LAS MANERAS DE MINISTRAR AL SEÑOR. Capítulo 3. “MINISTRANDO AL SEÑOR” EL PODER DE SU PRESENCIA. POR ROXANNE BRANT
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osotros aprendemos a ministrar al
Señor estudiando en las Escrituras cómo le ministraba Su gente y, además,
ministrándole cada uno por nosotros mismos.
Hay varios aspectos respecto a
ministrar al Señor que están expuestos en Génesis 22 donde la palabra
"adoración" se menciona por primera vez en la Biblia.
Entonces dijo Abraham a sus siervos: Esperad
aquí con el asno, y yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y
volveremos a vosotros. (Génesis 22:5).
En primer lugar, vemos que
Abraham creyó a Dios. Igual que Abraham, necesitamos la fe para adorar a Dios.
La Biblia dice:
Pero sin fe es imposible agradar a Dios;
porque es necesario que el que se acerca
Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.
(Hebreos 11:6).
Solamente después de ser renacido
y de haber entrado en Su Reino, te puedes presentar delante de Dios, por fe y
llegar a ser consciente verdaderamente de lo cercano que de ti se encuentra.
Solamente entonces puedes unirte en adoración a través de la guía del espíritu
santo.
En segundo lugar, Abraham
obedeció al mandato de Dios y salió para ofrecerle el sacrificio o adoración.
Obediencia y adoración son interdependientes entre sí.
A medida que le obedecemos a Él,
más y más cada área de nuestras vidas llega a estar completamente en Sus manos
porque comenzamos a ver más y más Quién es Él y vamos aprendiendo que Él es
absolutamente confiable en Su fidelidad. Cuando vemos y conocemos a Dios, no
tenemos ningún otro impulso que no sea adorarle.
La Biblia dice que nuestros pecados
nos separan de Dios. Hacen que se esconda Su rostro para poder escucharnos
(Isaías 59:2). El pecado nos aleja de Dios, de sentir Su Presencia y de poder
adorarle. Pero si nos acordamos del valor de la sangre y recordamos cómo nos
limpia continuamente de nuestros pecados podemos presentarnos a cara
descubierta para que nos vaya transformando y podamos obedecerle en todos los
detalles y minutos de nuestra vida y así disfrutar de una dulcísima comunión
con Él, que, a Su vez, nos va enriqueciendo en nuestra ministración para Él.
Observa que Abraham se preparó
para adorar o sacrificar y se acercó a Dios separándose de los que le
acompañaban, para adorar al Señor.
Debemos prepararnos para adorar
al Señor. No podemos encender la televisión en un minuto y adorar a Dios en el
minuto siguiente. Para poder disfrutar este tiempo personal con Dios, debemos
salirnos de todas las confusiones, dejando a un lado personas y situaciones, y
permanecer mentalmente preparados para adorar. Necesitamos llegar a un punto
donde, individual o colectivamente, nuestras mentes y espíritus se puedan
centrar en Dios sin distracción alguna.
Abraham se apartó para ofrecer a
Isaac a Dios y lo denominó adoración. Adoración significa ofrecerle algo a
Dios, porque Él es digno de recibir "el
poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la
alabanza." (Apocalipsis 5:12).
Dios bendijo previamente a la
estéril Ana dándole el hijo por el que ella le había orado. Le puso por nombre
Samuel y lo trajo para ofrecérselo al Señor en Silo como se lo había prometido.
Ella dijo:
Por este niño oraba, y Jehová me dio lo que
le pedí. Yo, pues, lo dedico también a Jehová; todos los días que viva, será de
Jehová. (1ª Samuel 1:27).
Ana dijo "El Señor me lo dio; yo se lo doy al Señor." Y adoraron
al Señor en aquel lugar.
La clave para la verdadera
adoración se encuentra en ofrecer algo a Dios.
Adoración va siempre junto con
sacrificio.
