LA NATURALEZA DE LA CREENCIA- FRAGMENTO 4 DEL LIBRO "UNA ASOCIACIÓN PODEROSA-LA COMUNIÓN DE LOS CREYENTES" Por Ken Petty
CAPÍTULO TRES
Hebreos 11:1:
Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera,
la convicción de lo que no se ve.
La palabra “fe” podría haberse traducido como
“creencia”. La palabra “certeza” proviene de la palabra griega hupostasis, de hupo, que
significa “debajo de”, y stasis, que
significa “estar de pie”. Por lo cual, esta palabra hupostasis la podríamos definir como lo que está de pie debajo de aquellas cosas que
son objeto de nuestra esperanza. Es por tanto el suelo o la base sobre el cual
se edifican nuestras esperanzas. Por ejemplo, ahora estamos esperando nuestros
nuevos cuerpos. La base de nuestra esperanza, no es algo que podamos ver con
nuestros cinco sentidos, la base de nuestra esperanza es la creencia o
convicción de la promesa dada en la Palabra escrita de que tendremos esos
nuevos cuerpos. Una vez que no se puede ver aquello por lo que esperamos, no
podemos jamás edificar la esperanza sobre una realidad visible. La palabra que
se traduce “certeza” era usada muy a menudo por los griegos con el sentido de
“titulo de propiedad”. Entre los griegos, hupostasis se utilizaba para definir un término legal de
todo el conjunto de documentos concernientes a la propiedad de una persona,
estos eran depositados en archivos y constituían la prueba de propiedad.
La versión Berkeley de la Biblia traduce así
Hebreos 11:1: “Pero la fe forma un suelo firme para aquello por lo que se tiene
esperanza, una convicción de realidades que no se ven”. Y Wuest hace la
siguiente traducción: “Ahora bien, la fe es el título de propiedad de aquello
por lo que se tiene esperanza, la prueba de las cosas que no se pueden ver”.
Una vez que no estamos presentemente en posesión de las cosas que esperamos, la
única prueba que tenemos de que son nuestras es creer que Dios es fiel y
verdadero a Su Palabra y a Sus promesas. Solo por esto estamos convencidos de
esas cosas, aun cuando no las veamos.
Las palabras “lo que se espera” se refieren a
todo lo que no poseemos presentemente. Esperar siempre indica algo que se encuentra
en el futuro. Este versículo combina convicción y esperanza. La convicción o
creencia es el titulo de propiedad que nos garantiza las cosas que son objeto
de nuestra esperanza. ¿Se puede decir que un título de propiedad nos hace
poseedores de los bienes? Claro que sí, ¿Indica posesión inmediata? No
necesariamente. Yo podría tener el título de propiedad de mi camioneta, pero si
alguien se la hubiera robado, ellos tendrían posesión de ella, aunque yo fuera
el legítimo dueño. Imaginemos, por ejemplo, que pagué en efectivo la totalidad
del dinero para la adquisición de un mueble a un carpintero de buena reputación
y de quien he recibido un talón de compra. Una vez que el carpintero no tenía
disponible en sus almacenes el mueble encargado, me dio un plazo de seis
semanas para entregármelo en mi domicilio. La factura de compra prueba que yo
soy el propietario de dicho mueble, pero todavía no lo tengo en mi posesión.
Hasta que llegue a mi casa, tengo la esperanza, o sea que estoy en expectativa
confiada de que se va a entregar el sofá a mi casa. De la misma manera, como
creyentes renacidos, tenemos ciertas promesas de cosas que no serán obtenidas
en esta vida presente, tal como el nuevo cuerpo y nuestra herencia plena.
Tenemos el título de propiedad para esas cosas, aunque no tenemos actualmente
posesión de ellas.
JEREMÍAS ADQUIRIÓ UN CAMPO
El capítulo 32 del libro de Jeremías contiene
un registro de la compra de un campo a su primo. En aquel tiempo el ejército de
Babilonia tenía cercada la ciudad de Jerusalén, y Jeremías acababa de
profetizar que Judá sería derrotado por sus enemigos y usurparían toda la
tierra. Esa era la circunstancia que reinaba cuando Dios le dijo a Jeremías que
comprase la tierra y de que cerrase el negocio con la evidencia de testigos.
