vuelto hacia el interior, y tiene una abertura en el medio de su techo, que sirve con el doble propósito de chimenea y ventana. Un recipiente de hierro, conteniendo un caldo de sopa, se encontraba suspenso sobre una pequeña hoguera en el centro de esta tienda, y el suelo de hielo en la cabaña estaba cubierto por mantas; pero los adornos domésticos en su interior tenían un carácter de lo más repulsivo…

La pareja regresó a Inglaterra vía Polonia, donde el punto alto de su visita fue el éxito que Mueller tuvo tocando los corazones de los ciudadanos de Lodz, una ciudad industrial. Después de una semana en reuniones llenas de gente en la ciudad, Mueller recibió una nota de la cual esta es la traducción:

Yo, y casi la totalidad de la población de esta ciudad, en el nombre del Señor Jesús, estamos de acuerdo en que debe usted permanecer con nosotros hasta después del próximo domingo. En el nombre de muchos miles de personas, yo le agradezco por su ministerio.

Las multitudes de personas en las reuniones que celebraba Mueller continuaron  siendo tan grandes como la Iglesia Bautista alemana podía albergar, aproximadamente cerca de mil doscientas personas, y la Sra. Mueller observó que ´la predicación además era el tema de conversación en las fábricas, en las casas públicas y en muchos hogares de familia´. Así que prolongaron su visita allí el tiempo que les fue posible.
De regreso a Inglaterra, en el mes de mayo, Mueller predicó siete veces en una abarrotada sala de conferencias de Mildmay. Después, cuando volvieron a Ashley Down, la larga multitud de niños esperando para saludarlos hicieron que los rostros de los Mueller se llenasen de lágrimas.

