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DELEITATE EN DIOS (CAP. 16)

DELEÍTATE EN DIOS

Una Biografía de George Mueller

Por Roger Steer

TRADUCCIÓN ESPAÑOLA – Juan Luis Molina

Con la colaboración de Claudia Juárez Garbalena

                                                                 16


Ningún Otro Lugar Me Es Tan Querido

 
´Yo nunca supe lo que era una madre cuidando de mí, o que me llevase a la iglesia, o que me enseñase oraciones de niños.´ Estas eran las palabras de William Ready que había nacido en una casa de trabajos forzados de Londres el día 23 de enero de 1860. Su padre, alcohólico, había sido incapaz de mantener a su mujer y a los nueve hermanos y hermanas de William; ambos progenitores habían fallecido en 1865 y los diez niños se habían quedado huérfanos.
William comenzó a vivir como un vagabundo, durmiendo en locales polvorientos o en los oscuros compartimientos de los vagones de trenes. ´Muchas veces´, diría él posteriormente, ´cogía las cáscaras de las naranjas tan ávidamente como si fuesen monedas de seis peniques, y hasta masticaba las colillas de cigarros para mitigar la sensación de hambre que tenía. Algunas veces nos llevaban a casas públicas para que cantásemos las canciones chistosas que aprendíamos en las calle, y generalmente nos retribuían muy bien…Los domingos por la mañana, a eso de las cuatro de la madrugada, yo acostumbraba a llevar los productos hasta el Mercado del Jardín de Covent, y mis pies y manos estaban casi siempre quemados con el hielo.´
En este estado a la edad de doce años, en 1872, William Ready fue rescatado por James Walk, un misionero de la Ciudad de Londres, 'Cuando me llevaban andando para Ashley Down, donde había sido inscrito, cuando me vi dentro de los edificios, con la enorme puerta de hierro cerrándose detrás de mí, yo no me encontraba mínimamente feliz, te lo puedo asegurar´, recordaba Ready. ‘Yo no veía con buenos ojos ni tomaba por amigos a quienes interfirieron con mi libertad callejera. No mucho tiempo después de que se cerrasen las puertas, comencé a sentir que me estaban encarcelando y una verdadera enfermedad que me postró en cama se abatió sobre mí. Ansiaba por vagabundear en las calles de la Metrópolis y ver las luces de Londres. Yo era como un pájaro en una jaula, y si alguno me hubiese dicho “puedes volver allí si quieres” yo le hubiera contestado “!muchísimas gracias, señor! Usted es realmente mi amigo.”
El personal de Ashley Down le dio un baño a William y le vistió con su uniforme – pantalones de paño, una chaqueta azul, abrigo y bufanda blanca. Él nunca se olvidó del día cuando se presentó y fue visto por primera vez en el comedor. Los niños juntándose a su alrededor, comenzaron a pincharle y a tirarle de los pelos. El timbre sonó y todos los muchachos ocuparon sus lugares en las mesas. ¡Por primera vez en su vida, había perdido su apetito! ¡Oh, que bueno sería volver a mis viejos hábitos, de colgarme de los carros y autobuses! Ellos le habían puesto dos trozos de pan y algo de mermelada en un plato enfrente de él,  pero no pudo probar ni un bocado.
´¿No quieres el té? ´le pregunto uno de los muchachos.
´!No!´
Los niños que tenía a su lado se encargaron rápidamente de acabar con su ración.
En aquella tarde, los otros muchachos le pegaron hasta que su sangre irlandesa salió por su nariz. Se había peleado con un muchacho y después con un robusto joven, Curly Oliver, que se había sumado en el conflicto con verdaderas ganas de participar en él. William se despojó de su chaqueta  y se envolvió en una riña atacando fieramente a Curly. Justo en el momento que iban a comenzar a disfrutar de la disputa, un maestro entró en la sala con su caña y envió a William para su dormitorio.
´Tu número de cama es el veintidós´, le dijo.
A las seis de la mañana del día siguiente, sonó la campana para despertar a los niños. A las ocho fueron a tomar el desayuno. Las mesas estaban dispuestas con platos de papillas de avena y William no les dio la oportunidad a los muchachos de preguntarle si quería su desayuno. Su apetito había vuelto. En aquel desayuno escuchó por primera vez  ser leída la Biblia.
