“MINISTRANDO AL SEÑOR” EL PODER DE SU PRESENCIA. POR ROXANNE BRANT
Amada familia de Dios:
¡Dios los bendiga en el precioso y dulce nombre de nuestro Salvador
viviente que regresa: Jesucristo!
¡Es indescriptible el regocijo que tengo al presentar a ustedes el libro “Ministrando
al Señor- El Poder de Su Presencia”! Simplemente no hay palabras para
describir el hermoso regalo que es aprender a cultivar y desarrollar una comunión
personal, cada vez mas intima y estrecha con nuestro Abba Padre. Su compañía y
Su Amistad se ha hace muy viva, dinámica y hermosa cuando Él nos revela el
poder que hay en la verdadera alabanza y adoración. Las palabras vivas de Su
bendita Palabra brillan cada día más hermosas. ¡Parecen saltar del libro y
cantarnos las canciones más sublimes del Corazón de amor de nuestro Padre!
Una lección que nuestro Dios me ha dado personalmente, es el gran
privilegio que hay en aprender tremendas verdades Suyas de otros creyentes
-miembros muy dignos del Cuerpo de Cristo- aunque tengan, en
ciertos aspectos, un entendimiento diferente al mío. Simplemente he entendido
que nadie es capaz de comprender toda la Palabra de Dios y que nuestro Padre se
mueve, trabaja y enseña a cada hijo Suyo que lo busca con anhelo. Esta nueva
visión en mi vida espiritual, me ha permitido aprender aspectos de la Voluntad
de nuestro Padre que yo no entendía o no veía, de hermanos en Cristo que
tienen, por ejemplo, la creencia de que Jesucristo es Dios.
Cada hijo de Dios es muy preciado y amado para Él. Por cada uno de
nosotros murió Cristo, y el Padre se manifiesta en TODOS los que le buscan, Él
NO hace, ¡jamás! acepción de personas. Él simplemente es hallado de los que le
buscan así sean niños, ancianos, jóvenes, analfabetas, doctos, amas de casa o
médicos. A todos los que buscan Su Rostro, Él tiene el infinito y profundo amor
eterno para responderles y enseñarles conforme a la humildad de cada corazón,
aun con las limitaciones que podamos tener (de entendimiento, de conocimiento,
de educación o de edad, por ejemplo). Y de estos corazones humildes nuestro
Padre me ha mostrado muchas hermosas verdades de Su Palabra.
Por supuesto que vivo profundamente agradecida por la vida de hombres y
mujeres que se han parado firmes por Dios y de los cuales he aprendido la precisión
y exactitud de las Sagradas Escrituras. Agradezco mucho por la vida y el
ministerio de hombres como el Dr. V. P. Wierwille o E.W. Bullinger y otros más
a quienes Dios alumbró poderosamente su entendimiento. La Biblia es la
maravillosa Palabra y Voluntad revelada de Dios y amo contemplar su exactitud,
su precisión y belleza. Sin embargo, Dios me ha mostrado que Él se muestra
majestuosamente a TODOS aquellos que lo buscan con humildad y sencillez de
corazón y, para mí, ha sido una gran bendición y edificación darme la
oportunidad de escuchar y leer lo que Dios les ha mostrado a hijos
Suyos aunque no tengan exactamente el mismo entendimiento que yo.
Dios mira a la Iglesia como una sola. El no ve denominaciones, programas
y estructuras humanas. Dios mira a la Iglesia en conjunto como el hermoso y
engalanado Cuerpo de Cristo. Y cada hombre o mujer que es renacido del espíritu
de Dios, tiene la oportunidad y el privilegio de estar conectado a la Cabeza y
la posibilidad de ser enseñado por Dios si él o ella así lo desean.
¿Quién puede tener el pleno entendimiento de TODA la Verdad??? ¡Sólo
Dios! Y Él se manifiesta majestuoso en la vida de cada hijo Suyo que le busca. Agradezco
mucho a Dios que recientemente me haya enseñado a escuchar Su Voluntad
por medio de cualquier hijo Suyo que le ame y con quien Él me acerca,
independientemente del grupo al que pertenezca y reconozco que, teniendo “oídos
para oír”, he sido muy edificada y enriquecida “escudriñándolo todo y
reteniendo lo bueno”.
En este libro, podemos “diezmar la menta el eneldo y el comino” -es
decir mirar solamente las pequeñas imprecisiones que pueda tener- y
desecharlo por su titulo o por alguna sección de su contenido que nos parezca
inexacta, pero haciendo esto, desecharemos también la oportunidad de aprender
tremendas verdades espirituales de un miembro honroso del Cuerpo, como lo es
Roxanne Brant. Dios le ha mostrado a ella la profundidad de Su Corazón y
esto es lo que ella, con su entendimiento, nos comparte.
“Ministrando al Señor- El poder de Su Presencia” nos acerca al
Padre haciéndonos comprender el propósito de toda Su Creación y el maravilloso
deleite, gozo y privilegio que hay en desarrollar una profunda, personal,
intima y estrecha relación con Él.
Roxanne Brant habla en este libro de la verdadera adoración en espíritu
y en verdad que es sumamente poderosa y nos abre una puerta maravillosa de
entendimiento a Su Voluntad, entre muchos otros beneficios. Yo reconozco haber
sido, por mucho tiempo, una verdadera ignorante respecto al tema tan precioso
de LA ADORACIÓN, que es algo de lo que habla la Palabra de Dios y que el
engañador se ha empeñado en ensombrecer y ha envuelto en un manto de
misticismo, religiosidad y hasta fanatismo.
¡En amar a nuestro Dios con todo nuestro ser está involucrada la
adoración!!!
Hay mucha distorsión y mal entendimiento de lo que es la adoración en
espíritu y en verdad de la cual habló Jesucristo con la samaritana. Se entiende
muy poco acerca de la alabanza y aun menos sobre esta verdadera adoración que
NADA TIENE QUE VER con religión o misticismo, ¡SINO CON OFRENDAS DE AMOR DEL
CORAZÓN AL DIOS VIVO Y VERDADERO!
Los que hemos sido alumbrados en nuestro entendimiento con este libro,
hemos descubierto, en intimidad y a puerta cerrada con nuestro Padre, que NO
hay mayor deleite que tener una profunda relación con El. ¡Adorarle es
sencillamente maravilloso!!
¡Engrandezcamos a Dios en nuestros corazones! ¡Permitámosle que nos
muestre cada día más Su grandeza, gloria y poder! ¡Qué hermoso era el
corazón de David quien pudo contemplar la hermosura de su Dios en la intima y
muy personal relación que tuvo con Él mientras lo adoraba, alababa, bendecía y
exaltaba! David dijo:
Salmos 143:10
Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios;
Tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud.