En septiembre de 1883, los Mueller salieron de Tilbury a bordo del Siam con destino a Madrás, India. Llegaron al puerto de Madrás Pier a finales de octubre, y Mueller predicó muchas veces en la ciudad incluyendo una reunión dirigida a cuatrocientos hindús en la Iglesia Libre de Escocia. La pareja contrató a un sirviente Indio llamado Abraham para que viajase con ellos a través de la India: Abraham podía hablar tres lenguas, hindustani, tamil y canarese.
En diciembre un ´tonga´ -un carruaje cubierto arrastrado por ponis– los llevó al interior de los Montes Nilgiri hasta Coonoor. Después viajaron hasta Benares, la principal de las ciudades sagradas en India, donde permanecieron con el Reverendo John Hewlett de la Sociedad Misionera de Londres. Para explorar la ciudad, era necesario que madrugasen para evitar el sol abrasador del medio día, y el día 22 de febrero se levantaron a las cinco de la mañana para salir en un carruaje abierto para dar un paseo por la ciudad  y sus suburbios. Ellos visitaron la famosa Escuela de Filosofía hindú donde encontraron muy ocupados a muchos Bramas versados en Sanscrito con sus pupilos. Después subieron rio arriba en un pequeño barco de vapor para dar una vuelta por el Ganges y contemplaron una vista magnífica sobre la ciudad; vieron numerosos locales de baños para purificación, y una pira ardiente para quemar los cuerpos muertos; visitaron templos, mezquitas y lugares sagrados. También se encontraron desde la cubierta del barco con tres cuerpos flotando rio abajo con cuervos encima de ellos picando sus carnes.
´Los hindús que son pobres, no pueden pagar la madera necesaria para incinerar a sus muertos,´ les dijo el guía a George y a Susannah, ´y por eso los lanzan en el rio en vez de quemarlos.´
En Allahabad y Agra, pudieron visitar el Taj Mahal, el ocupado programa de los Mueller continuó sin interrupción. Después de permanecer en la Casa Gubernamental en Lahore con Sir Charles Aitchison, ellos viajaron hasta Delhi y Poona. Dieron un paseo matinal hasta Parbuttee, un monte situado a cuatro millas de Poona. Saliendo de su carruaje en la base del monte subieron andando hasta su cima y admiraron su hermosa vista. Un templo en la cima albergaba una representación del dios Shiva y otros dioses y diosas. El guía que los conducía, un hindú, se dispuso a hablarles sobre estas deidades, cuando Susannah, que nunca era mujer de guardarse sus palabras, ni tenía simpatía alguna en cualquier otra luz religiosa, le interrumpió bruscamente.
´Nosotros no creemos en Shiva para nada´, dijo ella, ´sino en el verdadero Dios viviente, que hizo los cielos y la tierra, y Quien mandó a Su Hijo a la muerte por los pobres y perdidos pecadores, como se revela en las Sagradas Escrituras.´
´ ¿Ha oído usted alguna vez hablar de Jesucristo?´
´Nunca.´
´Entonces le aconsejo que le pregunte a algún misionero y que le enseñe acerca de Jesús, porque sin la fe en su nombre nunca podrá ir al cielo´
´Haré lo posible por aprender acerca de él´, dijo el guía, ´lo intentaré, lo intentaré.´
Una fiebre tuberculosa en Bombay llevó la visita a la India a su fin. Antes de salir, Susannah recibió una carta que refería a Mueller como ´amado por millares de personas en India, y yo creo que por centenas de miles en otras partes´.
A principios de mayo se despidieron de su querido siervo Abraham y se subieron a bordo del Indus desde Aden con destino a su hogar. El día 5 de junio cogieron un tren expreso desde Paddington que llegó a Bristol en dos horas y media, y regresaron al Orfanato Núm. 3 después de un viaje de más de veinte mil millas.
Los tres viajes siguientes fueron todos a las Islas Británicas.
El catorceavo viaje llevó a los Mueller (vía Estados Unidos), a países que nunca previamente habían visitado. El 23 de enero de 1886 la pareja llegó por mar a Port Jackson en Sídney a bordo del Australia; Allí se hospedaron en el Hotel Perry hasta principios de marzo. Mueller mantuvo muchas reuniones y fue presentado por Sir Alfred Stevens a Lord Carrington, el gobernador de Nueva Gales del Sur y al Jefe de Justicia de Sídney Sir James Martin.
La siguiente parada en el viaje fue Bathhurst y Melbourne, donde Mueller se dirigió hablando dos veces a una audiencia de tres mil personas en el Teatro Royal y en una ocasión predicó a cerca de cinco mil en la Sala Principal de la Ciudad de Melbourne.
En agosto viajaron hasta Java; Hong Kong (muchas reuniones); y adentrándose en el corazón de China mantuvieron reuniones en Shanghái, Hankou y Nanjing. En esta visita a China, Mueller se encontró con Hudson Taylor y con muchos misioneros que trabajaban con él en la Misión en Tierras de China, la fundación que habían financiado tanto durante los malos como en los buenos tiempos desde hacía muchos años.
En Japón, vastas audiencias acudieron para escuchar a Mueller en Yokohama, Tokio, Kobe, Kioto y Osaka.