La primera lección de aquel día comenzó: el maestro de William se dio cuenta de que él no se sabía las letras del alfabeto. En unos pocos meses siguientes, el maestro le enseñó a William a leer bien, le hablaron de Dios, de Cristo y de la salvación, y memorizó pasajes de la Biblia. En breve pasó a ser muy popular entre los muchachos, y durante un cierto periodo de tiempo dio una clase secreta enseñando a los ávidos niños los trucos y las acrobacias de las calles de Londres. Un maestro descubrió que había estado cobrándole a los que podían pagar un penique con lo que les enviaban por correo a la semana sus tutores. Sin embargo, como también se descubrió, que aquellos que pagaban, lo hacían de su propia voluntad sin que él ejerciese presión alguna sobre ellos, nada más se investigó sobre el caso.
En una ocasión, William lideró un bando de niños en una invasión nocturna al comedor de los maestros para sustraer lo que había sobrado en las mesas de su cena. Él fue descubierto y castigado ´con la habitual carga de sermones´ y después, inmediatamente, su maestro se lo llevó consigo amigablemente y le dio algunos caramelos y dulces.
´Este acto´ dijo Ready, ´tuvo más influencia apartando el mal de mí, que todos los sermones y prédicas que me dieron. Al fin y al cabo, la ternura en vez del castigo fue la que me hizo ser humilde, y atender a la razón y al orden.´
Una mañana en 1876 William fue llamado fuera de la escuela para ver al Sr. French, el hombre encargado del departamento que empleaba a los niños como aprendices.´
´¿Te gustaría ser un molinero de harina, Ready?´
´Si señor, claro que me gustaría´, le respondió William, sin darse cuenta de doble sentido que envolvía el trabajo.
Antes que nada, antes de salir y de acuerdo con la norma que se practicaba, a él se le proveía con tres mudas de ropa a cargo de la Institución. Y después venía la final entrevista con Mueller.
Mueller lo recibió cariñosamente en su cuarto de oración en el Orfanato Núm. 3. Le puso media corona en su mano izquierda y una Biblia en su derecha.
´Tú puedes sustentarte más sólidamente con tu mano derecha que con tu izquierda, ¿no es cierto?´ le dijo Mueller con un cierto brillo en sus ojos.
´Sí, señor.´
´Bueno, pues entonces retén contigo las enseñanzas de este libro y siempre tendrás en tu mano izquierda algo que agarrar. Ahora bien, amigo mío, ponte de rodillas.´
Poniendo su mano sobre la cabeza de William, Mueller le encomendó a los brazos de Dios su protección y guardia. Ayudándole a recobrarse en pie le dijo: ´Confía en el Señor y haz el bien; para que puedas habitar en la tierra y serás alimentado de la verdad (Salmos 37:3). ¡Adiós, amigo mío, hasta siempre!´
Cundo abandonó Ashley Down, William Ready redactó en su diario después: ´mis pertenencias eran mi Biblia, mis mudas de ropa y media corona y, lo mejor de todo, la inestimable bendición de la oración de George Mueller.´
Ready fue puesto en un tren que se dirigía para Newton Abbot en Devon. Un hombre de mirada feliz luciendo barba y sombrero de paja se encontraba en la estación para encontrarse con él.
´¿Eres tú William Ready?´
´Sí, señor.´
´Bien, yo soy tu maestro, o tu padre si así lo deseas. ! Vamos al carruaje, hijo mío!´
Ready nunca se olvidaría de los cien kilómetros del viaje a través de los lindísimos campos de Devonshire hasta la casa de William Perryman en Changford: el nuevo papá de William se ganó su corazón por la tierna y amistosa conversación que mantuvo con él. Perryman era un devoto cristiano, y no pasó mucho tiempo para que Ready se convirtiese en cristiano durante su trabajo de aprendizaje en Changford. Unos pocos años después, él se hizo un ministro de la Iglesia Libre, y marchándose a Nueva Zelandia, llegó a ser uno de los predicadores más famosos de aquel país.
Recordando sus años pasados en Ashley Down escribió lo siguiente: ´Ahora puedo darme cuenta de que fue el sitio exacto para mí y de la bendición que fue que me pusiesen en aquel bendito hogar. Si mis propios hijos se quedasen sin padres, huérfanos, yo no podría desear nada mejor para sus vidas, sino que fuesen instruidos y entrenados al cuidado de Mueller.´