Padre Celestial, alúmbranos cada día más el entendimiento a todos tus
hijos para que contemplemos lo que ojo no vio, ni oído oyó, ni ha subido en
corazón de hombre y que Tú has preparado para los que te amamos! ¡BENDITO,
ALABADO Y ADORADO SEAS ETERNAMENTE Y PARA SIEMPRE!
Con gran amor de Dios les presentamos “Ministrando al Señor- El poder
de Su Presencia”.
Adorando al Padre,
Claudia Juárez Garbalena.
“MINISTRANDO AL SEÑOR”
EL PODER DE SU PRESENCIA
DE: ROXANNE
BRANT
INTRODUCCIÓN
L
|
as verdades que contiene este
pequeño libro han revolucionado mi vida y mi ministerio. Son verdades Divinas.
Después de varios años de enseñar y predicar este mensaje, siento más intensamente
que nunca que, si sólo miramos a Dios y antes que nada le ministramos, veremos
a la iglesia de Jesucristo erguirse con una nueva gloria y brillo, encendida
con Su fuego e inundada de una santa pasión por hacer Su voluntad.
Hemos estado demasiado tiempo
adorando los ídolos de nuestros días. Se han exaltado las tradiciones por
encima de Su Evangelio y la institución se ha sobrepuesto a Su Señor.
Precisamos mudar el rumbo. Hemos permitido que todas las demás cosas
prevalezcan en la iglesia, y ahora es el tiempo de que se "levante Dios, y sean esparcidos Sus enemigos." (Salmos 68:1)
a medida que nos volvemos a Él completamente para ministrarle y para hacer Su
voluntad.
Este pequeño libro no cubre de
ninguna manera todos los detalles acerca de este tema de ministrar al Señor. Se
escribe simplemente para dar a conocer lo que Cristo ha hecho tan palpablemente
en mi vida. También se ha escrito porque esa ha sido la voluntad de Dios, Él me
dijo que lo escribiera. Espero que cambie tu vida de la misma manera que mudó
la mía.
Dios te bendiga
Roxanne Brant
Capitulo
Uno
QUÉ ES
MINISTRAR AL SEÑOR
“Nosotros
le amamos a Él, porque El nos amó primero”
1ª Juan
4:19
U
|
na de las más importantes
razones, por las que hay "falta de poder" hoy en día en la iglesia
Cristiana, se debe a que los cristianos han dejado de ministrar al Señor.
Bíblicamente hablando, es evidente que nuestra ministración al Señor debe ser
primordial y anterior con respecto a la ministración a los hombres si queremos ser
eficaces. Aun después de ser llenos con espíritu santo, si nuestras prioridades con
respecto a estas dos ministraciones están al contrario, vamos a ser de poca
ayuda e impotentes delante del mundo pagano en el cual vivimos.
Necesitamos de una vez por todas
volver a sumergirnos en el manantial de la vida Divina y embebernos en Él, La
Fuente Única de aguas vivas. Precisamos envolvernos del maravilloso Cristo
resucitado, conocerle íntima y profundamente. Sólo entonces veremos que nuestra
ministración a Dios es la que nos capacita con renovada frescura y poder para
ejercer nuestra ministración posterior a los hombres. Será entonces que, no sólo
hablaremos del poder de Dios, sino que también lo veremos demostrado y en
manifestación en nuestras vidas.
Nunca antes me había Dios
iluminado tanto y grabado mi alma con otra verdad: la verdad de que nuestra
primera ministración es para Él y no para los hombres.
La revolución en mi vida se dio
un día en el que el espíritu santo comenzó gentilmente a insistirme diciendo: "Ministra al Señor. Ministra al Señor."
Durante varios días seguidos, esta frase continuó repitiéndose en mi mente. Por
eso comencé a investigar en las Escrituras. En ellas encontré que, servir al
Señor, o ministrar al Señor, podían haber sido traducidas de las mismas
palabras hebreas y griegas (“sharath”
en hebreo; “diakoneo” en griego).
Hay muchas maneras en las que los
creyentes ministran, o sirven, al Señor. Podemos ministrarle a través de
ministrar a los que Él ama (Mateo 25:40). Podemos hacerlo también presentándole
nuestros diezmos y ofrendas. Y podemos ministrarle ofreciéndole nuestras
alabanzas y adoraciones.
A pesar de las numerosas maneras
en las que podemos ministrar a Dios, yo sabía que el espíritu santo se refería
a esta última vía en su insistencia – la vía que dice respecto a ministrar a
Dios con nuestras alabanzas y adoraciones.
Es impresionante ver cuán a
menudo se menciona en la Biblia este asunto de "ministrar al Señor."
Cuando Israel llegó a Sinaí,
durante su travesía en el desierto, “…apartó
Jehová la tribu de Leví para que llevase
el arca del pacto de Jehová, para que estuviese delante de Jehová para
servirle, y para bendecir en su nombre..." (Deuteronomio 10:8).
Durante los tiempos de
esterilidad espiritual anteriores al gobierno de los reyes de Israel, cuando la
Palabra de Jehová era escasa y había pocas visiones, el pequeño Samuel "ministraba a Jehová en presencia de Eli". (1ª Samuel 3:1).
Cuando el templo fue acabado de
edificar, durante el reinado de Salomón, el arca fue traída desde Sión y puesta
en el Lugar Santísimo:
Y cuando los sacerdotes salieron
del santuario...sonaban pues las trompetas, y cantaban todos a una, para alabar
y dar gracias a Jehová, y a medida que alzaban la voz con trompetas y címbalos
y otros instrumentos de música, y alababan a Jehová, diciendo: Porque él es
bueno, porque su misericordia es para siempre; entonces la casa se llenó de una
nube, la casa de Jehová. (2ª Crónicas 5:11a, 13-14).
María, la madre de Jesús,
ministraba al Señor mientras desbordaba las adoraciones y alabanzas al Poderoso.
(Lee Lucas 1:46-55 y compara con 1ª
Samuel 2:1-10).
Ana, la profetiza, que "hablaba del niño a todos los que
esperaban la redención en Jerusalén" (Lucas 2:38) nunca se apartaba
del templo "sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones"
(vers.37).
Los que eran considerados como
columnas de la primera iglesia no sólo ministraban al Señor en privado sino que
también se presentaban públicamente para ministrar al Señor. (Hechos 13:1-3).
No somos sólo nosotros los que
ministramos al Señor aquí en esta tierra, sino que hay millones de seres
ministrándole en los lugares celestiales.
El apóstol Juan escribió lo
siguiente:
Y miré, y oí la voz de muchos
ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su
número era de millones de millones, que decían a gran voz: El Cordero que fue
inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza,
la honra, la gloria y la alabanza. Y a todo lo creado que está en el cielo, y
sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en
ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la
alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos. Los
cuatro seres vivientes decían: Amén; y los veinticuatro ancianos se postraron
sobre sus rostros y adoraron al que vive por los siglos de los siglos.
