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LA REVELACIÓN II - Por Juan Luis Molina

Cuando sucede, al principio, querido Teófilo, se queda uno en blanco y sin saber bien lo que hacer. Atónitos y boquiabiertos, mal reaccionamos queriendo digerir bien lo que contemplamos. Algo sucede cuando se nos da una revelación que nos deja automáticamente absortos y enmudecemos.  Aunque podamos antes ya haberla oído de boca de otros hermanos, o visto escrita en Su Palabra, sin embargo, nada tiene que ver lo que leímos o escuchamos con nuestros sentidos sensoriales, con lo que se nos da a conocer a través de una revelación en el espíritu. Son dos cosas muy diferentes. Una revelación es algo muy similar a lo que sucede cuando nos encontramos de sorpresa con alguna cosa que no esperamos, o la genuina y repentina aparición de alguien que no pensamos encontrar. Tan clara y contundentemente se nos ilumina el entendimiento, que nos hace abrir los ojos de admiración. Porque no hay la menor sombra de duda en una revelación proveniente de lo alto. Yo no digo que les pase a todos lo mismo, o que les suceda de la misma manera. No debes pensar Teófilo que la revelación le llegue y la reciba, cada uno, envuelta en las mismas circunstancias, o ejercitando determinados principios generales. ¡No! ¡Nadie encuentra nada así de Dios!  Porque el Dios Único y Creador de Todo tiene una relación especial y muy individual con cada una de Sus criaturas, y especialmente con cada uno (individualmente) de Sus hijos; pero lo que sí que ocurre siempre, cuando el Padre nos da directamente una revelación a través de su espíritu, es que jamás nos deja resquicio alguno de duda o sombra de variación. Siempre es contundente y no puede dejarte ni tan siquiera el más mínimo sabor a suposición: - Sabes que el espíritu te ha abierto tu entendimiento, y no hay ni peros ni sin embargos que se le puedan añadir.
EL EFECTO DE LA REVELACIÓN
Müller habla del día en que murió literalmente para el mundo. Ese fue, dice él, un día que jamás de ahí para adelante se borró de su calendario. Hubo un antes y un después en la vida de Müller cuando el Padre le mostro que …ya no vivía él. Él ya había leído muchas veces esa declaración, pero antes de que el espíritu le abriese su entendimiento, no le produjo efecto alguno. Watchman Nee relata en su libro "Una Vida Cristiana Normal" (The Normal Christian Life) el momento en que sentado en su oficina, le pidió al Padre que le iluminase aquel versículo en que dice que fuimos crucificados juntamente con Jesucristo, para satisfacer su hambre por comprenderlo; él dice que, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos el Padre se lo dio a ver todo en la revelación, y se halló a sí mismo colgado y destruido en la misma cruz de hace 2000 años. Y el gozo que le produjo verse “muerto en la misma cruz”, le hizo salir corriendo por las escaleras abajo, y al tropezar con un hermano en la cocina, agarrándolo del brazo le gritaba frenéticamente: ¡Yo estoy muerto! ¡Yo estoy muerto, hermano mío!!! -¿No te das cuenta? ¡Yo estoy muerto!!!! Y nos dice que deseó también salir a decírselo a voz en cuello todo el mundo por las calles de Shanghái.
 
        Bendito Teófilo, cuando en un instante celestial y divino, con esa claridad y lucidez tan aplastante que no admite dudas ni cuestiones, el espíritu nos enseña la diferencia tan abismal que existe entre el "viejo" y el "nuevo" hombre, entre lo que "éramos" nosotros cuando nos dieron a luz nuestras madres,  y lo que "somos" ahora después de haber sido "renacidos" en Cristo de lo alto, lo que sucede es que nos quedamos  boquiabiertos y de una pieza. Como se quedan los niños. Nos deja vacíos y sin palabras.
EN EL INSTANTE DE LA REVELACIÓN
…Ciertamente moriremos, porque a Dios hemos visto. (Jueces 13:21)
De las tinieblas a la luz, ese es el orden en la revelación. Primeramente nos vacía de todo lo nuestro de carne, y luego nos llena de la luz de Su espíritu. En ese instante vemos lo afiladísima que es la espada del espíritu dividiendo las dos naturalezas: Separando las coyunturas de los tuétanos y discerniendo entre el espíritu, y las intenciones del corazón.
