COLABORADORES CON EL PADRE: UN ESTUDIO DE LA ORACIÓN DE COLOSENSES 1: 9-11 Por Ken Petty. FRAGMENTO 3 DEL LIBRO "UNA ASOCIACIÓN PODEROSA-LA COMUNIÓN DE LOS CREYENTES"
CAPÍTULO DOS
A la luz de nuestra asociación con Dios, sería de
gran provecho para nuestras oraciones que estudiemos algunas de ellas en la
Palabra de Dios. Un estudio de este orden nos ampliará bastamente nuestra
perspectiva con respecto a la oración. Las Epístolas a la Iglesia contienen
registros de algunas maravillosas oraciones que Pablo profirió por los santos
en varios lugares. Estas oraciones nos revelan cómo Pablo hizo intercesión
delante de Dios para respaldo de otros, pidiéndole a Él para que hiciera alguna
cosa incapaz de ser echa por ellos mismos. Una de esas oraciones se encuentra
en el primer capítulo de la Epístola a los Colosenses. Cuando analizamos en
detalle esta oración, nos damos cuenta plenamente del tipo de asociación singular
que caracterizaba la asociación que se mantiene entre el Padre y Sus hijos.
Colosenses 1:1-4:
Pablo, Apóstol de Jesucristo por la
voluntad de Dios, y el hermano Timoteo,
A los santos y fieles hermanos en Cristo
que están en Colosas: Gracia y paz sean a vosotros,
de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
Siempre orando por vosotros, damos gracias
a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo.
Habiendo oído de vuestra fe en Cristo
Jesús, y del amor que tenéis a todos los santos.
Pablo y Timoteo nunca habían estado en la
ciudad de Colosas. Alguien más les llevó el evangelio a los que allí escucharon
las buenas nuevas sobre la salvación y la redención del hombre. Pero una vez
que estos hombres, Pablo y Timoteo, oyeron que también en Colosas se
encontraban personas que creyeron en Cristo Jesús y que amaban a los santos,
comenzaron a darle gracias a Dios Padre del Señor Jesucristo y a orar por
ellos. Debemos observar otra vez que la oración, en todos los registros de la
Escritura, es siempre ofrecida a Dios y nunca a Jesucristo. Tanto Pablo como
Timoteo le daban gracias al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo porque
estos creyentes eran ahora hijos de Dios y por la maravillosa esperanza que
aguardaban.
Versículo 5:
A causa de la esperanza que os está
guardada en los cielos, de la cual ya habéis oído
por la palabra verdadera del evangelio.
La esperanza estaba guardada en los cielos
para estos creyentes, no debido a sus obras sino a su creencia. Ellos habían
escuchado hablar primeramente de esta esperanza “en la palabra verdadera del
evangelio”. Lo que podría también definirse como “la Palabra de verdad, que se
encuentra en el evangelio”. Posteriormente, en esta misma epístola, Pablo les
avisa para que estén atentos “y que nadie los engañe con palabras persuasivas”
ni con “filosofías y huecas sutilezas...” (Colosenses 2:4, 8).Todas las
filosofías que provienen de los hombres y que contradicen a la verdadera Palabra
de Dios pueden sonarnos maravillosamente pero están, todas ellas, desprovistas
de cualquier sentido. No le ofrecen a nadie ninguna creencia genuina ni reside
esperanza alguna dentro de ellas.
Versículos 6-8:
Que ha llegado hasta vosotros, así como a
todo el mundo, y lleva fruto y crece también
en vosotros, desde el día que oísteis y conocisteis la gracia de Dios en verdad.
Como lo habéis aprendido de Epafras,
nuestro consiervo amado, que es un fiel ministro
de Cristo para vosotros,
Quien también nos ha declarado vuestro
amor en el Espíritu
Epafras fue quien primero les habló las
buenas nuevas a los colosenses. Estas buenas nuevas produjeron frutos en
aquellos colosenses que las creyeron desde el primer día. Así que Pablo y
Timoteo oyeron de Epafras como estas gentes creyeron en Cristo Jesús y amaban a
todos los santos, comenzaron a orar por ellos. Cuando los hombres oran, piden a
Dios que realice lo que las personas no pueden llevar a cabo por sí mismas. (¿Para
qué sería necesario orar por algo que Dios nos haya instruido hacer y nos haya
dado la habilidad de realizar?) El objetivo de la oración de Pablo y Timoteo se
registra en los tres versículos siguientes.
Versículos: 9-11:
Por lo cual también nosotros, desde el día
que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros,
y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual,
Para que andéis como es digno del Señor,
agradándole en todo, llevando fruto en toda
buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios;
Fortalecidos con todo poder, conforme a la
potencia de su gloria, para toda paciencia
y longanimidad.
LLENOS DEL CONOCIMIENTO DE SU VOLUNTAD
Pablo y Timoteo no cesaban de orar por estos
creyentes en Colosas – desde el primer momento que oyeron hablar de ellos por
boca de Epafras hasta que escribieron esta epístola. Pablo y Timoteo oraron y
le pidieron al Dios Padre que estos santos “fuesen llenos del conocimiento de
su voluntad en toda sabiduría y entendimiento espiritual”.
El término griego de “conocimiento” es epignosis. La raíz de esta palabra es gnosis Esta palabra hace parte, hoy en día de la
lengua castellana. La palabra castellana “gnosis” significa “un conocimiento
absoluto de los asuntos de Dios; conocimiento místico”. Y más comúnmente se conoce
un término que proviene de la misma palabra y el prefijo el prefijo “pro”,
“prognosis” o “pro(g)nóstico”.
En el tiempo en que se escribió el libro
de Colosenses, había sectas en las cuales sus miembros se consideraban
superiores a los demás hombres, decían tener un conocimiento místico de asuntos
espirituales. Creían que la llave de la liberación del hombre de los males del
mundo era este conocimiento que traía consigo la iluminación espiritual. Esta
mezcla de ideas griegas y orientales fue conocida posteriormente como el
“agnosticismo” (de gnosis).
Kenneth Wuest escribió lo siguiente sobre el uso de esta palabra epignôsis :
“Conocimiento” es epignôsis. Es una palabra derivada de gnosis (conocimiento) la cual denota un más completo y extenso conocimiento. Es un
conocimiento en el cual se sostiene
y se adentra dentro de un asunto. Era la palabra favorita de los Gnósticos que la usaban para designar
el conocimiento superior que decían ser de su
exclusiva posesión. Pablo refutaba que los santos eran los poseedores verdaderos de este conocimiento, indicando que
estaba abierta la posibilidad de apropiación
de este conocimiento para todos ellos, él no se refería a un secreto místico en el cual solo podían penetrar
unos cuantos elegidos o favorecidos iniciados.
Si los Gnósticos poseían su superior conocimiento, también la Iglesia Cristiana poseía el suyo. El primero
era tan especulativo como falso, el segundo, verdadero
y positivo. Pablo profirió que no solo lo poseían completamente, sino que además estaban repletos y llenos
del mismo. Su petición a Dios era que los santos
de Colosas fuesen llenos de este riguroso conocimiento de la voluntad de Dios.
E.W. Bullinger define epignôsis como “un claro y exacto conocimiento, más
enfático que gnosis, porque expresa una más rigurosa participación de parte del conocedor sobre
el asunto que se conoce; es un
conocimiento que tiene una influencia poderosa sobre el conocedor”. La oración
del libro de Colosenses es para que los santos sean llenos con toda plenitud,
precisión y personal conocimiento de la voluntad de Dios. Este conocimiento
afectaría dramáticamente la forma como vivían y se movían. Y tiene el mismo
poder hoy en día. Este tipo de conocimiento produce un poderosísimo impacto en
nuestras vidas.
A Epafras, el que primeramente llevó las
buenas nuevas a los colosenses, se le nombra posteriormente en esta epístola
debido a la ferviente oración que mantenía en respaldo de estos santos.
Colosenses 4:12.
Os saluda Epafras, el cual es uno de
vosotros, siervo de Cristo, siempre rogando encarecidamente
por vosotros en sus oraciones, para que estéis firmes, perfectos y completos en todo lo que Dios quiere.
La palabra “perfectos” se traduce en otras
partes “maduros”, y “completos” “plenamente persuadidos”. Epafras, un nativo de
Colosas, persistentemente rogaba en sus oraciones para que aquellos santos se
mantuviesen firmes, maduros y plenamente persuadidos en la absoluta voluntad de
Dios. Wuest traduce así este versículo: “Os saluda Epafras, el que se cuenta entre
vosotros, un siervo de Cristo Jesús, contendiendo siempre en respaldo vuestro
en sus oraciones, para que a través de ellas podáis estar firmes,
espiritualmente maduros cada uno de vosotros, y todos aquellos que han sido
traídos al lugar de la plena confianza en todas las cosas a través de la voluntad
que Dios os ha mostrado”.