(Apocalipsis 5:11-14).
¡Cuán numerosas son las
referencias en la Biblia que nos exhortan a ministrar al Señor! ¡Cuán
importante es que entendamos el amoroso designio que Dios tiene para nosotros a
medida que aprendemos a ministrarle ahora y que nos preparemos para ministrarle
por toda la eternidad!
ENTENDER EL PROPOSITO DE DIOS
Antes de que podamos entender el
privilegio de ministrar al Señor y de verlo en su perspectiva correcta, debemos
entender primero el propósito de Dios desde el principio del mundo e incluso
antes de la creación.
Es importante observar que, Dios
ha declarado soberanamente que Él hizo todas las cosas, incluyendo al hombre,
para Sí Mismo, es decir, para Su deleite y para Su gloria:
Porque en Él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y
las que hay en la tierra...todo fue creado por medio de Él y para Él: Y Él es
antes de todas las cosas, y todas las cosas en Él subsisten. (Colosenses
1:16-17).
En Apocalipsis 4:8-11 el apóstol
Juan describe las cuatro criaturas vivientes que adoraban a Dios día y noche
diciendo, "Santo, santo, santo es el
Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir "
(vers.8b). Juan se refirió a los veinticuatro ancianos que se postraban ante
Dios en sus adoraciones diciendo, "Tú
eres digno, oh Señor, de recibir la gloria y el honor y el poder porque tú
creaste todas las cosas, y para tu gloria fueron todas creadas."
Dios dice, pudiendo aplicarse
sobre nosotros, en Isaías 43:7, "Todos
los llamados de mi nombre; para gloria mía los he creado, los formé y los
hice." Él declara soberanamente, "Este pueblo he creado para mí; mis alabanzas publicará."
(vers.21).
Tú has sido hecho por Dios para
ser Su delicia y para que le alabes y adores para siempre. Dios te salvó ante
todo para que fueses Suyo. Pero Su deseo es que le ofrezcas tu vida libremente,
no porque puedas hacer algo para Él.
Sino que Él te salvó porque te amó y te anhela muchísimo.
El hombre es creado por Dios.
Dios ama tanto a Cristo que Él quiere llenar el universo con un Cuerpo de
miembros creados a su misma imagen (Romanos 8:29). Él quiere personas que le
ministren por toda la eternidad y a quienes pueda ofrecerse también a Sí Mismo.
Igual que ocurre con Israel, así
sucede con nosotros. Dios nos escogió porque nos amó y no porque nosotros
tuviésemos algún tipo de virtud o habilidad. Moisés le dijo al pueblo de
Israel:
No por ser vosotros más que todos los pueblos os ha querido Jehová y os
ha escogido, pues vosotros erais el más insignificante de todos los pueblos;
sino por cuanto Jehová os amó… (Deuteronomio 7:7-8a).
¿Por qué amas a Dios?
¿Será porque te ha concedido
dones, te ha dado prosperidad, te ha sanado y ha derramado bendiciones en tu
vida? Está bien, esto puede que sea parcialmente verdad, pero no debería serlo totalmente.
Sin embargo, para muchas personas, su religión es la moneda que compra los
beneficios de Dios.
¿No habrá una manera más sublime de amar a
Dios?
Cuando comenzamos a ver quién es
Dios y apreciamos Su Persona, ¿no es maravilloso amarle por Quién es en Sí
Mismo?
Nosotros no amamos a nuestros
hijos debido a sus habilidades. Los amamos por lo que son en sí mismos. Igual
ocurre con nuestras esposas, nuestros maridos, nuestros padres y madres:
estamos agradecidos por lo que han hecho por nosotros, pero los amamos por
quienes son en sí mismos.
Amamos a Dios por aquello que es
en Sí, y "porque Él nos amó
primero" (1ª Juan 4:19). Dios anhela nuestro amor y que le ministremos;
sin embargo, muy a menudo, sólo nos
dirigimos a Él para recibir cosas Suyas y para obtener Sus favores.
Esto me recuerda una historia que
escuché una vez acerca del Presidente Lincoln con una mujer anciana que hizo un
pedido para encontrarse con él una tarde. Cuando se presentó en la oficina del
Presidente, éste se levantó, le pidió que se sentase y le preguntó, "¿En
qué puedo servirla, señora mía?" La pequeña anciana respondió, "Sr.
Presidente, yo sé que usted es un hombre muy ocupado. Yo no he venido para
pedirle nada. He venido simplemente para traerle esta cajita de galletas,
porque he oído que a usted le gustan mucho."
Hubo un silencio en el cual las
lágrimas afloraron de los ojos del Presidente. Finalmente, levantó su cabeza y
le dijo a la mujercita: "Señora, le agradezco mucho por su gentil regalo. Estoy
profundamente emocionado por eso. Desde que soy Presidente de este país, miles
de personas han pasado por esta oficina pidiéndome favores y demandándome
pedidos. Usted es la primera persona que ha pedido presentarse aquí sin pedir
favores y además, trayéndome este regalo. Se lo agradezco desde lo más profundo
de mi corazón."
De la misma manera, Dios anhela y
espera que nos acerquemos a Él porque le amamos, en vez de simplemente por lo
que pueda ofrecernos. Él fue Quien nos hizo para Él, y somos nosotros los que
podemos presentarnos a nosotros mismos a Él y ofrecerle nuestra adoración.
La Biblia dice que nosotros, así
como Israel, somos heredad Suya. "Porque
la porción de Jehová es su pueblo, Jacob la heredad que le tocó."
(Deuteronomio 32:9). ¡Dios tiene una herencia en los santos!!
Pablo oró sin cesar por la
iglesia que estableció. A la iglesia en Éfeso escribió:
No
ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis
oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os
de espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando
los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cual es la esperanza a que
él os ha llamado, y cuales las riquezas de la gloria de su herencia en sus
santos. (Efesios 1:16-18).
¡Date cuenta! La Biblia dice que
Dios quiere que sepamos cuán ricos somos en Cristo. Y quiere que nos acerquemos
a Él por nuestro libre albedrío. Dios está interesado en relacionarse con
nosotros en amor.
Cuán erradamente ha enseñado la
iglesia a los nuevos cristianos que fuimos salvos para servir a Dios. ¡No!
Nosotros fuimos salvos, antes que nada, porque Él quiso tener una familia. Eso
es por lo que a Él le "…agradó
librar mi vida del hoyo de la corrupción; y por lo que echó tras sus espaldas
todos mis pecados." (Isaías 38:17).
