ALGUNOS DE LOS RESULTADOS QUE SE OBTIENEN MINISTRANDO AL SEÑOR. Capitulo 4. "Ministrando al Señor, el poder de Su Presencia"
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uceden muchas cosas a favor
nuestro cuando ministramos al Señor, pero solamente vamos a tratar con algunos
de esos beneficios.
Algunas veces la adoración
culmina en revelación, aunque, normalmente es la revelación la que nos guía a
la adoración.
Cuando Moisés subió al Monte
Sinaí, "El Señor descendió en la
nube y estuvo allí con él, proclamando el nombre de Jehová" (Éxodo 34:5).
Y entonces "Moisés, apresurándose,
bajó la cabeza hacia el suelo y adoró." (Vers.8). Cuando Jehová se
manifestó a Moisés, su reacción fue adorar.
Cuando Jesús sanó al hombre que
había sido ciego de nacimiento, el hombre fue inquirido por los fariseos,
expulsado de la sinagoga y posteriormente hallado por Jesús. Cuando Jesús le
dijo a este hombre que él era el Hijo de Dios, el que había sido ciego
respondió con su adoración diciendo: "Creo,
Señor, y le adoró”. (Juan 9:38).
Hay innumerables ejemplos de
personas a quienes Dios se les manifestó y cuya respuesta fue adorarle. Abraham,
Jeremías, Isaías, Daniel, todos ellos tuvieron revelaciones del Señor de una
manera u otra y le adoraron.
Cuando Dios se revela a nosotros,
tanto si es en Su Palabra, a través de alguna manifestación de Su poder o a
través de alguna experiencia en la que Él nos visita, nuestra respuesta
inmediata es la adoración.
La revelación que nos hace Dios
no sólo provoca en nosotros una respuesta de adoración, sino que, además,
generalmente es con la adoración y comunión a Dios, que Él decide revelarse a
Sí Mismo y darnos a conocer Sus verdades. Es decir, la adoración normalmente
nos guía a la revelación.
Tomemos, por ejemplo, el caso de
Ana, en Lucas 2. A medida que Ana adoraba al Señor y estaba en Su Presencia,
Dios le mostró muchos de Sus secretos, le enseñó muchas cosas acerca de Jesús y
en cuanto vio aquel bebé en el templo, se dio cuenta que era Jesús, y: "Hablaba del niño a todos los que
esperaban la redención en Jerusalén." (Lucas 2:38).
Cuando los líderes de Antioquía
se encontraban reunidos y ministrando al Señor, el Espíritu Santo habló y les
reveló Su voluntad en cuanto a Bernabé y Pablo. Les dijo, "Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que os he
llamado." (Hechos 13:2). Sus adoraciones causaron la revelación de
parte de Dios.
Isaías probablemente se
encontraba orando en el templo cuando tuvo aquella tremenda experiencia
contemplando a Dios:
En el año que murió el Rey Uzías, vi yo al
Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo.
Por encima de Él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus
rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. El uno al otro daba
voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra
está llena de su gloria. Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la
voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo. Entonces dije: ¡Ay de mí! que
soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de
pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los
ejércitos. Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón
encendido, tomado del altar con unas tenazas; y tocando con él sobre mi boca
dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu
pecado. Después oí la Voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá
por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí. (Isaías 6:1-8).
Isaías tuvo una revelación de la santidad
de Dios. Dios Se mostró Santo y Altísimo. Isaías lo vio formidable en Su
grandeza, esplendor y majestad. Hasta los serafines se cubrieron sus rostros y
pies y se daban voces el uno al otro diciendo: "Santo, Santo, Santo." (Vers. 3).
Es interesante resaltar que los
serafines tuviesen cuatro alas para cubrirse y dos alas para volar. En otras
palabras, podríamos decir que pusieron dos veces más énfasis en la adoración
que en la obra. Ya hemos visto que nuestras obras proceden y fluyen de nuestra
adoración.