Y entonces, amadísimo Teófilo, entonces en nuestro asombro, lo primero que le cuestionamos a Dios, cuando reaccionamos en ese estado en que parece que se ha parado el tiempo, es lo siguiente: Al ser así de claro, Padre  ¿Cómo es posible que no hayan visto igual de transparente su muerte más miembros hermanos en la Iglesia? -  Y durante unos segundos que nos parecen eternos, como si nada importase y el tiempo se hubiese parado, nos quedamos simplemente vacíos. Sin saber lo que decir; porque lo que nos resalta evidente enseguida Su Divina respuesta a esta pregunta, supone y lleva consigo una caída y una ruina sorprendente en tu interior. Al introducir Dios la luz de Su respuesta, de repente se abre una grieta, y comienzan a derrumbarse dentro de ti muchas cosas al mismo tiempo. Lo que se nos hace visible a nuestros ojos, si se cree y se recibe con mansedumbre lo que se nos hace evidente, trae consigo el derribo desmoronado de todo un edificio. En mi caso particular, la quiebra de una fortaleza de paja que yo había estado edificando en el espacio de treinta años.
 ¿Y por qué sucede así? Así ocurre porque al Padre Le place. Cuando y como el Padre lo desea, a través del espíritu santo que has dejado correr por tu vida, Él te expone y deja ver sin sombras de duda, tu propia muerte en Cristo, y es por eso que los cristianos reconfortados de la revelación, ya no le sirven esclavamente al temor de la muerte que sufre con angustia toda la humanidad. La muerte ha pasado, literalmente, a ser una ganancia después de la revelación.
Todo esto sucede entonces en un instante Divino, y la evidencia nos enseña que  ni en nosotros los cristianos, ni en ningún ser humano, después de la Caída, habita o habitó jamás nada de bueno, sino solo corrupción. Cuando se recibe mansamente y se cree como un niño este anuncio LITERALMENTE se descansa como muertos. Y ya no queremos andar de aquí para frente igual que lo hacíamos antes. La energía de alma va gradualmente menguando, y el poder ahora del espíritu va gradualmente aumentando. En esta crisálida Divina entra todo aquel que le permita salir de su interior a Cristo, y conocer todas las cosas del Padre por sunesis, revelación.   
Escucha bien estos dos anuncios Teófilo: (1) la corriente sanguínea de Adán, envenenada de corrupción y de muerte desde el día de su caída,  pasó a todos los hombres SIN EXCEPCIÓN hasta los días de hoy; y (2)   sin remedio alguno seguirá pasando en los que vengan después, hasta los días de su extinción. Así de fácil y así de sencillo. Esta tremenda y sencilla realidad, cuando se hace palpable ante nuestros ojos a través de la revelación divina, nos deja como a los niños. Y entonces comienza un proceso que puede ser muy diferente en cada uno.
LA CRISIS EN LA REVELACIÓN. 
“Aunque tú pienses lo contrario o así te hayan hecho suponer los hombres, Yo Tu Padre y Dios no te puse dentro a Cristo para que tú mejorases tu vida de carne, o para que te sirviese de ayuda y pudieses tú cumplir Mis propósitos. Esa fue la cisterna rota precisamente que tú te llevaste cavando treinta años, el tal edificio o torre de babel que edificabas,  intentando acercarte a Mí.” Esta fue su evidencia en la revelación, y siguió diciendo: “Ese muro de Jericó al que tu diste muchas vueltas sólo cayó cuando por fin destapaste a Cristo, y en su ímpetu has escuchado el sonido de la trompeta, sólo en su fuerza el soplo Divino derribado tu muro en medio de la revelación.”