Los Orfanatos de Mueller hoy en día se encuentran diseñados para acomodar a los niños agrupándolos en pequeñas casas para que puedan vivir de la manera más parecida posible con un entorno común al de cualquier hogar. Sin embargo, teniendo en cuenta las costumbres y modos del siglo diecinueve, George Mueller debe ser considerado tanto un pionero como un radical. Solamente él ofrecía casas modernas a miles de niños que de otra manera, o bien estaban desprovistos de hogares, o eran enviados a los centros de trabajo intensivo o a una de las prisiones oficiales, o a que le ofreciesen a duras penas un miserable rincón en la casa de algún familiar. Y no había impedimentos ni barreras de admisión en los Orfanatos de Mueller por causa de pobreza, clase social o convicción religiosa.

Teniendo en cuenta que las admisiones en los demás Orfanatos del siglo diecinueve y los principios de mil y novecientos, no eran de acuerdo ni tomaba en cuenta la necesidad de una familia para el niño, sino que se llevaban a cabo bajo personal recomendación o por mayoría de votos en las periódicas reuniones de los suscriptores, Katheleen Heasman acreditó a Mueller como el precursor de un novedoso método: de dar prioridad a las necesidades de los niños…El hecho de que la reunion de los suscriptores no se tomase en cuenta para la admisión, y que los nombres y las cantidades de dinero ofrecido por los donadores particulares habituales no se hiciesen públicos, significaba que los niños eran seleccionados de acuerdo a sus necesidad, y que, si había lugar, todos los inscritos eran aceptados. Así pues, el sistema de los votos desapareció de casi todos los hogares evangélicos para niños, y con este ejemplo (el de Mueller), gradualmente se fue aboliendo el sistema de votos completamente.
Los grandes edificios de Mueller, ofrecían algunas ventajas que los pequeños edificios no podían dar. La vida podía ser regimentada, y las rutinas y hábitos previsibles, pero las divertidas aventuras compartidas en un ambiente de vitalidad juvenil, y el crecimiento que tenían tantos niños juntos, significaba que había en el aire un gran regocijo habitualmente. Existía además una estabilidad y una seguridad en torno de ellos que no hay en los hogares pequeños. Un huérfano que comenzó su vida en uno de los Orfanatos pequeños de Londres y solamente llegó al Núm. 4 a la edad de diez años, relató la diferencia: En Londres, el personal de los Hogares que allí trabajaban y los niños eran continuamente cambiados. Sin embargo en Ashley Down ´un profesor que hubiese trabajado durante veinticinco años se mantenía allí igual que al principio´; algunos antiguos alumnos de Ashley Down de hecho han vuelto de visita con sus nietos, !y se han encontrado a su antiguo maestro todavía activo en su cargo! De manera similar, además, los pequeños hogares les ofrecen a los niños muy poca variedad de amigos, mientras que si en Ashley Down aunque los niños se peleasen, tenían siempre la posibilidad de juntarse con otros y de hacer nuevos amigos.
Una de las primeras jóvenes huérfanas escribió refiriéndose a sus años pasados en Ashley Down lo siguiente: ´Estoy muy agradecida de ver que un gran número de huérfanos se acuerda entrañablemente del querido antiguo Hogar, en el cual pasaron sus días más felices; porque verdaderamente no hay otros para mí como aquellos años que pasé en mi querido Orfanato Núm. 3. ¡Cuán felices éramos en nuestro pequeño mundo propio, creciendo en tal santa atmósfera como era aquella!´
Otra señorita que estuvo en los Orfanatos escribió: ´Cuando miro para atrás a mis días escolares, pienso que aquellos fueron los más gozosos años de mi vida.´ Y una tercera dama recordó: ´Yo era entonces muy pequeña, y todavía soy una niña cuando pienso en Ashley Down. Era un amoroso y tierno nido….y ningún otro lugar es tan querido para mí.´
En la impresión de los jóvenes, la experiencia de vivir bajo los cuidados de personas con una profunda fe en Cristo, además de la animación producida cuando muchos de sus contemporáneos vinieron a participar de esta mima fe, era algo que no se podía olvidar. Las muchas centenas que llegaron a ser cristianos en esta devota atmósfera, sienten unánimemente una enorme deuda de gratitud hacia Ashley Down. Una muchacha cristiana poco después de entrar a trabajar en servicios domésticos le envió esta carta a Mueller:

“Amadísimo y respetable Señor, no puedo expresarle lo suficiente mi gratitud a usted por toda la ternura que he recibido mientras estuve debajo de su amoroso cuidado en el querido Orfanato, y los años que pasé allí le puedo asegurar que fueron para mí los más felices de mi vida; porque no solo fuimos educados en las cosas temporales, sino también en las espirituales; y de hecho yo me siento muy agradecida al Señor de haber podido ser recibida en aquel lugar, y de que desde tan pequeña se me hubiese dado a conocer al Señor; y es el deseo sincero de mi corazón conocerlo más y más a Él, a llegar a ser como Él es, porque Él es verdaderamente para mí el capitán entre diez miles, y todo Él es amor…Yo debo agradecerle a usted por el amoroso lugar en que fui recibida. La señora para la cual trabajo ahora es muy generosa y amorosa conmigo, y espero darle muchas satisfacciones en su vida…Ojalá que usted pueda ser siempre el amigo de los huérfanos y su protector; y ojalá que el Señor le siga dando más abundantes respuestas a sus muchas oraciones para la conversión de los queridos huérfanos que todavía permanecen sin convertir…Le recuerdo siempre, querido señor, grata y respetuosamente.”                 

Nancy Garton ha escrito acerca del uniforme utilizado por los niños en los días de Mueller diciendo que les daba a los huérfanos una gracia y dignidad muy peculiar, y que cuando pasaron a ser anticuados, a muchos les pareció, que los modernos uniformes introducidos en 1936, con sus faldas a la rodilla y sus boinas, carecían de esas cualidades completamente´.
De acuerdo a la Señorita Garton:
Los niños más mayores vestían una chaqueta azul marino, con un chaleco abotonado hasta el engomado collar de la camisa, ambos de buen paño; pantalones castaños de pana; zapatos lustrosos en punta; y durante el mal tiempo, capa corta. Cada niño tenía tres mudas de ropa.
Los niños pequeños, entre los ocho y nueve años, vestían un uniforme de diario que parecía haber sido extrañamente escogido bajo el punto de vista práctico. Era una bata corta, sin cinturón, en blanco o algodón blanqueado. Posiblemente, sería blanco, si pudiese ser teñido y restaurado a su pureza original, pero quien, conozca a los niños, puede rápidamente sospechar que se precisaría de mucho tiempo para volverlos de alguna manera blancos de nuevo. Pantalones cortos azules, calcetines y zapatos con correas completaban la indumentaria. Para vestirse mejor, los pequeños niños se quitaban su bata, y se vestían con chaquetas que se combinaban con los collares de las camisas, con las que lucían más atractivos. Sus capas eran las mismas que las de los más mayores.
El uniforme de calle de las niñas durante el tiempo frío se componía de una larga capa verde y bufanda azul; en las estaciones medias un vestido de lana sustituía la capa; en el tiempo cálido, como mejor vestuario,  el vestido era de un fino tejido de algodón de color púrpura, sobre el que se ponían un capa corta del mismo material, y un elegante pañuelo en su cuello. Durante todo el año las niñas vestían gorras de colores naturales de fresa. A cada boina se le juntaba una larga cinta de material fino estampado de verde y blanco, que formaba una banda en todo su frente, que rodeaba su espalda y que se sujetaba a los lados, para que los dos extremos formasen el cordel donde la boina se colgaba.