También cuatro seres vivientes
dijeron lo mismo en una visión que le fue revelada a Juan:
Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno
seis alas, y alrededor y por dentro estaban llenos de ojos; y no cesaban día y
noche de decir: Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era,
el que es, y el que ha de venir. (Apocalipsis 4:8).
Cuando la palabra del Señor vino
a Jeremías y Dios le encomendó ser profeta para las naciones, Jeremías se
consideraba a sí mismo profundamente inadecuado para el cargo. Dijo: “¡Ah! ¡Ah, Señor Jehová! He aquí, no se
hablar, porque soy niño." (Jeremías 1:6).
Moisés también sintió la misma
dura realidad de su propia incapacidad cuando Dios se le apareció en la zarza
encendida y lo llamó para librar a los hebreos de la esclavitud de Egipto. Él
dijo:
Entonces Moisés
respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los
hijos de Israel? (Éxodo 3:11).
Entonces dijo Moisés a Jehová: ¡Ay, Señor!
Nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu
siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua. (Éxodo 4:10).
Job, también, cuando se le
manifestó el Señor se humilló ante el Señor le dijo:
¿Quién es el que oscurece el consejo sin
entendimiento? Por tanto, yo hablaba lo que no entendía...De oídas te había
oído; mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en
polvo y ceniza. (Job 42:3, 5-6).
Job adoró y vio al Señor.
Igual que sucedió con Isaías,
Jeremías, Moisés, Job y muchos otros, nosotros también precisamos de una
revelación del Dios Viviente. Necesitamos llegar a Su maravillosa Presencia a
medida que le adoramos. Tenemos que ser iluminados con Su poder y vislumbrar Su
santidad y esplendor si vamos a ser instrumentos Suyos. Y eso casi siempre
comienza con adoración.
La adoración, no sólo nos introduce
en la revelación de Dios, Sus propósitos y planes, y nos dice de Quién somos,
sino que, además, la adoración también nos hace tener un mismo sentir, es
decir, nos entrelaza milagrosa y extraordinariamente de una forma natural en la
unidad del Espíritu.
Cuando adoramos al Señor con
otros hermanos, llegamos a disfrutar con ellos de una unidad de propósito
juntos, un cuerpo único. En vez de concentrarnos en nuestras diferencias, nos
miramos en Cristo y enfocamos al Padre. A medida que somos introducidos en Su
maravillosa Presencia, todas nuestras diferencias desaparecen y no tienen
cabida a Su lado. Es cuando nos vestimos de Cristo para adorar al Padre que
llegamos a estar cerca de Dios porque Él nos atrae a Sí Mismo y también nos
acerca con otros hermanos que están en un mismo sentir adorando a Dios.
Alguien hizo una vez una
ilustración hablando de esto, dijo que era como si los cristianos fuesen
predispuestos en un círculo alrededor de Dios, como en una rueda. A medida que
cada uno de nosotros se aproxima de Dios, cerrando el aro de la rueda, también
vamos siendo más cercanos los unos de los otros.
Adorar a Dios hace que seamos de
un mismo sentir, y que tengamos un mismo propósito.
Pablo exhortó a los Colosenses a
que se asiesen "de la Cabeza"
(Colosenses 2:19), a mirar a Cristo para recibir el crecimiento que da Dios
y no hacer caso de las ordenanzas mundanas, tales como, no hagas esto o no
hagas lo otro. Pablo dijo que si nos vestimos de Cristo y nos mantenemos
enfocándonos a Dios, seremos juntamente
nutridos y unidos con todo "el
crecimiento que da Dios." (vers.19).
A través de todo el Libro de
Hechos, vemos que los cristianos del primer siglo estaban unidos en un mismo
corazón, y mientras estaban juntos adoraban a Dios y tenían un mismo propósito.
Adorar a Dios no solamente nos
lleva a que tengamos un mismo propósito los cristianos, sino que también hace
florecer la vida y el poder de Dios.