El siguiente viaje de George y Susannah (desde agosto de 1887 hasta marzo de 1890), fue el último que hicieron por tierras fuera de Europa. Primeramente fueron, vía Estados Unidos, hasta Adelaide, Australia, y Tasmania donde Mueller dirigió muchas reuniones durante una estadía que se prolongó por algunos meses. En Nueva Zelanda, su viaje comenzó con una serie de reuniones en Queenstown. Después se subieron a un tren en Kingston con destino a Dunedin. En frente de ellos, en un amplio compartimiento del tren, un caballero se encontraba sentado con un periódico en sus manos. Este hombre comenzó a leer en voz alta para sus compañeros de viaje.
´El Reverendo Mueller de Bristol, Inglaterra´, leyó él, ´va a hacer una visita a Dunedin´. Tendré el mayor gusto de ir a verlo´.
´El Sr. Mueller está sentado en este momento en frente suyo´, le dijo a este otro pasajero atenciosamente.
El lector del periódico se quedó boquiabierto. Se quitó su sombrero, extendió calurosamente su mano a George y Susannah, y comenzó con ellos una larga conversación con la cual, observó Susannah, ´nuestros compañeros de viaje mostraron un gran interés también´.
En Dunedin permanecieron en el Grand Hotel, y todas las reuniones de Mueller se encontraban repletas de gente, incluyendo las que mantuvo en el amplio Garrison Hall, que albergaba casi tres mil personas. El viaje a Nueva Zelanda los llevó hasta Port Chalmers, Oamaru, Timaru y Wellington. El lunes 27 d febrero de 1888, uno de los periódicos de Wellington declaró: ´Ayer por la tarde el Reverendo George Mueller de Bristol, Inglaterra, predicó en la Casa de la Ópera para la más numerosa congregación que jamás se haya reunido en aquel edificio, porque no solamente se encontraban todos sus asientos ocupados, sino que, además, cientos de personas se vieron obligadas a permanecer de pie.´ En su tercera visita a Sídney, Mueller predicó en ochenta y seis ocasiones.
A finales de diciembre, llegaron a Calcuta para el comienzo de su segunda visita  a India, y una vez más contrataron otro siervo indio para que los acompañase en sus viajes – no fue Abraham, sino un nativo de Madrás, llamado John Nathaniel. Mueller trabajó ahincadamente en Calcuta, predicando muchas veces a pesar del calor que hacía tan intenso mismo para la India. Los mosquitos eran una continua amenaza tanto de día como de noche; y aunque los sirvientes se afanasen continuamente por mantener limpios los salones, comedores y hasta por la noche las habitaciones, nada sin embargo los detenía.
Mueller se encontraba con ochenta y tres años, y Susannah llegó a estar alarmada debido a su salud.
´Debes procurar el consejo de un médico´, le dijo ella a George.
´Usted no debe´, le aconsejó un doctor, ´permanecer en Calcuta ni un día más que le sea necesario por causa de la intensidad del calor que está haciendo. Si lo hace, correrá serios riesgos su vida.´
Así que salieron de Calcuta por tren a las cuatro y media del día 29 de abril; pero fue demasiado tarde. Mueller se puso muy enfermo. Susannah pensó que iba a morir; no existían hoteles en la región, ni ninguna estación de tren que tuviese las suficientes comodidades.
Mueller se afanaba por respirar en el largo asiento de su compartimiento. Susannah le puso una almohada debajo de su cabeza; mantuvo abiertas todas las ventanas que había; y le abanicaba continuamente. Ella le persuadió para que bebiese un poco de agua con vino y que comiese unos pocos bocadillos.
´Ahora trata de dormir y descansar´, le dijo.
  Por fin pararon en una estación.
´Por favor, prepare una taza de té para el Sr. Mueller´, le dijo Susannah a John Nathaniel, ´o un vaso de limonada.´
Susannah oró fervientemente y trató de mantener vivo a Mueller hasta que llegaron a Damookdea Ghat a las nueve de la noche. Viendo que el pulso de Mueller estaba normal, Susannah se sintió con valor y se subieron a un barco de vapor. Encontró dos hamacas en la cubierta del Ferry para que su marido pudiera beneficiarse de la brisa nocturna que corría por el Ganges; y en el puerto de Sara desembarcaron.
En la estación John Nathaniel alquiló un confortable compartimiento en otro tren. Mueller pudo descansar y llegaron a Silgary a las nueve de la mañana del día siguiente. Desde allí se dirigieron por rio hacia las Montañas del Himalaya hasta Darjeeling, donde Mueller fue ayudado a subirse a un palanquín; dos sirvientes nepalíes transportaron en otro a Susannah a pie por una muy inclinada y larga travesía hasta Rockville. Aquí, hospedados en una casa que se encontraba en una hermosa localidad con una deslumbrante vista de los Himalayas, Mueller pudo por fin recobrarse de su física debilidad. 
    