El vestuario de diario para las niñas de todas las edades era de algodón color marino cubierto con pequeños puntos blancos, a los que para andar en la calle se le añadían una estolas blancas cuando el tiempo era demasiado caliente para llevar capas o ponchos. En el interior del Orfanato las niñas mayores de catorce años se vestían con una chaqueta azul hasta el cuello que se abotonaba de lado. Las jóvenes de más de catorce años, que habían dejado la sala de clases y eran llamadas “Las Niñas de la Casa” vestían delantales con cordones para diferenciarlas de las más pequeñas. Las niñas más adultas, aquellas que estaban listas para abandonar los Hogares en unos pocos meses, eran conocidas como las “Niñas Capitanes”, y vestían capas, delantal a la cintura y camisa con collar blanco. Cada niña poseía cinco mudas de ropa.
Las mudas de ropa eran todas arregladas por las niñas; de lana oscura para el invierno, y de algodón blanco para el verano. Un par de estas mudas blancas puede ser visto en el Museo en la Casa de Mueller. Los zapatos eran generalmente de estilo de hebillas  en aro.
Con el uniforme antiguo, las niñas no tenían impermeables, y en tiempo inestable había un paraguas de algodón para cada dos niñas. El privilegio de transportar el paraguas no era fácilmente decidido. Los paseos en los días húmedos solían ser muy reñidos, una vez que las más persistentes de cada pareja obligaban a mantener en su mano el paraguas a su poco voluntariosa compañera.

Nancy Garton nos dio también una fascinante descripción de los cortes de cabello de las niñas:
El pelo de las niñas era tratado de manera muy práctica e inteligente, considerando que centenas de cabezas de pelo tenían que ser tratadas de alguna manera para que pudiesen tener una buena presentación diariamente. Las niñas de tierna edad tenían su pelo casi tan corto como el de los niños, pero bellamente recogido y bien peinado. Aquellas que tenían entre ocho y once años  tenían una coleta, con raya al medio y franja, para que ellas mismas pudiesen componer su peinado sin tener que ser asistidas. Las más mayores, que eran capaces de hacerse sus propios peinados, se les permitía que lo tuviesen tan corto o tan largo como lo deseasen, y lo sujetaban atrás con una cinta azul oscura. Y las más crecidas mantenían su pelo suelto.

Las primeras niñas de Ashley Down me contaron que, las niñas que venían de visita con sus padres a los Hogares, se mostraban a menudo envidiosas de los peinados que presentaban las residentes.
A Mueller también le cabe la honra de haber sido un pionero y un radical por causa de su instrucción educacional. Él fue de hecho criticado por educar a los jóvenes “por encima de su época”; no muchos años antes, en su libro "Una Experiencia en la Educación", el Dr. Andrew Bell había escrito:

"No se supone que los niños de los pobres deban ser educados de manera costosa, e incluso que se le enseñe a escribir o sumar…existe el riesgo de sublevación a través de una indiscriminada educación a las mentes de aquellos condenados a los trabajos de esclavos diarios, y esto puede colocarlos por encima de su condición, y que por eso haga sobresalir en ellos descontentamiento e infelicidad en su clase. Debe por tanto ser más que suficiente enseñarles solo las cosas elementares, en un plan económico y de pocos gastos, y a leer la Biblia para que entiendan las doctrinas de nuestra sagrada religión. Con eso basta."