[Sacrificio significa: “Ofrenda a
Dios en señal de homenaje o expiación”. En esta administración de la Gracia,
hemos sido expiados por la sangre preciosa de Cristo, entonces, ¿Qué podemos
ofrendar a Dios?: ¡Nuestro amor! ¡Nuestro agradecimiento, reconocimiento y
veneración! Nota de traductores].
Después de que Pablo y Silas
fuesen azotados y puestos en la cárcel por predicar el Evangelio, ellos oraron
y cantaron alabanzas a Dios. (Hechos 16:25). Sus adoraciones fueron un
sacrificio muy agradable para Él.
Cuando Job fue informado que
todos sus hijos habían sido asesinados, él "se
levantó, y rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y
adoró" (Job 1:20). ¡Este tipo de adoración requiere sacrificio!
Aunque la palabra adoración no se
utiliza para describir el hecho de María en Juan 12, la historia de su ofrenda
nos da un ejemplo maravilloso de adoración. Jesús vino a cenar con Marta,
Lázaro, y María:
Entonces María tomó una libra de perfume de
nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus
cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume. (Juan 12:3).
Del mismo modo que María, cuando
nos sentamos a Sus pies y ponemos en marcha nuestra ministración para Él
(observa que el perfume era "de
mucho precio") entonces Él se nos presenta y la fragancia de Su
Presencia inunda el santuario de nuestras vidas.
La adoración envuelve fe, obediencia,
preparación, separación y derramar sacrificio para Él.
La Biblia nos dice más cosas
acerca de cómo podemos adorar a Dios en Juan 4. En este pasaje, Jesús se encontró con la mujer samaritana en
el pozo de Jacob.
Ella le dijo:
…Señor, me
parece que tú eres profeta. Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros
decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar. Jesús le dijo: Mujer,
créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al
Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos;
porque la salvación viene de los judíos. Mas la hora viene, y ahora es, cuando
los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque
también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los
que le adoran, en espíritu y en verdad, es necesario que adoren. (Juan
4:19-24).
En este pasaje se nos ofrecen
varios aspectos al respecto de dónde, a Quién y cómo adorar.
Jesús resaltó que la verdadera
adoración es interior, del corazón, y no está en conexión con ningún lugar
particular, como Jerusalén o el Monte Gerizim o cualquier ritual externo en
especial.
También señaló que hay mucha
gente que adora ídolos y conceptos de hombres sobre Dios, pero no saben lo que
adoran. Sin embargo, Jesús dijo que la nueva generación de adoradores sería
diferente, porque conocerían de cerca al verdadero Dios y le adorarían en "espíritu y en verdad".
Jesús era la voluntad de Dios
puesta en marcha. Él dijo, "El que
me ha visto a mí, ha visto al Padre". (Juan 14:9). Sólo podemos saber a Quién adoramos si conocemos al
Jesús que revelan las Escrituras de una manera íntima y personal.
Expresamos nuestra adoración al
Padre en espíritu, porque el espíritu santo nos ha sido dado. Y porque ese
espíritu es el mismísimo Cristo en nosotros y es quien nos muestra todas las cosas
de nuestro amoroso Padre Celestial, nosotros, como Cristo, también estamos
capacitados para adorar a Dios en espíritu y en verdad.
Ya hemos dicho que la adoración
es primeramente interior y que es la buena disposición del corazón y no el
lugar o la postura del cuerpo lo que es importante.
Pero, no obstante, Dios quiere
que el cuerpo también se encuentre envuelto en la adoración.
A medida que le adoramos a Él,
nos damos cuenta automáticamente que nuestra adoración se expresa también con
actitudes apropiadas del cuerpo.
La palabra hebrea más común usada
para "adoración" es shachah,
que significa "postrarse" o "recogerse en sumisión,
inclinarse."
Eliezer, el siervo de Abraham, "se inclinó, y adoró a Jehová."