  

23

Admirando la Bondad del Padre

Durante algunos de los viajes (escribió Mueller), estuvimos muchas semanas expuestos a temperaturas frías de más de veinte grados bajo cero; y en otras ocasiones al calor por encima de cincuenta grados, incomodidades que tenemos que experimentar para saber la fuerza que tienen. Además, por mar, una y otra vez, tuvimos que enfrentar muy grandes borrascas, y hasta por un tifón fuimos sorprendidos que nos puso a prueba de manera muy severa. Por tierra, tuvimos que viajar, con dificultades, no solamente durante veinte o treinta horas seguidas, sino que más de una vez estuvimos en trenes seis días y seis noches sin parar para descansar. Y aunque, por lo general, hemos tenido excelentes hospedajes durante nuestros largos viajes, sin embargo, algunas veces, nos hemos visto obligados a quedarnos en lugares increíbles de muy baja condición. En dos ocasiones, aunque eran los mejores compartimientos, en barcos de largo recorrido, los lugares de primera clase abordo estaban plagados de insectos; en los Estados Unidos, en Nueva Gales del Sur, en Ceilán y en India, este problema con los mosquitos se agravó muchísimo; y en otras dos ocasiones que estábamos viajando también por barco y en primera clase, los ratones eran tan abundantes, que corrían por nosotros cuando estábamos dormidos en la noche. Sin embargo Dios siempre estuvo con nosotros y fue nuestra ayuda, y no tenemos dudas, de que nos socorrerá hasta el final.

Y de hecho es lo que Él siempre hizo. En medio de unos cuantos días en que estuvo entre la vida y la muerte  en el tren desde Calcuta hasta Darjeeling, Mueller pudo aun así mantenerse activo –predicando regularmente, haciendo lecturas, dirigiendo enseñanzas Bíblicas y escribiendo el cincuentenario informe anual de la Institución para el Conocimiento de las Escrituras.
El viaje a la India los llevó hasta Simla, Mussourie, Dehra, Dun, Agra, Cawnpore y Allahabad, donde Mueller predicó a setecientos cristianos hindúes provenientes de cinco diferentes iglesias que se habían reunido a cielo abierto para celebrar juntos una fiesta en amor.

En Jabalpur, Mueller recibió en mano un telegrama de su yerno, James Wright: La hija única de Mueller Lydia Wright había fallecido el 10 de enero de 1890, cuando contaba cincuenta y ocho años de edad. No había recibido noticias de que estaba enferma y describe la mala nueva como ´un pesado fardo´; pero buscó consuelo del versículo 28 de Romanos 8: ´Y sabemos que, a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan para bien, estos es, a los que son llamados conforme Su propósito’. Los Mueller decidieron regresar a Inglaterra en el primer Buque que partiese de Bombay.
Mientras aguardaba en Bombay –por el primer barco que saliese– Mueller predicó en quince ocasiones, y una de las veces en alemán para los marineros que había a bordo de un buque Prusiano. Cuando regresó a Bristol se sintió gozoso de que todas las cosas corriesen tan bien bajo la dirección de (el amado) Sr. Wright´.