Mueller no estaba de acuerdo. Al mismo tiempo que la educación religiosa, el se dio cuenta que a sus niños debían enseñarles lectura, escritura, aritmética, dicción, gramática, geografía, historia inglesa y mundial, composición, canto, costura y bordado y –para las niñas además– ciencias domésticas. Los niños hacían sus propias camas, pulían sus zapatos, aseaban sus habitaciones, se les enviaba a hacer recados, y a ordeñar, a plantar y cuidar del jardín. Las ciencias domésticas envolvían a las niñas en algunos trabajos en la cocina, lavar los platos, lavar y asear los cinco edificios. Lewis Court dijo que, aun para los días de Mueller, cualquiera de las aptitudes que se enseñase, siempre se providenciaba la más alta educación de las profesiones, lo cual era muy raro en su tiempo en otras instituciones.
Mueller empleó un inspector de escuela para mantener un alto grado de educación en la escuela para sus niños en Ashley Down, en escuelas financiadas por el Instituto para el Conocimiento de las Escrituras. ´El Examen anual de los niños se llevaba a cabo durante los meses de febrero y marzo.´ el inspector, en ese tiempo un tal Sr. Horne, escribió en 1885: ´Los niños eran examinados y clasificados en el segundo, tercer, cuarto, quinto y sexto grado en muchas asignaturas de acuerdo al Código Gubernamental. Cada niño era separadamente examinado en lectura. Cada niño mostraba entonces su cuaderno de trabajo para determinar su grado de escritura adquirido. Se le ponían diez preguntas en las siguientes materias: escritura, geografía, historia y gramática. Seis sumas se daban en aritmética. Las respuestas se daban por escrito en papel. El porcentaje medio de las notas que recibían los niños en sus exámenes era de 91,1 por ciento de aciertos.´
´Con todo lo que dice respecto a este asunto´ comentaba Mueller con un cierto orgullo, ´la última palabra nos mostrará el grado de éxito con que hayan sido educados nuestros niños.´
Debido a la duración de la educación que él proveía a los niños, Mueller fue acusado de retardar y sustraer a las factorías, fábricas y minas de la mano de obra necesaria; pero él no se inmutaba. En general las niñas permanecían bajo su cuidado hasta que cumplían diecisiete años y algunas veces por más tiempo. Ellas después eran recomendadas para trabajar en algún lugar apropiado y enviadas con sus transportes pagados por el Orfanato; algunas irían para trabajar como enfermeras. Generalmente los niños salían como aprendices cuando tenían entre catorce y quince años. Pero Mueller deliberadamente abolió las normas fijas y mantenía una norma de flexibilidad para que la necesidad de cada niño pudiese ser tenida en cuenta. En teoría Mueller permitía que cada niño decidiese la profesión que quería aprender, aunque en la práctica el proceso de selección era sin duda normalmente similar al caso de William Ready que citamos anteriormente.
Los Hogares providenciaban a cada niño con tres mudas de ropas y suplían cualquier otro gasto relativo a sus trabajos como aprendices. Algunos niños abandonaban los Hogares para trabajar en las oficinas de Correos, y las agencias de Telégrafos, o como oficiales de otras instituciones. Otros entre los más capacitados iban para profesores, tal vez en los propios Hogares – en cuyo caso recibirían su entrenamiento en la universidad de Purton, Gloucestershire, financiada y dirigida por la Institución del Conocimiento de las Escrituras.
Con respecto a la disciplina en los Hogares, Nancy Garton la resumió como ´estricta pero no severa´. Un grupo de primeros niños de Ashley Down (no mucho tiempo después de la muerte de Mueller), me contó que, ´Si alguna vez éramos castigados, era sin duda alguna porque lo merecíamos´. Solo muy ocasionalmente tuvo Mueller que expulsar a un niño que llegase a tener una inaceptable mala influencia sobre los demás niños. Pero la expulsión, es decir, el devolver a un niño a un familiar o guardián suyo – era la última solución después de repetidos avisos y llamadas de atención para reformar al niño; y después de la salida del ofensor, Mueller y su personal seguían siempre orando por él (o ella).
Mueller registró el caso de un niño que había llegado a Ashley Down en 1849.
Él no había cumplido en aquella altura los ocho años de edad; pero aunque era tan joven, rápidamente nos dimos cuenta de que era muy maduro en el pecado, porque era un mentiroso confirmado y un ladrón. El se gloriaba de eso delante de los otros niños, y les contaba que había pertenecido a un bando juvenil de ladrones, antes de haber sido admitido en los Orfanatos, que había muchas veces robado mercancía de los barcos, carruajes de tren y sitios afines y vendido los productos de su robo. Al principio pensamos que hablaba de esa manera solo fanfarroneando, pero quedó probado sin embargo que era en verdad un experto en esas materias; porque dos veces huyó de los Orfanatos, llevándose consigo cosas que pertenecían a los otros muchachos. Además, abría los cajones con llaves falsas. Dos veces le recibimos de vuelta, después de haber huido, con la esperanza de que siendo benignos con él, y utilizando otros variados medios, él pudiera mudar de actitud; pero todo fue en vano. Por fin, habiéndole soportado, e intentado que se corrigiese durante cinco años y cuatro meses, él fue solemnemente, con oración, delante de todo el establecimiento, expulsado, por si  de alguna manera esta última dolorosa solución pudiese ser una bendición para su vida. Sin embargo siempre seguimos a este pobre muchacho con nuestras oraciones, y con la esperanza de que el Señor pueda todavía mostrarle sus malos caminos, y pueda darnos todavía buenas noticias sobre él, así como hemos visto suceder en otros casos similares.