Tal vez si nuestras oraciones por los
creyentes fuesen de este calibre – para que sean llenos con todo el
conocimiento de la voluntad de Dios en toda sabiduría y entendimiento espiritual
y que estén firmes, completamente maduros, y plenamente persuadidos de la
voluntad de Dios en todas las cosas – talvez, digo, podamos dejar de orar por
ellos en cuanto a los problemas específicos de sus vidas. ¿No será que pasamos
demasiado tiempo pidiéndole a Dios que trate con los síntomas en vez de
resolver la verdadera causa? ¿Cuántas veces nos llegan los mismos creyentes una
y otra vez pidiéndonos que oremos por tal o cual situación? Las circunstancias
de sus vidas por las que nos piden que oremos pueden variar, sin embargo, el
corazón de esos creyentes es demasiado lento para creer a Dios. Es como tratar
de tapar una fuga en un dique cuando el dique está roto por algún otro lado al
mismo tiempo. Un creyente lleno del conocimiento de la voluntad de Dios,
completamente maduro y plenamente persuadido de toda Su voluntad, andaría
liberto y lleno de bendiciones. En vez de pedir continuamente a los otros
creyentes para que oren por él. Estaría confiado y seguro de que sus propias
oraciones van a ser respondidas.
1ª Juan 5:14 y 15:
Y esta es la confianza que tenemos en él,
que si pedimos alguna cosa conforme a su
voluntad, él nos oye.
Y si sabemos que él nos oye en cualquier
cosa que pidamos, sabemos que tenemos
las peticiones que le hayamos hecho.
El arameo nos da la siguiente lectura de
estos versículos: “Y nosotros tenemos esta confianza depositada en él acerca de
todas las cosas que le pidamos de acuerdo a su voluntad, él nos oye. Y si
estamos persuadidos de que él nos oye en las cosas que le pedimos, estamos
confiados de que ya hemos recibido nuestros pedidos”. Nuestra confianza se basa
en el completo conocimiento y en la total seguridad de la voluntad de Dios.
Cuando no vivimos de acuerdo a Su voluntad, nos encontramos frustrados y
derrotados en nuestras vidas. Todos nuestros esfuerzos son en vano y nuestras
oraciones se quedan sin respuesta. Cuando vivimos alineados con la voluntad de
Dios, nuestras vidas fluyen mucho más reposadamente. Nuestro empeño tiene éxito
y nuestras oraciones son siempre respondidas de parte de Dios.
Un hombre que tiene el total conocimiento
y seguridad de la voluntad de Dios andará como lo hizo el Señor Jesucristo.
Porque él andaba en completa armonía con la voluntad de Dios, sabía que Dios le
respondía todas sus oraciones. Sus oraciones estaban siempre de acuerdo a Su
voluntad. Ya lo hemos visto así en el registro en el que levantó de los muertos
a Lázaro, cuando Jesús declaró: “Padre te doy gracias por haberme oído. Yo se
que siempre me escuchas” (Juan 11:41 y 42). Jesús pasó su vida obedeciendo
siempre la voluntad del Padre. Aun dentro de las situaciones más desesperadas,
como la que soportó en el sufrimiento de su muerte, incluso en esa
circunstancia le dijo al Padre: “Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”. David
había profetizado esta obediencia cientos de años antes.
Salmos 40:7 y 8:
Entonces dije: He aquí vengo: En el rollo
del libro está escrito de mí;
El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha
agradado.
Esta profecía declaró que se deleitaría en
hacer la voluntad de Dios. En su ministerio aquí en la tierra, Jesús cumplió
esta profecía. Decidió hacer la voluntad de Dios y no la suya propia.
Juan 4:34:
Jesús les dijo: Mi comida es que haga la
voluntad del que me envió, y que acabe su
obra.
Juan 5:30:
No puedo yo hacer nada por mí mismo; según
oigo, así juzgo, y mi juicio es justo, porque
no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre.
La mayor parte de las personas en el mundo
hoy en día no tienen ni una idea clara de cual sea la voluntad de Dios ni tampoco
saben donde buscarla. A menudo, escuchamos que la voluntad de Dios es un
misterio y que nadie puede realmente conocerla. Eso no es lo que nos declara Su
Palabra.
Efesios 1:9:
Dándonos a conocer el misterio de su
voluntad, según su beneplácito, el cual se había
propuesto en sí mismo.
La grandeza de lo que Dios deseaba para
los hombres y lo que previamente había planeado para ellos fue guardado en
secreto por miles de años desde Adán. Pero ahora, por tanto, Dios nos ha
revelado este gran Misterio o Secreto. ¿Cómo pueden decir, y repetir
constantemente, que las obras de Dios son caminos misteriosos? Tal vez deberían
ser más precisos y decir: “Dios obra en los caminos del Misterio”. Más adelante
vamos a tratar en este estudio de varias secciones que tratan sobre este
Misterio o Secreto Divino que así se mantuvo por largos años, pero que ahora ya
nos ha sido revelado.
Efesios 5:17:
Por tanto, no seáis insensatos, sino
entendidos de cual sea la voluntad del Señor.
Tenemos que entender la voluntad del
Señor, no sería sabio que la ignorásemos.
1ª Pedro 4:1 y 2:
Puesto que Cristo ha padecido por nosotros
en la carne, vosotros también armaos del
mismo pensamiento; pues quien ha padecido en la carne, terminó con el pecado.
Para no vivir el tiempo que resta en la
carne, conforme a las concupiscencias de los
hombres, sino conforme a la voluntad de Dios.
Las “concupiscencias de los hombres” se refiere
a los deseos y pasiones. El camino natural de los hombres es así. No en tanto,
gracias a lo que Cristo consiguió para nosotros, ya no tenemos que vivir de
esta manera. Podemos vivir como él vivió – para hacer la voluntad de Dios. Si
quieres ver una cara pasmada y confusa, dile a un incrédulo (o a muchos cristianos)
que tienes el empeño de realizar tu vida de acuerdo a la voluntad de Dios.
Podrás darte cuenta de la misma reacción que notó alguien cientos de años antes
cuando profirió que la tierra giraba, una noción que fue completamente
despreciada y objeto de burla. La creencia de que nadie puede realmente saber
la voluntad de Dios es exactamente igual, y prevalece hoy en día, como la que
existía años atrás entre los que no creían que la tierra fuese redonda, y les
parecía igualmente absurda.
EN TODA SABIDURÍA E INTELIGENCIA ESPIRITUAL
Volvamos a la oración de Colosenses.
Colosenses 1:9:
Por lo cual también nosotros, desde el día
que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros,
y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual.
Sabiduría es la correcta aplicación del
conocimiento. Alguien dijo una vez: “el gran objetivo de la educación es la
acción”. La sabiduría nos da la capacidad de actuar correctamente. Hay un
versículo que nos ilustra el significado de esta palabra sabiduría.
Eclesiastés 10:10:
Si se embotare el hierro, y su filo no
fuere amolado, hay que añadir entonces más fuerza;
pero la sabiduría es provechosa para dirigir.
Si se intenta cortar madera con un hacha
desafilada en vez de con una afilada, tiene que emplearse mucho más fuerza. La
sabiduría es como el empleo de un hacha afilada. Usar los mejores materiales
nos lleva a alcanzar los mejores resultados.
Dios desea que seamos “llenos del
conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual”. Walter J. Cummins explica así el
significado de “entendimiento” o “inteligencia”:
El
entendimiento es una función más compleja para la mente que el simple
pensamiento. La palabra griega es sunesis, que la utilizó el poeta griego Homero 800 años antes de Cristo. En aquellos
días se usaba para definir dos ríos que se encontraban y “fluían juntos”. Por
ejemplo, hablando de un río que procede de una cordillera, y el otro de otro
grupo de montañas. La palabra sunesis se utiliza cuando estos dos ríos se encuentran y fluyen juntos. Los pensamientos
fluyen juntos en la mente dándonos entendimiento. ¿Cómo sabemos que llegan a
fluir juntos los pensamientos en nuestra mente? Primero, adquirimos un
conocimiento de la Palabra de Dios. Y cuando nuestros ríos de conocimiento de
la Palabra de Dios se encuentran o fluyen juntos, obtenemos el llamado
entendimiento o inteligencia.
Dios es la fuente de la verdadera
sabiduría, conocimiento y entendimiento.
Proverbios 2:6:
Porque Jehová da la sabiduría, y de su
boca viene el conocimiento y la inteligencia.
Si me falta la sabiduría en alguna área de
mi vida, le pido a Dios la que necesite.
Santiago 1:5:
Y si alguno de vosotros tiene falta de
sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente
y sin reproche, y le será dada.
Note y observe que este versículo contiene
una promesa tremenda. Si necesitamos saber qué hacer en una situación
determinada y carecemos de sabiduría, podemos pedirle a Dios que nos la
conceda. Dios no quiere que seamos ignorantes.
Versículos 6 y 7:
Pero pida con fe, no dudando nada; porque
el que duda es semejante a la onda del mar,
que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra.