Durante más de cuatro meses en el verano de 1890 Mueller se quedó trabajando en Ashley Down. Precisaba de un descanso, y por eso tanto él, como Susannah salieron de Inglaterra en agosto para un viaje por el rio Rhine, a través de ruinas pintorescas situadas en campos de bosques a sus dos lados. En Heilderberg, sintiéndose descansado y revigorizado, Mueller predicó cuatro veces en la Capilla Evangelista alemana. Empleó su tiempo de descanso en un largo viaje de predicación dirigiéndose a vastas audiencias en Alemania y Suiza.
Viajando hacia el este, Mueller predicó en Viena y allí se reunió con su amigo F. W. Baedeker, Mueller posó sus manos en la cabeza de sesenta y ocho años de BaedeKer.
´Querido Padre Celestial’, oró Mueller, ´escoge y separa para Ti a tu amado siervo para el especial ministerio con la desterrada humanidad. Yo te lo entrego del todo en Tus Manos, a Tu amoroso cuidado.´
En los previos años anteriores, la Iglesia Ortodoxa Rusa había decidido que los Baptistas, Stundistas y aquellos que sigan ´las herejías Paschoffistas´ iban a ser proscritos; el Coronel Paschoff fue uno de los miles que fueron exiliados en Siberia, Transcaucasia y otras remotas partes del Imperio. Baedeker viajó a través de Siberia y en el interior de las Islas Sakhlin, visitando y llevándoles aliento espiritual a este grupo de cristianos perseguidos.
Yendo en su viaje hacia el sur, hasta Italia, Mueller predicó en Florencia, Roma y Nápoles. En mayo, él y Susannah llegaron de regreso a Inglaterra y entraron en Ashley Down después de una ausencia de veintiún meses.
El viaje de predicación había llegado a su fin. En setenta años, George y Susannah habían recorrido alrededor de doscientas mil millas (cerca de trescientos diez mil kilómetros) visitando cuarenta y dos países; Mueller contaba ahora con ochenta y siete años de edad.

El año financiero que acabó poco después de que Mueller hubiese regresado a Ashley Down –el año que acababa en mayo de 1892– fue el segundo en toda la historia de los Orfanatos en que los gastos superaron a los ingresos. La primera ocasión fue en el año 1881-2, cuando las despensas de la obra con los niños habían excedido los ingresos en aproximadamente quinientas libras; pero en menos de un mes a seguir a la apertura del nuevo año recibieron una suma por el pago de herencias que fue tres veces más grande que el déficit: y todo esto sucedió antes de que se publicase el informe anual.
En esta, la segunda ocasión, los gastos ascendían a cerca de dos mil libras por encima de los ingresos. Dieciséis donativos, sin embargo, que no habían sido entregados a su debido tiempo, ingresaron en los cofres cerca de tres mil libras. Además, entre otras cuarenta y cincuenta donaciones en herencia que habían sido dejadas legalmente para los Orfanatos, alcanzaba al total la cifra de otras dos mil seiscientas libras, pero el pago de ellas dependía de la viuda del testador o de otros parientes. Además, los cinco Hogares en Ashley Down, habían sido edificados y amueblados con gastos que ascendieron a las ciento quince mil libras; ninguno de los hogares fue sobrecargado jamás por hipotecas. Al fin y al cabo, la Institución poseía aproximadamente 900 acres de valiosos terrenos edificables que valían miles de libras. Basándose en todo esto, Mueller no tuvo la más mínima dificultad en adquirir préstamos de los bancos para saldar necesidades puntuales.
Pero por otro lado, Mueller detestaba aparentar si quiera que tuviesen deudas. Él escribió: ´La forma como Dios a operado con nosotros en este último año indica que  Su Voluntad es que hiciésemos contratos legales en nuestras operaciones, y estamos aguardando en Su Presencia para saber cómo, y durante cuánto tiempo más, esto deba hacerse así; porque no tenemos sino un solo objetivo con respecto a esta Institución, ver la Gloria de Dios. Cuando yo la fundé, uno de los principios establecidos fue: “que no habría expansión de la obra, recurriendo a la deuda”; y, de la misma manera, nosotros no podemos seguir en frente con todo lo que existe a nuestro alrededor si no tenemos los suficientes medios ingresados,  para suplir los gastos corrientes.´
En ese tiempo, la única contratación de préstamo actual para la obra tuvo lugar para las actividades de las Escuelas de Día; a finales de julio de 1892, Mueller anunció que la mayoría de las Escuelas nacionales y extranjeras de Día cerrarían sus puertas el día 31 de octubre. La escuela de Purton en Gloucestershire, cuyos gastos  habían sido sufragados por la Institución, y donde jóvenes maestros eran entrenados antes de trabajar en Ashley Down, continuó funcionando como habitualmente.
Con respecto a la obra con los niños, después de unos meses de oración, Mueller y sus colaboradores interpretaron ser la voluntad de Dios que la obra debería expandirse aun más. Originalmente, Mueller había comprado diez acres de terreno en los que planeaba construir dos edificios más en frente de los Núm. 4 y 5. En marzo de 1893, sin embargo, él vendió este terreno por mil libras cada acre, que sumaron aproximadamente diez mil quinientas libras.
A finales de siglo, el problema social que Mueller había procurado aliviar se resolvió por si naturalmente. Líderes en la opinión pública nacional tales como Charles Dickens y el Conde de Shaftesbury habían levantado el interés público en la educación y el cuidado de los niños a través de todo el país. Y otros, a seguir a Mueller, habían entrado a colaborar en la mies – Bernardo, Fegan, la Iglesia de la Sociedad Inglesa de Niños y otros más. Siguiendo el ejemplo de Mueller, ahora ya no existía en pie ninguna de las barreras que había en las admisiones de niños en el siglo dieciocho; y el sistema de admisión a través de la elección de los subscriptores fue, gracias a Mueller, totalmente erradicado.