Una vez, un niño estaba siendo dimitido delante de todos sus compañeros por repetir su mal comportamiento durante un largo periodo de tiempo, y cuando Mueller le puso su mano sobre su cabeza y comenzó a orar por él, para mostrarle cuan dolido e inconformado se encontraba con la situación, el niño volvió su faz para mirar a Mueller con sus ojos muy abiertos. Para sorpresa suya, las lágrimas corrían por las mejillas de Mueller. En aquel lugar y en ese mismo momento, de acuerdo con la historia, el niño se convirtió a Cristo y su vida tuvo un cambio radical. Y otro niño, después en su vida, describió su dimisión de parte de Mueller y las últimas palabras de Mueller, lleno de lágrimas:
´!Lo siento muchísimo! Que Dios te bendiga.´
El periódico The Times una vez  redactó que entre aquellos que visitaron los Hogares de Mueller, y expresaron su admiración por la manera como se llevaba a cabo la administración y el trabajo, se encontraban los mandatarios de Derby, Lord Salisbury, Lord Hampton, y muchos otros que estaban interesados en los asuntos sociales.
Charles Dickens visitó Ashley Down una vez. Él había escuchado un rumor acerca de que los niños eran maltratados y que en algunas ocasiones pasaban hambre, y decidió investigar estas cosas personalmente. Mueller le recibió con cortesía, llamó a uno de sus asistentes y le puso en las manos un conjunto de llaves.
´Haga usted el favor de mostrarle al Sr. Dickens todo lo que desee ver.´
Eso fue lo que se hizo, y quedó registrado que Dickens se marchó completa y gratamente sorprendido.
Los primeros residentes de Ashley Down cuyas memorias se centran sobre los días de Mueller recuerdan que comían carne regularmente a los lunes, jueves y viernes, mientras que a los miércoles y sábados se les servía una sopa con carne. Los martes y domingos (cuando mucho del personal se encontraba en el servicio matinal de Bethesda) era muy común que se les diese para la comida un plato de arroz con uvas. La carne era frecuentemente de carnero australiano, a la que los niños le daban el nombre popular de “filete encornado”; los niños de manera incidental llamaban también al pan “pan seco” (toke en ingles) debido a una frase muy común en Ashley Down cuando se agradecía la comida, ´Te agradecemos a Ti Señor estas “señales” (tokens, en ingles) de Tu amor´. La condición de puerto de mar que tenía Bristol hacía que fuese muy usual que los niños recibiesen fruta fresca, particularmente plátanos y naranjas. Ocasionalmente, en tiempos de abundancia, se recibían grandes cantidades de fruta gratuita en Ashley Down para que no se deteriorase. Los huevos hacían parte habitual en el menú, pero también en algunas veces ocasionales, como en sus cumpleaños, a cada uno de los niños se le otorgaba dos huevos, uno para él y otro para su mejor amigo. La bebida corriente eran el agua y la leche.
En los predecibles menús y en la rutina de los hábitos se podría decir que la vida de Ashley Down era un tanto monótona, pero había un número de actividades anuales que interrumpían la rutina y providenciaban a los niños momentos de grata memoria y excitación, con los cuales se animaban mucho sus vidas (además de sus propios cumpleaños).  
En primer lugar, en la entrada del verano se realizaba el paseo por Pur Down, en el que a los niños se les sacaba por la mañana provistos con un saco rosa o azul de algodón lleno de golosinas y dulces bizcochos, para comer en la jornada. En ese día, cuando llegaban al campo, los niños de los cinco Hogares se podían juntar unos con otros y mezclarse como quisiesen. La comida en el campo (de pan y queso) y a la merienda del té (con pan y mantequilla y bizcocho) se transportaba hasta Put Down en grandes recipientes. Un grupo de los más antiguos alumnos de Ashley Down de aquel tiempo, me dijeron que no se acuerdan de que saliese un solo día lluvioso cuando hacían la excursión a Pur Down, y me mostraron orgullosos un viejo castaño debajo del cual y a su sombra acostumbraban a jugar muchos años atrás en ese gran día. El paseo terminaba con la merienda de cinco grandes tartas con velas, una para cada Hogar.
Probablemente el acontecimiento que los niños anticipaban con más grande alegría era el de la Navidad. Mucho antes del tiempo, ellos se comenzaban a preparar para las celebraciones –aprendiendo a cantar villancicos y otras canciones de los cancioneros de Ashley Down (a menudo con acompañamientos instrumentales), haciendo las decoraciones, y memorizando poemas, cuadros teatrales y versos, para ser recitados y presentados en las fiestas.
23 de Diciembre de 1878. Hemos recibido para los niños, proveniente de Clifton, una cantidad de muñecas, algunas cajas de sorpresas, libros de pinturas, juegos, balones y una gran variedad de otros juegos de mesa y regalos. De Durdham Down, como regalos de navidad para los huérfanos, vestidos de muñecas, cajas de bombones de chocolate y golosinas, algunos tambores, bolas, pistolas de juguete, cajas con juegos de mesa, libros, cartas de jugar, estuches de pinturas, monederos, corbatas de algodón y bufandas, balones y cestos, lápices, trompetas y otras cosas de jugar…De una tienda de Bristol ocho barriles de harina, un barril de zumo de uvas y dieciséis cajas de uvas para la tarta de Navidad de los niños.