Jeremías 32:6 Dijo Jeremías:
Palabra de Jehová vino a mí, diciendo: 32:7 He aquí que Hanameel hijo de Salum
tu tío viene a ti, diciendo: Cómprame mi heredad que está en Anatot; porque tú
tienes derecho a ella para comprarla.
32:8 Y vino a mí
Hanameel hijo de mi tío, conforme a la palabra de Jehová, al patio de la
cárcel, y me dijo: Compra ahora mi heredad, que está en Anatot en tierra de
Benjamín, porque tuyo es el derecho de la herencia, y a ti corresponde el
rescate; cómprala para ti. Entonces conocí que era palabra de Jehová.
32:9 Y compré la
heredad de Hanameel, hijo de mi tío, la cual estaba en Anatot, y le pesé el
dinero; diecisiete siclos de plata.
32:10 Y escribí la
carta y la sellé, y la hice certificar con testigos, y pesé el dinero en
balanza.
32:11 Tomé luego la
carta de venta, sellada según el derecho y costumbre, y la copia abierta.
32:12 Y di la carta de
venta a Baruc hijo de Nerías, hijo de Maasías, delante de Hanameel el hijo de
mi tío, y delante de los testigos que habían suscrito la carta de venta,
delante de todos los judíos que estaban en el patio de la cárcel.
A cambio de diecisiete siclos de plata,
Jeremías recibió el título de propiedad.
Versículos 13-15:
Y di orden a Baruc delante de ellos diciendo:
Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de
Israel: Toma estas cartas, esta carta de
venta sellada, y esta carta abierta, y ponlas en una vasija de barro, para que
se conserven muchos días.
Porque así ha dicho Jehová de los ejércitos,
Dios de Israel: Aún se comprarán casas,
heredades y viñas en esta tierra.
Que tiempo tan inoportuno para comprar una
propiedad – Justo cuando tu enemigo está preparado y listo para conquistar la
tierra. Sería como invertir en acciones antes de un derrumbe en la bolsa.
Jeremías se cuestionaba el porqué Dios le movió a realizar esta compra, por eso
le preguntó, y Dios le dio esta respuesta:
Versículos 16, 24-28, y de 42-44:
Y después que di la carta de venta a Baruc hijo
de Nerías, oré a Jehová, diciendo:
He aquí que con arietes han acometido la ciudad
para tomarla, y la ciudad va a ser entregada
en manos de los caldeos que pelean contra ella, a causa de la espada, del hambre y de la pestilencia; ha venido, pues,
a suceder lo que tu dijiste, y he aquí lo
estás viendo.
¡Oh Señor Jehová! ¿Y tu me has dicho: Cómprate
la heredad por dinero, y pon testigos;
aunque la ciudad sea entregada en manos de los caldeos?
Y vino palabra de Jehová a Jeremías diciendo:
He aquí que yo soy Jehová, Dios de toda carne;
¿Habrá algo que sea difícil para mí?
Por tanto, así ha dicho Jehová: He aquí voy a
entregar esta ciudad en manos de los caldeos,
y en mano de Nabucodonosor rey de Babilonia, y la tomará.
Porque así ha dicho Jehová: Como traje sobre
este pueblo todo este gran mal, así traeré
sobre ellos todo el bien que acerca de ellos hablo.
Y poseerán heredad en esta tierra de la cual
vosotros decís: Esta desierta, sin hombres
y sin animales, es entregada en manos de los caldeos.
Heredades comprarán por dinero, y harán
escrituras y las sellarán y pondrán testigos,
en tierra de Benjamín y en los contornos de Jerusalén, y en las ciudades de Judá; y en las ciudades de las
montañas, y en las ciudades de la Sefela, y en las ciudades del Neguev; porque yo haré regresar sus cautivos, dice
Jehová.