Hay un poder en la alabanza y la
adoración que expulsa las influencias satánicas y liberta las divinas y eso nos
hace llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo. Dios habita en
medio de las alabanzas de Su gente (Salmos 22:3). A medida que alabamos a Dios,
el poder del espíritu se eleva dentro de nosotros y nos saca de las influencias
del enemigo.
Yo precisaba antiguamente
invertir una gran cantidad de tiempo para reprender al Diablo. Pero ahora, sólo
le reprendo una sola vez y comienzo a adorar y alabar a Dios. De esa manera, el
Diablo es echado fuera automáticamente a medida que el espíritu santo me va
libertando y yo le manifiesto.
Podemos ver un buen ejemplo de
esto en 2ª Crónicas 20 cuando Moab, Amón y Edom se aliaron para luchar contra
Judá y Josafat su rey. Josafat se presentó en medio de la congregación de Judá
y le preguntó a Dios lo que deberían hacer teniendo en vista la inminente
batalla.
Dios Le respondió y dijo:
"… Oíd Judá todo, y vosotros moradores de Jerusalén, y tú, rey
Josafat. Jehová os dice así: No temáis ni os amedrentéis delante de esta
multitud tan grande, porque no es vuestra la guerra, sino de Dios..... No habrá
para que peleéis vosotros en este caso; paraos, estad quietos, y ved la
salvación de Jehová con vosotros. Oh Judá y Jerusalén..." (2ª Crónicas
20:15, 17).
En el día de la batalla, Josafat:
"…Puso algunos que cantasen y alabasen
a Jehová, con vestidos de ornamentos sagrados, mientras salía la gente armada,
y que dijesen: Glorificad a Jehová, porque Su misericordia es para siempre. Y
cuando comenzaron a entonar cantos de alabanza, Jehová puso contra los hijos de
Amón, de Moab, y del monte de Seir las emboscadas que ellos mismos que venían
contra Judá, y se mataron los unos a los otros." (2ª Crónicas 20:21-22).
Yo creo que, cuando el pueblo de
Dios avanzó contra sus enemigos, sus espíritus se elevaron en alabanzas y
adoraciones. Pasaron del medio natural al sobrenatural, cantando las canciones
del Señor y siendo inspirados por sus espíritus. A medida que iban ministrando
al Señor, el Señor actuaba por medio de ellos derribando a sus enemigos.
Las adoraciones y alabanzas ponen
en evidencia la vida y el poder de Dios.
Cuando Pablo y Silas fueron
azotados y puestos en prisión por predicar el Evangelio y por haber libertado a
una muchacha de la posesión de espíritus diabólicos, ellos cantaron alabanzas a
Dios. El resultado fue la manifestación inmediata del poder de Dios:
"Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que
los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se
soltaron.” (Hechos 16:26).
Sus alabanzas produjeron un poder
que abrió las puertas de la cárcel.
Cuando alabamos a Dios hoy en
día, el poder es tan grande que produce sanidad, liberación y derriba las
puertas de prisiones que el enemigo nos intenta levantar.
Cuando los primeros discípulos
alababan y oraban al Señor:
"…El lugar donde se encontraban congregados tembló; y todos fueron
llenos del espíritu santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios."
(Hechos 4:31).
El poder y la vida de Dios se
manifiestan a medida que le alabamos y le adoramos.
Somos recipientes (vasos de
barro) a través de los cuales la vida y el poder de Dios pueden manifestarse en
este obscuro mundo. Cristo es la vida y a medida que vivimos por él y bebemos
de su fuente, su vida fluye por nosotros y se conecta con Dios. Cuando
obedecemos a Dios y andamos por fe, esa propia vida mana de nosotros y se
propaga por el desierto del mundo.
Jesús se puso en pie y clamó en
el último día de la Fiesta de los Tabernáculos:
"…Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como
dice la escritura, de su interior correrán ríos de agua viva." (Juan
7:37-38).
Jesús se estaba refiriendo a la
plenitud del espíritu santo que sería ofrecido a los cristianos después que él
hubiese sido glorificado. (vers.39).