No piense, pues, quien tal haga, que
recibirá cosa alguna del Señor.
Esta es la condición que se nos pide.
Debemos creer sin reservas para recibir la sabiduría que proviene de Dios. De
otra manera no la recibiremos. Una vez más vemos la colaboración y la sociedad
que existe necesariamente entre Dios y sus hijos. Él da la sabiduría, pero
nosotros somos los responsables por creer para que podamos recibir esa
sabiduría. Nosotros no suplimos esa necesidad de sabiduría, pero nuestra
incredulidad nos puede hacer imposible que la recibamos de parte de Dios. Hay
un dicho que expresa que “las grandes cargas de la vida vienen cuando el mar
está en calma”. Es decir, cuando las aguas están turbulentas, cuando nuestros
pensamientos están confusos o ansiosos, se nos hace imposible recibir nada de
parte de Dios. No permitimos las condiciones necesarias para poder descargar la
carga.
Otra de las más grandes oraciones en las
Epístolas a la Iglesia es para que los santos reciban sabiduría, conocimiento y
entendimiento.
Efesios 1:17 y 18:
Para que el Dios de nuestro Señor
Jesucristo, el Padre de gloria, os de espíritu de sabiduría, y de revelación en el conocimiento de Él.
Alumbrando los ojos de vuestro
entendimiento, para que sepáis cual es la esperanza
a que os ha llamado, y cuales las riquezas de la gloria de su herencia en los santos.
La palabra “conocimiento” es la misma
palabra epignôsis que se usa en
Colosenses 1:9. La palabra “entendimiento” es traducida en los Textos Críticos
Griegos como “corazón”. La expresión sería entonces “alumbrando los ojos de
vuestro corazón” que nos da la misma idea que la que expresa la palabra
“entendimiento”. Estar alumbrado sucede cuando los pensamientos fluyen juntos y
en armonía con Dios en el corazón, la parte más íntima de nuestras mentes. El
mero estudio de las Escrituras no nos trae por sí mismo esta iluminación de
entendimiento. Si bien que tenemos la responsabilidad de estudiarlas, también
debemos pedirle a Dios que abra los ojos de nuestro corazón para que podamos
entenderlas. Esta es Su parte en el trabajo.
Romanos 11:25, y de 30 a 33:
Porque no quiero, hermanos, que ignoréis
este misterio, para que no seáis arrogantes
en cuanto a vosotros mismos: Que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud
de los gentiles.
Pues como vosotros también en otro tiempo
erais desobedientes a Dios, pero ahora
habéis alcanzado misericordia por la desobediencia de ellos,
Así también éstos ahora han sido
desobedientes, para que por la misericordia concedida
a vosotros, ellos también alcancen misericordia.
Porque Dios sujetó a todos en
desobediencia, para tener misericordia de todos.
¡Oh profundidad de las riquezas de la
sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables
son sus juicios, e inescrutables sus caminos!
La profundidad de las riquezas de la
sabiduría y del conocimiento de Dios se manifestó después de la ceguera y
endurecimiento del corazón de los israelitas, Dios les envió el redentor tantas
veces anunciado pero ellos esperaban uno que liderase un régimen militar y
político que los libertase de Roma y restaurase a Israel como nación. No en
tanto, Dios, les envió un salvador crucificado. Cuando entonces se rehusaron a
creer al evangelio, su desobediencia vino a ser la puerta abierta para que los gentiles
recibiesen la misericordia de Dios. Además, desde que Dios tuvo misericordia
sobre los gentiles, también por la misma vía (el redentor), extiende hoy esa
misma misericordia sobre los que la aceptan de Israel. Dios llevó a cabo Su
plan de redención por una vía que no tuvo en cuenta la voluntad del hombre.
Cuán lejos se encuentra la sabiduría de Dios de esa mal-llamada “sabiduría” del
mundo. En nuestra colaboración y sociedad con Dios, esta sabiduría de Dios es
la que se nos hace disponible. Dios tiene siempre las mejores intenciones para
obtener los mejores resultados. Y nos las revela a nosotros tanto en Su Palabra
escrita como a través de la manifestación de palabra de sabiduría.
El hombre ve a través de su propia
“sabiduría” lo que Dios dice que tan solo es necedad.
1ª Corintios 1:18-21:
Porque la palabra de la cruz es locura a
los que se pierden; pero a los que se salvan,
esto es, a nosotros, es poder de Dios
Pues está escrito: Destruiré la sabiduría
de los sabios, y desecharé el entendimiento
de los entendidos.
¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el
escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo?
¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo?
Pues ya que en la sabiduría de Dios, el
mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría,
agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación.
El hombre puede pensar que los asuntos de
Dios son locuras, pero Dios, en Su sabiduría, declaró que por la sabiduría del
mundo, el mundo jamás podrá conocerlo. Todas las grandes filosofías y
religiones de la humanidad no pueden darle al hombre un conocimiento de Dios.
El hombre puede conocer a Dios solamente a través de la revelación de Sí mismo.
Aquellos que Dios ha llamado a tener una asociación con Él son los únicos que
pueden conocer verdaderamente a Dios. Él decidió hacer conocida esta revelación
de Sí mismo a través de la “locura”(a los ojos del hombre natural) de la
predicación.
Versículos 22-24:
Porque los judíos piden señales, y los
griegos buscan sabiduría:
Pero nosotros predicamos a Cristo
crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero,
y para los gentiles locura.
Más para los llamados así judíos como
griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de
Dios.
Jesucristo y su trabajo finalizado para la
humanidad revelan la grandeza de ambos, tanto el poder como la sabiduría de
Dios.
Versículos 25-31:
Porque lo insensato de Dios es más sabio
que los hombres, y lo débil de Dios es más
fuerte que los hombres.
Pues mirad, hermanos, vuestra vocación,
que no sois muchos sabios según la carne,
ni muchos poderosos, ni muchos nobles;
Sino que lo necio del mundo escogió Dios,
para avergonzar a los sabios; y lo débil del
mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte;
Y lo vil del mundo y lo menospreciado
escogió Dios, y lo que no es, para deshacer
lo que es.
A fin de que nadie se jacte en Su
presencia
Más por él estáis vosotros en Cristo
Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría,
justificación, santificación y redención;
Para que como está escrito: El que se
gloría, gloríese en el Señor.
Cuando el hombre llega a la conclusión de que a
través de su propia sabiduría se descubren cosas que él considera notables, se
vanagloria. Cualquier hombre que piense que conoce a Dios por su propia
sabiduría hace lo mismo, se envanece pensando en el esfuerzo que ha realizado o
en como su inteligencia le ha capacitado para poder encontrar a Dios. Todas las
grandes filosofías del hombre buscan básicamente su propia auto-glorificación.
Sin embargo Dios las cataloga a todas ellas como vanidad de vanidades y
necedad. La única y verdadera glorificación está en el Señor. La verdadera
sabiduría Divina siempre le da la gloria a Dios y nunca al hombre. Él es la
fuente de nuestras vidas en Cristo Jesús, quien vino a ser nuestra sabiduría de
Dios. La sabiduría de Dios está disponible para nosotros, ¿La hemos recibido?
1ª Corintios 1:31 recuerda y ha sido
tomado de un relato del Libro de Jeremías.
Jeremías 9:23 y 24:
Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en
su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente,
ni el rico se alabe en sus riquezas.
Más alábese en esto el que se hubiera de
alabar: En entenderme y conocerme, que yo
soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas
cosas quiero, dice Jehová.
Nuestra gloria nunca debería estar basada
en nuestra propia sabiduría, fortaleza o recursos sino en un verdadero
conocimiento y entendimiento de Dios nuestro Señor.
Proverbios 9:10:
El temor de Jehová es el principio de la
sabiduría, y el conocimiento del Santísimo
es la inteligencia.
La palabra temor debe ser entendida como
“un profundo respeto con amor” y, ya que este profundo respeto es el principio
de la verdadera sabiduría, todos aquellos que no lo posean están completamente
destituidos de ella. Todavía no han aprendido el primer principio básico para
adquirir sabiduría. Considerarse sabio en la propia opinión sin respeto y amor
por Dios puede compararse con alguien que se imagina ser un gran matemático sin
haber aprendido las tablas de multiplicar.
Salmos 25:14:
La comunión íntima de Jehová es con los
que le temen (respetan con amor). Y a ellos
hará conocer Su Pacto.
De acuerdo a El estudio de
Palabras del Antiguo Testamento de Wilson, las palabras “comunión íntima” se refieren a “juntarse en concilio
secreto para tratar un asunto de suma importancia”. La Biblia Ampliada lo traduce así: “El secreto (de la dulce y
agradable comunión) del Señor...” y R. K. Harrison nos hace el siguiente
comentario: “Íntima comunión con el Seños es el privilegio de aquellos que lo
reverencian con amor; solamente a estos les revela Su Pacto”. Si queremos que
Dios nos muestre Sus más profundos secretos de comunión con Él y que nos revele
Su sabiduría, debemos reverenciarlo con amor. Este es el principio básico para
andar en sociedad y colaboración con Dios.