Poco tiempo después de que Jeremías comprase esta
heredad, el ejército de Babilonia tomó la ciudad. Él poseía el título de
propiedad, la prueba de que era suya, incluso aunque que no pudiese estar en
una física posesión de ella. El verdadero título de propiedad, no obstante, no
era el documento legal sino su convicción y creencia en lo que Dios le había
dicho. La evidencia que le daban los cinco sentidos en cuanto al momento de la
compra se encontraba completamente desprovista de esperanza. La nación iba a
ser entregada al pillaje y a la destrucción sin que se vislumbrase posibilidad
alguna para su restauración. Pero la esperanza de Jeremías, sin embargo, fue
aquella restauración. Creencia fue el título de propiedad de las cosas por las
que tenia esperanza, la prueba de lo que no se podía ver.
Ya hemos visto en nuestro estudio anterior que
el periodo por el que se prolongó la cautividad de Israel fueron setenta años.
Jeremías probablemente no estaría vivo al final de estos setenta años. Los
herederos de Jeremías podrían entonces usar ese título de propiedad para tomar
posesión de la tierra. Vamos a suponer, no obstante, que ellos no supiesen que
Jeremías hubiese adquirido la tierra o que no se atreviese a reclamar aquello
que le pertenecía por derecho. Aunque tuviesen el título de propiedad, no
podría beneficiarse de su derecho legal sobre la tierra.
Hasta que cualquier cosa llega a estar
disponible, podemos creer la promesa y esperar por su cumplimiento. Pero una
vez que se hace disponible, nos apropiamos de ella por la creencia. Puesto que
creer es el título de propiedad para recibir las cosas que no están
presentemente disponibles, se debe tomar posesión de aquellas cosas que sí
están disponibles ahora. Así que, por su propia naturaleza, debemos concluir
que, la creencia debe ser agresiva.
LA PROMESA DE LA TIERRA DE CANAÁN A ISRAEL
Vamos a considerar ahora la promesa de la
tierra de Canaán a los hijos de Israel.
Éxodo 3:7 y 8:
Dijo luego Jehová: Bien he visto la aflicción
de mi pueblo que está en Egipto, y he
oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias,
Y he descendido para librarlos de manos de los
egipcios, y sacarlos de aquella tierra
a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel, a los lugares del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo,
del heveo y del jebuseo.
Observe los dos aspectos de la promesa de Dios.
Primero les dijo que los sacaría y los libraría de la esclavitud que sufrían en
Egipto. Y en segundo lugar que los traería e introduciría en la tierra
prometida.
Éxodo 4:28-31:
Entonces contó Moisés a Aarón todas las
palabras de Jehová que le enviaba, y todas
las señales que le había dado.
Y fueron Moisés y Aarón, y reunieron a todos
los ancianos de los hijos de Israel.
Y habló Aarón acerca de todas las cosas que
Jehová había dicho a Moisés, e hizo las
señales delante de los ojos del pueblo.
Y el pueblo creyó...
Este pueblo de Israel tuvo la promesa de Dios y
cuando ellos la creyeron, recibieron el título de propiedad. En ese momento,
todavía se encontraban en Egipto, a muchos kilómetros de distancia de la tierra
de Canaán. Ya que todavía no estaba disponible tomar posesión de la tierra,
solamente podían tener esperanza en la promesa. Pero, mientras que Dios los
estaba sacando de Egipto, el ejército de los egipcios los persiguió hasta el
Mar Rojo y fue destruido.
Éxodo 14:21-31:
Y extendió Moisés su mano sobre el mar, he hizo
Jehová que el mar se retirase por
recio viento oriental toda aquella noche; y volvió el mar en seco, y las aguas quedaron divididas.
Entonces los hijos de Israel entraron por en
medio del mar, en seco, teniendo las aguas
como muro a su derecha y a su izquierda.
Y siguiéndolos los egipcios, entraron tras
ellos hasta la mitad del mar, toda la caballería
de Faraón, sus carros y su gente de a caballo.
Aconteció a la vigilia de la mañana, que Jehová
miró el campamento de los egipcios
desde la columna de fuego y nube; y trastornó el campamento de los egipcios,
Y quitó las ruedas de sus carros, y los
trastornó gravemente. Entonces los egipcios dijeron:
Huyamos de delante de Israel, porque Jehová pelea por ellos contra los egipcios.