Dios no negocia, ni se interesa
en salvar a las personas porque precise de un gran número de siervos que ganen
el mundo para Cristo, o porque sin nosotros Él pueda perder la batalla que
sostiene contra el Diablo. Sin embargo, muchos son los cristianos que están
convencidos de que están trabajando para un Dios parcialmente impotente que
necesita de ayuda, y que espera de ellos correspondencia debido a Su bondad.
La Biblia no habla ni una sola
vez, ni nos dice nunca que hagamos algo por Dios. Nos dice que, en Su amor y
gracia, Dios desea envolvernos en la obra que Él está llevando a cabo. Podemos,
eso sí, trabajar con Él para llevar a buen puerto esa finalidad.
Desafortunadamente, debido a que
la iglesia ha enseñado tan a menudo que estamos aquí para servir a Dios, hoy en
día tenemos un abundante número de Martas repletas de culpa, que están cargadas
con un sentimiento de ansiedad y de servicio. Y hay una gran escasez de
sentidas adoradoras Marías, que se hayan involucrado en una relación amorosa
con Dios, la cual suple naturalmente todas las necesidades humanas.
Cuan sencillamente las palabras
de nuestro Señor nos muestran la prioridad de Dios:
Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada
Marta le recibió en su casa. Esta tenía una hermana que se llamaba María, la
cual sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. Pero Marta se preocupaba
con muchos quehaceres, y acercándose dijo: Señor, ¿No te da cuidado que mi hermana
me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo Jesús, le dijo:
Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es
necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.
(Lucas 10:38-42).
Jesús no reprendió el servicio de
Marta, sino su excesiva y ansiosa preocupación con "muchas cosas" antes que poner primero a Dios. El
servicio que nace de una relación de amor no es ansioso, sino lleno de sentido
y pleno de gozo.
Nuestra prioridad en nuestra
relación con Dios es el amor. Sin embargo, hemos fijado nuestra atención en
ministerios, dones, órdenes y diferentes tipos de programas y servicios. Hemos
puesto nuestra atención en todo, menos en nuestro Padre. Podemos observar el
resultado que ha producido esa falta de atención en la vida de nuestra iglesia
hoy en día.
Dios nos dice a nosotros lo mismo
que le refirió a Israel, diciendo,
Porque dos males ha hecho mi pueblo; me dejaron a mí, fuente de agua
viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no contienen agua.
(Jeremías 2:13).
Dios me asombró hace unos años
atrás cuando me enseñó que muchas de las personas en el movimiento carismático
se habían vuelto "cisternas
rotas" en vez de mirarle a Él. Debido al flujo de buenas enseñanzas,
las personas estaban adquiriendo cintas grabadas, libros y atendiendo
seminarios para aprender más acerca del poder de Dios y de Sus caminos y de lo
que Él estaba realizando en ese tiempo. Las cintas, libros y conferencias son buenas, pero Dios me mostró
que Su gente fue sustituyéndolas y ya no le daban importancia al tiempo que
invertían mirándole solamente a Él.
Muchas veces, es tan fácil oír
por boca de otros hombres las cosas de Dios y lo que está haciendo, que no nos
damos al trabajo de ir a Su Presencia para procurar saber lo que quiere
decirnos personalmente. No nos molestamos en comunicar y en recibir
directamente de parte de Dios Su Palabra de Vida. Cuando así ocurre, entonces,
esas cintas, libros y conferencias llegan a ser cisternas rotas. Y las aguas
provenientes de las cisternas nunca serán tan frescas y puras como las aguas
que corren y fluyen vivas de la fuente de Dios.
El peligro que existe hoy en día
es que nos centremos básicamente en el "árbol de la ciencia" (Génesis 2:9) y nos olvidemos del "árbol de la vida" (vers.9);
que nos demos por satisfechos con el conocimiento y nos olvidemos de la vida de
Dios; que nos sintamos llenos recibiendo sólo palabras de hombres y nos
olvidemos de la necesidad que tenemos de recibir las palabra de vida que
provienen directamente de Dios.
Muchos de nosotros tenemos el
deseo y la necesidad de volvernos a Dios y de permitirle a Él, la "fuente de agua viva", (Jeremías
2:13), que fluya a través de nuestras vidas, limpiándonos y llenándonos
diariamente con Su Misma Vida. Precisamos llenarnos de Dios a través de Su
espíritu, revelándonos todas las cosas de una manera fresca y viva. Necesitamos
acercarnos a Dios por lo que Él es en Sí Mismo y para recibir de Él Su "Palabra vivificante."
Los Fariseos sabían lo que Dios
había declarado. Pero se dedicaron a edificar cisternas rotas. Se hicieron
ciegos y sordos a lo que Dios estaba declarando en aquel tiempo en el cual
vivían, simplemente porque prefirieron olvidarle y construir cisternas
alrededor de Su Palabra. Necesitamos saber lo que Dios ha dicho y lo que nos
dice en nuestro tiempo. Cuando nosotros, igual que los Fariseos de entonces, no
estamos inmersos en el flujo vivificante de Dios, entonces nuestros sentidos
espirituales tienden a quedarse vacios y dormidos. Entonces tenemos muy poca o
ninguna percepción o discernimiento espiritual.
Dios nos dice a voces, "Venid a mí." (Lee, por ejemplo
Isaías 55:3; Mateo 11:28; Juan 7:37). Él nos ha sacado del Egipto de
tinieblas y esclavitud y nos ha dado herencia en Su Reino. Pero nosotros, igual
que Israel, nos hemos salido de Su Presencia y nos hemos vuelto a los ídolos,
aunque sean ídolos religiosos. Verdaderamente, la adoración a las tradiciones,
programas, órdenes, y otras cosas que sobreponemos a Dios en importancia, es
idolatría. Si nosotros, igual que Israel, ponemos el énfasis en lo externo y
olvidamos la vida, entonces pasamos a ser meros legalistas, sectarios y
eventualmente nos quedaremos dormidos espiritualmente. Estaremos aferrándonos a
la basura de las cosas externas, mientras que la vida de Dios se moverá en el
corazón de los que lo ponen a Él por encima de todas las cosas. Igual que
Israel, nos estaremos volviendo a la esclavitud de Egipto si no ponemos a Dios
primero ni le amamos sobre todas las cosas.
Cuando Israel era muchacho, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo.
Cuanto más yo los llamaba, tanto más se alejaban de mí; a los baales
sacrificaban, y a los ídolos ofrecían sahumerios. Yo, con todo eso enseñaba a
andar al mismo Efraín, tomándole de los brazos; y no conoció que yo le cuidaba.
(Oseas 11:1-3).
En nuestras relaciones humanas,
al igual que en nuestra relación con Dios, nuestra prioridad es amar. El éxito
fuera del hogar no justifica la falta de amor dentro del hogar. El orden de
Dios en un hogar, no significa nada si no hay el amor y la vida de Cristo.