Cuando vivimos en Cristo y
bebemos su vida, se establece una fluido de aguas espirituales. Dios desea que
ese manantial se manifieste para vida. Dios no se contenta con que recibamos
simplemente vida, sino con que lleguemos al punto de manifestarla en abundancia
y corra inundando también la vida de otras personas.
Adán recibió la vida y fue hecho
alma viviente. Cristo, "el postrer
Adán fue hecho espíritu vivificante". (1ª Corintios 15:45).
Dios no se contenta con que
recibas vida o con producir en ti vida, Él te ha dado el mismo espíritu que
habita en el Cristo resucitado, para que puedan fluir a través de ti, a través
de ese espíritu santo, verdaderos ríos de agua viva. Dios está interesado en
ambas cosas: en inundarte interiormente de Cristo y en que tú lo manifiestes
exteriormente.
Jesús se tomó el tiempo, en la
Fiesta de los Tabernáculos, para decir que si alguien viniese a él y bebiese,
de la parte más íntima de su ser correrían verdaderos “ríos de agua viva”. (Juan 7:37-38).
Fue durante el tiempo en el cual
los sacerdotes purificaban las aguas del estanque de Siloé, para mezclarlas con
el vino en el sacrificio de la mañana que depositaban en el altar, cuando Jesús
pronunció esas palabras.
Si los sacerdotes derramaban
suficiente agua purificada sobre el altar, esas aguas se desbordaban a través
del altar y salían al patio exterior, atravesando las puertas del templo, las
calles de la ciudad, hasta llegar al Valle de Kidron y desembocaban en el Mar
Muerto.
Fue mientras los sacerdotes
estaban purificando el agua mezclada con vino en el altar y la gente se
encontraba cantando con gran gozo que Jesús se puso en pie y clamó en alta voz:
"Si alguno tiene sed, venga a mí y
beba. El que crea, como dice la escritura, de su interior correrán ríos de agua
viva." (Juan 7:37-38).
Cristo derrama sus ríos de agua
viva por nosotros cuando vivimos por él y bebemos de él. Cuando adoramos a Dios
y le obedecemos, estos ríos corren del seno de Dios y el de los hombres
respectivamente.
Ezequiel vio en una visión
desbordarse y descender el Río de Dios procedente del templo de Jerusalén.
Y "aguas
que salían de debajo del umbral de la casa hacia el oriente." (Ezequiel
47:1) y salían del lado derecho del altar, a través del lado sur de la
puerta oriental y, eventualmente, también por la parte del campo al este hasta
el desierto. En un determinado punto al sur de Jerusalén, se dividía en dos
ríos, un río desembocaba en el Mar Mediterráneo y el otro en el Mar Muerto.
No hay salida para las aguas del
Mar Muerto. Está muerto porque no tiene desagüe. Esto también sucede en la vida
de muchas personas, y ese es el motivo por el cual se encuentran
espiritualmente dormidos.
Pero el Río de Dios está fluyendo
hacia el Mar Muerto y sus aguas están siendo saneadas. Habrá un fluido y un
desagüe del Mar Mediterráneo para el interior del Mar Muerto y vendrán una
multitud de peces a ocupar las aguas del Mar Rojo.
Una vez que, en la Biblia, el
significado de un océano o mar se da sobre una masa de gente humana, el Mar
Muerto significa una masa humana de gente espiritualmente muerta. Pero Dios
está haciendo que fluya y se desborde Su
Río de Vida hacia la enorme masa de gente humana no regenerada. Ellos beberán
de ese Río de Vida y serán sanados.
Dios está produciendo "ríos en el desierto" (Isaías
43:19). Está dando "aguas en la
soledad" (ver.20). A medida
que los hambrientos y sedientos vengan a Él y beban, Su vida también correrá y
se desbordará por ellos y también adorarán a Dios con un río de alabanzas.
Entonces, serán movidos a obedecerle y entenderán por qué han sido creados en
el espíritu santo para adorarle.
Ezequiel vio desbordarse el Río
de Dios comenzando como si fuese una pequeña naciente y fue creciendo hasta
llegar a ser un gran río con cerca de cinco kilómetros de anchura. Esto es lo
que de alguna manera también sucede en nuestro tiempo.