1ª Corintios 2: 1-10:
Así que, hermanos, cuando fui a vosotros
para anunciaros el testimonio de Dios, no
fui con excelencia de palabras o de sabiduría.
Pues me propuse no saber entre vosotros
cosa alguna sino a Jesucristo, y a este crucificado.
Y estuve entre vosotros con debilidad, y
mucho temor y temblor;
Y ni mi palabra ni mi predicación fue con
palabras persuasivas de humana sabiduría,
sino con demostración del espíritu y de poder.
Para que vuestra fe no esté basada en la
sabiduría de los hombres, sino en el poder de
Dios.
Sin embargo, hablamos sabiduría entre los
que han alcanzado madurez; y sabiduría
no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que perecen.
Más hablamos sabiduría de Dios en
misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó
antes de los siglos para nuestra gloria.
Antes bien, como está escrito:
Cosas que ojo no vio, ni oído oyó,
Ni han subido en corazón de hombre,
Son las que Dios ha preparado para los que
le aman.
Pero Dios nos las reveló a nosotros por el
espíritu; porque el espíritu todo lo escudriña,
aún lo profundo de Dios.
Aquellos que seguían la filosofía de los
Gnósticos, se enorgullecían de la excelencia de su propia sabiduría para escudriñar
los grandes misterios de la vida. Solamente un grupo pequeño, selecto de
iniciados podían tener acceso a tal sabiduría. Pablo les habla a los creyentes
de Corinto de una sabiduría muy superior: la sabiduría de Dios acerca del
Misterio. La sabiduría que se le ha ocultado al hombre. Aún a los príncipes de
este mundo –El diablo y todas sus huestes que gobiernan este mundo – con toda
su “sabiduría”, no sabían de este Misterio. De haberlo sabido, jamás hubieran
crucificado a Jesucristo. Antes de que este Misterio fuese revelado, nadie
había ni tan siquiera oído hablar de él. Esos pensamientos jamás entraron en
los corazones de los hombres. Pero ahora Dios ha revelado sus cosas profundas.
Todos los grandes religiosos son ignorantes de esta escondida sabiduría de
Dios, sin embargo ahora Dios nos ha revelado sus cosas profundas, los asuntos
del Misterio, a través de Su espíritu. ¡Cuán grande es la sabiduría que tenemos
disponible de parte de Dios nosotros los que creemos!
Todos y cada uno de los sabios de este
mundo son necios y pobres intelectualmente comparados con la sabiduría que
tenemos procedente de Dios aunque para ellos, la nuestra les parezca locura.
Versículo 14:
Pero el hombre natural no recibe las cosas
que son del espíritu de Dios, porque para
él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.
Dios escondió las grandes verdades del
Misterio en Su sabiduría. Ahora nos las ha dado a conocer. Pero no debemos
esperar que el mundo reciba la sabiduría que nosotros tenemos. Para el mundo la
crucifixión, la resurrección y el don de espíritu santo (Cristo en nosotros) son
vistas como una locura.
Efesios 1:8 y 9:
Que hizo sobreabundar para con nosotros en
toda sabiduría e inteligencia.
Dándonos a conocer el misterio de su
voluntad, según su beneplácito, el cual se había
propuesto en sí mismo.
Moffat traduce así estos versículos: “Tan
ricamente ha colocado Dios sobre nosotros su gracia, concediéndonos un completo
discernimiento y entendimiento en el abierto secreto de Su voluntad...”
Efesios 3:4-10:
Leyendo lo cual podéis entender cuál sea
mi conocimiento en el misterio de Cristo,
Misterio que en otras generaciones no se
dio a conocer a los hijos de los hombres, como
ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el espíritu:
Que los gentiles son coherederos y
miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la
promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio.
Del cual yo fui hecho ministro por el don
de la gracia de Dios que me ha sido dado
según la operación de su poder.
A mí, que soy menos que el más pequeño de
todos los santos, me fue dada esta gracia
de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo,
Y de aclarar a todos cual sea la
dispensación del misterio escondido desde los siglos
en Dios, que creó todas las cosas;
Para que la multiforme sabiduría de Dios
sea ahora dada a conocer por medio de la
iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales.
El mundo nutre un profundo desprecio por
la verdadera Iglesia. Muy a menudo, también nosotros, mirando a la Iglesia le
volvemos la espalda. Fácilmente caemos en ver simplemente nuestras propias
debilidades y las de los otros. Rápidamente nos encontramos viviendo en todo
tipo de faltas y fracasos. Tenemos una perspectiva, a nuestros cinco sentidos,
de una Iglesia dividida en miles de grupos diferentes que se contradicen
grandemente entre sí en sus enseñanzas. En algunos lugares de esa iglesia se
observa la mano negligente de la permisividad incontrolable, mientras que en
otros nos encontramos con el apretado puño de un legalismo frío y duro. Y sin
embargo cuando los principados y las potestades en los lugares celestiales
miran a la Iglesia, lo que ellos ven es la multiforme sabiduría de Dios. No es
a través de las enormes galaxias del universo que ellos conocen esta sabiduría
sino a través de la Iglesia. Esos principados y potestades ven más claramente
que nosotros pertenecemos al Cuerpo de Cristo. Tal vez precisemos vernos a
nosotros mismos y alzar nuestra visión sobre la Iglesia de acuerdo al modelo
que Dios nos ha revelado. Si así lo hacemos, estaremos contribuyendo en ayudar
a la Iglesia a levantarse al llamamiento que Dios le ha concedido porque Él
lleva a cabo Su propósito y Sus planes sobre la tierra a través de esa Iglesia.
Colosenses 1:26-29:
El Misterio que había estado oculto desde
los siglos y edades, pero que ahora ha sido
manifestado en sus santos,
A quienes Dios quiso dar a conocer las
riquezas de la gloria de este Misterio entre los
gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria,
A quien anunciamos, amonestando a todo
hombre, y enseñando a todo hombre en toda
sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre;
Para lo cual también trabajo, luchando
según la potencia de él, la cual actúa poderosamente
en mi.
¿Quién habría podido jamás imaginarse que
Dios colocaría a los gentiles dentro del mismo Cuerpo de Cristo y poner a
Cristo dentro de cada uno de ellos? Este magnánimo Misterio, oculto por Dios a
través de todas las edades, ha sido revelado a todos Sus santos. Ahora podemos
verlo en toda su grandeza.
La Biblia
Ampliada traduce así el
versículo 28: “A Él predicamos y proclamamos, avisando y amonestando a todos y
a cada uno en toda sabiduría (en completa comprensión de los caminos y
propósitos de Dios) para que podamos presentar a toda persona madura –totalmente
crecida, totalmente iniciada, completa y perfecta– en Cristo, El Principal Ungido”.
Sabiduría es el sello de alguien maduramente
adulto. La madurez no es el producto de una acumulación de conocimientos sino
de sabiduría, es decir, la aplicación de aquellos conocimientos.
Colosenses 2:1-3:
Porque quiero que sepáis cuán gran lucha
sostengo por vosotros, y por los que están
en Laodicea, y por todos los que nunca han visto mi rostro;
Para que sean consolados sus corazones,
unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas
de pleno entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo.
En quien están escondidos todos los
tesoros de la sabiduría y del conocimiento.
La palabra “pleno” es una traducción de la
misma palabra griega que se traduce como “completos” en Colosenses 4:12. Ya
hemos leído anteriormente cómo Epafras oraba por ellos para que estuviesen
“perfectos y completos en toda la voluntad de Dios”. Plena seguridad o
plenamente persuadido proviene del entendimiento (sunesis). La palabra “conocimiento” es una
traducción de epignosis refiriéndose aquí al total, cristalino y personal conocimiento del Misterio
de Dios.
La Biblia
Ampliada nos traduce los
versículos 2 y 3 de la siguiente manera:
(Porque lo que a mí concierne) es que sus
corazones puedan ser fortificados (confortados, bien dispuestos y alentados)
entrelazados y unidos en amor, para que lleguen a poseer toda sanidad abundante
y sean bendecidos con la segura convicción del entendimiento, y para que
lleguen a ser progresivamente más íntimos conocedores y puedan saber más
definitiva, exacta y rigurosamente, aquel místico secreto de Dios, (Que es)
Cristo, El Ungido Principal.
En Quien todos los tesoros de (la divina)
sabiduría (del profundo entendimiento en los caminos y propósitos de Dios) y en
quien (todas las riquezas espirituales) todo conocimiento e iluminación, están
almacenados y guardados.