Sin embargo, muchas personas
prefieren invertir su tiempo en el servicio antes que al amor.
Desafortunadamente, somos por naturaleza hacedores igual que Marta, en vez de
amantes y adoradores como María. Pero Dios está buscando a quienes le amen y se
acerquen a Él para adorarle. No está buscando hacedores, sino que busca con
gran anhelo adoradores. Él procura aquellos que le "adoren en espíritu y en verdad". (Juan 4:24).
Solamente después de que esa
relación amorosa se arraigue y permanezca estable y de que centremos todas las
atenciones en Él, podrá Dios enviarnos a trabajar y a cooperar con Él.
El hombre es hecho por Dios. Pero
Dios es también de alguna manera hecho para el hombre. Dios hizo al hombre para
establecer una dependencia con Él. En otras palabras, Dios quiere darse a Sí
Mismo al hombre. El nos ha creado no solamente para que nos entreguemos a Él,
sino también para que Él pueda ofrecerse a nosotros.
Fue Dios quién descendió y se
acercó primeramente para andar con Adán y Eva en el paraíso. (Génesis 3:8). Él
nos creó con la capacidad de recibirle. Cuán a menudo sucede, cuando adoramos a
Dios en el espíritu y en verdad, que Su Espíritu desciende sobre nosotros. Eso
es lo que vemos reflejado en las Escrituras y también en nuestra experiencia:
la adoración nos lleva a la Presencia de Dios y nos trae la Presencia de Dios
en nosotros. A medida que adoramos a Dios, Él se nos ofrece a Si Mismo.
En 2ª Crónicas 5, es interesante
notar que cuando el templo de Salomón fue concluido y los ancianos de Israel
fueron reunidos, el arca fue traída al templo por los Levitas, pero la gloria
de Dios no descendió en ese momento. Hubo innumerables sacrificios, sin
embargo, la gloria de Dios no descendió mientras se ofrecían.
Fue solamente cuando sonaron “las trompetas y cantaban todos a una, para
alabar y dar gracias a Jehová" (vers.13) que la gloria de Dios
descendió. "…Entonces la casa se
llenó de una nube, la casa de Jehová. Y no podían los sacerdotes estar allí
para ministrar, por causa de la nube; porque la gloria de Jehová había llenado
la casa de Dios." (2ª Crónicas
5:13-14).
No fue cuando construyeron el
templo. No fue cuando ofrecieron los sacrificios. Fue solamente cuando alabaron
y adoraron a Dios que la gloria de Jehová llenó toda la casa.
Yo creo que cuando Dios oye a Su
gente adorándole y encomendándose en Sus manos, Él se derrite y se dice a Sí
Mismo: "Tengo un deseo enorme de descender y escuchar a mi gente, para ver
cómo Me adoran. Se están poniendo en Mis manos, por eso, ahora seré Yo quien Me
ofrezca a ellos." Es, por tanto,
cuando Le adoramos que Él desciende sobre nosotros. Porque la adoración nos
lleva a estar en Su Presencia y nos trae Su Presencia en nosotros.
Siempre que asisto a servicios en
los que se realizan dones de sanidad, le enseño a la gente cómo ministrar al
Señor. Yo estoy persuadida de que es cuando le ministramos a Él, que Él
desciende y nos ministra y un flujo de vida aparece donde estamos reunidos. A
medida que adoramos a Dios, las personas sanan y Dios desciende sobre ellas.
Pero lo más maravilloso es la nítida sensación de Su Presencia.
Algunas veces, hay un momento en
las reuniones que la sensación de Su Presencia llega a ser tan intensa, que se
suspenden todas las actividades y esperamos en un conmovedor silencio para ver
qué es lo que Él va a hacer. Algunas veces esperamos cinco minutos, otras veces
más, simplemente respirando profundamente y siendo conscientes de los latidos
de nuestro corazón y de la proximidad de nuestra comunión con el Padre
Todopoderoso, a medida que Él se impregna y nos imprime de Sí Mismo.
Hubo una vez, cuando estábamos
adorándole y cantando "Él Me Tocó," en que la mitad de las personas
presentes en la reunión escucharon ángeles cantando junto con nosotros. Yo
misma no los escuché, por eso pregunté cómo era el sonido que producían. Las
personas dijeron que el coro de las voces angelicales tenía un tono por lo
menos con una octava por encima de un alto soprano y sonaban como una centena
de resonantes y magníficas campanas.
En otra reunión, mientras
adorábamos al Señor, mis ojos fueron abiertos durante un cierto tiempo, y vi un
ángel formidable de pie delante del púlpito donde yo me encontraba. Estaba
mirando de frente a las personas, así que yo sólo podía verle sus espaldas. Me
di cuenta de lo imponente y poderosa que era su imagen, de cerca de diez pies
de alto, y estaba vestido de blanco con una llave Griega estampada y bordada a
oro en su vestimenta. Por breves momentos me quedé estupefacta. La Presencia de
Dios inundaba el santuario.
Entonces me di cuenta de por qué
estaba allí aquel ángel tan poderoso. Comencé a oler la suave fragancia a
incienso y sentí la Presencia de Dios de una manera muy especial. Los minutos
pasaron a medida que todo se envolvía en el reposo de Su Presencia. El incienso
permaneció en el santuario, y era inhalado por cada uno de los presentes.
Algunos se arrodillaron, a otros les corrían lágrimas por su cara y otros,
sencillamente permanecieron quietos y en silencio adorándole, teniendo comunión
con Él en el dulce sosiego de Su Presencia.
Es cuando le adoramos que Él desciende
sobre nosotros y se nos ofrece a Sí Mismo para que podamos recibirle de una
manera fresca y plena. Él nos creó para que le ministremos. Fuimos creados para
Su gloria, para ofrecerle nuestras alabanzas y adoraciones y para comulgar con
Él, para que así, cuando lo hacemos, Él pueda ofrecerse a Sí mismo a nosotros.
Cuando Dios sacó los cuatro
millones de hebreos fuera de Egipto, es interesante notar que Él plan original
de Dios en Su corazón era el hacer de todos ellos sacerdotes. Él no quería una
única tribu sacerdotal, la tribu de Leví. Sino que, en un principio, quiso
hacer de la totalidad de la nación “un
reino de sacerdotes, y gente santa" (Éxodo 19:6) para Él. Ese era Su
propósito.
Dios ordenó a Moisés:
…Así dirás a la casa de Jacob, y anunciarás a los hijos de Israel:
Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé bajo las alas de
águilas, y os he traído a mí. Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y
guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los
pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de
sacerdotes, y gente santa. (Éxodo 19:3b-6a).