Una Navidad, fueron enviados a Ashley Dow ciento y cincuenta faisanes de un donador en Cornwall.
Y así fue como uno de los primeros alumnos redactó por escrito esos tiempos, ´Bien puedo acordarme de las felices Navidades que pasé en el Hogar Núm. 4: el principio de las preparaciones con las decoraciones; la llegada del gran árbol de Navidad, sin nada en él, pero yo sabía que antes de llegar la Navidad estaría lleno con juguetes y regalos; y que en algún lugar entre todos ellos habría uno especialmente para mí.´ Y otro escribió sobre los Hogares durante la Navidad: ´Siento la misma excitación ahora en esos tiempos como cuando estaba allí, ¡cuando aprendía los amorosos villancicos, y las Tiendas de Navidad! Me gustaría ver y espiar los Hogares ahora. Para ver si realmente es igual a como acostumbraba ser entonces. No creo que sea posible que ahora sea mejor.´ Las Tiendas de Navidad eran pequeñas y amorosas tiendas, abiertas en cada rincón de los Hogares, dirigidas por los miembros del personal de la escuela que traían las golosinas y dulces manufacturados de manera especial para la ocasión. De tiempos a tiempos estas tiendas eran abiertas también en otras fechas.
Después de la muerte del fundador, y tal vez también durante su tiempo de vida, otra fiesta que se celebraba anualmente era el cumpleaños de Mueller, el 27 de septiembre. En este tiempo los niños se tomaban una semana entera de vacaciones, como una de las niñas registró por escrito: ´! Solíamos pasar casi todo el día fuera, cogiendo moras silvestres en el campo. ¡Qué bien nos lo pasábamos! El día en sí mismo se caracterizaba por la ayuda especial que se daba en la confección de la tarta de Mueller con galletas, y un enorme dulce de manzana para cada niño.
No podemos suponer, evidentemente, que todos los niños fuesen felices en Ashley Down; algunos claro que no lo eran. La experiencia era especialmente infeliz para los niños que habían conocido durante un periodo de sus vidas el amor de sus propios padres y habían tenido una vida normal; para estos niños –cuando llegaban a Ashley Down tal vez a la edad de once años o más – los cinco enormes edificios les deberían parecer naturalmente cuarteles nada atractivos. Y podremos decir sin miedo a equivocarnos que el personal debía cometer sus errores también, y como resultado la bondad y la comprensión que gozaban en sus hogares no se les daba convenientemente. Como un pionero en la materia, Mueller se vio forzado a aprender con sus errores; y con los errores que allí se cometían. Muy seguramente los niños que existían en Ashley Down debían estar demasiado lejos de conocer la realidad que había en el mundo exterior. Hoy en día, los niños de Mueller frecuentarían las escuelas oficiales autorizadas y se mezclarían fácil y libremente con otros niños y niñas. Pero en los días en que se fundaron los Orfanatos, Bristol no ofrecía una educación libre a los cerca de dos mil niños y era difícil sugerir las alternativas que se les ofrecían.
Para su tiempo, sin embargo, los niños recibieron una sana educación, la cual serían muy afortunados que pudiesen haber obtenido en cualquier otro sitio. Ellos recibieron, además, un tesoro de invaluable valor: enseñanzas que les posibilitaban hacerles ´sabios para la salvación´ y que les dio a los que las aceptaron, ´una vida más que abundante´.




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