Adorar al Señor no es solamente
dejar fluir Su vida y poder a través de nosotros, sino que también nos mantiene
equilibrados espiritualmente. También nos ayuda a mantener todas las cosas en
su perspectiva apropiada en nuestras vidas.
Necesitamos mantenernos enfocados
siempre a Dios, más en Sí Mismo que en Sus bendiciones y más en Su vida que en
la manera a través de la cual Su vida fluye.
Es tiempo de que "Se levante Dios" (Salmos 68:1). Es
tiempo de ponerle a Él en primer lugar y no a nosotros o a nuestras ideas y
proyectos.
Cuantas veces ridiculizamos al
mundo pagano que adora y sirve a las criaturas más que al Creador. (Romanos
1:25).
Muy a menudo, también acusamos a
los fariseos que adoraban los rituales externos que les entregó Dios -los cuales
señalaban las Cosas venideras- y cuando Cristo de hecho vino, lo desecharon
debido a esos mimos rituales.
¿No hacemos nosotros lo mismo?
Así pues, muchas personas hoy en
día tienen una gran variedad de ídolos, ídolos que exaltan por encima de Dios
Mismo. Esos ídolos pueden ser métodos espirituales, dones, órdenes,
revelaciones, etc. Pero sea lo que sea, si lo ensalzamos por delante de Dios,
será siempre un ídolo.
Muchas veces en la historia, Dios
ha utilizado a personas, programas y cosas como vehículos para manifestar Su
poder. Pero, muy a menudo, los hombres han terminado adorando y poniendo la
preeminencia en los rituales y las cosas externas y han dejado de lado a Dios.
Los hombres generalmente dejan la vida y se vuelven para la parte externa que
contiene la vida. Sucedió en el Antiguo Testamento y continúa sucediendo
también hoy en día.
Todos hemos alguna vez oído que,
en Números 21, cuando el pueblo de Israel era mordido por las serpientes
ardientes en el desierto, Moisés fue instruido para hacer una serpiente de
bronce. Él "la puso sobre una asta;
y cuando alguna serpiente mordía alguno, miraba a la serpiente de bronce, y
vivía." (Números 21:9).
La vida de Dios se movía a través
de la serpiente de bronce. Cuando las personas la miraban, eran sanadas. Sin
embargo Israel se olvidó de la vida y fijó sus ojos en lo ritual y externo.
Durante 900 años, Israel adoró
aquella serpiente de bronce y le quemaron incienso hasta que Ezequías la partió
en pedazos. Porque Ezequías:
…Quitó los lugares altos, y quebró las
imágenes, y cortó los símbolos de Asera, e hizo en pedazos la serpiente de
bronce que había hecho Moisés, porque hasta entonces le quemaban incienso los
hijos de Israel; y la llamó Nehustán. (Cosa de bronce). (2ª Reyes 18:4).
Los hijos de Israel estuvieron
900 años adorando el vehículo o instrumento que Dios utilizó en vez de la
verdadera Fuente, Dios Mismo.
¿No se hace lo mismo hoy en día?
Cuando ponemos programas,
revelaciones o métodos por encima de Dios Mismo nos desequilibramos, nos
inclinamos a los rituales y símbolos estériles y la vida de Dios la dejamos a
un lado.
Pero si ministramos a Dios
primeramente y le damos la preeminencia que merece, entonces nuestras vidas
serán continuamente enriquecidas por Él y seremos instrumentos Suyos para
bendecir a otros hombres y mujeres.
Nunca podrás amarle en demasía.
Nunca podrás invertir demasiado tiempo con Él ministrándole primeramente.
Porque Tú “Señor, eres digno de recibir la gloria y la honra y el poder;
porque Tú creaste todas las cosas, y por Tu voluntad existen y fueron creadas.
(Apocalipsis 4:11).
Traducción libre española por Juan Luis Molina y Claudia Juárez Garbalena
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