Dios atrajo hacia Sí Mismo a los
hijos de Israel. Él les prometió que, si ellos cumpliesen dos condiciones -
obedecer a Su voz y guardar Su pacto,
entonces serían Su especial tesoro sobre la tierra, "un reino de sacerdotes, y gente santa." Dios les
estaba diciendo "Yo quiero hacer de cada uno de ustedes un sacerdote para
Mí. Todo lo que tienen que hacer es obedecer Mi voz y guardar Mi pacto.”
El pueblo respondió: "Haremos todas las palabras que Jehová
ha dicho" (Éxodo 24:3b). Pero no pasó mucho tiempo antes de que
comenzaran a adorar un becerro de oro (uno de los viejos dioses que adoraban en
Egipto) y de que se sentasen a comer y a beber y se levantasen para jugar.
(Lee Éxodo 32).
Antes de que Moisés descendiese
del Monte Sinaí con las tablas de la Ley en sus manos, ya el pueblo había
quebrado el pacto y desobedecido Su voz. Cuando "ardió la ira de Moisés" (vers.19) y arrojó las tablas de
la Ley y las quebró, solamente estaba exteriorizando, al quebrar las tablas, lo
que todo el pueblo estaba haciendo interiormente, quebrando la Ley de Dios en
sus corazones y a través de sus acciones.
El pueblo violó las dos condiciones
que Dios había estipulado. No pudo hacer de ellos un reino de sacerdotes. No
solamente desobedecieron Su voz, sino que ellos "rogaron que no se les hablase más, porque no podían soportar lo
que se les ordenaba." (Hebreos
12:19b-20a).
La única alternativa, pues, que
le quedó a Dios, fue establecer como sacerdotes para Él una sola de las tribus:
la tribu de Leví.
En aquel tiempo apartó Jehová la
tribu de Leví para que llevase el arca del pacto de Jehová, “…para que estuviese delante de Jehová para
servirle, y para bendecir en su Nombre hasta hoy, por lo cual Leví no tuvo
parte ni heredad con sus hermanos: Jehová es su heredad, como Jehová tu Dios le
dijo.” (Deuteronomio 10:8b-9).
Dios quiso hacer con todo Israel
aquello que acabó finalmente haciendo con una sola tribu. Dios quiso haber
hecho de todo Israel sacerdotes para Él: con el propósito de que llevasen el
arca del pacto de Jehová, es decir, para que llevasen la Presencia de Dios con
ellos y para que estuviesen delante de Dios ministrándole y bendiciendo Su
nombre. De esa forma, el mismo Jehová sería la herencia de todos, y todos y
cada uno se gloriarían en Él.
¿Te das cuenta de lo que Él
quería en aquel tiempo y de lo que
quiere hoy? Su propósito para los
Levitas fue el propósito original que tenía para todo Israel. Y es el mismo
propósito que tiene hoy en día para nosotros. Dios desea un Cuerpo de miembros
que le ministren y un Cuerpo de miembros Suyos a los que Él pueda ofrecerse.
A través de Cristo (la Cabeza del
Cuerpo), Dios ha cumplido Su propósito. ¡Ahora, reuniéndonos en el Cuerpo cuya
Cabeza es Cristo, cada uno de nosotros es un hijo Suyo muy amado!
El propósito de Dios ha sido
llevado a cabo en Cristo. A través de Cristo, cada creyente ha pasado a ser un
hijo Suyo delante de Él, para llevar consigo Su Presencia y para que permanezca
delante de Él ministrándole y bendiciendo Su nombre. A su vez, el Mismo Dios y
Padre se nos ofrece a nosotros. ¡Él ha llegado a ser nuestra herencia! ¡Qué
cosa tan maravillosa!
ALABANZA, ADORACIÓN Y COMUNIÓN
Cuando hablamos de ministrar al
Señor, hablamos primeramente de tres cosas: alabanza, adoración y comunión.
Como hijos de Dios que somos, ya
no tenemos que ofrecer los sacrificios de sangre del Antiguo Testamento.
Nosotros ofrecemos los sacrificios vivos espirituales del Nuevo Testamento.
Hebreos 13:15 nos dice que "…ofrezcamos siempre a Dios por medio
de él, (Cristo) sacrificio de
alabanza, es decir, fruto de labios que confiesen Su nombre."
Alabanza, adoración y comunión
están envueltas en la ministración al Señor. Estas tres cosas son diferentes
entre sí.
Yo creo que la razón por la cual
hacemos tanto énfasis sobre la alabanza y se habla tan escasamente sobre
adoración hoy en día, se debe a que la gente no ha entendido bien la diferencia
que existe entre estos dos tipos de ministración. Existen muchos libros que
hablan sobre alabanza, pero muy pocos escritos sobre adoración.
Me gustaría centrarme en nuestra
ministración al Señor en la adoración, pero será necesario que disertemos
primero brevemente sobre la alabanza. Generalmente, la diferencia básica entre
alabanza y adoración es que la alabanza es una respuesta a Dios por lo que Él
ha hecho (Sus grandes obras, etc.), mientras que la adoración se centra en Quién
es Dios, en Su Persona (por ejemplo,
decirle "Cuán Grande y Maravilloso Eres").
La palabra "alabanza"
proviene de una variedad muy grande de raíces hebreas y griegas. Algunas de
ellas son traducidas de la siguiente manera: "alabanza", "dar
gracias" (hillulim en hebreo),
"salmo" (tehillah en
hebreo), "confesión" (todah
en hebreo), "coraje", "excelencia" (arete en griego), "gloria" (doxa en griego), "encomienda" (epainos en griego), "bendecir," "declarar
bendiciones" (barak en hebreo),
"extender la mano hacia", confesión" (yadah, en hebreo), "hablar bien de" (eulogeo, en griego), "alardear", alabar" (halal en hebreo), "cantar
himnos" (humneo en griego).
Por tanto, cuando alabas a Dios,
lo que estás haciendo es bendecir, encomendar y engrandecerle a Él. Algunas
veces dándole gracias, con salmos e himnos y extendiendo las manos santas hacia
Él, glorificándole al hablar acerca de Su excelencia y grandeza.
En todas partes, la Biblia nos
manda que alabemos al Señor. De hecho, está escrito que, "Todo lo que respira alabe a Jehová" (Salmos 150:6).
A medida que ministramos a
nuestro Padre, nosotros "entramos
por sus puertas con acción de gracias, y por sus atrios con alabanzas"
(Salmos 100:4) porque estamos llenos de gratitud hacia Él y bendecimos Su
Nombre.
Así, pues, yo creo que podemos "entrar por sus puertas con acción de
gracias, y dentro de sus atrios con alabanzas," pero si deseamos
postrarnos a Sus pies, tenemos que saber cómo adorarle.