Es cierto, yo ocupaba mis días repitiendo a martillazos las palabras escritas, pero queriendo grabarlas en mi duro corazón de carne. Pensando que eso sería la finalidad de Su espíritu,  y suponiendo yo que mi arduo esfuerzo sería lo que a Dios más le agradaba, para alcanzarlo, intentaba yo grabar la letra del espíritu en mi duro corazón de piedra, para que mi corazón se fuese entonces transformando en el de Cristo. Pero siempre me hallaba en falta. Aunque redoblase mis esfuerzos, intentando acercarme de Dios, tanto más Dios se alejaba pensando desesperado que solo lo conocería en el Bema. Pero así fue que lo aprendí y me enseñaron los hombres, y así por ese desierto me desuñé inútilmente edificar para Dios. En vano edificaba.  “!La mente no la renuevas tú!” me dijo la Voz, “sino que se renueva naturalmente destapando a Cristo, y dándote por enterrado a ti.
Es cierto Teófilo, el hecho de que yo repitiese  millones de veces los versículos de la Biblia, no hizo que mi malvado corazón se modificase ni un ápice. Hay muchos que juzgan ser más audaces, y que consiguen, y yo los trataba de imitar. Tuve que llegar al final de la cuerda, y verme en el desierto de la desesperación y terriblemente postrado. Solo entonces apareció la revelación, y oí la voz de lo alto, y a partir de ese día supe sin dudas ni suposiciones, lo que hacía mucho tiempo ya había leído: que "la carne para nada aprovecha, y que el espíritu es el único que tiene la vida." 
           DIOS NO REMIENDA, TODO LO VIEJO DESTRUYE, Y CREA DE NUEVO.
      No, Teófilo, ¡ni mucho menos! aunque nos cueste pensarlo, la vida de carne jamás podrá ser modificada. Dios jamás remienda ni arregla nada de lo que haya creado y se haya vuelto desordenado y vacío, sino que lo destruye y lo hace todo de nuevo. La vida vieja de carne no se modifica o remienda, sino que fue a perdición. Aunque digamos lo contrario nosotros, o Bernabé o pablo o algún ángel del cielo, esa vida nuestra que tanto nos afanamos por modificar, tuvo que ser crucificada y echada a la basura. Si no aceptamos y creemos esta sencilla realidad no vamos a poder seguir en frente. Si no distinguimos bien las dos naturalezas no vamos a poder saber lo que proviene de Cristo. Podremos, eso sí, intentar tapar nuestra desnudez con muchos versículos, y seguir asistiendo a clases y seminarios, y mientras tanto aprovechándonos de las cosas buenas del mundo,  y vestirnos de las hojas de higuera que queramos, cuando Dios se nos presente. Durante los años que queramos podremos intentar modificar lo que jamás podrá ser modificado,  pero la corriente sanguínea seguirá por dentro envenenada corriendo por tus venas, sin que tú ni hombre alguno pueda parar jamás esa condena. ¡No! - Dios no le dio de beber a nadie de Su espíritu para modificarle su carne. ¡No! hermano mío, ¡No! ¡Y mil veces No!!! Sino que el Padre te puso la vida de Cristo para que, si tú se lo permites, te haga saber primeramente que está ya DEL TODO muerto y sepultado, y que, si tú se lo permites, en tu cuerpo de muerte, es decir, en tu vaso de barro, viva ahora su vida resucitada Cristo en vez de ti - en tu sustitución.
         Tú no eres más que un simple recipiente ahora donde Dios ha depositado la única vida que le agrada. Esta es la revelación que derriba nuestro edificio y yergue a Cristo en nosotros
 
 
        EL PROCESO DE TRANSFORMACIÓN EN CADA UNO.