Estos tesoros de sabiduría y de
conocimiento están guardados y escondidos del mundo pero disponibles para ser
recibidos por los creyentes ¡Qué vida tan maravillosa la nuestra a medida que
sabemos más exacta y rigurosamente el Misterio del Cuerpo! Cada creyente posee
al mismo Cristo dentro de él ¡Que vida tan abundante a medida que nos
adentramos en los tesoros de sabiduría y del conocimiento que se encuentran
guardados en Cristo! A nuestro Padre celestial le ha placido darnos un
entendimiento profundo de Sus caminos y propósitos para que sepamos andar
siempre correctamente, utilizando los medios correctos para obtener los
correctos resultados. A Dios le ha placido introducirnos en Su consejo,
revelarnos Sus secretos, y trabajar en colaboración y sociedad con nosotros.
DIGNOS DEL SEÑOR, AGRADÁNDOLE EN TODO
Colosenses 1:9 y 10:
Por lo cual también nosotros, desde el día
que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros,
y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual,
Para que andéis como es digno del Señor,
agradándole en todo, llevando fruto en toda
buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios.
El pensamiento griego tenía como finalidad
la acumulación de conocimiento, sabiduría y entendimiento. Algunas religiones
enseñan e iluminan los asuntos que provienen del mundo y dicen que eso es
necesario. Cuestionan a los que atienden las causas de la luz espiritual y
llegan a negar e ignorar a todos aquellos que denominan como obscuros y sin
entendimiento. Refiriéndose a nosotros. Pero la Palabra de Dios declara que
nosotros estamos repletos de conocimiento, sabiduría y entendimiento para que
andemos dignos del Señor, siéndole agradables en todo, llevando fruto en toda
buena obra, y creciendo en Su conocimiento. Ya hemos considerado anteriormente
que epignôsis es el tipo de
conocimiento en el que existe una profunda participación entre el conocedor con
el objeto o asunto conocido, un conocimiento que conlleva y produce un enorme
impacto en el conocedor. El pleno, preciso y personal conocimiento de Dios
impacta e impregna todos los caminos de nuestras vidas en este mundo.
Conocimiento, sabiduría y entendimiento desembocan en una conducta y en un
comportamiento correcto. Nuestro andar en Su presencia viene a ser cada vez más
para Su gloria. Para la gloria de Dios.
Efesios 4:1:
Yo pues, preso en el Señor, os ruego que
andéis como es digno de la vocación (llamamiento)
con que fuisteis llamados.
La revelación que contienen los tres
primeros versículos de Efesios es asombrosa. Pero no se nos ha concedido
simplemente para que nos impresionemos o que nos sobrecojamos. Esta revelación
tiene además como finalidad que seamos sabios, y que andemos como es digno del
llamamiento al que hemos sido llamados por Dios.
1ª Tesalonicenses 2:12:
Y os encargábamos que anduvieseis como es
digno de Dios, que os llamó a su reino
y gloria.
Tenemos que andar dignos del Señor. Ya
hemos visto lo mismo en Colosenses 1:10, y además añade “agradándole en todo”.
En esta Epístola a los tesalonicenses también se trata con este mismo asunto.
1ª Tesalonicenses 2:4:
Sino que según fuimos aprobados por Dios
para que se nos confiase el evangelio, así
hablamos; no como para agradar a los hombres, sino a Dios que prueba nuestros corazones.
Pablo, Silas, y Timoteo no predicaban el
evangelio para agradar a los hombres sino a Dios.
1ª Tesalonicenses 4:1:
Por lo demás hermanos, os rogamos y
exhortamos en el Señor Jesús que de la manera
que aprendisteis de nosotros como os conviene conduciros y agradar a Dios, así abundéis más y más.
El gran objetivo de nuestro andar no puede
ser el agradar a los hombres, sino agradar a Dios. Tenemos que abundar más y
más en vivir nuestras vidas agradando a Dios. Si perseveramos en agradar a Dios
en nuestras vidas, no tendremos que preocuparnos en ser agradables a nadie más.
Nuestras vidas llegarán a ser todo lo agradables posible de una forma natural
para todos aquellos que nos rodean.
2ª Timoteo 2:3 y 4:
Tú, pues, sufre penalidades como buen
soldado de Jesucristo.
Ninguno que milita se enreda en los
negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que
lo tomó por soldado.
De la misma forma que un soldado no tiene
el privilegio de vivir su vida igual que una persona civil, si quiere tener el
compromiso y la disciplina necesaria para agradar a sus superiores jerárquicos,
de la misma forma dice: que tampoco podemos nosotros vivir como los incrédulos
si queremos agradar a Dios.
Hebreos 11:5 y 6:
Por la fe Enoc fue traspuesto para no ver
muerte, y no fue hallado, porque lo traspuso
Dios; y antes que fuese traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a Dios.
Pero sin fe es imposible agradar a Dios;
porque es necesario que el que se acerca a Dios
crea que le hay y que es galardonador de los que le buscan.
La creencia le agrada a Dios, pero a Dios no
se agrada en la incredulidad. Aunque tengamos un gran compromiso y nos
consagremos en servicio sinceramente, si no tenemos fe, no podemos agradar a
Dios.
Romanos 12:1:
Así que, hermanos, os ruego por las
misericordias de Dios, que presentéis vuestros
cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.
Tenemos que “presentar nuestros cuerpos” –una
figura literaria en la cual se coloca una parte para determinar la totalidad, significando
“todo nuestro ser”– en un “sacrificio vivo”. Cuando vivimos para Dios, le somos
agradables en todo. Cuando vivimos para nosotros mismos, no le podemos ser
agradables en nada.
Efesios 5:8-11:
Porque en otro tiempo erais tinieblas, más
ahora sois luz en el Señor, andad como hijos
de luz.
(porque el fruto del espíritu es en toda bondad,
justicia y verdad)
Comprobando lo que es agradable al Señor.
Y no participéis en las obras infructuosas
de las tinieblas, sino más bien reprendedlas.
Ya no estamos en tinieblas; ya estuvimos y
éramos parte de las tinieblas. Esa era nuestra naturaleza. Pero ahora no
solamente estamos en luz; también somos la luz. Esa es nuestra nueva
naturaleza. Podemos andar como hijos de luz porque eso es lo que somos. Cuando
andamos por este camino, somos agradables a Dios. Cuando andamos en comunión
con las obras infructuosas de las tinieblas, no podemos agradarle.
Hubo un hombre que anduvo siempre
agradándole.
Juan 8:29:
Porque el que me envió, conmigo está; no me ha
dejado solo el Padre, porque yo hago
siempre lo que le agrada.
Jesús fue la única persona que pudo decir
que siempre agradó al Padre. Aunque nosotros no podamos hacer la misma
declaración y agradarle perfectamente siempre, si podemos tener el deseo y el
intento de llevarlo a cabo. No hay nada más grande a lo que podamos aspirar.
Pero, ¿Cómo podemos llegar nosotros a tener una vida que le agrade a Dios?
Pablo fue ciertamente un hombre que anduvo con este deseo.
Romanos 7:22:
Porque según el hombre interior me deleito
en la ley de Dios.
Al igual que su Señor, Pablo se deleitaba
haciendo la voluntad de Dios, pero en algunos momentos, hacía exactamente lo
opuesto.
Romanos 7:15:
Porque lo que hago, no lo entiendo; pues
no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco,
eso hago.
DIOS Y EL HOMBRE TRABAJANDO JUNTOS
Pablo, en el momento de su vida que él mismo
describe en el capítulo siete de la epístola de Romanos, estaba andando según
sus propios sentimientos. Todavía no se había dado cuenta de su identificación
en Cristo. Quería desesperadamente ser agradable a Dios, pero se sentía
frustrado y deshecho viendo su incapacidad para hacer aquella voluntad.
Posteriormente llegaría a darse cuenta de un gran principio que aplicó en su
andar: asociarse con Dios.
Filipenses 2:12 y 13:
Por tanto, amados míos, como siempre
habéis obedecido, no como en mi presencia
solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos de vuestra salvación con temor y temblor.
Porque Dios es el que en vosotros produce
así el querer como el hacer, por su buena
voluntad.
Williams nos ofrece la siguiente
traducción de estos mismos versículos:
“Por eso, mis muy queridos y amados
amigos, así como siempre fuisteis obedientes, así ahora con reverencia y temor
guardaros siempre trabajando para que traigáis en evidencia la finalidad de
vuestra salvación, no solamente como pensabais cuando estaba con vosotros, sino
mucho más porque ahora estoy lejos; pues es Dios mismo quien está trabajando en
vosotros y ayudándoos a que deseéis y llevéis a cabo Su buena voluntad.”
Kenneth Wuest analiza:
“En el versículo doce, nos encontramos con
la responsabilidad humana, en el trece con la permisión Divina, la balanza
perfecta que se debe mantener para que una vida Cristiana se viva de la mejor
manera. No que digamos “dejémonos ir y dejémosle todo a Dios” a la aventura.