Suelo repetir que, la diferencia
básica entre alabar y adorar reside en que la alabanza se centra en lo que Dios
ha hecho y adoración se centra en Quién es Él. Todos sabemos que podemos
agradecer y alabar y enaltecer seres humanos, del mismo modo que al Dios
Todopoderoso. Pero no podemos adorar a ningún ser humano. Sólo podemos adorar a
Dios. ¿Por qué? Pues porque sólo Dios es digno de recibir adoración.
La palabra
"adoración" (worship en inglés) proviene de la
palabra anglosajona, Weorth-scipe. Con el paso de los años llegó a ser
Worth-ship. En Inglaterra, para denominar a los señores ingleses, todavía se
emplea, your worth-ship. Esta palabra ha pasado a ser ahora en lengua inglesa “worship” y se traduce al castellano como
“adoración”.
Adorar significa "atribuir
dignidad y honor". Es por eso que, en Apocalipsis
4:11 leemos que el Señor "es
digno de recibir la gloria y la honra y el poder." Él creó todas las
cosas. Y Las creó para deleitarse con ellas.
Es interesante notar que Dios es
digno "de recibir”.
Muy a menudo, estamos solamente
interesados en lo que nosotros podemos recibir de parte Suya. David no pidió
solamente por las bendiciones de Dios, (lee, por ejemplo, Salmos 67:1). Él
también dijo, "Bendice alma mía a
Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre". (Salmos 103:1).
En la adoración nosotros nos
dirigimos a Dios por Quién Él es, en vez de simplemente por lo que ha hecho.
Otro aspecto acerca del
significado de adoración lo encontramos en Génesis 22, donde aparece su primer
uso en la Biblia. Cuando Dios probó a Abraham diciéndole que saliera y
ofreciese a Isaac en sacrificio en la tierra de Moriah, Abraham oyó el mandato
de Dios y se levantó para obedecerle. En el tercer día de su viaje, Abraham
vislumbró el lugar en el cual debía realizar el sacrificio y le dijo a los
hombres que le acompañaban,
"…Esperad aquí con el asno, y yo y el muchacho iremos hasta allí y
adoraremos…" (Génesis 22:5). Vemos, por tanto, que adoración implica
la ofrenda de algo a Dios.
La Biblia nos dice, "Dad a Jehová la honra debida a su
nombre; traed ofrenda, y venid delante de él; Postraos (adorad) delante de Jehová en la hermosura de Su
santidad”. (1ª Crónicas 16:29).
Cuando aquellos hombres sabios
provenientes de Oriente vinieron a Jerusalén a adorar a Dios por Su salvación,
ellos entraron en la casa donde se encontraba Su Hijo amado y:
…Vieron al niño con su madre María, y
postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro,
incienso y mirra. (Mateo 2:11).
La adoración lleva siempre
consigo el ofrecimiento de algo a Dios, porque recuerda, Él es digno de
recibir.
Algunos años atrás me sucedió
algo tan sobrenatural e inolvidable, que me dejó profundamente impresionada. La
visión que tuve en aquel día me hizo ver que mi primer ministerio o servicio tenía
que ser dirigido al Señor y, además, me hizo comprender que alabarle sin
adorarle no era suficiente. El Señor Mismo se me acercó y me mostró esta
verdad. Me enseñó la diferencia que existe entre alabanza y adoración en una
impresionante visión.
Esto sucedió en un día al final
de la tarde, mientras me encontraba ministrando en una iglesia Presbiteriana
carismática. La persona que dirigía el auditorio con las canciones, estuvo
haciéndolo durante veinte minutos. Estuvieron cantando las músicas habituales
de alabanza y de acción de gracias a Dios por sanidad, prosperidad y la
salvación de las personas, canciones tales como, "Sublime Gracia,"
"Él Me Tocó" "Bendita Confianza," y otras.
Cuando llegó mi turno, el
ministro comenzó a presentarme a la congregación, y de repente, al lado derecho
del ministro, vi la imagen misma de Cristo. Estaba de pie, y con la más
insólita expresión de soledad en su cara que yo haya podido contemplar jamás.
Sus dulces ojos castaños se encontraban llenos de lágrimas que comenzaron a desbordarse
silenciosamente a través de sus vestidos hasta llegar a sus pies. No emitía
sonido alguno, ningún gemido, ni hacía cualquier movimiento excepto aquellas
lágrimas que descendían por su faz silenciosamente hasta el suelo. La sensación
que me produjo su soledad inundó todo mi ser. Quise consolarle. ¡Cuán
amargamente solitario se encontraba!, ¡aún en medio de sus hermanos!
Esta visión desapareció, así, tan
repentinamente como había surgido. En un instante, Dios me mostró el porqué de
aquella visión de Cristo con sus lágrimas. Se mostraba tan solitario porque, a
pesar de todas nuestras atenciones cantándole al Padre por su vida, sus
hermanos ignoraban esa maravillosa vida que de él fluía como manantial de aguas
vivas. No debe extrañarnos sus lágrimas en la visión. ¡Claro que estaba
llorando!
Mi alma estaba tan atónita con lo
que se me dio a ver que, cuando me di cuenta de que acababa de ser presentada a
la congregación, sentí que era incapaz de hablar o de decir cualquier cosa. Por
fin reaccioné y miré a todos y absorta
todavía con el impacto de la visión que inundaba mi ser, intenté decir algunas
palabras, pero todo lo que salía de mis labios era: "Bien, vamos a adorar
a Dios, vamos a adorar a Dios."
Inmediatamente me pareció como si
el Espíritu Santo Mismo inundase el
santuario y comenzase a moverse como un viento dulce y apacible a través de una
gigante y divina arpa musical.
Durante los quince a veinte
minutos siguientes, cada una de las personas que había en la congregación
comenzó a cantar de una manera tan exquisita y preciosa, que ninguna mente
humana pueda imaginarse jamás.
El espíritu santo llenó nuestros
cuerpos y fuimos instrumentos de honra para Dios. Todos aprendimos lo que es la
verdadera adoración. Antes, sólo se veía nuestros ignorantes intentos para
alabar a Dios. Ahora, nuestro Padre había llenado, a través del Cristo que
poseíamos, todo nuestro ser para ofrecerle una perfecta adoración.
¡Cuán indispensable es la
interconexión del Cristo que tenemos cada uno, el espíritu santo que reside y
nos une a todos y cada uno de nosotros! Me acuerdo, especialmente, de cómo un
hombre que se encontraba en uno de los lados del auditorio y una mujer en el
otro, cantaban en unísono y manifestaban ríos de agua viva de palabras
proféticas de adoración en un tono de escala musical con perfecta armonía entre
los dos. Ambos estaban ligados por coyunturas y tuétanos espirituales adorando
al Señor. El sonido que producían, era como si los pasajes del Libro de
Apocalipsis hubiesen sido traídos en concretización en aquel momento.