Y Jehová dijo a Moisés. Extiende tu mano sobre
el mar, para que las aguas vuelvan
sobre los egipcios, sobre sus carros y sobre su caballería.
Entonces Moisés extendió su mano sobre el mar,
y cuando amanecía, el mar se volvió en
toda su fuerza, y los egipcios al huir se encontraban con el mar; y Jehová derribó a los egipcios en
medio del mar.
Y volvieron las aguas, y cubrieron los carros y
la caballería, y todo el ejército de Faraón
que había entrado tras ellos en el mar; no quedó de ellos ni uno.
Y los hijos de Israel fueron por en medio del
mar, en seco, teniendo las aguas por muro
a su derecha y a su izquierda.
Así salvó Jehová aquel día a Israel de mano de
los egipcios; e Israel vio a los egipcios
muertos a la orilla del mar.
Y vio Israel aquel grande hecho que Jehová
ejecutó contra los egipcios; y el pueblo
temió a Jehová, y creyeron a Jehová y a Moisés su siervo.
Hasta este punto llegaba la colaboración del
trabajo entre el Señor y su siervo Moisés. El pueblo solamente está dispuesto a
creer solo cuando ve señales y maravillas. Sin embargo ellos lo hicieron, creyeron
que Dios los traería la tierra prometida.
Éxodo 15: 1-21:
Entonces cantó Moisés y los hijos de Israel
este cántico a Jehová, y dijeron:
Cantaré yo a Jehová, porque se ha magnificado
grandemente;
Ha echado en el mar al caballo y al jinete.
Jehová es mi fortaleza y mi cántico, y ha sido
mi salvación. Este es mi Dios y lo alabaré;
Dios de mis padre y lo enalteceré.
Jehová es varón de guerra; Jehová es su nombre.
Echó en el mar los carros de Faraón y su
ejército; y sus capitanes escogidos fueron
hundidos en el Mar Rojo.
Los abismos los cubrieron; descendieron a las
profundidades como piedra.
Tu diestra, Oh Jehová, ha sido magnificada en
poder; Tu diestra ha quebrantado al enemigo.
Y con la grandeza de tu poder has derribado a
los que se levantaron contra ti.
Enviaste tu ira; los consumió como a hojarasca.
Al soplo de tu aliento se amontonaron las
aguas; se juntaron las corrientes como en
un montón.
Los abismos se cuajaron en medio del mar.
El enemigo dijo: Perseguiré, apresaré,
repartiré despojos; mi alma se saciará de ellos;
sacaré mi espada, los destruirá mi mano.
Soplaste con tu viento; los cubrió el mar; se hundieron
como plomo en las impetuosas
aguas.
¿Quién como tú, Oh Jehová, entre los dioses?
¿Quién como tu magnífico en santidad,
terrible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios?
Extendiste tu diestra; la tierra los tragó.
Condujiste en tu misericordia a este pueblo que
redimiste; lo llevaste con tu poder a
tu santa morada.
Lo oirán los pueblos y temblarán; se apoderará
dolor de la tierra de los filisteos.
Entonces los caudillos de Edom se turbarán, a
los valientes de Moab les sobrecogerá
temblor. Se acobardarán todos los moradores de Canaán.
Caiga sobre ellos temblor y espanto; a la
grandeza de tu brazo enmudezcan como una
piedra; hasta que haya pasado tu pueblo, Oh Jehová, hasta que haya pasado este pueblo que tu rescataste.
Tú los introducirás y los plantarás en el monte
de tu heredad, en el lugar de tu morada,
que tu has preparado, Oh Jehová, en el santuario que tus manos, Oh Jehová, han afirmado.
Jehová reinará eternamente y para siempre.
Porque Faraón entró cabalgando con sus carros y
su gente de a caballo en el mar, y
Jehová hizo volver las aguas sobre ellos; más los hijos de Israel pasaron en
seco por en medio del mar.