Sino que es un “permanezcamos con seguridad y firmeza en nuestro negocio con
Dios”. Es una cooperación mutua con el Espíritu Santo dentro de una actividad e
interés por los asuntos de Dios. Los santos no deben meramente descansar en el
Espíritu Santo para obtener victoria sobre el pecado y la producción de
santidad en sus vidas. En adición a esta dependencia sobre el Espíritu, ellos
deben decir un No positivo al pecado y ejercitarse a sí mismos haciendo lo
correcto...”
Dos extremos que caracterizan muy a menudo
a la Cristiandad. Un extremo coloca toda la responsabilidad sobre Dios. Muchos cristianos
se pasan la vida esperando que Dios haga todo en sus vidas. Estos son los que
están esperando que Dios hable en lenguas a través de ellos. Nunca va a suceder
tal cosa, pues Dios trabaja en colaboración con el hombre. Cuando se trata de
las manifestaciones, así de hablar en lenguas, como de todas las demás, el
hombre tiene que tomar acción. Esto se hace patente en todas las áreas de la
vida. Todos aquellos que están esperando que Dios realice todas las cosas no verán
ningún resultado en sus vidas.
El otro extremo coloca todo el énfasis en
el hombre. Muchos son los que toman la actitud de que, una vez que Dios los ha
salvado, ahora ellos tienen que vivir sus vidas Cristianas a través de sus
propios esfuerzos. La persona que lleva a cabo este intento se verá rápidamente
derrotada.
En esta colaboración y sociedad dinámica,
nosotros hacemos lo mejor que podemos, pero Dios trabaja dentro de nosotros
para que deseemos y hagamos aquello que verdaderamente le agrada a Él. El hombre
sin Dios solamente demuestra frustración, futilidad y fracaso, mientras que
Dios sin la cooperación del hombre solamente puede esperar pacientemente para
que se hagan evidentes Sus planes y propósitos. Nada singular sucede en la
tierra hasta que se da la cooperación entre Dios y el hombre, trabajando juntos
el uno con el otro.
Hebreos 13:20 y 21:
Y el Dios de paz que resucitó de los
muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor
de las ovejas, por la sangre del pacto eterno,
os haga aptos en toda obra buena para que
hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros
lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Esta es una oración para los creyentes.
Las palabras “Os haga aptos en toda obra buena” significan “haciéndoos
completos y equipándoos de toda cosa buena”. La Biblia Ampliada traduce así el versículo 21:
“Fortaleciéndoos (completa y perfectamente) y haciendo de vosotros lo que
debéis ser, y equipándoos con toda cosa buena para que podáis llevar a cabo Su
voluntad: Mientras El Mismo) trabaja en vosotros y finaliza lo que es agradable
a Sus ojos...”. Si estamos empeñados en llevar a cabo la voluntad de Dios, y
experimentamos que aquello que no queremos hacer, eso hacemos, y que las cosas
que queremos hacer, esas no las hacemos, la causa del problema se debe a que
estamos intentando hacerlo por nuestros propios esfuerzos. La oración que hemos
visto para los creyentes es que la voluntad de Dios trabaje dentro de nosotros
aquello que le es verdaderamente agradable a Sus ojos. William MacDonald dice
al respecto:
“Existe una curiosa mezcla de lo Divino y
de lo humano aquí. Dios nos equipa con toda cosa buena. Dios trabaja en
nosotros aquello que le es agradable a Sus ojos. Lo realiza a través de Jesucristo.
Y después, somos nosotros que hacemos Su voluntad. En otras palabras, El coloca
dentro de nosotros el deseo. Él nos da el poder de hacerlo; entonces lo
hacemos; y Él nos recompensa.
Hay tantas veces en la Palabra de Dios en
que las cosas importantes que están disponibles para los creyentes están
basadas en los moldes de una oración. ¿Por qué sucede así? Pues porque la
oración es donde le pedimos a Dios por las cosas que no podemos hacer nosotros,
nos dan el conocimiento de las cosas que pertenecen a nuestra colaboración con
Él. En esta colaboración, ninguna de las partes puede completar por sí mismo lo
que se necesita llevar a cabo. Vamos a observar otra oración sobre este mismo
tema.
2ª Tesalonicenses 1:11:
Por lo cual asimismo oramos siempre por
vosotros, para que nuestro Dios os tenga por
dignos de su llamamiento, y cumpla todo propósito de bondad y toda obra de fe con su poder.
La palabra “cumpla” podría haber sido
traducida como “os llene con”, “os complete”. La expresión “todo propósito de bondad”
debería haber sido traducida: “todo deseo (o deleite) de bondad”. Ambas son
verdad. Dios nos llena de todo deseo en y de toda bondad. A medida que
maduramos en nuestras vidas cristianas, mudan y maduran también nuestros
deseos. Se da un crecimiento que está más y más en armonía con aquello que Dios
desea para nosotros. Y además, El es el que nos coloca esos deseos dentro de
nosotros.
¿No es maravilloso que Dios, en Su
sabiduría, haya preparado esta nueva vida en la cual El y el hombre tengan y
estén en tan estrecha colaboración? Dios nunca hizo robots ni nos dejó solos.
El decidió que todo lo que suceda aquí en la tierra debe ser hecho en
colaboración con el creyente. Considérelo como a un padre sabio trabajando con
su hijo. Cuando una madre le confiere a su hija una labor a cumplir. Ella no
hace el trabajo que le compite a su hija, ella espera que su hija la realice
sin su supervisión. Trabajan juntas para llevar a cabo y a buen término aquella
labor. Nuestra sociedad y colaboración con Dios es todavía más grande que la
relación entre un padre y un hijo. ¡Que maravilloso privilegio tenemos en esta
colaboración con nuestro Padre!
Consideremos ahora una sección de la
primera gran oración del Libro de Efesios.
Efesios 1:17-19:
Para que el Dios de nuestro Señor
Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él.
Alumbrando los ojos de vuestro
entendimiento, para que sepáis cual es la esperanza
a que él os ha llamado, y cuales las riquezas de la gloria de su herencia en los santos.
Y cual la supereminente grandeza de su
poder para con nosotros los que creemos, según
la operación del poder de su fuerza.
Dios quiere que sepamos que la
supereminente grandeza de su poder está disponible para los que creen. ¿Quién
provee el poder? Dios lo provee.
Hechos 10:38:
Cómo Dios ungió con el espíritu santo y
con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste
anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.
Mateo 12:28:
Pero si yo por el espíritu de Dios echo
fuera los demonios, ciertamente ha llegado a
vosotros el reino de Dios.
Dios proveyó el poder de espíritu santo a
Jesús, pero Jesús utilizó ese poder para sanar y echar fuera los espíritus
diabólicos. Jesús no proveyó el poder, y Dios no sanó ni expulsó los espíritus
diabólicos.
Hechos 1:8:
Pero recibiréis poder, cuando haya venido
sobre vosotros el espíritu santo, y me seréis
testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.
También nosotros hemos recibido el mismo
poder o habilidad del espíritu santo para
que podamos hacer las mismas obras que él hizo (Juan 14:12). ¿Quién es el responsable por el uso de tal poder?
Nosotros somos los responsables.
Hechos 3:6:
Más Pedro dijo: No tengo plata ni oro,
pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo
de Nazaret, levántate y anda.
Pedro tenía el poder espiritual y la
habilidad para sanar a este hombre, pero el hombre no podría haber sido sanado
si Pedro no hubiese utilizado lo que le había sido otorgado. Si Pedro no
hubiese ejercitado su habilidad espiritual, no podría haberle sido impartida la
sanidad a este hombre. Aquí se observa
la sociedad con Dios. Dios provee la habilidad, pero Pedro tuvo que actuar para
que se diese la sanidad en el hombre que era cojo.
1ª Corintios 2:4:
Y ni mi palabra ni mi predicación fue con
palabras persuasivas de humana sabiduría,
sino con demostración del espíritu y de poder.
La palabra “demostración” pudo haberse
traducido “una acción demostrativa” o como lo define Thayer “una acción
demostrativa poderosa”. Dios le dio el espíritu a Pablo, el cual es poder
inherente. Pablo era el responsable por demostrarlo a través de la operación de
las manifestaciones del espíritu. Existen muchos renacidos que tienen el
mismísimo poder que tenía Pablo pero no lo manifiestan ni lo demuestran.
1ª Corintios 12:6 y 7:
Y hay diversidad de operaciones, pero Dios,
que hace todas las cosas en todos, es el
mismo.
Pero a cada uno le es dada la
manifestación del espíritu para provecho.
Dios le da la energía a cada operación del
espíritu, pero cada creyente es responsable por manifestarlas. De acuerdo a
Bullinguer, la palabra “manifestación” puede ser definida como “una acción
manifiesta”. El Léxico Analítico Griego la define como “una evidencia externa de un
principio latente”. Dios nos ha dado la habilidad, pero la manifestación, o
evidencia, de ese poder espiritual es responsabilidad nuestra. Esto es verdad
para todas las manifestaciones del espíritu.