     Amadísimo Teófilo, ten por cierto que NO SON POCOS los que reciben esta revelación. Es más, yo estoy convencido, plenamente persuadido de que nuestro Abba Padre, que no hace acepción de personas, ya se la iluminó a más de uno que juzga, por sí, que todavía no le ha llegado. Si que la oyó y vio, pero ya no se acuerda. Muchos ya han oído y sabido que son renacidos de lo alto, por eso le dieron el Señorío a Jesucristo, pero después se volvieron a las fábulas profanas y de viejas (1ª Timoteo 4:7) - Así que debemos preguntarnos - ¿De qué depende entonces que cada uno de Sus hijos decida, después de recibir esta revelación, dejar vivir, o no, la vida de Cristo por su tiesto de barro? -Bueno, yo creo que no será difícil responder a esta pregunta, yo estoy convencido de que negarse a sí mismo y dejar fluir la vida de Cristo, depende, única y exclusivamente, del grado de permisión que cada miembro determine; y aunque podríamos decir que existen muchas variantes, básicamente, los miembros del Cuerpo que saben que la vida de Cristo resucitado le ha sido depositada en su vaso de barro, se dividen en tres principales grupos: (1) Algunos, después de hacer a Jesucristo Señor de sus vidas, simplemente deciden dejar aflorar sus propias vidas, la vida primera que recibieron en su primer nacimiento, y dejar dormida la de Cristo hasta el retorno; (2) otros prefieren mezclar las dos vidas como bien les parezca a sus ojos, y sostener una relación con Dios y con el mundo como juzguen ellos propios conveniente; y (3), otros hay que aceptando mansamente, lo que el Padre dice a todos, se consideran ya muertos y sepultados en su "viejo hombre", y permiten y dejan por la fe sola sus propias vidas de lado, para que sea el Cristo eterno quien viva y gobierne DEL TODO en sus corazones.
LA VIDA ETERNA ES QUE TE CONOZCAN A TI, PADRE AMADO (JUAN 17:3)
Así de fácil y así de sencillo. La vida eterna no es aquella que disfrutaremos cuando vuelva en las nubes el amado. Si, por supuesto, en ese momento, cuando seamos Raptados, el tiesto de barro desaparecerá de nosotros y seremos del todo transformados. Nuestros cuerpos celestiales aparecerán entonces en cada uno con toda su gloria. Sin embargo, esa no es la vida eterna. La vida eterna la ganó Jesucristo en su resurrección, hace ahora más o menos unos dos mil años atrás (pretérito pluscuamperfecto). Bajo el punto de vista de Dios, en Su Revelación: todo ha sido consumado. La vida eterna que tú posees, se te ha ofrecido completa cuando el Padre copió en ti la vida de Su hijo - su vida IDÉNTICA RESUCITADA dentro de ti, y lo hizo para mecerte en Sus brazos de nuevo, y lo realizó, no solo para que fueses salvo, sino también para que tú conocieses todas Sus cosas.
Tú no tienes que esperar el Retorno para conocer al Padre Teófilo. La Unción del Santo es ahora tu vida, y ella siempre muestra LAS REVELACIONES del Padre (1 Juan 2:20 y 27). Desde ese mismo momento, desde el instante que renaces de lo alto,  tú eres un ciudadano del reino celestial y divino nuevo que el Padre está irguiendo en Cristo. Si al río de aguas vivas que corre ahora desde tu interior, no le tapas tú la salida con tus aguas del razonamiento, o los consejos racionales, te aseguro Teófilo que  ya no precisarás que nadie te enseñe Sus cosas; entenderás que tú tienes la unción del santo. Te lo creas o no te lo creas, si tú tienes al hijo dentro, tú tienes ya esa vida eterna. No hay término medio para Dios. Puede ser que para tu entendimiento de carne, o para el de tus líderes y coordinadores, "todavía" no esté todo consumado; pero a los ojos del Padre todo ha sido ya consumado en la obra acabada de Su hijo Jesucristo. Ya nos ve transportados en Su reino.