Y María la profetisa, hermana de Aarón, tomó un
pandero en su mano, y todas las mujeres
salieron en pos de ella con panderos y danzas.
Y María les respondía: Cantad a Jehová porque
en extremo se ha engrandecido: Ha echado
en el mar al caballo y al jinete.
LA CREENCIA DE ISRAEL SE EROSIONA EN EL DESIERTO
Continuando la narración, encontramos que tan
solo tres días después de esta tremenda alegría la actitud de Israel cambia por
completo.
Versículos 22-24:
E hizo Moisés que partiese Israel del Mar Rojo,
y salieron al desierto de Shur; y anduvieron
tres días por el desierto sin hallar agua.
Y llegaron a Mara, y no pudieron beber las
aguas de Mara porque eran amargas, por
eso le pusieron el nombre de Mara.
Entonces el pueblo de Israel murmuró contra
Moisés, y dijo: ¿Qué hemos de beber?
¿Adónde se fue todo el entusiasmo y toda la
confianza que habían depositado en el Señor? Tal vez para ellos al desierto de
Shur hubiese sido mejor darle el nombre de “no estamos tan seguros”. Tres días
en el desierto bastaron para que su confianza comienza a evaporase. Sus
gargantas sedientas les dificultaban acordarse del milagro del Mar Rojo. Es fácil ser creyente tipo Mar
Rojo; pero se hace difícil ser un creyente tipo desierto. La verdadera prueba
de nuestra creencia se da cuando somos confrontados con los obstáculos y
desiertos de la vida. ¿Será que Dios puede ser fiel a sus promesas en medio de circunstancias
negativas de los sentidos?
Versículos 25 y 26:
Y Moisés clamó a Jehová, y Jehová le mostró un
árbol; y lo echó en las aguas, y las
aguas endulzaron, Allí les dio estatutos y ordenanzas, y allí los probó.
Y dijo: Si oyereis atentamente la voz de Jehová
tu Dios, e hicieres lo recto delante de
sus ojos, y diereis oído a sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a
los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy Jehová
tu sanador.
Dios suplió todas sus necesidades, pero
comenzando a probarlos se verificó hasta que punto estaban dispuestos a seguir
creyendo, cuando se encontraban cara a cara con las dificultades del desierto.
Éxodo 16: 1-3:
Partió luego de Elim toda la congregación de
los hijos de Israel, y vino al desierto de
Sin que está entre Elim y Sinaí, a los quince días del segundo mes después que salieron de la tierra de Egipto.
Y toda la congregación de los hijos de Israel
murmuró contra Moisés y Aarón en el
desierto;
Y les decían los hijos de Israel: Ojalá
hubiéramos muerto por manos de Jehová en la
tierra de Egipto, cuando nos sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos; pues nos habéis sacado a
este desierto para matar de hambre a toda
esta multitud.
Aquí estaban, pocas semanas después de que
hubiesen presenciado el gran milagro del Mar Rojo. Recuerde que habían dejado
atrás la tierra de Egipto con su título de propiedad de la tierra prometida,
pues habían creído la promesa de Dios. Pero no estaban asidos ahora a aquel
título de propiedad tan fuertemente como antes. Ahora, en vez de esperar la
herencia prometida, lo que esperaban era morir de inanición en el desierto.
¿Cómo podían estar seguros de que no morirían de inanición en el desierto? ¿No
habían recibido la promesa de parte de Dios de que los introduciría en una
tierra donde fluía leche y miel? ¿Les habló algo sobre que enterrarían sus
cuerpos muertos en tal tierra? Si Dios los va a llevar hasta la tierra
prometida, debió ser necesario que Él tome cuenta de todas sus necesidades
hasta que lleguen. Todo lo que tenían que hacer era creer y estar seguros de la
promesa de Dios. Dios los está probando, y parece que ellos están fracasando en
la prueba.
Dios los volvió a probar más adelante enviándoles
el maná diariamente, pero aun así ellos no aprendieron a confiar en Sus
promesas. Durante cerca de un año y medio, anduvieron los hijos de Israel a
través del desierto. Durante ese periodo, solamente podían tener esperanza por
la tierra que Dios les había prometido.