Dios no solamente nos dio el don de
espíritu santo, sino que además también pone la energía en ese espíritu cuando
nosotros lo operamos. Si conocemos esta verdad estaremos capacitados para
entender la conclusión de la segunda gran oración en Efesios.
Efesios 3:20:
Y a aquel que es poderoso para hacer todas
las cosas mucho más abundantemente de
lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros.
Dios es quien hace todo mucho más
abundantemente de lo que pedimos o entendemos, pero lo realiza de acuerdo al
poder que actúa en nosotros. Ese poder solamente recibe su energía cuando
nosotros lo operamos. Una vez más podemos observar y apreciar la maravillosa
colaboración que tenemos con nuestro Padre celestial.
LLEVANDO FRUTO EN TODA BUENA OBRA
Colosenses 1:10:
Para que andéis como es digno del Señor,
agradándole en todo, llevando fruto en toda
buena obra.
En este caminar, digno y agradable al
Señor, adquirimos y llevamos frutos en todo lo que hacemos. Algunas de las
grandes lecciones sobre los frutos fueron enseñadas por Jesús a sus discípulos.
Juan 15:7 y 8:
Si permanecéis en mí, y mis palabras
permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis,
y os será hecho.
En esto es glorificado mi Padre, en que
llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.
Solamente podemos producir frutos cuando
permanecemos en Cristo y le permitimos que permanezca en nosotros. Sin él no
podemos hacer absolutamente nada. En un estudio posterior sobre “Comunión con
Jesucristo”, vamos a considerar esta sección detalladamente.
Si nos fuese posible traer en evidencia
verdaderos frutos a través de nuestras propias obras, eso sería para nuestra
propia gloria. Podríamos vanagloriarnos de nuestra propia disciplina,
compromiso y esfuerzo. En vez de estar estrechamente ligados a Dios, podríamos
alejarnos de Él. Cuando permanecemos en Cristo y él permanece en nosotros, los
frutos que se traen en evidencia son para la gloria de Dios única y
exclusivamente. Un excelente examen a nuestra vida es preguntarnos quien recibe
la gloria de nuestros frutos.
Versículo 16:
No me elegisteis vosotros a mí, sino que
yo os elegí a vosotros, y os he puesto para
que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, El os lo dé.
Hemos sido escogidos para que llevemos
frutos.
Colosenses 1:5 y 6:
A causa de la esperanza que os está
guardada en los cielos, de la cual ya habéis oído
por la palabra verdadera del evangelio,
Que ha llegado hasta vosotros, así como a
todo el mundo, y crece también en vosotros
desde el día que oísteis y conocisteis la gracia de Dios en verdad.
La palabra verdadera, que esta en el
evangelio, trae en evidencia los frutos en las vidas de los que las oyen y las
creen. En la oración que estamos estudiando, Pablo ora y le pide a Dios que los
creyentes en Colosas sean llenos de una manera precisa y personal del
conocimiento de Su voluntad, en toda sabiduría y entendimiento espiritual para
que puedan andar dignos del Señor, serle agradables en todo, y llevando fruto
en “toda buena obra”. Veamos la primera ocurrencia de esta expresión “buenas
obras” en el Nuevo Testamento.
Mateos 5:16:
Así alumbre vuestra luz delante de los
hombres, para que vean vuestras buenas obras,
y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.
Nosotros hacemos estas buenas obras, pero
no somos nosotros que las originamos. Nuestra actitud no debería ser, “¿Has
visto lo que yo hago?” sino, “¿Has visto la habilidad que Dios me ha dado el
privilegio de realizar? ¡Que Padre tan maravilloso tenemos!” Este es el trabajo
más amoroso en el mundo – provee de abrigo a los que no tienen techo, da de
comer a los hambrientos, sana y es medicina para los enfermos – hay algunas
obras que luciendo admirablemente, muy a menudo le conceden la gloria a los
individuos y a las organizaciones en vez de a quien verdaderamente le
pertenece, a Dios. Por eso no se deben considerar que sean las mismas obras que
dice la Biblia.
Efesios 2:10:
Porque somos hechura suya, creados en
Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios
preparó de antemano para que anduviéramos en ellas.
Estas buenas obras no tienen nada que ver
con nuestra salvación, sino que las preparó Dios de antemano para que
anduviésemos en ellas. Esto nos quita cualquier mérito de nuestra parte, pues
no tenemos que fabricar nuestras propias obras. Dios preparó de antemano las
buenas obras, pero no fue, ni El puede, andar en ellas. El necesita del
creyente para que se camine sobre ellas. Otra vez vemos la impresionante asociación
que disfrutamos con Dios.
2ª Timoteo 3:16 y 17:
Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil
para enseñar, para redargüir y para corregir
en justicia,
A fin de que el hombre de Dios sea perfecto,
enteramente preparado para toda buena
obra.
¿Cómo vamos a poder ser llenos con todo el
pleno, preciso y personal conocimiento de la voluntad de Dios si no conocemos
las Escrituras en las cuales se encuentra la voluntad revelada de Dios en forma
escrita? Si vamos a ser “perfectos, enteramente preparados para toda buena obra”,
eso requiere la doctrina, reprobación y corrección necesarias, las cuales
constituyen la instrucción en justicia que nos dan las Escrituras. Es muy fácil
para los creyentes disfrutar de la enseñanza y desechar la reprobación y la
corrección. Sin embargo las tres son necesarias para nuestra instrucción de
cómo vivir y cómo debemos comportarnos correctamente. La palabra “Instrucción”
que aparece como “corregir” en la versión castellana Reina -Valera se deriva de
un término griego que define “El entrenamiento de un niño”. Cuando los padres
instruyen y entrenan a su hijo, no es normal que éste haga las cosas bien a la
primera. Los padres se confrontan en muchas ocasiones con el mal comportamiento
repetidamente y tienen que recordarles a sus hijos cual es la conducta
correcta. Dios trabaja con nosotros de la misma manera.
Hebreos 12:11:
Es verdad que ninguna disciplina al
presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza;
pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.
La palabra “disciplina” es la misma
palabra griega que en otras partes se traduce por “instrucción”, como es el
caso en 2ª Timoteo 3:16. A nadie le gusta ser reprendido o corregido. Sin
embargo, se hace necesario cuando se quiere ser bien instruido. Cuando nos
sometemos al método de instrucción de Dios y nos regimos por las Escrituras,
“el fruto apacible de justicia” se evidenciará en nuestras vidas y estaremos
completamente preparados para toda buena obra.
Tito 2:14:
Quien se dio a sí mismo por nosotros para
redimirnos de toda iniquidad y purificar para
sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.
Jesucristo dio su vida por nosotros y para redimir
y purificar un pueblo que vendría a ser el especial tesoro de Dios, hombres y
mujeres celosos de buenas obras.
CRECIENDO EN EL CONOCIMIENTO DE DIOS
Colosenses 1:10:
Para que andéis como es digno del Señor,
agradándole en todo, llevando fruto en toda
buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios.
Pablo oró para que estos creyentes “crecieran
en el conocimiento de Dios”. La expresión “en el conocimiento de Dios” tiene
una mejor traducción en otras versiones: “a través del conocimiento de Dios”.
La palabra “conocimiento” es otra vez la palabra griega Epignôsis. La oración comienza pidiendo que los
creyentes sean llenos del perfecto, preciso y personal conocimiento de la
voluntad de Dios. Ahora Pablo, siguiendo la misma oración, le pide al Padre
para que los creyentes crezcan a través de ese conocimiento
1ª Corintios 3:6 y 7:
Yo planté, Apolos regó; pero el
crecimiento lo ha dado Dios.
Así que ni el que planta es algo, ni el
que riega, sino Dios que da el crecimiento.
El crecimiento lo genera Dios. No podemos
pensar que el trabajo de regar o de plantar sea comparable al de dar el
crecimiento. Debemos ser honestos y saber que nuestros esfuerzos no son nada
comparados con los que Dios realiza causando el crecimiento. Dios hace la parte
más importante y más grande del trabajo, pero, aún así, nosotros debemos
colaborar con la nuestra.
1ª Pedro 2:2:
Desead como niños recién nacidos, la leche
espiritual no adulterada, para que por ella
crezcáis para salvación.
Los nuevos creyentes deben desear. Nada
sucede cuando no se desea. Somos alimentados con leche cuando somos bebés
porque es básicamente lo único que podemos digerir. Esa leche nos capacita para
crecer hasta que nuestros cuerpos admiten alimento sólido. El creyente que
acaba de recibir a Cristo debe desear alimentarse de la leche de la Palabra
para que pueda crecer y sea partícipe después del alimento sólido. En algunas
ocasiones los creyentes no salen de la leche espiritual porque continúan permaneciendo en sus mentes carnales.
1ª Corintios 3:1-3:
De manera que yo, hermanos, no pude hablaros
como a espirituales, sino como a carnales,
como a niños en Cristo.
Os di a beber leche, y no vianda; porque
aún no erais capaces, ni sois capaces todavía.