SI CONFIESAS CON TU BOCA…
 Cuando le hacemos al Padre alguna confesión, debemos tener muchísimo cuidado, porque aunque nosotros no la tomemos en serio, o la olvidemos, nuestro Padre celestial nos toma la palabra y ya no se olvida jamás de la confesión que le hayamos hecho. Tú puedes haberte olvidado del Padre, pero el Padre jamás se olvidará de ninguno de Sus hijos. Hasta la que da a luz se podrá olvidar de su hijo, pero nuestro Padre jamás se olvidaría de nosotros. ¿Te das cuenta? una cosa es haberle hecho al Padre una confesión, y otra muy distinta aceptar por la fe sola lo que el Padre te ha dicho, que a partir de ese momento, ya no vives tú. En la vida de Cristo todo se resume a deleitarse, a escuchar y mirar esperando todo solo del Padre. Él es Quien infunde ahora la energía de tu nueva vida. Dejando vivir su vida por ti a Cristo, tu Cristo depende única y exclusivamente del poder y energía del Padre. No es la energía del alma la que nos mueve ahora, sino el poder del espíritu. En esta naturaleza no hay modificación alguna, ni nada en ella va a deteriorarse, sino que va en aumento la gloria del Padre. Mientras  se desvanece gradualmente la vanagloria de la carne, por nosotros, aparece al mismo tiempo el aroma que inundó la Casa de María y de Marta. La Gloria del Padre la perciben todos en la Casa, pero muchos pensaron que el frasco de nardo que fue derramado, había sido un desperdicio.  Cuando el Padre nos da la revelación, nos deja entonces ver que, “el Nardo derramado” se refiere también al derrame de la sangre de Su hijo, y que a todo aquel que le parezca un desperdicio, aquel aroma que exhala Su Cristo, lo tapará en sí mismo y no lo dejará salir por él, sino en el Bema. Así de fácil y así de sencillo. Este es el fuego de Cristo que se expande en un instante Divino en la revelación, por eso nos quedamos perplejos en la respuesta de Dios: Fundirte con Dios en el espíritu, en la vida eterna que te otorgó el Padre, y vivir ahora en la Vida Eterna, continúa siendo una decisión individual, de cada individuo miembro en este bendito cuerpo. Hasta que Cristo Jesús nos llame desde el aire, en la Casa del Padre seguirá habiendo las dos opciones.
EL ENTIERRO DEL VIEJO HOMBRE
Cuando en la revelación se destapa Cristo siempre nos ciega primero con su luz y nos hace caer del caballo, y cuando recobramos la vista dejamos enterradas muchas suposiciones, y además, muchísimas convicciones anteriores. Los remiendos que suponíamos agradables para Dios y los hombres, se quebraron de golpe, de un soplo se desvanece en la revelación. Cuando Cristo, la vida eterna comienza  como un rio de aguas vivas a salir por el tiesto de barro, lo primero que desborda en su fuerza de nosotros, de nuestro recipiente de barro, es mucha paja, heno y hojarasca que juzgábamos nosotros y dábamos por muy útiles y eficaces, en nuestra edificación con Dios. Y vemos que nos sucedía como a los incrédulos, como a la gente que llega a tener ríos de oro enterrados en los cofres de los bancos, cuya penosa labor diaria consiste en seguir acumulando riquezas aunque ni las disfruten ni les sirva para nada, porque se van a los sepulcros sin poderlas disfrutar y son esclavos de sus riquezas empodrecidas. - Pues igual nos ocurría a muchos hermanos, intentando grabar el conocimiento en nuestros corazones de carne, igual nos sucedía con aquellas obras y sacrificios inútiles. Pero cuando se destapó en su revelación Divina Su Cristo, se quemaron en un abrir y cerrar de ojos todas nuestras obras, todos nuestros sacrificios, todos nuestros méritos y todo lo que habíamos acumulado grabando la letra muerta,  “NO SIRVEN YA DE NADA en la vida eterna del Cristo que tienes dentro”. Nos enseña, en Su Revelación, que solo sirve la carne para echarla a la basura y allí se quema hasta su extinción.
FUENTE Y CISTERNA
La vida de Cristo Teófilo es un manantial, una fuente ilimitada que ha puesto el Padre en cada uno de Sus hijos. La vida que cada uno recibió de sus padres terrenales era simplemente una cisterna rota que no podrá jamás contener aguas espirituales. En esta vida nueva, Dios es Quien produce Sus frutos naturalmente. Dios la cava y la riega de Sí Mismo, y el fruto que sale por nosotros no tiene paralelo en todo Su Universo. Esta es la flor que se abre en Su revelación. Conectarse a Cristo Jesús significa dejar mansamente fluir la vida de Cristo por nuestro tiesto de barro.  La vida de Cristo, en contra de lo que habíamos aprendido, es una fuente ilimitada que sale de tu interior por la fe sola, sin obras o méritos humanos sino por la sola gracia y el favor divino se desborda. Solo precisa de que tú se lo permitas, que te despojes de tu "vieja" vida y dejes fluir la "nueva" naturalmente. Así de fácil y así de sencillo. En el fuego que se enciende entonces del espíritu, es de saber Teófilo que, tus mejores cualidades y habilidades naturales, son las que primero se derriten.
Juan Luis Molina

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