DOCE HOMBRES ESPÍAN LA TIERRA
Ahora vamos a estudiar un registro que sucedió
muy poco tiempo antes de que pudiesen entrar y tomar posesión de la tierra
prometida.
Números 13:1-3:
Y Jehová habló a Moisés diciendo:
Envía tu hombres que reconozcan la tierra de
Canaán, la cual yo doy a los hijos de Israel;
de cada tribu de sus padres enviaréis un varón, cada uno príncipe entre ellos.
Y Moisés los envió desde el desierto de Parán.
Conforme a la palabra de Jehová; y todos
aquellos varones eran príncipes de los hijos de Israel.
Todos estos hombres que fueron enviados a
espiar la tierra eran príncipes en las respectivas tribus y líderes de los
hijos de Israel. Eran hombres con una enorme influencia que inspiraban mucho
respeto en la congregación de Israel, desde el versículo 4 hasta el 15 se nos
dan a conocer sus nombres, pero los únicos que vale la pena recordar son los de
Caleb y Oseas (Josué). Los otros diez hombres resultaron ser un fracaso que
envenenaría a toda la congregación con su incredulidad.
Versículos 16-20:
Estos son los nombres de los varones que Moisés
envió a reconocer la tierra y a Oseas
hijo de Nun le puso Moisés el nombre de Josué.
Los envió, pues, Moisés a reconocer la tierra
de Canaán, diciéndoles: Subid de aquí
al Neguev, y subid al monte,
Y observad la tierra cómo es y el pueblo que la
habita, si es fuerte o débil, si poco o
numeroso;
Y cómo es la tierra habitada si es buena o
mala; y cómo son las ciudades habitadas,
si son campamentos o plazas fortificadas;
Y cómo es el terreno si es fértil o estéril, si
en él hay árboles o no; y esforzaos, y tomad
del fruto del país.
Moisés los envió para que reconociesen la
tierra. Estos hombres fueron para saber si la tierra era fructífera, y la
fuerza y el número de sus habitantes.
Fueron para recoger y traer de vuelta toda esta información. Su misión no
incluía determinar si los hijos de Israel estaban, o no, capacitados para tomar
la tierra. Puesto que, eso ya había sido prometido por Dios.
Versículos 21-27:
Y ellos subieron, y reconocieron la tierra
desde el desierto de Zin hasta Rehob, entrando
en Hamat
Y subieron al Neguev y vinieron hasta Hebrón; y
allí estaban Ahimán, Sesai y Taimai,
hijos de Anac. Hebrón fue edificada siete años antes de Zoan en Egipto.
Y llegaron hasta el arroyo de Escol, y de allí
cortaron un sarmiento con un racimo de
uvas, el cual trajeron dos en un palo, y de las granadas y de los higos.
Y se llamó aquel lugar el Valle de Escol, por
el racimo que cortaron de allí los hijos
de Israel.
Y volvieron de reconocer la tierra al fin de
cuarenta días.
Y anduvieron y vinieron a Moisés y a Aarón, y a
toda la congregación de los hijos de
Israel, en el desierto de Parán, en Cades, y dieron la información a ellos y a toda la congregación, y les mostraron el fruto
de la tierra.
Y les contaron, diciendo: Nosotros llegamos a
la tierra a la cual nos enviaste, la que
ciertamente fluye leche y miel; y este es el fruto de ella.
El fruto que trajeron era la prueba que
confirmaba la promesa de Dios, era una tierra abundante.
Versículos 28 y 29:
Más el pueblo que habita aquella tierra es
fuerte y las ciudades muy grandes y fortificadas;
y también vimos allí a los hijos de Anac.
Amalec habita el Neguev, y el heteo, el jebuseo
y el amorreo habitan en el monte, y
el cananeo habita junto al mar, y a la ribera del Jordán.