A medida que cada uno
(entrelazados) íbamos adorando al Padre, me fui dando cuenta de que algo estaba
sucediendo dentro de mí. La extrema soledad que había experimentado
previamente, fue progresivamente abandonándome. Fue siendo reemplazada por un
sentimiento de satisfacción y gozo maravilloso. Aunque la figura de Cristo
nunca más me apareció, el espíritu santo me permitió ver que él estaba viviendo
y sintiendo con nosotros lo mismo que vivíamos y disfrutábamos. Supe que su
soledad había sido modificada, a medida que sus hermanos continuaban ministrando a Dios. Supe, pues, que el gozo y
regocijo de este Cristo que tenemos dentro, reside en la verdadera adoración
que le ofrecemos al Padre tan maravilloso que tenemos.
Había en el ambiente una tan
maravillosa gloria y una nítida y festiva Presencia del Espíritu Santo, que nos
sentimos como si estuviésemos celebrando un banquete celestial en el cual, de
un momento para otro, podríamos todos extender nuestros brazos sobre el hombro
del Rey de reyes y marcharnos ya juntos con él hacia la gloria del Padre.
Después de un espacio de tiempo,
el Espíritu Santo fue gradualmente separando Su brazo del templo y yo sabía que era el momento de entregar Su
mensaje. Una vez más, el espíritu santo me habló claramente y dijo: "Tú
has ministrado al Padre y el Padre va a ministrarte a ti." Entonces me
levanté y proferí el mensaje que me dio: "Ministrad al Señor."
Comparto este testimonio contigo
porque estoy convencida de que, Cristo, el espíritu que puso Dios en cada uno
de nosotros, nada tiene que ver con lo que frecuentemente pensamos que estamos
haciendo para servir a Dios en su nombre. Hay demasiados servicios centrados
únicamente en la alabanza y en los cuales, simplemente, se ignoran totalmente
Su Presencia - la Presencia del Padre con nosotros. ¡La alabanza no basta! - ¡No es suficiente! -
También precisamos recogernos en Él y adorarle. Es decir, estar sumergidos en
una adoración tal, en la que cada uno de Sus hijos sea impregnado de Su dulce
Presencia, siendo consciente de Quién es
Él de una forma viva y presente.
Hemos hablado de alabanza y
adoración. Ahora precisamos decir algo acerca de la comunión con Dios, donde
nos acercamos al Lugar Santísimo y a Su Presencia, y nos elevamos por encima
del incienso que inunda el templo.
Cuando una persona renace es
vivificada. Pasa a tener vida espiritual. Comienza a tener comunión con Dios en
este santísimo espíritu que nos puso dentro de nuestro ser. En ese espíritu es
donde reside la verdadera "Comunión
con el Padre, y con su Hijo Jesucristo".
(1ª Juan 1:3).Es en el espíritu - y no la mente - el lugar donde
Dios se comunica con nosotros, a medida que simplemente esperamos reposados
mirándole solamente a Él. Es exactamente ahí, donde nuestro Padre nos descubre
Sus revelaciones, a medida que permitimos recibirlas a través de Su espíritu
(Cristo en nosotros) y de Su Palabra.
Déjame recordarte ahora que esto
no es ninguna nueva revelación, como algunos predican; sino que estas son,
sencillamente, las buenas y sólidas verdades bíblicas hechas nuevas y frescas
por el Espíritu Santo. No olvides jamás que todo debe estar en armonía y
alineado con los propósitos y la verdad establecida por Dios, Su Palabra
escrita.
A medida que tenemos esa dulce
comunión con Dios, se establece en nosotros Su flujo de vida en abundancia.
Isaías escribió:
Pero los que esperan
a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y
no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán. (Isaías 40:31).
Cuando esperamos y miramos sólo
al Señor, se produce un cambio o mudanza
en nuestra fuerza. Si esperamos reposados en el Señor, intercambiamos nuestra debilidad
por el esfuerzo de Él. ("Mudanza" sería una mejor traducción de la
palabra hebrea "chalaph,"
que significa "cambiar”, “mudar por" en vez de "tendrán"
como aparece en el pasaje).
A medida que esperamos sólo en el
Señor y tenemos comunión con Él, vamos absorbiendo parte de Su fuerza. Él graba
o imprime Su imagen y Sus pensamientos y pasan a ser los nuestros. Esto es por
lo que el salmista dijo, "Esperé yo
a Jehová, esperó mi alma; en su palabra he esperado. Mi alma espera a Jehová
más que los centinelas a la mañana, más que los vigilantes a la mañana."
(Salmos 130: 5-6).
Necesitamos aprender a ministrar
al Señor en alabanza, adoración, y comunión. Es cuando le alabamos y le damos
gracias por Su inmensa bondad para con nosotros que podemos tan fácilmente
entrar en el reposo de la adoración. Adorándole sencillamente por Quién Él es.
Es entonces, cuando le adoramos, que el fluido de esa adoración nos eleva a Su
Presencia, justo delante del Trono de Dios Todopoderoso. Su Presencia entonces
se mueve dentro de nosotros de una manera que nos hace sentirle y se establece
la comunión.
Es entonces cuando el corazón de
nuestro Padre se conmueve. Comienza a moverse dentro nuestro derramando Sus
bendiciones, es decir, derramándonos Su Presencia, Sus revelaciones y Sus
delicias espirituales en nuestro espíritu, en cuanto nosotros simplemente
reposamos y esperamos sólo en Él, permitiéndole que nos ministre.
¡Cuán sencillamente cada una de
las facetas que conlleva la ministración al Señor fluye y se compagina con las
demás! ¡Cuán excitante es permitirle al Espíritu Santo que se mueva a través de
nuestro espíritu para ministrarle, para ministrar al Señor de todo el universo!
Una vez que ya hemos hablado sobre
lo que es ministrar al Señor y sobre los conceptos y contenidos envueltos en
esa ministración, pasaremos a ver ahora la prioridad que le otorga la Biblia a
la ministración.
Traducción libre por Juan Luis Molina y Claudia Juárez Garbalena
Error grave al escribir el nombre de Espiritu de Dios o
ResponderEliminarEspiritu Santo con minuscula es siempre con mayuscula.Corregir.
@Josias judá Se escribe "espíritu santo" con minúscula para diferenciar el don del Donador. Dios es Espíritu Santo, Quién dio el espíritu santo (don) el día de Pentecostés. El escrito dice lo que quiere decir, y quiere decir lo que dice. Bendiciones Josias!
ResponderEliminarGracias por compartirlo!!!
ResponderEliminar@gloriadesion Dios te bendiga Gloria! Es un placer y gran bendición!!!! Saludos!
ResponderEliminarDios bendiga su vida por excelente mensaje
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