Moisés "bajó la cabeza hacia el suelo y adoró" (Éxodo 34:8)
cuando Dios descendió y estuvo con él en el Monte Sinaí.
Cuando Esdras bendijo al Señor:
Todo el pueblo respondió, ¡Amén! ¡Amén!
alzando sus manos; y se humillaron y adoraron a Jehová inclinados a tierra.
El salmista clamó, "Venid, adoremos y postrémonos; arrodillémonos
delante de Jehová nuestro Hacedor”.
Aunque muchas veces nos
levantamos y adoramos al Señor, como el pueblo de Israel que "se levantaba cada uno a la puerta de su
tienda y adoraba" (Éxodo 33:10), también muchas veces nos postramos y
nos inclinamos, recogiéndonos sumisos delante de Él.
La palabra griega más empleada
para adoración es proskuneo, que
significa, "dar un abrazo”, o “besar la mano a”. Generalmente, se refiere
a una inclinación delante de Dios como la que hicieron las mujeres gozosas que,
cuando vieron a Jesús resucitado: "abrazaron
sus pies, y le adoraron." (Mateo 28:9).
Pablo, estando en adoración y
orando, dobló sus "rodillas ante el
Padre de nuestro Señor Jesucristo" (Efesios 3:14). Él también nos
exhorta a levantar "manos santas,
sin ira ni contienda" (1ª Timoteo 2:8) a medida que adoramos a Dios.
Cuando adoramos y estamos en comunión
con Dios, hay momentos en los que entramos en un profundo recogimiento donde no
caben palabras o sonidos. Hay momentos cuando Él nos dice, "Estad quietos, y conoced que yo soy Dios". (Salmos 46:10).
Momentos cuando nos manda, "Temblad,
y no pequéis, meditad en vuestro corazón estando en vuestra cama y
callad." (Salmos 4:4).
A medida que Él "cambia la tempestad en sosiego, y se
apaciguan sus ondas" (Salmos 107:29), así Él se acerca a nosotros y
nosotros reposamos en Su Presencia a medida que le adoramos y tenemos comunión
con Él.
No tenemos que adorar a Dios con
una manera estudiada o específica. Pero hay una variedad muy rica de maneras de
alabarle y adorarle, tanto individual como colectivamente, según somos guiados
por el espíritu santo.
En primer lugar, podemos alabar y
adorar a Dios con instrumentos.
Salmos 150 nos manda que alabemos
al Señor "por Sus proezas: Alabadle
conforme a la muchedumbre de Su grandeza" (vers.2). El salmo hace una
lista completa de todos los instrumentos musicales conocidos en el tiempo de
David y nos exhorta a alabar a Dios con ellos.
El versículo 3 declara: “Alabad al son de bocinas; alabadle con
salterio y arpa."
El versículo 3 declara: "Alabadle al son de bocina (shophar en hebreo: Especie de trompa
curva), Alabadle con salterio (nebel en hebreo: Un instrumento portátil
de diez cuerdas) y arpa (Kinnor en hebreo: Un arpa o lira de tres
a cinco cuerdas).
El versículo 4 dice: “Alabadle con pandero, (toph en hebreo: Tambor, tamboril) y danza; Alabadle con cuerdas (minnim
en hebreo: Como una cítara) y flautas.
El versículo 5 continúa: “Alabadle con címbalos resonantes; alabadle
con címbalos de júbilo” (tseltelin
en hebreo: Platillos o platos de bronce).
Todo lo que respira
alabe a Jehová. Aleluya. (vers.6).
Cuando David y los 30.000 hombres
de Israel se dispusieron a traer el arca de Dios de Baala a Jerusalén,
colocaron el arca de Dios en un carro nuevo. (Lee 2ª Samuel 6:1-5; 1ª Crónicas 13:1-8).
Y David y toda la casa de Israel danzaban delante de Jehová con toda
clase de instrumentos de madera de haya; con arpas, salterios, panderos,
flautas y címbalos. (2ª Samuel 6:5).