Porque aún sois carnales; pues habiendo
entre vosotros celos, contiendas y disensiones,
¿No sois carnales y andáis como hombres?
Estos creyentes ya debían ser maduros.
Entre tanto que vivamos en envidias, celos y contiendas, ¿Cómo va a ser posible
alimentarnos de la Palabra – y crecer en el gran Misterio de un solo cuerpo
revelado en Efesios? El deseo de Dios es que crezcamos por encima de nuestra
infancia espiritual, que lleguemos a ser maduros.
Efesios 4:14 y 15:
Para que ya no seamos niños fluctuantes,
llevados por doquiera de todo viento de doctrina,
por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error.
Sino que siguiendo la verdad en amor,
crezcamos en todo en aquel que es la cabeza,
esto es, Cristo.
En vez de permanecer como “niños” tenemos
que crecer en todos los aspectos en la Cabeza, que es Jesucristo.
Colosenses 2:19:
Y no asiéndose de la Cabeza, en virtud de
quien todo el cuerpo, nutriéndose y uniéndose
por las coyunturas y ligamentos, crece con el conocimiento que da Dios.
Partiendo de la Cabeza, todo el Cuerpo de
Cristo entero crece con el crecimiento que da Dios. En Efesios y Colosenses, el
completo, preciso y personal conocimiento de la voluntad de Dios nos guía a las
grandes verdades del Misterio. Cuando nosotros aplicamos estas maravillosas
verdades en nuestras vidas se producen cambios maravillosos, en las vidas. Se
mudan las dietas de leche por la comida sólida.
FORTALECIDOS CON TODO PODER PARA TODA
PACIENCIA Y LONGANIMIDAD CON GOZO
Colosenses 1:11:
Fortalecidos con todo poder conforme a la
potencia de su gloria, para toda paciencia
y longanimidad con gozo.
La oración requiere que los creyentes sean
“fortalecidos con todo poder”. En el griego se usa básicamente la misma palabra
en dos formas diferentes. La palabra “fortalecidos” es el verbo dunamoô, que podría haber sido traducido como
“hechos poderosos”, o “capacitados”. Y la palabra “Poder” es dunamis, que significa “poder inherente” o
“habilidad”. Así que podríamos leer esta expresión como una redundancia enfática
“hechos poderosos con todo poder” o “capacitados con toda habilidad”. Aquí se
da una figura literaria que se conoce como poliptoton en
la cual aparece la misma palabra con formas diferentes. Lo que le da un gran
énfasis aquí al poder que está disponible para los creyentes. Williams lo
traduce “hechos perfectamente poderosos”.
En Colosenses 1:10 se ora para que seamos hechos
poderosos con todo poder de acuerdo a Su glorioso poder, o literalmente, “a la
fortaleza de Su gloria (poder manifiesto)”. Podríamos suponer que esta oración
sirviese para que a través de este fortalecimiento se manifestasen señales,
milagros y maravillas o la poderosa operación de un ministerio dentro de la
Iglesia. Podríamos imaginarnos perfectamente poderosos para que fuésemos
testigos más dinámicos y eficaces del evangelio. Pero no, esta oración lo que
pide específicamente es que los santos sean “completamente poderosos para que
tengan toda paciencia y longanimidad con gozo”. La asociación poderosa, aquí,
no se encuentra en una obra exterior prodigiosa, sino en el trabajo interior y
milagroso de Dios dentro de la transformación del carácter de cada renacido.
La palabra griega “paciencia” significa
“resistente paciencia”. Lo que esta palabra indica va más allá que una simple
espera. Contiene una idea asociada de perseverancia. La primera ocurrencia la
tenemos en Lucas.
Lucas 8:15:
Más la que cayó en buena tierra, éstos son
los que con corazón bueno y recto retienen
la palabra oída, y dan fruto con perseverancia.
En este versículo vemos como esta palabra
representa algo más que esperar hasta que la cosecha esté lista. El labrador no
se puede dar al lujo de quedarse sentado en casa. Necesita continuamente cuidar
de sus campos hasta que llegue la cosecha. Tiene que preparar el suelo, plantar
la semilla, y cuidar de las plantas separándola de las dañinas hasta la
cosecha. De otra manera no podrá ver crecer correctamente su labor, debe
trabajar con rigor para providenciar las mejores condiciones para el desarrollo
de lo que se ha sembrado. De la misma manera, si queremos que la Palabra de
Dios sea fructuosa en nuestras vidas, debemos preparar el suelo de nuestros
corazones con rigor y ser pacientes y perseverantes, para que esa Palabra críe
sus raíces y crezca.
Estamos completamente llenos de poder para
poder hacer frente pacientemente y soportar las circunstancias negativas que
nos rodean y, además, para ser longánimos con las personas. La palabra
“longanimidad” se refiere a la paciencia necesaria en el trato con la gente, es
una paciencia sin represalias para con los errores de los otros. La primera vez
que aparece esta palabra se encuentra en Mateo.
Mateo 18:21-27:
Entonces se le acercó Pedro y le dijo:
Señor, ¿Cuantas veces perdonaré a mi hermano
que peque contra mí? ¿Hasta siete?
Jesús le dijo: No te digo hasta siete,
sino aun hasta setenta veces siete.
Por lo cual el Reino de los cielos es
semejante a un rey que quiso hacer cuentas con
sus siervos.
Y comenzando a hacer cuentas, le fue
presentado uno que le debía diez mil talentos.
A este, como no pudo pagar, ordenó su
Señor venderle, y a su mujer e hijos, y todo
lo que tenía, para que se le pagase la deuda.
Entonces aquel siervo, postrado, le
suplicaba, diciendo: Señor ten paciencia conmigo,
y yo te lo pagaré todo.
El señor de aquel siervo, movido a
misericordia, le soltó y le perdonó la deuda.
El rey tenía todo el derecho de castigar
al hombre que había incurrido en tamaña deuda. No en tanto, el hombre le pidió
al rey que fuese paciente con él para poder restituirle el agravio. En vez de
llevar a cabo el castigo, el rey lo que hizo fue perdonarle. Tomó en cuenta el
clamor de este hombre. En esta primera ocurrencia de esta palabra, que después
se traduce como “longanimidad” en Colosenses 1:11, nos podemos dar cuenta que
esta paciencia en el trato con las personas lleva consigo mucho perdón y
olvido. Cuando perdonamos a alguien, tenemos que dejar de lado nuestra
amargura, enojo, ira y maledicencia, aunque tengamos razón para manifestarla, y
no responder con la misma medida a sus ofensas. Caminar como es digno del Señor
envuelve mucha longanimidad para con los demás.
Efesios 4:1 y 2:
Yo pues, preso en el Señor, os ruego que
andéis como es digno de la vocación con que
fuisteis llamados.
Con toda humildad y mansedumbre,
soportándoos los unos a los otros en amor.
Es imposible tener paciencia cuando,
aunque no paguemos con la misma moneda un agravio, lo mantengamos recordando y
cargándolo en nuestra memoria, a lo cual se denomina en la Biblia “rencor”. Hay
muchas ocasiones en la vida en donde estamos tan enfadados con alguien que
podemos fácilmente descontrolarnos y estar furiosos, no obstante, tenemos que
saber que olvidar amorosamente es una de las características de nuestra nueva
naturaleza. En el tercer capítulo de Colosenses tenemos todos estos términos
juntos.
Colosenses 3:12 y 13:
Vestíos, pues, como escogidos de Dios,
santos y amados, de entrañable misericordia,
de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia;
Soportándoos unos a otros, y perdonándoos
unos a otros si alguno tuviere queja contra
otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros.
En nuestra longanimidad para con los
otros, tiene que residir tanto el perdón como el olvido. Y además, la oración
en Colosenses nos dice que estamos tan llenos del poder y de la fuerza de Su
gloria para que estemos gozosos cuando soportemos las dificultades de las
circunstancias que nos rodean y para que seamos pacientes con los que causen
daños y amarguras. Al mismo tiempo que nos proponemos hacer esto, Dios nos
capacita con todo el gozo para llevarlo a cabo.
Colosenses 1:9-11:
Por lo cual también nosotros, desde el día
que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros,
y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual.
Para que andéis como es digno del Señor,
agradándole en todo, llevando fruto en toda
buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios.
Que maravillosa es ésta oración. Cuan
grande es el privilegio que tenemos de andar en sociedad y colaboración con
Dios. Él es el que nos llena de todo el preciso y personal conocimiento de Su
voluntad con toda sabiduría e inteligencia espiritual para que podamos andar
dignos del Señor y siéndole agradables en todo lo que hacemos, llevando fruto
en toda buena obra, y creciendo a través de este conocimiento Suyo. Dios
trabaja en nosotros para que podamos realizarlo. Todas nuestras obras,
entonces, le dan la gloria a Dios. Y además, nos empapa de todo el poder de
acuerdo a la fuerza de Su gloria para que soportemos con paciencia y seamos
longánimos y estemos gozosos.
Comentarios