Susannah Mueller contaba en esa altura con setenta y tres años de edad. El día 13 de enero de 1894, el diario de Mueller tiene escrito sin alarmismos:

Le ha placido a Dios llevarse con Él a mi amada esposa, Él me ha permitido tenerla conmigo veintitrés años y seis semanas. Por la gracia de Dios yo no solo me encuentro perfectamente satisfecho con esta dispensación, sino que además beso la mano que administra el azote, y vuelvo a procurar una vez más el cumplimiento de aquella palabra en este momento, que ´en todas las cosas actúa Dios para el bien de los que Le aman´(Romanos 8:28).

Mueller se quedó nuevamente viudo. ´Mi soledad´, escribió él, ´después de sesenta y dos años y cinco meses de una feliz vida de matrimonio ha sido grande y continúa siendo grande; sin embargo, yo continuo alabando a Dios más bien por todo lo que me ha concedido, por todo lo que me ha dejado disfrutar durante tanto tiempo, y por lo que ahora ha querido quitarme de mis manos y llevarse consigo; porque Él es bueno y misericordioso conmigo. Porque constantemente admiro la bondad que el Señor tiene conmigo en este mismo asunto, y que Él ha liberado ya totalmente a mi preciosa amada de toda enfermedad corporal o espiritual, y eso me hace sentirme muy feliz en Su Presencia sanadora; Él se sobrepone en mi soledad, y me consuela y conforta grandemente, siendo más que un mero soporte para mí´.
Después que terminó el último de los viajes predicando, Mueller raramente se ausentó de Bristol. Ahora que se encontraba soltero, decidió abandonar su casa en el Núm. 21 de la Calle Paul, y mudó su residencia ocupando una suite de cuartos del Orfanato Núm. 3 de Ashley Down, que vendría a ser su hogar durante el resto de su vida.
En septiembre de 1895, en su noventa cumpleaños, le hicieron un homenaje en la Capilla Bethesda.
´Mi voz es más firme y fuerte,´ dijo en el transcurso de sus agradecimientos´, que  en todos los sesenta y nueve años anteriores, y mis capacidades mentales están mejor que nunca,´
En ese mismo día escribió en su diario: ´mi mente está tan clara y capacitada para trabajar como cuando aprobé mis exámenes para la Universidad en marzo de 1825 (setenta y un años atrás) ´.
Él todavía hacía parte regular en los servicios Dominicales en Bethesda, Alma Road y las Capillas de Stokes Croft. Sin embargo, ya no se dedicó más a predicar en los servicios de la tarde, aunque sí continuó ejecutando su función en la obra de los Orfanatos, incluyendo la redacción y publicación del Informe Anual.
              


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