Y David y todo Israel se regocijaban delante
de Dios con todas sus fuerzas, con cánticos, arpas, salterios, tamboriles,
címbalos y trompetas. (1ª Crónicas 13:8).
El rey David utilizó todo tipo de
instrumento conocido en su tiempo para ministrar al Señor. Está muy claro, por
tanto, que debemos ser muy libres de emplear cualquier instrumento disponible
hoy en día también, en nuestra adoración a Dios. Además, por supuesto, de
utilizar nuestros órganos vocales para alabar y adorar a Dios y hablarle,
aclamarle y cantarle Sus alabanzas.
El Salmista dijo:
La alabanza de
Jehová proclamará mi boca: y todos bendigan Su santo nombre eternamente.
(Salmos 145:21).
Yo alabaré a
Jehová en gran manera con mi boca, y en medio de muchos le alabaré. (Salmos
109:30),
Como de meollo y
de grosura será saciada mi alma. (Salmos 63:5).
Sea llena mi boca
de tu alabanza, de tu gloria todo el día. (Salmos 71:8).
Señor, abre mis
labios, y publicará mi boca tu alabanza. (Salmos51:15).
Cuando se echaron los cimientos
de la fundación del templo durante el liderazgo de Esdras, los sacerdotes se
vistieron y pusieron en sus cintos sus trompetas.
…Y a los levitas hijos de Asaf con címbalos,
para que alabasen a Jehová, según la ordenanza de David rey de Israel. Y
cantaban, alabando y dando gracias a Jehová, y diciendo: Porque Él es bueno,
porque para siempre es Su misericordia sobre Israel. Y todo el pueblo aclamaba
con gran júbilo, alabando a Jehová, porque se echaban los cimientos de la casa
de Jehová. (Esdras 3:10b-11).
El Salmista escribió, "Pueblos todos, batid las manos;
aclamad a Dios con voz de júbilo." (Salmos 47:1).
En una oración a Dios, David le
pidió que, "Tus sacerdotes se vistan
de justicia, Y se regocijen tus santos”. (Salmo 132:9). Y Dios respondió
que Él había escogido a Sión (vers.13) y que, por Su voluntad, "Vestiré
de salvación a Sus sacerdotes, y Sus santos darán voces de júbilo."
(vers.16).
Siendo como somos, hijos de Dios,
no solamente tenemos el gozo de hablar y proclamar Sus alabanzas, sino también de
cantar Sus loores.
El apóstol Pablo nos enseñó que
debemos cantar "con gracia en
nuestros corazones." (Colosenses 3:16).
Si dejamos fluir el espíritu
santo, nos saludaremos "con salmos,
con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros
corazones." (Efesios 5:19).
Después de que Pablo y Silas
fuesen castigados con azotes (flagelados) y metidos en prisión por echar fuera
un espíritu de adivinación de una muchacha, ellos oraron y cantaron himnos (humneo en griego) delante de Dios.
(Hechos 16:25).
Los Salmos están repletos de
exhortaciones para cantarle canciones al Señor, por ejemplo:
Cantad a Jehová
cántico nuevo; cantad a Jehová toda la tierra. Cantad a Jehová, bendecid Su
nombre; anunciad de día en día Su salvación. (Salmos 96:1,2).
Moisés y los hijos de Israel
cantaron delante del Señor después de haber sido librados por Él de Egipto e
introducidos por el Mar Rojo. (Lee Éxodo 15:1-21.)
Débora y Barac cantaron alabanzas
a Dios cuando les dio la victoria sobre los cananitas. (Lee Jueces 5:1).
Nosotros, también, podemos
ministrar a Dios, alabarle por la grandeza de Sus obras y la misericordia que
derrama sobre nosotros.
Yo creo que debemos enfatizar
mucho más el ministrar con coros, que el perfeccionar los coros, en nuestras
iglesias hoy en día. Precisamos unir en coro esas canciones y ministerio al
Señor durante el tiempo necesario hasta que, por su influencia, se levante toda
la congregación y ministren al Señor también.