Aquí comienzan los problemas, “mas” es la
palabra “pero”. Cuando Dios hace una promesa, no hay “pero” que valga. Debemos
mantener bien lejos nuestros “pero”. Diez de los hombres que fueron a reconocer
la tierra volvieron con una temida
enfermedad. Tenían un terrible “itis”, pero no era bronquitis, ni
pancreatitis ni meningitis. La enfermedad que les afligía era la enfermedad de
la incredulidad: amalecitis, heteítis,
jebuseítis, amorreítis y cannaneítis. Como vemos, era una enfermedad sumamente
contagiosa.
Versículo 30:
Entonces Caleb hizo callar al pueblo delante de
Moisés, y dijo: Subamos luego, y tomemos
posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos.
Caleb hizo callar al pueblo, porque los otros
hombres los habían agitado. Estos diez hombres no estaban sólo dando los
hechos. Ellos obviamente estaba enturbiando los hechos. Las palabras de Caleb
estaban de acuerdo con las Palabras de Dios. Él les había prometido aquella
tierra. Durante el último año y medio tuvieron el título de propiedad de la
tierra por la cual habían tenido esperanza. Ahora estaban en posición para
tomar posesión de la tierra. Caleb dijo: “Subamos luego, y tomemos posesión de
ella”. Ya había pasado el tiempo para tener esperanza. Ahora era el tiempo de
actuar conforme a su creencia. La creencia debe tomar posesión de aquellas
cosas que están presentemente disponibles. No puede permanecer en la etapa de
esperar.
Versículos 31-33:
Más los varones que subieron con él, dijeron:
No podremos subir contra aquel pueblo,
porque es más fuerte que nosotros.
Y hablaron mal entre los hijos de Israel de la
tierra que habían reconocido, diciendo:
La tierra por donde pasamos para reconocerla, es tierra que traga a sus moradores; y todo el pueblo que
vimos en medio de ella son hombres de grande estatura.
También vimos allí gigantes, hijos de Anac,
raza de los gigantes, y éramos nosotros,
a nuestro parecer, como langostas; y así les parecíamos a ellos.
Estos diez hombres ofrecieron sus propios comentarios
sobre los hechos. ¿Piensan ustedes que estos doce hombres que espiaron la
tierra se habían dividido en dos grupos y fueron en diferente dirección? – ¿Acaso
Caleb y Josué viajaron en una dirección y los otros diez fueron por otra dirección?
¿Sería posible que aquellos diez encontrasen grandes ciudades fortificadas con
habitantes gigantescos, mientras que Caleb y Josué encontraron pigmeos armados
de estacas que moraban en chozas de lodo? ¿Se dieron cuenta los diez de la
imposibilidad de luchar contra los poderosos ejércitos que habían visto,
mientras que Josué y Caleb estaban confiados en derrotar a los infelices con
que se cruzaron en la parte que les toco espiar? Ciertamente que no.
La lección que podemos aprender de este
registro es que no son las circunstancias mismas las que nos derrotan o nos
permiten ser victoriosos; es el “cómo” miramos a la circunstancia. La totalidad
de los doce vieron las mismas ciudades y los mismos habitantes. Pero las vieron
desde perspectivas diferentes. Diez de ellos dijeron sobre lo que habían visto:
“No estamos capacitados para oponernos contra aquellos habitantes, porque son
más fuertes que nosotros”. Compararon la fuerza de sus enemigos con sus propias
fuerzas. Simplemente dejaron a Dios fuera de sus cálculos. Dos hombres, sin
embargo, dijeron: “Más podremos nosotros que ellos”, porque sabían que Dios
estaba con ellos.
Los diez y, además, como veremos, la
congregación de Israel querían que Dios destruyese al enemigo de la misma
manera que lo había hecho en el Mar Rojo, así podrían entrar en la tierra sin
librar ninguna batalla. No querían actuar ni andar por la promesa de Dios. Esperaban
que Dios se encargara Él Mismo de todo. Este es el mismo problema que
manifiestan muchos cristianos hoy en día. Están esperando que Dios se deshaga
de todos los obstáculos en sus vidas. No se dan cuenta de que Dios se encarga
de las circunstancias negativas en nuestra vida según actuamos, según tomamos
el título de propiedad y reclamamos la posesión.
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