Cuando David trajo el arca del
pacto desde la casa de Obed-Edom y se la llevó de vuelta a Jerusalén, escogió
cantores y músicos para que alabasen a Dios delante del arca:
Y David
iba vestido de lino fino, y también todos los levitas que llevaban el arca, y
asimismo los cantores; y Quenanías era maestro de canto entre los cantores.
Llevaba también David sobre sí un efod de lino. De esta manera llevaba todo
Israel el arca del pacto de Jehová, con
júbilo y sonidos de bocinas y trompetas y címbalos, y al son de salterios y
arpas. (1ª Crónicas 15:27-28).
Qué fácil es darse cuenta de que,
en nuestros días, así como en los días de David, es sólo a medida que
primeramente ministramos a Dios en alabanzas y adoraciones, que Su Presencia
-como el arca representaba- se hace manifiesta y viva.
Cuando el arca fue recogida y
puesta en reposo en Jerusalén, David encargó a los jefes de los padres de
Israel el servicio de las canciones en la casa del Señor:
Los
cuales servían delante de la tienda del tabernáculo de reunión en el canto,
hasta que Salomón edificó la casa de Jehová en Jerusalén; después estuvieron en
su ministerio según su costumbre. (1ª Crónicas 6:32).
David estableció a estos
sacerdotes para que cantasen delante del Señor -no para que sirviesen de
diversión para los israelitas. Ellos cantaban 24 horas por día delante de Él.
Eso es lo que algunos hacían, de hecho, los principales entre el pueblo, eran
los escogidos para el cargo. Algunas veces usaban instrumentos y los
armonizaban con sus alabanzas y adoraciones. Estos sacerdotes ministraban
delante del Señor "de acuerdo a su
orden" día y noche hasta que Salomón construyó el templo en Jerusalén.
Cuando Salomón dedicó el templo,
añadió 120 sacerdotes tocando trompetas a los 288 Levitas que ya eran los cantores o músicos instituidos por
David. (2ª Crónicas 5:12).
Como ya hemos referido, fue “cuando sonaban, pues, las trompetas y
cantaban todos a una, para alabar y dar gracias a Jehová, y a medida que
alzaban la voz con trompetas y címbalos y otros instrumentos de música, y
alababan a Jehová, diciendo: Porque Él es bueno, porque su misericordia es para
siempre; entonces la casa se llenó de una nube, la casa de Jehová. Y no podían
los sacerdotes estar allí para ministrar, por causa de la nube; porque la
gloria de Jehová había llenado la casa de Dios”. (Vers. 13-14).
La gloria descendió, no cuando
construían el templo o cuando ofrecían sacrificio, sino cuando ministraron al
Señor.
Tanto David como Salomón, sabían
muy bien que la prioridad máxima era la de ministrar al Señor. Salomón continuó
preservando los designios de su padre. Durante su reinado, los sacerdotes
continuaron ministrando delante del Señor día y noche con alabanzas y acciones
de gracia y adoración.
¿No deberíamos nosotros ahora
como hijos de Dios que somos, ministrarle también, como le ministraban los
sacerdotes debajo del antiguo pacto?
Algunas veces, cuando estamos
ministrando al Señor, somos exhortados a levantar con júbilo los brazos.
El Salmista escribe, "Pueblos todos, batid las manos;
Aclamad a Dios con voz de júbilo”. (Salmos 47:1).
Hasta los ríos son convidados a
tener gozo, sabiendo que viene Dios a emitir Sus juicios en la tierra, y a "batir sus manos." (Salmos 98:8).
Isaías escribió que cuando Israel
fuese traído de vuelta e introducido en la tierra para estar al frente de las
naciones, “los montes y los collados
levantarán canción… y los todos árboles del campo darán palmadas de aplauso.”
(Isaías 55:12).
Además, se nos exhorta a mover y
levantar las manos a medida que Le ministramos.
La Biblia dice:
Mirad, bendecid a Jehová, vosotros todos los
siervos de Jehová, los que en la casa de Jehová estáis por las noches. Alzad
vuestras manos al santuario, y bendecid a Jehová. (Salmos 134:1,2).
Las manos no se han diseñado para
que nos sentemos encima de ellas. Debemos también ponerlas para la gloria de
Dios. Lázaro salió vendado de pies y manos, pero nosotros somos libres, libres
para usar las manos para la gloria de Dios.
Pablo le dijo en su carta a
Timoteo, "quiero, pues, que los
hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda”.
(1ª Timoteo 2:8).
Las expresiones “manos santas”, “manos limpias”, se
refieren a un limpio corazón y vida. Así, pues, debemos lavarnos en la sangre
de Jesús y con la Palabra de Dios antes de acercarnos a Su Presencia.
El Salmista oró y dijo, "Suba mi corazón delante de ti como el
incienso, el don de mis manos como la ofrenda de la tarde." (Salmos
141:2).
Después de haber dedicado Salomón
el templo al Señor, él "se puso
luego delante del altar de Jehová, en presencia de toda la congragación de
Israel, y extendió sus manos" (2ª Crónicas 6:12) en oraciones y
loores.
Esdras, en una oración de
intercesión, se arrodilló y extendió sus manos al Señor su Dios. (Esdras 9:5).
Utiliza tus manos para bendecir
al Señor; elévalas en Su Nombre (Salmos 63:4). Elévaselas a Él. Ponlas a Su
servicio. Déjalas mecerse con gozo. Elévaselas a Dios, y Sus ríos de poder y
vida se desbordarán.
Podemos alabar a Dios de muchas
formas. Podemos alabarle acostados. La Biblia dice "Regocíjense sus santos por su gloria y canten aún sobre sus
camas." (Salmos 149:5).
Se nos exhorta para que lo
alabemos "danzando" (Salmos 149:3); y "con
pandero y danza." (Salmos 150:4).
Alabamos a Dios cuando nos
acostamos y cuando nos levantamos:
Alabad
el nombre de Jehová, alabadle, siervos de Jehová. Los que estáis en la casa de
Jehová, en los atrios de la casa de nuestro Dios. (Salmos 135:1-2).
Dios dijo, refiriéndose "A los sacerdotes hijos de Sadoc...se
acercarán para ministrar ante mí, y delante de mí estarán para ofrecerme la
grosura y la sangre." (Ezequiel 44.15).
Cuando Salomón pronunció su
oración dedicatoria del templo, "se
arrodilló delante de toda la congregación de Israel, y extendió sus manos al
cielo." (2ª Crónicas 6:13).
David escribió, “Venid, adoremos y postrémonos;
arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor." (Salmos 95:6).
Daniel se arrodillaba mirando a
Jerusalén tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios. (Daniel
6:10).
Hasta Jesús se arrodilló algunas
veces mientras oraba al Padre (Lucas 22:41).
Teniendo en cuenta todo lo visto,
tanto en las alabanzas como en las adoraciones, movemos la cabeza o nos
recogemos sumisos delante de Dios. Ciertamente, hay momentos en los que no
importa cuál es la actitud de nuestros cuerpos, las rodillas espirituales están
postradas. Pero Dios quiere que usemos el cuerpo para expresarle nuestra
adoración cuando eso sea posible.
No tenemos que ministrar al Señor
de ninguna manera especial. Pero hay una cierta y rica variedad de caminos para
expresar nuestra alabanza y adoración al Padre, a medida que somos guiados por
el espíritu santo.
Traducción libre española por Juan Luis Molina y Claudia Juárez Garbalena
muchas gracias, por esto Dios ha ministrado a sus hijos, nos toca ministrarlo a el con acción de gracias, Dios los bendiga hoy y siempre mis hermanos
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